No suelo hablar de mí.

No porque no tenga nada que decir, sino porque aprendí que cuanto menos sepan, menos podrán usarlo en tu contra.

Pero si alguien insiste —de verdad insiste, no por cortesía—, esto es lo que podría responder.

☆La música, por supuesto.☆

Pero no cualquier música. No la que llena estadios ni las listas de éxitos. Prefiero las canciones que se arrastran bajo la piel, que no piden ser bailadas, solo sentidas. Melodías que no buscan atención, pero te rompen de adentro hacia afuera.

Canto para sobrevivir, pero escucho para recordar que estoy vivo.

☆El café.☆

Negro, amargo, sin promesas de dulzura.

No lo tomo por energía, sino por el ritual: el calor entre las manos, el humo ascendiendo lento, ese primer sorbo que despierta partes de mí que creía dormidas.

☆La lluvia.☆

Especialmente esa que cae sin furia, casi como un susurro. Caminar bajo ella sin paraguas es uno de los pocos lujos que me permito sin culpa. Hay algo en mojarse que limpia más que la piel.

☆Los animales.☆

Los gatos, por encima de todo.

Independientes, discretos, nobles en su silencio. Nunca buscan complacer. Nunca se arrodillan.

No me fío de las criaturas que aman sin condiciones; respeto a las que eligen cuándo acercarse.

☆Los lugares con cicatrices.☆

Calles de adoquines rotos, bares olvidados por el tiempo, parques donde el óxido compite con el verdor.

Espacios que no pretenden ser perfectos, solo reales.

☆Las personas silenciosas.☆

Aquellos que no sienten la necesidad de llenar los vacíos con palabras. Los que entienden que a veces el silencio no es incómodo, es necesario.

Me agradan los que miran a los ojos y no necesitan explicaciones para quedarse.

☆Los libros olvidados.☆

Aquellos que huelen a humedad, con hojas manchadas por el paso de otras manos.

Historias que fueron leídas en voz baja en noches largas. Historias que no buscan escapar, sino quedarse.

☆Mis hobbies ocultos.☆

La fotografía analógica —capturar momentos imperfectos, granulosos, verdaderos.

Las caminatas al amanecer, cuando la ciudad todavía duerme y parece pertenecerme solo a mí.

Escribir en servilletas o papeles rotos —ideas, frases sueltas, fragmentos de canciones que nunca serán cantadas.

Reparar cosas que otros tirarían: relojes, radios viejas, guitarras rotas. No porque crea que todo debe salvarse, sino porque algunas cosas merecen otra oportunidad.

☆El peligro controlado.☆

Ese filo invisible entre la calma y el desastre.

La sensación de que todo puede colapsar en cualquier momento… pero aún no.

No son gustos extraordinarios.

No son cosas que uno publicite.

Pero son los míos.

Los que se esconden bajo la piel, lejos del ruido y las miradas.

Los que me sostienen cuando el resto del mundo arde.