Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books.
La cruzó y el silencio lo envolvió.
Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer.
No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó.
—Nunca había estado aquí antes
dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta.
No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas.
—¿Vienes mucho por aquí?
añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo
—. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo?
El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió:
—Soy Haneul, por cierto.
Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.
Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books.
La cruzó y el silencio lo envolvió.
Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer.
No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó.
—Nunca había estado aquí antes
dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta.
No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas.
—¿Vienes mucho por aquí?
añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo
—. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo?
El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió:
—Soy Haneul, por cierto.
Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.