El viento soplaba con suavidad entre las ruinas de la ciudad. El joven soldado yacía sobre la tierra fría, su pecho se alzaba con dificultad, su sangre manchaba el suelo bajo su cuerpo. No sentía dolor, solo un extraño sosiego que lo envolvía.

Entonces lo vio.

Una figura alta, envuelta en sombras, de presencia inmutable. No había amenaza en su mirada, ni piedad. Thanatos, el dios de la muerte, había llegado.

—Has luchado bien —dijo la figura con voz profunda y tranquila.

El soldado, sorprendido de poder hablar, esbozó una débil sonrisa.

—Si es así, ¿me he ganado algo? ¿Un lugar especial después de esto? —preguntó con voz entrecortada.

Thanatos lo observó, imperturbable.

—No hay premios ni castigos. Solo el descanso.

El soldado suspiró, mirando el cielo estrellado por última vez.

—Pensé que sentiría miedo.

—El miedo es para los vivos —respondió Thanatos—. Para los que aún temen perder lo que tienen. Tú ya has llegado al final. No hay nada más que temer.

Un silencio cómodo los envolvió. La guerra seguía su curso lejos de allí, pero para el soldado, todo estaba en calma.

—¿Duele? —susurró.

Thanatos inclinó levemente la cabeza.

—No. Solo es un paso.

El soldado cerró los ojos. Su cuerpo quedó inmóvil, pero su esencia se desvaneció en el aire, como una brisa nocturna.

Thanatos giró y siguió su camino. Su tarea nunca terminaba.

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"Thanatos caminó entre las sombras, dejando atrás el cuerpo del soldado. La brisa nocturna mecía la hierba, como si la propia tierra suspirara al recibir una nueva alma. La guerra seguiría, nuevos nombres serían escritos en la historia, nuevas vidas se apagarían bajo la luz del sol o el frío de la luna."

"Pero él, inmutable, seguiría su labor. Sin celebración, sin duelo. Solo el fluir de la existencia, el paso inevitable que todos tomarían tarde o temprano."

"En lo alto, las estrellas parpadeaban indiferentes. Thanatos siguió su camino, como lo había hecho siempre, como lo haría hasta el último día del mundo."

"Porque incluso los dioses, algún día, conocerían su abrazo."