𝗖𝗼𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁 𝗪𝗮𝗿𝗻𝗶𝗻𝗴:
𝘝𝘪𝘰𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘴𝘦𝘹𝘶𝘢𝘭
𝘝𝘪𝘰𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘪𝘵𝘶𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭
Mira cómo ha crecido la palomita ─. La voz de uno de los pacificadores resonó en la prisión, perversa, como si estuviera degustando algo que pronto iba a tener. Lenore Dove sintió un escalofrío; cada parte de ella le decía que debía alejarse de ese hombre en particular.
Detrás de ella llegaron Tam Amber y Clerk Carmine. Se les veía agitados, sudorosos, como si hubieran corrido por todo el distrito para alcanzarla, preocupados por su bienestar. No había reproche en la mirada de sus tíos, pero sí preocupación y angustia. Ella lo había causado, por eso, aunque estaba un poco asustada porque esta vez los pacificadores fueron más bruscos, Lenore Dove sonrió. No era una sonrisa tan brillante como siempre, pero suponía que debía mostrarse fuerte.
─ ¡Estoy bien! No se preocupen por mí ─les dijo, mientras la llevaban al cuarto contiguo para registrarla. Pudo escuchar la voz de Tam Amber del otro lado de la puerta:
—Es solo una niña impulsiva, ya te dije. No la dejaremos salir más de unos metros de nuestra casa.
Dentro del pequeño cuarto de registro, el ambiente era tenso. Podía oler la humedad de las paredes, y hacía un frío absurdo para el calor que reinaba afuera.
Le quitaron la vieja guitarra de Tam Amber, el colgante que Burdock le había hecho con una pluma de ganso y una hoja seca —que había guardado sin pensar y ni siquiera recordaba que tenía—.
─ Debemos revisar si tiene algo más ─dijo uno de los pacificadores.
Las manos toscas la recorrieron sin cuidado, sin respeto. Bajaron por su cuerpo, por debajo de su ropa, más allá de su ropa interior. Lenore se removió, trató de apartarse, pero dos pares de manos la sujetaron con fuerza, obligándola a quedarse quieta mientras la invadían.
Cerró los ojos con fuerza.
No llorar, no llorar, no llorar.
Apretó los labios con fuerza y se mantuvo firme hasta que la soltaron. Luego la tomaron de ambos brazos para llevarla a la celda, una pequeña habitación con un solo colchón podrido en el suelo, un inodoro de metal oxidado y un pequeño lavamanos.
─ ¡Lenore Dove! ─El grito de Clerk Carmine la hizo girarse. Vio a sus dos tíos allí parados y se abrazó a ellos, a través de los barrotes. Se sentía a salvo allí, rodeada.
─ Sin contacto ─dijo uno de los pacificadores, obligando a los tres a separarse. Pero sus tíos se sentaron en el suelo, mientras Tam Amber golpeaba los barrotes de forma rítmica.
¡Lo reconoció! Era la canción que le habían escrito cuando era pequeña:
Duermes, Lenore, en la noche sin fin,
donde el viento susurra y no hay porvenir.
Pero hay luz en tu pecho, hay fuerza en tu voz,
y aunque tiemble la tierra, no olvides quién eres.
Lenore de los campos, del polvo y el gris,
tus alas resisten, no caen aquí.
Canta bajito, recuerda quién eres,
aún en la sombra, aún en el ayer.
Lenore Dove tomó asiento frente a ellos, cerró los ojos, dejando que el sonido de la voz de Tam Amber llenara sus oídos y le diera paz.
Clerk relató, más como si fuera un poema:
Si el miedo te hiere y no puedas andar,
mira dentro, pequeña, ahí vas a encontrar,
la semilla del fuego, la espina y la flor,
que en tus manos cansadas aún canta el amor.
Abrió los ojos cuando la canción terminó, y encontró a sus tíos mirándola fijamente, con una sonrisa en los labios, orgullosos de que se mantuviera valiente para ellos.
─ Vendremos cada día, hasta que puedas salir ─dijo Clerk Carmine.
Lenore asintió en silencio, viendo cómo se levantaban y se alejaban, obligados por la orden de uno de los pacificadores.
Se quedó mirando la nada, y fue hacia un rincón de la celda, mirando un punto fijo. No supo cuántas horas pasaron, solo que cuando uno de los pacificadores entró, Lenore se levantó desafiante. Él llevaba un teléfono con él y se lo pasó.
Del otro lado, estaba Haymitch. Su corazón dio un salto porque pensó que jamás volvería a escuchar su voz. Lenore trató de mantenerlo tranquilo, asegurándole que ella estaba bien, pero aún más.
─ Soy como los gansos, cuando me emparejo, lo hago de por vida ─le dijo.
Que supiera que su corazón jamás sería de otro. Que jamás volvería a amar. ¿Cómo podría? Haymitch se había sacrificado por ella y era su culpa que estuviera allí.
Aquella noche no durmió, y fue tal vez la única noche en que los pacificadores no la tocaron. Solo dejaron un televisor en su celda, el cual observó confundida. En la mañana, el televisor se encendió solo, mostrando la arena, con 48 plataformas rodeando una cornucopia. Entonces lo vio, a Haymitch. No le interesaba cómo era la arena.
─ Sobrevive, por favor, sobrevive, por favor ─ era lo único que repetía, mientras se acercaba al televisor, como si de alguna manera él pudiera escucharlo.
Lenore Dove no pudo acercarse más, porque uno de los pacificadores, Chuck, llegó y la lanzó con violencia contra el colchón. Se bajó los pantalones, subió su falda, le quitó la ropa y la tomó por la fuerza.
Al principio, Lenore se resistió. Le lanzó golpes, le jaló del cabello, le arañó el rostro. Chuck le dejó una bofetada que la hizo quedarse quieta. Quedó inerte, pero al pacificador parecía no importarle porque a último momento, salió de ella, para acabar sobre sus piernas.
Sus ojos no dejaron el televisor, no dejaron el rostro de Haymitch,.”Sobrevive por favor, sobrevive por favor” Murmuró, mientras sentía como todo el mundo exterior era ajeno a su cuerpo, su mente estaba en otro lado, en la arena.
─ Sobrevive por favor, sobrevive ─
Lenore Dove también lo haría, ¿Quieren humillarla? No podrían. No iban a dejar que lo hicieran. De hecho, se limpió con el agua fría y se acomodó como si nada hubiera pasado.
Sabía, sabía que la gente mala iba a re
cibir su castigo. Y Lenore Dove iba a pelear con los dientes de ser necesario.