• Si hay algo que no tolero, es a mi hermano mayor metiéndose con mis asuntos. Sobre todo porque él tiene ese modo de solucionar todo con dinero y no con violencia. (como yo)
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  • — Ya se la saben mi gente, carteras, mochilas y celulares. ¿? Ay eso no era. Huele ese lunes con L de La vioLencia , cuidado que vengo bien toreado. ¿? — Kyo odia los lunes que no son quincena.
    — Ya se la saben mi gente, carteras, mochilas y celulares. ¿? Ay eso no era. Huele ese lunes con L de La vioLencia , cuidado que vengo bien toreado. ¿? — Kyo odia los lunes que no son quincena.
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  • ♦ Ser pacífica y ser inofensiva no es lo mismo... No me gusta la violencia pero defenderé a las personas que me importan si es necesario ♦
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  • Su papá estaba obsesionado con el futuro de su hijo, quería vivir lo que no pudo a través de él. Le impuso reglas cruciales, crueles y sin mucho sentido, lo privó de la libertad de elegir su camino, estaba seguro que su hijo sería la próxima estrella del futbol americano por su altura y la sangre en sus venas.

    Pero Iksuki nunca disfruto esa violencia deportiva, jamás encontro satisfacción. Su padre no lo entendía y su madre, una voz silenciosa, nunca fue en contra de los deseos de su marido.

    Hasta aquel día en que Iksuki se declaro abiertamente homosexual ante sus padres, presentando a su novio (él con entonces 19 años de edad y su pareja con 32 años) uno del cual se arrepintió toda su vida.

    Azotado por una relación tóxica y narcisista quiso suicidarse. Llamado la vergüenza de la familia por su padre, sin embargo, su tía fue la única que se puso del lado de él. No solo lo impulso a seguir sus deseos, lo ayudo a encontrarse en la penumbra.

    Hoy, esta agradecido con esas lecciones de vida, con su tía y con su mayor inspiración: su viejo amigo, el único que no le importo los gustos que tenía.
    Su papá estaba obsesionado con el futuro de su hijo, quería vivir lo que no pudo a través de él. Le impuso reglas cruciales, crueles y sin mucho sentido, lo privó de la libertad de elegir su camino, estaba seguro que su hijo sería la próxima estrella del futbol americano por su altura y la sangre en sus venas. Pero Iksuki nunca disfruto esa violencia deportiva, jamás encontro satisfacción. Su padre no lo entendía y su madre, una voz silenciosa, nunca fue en contra de los deseos de su marido. Hasta aquel día en que Iksuki se declaro abiertamente homosexual ante sus padres, presentando a su novio (él con entonces 19 años de edad y su pareja con 32 años) uno del cual se arrepintió toda su vida. Azotado por una relación tóxica y narcisista quiso suicidarse. Llamado la vergüenza de la familia por su padre, sin embargo, su tía fue la única que se puso del lado de él. No solo lo impulso a seguir sus deseos, lo ayudo a encontrarse en la penumbra. Hoy, esta agradecido con esas lecciones de vida, con su tía y con su mayor inspiración: su viejo amigo, el único que no le importo los gustos que tenía.
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  • ━━━ 𝐉𝐮𝐞𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐂𝐚𝐳𝐚 ━━━
    Fandom Elder Scrolls / Crossover / OC
    Categoría Terror
    Todo comienza con un espasmo interior, un estremecimiento que parece partir desde el alma.

    Los músculos tiemblan, los huesos crujen. El cuerpo del humano empieza a contorsionarse como si algo dentro intentara desgarrar su prisión de carne. Las venas se hinchan, las articulaciones se dislocan, el rostro se tensa hasta lo indecible.

    Un aullido sofocado escapa entre dientes apretados… pero no es un grito humano.

    Entonces, la piel comienza a rasgarse desde adentro. Literalmente se desprende como una capa muerta, desgarrada por garras que emergen bajo ella. No es un cambio suave —la carne humana se abre para revelar al lobo que estaba atrapado dentro—. Del interior brotan músculos nuevos, pelaje negro que se propaga como una enfermedad viva, y garras que rompen los dedos humanos, sustituyéndolos por extremidades animales y brutales. La mandíbula se desloca y alarga; los dientes se multiplican, el cráneo cambia de forma. Los ojos, antes humanos, se inundan de una furia dorada, brillante y salvaje.

    Cuando el proceso termina, el cuerpo humano ha desaparecido bajo una criatura enorme, encorvada, de poder descomunal, mitad bestia mitad pesadilla.
    Su respiración es un rugido constante; el suelo tiembla con sus movimientos. Ya no hay razón ni control, solo instinto.

    El tono es vacío y maldito. La transformación no tiene belleza, solo sufrimiento y violencia pura.
    No hay transición heroica ni glorificación del poder: es una condena, un desgarro entre cuerpo y alma, una transfiguración forzada por la luna y la maldición.
    En ese instante, el hombre deja de existir, y lo que queda es la representación viva de la furia y el dolor.

    ┏━━━━━━━━━━━━┓
    𝑳𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒄𝒂𝒏𝒕𝒓𝒐𝒑𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒄𝒂𝒛𝒂𝒅𝒐𝒓𝒆𝒔,
    𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒔𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂𝒔.
    𝑻𝒐𝒅𝒂 𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆 𝒏𝒊𝒆𝒈𝒖𝒆 𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒊𝒄𝒊𝒑𝒂𝒓,
    𝒔𝒖𝒇𝒓𝒊𝒓𝒂 𝒖𝒏 𝒉𝒂𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒗𝒐𝒓𝒂𝒛.
    𝑺𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒉𝒐𝒏𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒎𝒊𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒓𝒐𝒔 𝒍𝒐𝒈𝒓𝒆𝒏 𝒅𝒆𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂𝒓,
    𝒆𝒏𝒇𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐𝒎𝒆 𝒂 𝒎𝒊, 𝒆𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒆 𝑯𝒊𝒓𝒄𝒊𝒏𝒆.
    ¡𝑫𝒐𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐 𝒂 𝒎𝒊 𝑱𝒖𝒆𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝑪𝒂𝒛𝒂,
    𝒆𝒍 𝒄𝒖𝒂𝒍 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒍𝒖𝒊𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐𝒔 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒂𝒏 𝒂 𝒍𝒂 𝒏𝒐𝒓𝒎𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅!
    ┗━━━━━━━━━━━━┛

    — "𝗗𝗼𝘆 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗮 𝗺𝗶 𝗝𝘂𝗲𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗮𝘇𝗮" — La voz del anfitrión sigue resonando en la mente de todos, como un eco imposible. — "𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗶𝗲𝗹𝗼𝘀 𝘃𝘂𝗲𝗹𝘃𝗮𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗻𝗼𝗿𝗺𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱". — La noche los espanta, cubriéndose de neblina espesa y una fuerte tonalidad verde fantasmal proveniente de la luna.

    El inicio del juego transforma el entorno en un teatro de locura. Los bosques se llenan de susurros y respiraciones, el aire se vuelve más denso, húmedo y con olor a hierro. Los aullidos se mezclan con gritos humanos. Se pueden distinguir movimientos veloces y colmillos brillando entre sombras.


    Los 𝗰𝗮𝘇𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀 sienten algo extraño dentro de sí. El aire pesa, la tierra vibra bajos sus pies y sus cuerpos ya no les obedecen. No entienden si están siendo castigados, poseídos o si están muriendo. Intentan resistirlo, atándose a árboles o clavando las manos al suelo para no moverse y otros sucumben a sus nuevos instintos.

    La voz teatral en la cabeza de las 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮𝘀 rompe toda lógica natural; en la Edad Media, eso sería un suceso aterrador, considerado demoníaco o divino. Algunos se arrodillan, rezan, o se golpean el pecho convencidos de que los Dioses los están castigando o que el fin ha llegado. Otros gritan, lloran o huyen sin rumbo. La adrenalina toma el control. Algunos se ríen, no lo creen o piensan que han enloquecido.
    Una vez la caza empieza, el pánico se convierte en supervivencia o desesperación.
    Los más pragmáticos buscan refugio, armas o ventaja de alguna forma. Los seguidores del Príncipe de la Caza interpretan todo como una prueba, participando sin pensarlo mucho. Algunos protectores de los débiles comienzan a formar grupos para defender a la gente. Hay quienes se resignan entregándose a los licántropos, aceptando su destino.


    [ 𝐄𝐬𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐥 𝐧𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐜𝐭𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐧𝐨𝐧 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞, ¡𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐧 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐚𝐳𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐨 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚𝐬! 𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫 𝐭𝐮 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐣𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚/𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐛𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐥 (Skyrim) 𝐨 𝐧𝐨, 𝐞𝐬𝐨 𝐥𝐨 𝐞𝐥𝐢𝐠𝐞𝐬 𝐭𝐮. ¡𝐅𝐞𝐥𝐢𝐳 𝐇𝐚𝐥𝐥𝐨𝐰𝐞𝐞𝐧! ]
    Todo comienza con un espasmo interior, un estremecimiento que parece partir desde el alma. Los músculos tiemblan, los huesos crujen. El cuerpo del humano empieza a contorsionarse como si algo dentro intentara desgarrar su prisión de carne. Las venas se hinchan, las articulaciones se dislocan, el rostro se tensa hasta lo indecible. Un aullido sofocado escapa entre dientes apretados… pero no es un grito humano. Entonces, la piel comienza a rasgarse desde adentro. Literalmente se desprende como una capa muerta, desgarrada por garras que emergen bajo ella. No es un cambio suave —la carne humana se abre para revelar al lobo que estaba atrapado dentro—. Del interior brotan músculos nuevos, pelaje negro que se propaga como una enfermedad viva, y garras que rompen los dedos humanos, sustituyéndolos por extremidades animales y brutales. La mandíbula se desloca y alarga; los dientes se multiplican, el cráneo cambia de forma. Los ojos, antes humanos, se inundan de una furia dorada, brillante y salvaje. Cuando el proceso termina, el cuerpo humano ha desaparecido bajo una criatura enorme, encorvada, de poder descomunal, mitad bestia mitad pesadilla. Su respiración es un rugido constante; el suelo tiembla con sus movimientos. Ya no hay razón ni control, solo instinto. El tono es vacío y maldito. La transformación no tiene belleza, solo sufrimiento y violencia pura. No hay transición heroica ni glorificación del poder: es una condena, un desgarro entre cuerpo y alma, una transfiguración forzada por la luna y la maldición. En ese instante, el hombre deja de existir, y lo que queda es la representación viva de la furia y el dolor. ┏━━━━━━━━━━━━┓ 𝑳𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒄𝒂𝒏𝒕𝒓𝒐𝒑𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒄𝒂𝒛𝒂𝒅𝒐𝒓𝒆𝒔, 𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒔𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂𝒔. 𝑻𝒐𝒅𝒂 𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆 𝒏𝒊𝒆𝒈𝒖𝒆 𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒊𝒄𝒊𝒑𝒂𝒓, 𝒔𝒖𝒇𝒓𝒊𝒓𝒂 𝒖𝒏 𝒉𝒂𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒗𝒐𝒓𝒂𝒛. 𝑺𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒉𝒐𝒏𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒎𝒊𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒓𝒐𝒔 𝒍𝒐𝒈𝒓𝒆𝒏 𝒅𝒆𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂𝒓, 𝒆𝒏𝒇𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐𝒎𝒆 𝒂 𝒎𝒊, 𝒆𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒆 𝑯𝒊𝒓𝒄𝒊𝒏𝒆. ¡𝑫𝒐𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐 𝒂 𝒎𝒊 𝑱𝒖𝒆𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝑪𝒂𝒛𝒂, 𝒆𝒍 𝒄𝒖𝒂𝒍 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒍𝒖𝒊𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐𝒔 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒂𝒏 𝒂 𝒍𝒂 𝒏𝒐𝒓𝒎𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅! ┗━━━━━━━━━━━━┛ — "𝗗𝗼𝘆 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗮 𝗺𝗶 𝗝𝘂𝗲𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗮𝘇𝗮" — La voz del anfitrión sigue resonando en la mente de todos, como un eco imposible. — "𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗶𝗲𝗹𝗼𝘀 𝘃𝘂𝗲𝗹𝘃𝗮𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗻𝗼𝗿𝗺𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱". — La noche los espanta, cubriéndose de neblina espesa y una fuerte tonalidad verde fantasmal proveniente de la luna. El inicio del juego transforma el entorno en un teatro de locura. Los bosques se llenan de susurros y respiraciones, el aire se vuelve más denso, húmedo y con olor a hierro. Los aullidos se mezclan con gritos humanos. Se pueden distinguir movimientos veloces y colmillos brillando entre sombras. Los 𝗰𝗮𝘇𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀 sienten algo extraño dentro de sí. El aire pesa, la tierra vibra bajos sus pies y sus cuerpos ya no les obedecen. No entienden si están siendo castigados, poseídos o si están muriendo. Intentan resistirlo, atándose a árboles o clavando las manos al suelo para no moverse y otros sucumben a sus nuevos instintos. La voz teatral en la cabeza de las 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮𝘀 rompe toda lógica natural; en la Edad Media, eso sería un suceso aterrador, considerado demoníaco o divino. Algunos se arrodillan, rezan, o se golpean el pecho convencidos de que los Dioses los están castigando o que el fin ha llegado. Otros gritan, lloran o huyen sin rumbo. La adrenalina toma el control. Algunos se ríen, no lo creen o piensan que han enloquecido. Una vez la caza empieza, el pánico se convierte en supervivencia o desesperación. Los más pragmáticos buscan refugio, armas o ventaja de alguna forma. Los seguidores del Príncipe de la Caza interpretan todo como una prueba, participando sin pensarlo mucho. Algunos protectores de los débiles comienzan a formar grupos para defender a la gente. Hay quienes se resignan entregándose a los licántropos, aceptando su destino. [ 𝐄𝐬𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐥 𝐧𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐜𝐭𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐧𝐨𝐧 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞, ¡𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐧 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐚𝐳𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐨 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚𝐬! 𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫 𝐭𝐮 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐣𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚/𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐛𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐥 (Skyrim) 𝐨 𝐧𝐨, 𝐞𝐬𝐨 𝐥𝐨 𝐞𝐥𝐢𝐠𝐞𝐬 𝐭𝐮. 🎃 ¡𝐅𝐞𝐥𝐢𝐳 𝐇𝐚𝐥𝐥𝐨𝐰𝐞𝐞𝐧! 🎃 ]
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  • Reito: Capítulo I
    Fandom OC/Crossovers
    Categoría Acción
    "Ecos de Sangre"

    La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
    El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
    Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.

    El silencio fue roto por un rugido grave.
    No humano.
    No natural.

    —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.

    De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
    Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
    Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.

    La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
    El aire tembló.
    Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.

    Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
    Los colmillos emergieron.
    Los ojos se encendieron como brasas.

    ☯ *Forma Oni activada.*

    Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
    El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.

    Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
    El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
    Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.

    Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
    Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.

    —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.

    La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
    Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.


    ─────────────────────────────

    El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
    Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
    La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
    Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.

    —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.

    Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
    Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.

    ─────────────────────────────

    Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.

    La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
    Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
    Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.

    Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
    El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.

    —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.

    El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
    Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
    A su lado, un cartel gastado decía:

    *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*

    Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
    Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
    porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
    "Ecos de Sangre" La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual. El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente. Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana. El silencio fue roto por un rugido grave. No humano. No natural. —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra. De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego. Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano. Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces. La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí. El aire tembló. Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse. Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva. Los colmillos emergieron. Los ojos se encendieron como brasas. ☯ *Forma Oni activada.* Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio. El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde. Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana. El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma. Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas. Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia. Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás. —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla. La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos. Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto. ───────────────────────────── El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia. Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse. La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa. Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado. —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz. Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*. Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno. ───────────────────────────── Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m. La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado. Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés. Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio. Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta. El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado. —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir. El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos. Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio. A su lado, un cartel gastado decía: 🩸 *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”* Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación. Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda... porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
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  • Who is Irina?

    ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres.
    ​Su don lejos de ser una bendición, fue prueba de fuego para la cordura.

    De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado.

    La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos.
    ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba.
    La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad.
    El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física.

    Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia.
    ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso.
    Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación.
    Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno.

    En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible.
    Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje.

    Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará.
    Su don es su mas grande secreto.
    Who is Irina? ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres. ​Su don lejos de ser una bendición, fue prueba de fuego para la cordura. De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado. La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos. ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba. La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad. El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física. Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia. ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso. Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación. Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno. En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible. Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje. Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará. Su don es su mas grande secreto.
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  • “La Marca del Lobo”

    El sonido de la lluvia golpeaba el cristal con violencia.
    El aire del cuarto estaba denso, casi eléctrico, como si presintiera lo que estaba por suceder.

    Luana no solía bajar la guardia, y mucho menos frente a un desconocido. Pero Darkus no era cualquier hombre. Había algo en él —en su forma de moverse, en la mirada salvaje que apenas contenía bajo la calma aparente— que le resultaba inquietantemente familiar. Era la clase de presencia que no se podía fingir… la de un depredador verdadero.

    Él estaba apoyado contra la pared, observándola en silencio, los ojos brillando con un tono ámbar casi animal bajo la penumbra.
    —Sabía que no eras humana —dijo finalmente, su voz grave, profunda, con un dejo de desafío.

    Luana ladeó el rostro, su expresión impenetrable.
    —Y sin embargo, viniste —respondió con suavidad, mientras avanzaba un paso más.
    Cada palabra caía como un filo entre ambos, una danza entre poder y peligro.

    Darkus sonrió apenas, un gesto más instintivo que humano.
    —Los de nuestra raza rara vez se cruzan sin dejar marcas.

    Ella detuvo su andar. Su sombra se reflejaba junto a la de él en la pared, dos siluetas que parecían fundirse en la oscuridad.
    El aire vibraba con una energía primitiva, el pulso de dos bestias que se reconocen.

    —No busco dejar marcas —susurró Luana, aunque su tono decía lo contrario.
    —Entonces no te acerques más —gruñó él.

    Silencio.
    Y después, el paso que lo cambió todo.

    Luana se detuvo frente a él, tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. Sus ojos, oscuros como la tormenta que rugía afuera, lo miraron sin miedo.

    —Demasiado tarde, lobo.

    Darkus la sostuvo con la mirada. Había peligro allí… pero también una verdad: en el fondo, ambos eran criaturas del mismo caos, forjadas en la misma oscuridad.

    Y en esa noche, entre el eco de la lluvia y el temblor de la tensión, el mundo pareció detenerse.
    Solo quedaban ellos dos.
    Dos sombras, una misma furia.

    Darküs Volkøv

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    “La Marca del Lobo” El sonido de la lluvia golpeaba el cristal con violencia. El aire del cuarto estaba denso, casi eléctrico, como si presintiera lo que estaba por suceder. Luana no solía bajar la guardia, y mucho menos frente a un desconocido. Pero Darkus no era cualquier hombre. Había algo en él —en su forma de moverse, en la mirada salvaje que apenas contenía bajo la calma aparente— que le resultaba inquietantemente familiar. Era la clase de presencia que no se podía fingir… la de un depredador verdadero. Él estaba apoyado contra la pared, observándola en silencio, los ojos brillando con un tono ámbar casi animal bajo la penumbra. —Sabía que no eras humana —dijo finalmente, su voz grave, profunda, con un dejo de desafío. Luana ladeó el rostro, su expresión impenetrable. —Y sin embargo, viniste —respondió con suavidad, mientras avanzaba un paso más. Cada palabra caía como un filo entre ambos, una danza entre poder y peligro. Darkus sonrió apenas, un gesto más instintivo que humano. —Los de nuestra raza rara vez se cruzan sin dejar marcas. Ella detuvo su andar. Su sombra se reflejaba junto a la de él en la pared, dos siluetas que parecían fundirse en la oscuridad. El aire vibraba con una energía primitiva, el pulso de dos bestias que se reconocen. —No busco dejar marcas —susurró Luana, aunque su tono decía lo contrario. —Entonces no te acerques más —gruñó él. Silencio. Y después, el paso que lo cambió todo. Luana se detuvo frente a él, tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. Sus ojos, oscuros como la tormenta que rugía afuera, lo miraron sin miedo. —Demasiado tarde, lobo. Darkus la sostuvo con la mirada. Había peligro allí… pero también una verdad: en el fondo, ambos eran criaturas del mismo caos, forjadas en la misma oscuridad. Y en esa noche, entre el eco de la lluvia y el temblor de la tensión, el mundo pareció detenerse. Solo quedaban ellos dos. Dos sombras, una misma furia. [Darkus] ---
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  • Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron.

    Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación.

    Pero no fue así.

    Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez.

    Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo.

    Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira.

    No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca.

    No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa.

    Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión.

    Me aferré a mis recuerdos, a la idea de Angela Di Trapani , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás?

    No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
    Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron. Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación. Pero no fue así. Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez. Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo. Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira. No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca. No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa. Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión. Me aferré a mis recuerdos, a la idea de [haze_orange_shark_766] , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás? No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
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  • 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐢́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈 .- 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝐶𝑜𝑚𝑏𝑎𝑡𝑒

    "El maestro de la calma es el caos. Pudo el silencio del abismo otorgar conocimiento, pero fue el conflicto quien forjó nuestro temple, al encontrar el ojo en medio de la tormenta; la paz dentro de la violencia.

    Y en medio de la refriega, las voces del Mar Negro nos hablaron:

    Sé la sangre. No, respondimos.

    Sé el filo. No, respondimos.

    Sé el Vacío. Con regocijo, accedimos."




    From Sathôna's combat theme: https://youtu.be/bRP_BQa0LcE
    𝐕𝐞𝐫𝐬𝐢́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈 .- 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝐶𝑜𝑚𝑏𝑎𝑡𝑒 "El maestro de la calma es el caos. Pudo el silencio del abismo otorgar conocimiento, pero fue el conflicto quien forjó nuestro temple, al encontrar el ojo en medio de la tormenta; la paz dentro de la violencia. Y en medio de la refriega, las voces del Mar Negro nos hablaron: Sé la sangre. No, respondimos. Sé el filo. No, respondimos. Sé el Vacío. Con regocijo, accedimos." From Sathôna's combat theme: https://youtu.be/bRP_BQa0LcE
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