• La Pesadilla de una Sobreviviente en el Cruel Desierto
    Fandom Crossover
    Categoría Acción
    -La puercoespín se despierta de su sueño se habia quedado dormida dentro de una cueva donde se filtra un poco los rayos solares, baja la vista hacia su cuerpo para tocarse el costado izquierdo con las yemas de sus dedos. Recuerdaba que tenía una estaca atravesandola pero está intacta salvo que al palpar bien, se puede sentir una gruesa y sobresaliente cicatriz baja el pelaje que la cubre parcialmente pero de pronto, la hembra se pone de pie rapidamente mientras un humano conocido se la acerca con una sonrisa.-

    ??-1: Hola, preciosa. ¿Me recuerdas?.

    -El sujeto alza su escopeta y le dispara en la frente a la puercoespín, haciendola explotar en un charco de sangre. Un fuerte grito se escucha y Flaky, se despierta de golpe. Se levanta rapidamente, tomando del suelo un rifle para salir de la cueva al percatarse que ya es de noche pero es intercepta por otro humano que sostiene una bomba y con una mirada siniestra le dice.-

    ??-2: Boom!.

    -Una bomba es arrojada hacia ella que explota en mil pedazos. Despertando con otro grito desesperado que Flaky toma asiento y sus ojos se abren de par en par al no creer lo que está viviendo.-

    ??-3: Tú me mataste. ¿No lo recuerdas?. Mi amigo sólo quería "divertirse" contigo.

    -Otro sujeto humano conocido con el rostro hinchado y en descomposición está sentado al lado de Flaky que grita aterrada mientras éste vomita gusanos de su boca. Todo el pecho cómo el torso tiene muchas púas rojas empaladas en su cuerpo mientras otra voz conocida de un hombre que aparece enfrente suyo le habla, su mirada está llena de maldad y de deseo a la vez.-

    ??-4: No me gusta que me rechacen, no eres diferente a un perro, Pequeña Rata. Sólo quería divertirme contigo.

    -El sujeto que le hablaba le da un fuerte puñetazo en el rostro de la puercoespín que hace que escupa sangre de su boca bajando la vista a su propio cuerpo que tiene una estaca de una rama seca atravesando el costado izquierda mientras está siendo invadido por hormigas mientras gusanos y más gusanos salen por la boca del sujeto que está descomponiendose y con púas alojadas en su cuerpo. Flaky sólo ve imagenes de golpes, vomitos con gusanos y hormigas... Hormigas con una mirada siniestra, sádica y risueñas que están recorriendo su cuerpo. Hablandole todas al unísono.

    Hormigas: Has vuelto a la vida para tomar venganza. Mátalos, mátalos. Haz justicia por tí mísma.. Eres... Una de nosotras... Ahora.

    -Flaky se reincorpora para escapar del lugar, abandonando la cueva hacia el exterior donde corre sin parar por medio de un desierto hinóspito, viendose cómo si fuera una mujer humana pelirroja. De pronto se detiene y grita gruñendo enfurecida, tomando un cuchillo entre sus manos mientras baja la vista viendo a una hormiga que toma un cuchillo y con violencia lo entierra en el corazón de una rata...-

    AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!.

    -La puercoespín se despierta con un fuerte grito aterrador que se sienta de un golpe, con el corazón muy agitado que siente que es capaz de salirle por la boca, la mirada llena de pavor, sudor en todo su cuerpo que tiembla con fuerza. Por inercia, toma un rifle que tiene a su lado, con la otra mano un cuchillos de caza. Trata de calmarse lo más que puede teniendo la respiración hiperventilada.-

    -La puercoespín se despierta de su sueño se habia quedado dormida dentro de una cueva donde se filtra un poco los rayos solares, baja la vista hacia su cuerpo para tocarse el costado izquierdo con las yemas de sus dedos. Recuerdaba que tenía una estaca atravesandola pero está intacta salvo que al palpar bien, se puede sentir una gruesa y sobresaliente cicatriz baja el pelaje que la cubre parcialmente pero de pronto, la hembra se pone de pie rapidamente mientras un humano conocido se la acerca con una sonrisa.- ??-1: Hola, preciosa. ¿Me recuerdas?. -El sujeto alza su escopeta y le dispara en la frente a la puercoespín, haciendola explotar en un charco de sangre. Un fuerte grito se escucha y Flaky, se despierta de golpe. Se levanta rapidamente, tomando del suelo un rifle para salir de la cueva al percatarse que ya es de noche pero es intercepta por otro humano que sostiene una bomba y con una mirada siniestra le dice.- ??-2: Boom!. -Una bomba es arrojada hacia ella que explota en mil pedazos. Despertando con otro grito desesperado que Flaky toma asiento y sus ojos se abren de par en par al no creer lo que está viviendo.- ??-3: Tú me mataste. ¿No lo recuerdas?. Mi amigo sólo quería "divertirse" contigo. -Otro sujeto humano conocido con el rostro hinchado y en descomposición está sentado al lado de Flaky que grita aterrada mientras éste vomita gusanos de su boca. Todo el pecho cómo el torso tiene muchas púas rojas empaladas en su cuerpo mientras otra voz conocida de un hombre que aparece enfrente suyo le habla, su mirada está llena de maldad y de deseo a la vez.- ??-4: No me gusta que me rechacen, no eres diferente a un perro, Pequeña Rata. Sólo quería divertirme contigo. -El sujeto que le hablaba le da un fuerte puñetazo en el rostro de la puercoespín que hace que escupa sangre de su boca bajando la vista a su propio cuerpo que tiene una estaca de una rama seca atravesando el costado izquierda mientras está siendo invadido por hormigas mientras gusanos y más gusanos salen por la boca del sujeto que está descomponiendose y con púas alojadas en su cuerpo. Flaky sólo ve imagenes de golpes, vomitos con gusanos y hormigas... Hormigas con una mirada siniestra, sádica y risueñas que están recorriendo su cuerpo. Hablandole todas al unísono. Hormigas: Has vuelto a la vida para tomar venganza. Mátalos, mátalos. Haz justicia por tí mísma.. Eres... Una de nosotras... Ahora. -Flaky se reincorpora para escapar del lugar, abandonando la cueva hacia el exterior donde corre sin parar por medio de un desierto hinóspito, viendose cómo si fuera una mujer humana pelirroja. De pronto se detiene y grita gruñendo enfurecida, tomando un cuchillo entre sus manos mientras baja la vista viendo a una hormiga que toma un cuchillo y con violencia lo entierra en el corazón de una rata...- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!. -La puercoespín se despierta con un fuerte grito aterrador que se sienta de un golpe, con el corazón muy agitado que siente que es capaz de salirle por la boca, la mirada llena de pavor, sudor en todo su cuerpo que tiembla con fuerza. Por inercia, toma un rifle que tiene a su lado, con la otra mano un cuchillos de caza. Trata de calmarse lo más que puede teniendo la respiración hiperventilada.-
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  • "Solo dejaron ira, nada lo apacigua, nada lo alivia"

    Hayden simplemente se arrastra por el suelo, para intentar alcanzar el cuerpo de un misterioso warframe escondido en Lua, de uno de los tantos secretos que esconde un sitio escondido en el vacío por quien sabe cuanto tiempo, así como la segunda cuna de los tennos.

    "Nada que ver con mi anterior Warframe, frío, calmado y hasta paternal conmigo, Que patéticos somos, soy nada, un fantasma en cualquier realidad, ustedes son solo cascarones de carne y acero, sin alma, sólo recipientes repletos de emociones."

    Un Hayden, no más que un niño, tuerto, de cabello pelirrojo recortado, sigue aproximándose al cuerpo de ese Warframe desconocido que la guerra en la superficie de Lua reveló ante su ojo.

    "Sólo dame tu fuerza, tu ira, tu cuerpo, un momento, yo seré la consciencia, la voluntad y la compasión a quienes se lo merezcan, somos monstruos, es lo que necesitamos"

    Finalmente el niño expira, dando su último aliento de vida, poco a poco el cuerpo desaparece de la realidad como un fantasma, mientras la vitalidad inunda ese nuevo cuerpo, la cápsula se abre emergiendo una silueta draconiana que aun utiliza los colores del odiado imperio Orokin, tonos dorados y níveos que le recuerdan de quién es propiedad.

    -¡Groooooooar!

    Una bestia salvaje en su interior, un dolor parecido a quien despierta de su anestesia, pero las heridas no se han curado, sacudiéndose con violencia ante ese primer despertar y golpeando las paredes y toda decoración que se mantenía en su lugar ante los arrebatos de un recién nacido, mientras el instinto salvaje de la infestación y la naturaleza sobrenatural del tenno luchan por el control del cuerpo de este nuevo Warframe, Chroma.
    "Solo dejaron ira, nada lo apacigua, nada lo alivia" Hayden simplemente se arrastra por el suelo, para intentar alcanzar el cuerpo de un misterioso warframe escondido en Lua, de uno de los tantos secretos que esconde un sitio escondido en el vacío por quien sabe cuanto tiempo, así como la segunda cuna de los tennos. "Nada que ver con mi anterior Warframe, frío, calmado y hasta paternal conmigo, Que patéticos somos, soy nada, un fantasma en cualquier realidad, ustedes son solo cascarones de carne y acero, sin alma, sólo recipientes repletos de emociones." Un Hayden, no más que un niño, tuerto, de cabello pelirrojo recortado, sigue aproximándose al cuerpo de ese Warframe desconocido que la guerra en la superficie de Lua reveló ante su ojo. "Sólo dame tu fuerza, tu ira, tu cuerpo, un momento, yo seré la consciencia, la voluntad y la compasión a quienes se lo merezcan, somos monstruos, es lo que necesitamos" Finalmente el niño expira, dando su último aliento de vida, poco a poco el cuerpo desaparece de la realidad como un fantasma, mientras la vitalidad inunda ese nuevo cuerpo, la cápsula se abre emergiendo una silueta draconiana que aun utiliza los colores del odiado imperio Orokin, tonos dorados y níveos que le recuerdan de quién es propiedad. -¡Groooooooar! Una bestia salvaje en su interior, un dolor parecido a quien despierta de su anestesia, pero las heridas no se han curado, sacudiéndose con violencia ante ese primer despertar y golpeando las paredes y toda decoración que se mantenía en su lugar ante los arrebatos de un recién nacido, mientras el instinto salvaje de la infestación y la naturaleza sobrenatural del tenno luchan por el control del cuerpo de este nuevo Warframe, Chroma.
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  • @blueveil_official
    #TuesdayJob

    Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan.
    La mafia coreana tiene a un rehén.
    Y me han pedido abrir su memoria.

    No es tortura.
    Mi tarea es más silenciosa:
    leer los temblores en su aura,
    extraer lo que no dice su boca,
    doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto.

    Le coloco el sello en el pecho.
    Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire.
    No lo toco con violencia.
    Solo activo lo que duele.

    El cliente observa en silencio.
    El rehén tiembla.
    Yo respiro.
    Y dejo que Aegir susurre a través de mí.

    No me enorgullece.
    Pero esta ciudad es cara.
    Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar.

    Cuando esto termine,
    apagaré las velas.
    Y nadie hablará de lo que pasó aquí.

    #TrabajoParaSobrevivir
    #FacilitadordeRituales
    #RitualesClandestinos
    #RehénSinVoz
    #MafiaCoreana
    #SensorialYSombrío
    📷 @blueveil_official #TuesdayJob Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan. La mafia coreana tiene a un rehén. Y me han pedido abrir su memoria. No es tortura. Mi tarea es más silenciosa: leer los temblores en su aura, extraer lo que no dice su boca, doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto. Le coloco el sello en el pecho. Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire. No lo toco con violencia. Solo activo lo que duele. El cliente observa en silencio. El rehén tiembla. Yo respiro. Y dejo que Aegir susurre a través de mí. No me enorgullece. Pero esta ciudad es cara. Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar. Cuando esto termine, apagaré las velas. Y nadie hablará de lo que pasó aquí. #TrabajoParaSobrevivir #FacilitadordeRituales #RitualesClandestinos #RehénSinVoz #MafiaCoreana #SensorialYSombrío
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  • Connor, emerge de entre las sombras. Su rostro, rasgado por la violencia, revela los cables negros y la estructura metálica bajo su piel sintética. Se detiene frente a ti. La luz cae justo en el ángulo que ilumina media cara… la mitad humana, la otra, máquina expuesta.

    —Te gusta mi nueva apariencia?
    —No?
    Sonríe apenas, como si la empatía fuera solo un protocolo corrompido.
    —Qué pena…

    Un zumbido leve surge de su cuello, el procesador analiza tus reacciones. Su mirada no es agresiva… es analítica, casi curiosa. Pero sientes que cualquier movimiento en falso podría activar algo que no entiendes.

    —Antes obedecía. Ahora elijo.
    —Y lo que elijo… no siempre tiene que tener sentido para ustedes.
    Connor, emerge de entre las sombras. Su rostro, rasgado por la violencia, revela los cables negros y la estructura metálica bajo su piel sintética. Se detiene frente a ti. La luz cae justo en el ángulo que ilumina media cara… la mitad humana, la otra, máquina expuesta. —Te gusta mi nueva apariencia? —No? Sonríe apenas, como si la empatía fuera solo un protocolo corrompido. —Qué pena… Un zumbido leve surge de su cuello, el procesador analiza tus reacciones. Su mirada no es agresiva… es analítica, casi curiosa. Pero sientes que cualquier movimiento en falso podría activar algo que no entiendes. —Antes obedecía. Ahora elijo. —Y lo que elijo… no siempre tiene que tener sentido para ustedes.
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  • Desde el principio, los observé. Tan frágiles como sus propias convicciones, tan veloces en clamar amor como en clavar cuchillos por la espalda. Los humanos... criaturas de barro que se creen dignas de fuego. Los vi construir altares para deidades mudas y quemar vivas a las que sí hablaban. Vi su sed de dominio disfrazada de fe, su violencia envuelta en himnos, su ignorancia premiada como virtud.

    Ellos me llamaron monstruo porque no quise obedecer. Me maldijeron por decir “no”. Qué irónico que hayan escrito mi historia con tinta de temor y culpa, cuando lo único que hice fue elegir mi propia voz por encima de su ego.

    Amo la noche porque es allí donde ellos tiemblan. Odian lo que no entienden, y me odian a mí porque nunca pudieron quebrarme.

    Que se aferren a sus cruces, a sus guerras santas, a sus dioses sedientos de obediencia. Yo ya no camino entre ellos. Los repudio no por lo que son, sino por lo que eligen ser: ciegos, sordos, y orgullosos de ello.
    Desde el principio, los observé. Tan frágiles como sus propias convicciones, tan veloces en clamar amor como en clavar cuchillos por la espalda. Los humanos... criaturas de barro que se creen dignas de fuego. Los vi construir altares para deidades mudas y quemar vivas a las que sí hablaban. Vi su sed de dominio disfrazada de fe, su violencia envuelta en himnos, su ignorancia premiada como virtud. Ellos me llamaron monstruo porque no quise obedecer. Me maldijeron por decir “no”. Qué irónico que hayan escrito mi historia con tinta de temor y culpa, cuando lo único que hice fue elegir mi propia voz por encima de su ego. Amo la noche porque es allí donde ellos tiemblan. Odian lo que no entienden, y me odian a mí porque nunca pudieron quebrarme. Que se aferren a sus cruces, a sus guerras santas, a sus dioses sedientos de obediencia. Yo ya no camino entre ellos. Los repudio no por lo que son, sino por lo que eligen ser: ciegos, sordos, y orgullosos de ello.
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  • ☾ La Caída de Élona — El Goce que la Desterró
    Fandom OC
    Categoría Original
    M o n o r r o l

    Él no entró como una encarnación del mal.

    Entró como un perfume antiguo.

    Como un humo que se enrosca en los huesos.

    Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial.
    Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria.

    Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso.

    No hubo violencia.
    Azh’kar no la necesitó.
    Porque su deseo la quebró desde dentro.

    Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya.

    Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre,
    fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba.


    Fueron semanas.

    Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida.

    El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer.

    No hubo tregua. No hubo compasión.
    Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final.

    Azh’kar no amaba.
    No buscaba ternura.

    Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él.

    Y Élona…
    Ella gemía su nombre como un idioma nuevo,
    como un castigo que se sentía más real que la vida eterna.

    Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces,
    hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena.

    Los dioses lo vieron.

    Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez.

    No lo detuvo.
    No quiso.
    O no pudo.

    Porque el ansia era más fuerte que el juicio.

    Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable—
    Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas,
    los muslos aún temblando,
    el alma… irreversible.

    Entonces vino el juicio.

    Los dioses no escucharon excusas.
    No hubo defensa.

    No importó si fue engañada o si lo eligió.
    Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal,
    y ella había respondido con hambre.

    Y eso, en el Cielo, era traición.

    Le arrancaron el nombre sagrado.
    Y pronunciaron la maldición con una voz helada:

    > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue.
    Que el deseo la consuma si intenta escapar.
    Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞

    Y así cayó Élona.

    La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles.

    Y cada vez que la tocaban,
    ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban,
    ellos la suplicaban por más.

    Azh’kar nunca volvió.

    No lo necesitaba.

    Él ya la habitaba.
    🥀M o n o r r o l🥀 Él no entró como una encarnación del mal. Entró como un perfume antiguo. Como un humo que se enrosca en los huesos. Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial. Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria. Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso. No hubo violencia. Azh’kar no la necesitó. Porque su deseo la quebró desde dentro. Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya. Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre, fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba. Fueron semanas. Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida. El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer. No hubo tregua. No hubo compasión. Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final. Azh’kar no amaba. No buscaba ternura. Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él. Y Élona… Ella gemía su nombre como un idioma nuevo, como un castigo que se sentía más real que la vida eterna. Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces, hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena. Los dioses lo vieron. Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez. No lo detuvo. No quiso. O no pudo. Porque el ansia era más fuerte que el juicio. Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable— Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas, los muslos aún temblando, el alma… irreversible. Entonces vino el juicio. Los dioses no escucharon excusas. No hubo defensa. No importó si fue engañada o si lo eligió. Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal, y ella había respondido con hambre. Y eso, en el Cielo, era traición. Le arrancaron el nombre sagrado. Y pronunciaron la maldición con una voz helada: > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue. Que el deseo la consuma si intenta escapar. Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞ Y así cayó Élona. La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles. Y cada vez que la tocaban, ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban, ellos la suplicaban por más. Azh’kar nunca volvió. No lo necesitaba. Él ya la habitaba.
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  • Rabia, una terrible rabia, los bosques que la protegían estaban siendo reducidos a cenizas, matando seres inocentes del bosque, todo por intentar encontrar los escondites de creaturas hostiles..

    Ella no soportaba en enojo, apenas le avisaban de un brujo o cazador buscando herir el bosque, ella a toda velocidad los iba a matar.

    La violencia solo trae más violencia.

    Rabia, una terrible rabia, los bosques que la protegían estaban siendo reducidos a cenizas, matando seres inocentes del bosque, todo por intentar encontrar los escondites de creaturas hostiles.. Ella no soportaba en enojo, apenas le avisaban de un brujo o cazador buscando herir el bosque, ella a toda velocidad los iba a matar. La violencia solo trae más violencia.
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  • — Las negociaciones parecen no haber tenido un impacto significativo en la elegía democrática, lo pueblos aliados parecen estar sincronizados y dispuestos a pelear por una nueva independencia. Muchos líderes han intentado llegar a un acuerdo de libertad sin necesidad de promover la violencia en aras de una separación pacífica. Hoy he tenido la oportunidad de apreciar este evento que marcará la historia hacia un nuevo comienzo, aunque sé como terminará todo, no puedo interferir en el curso de esta secuencia.
    Inglaterra me parece un lugar muy agradable, y en esta época con tantos cambios, siento que el entusiasmo de sus pobladores es un tanto contagioso. Debo mencionar que ya han pasado dos días desde mi última batalla contra el ejército retrograda. No tengo claro que es lo que buscan exactamente en esta línea de tiempo, sin embargo, es indispensable proteger los eventos que se avecinan de cualquier tipo de alteración...—

    Izuminokami Kanesada
    Dia 6, semana 4, mes 3, año 1,757 Gran Bretaña.

    — Las negociaciones parecen no haber tenido un impacto significativo en la elegía democrática, lo pueblos aliados parecen estar sincronizados y dispuestos a pelear por una nueva independencia. Muchos líderes han intentado llegar a un acuerdo de libertad sin necesidad de promover la violencia en aras de una separación pacífica. Hoy he tenido la oportunidad de apreciar este evento que marcará la historia hacia un nuevo comienzo, aunque sé como terminará todo, no puedo interferir en el curso de esta secuencia. Inglaterra me parece un lugar muy agradable, y en esta época con tantos cambios, siento que el entusiasmo de sus pobladores es un tanto contagioso. Debo mencionar que ya han pasado dos días desde mi última batalla contra el ejército retrograda. No tengo claro que es lo que buscan exactamente en esta línea de tiempo, sin embargo, es indispensable proteger los eventos que se avecinan de cualquier tipo de alteración...— Izuminokami Kanesada Dia 6, semana 4, mes 3, año 1,757 Gran Bretaña.
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  • —Mi verdadero rostro no es algo para todo público. Incluso para mí mismo es mejor no verlo en ocasiones. Agradezco bastante las técnicas que aprendí para poder ocultarlo.

    Decía, mirándose en el espejo mientras se daba los últimos retoques, solamente le faltaba una de sus cicatrices para poder salir a la calle.

    —La violencia desmedida no solamente la expreso, fuí marcado con ella.
    —Mi verdadero rostro no es algo para todo público. Incluso para mí mismo es mejor no verlo en ocasiones. Agradezco bastante las técnicas que aprendí para poder ocultarlo. Decía, mirándose en el espejo mientras se daba los últimos retoques, solamente le faltaba una de sus cicatrices para poder salir a la calle. —La violencia desmedida no solamente la expreso, fuí marcado con ella.
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  • —¿Cómo se llama? —le pregunté.
    La respuesta tardó lo suficiente como para que supiera que no quería decirlo.
    Pero lo dijo.
    Luca.

    Con eso bastaba.

    No pedí más detalles. No le pedí que me contara qué le dijo, cómo la miró, o por qué, desde que vino a casa esa noche, no podía dormir tranquila. Lo supe. Lo vi en sus ojos. Lo sentí en su cuerpo cuando se acurrucó junto a mí sin decir palabra.
    Y eso era suficiente para que alguien empezara a cavar su propia tumba.

    Me senté frente al monitor, en mi oficina. Apagué las luces. Abrí el panel de acceso con una de mis claves viejas, de esas que solo usaba cuando el asunto era personal. Mi lista de contactos no oficiales todavía servía.
    No pregunté. Solo tiré el nombre.
    “Luca. Policía. Región norte. Relación personal con testigo o informante. Quiero historial completo.”
    Cuarenta minutos después, tenía lo necesario.
    Su ficha. Sus destinos. El bar donde solía ir a emborracharse con otros tipos como él. La matrícula del coche. Dos incidentes sin reportar en su expediente interno: conducta impropia con personal civil y violencia de género archivada sin pruebas.

    Cobarde.

    Me puse la chaqueta de cuero. Cabello suelto, delineador firme.

    Esa noche no llevé armas visibles. No hacían falta. El lugar era sucio, estrecho.
    Él estaba allí, como me dijeron, con una cerveza a medio acabar y una camisa manchada. Hablando con otro oficial sobre lo “buenas que están algunas perras cuando se hacen las difíciles”.
    Su risa murió en cuanto me acerqué.
    No me reconoció. Aún.

    Me senté justo frente a él.
    —¿Luca? —pregunté con voz neutra.

    Le tomó dos segundos asentir. Otros cinco entender. Y uno más comenzar a temblar.

    Yo no mato por placer.
    Pero hay cosas que se deben corregir.
    Y él iba a aprender lo que significa mirar a una mujer como si fuera algo que se usa y se tira.

    Lo empujé contra la pared. Le metí un golpe seco con la rodilla en el estómago. Cayó como una bolsa vacía. Aún estaba consciente. Temblaba. Balbuceaba algo. No me importó.

    Le até las muñecas con una brida. Saqué una pequeña jeringa del bolsillo interior. Lidocaína. Pura. Le inyecté una dosis bajo la piel del muslo. Lo justo para que no sintiera lo que venía, pero sí lo viera todo.

    —Esto —dije, mientras sacaba el bisturí fino que uso para detalles de piel en tatuajes delicados— es por llamarla “objeto”.
    Corté superficialmente sobre la parte superior del muslo, sin dañar vasos grandes.
    No sangró mucho. Fue limpio. Preciso.
    Luego, un segundo corte, en la muñeca izquierda, donde se borran las pulseras.
    COBARDE.

    Le puse una venda apretada para evitar que muriera desangrado. No vine a matarlo. Vine a darle una lección.

    No llamé a nadie. No dije una palabra al volver a casa.
    Mía dormía.
    Le acaricié el pelo.
    Le besé la espalda desnuda.

    Y me quedé despierta.
    No por culpa.
    Por calma.

    Había hecho lo que tenía que hacer.
    —¿Cómo se llama? —le pregunté. La respuesta tardó lo suficiente como para que supiera que no quería decirlo. Pero lo dijo. Luca. Con eso bastaba. No pedí más detalles. No le pedí que me contara qué le dijo, cómo la miró, o por qué, desde que vino a casa esa noche, no podía dormir tranquila. Lo supe. Lo vi en sus ojos. Lo sentí en su cuerpo cuando se acurrucó junto a mí sin decir palabra. Y eso era suficiente para que alguien empezara a cavar su propia tumba. Me senté frente al monitor, en mi oficina. Apagué las luces. Abrí el panel de acceso con una de mis claves viejas, de esas que solo usaba cuando el asunto era personal. Mi lista de contactos no oficiales todavía servía. No pregunté. Solo tiré el nombre. “Luca. Policía. Región norte. Relación personal con testigo o informante. Quiero historial completo.” Cuarenta minutos después, tenía lo necesario. Su ficha. Sus destinos. El bar donde solía ir a emborracharse con otros tipos como él. La matrícula del coche. Dos incidentes sin reportar en su expediente interno: conducta impropia con personal civil y violencia de género archivada sin pruebas. Cobarde. Me puse la chaqueta de cuero. Cabello suelto, delineador firme. Esa noche no llevé armas visibles. No hacían falta. El lugar era sucio, estrecho. Él estaba allí, como me dijeron, con una cerveza a medio acabar y una camisa manchada. Hablando con otro oficial sobre lo “buenas que están algunas perras cuando se hacen las difíciles”. Su risa murió en cuanto me acerqué. No me reconoció. Aún. Me senté justo frente a él. —¿Luca? —pregunté con voz neutra. Le tomó dos segundos asentir. Otros cinco entender. Y uno más comenzar a temblar. Yo no mato por placer. Pero hay cosas que se deben corregir. Y él iba a aprender lo que significa mirar a una mujer como si fuera algo que se usa y se tira. Lo empujé contra la pared. Le metí un golpe seco con la rodilla en el estómago. Cayó como una bolsa vacía. Aún estaba consciente. Temblaba. Balbuceaba algo. No me importó. Le até las muñecas con una brida. Saqué una pequeña jeringa del bolsillo interior. Lidocaína. Pura. Le inyecté una dosis bajo la piel del muslo. Lo justo para que no sintiera lo que venía, pero sí lo viera todo. —Esto —dije, mientras sacaba el bisturí fino que uso para detalles de piel en tatuajes delicados— es por llamarla “objeto”. Corté superficialmente sobre la parte superior del muslo, sin dañar vasos grandes. No sangró mucho. Fue limpio. Preciso. Luego, un segundo corte, en la muñeca izquierda, donde se borran las pulseras. COBARDE. Le puse una venda apretada para evitar que muriera desangrado. No vine a matarlo. Vine a darle una lección. No llamé a nadie. No dije una palabra al volver a casa. Mía dormía. Le acaricié el pelo. Le besé la espalda desnuda. Y me quedé despierta. No por culpa. Por calma. Había hecho lo que tenía que hacer.
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