Tras dejar atrás Egipto, continúe mi viaje al Este, concretamente me paré en la India. Mientras descansaba en un bonito lugar, aislado de cualquier mirada mortal, vi aparecer un extraño objeto volador. Era grande, silencioso y de forma cónica. Recordé en mis largas horas en la biblioteca del Olimpo, sobre libro que hablaba de otros dioses, y caí en la cuenta que aquel objeto era una vimana. Para los mortales actuales lo llamarían ovni. Cosas de humanos. El caso, de su interior salieron varias personas, entre ellos un dios con varios brazos. Eso me chocó un poco, pero sabía quien era. Ellos me vieron, sorprendidos y se acercaron a mi. Así fue como conocí a Shiva, dios hindú de la destrucción y creación junto a su séquito. Me presente y les conté mi historia. Por su parte, me invitaron a visitar su panteón y entablar amistad. Entré en la vimana. Aquel medio de trasporte era una maravilla tecnológica muy avanzada, a mi primo Hefesto le hubiera gustado ver aquello. Volar por el cielo, fue toda una experiencia muy curiosa. Llegamos a la residencia de los dioses y me presentaron a todo ellos. Con mucha educación y protocolo, presenté mis respetos. Pasé unas semanas maravillosas conociendo su cultura y sus tradiciones.