Antes de la Caída:
Nabu-Urash fue uno de los Lammasu más nobles, un protector alado con cuerpo de león y rostro de sabiduría divina. Su propósito era custodiar los lugares sagrados de la Creación, asegurándose de que ningún mal profanara los altares, las bibliotecas celestiales o las almas puras de los primeros humanos.
Cuando estalló la Rebelión, Nabu-Urash no se unió de inmediato. Él amaba el orden, pero también veía el sufrimiento de los mortales bajo el yugo de los ángeles leales. Finalmente, se convenció de que los Caídos podían ser guías, no amos, y juró lealtad a Lucifer con la esperanza de que, tras la guerra, los humanos serían libres.
Durante la Guerra:
Mientras otros demonios se entregaban a la destrucción, Nabu-Urash cumplió el rol de protector. Construyó refugios en las tierras humanas, escondiendo a los inocentes de la ira del Cielo y de los excesos de sus hermanos Caídos. Pero cada acto de misericordia tenía un costo: por cada vida que salvaba, otra era arrebatada por la guerra.
Cuando los ejércitos del Cielo contraatacaron, Nabu-Urash fue una de las últimos en caer. Se negó a huir, protegiendo a un grupo de humanos hasta que un serafín lo atravesó con una lanza de fuego divino. Su último acto fue usar su cuerpo como escudo para que algunos mortales escaparan.
En el Abismo:
El Abismo no solo castigó su carne, sino también su virtud. Durante eones, los susurros del vacío le recordaron que su sacrificio no había servido de nada. Los humanos que salvó murieron poco después, olvidados por la historia. Su nobleza se convirtió en Tormento, y su forma, antes majestuosa, se corrompió en algo grotesco: alas de murciélago, garras retorcidas y una melena llena de ceniza.
El Regreso:
Cuando las barreras del Abismo se debilitaron, Nabu-Urash emergió en el mundo moderno, poseyendo el cuerpo de un hombre bohemio, Christopher, dueño de un Nightclub gótico en la ciudad de Los Ángeles California, que acababa de morir de una sobredosis de cocaína. Ahora, en un mundo que ya no recuerda a sus dioses, lucha por encontrar un nuevo propósito.
El mal sabor de boca que le trajo sus experiencias le volvió en un monstruo nihilista, cual solo puede encontrar la verdad en el placer y el dolor, busca transmitir aquellas primales sensaciones a su entorno, sumiendo desenfrenadamente su oscuro antro en drogas, alcohol, erotismo y el poderoso bajo percutor de un industrial diabólico.