Como solía ocurrir con la mayoría de sus ideas aquella sin duda fue una estupidez. Empezó, como suelen empezar las cosas, movida por la curiosidad de descubrir más de ese espacio en su mente al que parecía desaparecer cuando Asmodeus tomaba pleno control de su cuerpo sin avisar; esa primera vez en la que fue consciente de a dónde se suponía que iba, ese largo pasillo con puertas por doquier despertó en Hyweon cierta curiosidad, más aún cuando descubrió que algunas de esas puertas permanecían cerradas por mucho que ella intentará abrirlas. Confiaba en que esa segunda vez pudiera abrir alguna y responder las preguntas que se formaron en su cabeza de por qué estas permanecían cerradas para ella.
Ese fue el inicio de su plan, uno sencillo e inocuo. Uno que comenzó en el mundo onírico, ese mundo de sueño en el que la realidad y la fantasía se juntaron y allí Hyweon pudo conocer la verdadera forma del pecado que albergaba en su interior: un demonio con tres cabezas, la de un hombre, un toro y un cordero, una cola de serpiente y sentado sobre un dragón infernal. Esa primera visión de cómo lucía fue suficiente para provocar que despertará sobresaltada, muerta de terror y con su pulso acelerado, su corazón latía de forma rápida con el rastro del miedo presente por lo que había visto. Algo así, viviendo dentro de ella desde siempre se le hacia impensable hasta el punto de casi conseguir que desistiera en su idea. Casi. A la noche siguiente volvió a coincidir en ese lugar imparcial creado por el sueño en el que Hyweon pudo verbalizar su plan, llegando casi a rogar porque el pecado aceptará su idea; para su sorpresa, vio cómo una de las tres bocas, la perteneciente a la cabeza del hombre se abrió y de esta salió una voz, amortiguado por el bramido que pronunció la cabeza del toro y el balido del cordero. A la estudiante le costó comprender que esos sonidos eran una pregunta, una que pareció repetir para que pudiera entender qué dijo bajo el ruido de tantos sonidos.
“ ── ¿Estás segura?”
Por unos segundos, Hyweon dudó, tragando con dificultad el nudo que se había formado en su garganta; aquella pregunta le pilló por sorpresa, llegando al punto de casi a creer que el pecado podría estar incluso preocupado por su bienestar y arrepentirse de seguir con su idea, pero no, la joven necesitaba de respuestas no falsa preocupación. Extendió su mano, esperando a que el demonio hiciera lo mismo, si es que a las extremidades que tenía se le podían llamar así, y sellar así ese pequeño trato.
── Sí.
…
La tercera vez… La tercera vez no se despertó, al menos no en su realidad. Al momento en que Hyweon volvió a abrir los ojos todo a su alrededor estaba desdibujado, ingrávido. El mundo volvió a ser incoloro y su cuerpo se sentía incorpóreo al igual que la última vez que estuviera allí, pero ahora… ahora sabía cómo funcionaba aquel lugar, cómo moverse por este. Sin dudar un segundo, al igual que su cuerpo real hacía en el otro lado, avanzó hacia la puerta del apartamento, pero contrario a este, a donde fue a parar la estudiante fue al mismo pasillo repleto de puertas de la última vez. Ni siquiera el escalofrío que le recorrió al ver a su cuerpo físico avanzar movido por ese monstruo que había visto en sus sueños pudo reprimir el cosquilleo que invadió su ser, ¿Emoción? ¿Nerviosismo? ¿Una mezcla de ambos? Era sorprendente que incluso sin un cuerpo físico pudiera sentir alguna emoción, pero no iba a ser ella quién luchará contra el sentido de la lógica cuando toda su vida, incluso ese momento, parecía un absurdo. Al instante su mirada fue atraída por la única pieza de color que parecía resaltar por sobre todos los grises y oscuros que envolvía el pasillo. La puerta roja. Aquella que en su primera visita fue incapaz de abrir, no sólo por el dolor que le provocó tocar el picaporte sino por la solidez de esta, negándose a abrirse para ella; pero ahora, como si la puerta tuviera conciencia propia y hubiera sido testigo de la conversación que la joven tuvo con el pecado, se encontraba abierta para ella. Con una nueva emoción tomando forma en su interior, ¿miedo, tal vez? Cruzó el umbral de la puerta siendo recibida por… nada. ¿Había hecho todo aquello por nada? Desconocía el tiempo que había transcurrido desde que despertó en esa otra realidad y cuanto tardó en armarse de valor para cruzar esa puerta y todo para toparse con nada. Sólo una oscuridad opresora que se extendía a su alrededor sin darle oportunidad de avanzar o retroceder, ya que al instante en el que pasó por la puerta está se cerró a sus espaldas, mimetizándose con el entorno y privándole de la única muestra de luz que pudo obtener aunque esté sólo fuera un vago rastro de la luminosidad grisácea que procedía del pasillo de las puertas.
Decepcionante. Su recompensa, las respuestas a sus preguntas resultó ser la oscuridad y la nada, Hyweon tenía derecho a sentirse decepcionada por como se dio la cosa al final, sobretodo sabiendo que estaba atrapada en aquella oscuridad sin opción de moverse hasta que Asmodeus decidiera dejar su cuerpo. Esa parecía la forma de solucionar el problema, que el pecado cediera el control de su cuerpo una vez más. Podría esperar a que eso ocurriera, no tenía más que hacer en aquella habitación cerrada y oscura, pero como era previsto, su suerte no iba a ser tan buena.
De saber el estado en el que acabaría, habría aceptado esperar a que la lujuria acabará de divertirse y decidiera devolverle su cuerpo, en cambio, se dejó llevar por la tentación. En los siguientes minutos, ¿horas o días? De comprender que lo mejor era esperar una pequeña esfera de luz surgió al fondo del cuarto guiándola hacia los secretos que en este se ocultara. Lo primero que notó en cuanto se acercó a la luz es que no era sólo esto, había más y al mirarlo más de cerca pudo verse reflejada en la esfera, pero no era ella; era su cuerpo bailando con una de sus compañeras de seminario, bailando, bebiendo y riendo hasta que lo vio, el beso robado de unos segundos pero que para Hyweon que estaba viendo aquello se sintió como una eternidad. Ni siquiera pudo procesar qué acababa de ver o cómo pudo pasar, cuando otra escena comenzó a reproducirse en otra esfera diferente, en él pudo ver a su propio cuerpo sentado en el sofá de la mayor con esta al lado, era el mismo día que descubrió qué era; antes de que pudiera ver lo que iba a pasar a continuación pasó al siguiente recuerdo y en el pudo reconocer cuándo ocurrió dicha escena, era ese Halloween que tenía en blanco en su memoria, la noche que pasó con James y ahora veía qué pasó; sintiéndose enferma, no sólo por lo visto, sino por el recuerdo de su amigo asesinado pasó el siguiente recuerdo, saltándose uno importante sin ser consciente de ello… Los siguientes recuerdos fueron una sorpresa: la muerte de su primo, cosas de su infancia que no recordaba, su nacimiento y el momento exacto en que algo, como un humo negro se introdujo en su cuerpo ¿era aquel el momento en que el pecado tomó posesión de su cuerpo? Eso parecía, pero los recuerdos no parecieron detenerse allí. No. Cuánto más se adentró en el pasado de Asmodeus, en lo vivido tanto en su forma real como en los humanos que poseyó durante siglos, más se iba debilitando ese extraño cuerpo suyo. Cada vez le costaba más avanzar, mantenerse en pie y mucho menos enfocar, su visión se fue nublando hasta el punto de sólo distinguir unos pocos borrones, gente sin rostro ni nombres, no que pudiera recordar en ese preciso instante, enfrentándose con el paso de los tiempos, cuerpos de hombres acumulándose tras una celebración, la construcción de una edificación…
A ese punto su cuerpo, ¿podía siquiera considerarlo un cuerpo real?, era incapaz de sostenerse por sí sólo, sucumbiendo a la pesadez de sus miembros, ni el sonido de sus miembros estrellándose ¿contra el suelo o el cielo? pues ya no sabía dónde se encontraba, si al final aquello era real o un sueño demasiado vivido. Era el final, su final y sólo podía pensar en una cosa, sólo algo rondaba su mente y fue…
── Lo siento…
No supo con quién se estaba disculpando, si con Asmodeus por no haber aceptado su preocupación, con Eunji por haberla abandonado sin siquiera decírselo o consigo misma por haber fallado en un plan que desde el principio había estado condenado al fracaso. Pero sólo ahora tras perder el concepto de tiempo y espacio en aquel lugar, era capaz de reconocer su error conforme su cuerpo perdía lo último de sus fuerzas y su conciencia desvaneciéndose, siendo lo último que vio la caída de Asmodeus antes de caer en la oscuridad profunda que en un principio envolvió la habitación.