JOLENE

Se encendió el primer pitillo de la mañana, ese que se fumaba nada más levantarse de la cama, y acudió a asomarse a la ventana del dormitorio. La mirada azulada analizaba la calle que tenía frente a sí. No eran ni las nueve de la mañana y allí ya se respiraba vida. Una algo mediocre y, quizás, algo toxica. Pero era una vida. Los comercios ya estaban abiertos, algunos chavales caminaban sin rumbo fijo, ocultándose de las miradas indiscretas que pudieran averiguar sus planes de saltarse las clases del día. En la acera frente al edificio donde Daryl vivía ya se habia montado el pequeño mercadillo que se montaba cada viernes. No era uno de esos barrios idílicos con vidas perfectas que uno veía por la tele, la verdad es que aquella calle parecía gris, carecía del color que la televisión pintaba en las vidas de las personas a las que pertenecía el sueño americano. Pero era todo lo que Daryl conocía, todo lo que siempre habia conocido. Su vida habia sido gris desde hacia demasiado tiempo… Demasiado. La vida no le habia dado demasiadas oportunidades, esa era la verdad. Al menos no hasta que en un descuido tonto, Daryl se cargó la motocicleta de Merle. Y ahí… su vida cambió…

***

Apretó los labios con fuerza prensando y convirtiendo el filtro del cigarro, que se estaba fumando, en poco más que un montón de celulosa aplastada y uniforme. Expulsó el humo por la nariz y soltó la llave inglesa con frustración el tiempo que se quitaba el cigarrillo de los labios y se levantaba de la pequeña banqueta donde habia pasado sentado las ultimas cuatro horas mientras habia estado intentando arreglar los remaches de una de las llantas de la moto de su hermano. Se pasó una mano por la nuca y mientras miraba aquel desastre pensaba en la paliza que Merle le daría cuando saliera del trullo y se enterase del estado en que Daryl habia dejado su moto. Merle adoraba aquella Triumph Bonneville. Según él se la habia ganado a un gilipollas en una partida de póker antes de saltarle los dientes de un puñetazo. Era, literalmente, su posesión más preciada. Definitivamente, Merle se cabrearía, estaba claro.

-¡Me cago en la puta! -maldijo en voz alta antes de dar una patada al asiento donde habia estado sentado las ultimas cuatro horas, y luego tiró el cigarro al suelo con desgana.

-¿Sabes que primero has de soltar la pieza, chico?- preguntó una voz desde el comienzo del callejón donde Daryl habia estado intentando trabajar sin demasiado éxito- Y esa llave no te servirá de nada, no conseguirás sacar asi los remaches.

-¿Ah si?- preguntó Daryl con desgana- ¿Y tú quien coño eres?

-Rider Pullman. Asi me llaman. En realidad me llamo Richard Pullman, pero Rider suena mucho mejor…- sonrió el tipo.

-Es un apodo absurdo -casi escupió Daryl.

-No me lo puse yo…- el tal Pullman hizo una pausa y se acercó hasta Daryl- Mi taller está a la vuelta de la esquina. Ven conmigo y… trataremos de arreglar el estropicio…

-¿No tienes nada mejor que hacer?- preguntó Daryl como respuesta mientras metía con desgana las herramientas que habia conseguido en la casa del tipo con el que vivía, que no eran gran cosa.

-Cierra el pico y cuando consigas arrastrar ese trasto hasta mi taller, hablaremos… Y ni se te ocurra ponerle cinta aislante al tubo de escape…

La voz de Pullman sonaba algo más lejana y cuando Daryl lo miró vio que el tipo ya se alejaba hacia la calle. Daryl chistó con algo de prepotencia. ¿De qué coño hablaba? ¿Tubo de escape? Al tubo de escape no le pasaba absolutamente nada. Además, ¿qué le hacía pensar a ese imbécil que necesitaba su ayuda? Conseguiría arreglar la moto, costara lo que costara. Eso se prometió a si mismo. Y entonces… el estruendo del tubo de escape cayendo al suelo sobresaltó a Daryl. Y, lejos de enfadarse… una muy breve sonrisa ladeada se esbozó en sus labios.

Al final de aquel día, Rider Pullman contrató a Daryl Dixon como su ayudante en el taller. Habían pasado horas hablando de todo, de Daryl, de Merle, de la moto, de su vida… Y a Pullman no le habia hecho falta demasiado para darse cuenta de que Daryl estaba buscando un propósito en la vida, aunque aún no lo sabía. Ni siquiera se daba cuenta de ello. Pero Pullman vio en Daryl algo que Daryl no era capaz de ver… Vio la inteligencia y la destreza innatas del chico, apreciaba su capacidad de composición espacial y su atención al detalle. Por eso al caer la noche y antes de cerrar el taller, Pullman le ofreció aquel empleo a Daryl. Podría arreglar la moto de Merle en aquel taller, gratis. Trabajaría para Pullman, aprendería un oficio y haría todo sin rechistar.

***

Dejó ir el aire por la nariz, mientras esbozaba una leve sonrisa al recordar aquel día. Un par de años habían pasado desde entonces y aunque el trabajo no habia sido fácil ni un camino de rosas, lo cierto era que Daryl se habia ganado un sitio en aquel taller. Sus tareas pronto dejaron de consistir en ayudar a Pullman con las tareas más pesadas y, a medida que aprendía sus responsabilidades aumentaban. No hacia demasiado, quizás tres o cuatro meses, que Daryl habia empezado a tener encargos privados. Así, la carga de trabajo para el taller aumentaba y este prosperaba.

El chico acabó de fumarse el pitillo y tiró la colilla por la ventana con desinterés mientras se apartaba de esta y entraba en la habitación para ponerse la camiseta, tomar su teléfono móvil y su documentación. Poco después, ya descendía las escaleras de aquel desvencijado edificio con aire desgarbado. Al salir a la calle, inevitablemente su mirada azulada se detuvo algunos segundos de más en el bar situado frente a su edificio. Entrecerró los ojos al distinguir a Jaxter fumando un cigarrillo en el exterior. Ese tio le ponía la piel de gallina. No se fiaba un pelo de él. Durante todo ese tiempo que Daryl habia trabajado con Pullman habia aprendido que el negocio de Pullman estaba, en el fondo, controlado por la banda de Jaxter. El taller se ocupaba, gratis, del mantenimiento de las motos de la banda de Jaxter, también de la importación de armas y drogas que necesitaban Jaxter y los suyos. Y no habían sido pocas las ocasiones en las que Jaxter habia llegado hasta Daryl para invitarlo a ingresar en su banda. Daryl siempre habia rehusado, algo que habia cabreado bastante a Jaxter. Y es que Daryl habia tenido las suficientes drogas, peleas y delitos en su vida como para escribir un libro, y tenia muy claro que fuera lo que fuera lo que le deparara la vida, no queria volver a tomar ese camino.

Aunque pronto las diferencias entre Daryl y Jaxter se hicieron aún más estrechas…

Un jeep de color rojo pasó por su lado, con intención de aparcar frente al bar y, aunque se juraba y perjuraba a si mismo no levantar más sospechas, fue inevitable que su mirada azulada buscara el rostro del conductor. Conductora en este caso. Y es que al volante de aquel vehículo estaba la mujer más guapa que Daryl habia visto en toda su vida. Era Jolene Baxter, la hija de Jaxter. Y era… la razón de que la vida de Daryl se hubiera complicado los últimos meses. Aun le dolían las costillas que los hombres de Jaxter le habían fracturado cuando le dieron el primer aviso.

***

Habia pasado toda la tarde cargando las ruedas viejas y rotas en el remolque de la camioneta con intención de llevarlas al desguace donde cambiarlas por “algo de utilidad”, tal y como le dijo Pullman. Hacía ya un par de horas que el viejo se habia ido a casa tras darle las llaves a Daryl. “Cierra el local cuando termines, hijo”. Ya había caído la tarde y las farolas se habían encendido de forma automática. Y la escasa vida que poblaba aquel barrio se habia reducido al sonido de las risas y la música proveniente del bar de la banda de Jaxter.

Daryl cargó una de las llantas de un 4x4, pesaba como un demonio, y la tiró en el maletero de la pick up. El gesto provocó un enorme estruendo que no tapó el sonido de un coche que se ahogaba cuando intentaba arrancar. Daryl frunció las cejas y buscó el lugar de donde provenía aquel sonido.

-¡Mierda! ¡Joder! -escuchó maldecir a una mujer. Luego el fuerte sonido de una puerta de coche cerrándose con fuerza. Aquello fue suficiente para hacer salir a Daryl del taller y buscar con la mirada a la causante de aquellos gritos. No necesitó buscar demasiado. Aparcado frente al bar de Jaxter encontró un jeep de color rojo y a su alterada conductora. Daryl caminó algunos metros con intención de acercarse a ella, cruzando la calzada mientras levantaba una mano para que ella lo viera.

-¿Puedo ayudarte en algo?- preguntó el chico.

-No te preocupes, estoy bien…- gruñó ella mientras levantaba el capó de su coche.

-¿De veras? Porque desde ahí…- señaló la puerta del taller-… no lo parecía.

Ella pareció darse cuenta de que Daryl venia del taller de Pullman y entonces sus ojos lo miraron como si acabase de encontrar la respuesta que necesitaba.

-Eres el chico nuevo de Pullman…- dijo ella.

-Supongo que si…- respondió Daryl, quien a esas alturas ya llevaba bastante tiempo trabajando en el taller, pero seguía siendo considerado como “el chico nuevo”- Vamos, deja que le eche un vistazo…

Se acercó al coche y la chica le dejó acceso pleno al interior del capó.

Los siguientes minutos, Daryl no necesitó demasiado para darse cuenta de que el problema de aquello era la batería, asi que tomó unas pinzas, las llaves de la camioneta de Pullman y la acercó hasta el coche de la joven y así, con las pinzas y con ayuda de la batería de la camioneta, lograron que el jeep de la muchacha arrancase.

Ella dejó ir una exclamación sorprendida y alegre.

-¡Arranca!- rio- ¡Eres mi héroe!

Daryl recogió las pinzas y volvió a cerrar el capó de ambos vehículos. No hizo mueca ni señal alguna, porque la verdad es que no se consideraba tal cosa como ella habia asegurado que era.

-Me llamo Jolene. Jolene Baxter. Aunque me llaman Jo -se presentó ella.

-Jolene suena mucho mejor… - respondió Daryl- Como la canción… -continuó mientras dejaba las pinzas en el asiento del copiloto de la camioneta.

-¿Conoces a Dolly Parton? No pareces de esos…- sonrió ella.

Daryl se encogió de hombros.

-Eres una caja de sorpresas, ¿eh?

-Soy… solo Daryl…- respondió el muchacho- Daryl Dixon.

-Pues…  muchas gracias, Daryl Dixon… Has salvado a esta torpe de una caminata muy fría hasta su casa…

-Alguno de ellos te hubiera llevado a casa…- dijo Daryl señalando el bar con la cabeza. Pero para sorpresa de Daryl, la joven esbozó una mueca de disgusto.

-No me subiría en la moto de ninguno de esos ni borracha… -replicó ella. Luego, decidió cambiar de tema y se centró en algo que le parecía mucho mas interesante- Deja que te invite a una copa… Como agradecimiento…

-No creo que tu padre quiera verme ahí dentro… Le he rechazado demasiadas veces.

-Busquemos otro sitio… Vamos, a la aventura. ¿Te apuntas?

Daryl evaluó sus opciones. Y al final, aceptó. Claro que aceptó. Porque, ¿cuántas veces en la vida se le presentaba a uno una oportunidad como aquella? Desde luego a Daryl Dixon solo le habia sucedido una vez en toda su miserable existencia. Y pensaba aprovecharlo.

Seis meses más tarde…

-Si pretendes llevar un romance a lo Romeo y Julieta…- dijo la voz de Pullman desde la oficina- Intenta no hacerlo enfrente de las narices de Jaxter…

La mañana había pasado volando para Daryl, y es que la verdad era que no habían tenido un minuto de tranquilidad. Había que terminar de poner a punto algunas motos de clientes esporádicos, como también arreglar la moto de Big D, la mano derecha de Jaxter. Además habían tenido que recoger un envio privado a nombre de Jaxter, lo que había implicado tratar con los emisarios de un narco bastante fuerte de la zona. Daryl no se implicaba en esos temas, pero conocía bien a esos tipos, había pasado su adolescencia rodeado de narcos, yonkis y camellos de poca monta. Y su experiencia temprana le había bastado para no querer tener ninguna clase de roces más con esas personas. Por lo que mientras Pullman se ocupaba del trato con estos, Daryl se enfrascaba en el trabajo duro que eran los arreglos en el taller. Y así había llegado la tarde y ya era hora de recoger y cerrar el taller por aquel día.

A Daryl le sorprendió el comentario de Pullman pero no le extrañó. Lo cierto era que todos solían subestimar al viejo, puede que incluso Daryl también. Podía parecer un tio distraído, centrado en su trabajo y ajeno a los problemas de los demás, pero era atento y sabia más de lo que decía. Ese viejo zorro parecía estar presente en todas partes. Por eso no era de extrañar que se hubiera enterado del encuentro entre Daryl y Jolene, la tarde anterior. Y es que hacía seis meses que Daryl y la joven Jolene se encontraban a escondidas de los ojos de la banda de su padre. Al principio se metían en el coche y se quedaban horas en algún descampado, en algún autocine, o perdiendo el tiempo en edificios abandonados, pero pronto Daryl se volvió más osado. Lo había planeado todo aquella tarde. Había cerrado el taller y a las nueve de la noche había dejado pasar a Jolene por la puerta trasera del local. Habían cenado un par de hamburguesas y habían pasado el rato viendo una película en el DVD portátil de la joven. Aunque, la verdad era que habían dejado de prestar atención a la película en cuanto terminaron las hamburguesas. Daryl no era imbécil, sabía que Jaxter se enteraría, pero hasta que ese día llegara pensaba disfrutar de aquel respiro que le había dado la vida. Por fin, en Jolene, sabia que había encontrado alguien por quien merecía la pena levantarse cada mañana.

-No sé de qué me hablas -Daryl se hizo el sueco mientras ordenaba minuciosamente las herramientas de Pullman, colocándolas todas en sus respectivos cajones y lugares de almacenaje, la verdad es que no tenia demasiado interés en hablar con Pullman de su vida sexual y sentimental. No era asi como pensaba terminar el día.

-Haz lo que quieras, hijo, pero… - la voz ronca de Pullman se acercó hasta él mientras salía de la acristalada oficina- Conozco a Jaxter. Puede parecer que ignora lo que pasa, pero no es asi. Te tiene en el punto de vida, Daryl… Le has rechazado demasiadas veces como para que pierda el interés en ti…

-Y, ¿qué quieres que haga? -preguntó Daryl.

-Que seas más listo, chico… -lo instó el contrario.

Daryl cambió el peso de un pie a otro y sacudió la cabeza.  

-Vamos… Solo nos estamos divirtiendo. Jo es mayor de edad, y…- trató de excusarse, pero Pullman, lo detuvo rápidamente.

-¿De verdad eres tan estúpido, Daryl? -preguntó Pullman, sorprendiendo a Daryl por aquel insulto tan gratuito- Jaxter no es un simple. No es trigo limpio, chico. Le has retado al rechazarle tantas veces… Ahora estás en su punto de mira. Y si descubre que ves a su hija, que lo hará, te matará. Te aseguro que lo hará. Y nadie sabrá qué ha sido de ti -hizo una pausa y le golpeó suavemente en el hombro- Joder, Daryl, eres un chico listo. Tienes una buena vida aquí. Te he dado un trabajo, tienes dinero, tienes un futuro. No lo tires por la borda…

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-Estás muy serio…

Jolene lo miraba tumbada en la cama, su cuerpo desnudo descansaba boca abajo sobre las sábanas de la pobre cama de Daryl. Sus brazos hacían de almohada y su rostro descansaba sobre estos mientras miraba al sureño con una suave sonrisa brillando en sus labios ahora enrojecidos por el aluvión de besos de las ultimas horas. Después del trabajo había sido la propia Jolene quien se había presentado en el piso de Daryl y aunque el chico había pasado horas devanándose los sesos y pensando en la mejor forma de zanjar aquello de la mejor forma posible, cuando Jolene lo había besado toda su cordura se había ido por el retrete.

-Vamos… Dime qué sucede…- dijo la joven alargando una mano para quitarle de los labios el cigarrillo que se estaba fumando. Aquello llamó la atención de Daryl quien, tras dejar ir el humo por los orificios nasales, se pasó una mano por el rostro.

-Creo que tenemos que dejar de vernos…- le dijo. Aquello no sentó bien a Jolene, quien de pronto se irguió y lo miró, confusa. Daryl no quiso enfrentarse a su mirada cabreada.

-¿A qué viene eso ahora? -preguntó ella con un tono de voz serio, dolido.

-Tu padre me partirá la cara cuando se entere de lo nuestro… Le he rechazado demasiadas veces, Jo… Me tiene entre ceja y ceja… - hizo el gesto señalándose un punto entre las cejas. Jolene dio una calada al cigarro mientras se sentaba en la cama.

-¿Porqué todos olvidáis que soy mayorcita y que soy capaz de tomar mis propias decisiones? -espetó, cabreada- Joder… Estoy harta…

Tras aquello se levantó de la cama y tiró el cigarrillo por la ventana antes de agacharse para comenzar a recoger su ropa, de forma airada. Daryl dejó ir un suspiro frustrado mientras se incorporaba y se sentaba en la cama mientras se frotaba el rostro con las manos.

-Jo… -la llamó, pero la rubia estaba demasiado ocupada recogiendo su ropa y poniéndosela lo más rápido posible- Jo…- la llamó de nuevo, pero como la ignoraba, se puso en pie y acudió para detener sus manos- Joder, Jo, mírame…

Jolene se zafó y lo empujó.

-No, Daryl, déjame en paz… -le pidió de malas pulgas.

-Nena. ¿No lo entiendes?  No quiero dejarte. No quiero dejar de verte, no quiero perderte…- acudió a ella y le sostuvo el rostro con las manos- Pero tampoco quiero que tu padre me parta la cara.

Jo le sostuvo las muñecas con las manos y acarició suavemente su piel con las yemas de sus dedos.

-No lo hará, hablaré con él. Le tranquilizaré. Le haré ver que soy mayorcita… que elijo lo que quiero… Y te quiero a ti, Daryl. Tendrá que entenderlo…

⸻⸻⸻  Pareció que esas simples palabras infundían algo de esperanza a Daryl. Jolene era esa clase de personas capaces de hacer creer a cualquiera lo que ella quisiera y era muy fácil creer que todo saldría bien solo porque ella lo decía. La esperanza era peligrosa y por eso Daryl no fue capaz de ver venir lo que sucedería aquella mañana…

Cuando bajó al taller, Pullman aun no había llegado, lo cual resultaba raro ya que el viejo parecía levantarse con el alba, y el taller parecía toda su vida. Aun asi, Daryl lo achacó a que al viejo se le habrían pegado las sabanas o cualquier otra cosa parecida. Asi que se puso en marcha con las labores de cada mañana. Y para cuando escuchó pasos a sus espaldas pensó que Pullman hacia su entrada.

-Para la próxima ponte un despertador…- bromeó Daryl mientras se daba la vuelta. Pero al hacerlo y encarar a Pullman, se dio cuenta de que no era este quien había atravesado las enormes puertas del taller. Jaxter y cuatro de sus hombres estaban parados allí, recortados al contraluz de la mañana. Los cuatro gorilas amenazaban armados con varas de hierro, puños americanos y cadenas. Y Jaxter, en el medio, se fumaba tranquilamente un cigarrillo.

-Dime… ¿Cuánto tiempo crees que podrías esconderte, Daryl?- preguntó Jaxter.

Daryl entrecerró los ojos y optó por hacerse el tonto.

-¿Esconderme? ¿De quién? ¿De ti? -chistó- Tio, trabajo enfrente de tu puto bar…

-Dar rodeos solo te hace parecer más tonto…- le espetó Jaxter. Entonces caminó unos cuantos pasos hacia él. Daryl no retrocedió. Le mantenía firme la mirada y entrecerró sus ojos ligeramente.

-Te ofrecí unirte a mi grupo y me escupiste en la cara. Varias veces. Trabajas para Pullman, pero no para mi… y ahora te acuestas con mi hija… -Jaxter puso las cartas sobre la mesa con toda la calma- No queria tener que recurrir a esto. Pero espero que solo un aviso sea suficiente…

Luego miró a sus hombres.

-No le matéis… Pero que capte el mensaje.

Tras eso se dio la vuelta y salió del local y Daryl le perdió de vista en el momento en que un puño americano le golpeó en el estomago y le hizo doblarse sobre sí mismo mientras buscaba aire para respirar.