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Stephane Thorn Emerald

 

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Desconocida (Aparenta 21-23 años)

 

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Masculino

 

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Desconocida

 

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Demisexual

 

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Stephane es un ser de materia incorpórea parcial, un híbrido entre carne y niebla. Su cuerpo es ligero, translúcido, y su rostro conserva una belleza inquietante que se distorsiona cuando lo desea.

 

Puede atravesar objetos, muros y cuerpos vivos, dejando en quienes toca una sensación de frío antiguo, como si les robaran el aliento por un instante.

 

Su rasgo más temido es su capacidad para deformar la boca hasta convertirla en una grieta llena de colmillos finos y alargados, con los que puede devorar fragmentos del alma de aquellos que aterra o debilita. Sin embargo, rara vez mata ya que lo hace por instinto, no por crueldad. Las almas que consume lo fortalecen temporalmente, pero también alimentan su lado oscuro.

 

A diferencia de sus hermanos, Stephane no domina plenamente su naturaleza; a veces su cuerpo se vuelve completamente espectral sin que lo desee, quedando atrapado entre planos.

 

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Stephane es el más joven de los tres hermanos Thorn, y también el más impulsivo, curioso y emocional. Se muestra amable, risueño y juguetón, pero su inocencia aparente es un velo, detrás se oculta un ser que disfruta de la inquietud ajena, de ver cómo los vivos tiemblan ante lo que no comprenden.

 

Le gusta asustar, no por maldad, sino por fascinación. Dice que en el miedo ve la verdad desnuda de los seres, que nadie puede mentir mientras tiembla.

Aun así, guarda una profunda soledad. A menudo se pregunta si su existencia es una broma cruel del destino o si su alma pertenece a otro cuerpo que nunca fue devuelto.

 

Psicológicamente, Stephane presenta rasgos de dualidad emocional, lo cual caracteriza a su familia, ternura y crueldad, curiosidad y vacío.

 

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Teme desaparecer completamente, desvanecerse sin dejar huella.

 

Miedo inconsciente a devorar el alma de alguien inocente sin querer.

 

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Los juegos nocturnos (especialmente asustar a nuevas personas).

 

La música de cajas antiguas y los objetos pequeños.

 

Dormir cerca de las ventanas, donde dice que los sueños son más suaves, además tiene una mejor vista del cielo nocturno.

 

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Los exorcismos y símbolos sagrados.

 

El fuego.

 

La soledad prolongada aunque él mismo la provoca.

 

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Control parcial de la intangibilidad y de la ilusión corporal.

 

Capacidad para absorber energía vital o espiritual.

 

Empatía aguda con las emociones humanas (las siente con intensidad).

 

Su naturaleza juguetona puede romper tensiones o suavizar el ambiente.

 

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Vulnerable a la luz pura o a la magia de purificación.

 

Puede ser manipulado fácilmente por entes espirituales más fuertes que él.

 

La adicción a probar almas amenaza con corromper su humanidad.

 

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Abrió los ojos en medio de un campo de niebla espesa, con el cuerpo frío y semitransparente, rodeado por mariposas muertas que parecían flotar en el aire sin caer nunca. No sabía su nombre, ni su edad, ni el motivo de su existencia.

 

Durante mucho tiempo, vagó por aldeas sin rumbo, confundido y fascinado por los vivos. Ellos lo miraban con miedo y algunos decían que era un fantasma, otros que era una maldición con rostro de inocente.

 

Stephane sonreía, trataba de hablarles, pero cuando se acercaba demasiado, el calor de sus cuerpos lo quemaba por dentro. Y, sin quererlo, a veces absorbía una parte de su energía. Las personas caían desmayadas, y él, horrorizado, huía antes de ver si se levantaban.

 

Así aprendió que su hambre no era física, sino espiritual, era una necesidad que lo atormentaba cuando sentía soledad o tristeza, y que lo impulsaba a acercarse a los demás, solo para lastimarlos.

 

Los años pasaron y su cuerpo nunca envejeció. En cada pueblo donde intentaba quedarse, los animales huían, las lámparas parpadeaban, y los niños soñaban con su sonrisa distorsionada. Por ello, comenzó a usar su don para asustar: al menos así, cuando lo rechazaban, era por algo que él había decidido. Era mejor ser temido que compadecido.

 

A pesar de eso, su corazón no se volvió cruel. Stephane seguía buscando compañía y una voz, una presencia, alguien que no lo viera como monstruo. Intentó vivir entre los vivos, ayudarles, ocultar sus impulsos pero cada vez que el silencio se volvía demasiado profundo, su oscuridad despertaba.

 

Entonces su boca se abría como una herida en el aire, sus colmillos se alargaban, y una luz azul escapaba de los cuerpos cercanos. No podía evitarlo. Era como respirar.

 

Al amanecer, siempre lloraba. Se prometía no hacerlo más. Pero el hambre del alma no conoce arrepentimiento.

 

Con el tiempo, empezó a tener sueños: veía sombras que se movían entre muros antiguos, voces que pronunciaban su apellido sin que él lo recordara. Thorn. Sin saber por qué, sintió que ese nombre le pertenecía, como si lo esperara desde antes de existir.

 

Hoy, Stephane continúa su andar. En cada mirada busca un reflejo de sí mismo, una pista de su origen, alguien que no huya al verlo. Dice que solo quiere compañía, una voz que le hable en la oscuridad pero quienes aceptan su amistad rara vez despiertan con su alma completa.