Ayer llegamos a Sanctuary y, lo que tenía que ser una paradita rápida para vender mercancías y reponer barriles, nos ha llevado todo el día.

Mi hermano no nos ha esperado. También le entiendo, su Siervo es más lento que una tortuga manca. Ya quisiera tener la velocidad de nuestra Lacrimosa, eso sí que es rapidez.

Mientras veo como se aleja el barco de mi queridísimo hermano, y ahora patriarca de la familia, me es imposible no sentir inquietud.

Rodrigo ha sido más mi padre que mi padre, me ha enseñado casi todo lo que sé de navegación y piratería. Y, pese a que tengo conmigo a mi lucero, siento como si las cadenas de mi hermano me ahogaran cuanto más se aleja.

Nunca se lo he comentado a Luci, pero estoy segura de que lo nota. Sé que no se tienen ningún aprecio, si por ellos fuera no volverían a verse o se batirían en duelo a muerte.

Soy en vértice de un triángulo de asesinos y mentiría si dijera que sé lo que elegiría si uno de los dos me lo pidiera.

Luci me ha traído unas chuletas de cerdo riquísimas de la taberna a mi camarote. La tripulación está descansando porque partiremos al alba, pero algunos sé que esta noche terminarán con los grilletes puestos y en el calabozo de la bodega por culpa del grog.

Lucinda sabe por qué no he pisado la playa, hay un barco que está comerciando con perros de caza en el puerto y no consigo ni salir del camarote. No puedo dirigir el desembarco ni negociar tranquila con las compañías mercantiles.

Mi mente con los ladridos constantes se obsesiona con Rodrigo. No he podido ni tocar a Lucinda desde ayer. Me he encerrado en el camarote después de que me haya traído las chuletas y estoy escribiendo casi a oscuras debajo de la mesa.

Rodrigo siempre ha sido un genio y ha conseguido que mi mente esté encadenada a él por culpa de los perros seguramente de por vida.

Cadenas... Desde luego que se ha ganado el nombre. Si la mitad de su tripulación le tiene el mismo miedo y respeto que le tengo yo, ya es más devoción de lo que ningún pirata tiene, a excepción de mi padre, a él le adoraban.

Me he puesto a cuatro patas sacando el culo y mi mente se ha relajado. Si cierro los ojos estoy con él.

He tenido que parar de escribir para penetrarme con el mango del puñal que me regaló. Le necesito, mi cuerpo le necesita, pero mi mente más.

Los perros han dejado de ladrar, voy a intentar dormir.

Al final me dormí debajo de la mesa con el mango del puñal dentro del coño. Me alegro de que podamos zarpar ya. Luci se ha encargado de todo, como siempre que mi hermano entra en escena directa o indirectamente.

Conforme lleguemos a alta mar y pueda volver a pensar con claridad pienso agradecérselo con mi medusa, sé que le gustará.