Voy a contaros lo que ocurrió, cuando mi hermano Hermes me llevó al Olimpo ante mi padre. Estara alli me trajo buenos y malos recuerdos, por partes iguales. Zeus estaba sentado en su trono, en la gran sala, tia Hera no estaba, solo él.
-Aquí la tienes, jefe -dijo Hermes dejandome en el suelo. Yo tenia el pelo un poco revuelto por el viaje. Mi padre ordenó a mi hermano que se marchara. Hermes se fue en un suspiro, dejandome sola ante el rey del Olimpo.
La puertas de la sala del trono se cerraron solas, con un estridente sonido que se propagó por todas partes. Me arreglé un poco el pelo, la mirda aguileás de mi padre me incomodaba y mucho. Seguia igual, con semblante serio, orgulloso e impasible.
-¡Ate! -su voz sonó como un trueno en la sala- ¡Acercate más!
La verdad, habia olvidado el efecto que producia su voz en la sala del trono. Muy despacio, fui subiendo la escalinata hasta llegar al antepenúltimo peldaño. Me quedé observandole, controlando mis nervios. Mis más oscuros recuerdos de la última vez que estuve ante él, volvieron a mi mente como si hubiera ocurrido ayer mismo.
-Hera me ha comentado que querias verme, ¿qué quieres? ¿Oro? ¿Joyas? ¿Volver al Olimpo? -dijo con voz fuerte y poderosa, sin apartar sus ojos en mí.
-¿En serio me has hecho venir para preguntarme eso? -le pregunté, algo me decia que era por otro motivo.
-¡Soy yo quien hace las preguntas aquí! -bramó muy serio. Yo permanecí en silencio a que continuara de nuevo- ¡Si piensas que te voy a permitir volver aquí, estás muy equivocada!
Cuando su última palabra se perdió entre los recovecos de la sala, cogí aire y sin apartar mis ojos de los suyos.
-Solo queria hablar contigo y limar asperezas. No contaba en que enviaras a Hermes en mi busca. Podriamos haber quedado en otro lugar, más neutral, como hice con tia Hera. No quiero volver aquí, estoy bien donde vivo. Ni quiero joyas ni oro, ya tengo mi propia fortuna. Dime, ¿por qué me has hecho traer aquí?
Su rostro ya de sí, mostraba signos de enfado. Tras mi exposición, se puso d epie como un resorte y se aproximó a mí. Desde su altura, me fulminó con la mirada y yo, desde la mia, se la sostuve. Vi el motivo de porque.
-¿Quién es esa serpiente con la que estás'
-¿Desde cuando te interesa mis relaciones amororosas?
-¡Desde este momento! -contestó del mismo modo. Su cuerpo comenzó a emitir pequeños chispazos.
No me moví ni un ápice. Sin duda, nos vio en el claro del bosque y por ende, la tormenta. No le gustaba mi relación con Jörmun.
-¿Por qué te preocupa? -pregunté friamente. Sabia que me la jugaba, pero no me iba a amedrentar por eso.
-¡Eres de nuestro panteón y no toleraré que te mezcles con una bestia del norte! -bramó haciendo aparecer su rayo.
-Entiendo, tienes miedo -le solté sin más. Sonreí irónicamente- No quiero discutir contigo, padre.
-¡Maldita seas! -gritó tanto, que hizo temblar todo el Olimpio.
-Tú me hicistes así -contesté casi en un susurro- ¿Desde cuando me observas?
-Desde siempre -me respondió.
No dije nada, solo me quedé mirandole. Mi padre tambien se quedó quieto observandome, su intensidad eléctrica disminuyó un poco.
-Eres tan hermosa como tu madre, pero reconozco que tienes mi caracter -dijo al fin.
-Te sigo teniendo respeto, pdre. y hace tiempo que te perdoné -le contesté muy sincera- Con el tiempo, me di cuenta que me habias hecho un favor.
-No sé si creerte.
-Ya veo -di un suspiro de resignación, desvié mi mirada a un lado- Eso ocurrió hace milenios y estoy segura que algunos de mis hermanos, te han mentido más que yo. Y ahí los tienes.
Noté cierta incomodidad en él. Carraspeó antes de continuar a hablar.
-Ate, ese no es el asunto. El hecho de traerte aquí e spor esa serpiente nórdica...
-Yo le amo, padre -le interrumpí sonrojada, pero segura de mi misma.
-No lo conoces bien.
-Tú tampoco -respondí desafiante- Es mi vida y él me gusta mucho. En el poco tiempo que llevo saliendo con él, me gusta cada día más. Tenemos muchas cosas en común y...
-¡Basta!
Permanecí callada. Mi padre me acribilló con la mirada, pero suavizó su expresión en el rostro, por otro, un poco más amable.
-Perteneces a este panteón y no toleraré que una de los mios se empareje con un mienbro de otro panteón. Son leyes del Olimpo y se deben cumplir.
-No vivo en el Olimpo -dije sin tapujos- Estoy fuera de esas leyes.
-No del todo -me interrumpió- Mientras no estés casada, estás bajo mi protección como padre tuyo que soy. Por ello, he pensado en tu enlace con uno de los nuestros.
Me quedé de piedra al escuchar eso. Yo negué con la cabeza. Mi padre frunció el ceño y añadió.
-Si, te casarás con Fóbetor, está decidido.
-¡NO! ¡NUNCA! -grité furiosa y temblando de rabia como una hoja mecida por el viento.
-¡No permitiré que te mezcles en otro panteón!
-¡Me da igual! ¡Yo amo a Jörmun!
-¡NI HABLAR!
Todo tronó. Mi mirada estaba fija en los relampagueantes ojos de mi padre. Se formó una oscura tormenta a nuestro alrededor.
-¡No me separarás de él! -grité con ojos bañado en lágrimas y apretando los puños con rabia.
De la mano de mi padre, apareció un rayo y se dispuso a lanzarmelo. Yo permanecí en mi puesto, sin moverme un ápice. Enfadado, me observó por breve tiempo. Pasado este, bajó el brazo.
-¡Vete, no quiero volver a verte! ¡FUERA!
La última palabra, tronó por todo el Olimpo. Sin media palabra, me fui lo más rápido que pude. Ya en casa, rompí a llorar.