Información principal

Nombre: Ayla

Apellido: Klein

Edad: 24 años

Género: Femenino

Estatura: 162cm

Orientación: Heterosexual

Nacionalidad: Alemana

Especie: Humana

Ocupación: Mercenaria

 

 

Historia

Hasta donde tiene memoria fue criada en un orfanato de mala muerte y desconoce quiénes eran sus progenitores biológicos, aunque esto último no le afecta realmente (¿cómo puede tener sentimientos por personas a las que ni recuerda?). El ambiente en la institución no era agradable para nadie, siendo éste lúgubre, silencioso y frío. Las risas de los infantes que normalmente se escucharían brillaban por su ausencia, reprimidas por miedo a recibir un castigo. La mujer que dirigía el orfanato detestaba a los niños y no se esforzaba por ocultarlo, reprimiéndolos por ser ruidosos, por estar en medio o simplemente por no actuar como a ella le gustaría.

Ayla no se relacionaba con nadie, pues no veía necesario hacerlo, y aunque por ese lado podía parecer tranquuila y reservada era la primera que se metía en problemas con la directora. Odiaba sus reglas y siempre que podía las incumplía o ignoraba, desafiando así a la mujer. No era extraño ver en el rostro de la niña la marca de una bofetada. A la edad de seis años finalmente se cansó de estar ahí y se escapó sin avisar a nadie, marchándose lo más lejos posible de allí para que no la encontrasen.

 

Siendo tan pequeña no le quedó de otra que robar para sobrevivir, y a pesar de que al prinicipio fue realmente duro poco a poco demostró que tenía talento para pasar desapercibida y que la gente no se percatara siquiera de su presencia. La excepción llegó cuando, al tratar de robar a un hombre mayor, este la detuvo sin esfuerzo e incluso la inmovilizó para que no huyera. Las intenciones del anciano eran las de llamar a la policía para que se la llevasen y se pusieran en contacto con sus padres, pero al verla andrajosa y con una mirada salvaje en el rostro enseguida supo que no tenía dónde caer muerta. Terminó apiadándose de ella y la llevó con él (a regañadientes de Ayla, quien al principio no quería acompañarlo por pura desconfianza). El hombre se hacía llamar Lu Guang y era un maestro chino del Kung Fu, viudo y sin hijos. Algo en la niña llamó su atención y la tomó como aprendiz, y aunque ella en un primer momento se negó Lu Guang amenazó con denunciarla a las autoridades, más que nada porque sabía que si no lo hacía Ayla volvería a las andadas de siempre y no terminaría bien. Así fue como la joven pasó de sobrevivir día a día por sí misma a vivir bajo el techo del anciano y aprender de él el arte del Kung Fu. Ayla terminó confiando en Lu Guang hasta el punto de verlo como una figura paterna.

 

Once años después, cuando la chica tenía 17, el anciano falleció por causas naturales, dejándola de nuevo sin nadie a quien poder acudir. Fue difícil para ella hasta el punto de sentirse tan perdida que volvió a delinquir de nuevo, también porque no sabía qué otra cosa hacer. Sin embargo esta vez no se limitó solo al robo, y antes de darse cuenta estaba aceptando trabajos que otras personas le encomendaban tales como: amenazas, extorsiones, ventas ilegales e inclusive, asesinatos. Se ganó una reputación en el mundillo por llevar a cabo los encargos de manera eficiente y eficaz, y hasta el día de hoy así continúa, haciendo casi cualquier cosa que los demás le pidan a cambio de lo que considere una buena suma de dinero.

 

 

Extras

-Fuma, aunque no lo hace a menudo.

-En algún momento superó a su maestro en el Kung Fu, aunque ella afirma que no hay nadie mejor que él.

-Se le da bien el manejo de armas blancas y armas de fuego, pero por encima de todo es experta en el combate cuerpo a cuerpo.

-Alguien que desconoce empezó a llamarla la "Leona Blanca", apodo que no le disgusta y que incluso terminó usando para no dar su nombre real.

-Sabe hablar varios idiomas, entre ellos están el alemán (materno), chino, inglés, español...

-Le gusta mucho el café.

-Cocina muy bien cualquier plato de origen chino, pues su maestro le enseñó desde que la adoptó.

-Ha demostrado no sentir empatía por nadie, aunque si se le menciona a su maestro sí puede ponerse un poco sentimental.