✦ Disclaimer: 

Este monorol iba a ser parte de un evento para personajes 3D pero debido a su cancelacion, ya que no podrá entrar a concurso, he decidido subirlo igualmente. 

 

"El Guardián en la Oscuridad"

Se recostó en el viejo colchón de la cama de la habitación de motel donde se encontraba temporalmente, y sus pensamientos vagaron hacia atrás en el tiempo, hacia los recuerdos… Hacia aquellos marcados recuerdos de su infancia. Desde que tenía memoria, su vida había estado definida por dos figuras: su padre y su hermano menor, Sam.

 

Su padre, John Winchester, era un hombre serio y brusco, endurecido por la vida como cazador de todo lo sobrenatural, todo aquello que poblaba las leyendas y las pesadillas. Dean lo admiraba y temía a partes iguales. Desde que su madre murió en aquellas extrañas y macabras circunstancias cuando él era apenas un niño, John había asumido la misión de entrenar a sus hijos para la caza, convirtiendo su vida en una interminable serie de mudanzas de un motel a otro, siempre persiguiendo alguna pista sobre criaturas que acechaban en la oscuridad.

 

Para Dean, cuidar de Sam era su propósito desde el principio. Desde que tenía la edad suficiente para entender, su padre le había inculcado la responsabilidad de proteger a su hermano menor. Era una carga que Dean llevaba con orgullo, aunque a veces se sintiera abrumado por ello. Desde su mas tierna infancia Dean se habia convertido en hermano, madre y padre de su hermano. Su protector. Nada más.

 

Pero, a pesar de la dureza y el peligro que rodeaban su vida, había un hueco doloroso en el corazón de Dean que nunca había podido llenar: el recuerdo de su madre. Mary Winchester había sido un rayo de luz en sus vidas, una presencia amorosa y reconfortante que se había desvanecido demasiado pronto. A menudo, en silencio, Dean se permitía recordar los momentos fugaces que pasó con ella: su sonrisa cálida, su risa melodiosa, el aroma de su cabello cuando lo abrazaba.

 

A medida que crecía, Dean se esforzaba por emular a su madre en su trato con Sam. Intentaba ser la figura reconfortante que él mismo había perdido, protegiendo a su hermano con una determinación feroz. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, nunca pudo llenar completamente el vacío que la ausencia de su madre había dejado en sus vidas. Ni para sí mismo ni para Sam. No recordaba cómo se hacía. No sabía cómo se hacía. Y el pozo de recuerdos se habia agotado a pasos agigantados. Pero habia uno al cual todavía podía aferrarse…

 

El sol se filtraba suavemente a través de las cortinas blancas de la sala de estar, pintando patrones dorados en el suelo de madera. Dean, un niño pequeño con mechones desordenados de cabello castaño, estaba sentado en el regazo de su madre, Mary, mientras ella hojeaba un libro de cuentos. El aroma reconfortante de la sopa que burbujeaba en la cocina llenaba la habitación, mezclándose con el perfume suave de Mary.

 

-¿Y qué pasa con el lobo, mamá?- preguntó Dean, sus ojos verdes brillando con emoción mientras seguía cada palabra del cuento.

 

Mary sonrió, acariciando el cabello de su hijo con ternura.

 

-El lobo es malo, Dean. Pero al final, el valiente cazador lo derrota y protege a su familia. Así es como los héroes hacen lo correcto.

 

Dean asintió con seriedad, absorbiendo las palabras de su madre como si fueran sagradas. Siempre admiraba las historias que ella le contaba, llenas de valentía y justicia.

 

-¿Crees que yo podría ser un héroe algún día, mamá?- preguntó Dean con un brillo de determinación en sus ojos.

 

Mary lo miró con amor, una mezcla de orgullo y ternura en su mirada.

 

-Dean, eres mi héroe todos los días. Cuidas de tu hermano, ayudas a tu padre y siempre haces lo correcto. Eres valiente y fuerte, justo como un héroe debe ser.

 

Dean sonrió ampliamente, sintiéndose abrazado por las palabras de su madre. En ese momento, en el calor reconfortante de su regazo, Dean supo que siempre llevaría consigo el amor y la guía de su madre, incluso en los momentos más oscuros de su vida.

 

Los años pasaron, y Dean había continuado su vida como cazador, enfrentándose a monstruos y peligros junto a su padre y su hermano. Cada batalla ganada, cada vida salvada, era un tributo silencioso a la memoria de su madre. Aunque el dolor de su pérdida nunca desaparecería por completo, Dean encontraba consuelo en el vínculo inquebrantable que compartía con su familia, una fuerza que los sostenía en los momentos más oscuros.

 

Y así, mientras yacía en la oscuridad de la habitación de motel, Dean se aferró a esos recuerdos de su infancia, esos que nunca se permitía recordar, que nunca tenía tiempo de recordar… Pero lo recordaba, recordaba el amor de su madre, la determinación de su padre y el vínculo inquebrantable que compartía con su hermano. Porque, a pesar de todas las adversidades, sabía que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que el destino les lanzara.