Llevo mucho tiempo pensando en cómo escribir esto.

Pensando en si escribir esto.

Pero creo que ella se lo merecía. Se merece que se la siga recordando. Aunque sea por alguien que encuentre este diario cuando yo no esté y que jamás llegó a conocer a la persona más buena, amable y positiva del planeta…

Poco después de que el mundo estuviera al cien por cien jodido, nos dimos cuenta de que los ángeles no solo nos podían acribillar cuerpo a cuerpo, sino que también estaban en disposición de bombardear los pequeños campamentos que empezaban a surgir. Cada poco tiempo, días después de escuchar (cuando el campamento exterminado estaba cerca) las bombas, llegaban hasta nuestro refugio, los pocos supervivientes que habían podido escapar.

Donna Hanscum, era un rayo de sol en un mundo en el que hacia demasiado tiempo que ya no se veía el cielo. Para Jody fue todo un pilar, entre ambas habían conseguido mantenernos con vida a todos, y parecía que la gente no paraba de llegar, cada uno con sus propios problemas, heridos, derrotados, cansados y prácticamente todos acarreando perdidas terribles. Y Donna siempre tenía una sonrisa para cada uno.

Hablaba con ellos, escuchaba sus problemas, les prestaba su hombro para llorar y un abrazo reconfortante. Como si ella no tuviera sus propios problemas, sus propios miedos, sus propios fantasmas.

Yo la observaba desde lejos. Admirando aquello que estaba, y sigo estando, segura que jamás poder llegar a hacer yo por nadie. No creo que tenga ese nivel de empatía. Y es algo que a ella le salía de manera tan natural…

No buscaba un aplauso, no quería reconocimiento, tan solo era Donna siendo Donna. Haciendo sentirse bien a todo el mundo, sin pensar por un solo segundo en ella misma.

Justamente aquella estúpida manía suya de no pensar en ella, de nunca ser la prioridad era lo que la había condenado.

No habíamos tenido tiempo de nada. De pronto las bombas habían comenzado a caer sobre nuestro refugio, y entre todo el caos, el polvo, la sangre y los cuerpos de amigos y compañeros, corríamos como pollos sin cabeza, tratando de huir, de alejarnos de allí, pero sin saber si nos estábamos dirigiendo a nuestra propia muerte al correr justo donde iba a caer el siguiente proyectil. Huíamos, despavoridos, por todo el caos, explosiones y gritos. Familias enteras separadas. Nuestro hogar destruido.

Por fin un grupo, uno muy pequeño de nosotros consigue llegar a un lugar, al parecer, seguro.

Los demás nos seguían más atrás.

Donna había vuelto sobre sus pasos, y cargaba con un pequeño que lloraba desconsolado buscando a su madre. Ella corría mientras trataba de calmar al niño. Aquella es la última imagen que tengo de ella. Después la luz cegadora de una última explosión nos hizo apartar la mirada, y la onda expansiva de la misma nos lanzó varios metros atrás.

Alex lloraba desconsolada, Patience trataba de ocupar el lugar de Donna y consolar a todo el que pudiera, Jody se refugiaba en su papel del líder y en la necesidad de encontrar un nuevo refugio.

Yo… yo aún tenía la mirada clavada en el mismo lugar donde Donna había desaparecido. De un segundo a otro ya no estaba. No quedaba nada de ella. Tan solo su recuerdo, tan solo nuestro amor hacia ella, tan solo nuestro dolor, unas lágrimas que se amontonaban en mi pecho buscando una salida que me negaba a darles. Si comenzaba a llorar, no estaba segura de poder parar, no hasta que limpiara el sentimiento de injusticia que me arrollaba por dentro.

Aquel fue mi primer peldaño hacia mi propio interior. Aquel fue el primer momento en el que comencé a encerrarme en mi misma.

Ahora todo nos va mejor. Hemos encontrado un nuevo lugar, mas resguardado, mejor. Técnicamente al menos. Porque nos falta la luz, nos falta nuestro alma. Nos falta Donna.