Hiroshi tenía 17 años cuando sus padres lo echaron de la casa. Había sido un estudiante modelo, inmerso en los libros y los estudios, pero no por elección propia. Sus padres, obsesionados con el éxito académico, lo habían forzado a dedicar toda su vida a obtener las mejores calificaciones, sin importar sus propios deseos o intereses.
Hiroshi tenía un secreto que apenas se atrevía a mencionar: su pasión por el arte. Soñaba con dibujar cómics y asistir a una escuela de arte cercana. Un día, en un momento de valentía, confesó su sueño a sus padres. La reacción fue inmediata y brutal. "Un fracasado no vivirá en mi casa," le dijeron antes de echarlo sin contemplaciones.
Desconcertado y herido, Hiroshi vagó de un lugar a otro, buscando refugio y un trabajo que le permitiera sobrevivir. Sin embargo, nada parecía encajar. Lo despedían una y otra vez, y el desaliento comenzó a calar en su espíritu.
Una noche, abatido y sin esperanzas, Hiroshi se encontró en un bar. El alcohol ofrecía un alivio temporal a su desesperación, y pronto se encontró bebiendo más de lo que jamás había hecho. Fue en ese estado de embriaguez que alguien se le acercó con una oferta inesperada: un trabajo que prometía sueldos de más de 10,000 dólares.
A la mañana siguiente, con la resaca y la incertidumbre rondando su mente, Hiroshi fue recogido y llevado a una isla remota. Allí, comenzó un entrenamiento brutal que duraría cinco años. Cada día era una lucha por la supervivencia. Lo empujaban al borde de la muerte, obligándolo a bajar desde un doceavo piso sin equipo de seguridad o a nadar más rápido que tiburones y pirañas hambrientas.
El sufrimiento era inmenso, y Hiroshi se arrepentía cada día de su decisión. Sin embargo, la desesperación también alimentaba su resistencia. Finalmente, en un acto de desesperación y astucia, logró escapar de la isla.
Libertad no significaba paz. Hiroshi había sido moldeado en un guerrero letal, y aunque intentó evitarlo, su habilidad como sicario se volvió su medio de vida. Se ganó una reputación por su precisión y efectividad, nunca fallando en una misión. El joven artista que una vez soñó con dibujar cómics ahora era el asesino más temido y eficiente.
A pesar de su éxito en esta vida oscura, el anhelo por el arte nunca lo abandonó. En los momentos de calma, Hiroshi dibujaba, sus bocetos llenos de la vida y el sufrimiento que había conocido. La dualidad de su existencia, entre el arte y la muerte, se convirtió en su carga y su escape.
Estas experiencias moldearon profundamente su personalidad. El rechazo inicial de sus padres y la vida en la calle le enseñaron a valerse por sí mismo y a desconfiar de los demás. El entrenamiento brutal y la supervivencia en la isla le dieron una actitud juguetona y bromista, como un mecanismo de defensa para lidiar con el estrés constante. A pesar de esto, también desarrolló una faceta egocéntrica y seductora, utilizando su atractivo y habilidades para ganar ventaja en situaciones difíciles.