• Entre 20 y 50
    Fandom Agretsuko
    Categoría Romance

    "La madre de retsuko ,pese a tener un cuerpo increíble a su avanzada edad de 50 años ,siempre mentía sobre su edad a sus citas online ,desde hace meses llevaba chateando con un joven ,apuesto y gigante lobo ,al cual hizo creer con fotos de su hija que era una jovencita de 22 años cuando la realidad era mucho más distinta, pese a sus mentiras acordaron verse para cenar en casa de aquel lobo donde se conocerían por primera vez y le revelaría su edad y secreto, pese a que en un principio las cosas eran incómodas ,conforme pasaba la cita ,la cena y la noche aquel lobo se veía más y más atraído hacia la madura y sexy señora ,acabando en una noche larga llena de pasión y placer"
    "La madre de retsuko ,pese a tener un cuerpo increíble a su avanzada edad de 50 años ,siempre mentía sobre su edad a sus citas online ,desde hace meses llevaba chateando con un joven ,apuesto y gigante lobo ,al cual hizo creer con fotos de su hija que era una jovencita de 22 años cuando la realidad era mucho más distinta, pese a sus mentiras acordaron verse para cenar en casa de aquel lobo donde se conocerían por primera vez y le revelaría su edad y secreto, pese a que en un principio las cosas eran incómodas ,conforme pasaba la cita ,la cena y la noche aquel lobo se veía más y más atraído hacia la madura y sexy señora ,acabando en una noche larga llena de pasión y placer"
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    Individual
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  • Quizas no conozca tanto a mis hermanos pero mi madre una vez me dijo que la música nos unía y es verdad porque me encanta cantar, aqui una pequeña demostración

    - Carraspea leve y empieza a cantar una canción que estaba escribiendo

    Different pictures in my style
    Raised up the basic layer
    Pretty volume, raise it up
    Torn jeans and my dangling earrings
    No pointless answers, no
    Just my lunch menu matters
    I just want to talk about a fantasy
    Let's escape from reality

    What’s your favorite hobby?
    When you ask, my breath goes crazy, oh, dancing for me
    No matter what they say
    Living freely like I’m lucky, just doing my thing
    Oh my God

    Life is so good, life is so good (what's so bad, so I)

    - Termina tirando el microfono y lo toma con su otra mano con estilo

    Esto es muy bueno
    Quizas no conozca tanto a mis hermanos pero mi madre una vez me dijo que la música nos unía y es verdad porque me encanta cantar, aqui una pequeña demostración - Carraspea leve y empieza a cantar una canción que estaba escribiendo Different pictures in my style Raised up the basic layer Pretty volume, raise it up Torn jeans and my dangling earrings No pointless answers, no Just my lunch menu matters I just want to talk about a fantasy Let's escape from reality What’s your favorite hobby? When you ask, my breath goes crazy, oh, dancing for me No matter what they say Living freely like I’m lucky, just doing my thing Oh my God Life is so good, life is so good (what's so bad, so I) - Termina tirando el microfono y lo toma con su otra mano con estilo Esto es muy bueno
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  • Ayude a una madre con una pequeña niña a dar a luz. Fue un momento muy hermoso para mí
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  • "Caminando con los Muertos" (Extra)

    Noche de luna nueva, la segunda desde el final del invierno, el bosque bajo la guardia del brujo se encuentra bañado en la más profunda oscuridad. La luna le ha dado la espalda al sol, esta noche, estas tierras le pertenecen a ella y a la primavera infantil, a sus hijas, incluso a las que ya no están cuyo eco resuena aún en los oídos de aquellos que les deseen escuchar... y en el destino de aquellos que se ganaron su rencor.

    El brujo está presente porque se lo permiten, porque se le necesita y porque habrá de servir. En su piel desnuda van marcados los símbolos de su familia, de los guerreros que abren caminos y los guardianes del hogar, de la energía que engendra y el cazador que provee, del fuego que no quema, que protege y abriga, que arde y compra con su vida la supervivencia de los suyos.

    Bajo sus pies, un circulo de invocación se dibuja en el fango maloliente. Ni siquiera los insectos se atreven a acercarse, las líneas profundas irradian la sensación de la muerte prematura.

    La luna de esta noche le susurra palabras de libertad a los oídos de las criaturas no muertas, pero tampoco vivas, les invita a recorrer una vez más las tierras, como bruma espectral. Es ese momento, esa brecha entre el nacimiento y el fallecimiento que una vez dio paso a la muerte de la niña y al nacimiento del demonio, lo que también abre las puertas a los fantasmas de las mujeres de su familia, brujas generosas que aceptaron acudir al llamado de su hijo, primo, sobrino, nieto...

    El brujo se arrodilla en el centro del círculo y agacha la cabeza. Frente a él hay un cuerpo, una joven maldita, un vientre herido por la desnaturalización, infértil; ella está cansada y desea abandonar, desea terminar su ciclo fuera de la vista de una sociedad de moral ficticia que está lejos de comprenderle, ella yace arrodillada frente a él, nerviosa y abrumada, pero también decidida y en paz consigo misma.

    — Tranquila, te prometo que no sentirás nada. Ellas conocen tu dolor y no permitirán que se repita —le susurra el brujo, con voz cálida y protectora.

    Los huesos malditos están hundidos en la ciénaga, ellas y él están en la orilla.
    En el agua estancada la encontró, al agua estancada le regresó.

    El pantano no siente rencor hacia la muerte, al contrario, le da la bienvenida en un abrazo cariñoso que cuida y atesora cada fibra, cada pedacito de carne cadavérica. Y donde hay muerte y putrefacción, también se acomoda el demonio y el pecado. Ni siquiera ellos son rechazados por el pantano.

    Cuando el brujo cierra los ojos y extiende los brazos a sus lados, como entregándose a las mujeres suyas, el ritual da comienzo. De sus manos brotan llamas que avanzan hacia sus hombros y más allá.

    — Ante el ojo vacío de la Madre Primera le ofrezco la semilla que cayó en tierra dañada, el alma quebrada, el fuego que purifica. Recibe a esta, tu hija mutilada, acúnala en tus brazos como la madre debió tener y no como la que le negó el fruto, y le daré a su alma la oportunidad de cobrar todas sus deudas.

    La joven, atenta a cada palabra que sale de la boca del brujo, sonríe, y los fantasmas de las mujeres alrededor también le sonríen justo antes de empezar a cantar en una lengua antigua y pagana.

    Las llamas se extienden a través del cuerpo del brujo, tocan el suelo lodoso y conectan con la joven. Ella grita de espanto al ver sus piernas desnudas ardiendo, pero pronto se da cuenta de que no siente dolor alguno, sólo el éxtasis de la mujer libre de cadenas. Su cuerpo se consume en las llamas entre risas de histeria, sus brazos se alzan al cielo y hacia la luna invisible.

    La hija regresa junto a su verdadera madre.

    El fuego no se apaga, baila alrededor del brujo cuando este se pone de pie y camina, pasando por encima de los restos ardientes de la joven, para acercarse a la ciénaga. Ni siquiera se apaga mientras, en medio del fervor de las mujeres fantasmas, sus piernas se hunden en el agua estancada.

    El brujo recuerda, como si hubiera sido ayer, aquella vez que tuvo a Side entre sus brazos temblando de placer, cada vez que esa voz susurrante le llamó "monstruo", los labios dulces que acariciando los suyos.

    Ella, el eco de un ciclo interrumpido, pero que jamás debió ser detenido, es la dueña de los huesos que yacen bajo el agua estancada adonde también van a parar las lágrimas del brujo tras caer de sus mejillas.

    El fuego no se apaga, tampoco ilumina demasiado, la oscuridad es sobrecogedora, excepto por la pequeña chispa que brota de los restos de la joven quemada. Las fantasmas la llaman, le señalan el camino: "sigue el fuego", le dicen, "sigue el fuego". Y así lo hace, dejándose llevar por el rastro que dejó el brujo, "sigue el fuego", la pequeña semilla avanza, "sigue el fuego", hay cientos de criaturas de la noche negra y el submundo que querrían devorarla, "sigue el fuego y estarás a salvo", porque las fantasmas la protegen.

    Tolek se agacha para tocar los huesos y contagiarle sus llamas, el agua le llega hasta los hombros, la pequeña alma levita, se desliza confiando en el fuego, ese que siempre acompañó a las brujas, y se apropia de los huesos marchitos.

    El fango del fondo reconoce la nueva vida, resuena con esta, responde a la guía de las fantasmas y a las intenciones del brujo, quien también comienza a recitar un conjuro con el que cubre a los huesos por raíces en un abrazo protector, raíces que pronto se convierten en un grueso tallo palpitante que crece, poco a poco, hacia la superficie, mientras otros más pequeños se transforman en hojas gigantes, aunque no verdes sino negras como las sombras, sombras que ni la luz del fuego del brujo pueden doblegar, sombras de esencia demoníaca.

    Un loto color del ébano se alza por encima de la superficie, cerrado y ardiendo en llamas, palpita con la nueva vida que guarda en su interior.

    El brujo lo contempla, su ceño se frunce con el peso de la extrañeza: el loto está cerrado, ¿Tendrá que esperar?

    Esperará. Las llamas arderán cuanto haga falta, alimentarán a las raíces oscuras cuanto haga falta, consumirán lo que haga falta.

    #ElBrujoCojo 𝖭𝗼𝘣𝗼𝖽𝘆
    "Caminando con los Muertos" (Extra) Noche de luna nueva, la segunda desde el final del invierno, el bosque bajo la guardia del brujo se encuentra bañado en la más profunda oscuridad. La luna le ha dado la espalda al sol, esta noche, estas tierras le pertenecen a ella y a la primavera infantil, a sus hijas, incluso a las que ya no están cuyo eco resuena aún en los oídos de aquellos que les deseen escuchar... y en el destino de aquellos que se ganaron su rencor. El brujo está presente porque se lo permiten, porque se le necesita y porque habrá de servir. En su piel desnuda van marcados los símbolos de su familia, de los guerreros que abren caminos y los guardianes del hogar, de la energía que engendra y el cazador que provee, del fuego que no quema, que protege y abriga, que arde y compra con su vida la supervivencia de los suyos. Bajo sus pies, un circulo de invocación se dibuja en el fango maloliente. Ni siquiera los insectos se atreven a acercarse, las líneas profundas irradian la sensación de la muerte prematura. La luna de esta noche le susurra palabras de libertad a los oídos de las criaturas no muertas, pero tampoco vivas, les invita a recorrer una vez más las tierras, como bruma espectral. Es ese momento, esa brecha entre el nacimiento y el fallecimiento que una vez dio paso a la muerte de la niña y al nacimiento del demonio, lo que también abre las puertas a los fantasmas de las mujeres de su familia, brujas generosas que aceptaron acudir al llamado de su hijo, primo, sobrino, nieto... El brujo se arrodilla en el centro del círculo y agacha la cabeza. Frente a él hay un cuerpo, una joven maldita, un vientre herido por la desnaturalización, infértil; ella está cansada y desea abandonar, desea terminar su ciclo fuera de la vista de una sociedad de moral ficticia que está lejos de comprenderle, ella yace arrodillada frente a él, nerviosa y abrumada, pero también decidida y en paz consigo misma. — Tranquila, te prometo que no sentirás nada. Ellas conocen tu dolor y no permitirán que se repita —le susurra el brujo, con voz cálida y protectora. Los huesos malditos están hundidos en la ciénaga, ellas y él están en la orilla. En el agua estancada la encontró, al agua estancada le regresó. El pantano no siente rencor hacia la muerte, al contrario, le da la bienvenida en un abrazo cariñoso que cuida y atesora cada fibra, cada pedacito de carne cadavérica. Y donde hay muerte y putrefacción, también se acomoda el demonio y el pecado. Ni siquiera ellos son rechazados por el pantano. Cuando el brujo cierra los ojos y extiende los brazos a sus lados, como entregándose a las mujeres suyas, el ritual da comienzo. De sus manos brotan llamas que avanzan hacia sus hombros y más allá. — Ante el ojo vacío de la Madre Primera le ofrezco la semilla que cayó en tierra dañada, el alma quebrada, el fuego que purifica. Recibe a esta, tu hija mutilada, acúnala en tus brazos como la madre debió tener y no como la que le negó el fruto, y le daré a su alma la oportunidad de cobrar todas sus deudas. La joven, atenta a cada palabra que sale de la boca del brujo, sonríe, y los fantasmas de las mujeres alrededor también le sonríen justo antes de empezar a cantar en una lengua antigua y pagana. Las llamas se extienden a través del cuerpo del brujo, tocan el suelo lodoso y conectan con la joven. Ella grita de espanto al ver sus piernas desnudas ardiendo, pero pronto se da cuenta de que no siente dolor alguno, sólo el éxtasis de la mujer libre de cadenas. Su cuerpo se consume en las llamas entre risas de histeria, sus brazos se alzan al cielo y hacia la luna invisible. La hija regresa junto a su verdadera madre. El fuego no se apaga, baila alrededor del brujo cuando este se pone de pie y camina, pasando por encima de los restos ardientes de la joven, para acercarse a la ciénaga. Ni siquiera se apaga mientras, en medio del fervor de las mujeres fantasmas, sus piernas se hunden en el agua estancada. El brujo recuerda, como si hubiera sido ayer, aquella vez que tuvo a Side entre sus brazos temblando de placer, cada vez que esa voz susurrante le llamó "monstruo", los labios dulces que acariciando los suyos. Ella, el eco de un ciclo interrumpido, pero que jamás debió ser detenido, es la dueña de los huesos que yacen bajo el agua estancada adonde también van a parar las lágrimas del brujo tras caer de sus mejillas. El fuego no se apaga, tampoco ilumina demasiado, la oscuridad es sobrecogedora, excepto por la pequeña chispa que brota de los restos de la joven quemada. Las fantasmas la llaman, le señalan el camino: "sigue el fuego", le dicen, "sigue el fuego". Y así lo hace, dejándose llevar por el rastro que dejó el brujo, "sigue el fuego", la pequeña semilla avanza, "sigue el fuego", hay cientos de criaturas de la noche negra y el submundo que querrían devorarla, "sigue el fuego y estarás a salvo", porque las fantasmas la protegen. Tolek se agacha para tocar los huesos y contagiarle sus llamas, el agua le llega hasta los hombros, la pequeña alma levita, se desliza confiando en el fuego, ese que siempre acompañó a las brujas, y se apropia de los huesos marchitos. El fango del fondo reconoce la nueva vida, resuena con esta, responde a la guía de las fantasmas y a las intenciones del brujo, quien también comienza a recitar un conjuro con el que cubre a los huesos por raíces en un abrazo protector, raíces que pronto se convierten en un grueso tallo palpitante que crece, poco a poco, hacia la superficie, mientras otros más pequeños se transforman en hojas gigantes, aunque no verdes sino negras como las sombras, sombras que ni la luz del fuego del brujo pueden doblegar, sombras de esencia demoníaca. Un loto color del ébano se alza por encima de la superficie, cerrado y ardiendo en llamas, palpita con la nueva vida que guarda en su interior. El brujo lo contempla, su ceño se frunce con el peso de la extrañeza: el loto está cerrado, ¿Tendrá que esperar? Esperará. Las llamas arderán cuanto haga falta, alimentarán a las raíces oscuras cuanto haga falta, consumirán lo que haga falta. #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
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  • L'autre côté de la médialle
    Categoría Slice of Life
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones.

    -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio.

    -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería.

    Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo.

    Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz.

    -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo.

    -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta.

    -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar.

    -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse.

    -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice.

    -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina.

    -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files.

    -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo.

    -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar.

    "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba.

    Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible.

    Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino.

    El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar.

    -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión.

    -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas.

    -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música.

    -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga.

    - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club.

    Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas.

    -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos.

    https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones. -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio. -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería. Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo. Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz. -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo. -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta. -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar. -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse. -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice. -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina. -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files. -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo. -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar. "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba. Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible. Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino. El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar. -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión. -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas. -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música. -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga. - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club. Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas. -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos. https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
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  • Los sueños humanos han sido mi peor condena, no he dejado de repetir esa escena cada noche, cuando la necesidad terrenal me obliga a cerrar los ojos y adentrarme en ese mundo de tortura...
    Los sentimientos humanos consumen mi cuerpo desde dentro ¿Habrá para mí peor castigo?
    Desde el día de mi destierro he sufrido la presencia del recuerdo, esa alucinación que me carcome la conciencia y destroza mi espíritu.

    ¿Por qué? Madre...¿Por qué permitiste que me hicieran esto?
    ¿No soy acaso en esta existencia tu más preciado tesoro?

    Hoy, en la tierra y sin lugar al cual escapar de este cuerpo, frente al reflejo de este rostro que no es mío, el pecho me arde tan profundamente que en mi reina el impulso de desgarrar cada centímetro...de esta piel que no es mía....
    Los sueños humanos han sido mi peor condena, no he dejado de repetir esa escena cada noche, cuando la necesidad terrenal me obliga a cerrar los ojos y adentrarme en ese mundo de tortura... Los sentimientos humanos consumen mi cuerpo desde dentro ¿Habrá para mí peor castigo? Desde el día de mi destierro he sufrido la presencia del recuerdo, esa alucinación que me carcome la conciencia y destroza mi espíritu. ¿Por qué? Madre...¿Por qué permitiste que me hicieran esto? ¿No soy acaso en esta existencia tu más preciado tesoro? Hoy, en la tierra y sin lugar al cual escapar de este cuerpo, frente al reflejo de este rostro que no es mío, el pecho me arde tan profundamente que en mi reina el impulso de desgarrar cada centímetro...de esta piel que no es mía....
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  • Reto de los dioses divinos , LOS DIOSES GRIEGOS
    - sé que no soy popular, te diré quién soy: ...-

    Me llamo Hestia, soy la diosa del hogar y la familia, mi dominio es simple pero muy importante. un hogar es un refugio seguro donde vive una familia, y una familia es un matrimonio de un hombre con una mujer teniendo como fruto de su unión a sus hijos con amor y responsabilidad. Esta es una fórmula simple pero inmutable, si alguno de esos factores se altera simplemente ya no es un hogar verdadero, un hogar verdadero es la base de cualquier civilización, el hogar de un hombre, su mujer y sus hijos es el modelo de familia real no existen otras variables, es el único que garantiza estabilidad y continuidad.

    El hombre es el proveedor. Su deber es salir al mundo, trabajar y traer el sustento para su familia. Es el pilar que protege y da seguridad, asegurándose de que su esposa y sus hijos nunca carezcan de nada. Su fuerza y ​​determinación sostienen el hogar, y su esfuerzo es el reflejo de su amor y compromiso con su familia.

    Nosotras las mujeres somos el corazón del hogar. Nuestra labor es cuidar de los hijos, enseñarles con paciencia y ternura, mantener la casa en armonía y atender a nuestros esposos en todas sus necesidades, de día ... Y de noche, nos aseguramos de que ellos este satisfechos y felices con nosotras, los hombres regresan del trabajo esperando un refugio de paz. Su presencia llena la casa de calidez, la dedicación de el hombre y la mujer en complementación y equilibrio mantiene el orden, y su amor une a todos los miembros de la familia. Sin eso, el hogar carece de vida.

    Los hijos crecen en este equilibrio, aprendiendo de su padre la fortaleza y de su madre la ternura. Con la influencia de las figuras paterna y materna en conjunto se forman seres humanos realmente sanos mental , física y espiritualmente , No hay otra formula. Así ha sido desde el principio de los tiempos, y así será por siempre.
    Reto de los dioses divinos , LOS DIOSES GRIEGOS - sé que no soy popular, te diré quién soy: ...- Me llamo Hestia, soy la diosa del hogar y la familia, mi dominio es simple pero muy importante. un hogar es un refugio seguro donde vive una familia, y una familia es un matrimonio de un hombre con una mujer teniendo como fruto de su unión a sus hijos con amor y responsabilidad. Esta es una fórmula simple pero inmutable, si alguno de esos factores se altera simplemente ya no es un hogar verdadero, un hogar verdadero es la base de cualquier civilización, el hogar de un hombre, su mujer y sus hijos es el modelo de familia real no existen otras variables, es el único que garantiza estabilidad y continuidad. El hombre es el proveedor. Su deber es salir al mundo, trabajar y traer el sustento para su familia. Es el pilar que protege y da seguridad, asegurándose de que su esposa y sus hijos nunca carezcan de nada. Su fuerza y ​​determinación sostienen el hogar, y su esfuerzo es el reflejo de su amor y compromiso con su familia. Nosotras las mujeres somos el corazón del hogar. Nuestra labor es cuidar de los hijos, enseñarles con paciencia y ternura, mantener la casa en armonía y atender a nuestros esposos en todas sus necesidades, de día ... Y de noche, nos aseguramos de que ellos este satisfechos y felices con nosotras, los hombres regresan del trabajo esperando un refugio de paz. Su presencia llena la casa de calidez, la dedicación de el hombre y la mujer en complementación y equilibrio mantiene el orden, y su amor une a todos los miembros de la familia. Sin eso, el hogar carece de vida. Los hijos crecen en este equilibrio, aprendiendo de su padre la fortaleza y de su madre la ternura. Con la influencia de las figuras paterna y materna en conjunto se forman seres humanos realmente sanos mental , física y espiritualmente , No hay otra formula. Así ha sido desde el principio de los tiempos, y así será por siempre.
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  • Bosque encantado
    Categoría Original
    Elixen había salido de la ciudad por un rato, tanta aglomeración de personas lo habían asfixiado, claro, el no estaba acostumbrado a ellos y todo tan de repente lo hacia huir.

    Con sus alas voló hacia el cielo y con rapidez llegó a su destino, un bosque, tan tranquilo como peligroso, lleno de animales, se sentiría Blancanieves si hubieran enanitos. . . Aunque, no era tan solo un bosque, era una tierra mágica, en cuanto posó sus pies allí pudo sentir todas las vibras no humanas que habían.

    Por un momento los animales se habían asustado pero el con total delicadeza se acercó a ellos hasta tomarles confianza, se dio cuenta que allí podía estar en su formal natural, un ángel mitad humano pero su lado humano estaba lejos de el, ya que su madre lo había criado.

    - Quizás quedarme un rato aquí sea bueno, por lo menos para relajar mi mente. -
    Elixen había salido de la ciudad por un rato, tanta aglomeración de personas lo habían asfixiado, claro, el no estaba acostumbrado a ellos y todo tan de repente lo hacia huir. Con sus alas voló hacia el cielo y con rapidez llegó a su destino, un bosque, tan tranquilo como peligroso, lleno de animales, se sentiría Blancanieves si hubieran enanitos. . . Aunque, no era tan solo un bosque, era una tierra mágica, en cuanto posó sus pies allí pudo sentir todas las vibras no humanas que habían. Por un momento los animales se habían asustado pero el con total delicadeza se acercó a ellos hasta tomarles confianza, se dio cuenta que allí podía estar en su formal natural, un ángel mitad humano pero su lado humano estaba lejos de el, ya que su madre lo había criado. - Quizás quedarme un rato aquí sea bueno, por lo menos para relajar mi mente. -
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    Individual
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  • Conviviendo entre mortales
    Fandom Mortal kombat
    Categoría Videojuegos
    Bajo el mismo cielo.
    Fangjiang — Earthrrealm.
    (Autoconclusivo)


    El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud.

    Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar.

    La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó.

    Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos.

    A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad.

    Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía.


    —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible.


    No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo.

    Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes.


    Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría.


    —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella.


    Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio.


    —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo.


    —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas.

    Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle.


    Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
    Bajo el mismo cielo. Fangjiang — Earthrrealm. (Autoconclusivo) El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud. Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar. La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó. Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos. A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad. Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía. —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible. No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo. Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes. Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría. —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella. Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio. —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo. —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas. Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle. Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
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  • **Página 845 del Diario de Caelard**

    *La tinta es fina. El trazo, limpio. Pero algunas gotas parecen haber caído de sus dedos... como si hubiera dudado en escribirlas.*

    *"Hoy caminé más allá del castillo. Mis pies me llevaron al claro donde los árboles no me cubren, y el sol me alcanzó. No lo esperaba. No me escondí.*

    Sentí su calor, no como una amenaza, sino como un recuerdo que no sabía que guardaba. No dolía. Me envolvía. Y por un segundo, no fui una sombra, ni el eco de un linaje que arrastra condenas.

    Fui solo Caelard.

    No el hijo del vampiro. No el vigilante nocturno. Solo… yo.

    Y en ese instante, pensé en ti, madre. En tus manos frías cuando acariciaban mi cabello y me decías que algún día caminaría bajo la luz sin miedo. Pensé en ti también, padre, y en esa espada que me dejaste como única herencia: siempre envuelta en oscuridad… pero firme, leal.

    Quizá no nací para tener paz. Pero si la encuentro, aunque sea un respiro entre batallas, quiero recordar que fue real.

    Hoy lo fue.

    Y eso… eso me basta por ahora."*
    **Página 845 del Diario de Caelard** *La tinta es fina. El trazo, limpio. Pero algunas gotas parecen haber caído de sus dedos... como si hubiera dudado en escribirlas.* *"Hoy caminé más allá del castillo. Mis pies me llevaron al claro donde los árboles no me cubren, y el sol me alcanzó. No lo esperaba. No me escondí.* Sentí su calor, no como una amenaza, sino como un recuerdo que no sabía que guardaba. No dolía. Me envolvía. Y por un segundo, no fui una sombra, ni el eco de un linaje que arrastra condenas. Fui solo Caelard. No el hijo del vampiro. No el vigilante nocturno. Solo… yo. Y en ese instante, pensé en ti, madre. En tus manos frías cuando acariciaban mi cabello y me decías que algún día caminaría bajo la luz sin miedo. Pensé en ti también, padre, y en esa espada que me dejaste como única herencia: siempre envuelta en oscuridad… pero firme, leal. Quizá no nací para tener paz. Pero si la encuentro, aunque sea un respiro entre batallas, quiero recordar que fue real. Hoy lo fue. Y eso… eso me basta por ahora."*
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