Shoko hojeaba una vieja caja sin buscar nada en particular. Entre papeles amarillos, encontró una foto: ella, Gojo, Geto. Sonreían como si el mundo no tuviera garras.

Suspiró, larga y seca, y dejó que el cigarro sin encender colgara de sus labios.

Recordó aquella discusión. La rabia, las palabras que le lanzó a Geto como bisturí:

"La diferencia entre tú y una maldición es que las maldiciones a veces desaparecen."

Y luego, él desapareció. No como una maldición. Como algo más profundo. Más triste.

Shoko se quedó en silencio. No lloró.
Solo guardó la foto y encendió el cigarro.

El humo subió lento, como un recuerdo que no sabe a dónde ir.
Shoko hojeaba una vieja caja sin buscar nada en particular. Entre papeles amarillos, encontró una foto: ella, Gojo, Geto. Sonreían como si el mundo no tuviera garras. Suspiró, larga y seca, y dejó que el cigarro sin encender colgara de sus labios. Recordó aquella discusión. La rabia, las palabras que le lanzó a Geto como bisturí: "La diferencia entre tú y una maldición es que las maldiciones a veces desaparecen." Y luego, él desapareció. No como una maldición. Como algo más profundo. Más triste. Shoko se quedó en silencio. No lloró. Solo guardó la foto y encendió el cigarro. El humo subió lento, como un recuerdo que no sabe a dónde ir.
Me encocora
Me entristece
2
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados