• El baile que cambió todo
    Categoría Contemporáneo
    El vals comenzó con una elegancia casi solemne, y Daphne sintió, otra vez, que todas las miradas del salón caían sobre ella. No la intimidaba pero sí la cansaba. Aun así, cuando el príncipe Friedrich se acercó con esa sonrisa amable y esa cortesía impecable que tanto tranquilizaba a las madres de Londres, ella respondió como se esperaba de una dama.

    Él tenía intención. Seria. Clara.

    Y Daphne lo sabía.

    El príncipe extendió la mano hacia ella con una delicadeza que rozaba la ternura.

    —¿Me permitiría este baile, señorita Bridgerton?

    Una parte de ella (obediente) estaba lista para aceptarlo. El príncipe era un buen hombre. Respetuoso. Educado. Admirado. Todo lo que cualquiera podría desear para un matrimonio ventajoso… y quizá incluso para una vida tranquila.

    Daphne alzó la mano para tomar la suya.
    El vals comenzó con una elegancia casi solemne, y Daphne sintió, otra vez, que todas las miradas del salón caían sobre ella. No la intimidaba pero sí la cansaba. Aun así, cuando el príncipe Friedrich se acercó con esa sonrisa amable y esa cortesía impecable que tanto tranquilizaba a las madres de Londres, ella respondió como se esperaba de una dama. Él tenía intención. Seria. Clara. Y Daphne lo sabía. El príncipe extendió la mano hacia ella con una delicadeza que rozaba la ternura. —¿Me permitiría este baile, señorita Bridgerton? Una parte de ella (obediente) estaba lista para aceptarlo. El príncipe era un buen hombre. Respetuoso. Educado. Admirado. Todo lo que cualquiera podría desear para un matrimonio ventajoso… y quizá incluso para una vida tranquila. Daphne alzó la mano para tomar la suya.
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  • —¿De dónde carajo sale tanta maldita pelusa? Eres como 70% pelo, por dios. Quédate quieto, al menos.
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  • Lo prometido es deuda... Mis famosas hamburguesas deleitarán tu paladar por esforzarte tanto entrenando!

    - Una pequeña chispa del carbón salta y le cae directo en el costado -

    Auch!!... Eso me pasa por no ponerme más que el delantal
    Lo prometido es deuda... Mis famosas hamburguesas deleitarán tu paladar por esforzarte tanto entrenando! - Una pequeña chispa del carbón salta y le cae directo en el costado - Auch!!... Eso me pasa por no ponerme más que el delantal
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  • 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

    ──────────────────────

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    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • En los corredores del silencio,
    donde la nobleza oculta sus temblores,
    mis manos —frías como mármol antiguo—
    se estremecen al verte llegar.

    No necesitas rozarme;
    tu sola presencia doblega salones enteros.
    Tu mirada, cálida y severa,
    corona mi piel con un fuego discreto,
    el tipo de fuego que solo los condenados
    y los enamorados conocen.
    Mi mente… ah, mi mente,
    juega sucio entre terciopelos y penumbras;
    evoca tu voz como un conjuro heredado,
    desata tu sombra sobre mi cuello
    con apenas cerrar los ojos.

    Y ese ah secreto, íntimo, ancestral,
    vibra entre mis costillas
    como si caminaras a mi lado,
    como si tu esencia reclamara mi destino.

    Pero cuando no te escucho,
    cuando tu silencio colma los pasillos,
    todo se vuelve más pesado,
    más difícil,
    como si el mundo perdiera su linaje
    y mi alma su derecho a respirar.
    En los corredores del silencio, donde la nobleza oculta sus temblores, mis manos —frías como mármol antiguo— se estremecen al verte llegar. No necesitas rozarme; tu sola presencia doblega salones enteros. Tu mirada, cálida y severa, corona mi piel con un fuego discreto, el tipo de fuego que solo los condenados y los enamorados conocen. Mi mente… ah, mi mente, juega sucio entre terciopelos y penumbras; evoca tu voz como un conjuro heredado, desata tu sombra sobre mi cuello con apenas cerrar los ojos. Y ese ah secreto, íntimo, ancestral, vibra entre mis costillas como si caminaras a mi lado, como si tu esencia reclamara mi destino. Pero cuando no te escucho, cuando tu silencio colma los pasillos, todo se vuelve más pesado, más difícil, como si el mundo perdiera su linaje y mi alma su derecho a respirar.
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  • 𝚁𝙴𝚃𝚄𝚁𝙽 𝚃𝙾 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝚃
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda.

    El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador.

    Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido.

    Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta.

    Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia.

    Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así.

    Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija.

    Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza.

    ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello.

    ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá...

    Eve Duvall
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda. El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador. Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido. Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta. Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia. Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así. Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija. Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza. ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello. ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... [TREME.WITCH]
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  • Las vueltas que da la vida.
    Fandom Mahou Tsukai No Yome/OC
    Categoría Slice of Life
    Rol con: ƤɑʍҽƖɑ Ӈɑեzís
    Elías avanzó por el bosque con su paso lento y seguro, sus botas hundiéndose suavemente en la tierra húmeda. La luz filtrada entre los árboles se deslizaba por su figura alta y oscura, resaltando por momentos el brillo marfil de su cráneo óseo. No tenía prisa, el bosque del norte siempre había sido un lugar amable con él, silencioso y amplio, donde los sonidos de las hojas y el viento eran suficiente compañía.

    Llevaba una manta doblada bajo el brazo y una cesta sencilla en la mano, una imagen casi extraña para alguien de su apariencia, pero que él aceptaba con naturalidad. A medida que avanzaba, el ambiente se volvía más luminoso y sereno hasta que, finalmente, el sendero desembocó en un pequeño claro.

    Era un rincón cálido dentro del bosque, la hierba alta mecida por la brisa, un par de flores silvestres blancas destacando entre el verde, y el murmullo suave de un arroyo cercano que rompía el silencio de manera agradable. Un rayo de sol caía directo al centro del claro, como si el lugar hubiera sido preparado para él.

    Elías dejó la cesta con cuidado y extendió la manta sobre la hierba. Se sentó con la espalda recta, las manos apoyadas sobre las rodillas, su cabeza huesuda girando levemente hacia el sendero por el que debía llegar la otra persona.

    Esperaba sin inquietud, simplemente observando cómo el bosque respiraba a su alrededor. —Quizás llegué demasiado pronto... — murmuró, con esa voz profunda y calmada que parecía mezclarse con el propio viento.
    Rol con: [P4M3L4] Elías avanzó por el bosque con su paso lento y seguro, sus botas hundiéndose suavemente en la tierra húmeda. La luz filtrada entre los árboles se deslizaba por su figura alta y oscura, resaltando por momentos el brillo marfil de su cráneo óseo. No tenía prisa, el bosque del norte siempre había sido un lugar amable con él, silencioso y amplio, donde los sonidos de las hojas y el viento eran suficiente compañía. Llevaba una manta doblada bajo el brazo y una cesta sencilla en la mano, una imagen casi extraña para alguien de su apariencia, pero que él aceptaba con naturalidad. A medida que avanzaba, el ambiente se volvía más luminoso y sereno hasta que, finalmente, el sendero desembocó en un pequeño claro. Era un rincón cálido dentro del bosque, la hierba alta mecida por la brisa, un par de flores silvestres blancas destacando entre el verde, y el murmullo suave de un arroyo cercano que rompía el silencio de manera agradable. Un rayo de sol caía directo al centro del claro, como si el lugar hubiera sido preparado para él. Elías dejó la cesta con cuidado y extendió la manta sobre la hierba. Se sentó con la espalda recta, las manos apoyadas sobre las rodillas, su cabeza huesuda girando levemente hacia el sendero por el que debía llegar la otra persona. Esperaba sin inquietud, simplemente observando cómo el bosque respiraba a su alrededor. —Quizás llegué demasiado pronto... — murmuró, con esa voz profunda y calmada que parecía mezclarse con el propio viento.
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La llama que por fin encuentra un hogar Pasaron días. Días de ruido. Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente. Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras. La vaina de Shein apenas me daba tregua. Mi cuerpo seguía siendo mío… mi mente, no tanto. Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara… acudí a Ryu. No buscaba sabiduría. No buscaba consejos. Buscaba… ella. Su presencia. Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna. Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos. Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro. Me observa. Una vez más, me desarma sin tocarme. Y sin moverse un centímetro, dice: Ryu: —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza. Hay que calmar la mente. O lo perderás todo. Sus palabras me atraviesan como un viento frío. Pero no hieren. Entran… y apagan un poco del incendio. Y por primera vez lo entiendo. No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse. Habla de mí. De no perderme. De que… le importo. Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda. Se calma. Encuentra un centro. No lo pienso. No puedo pensarlo. Me acerco. Despacio. Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper. Y la beso. No es un beso impulsivo. Ni torpe. Ni desesperado. Es… una verdad. Una verdad que por fin se atreve a salir. Y Ryu… me lo devuelve. Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina. Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca. Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días. El primer lugar donde Veythra calla. Donde Arc calla. Donde hasta la luna parece escuchar. Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura: Ryu: —¿Y Akane? La pregunta no me hiere. No me confunde. No me detiene. La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado. Y con esa calma recién encontrada, respondo: Lili: —Siempre fuiste tú. Algo en ella se quiebra suavemente. No por dolor… sino por reconocimiento. Entonces el beso vuelve. Y esta vez no es una confesión. Es una promesa. Las caricias llegan… lentas, cuidadosas. Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez. Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso. No necesito describir el resto. Solo esto: El amor no es un estallido. Ni un incendio. Es un calor profundo. Un refugio. Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación. En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo… no escucho a Veythra. No escucho al Caos. No escucho a Arc. Solo escucho a Ryu. A su respiración. A su risa suave cuando me tiembla la voz. A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo. Esa noche no me consumo. Esa noche… me reconstruyo. Siempre Ryu...
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La llama que por fin encuentra un hogar Pasaron días. Días de ruido. Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente. Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras. La vaina de Shein apenas me daba tregua. Mi cuerpo seguía siendo mío… mi mente, no tanto. Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara… acudí a Ryu. No buscaba sabiduría. No buscaba consejos. Buscaba… ella. Su presencia. Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna. Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos. Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro. Me observa. Una vez más, me desarma sin tocarme. Y sin moverse un centímetro, dice: Ryu: —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza. Hay que calmar la mente. O lo perderás todo. Sus palabras me atraviesan como un viento frío. Pero no hieren. Entran… y apagan un poco del incendio. Y por primera vez lo entiendo. No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse. Habla de mí. De no perderme. De que… le importo. Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda. Se calma. Encuentra un centro. No lo pienso. No puedo pensarlo. Me acerco. Despacio. Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper. Y la beso. No es un beso impulsivo. Ni torpe. Ni desesperado. Es… una verdad. Una verdad que por fin se atreve a salir. Y Ryu… me lo devuelve. Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina. Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca. Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días. El primer lugar donde Veythra calla. Donde Arc calla. Donde hasta la luna parece escuchar. Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura: Ryu: —¿Y Akane? La pregunta no me hiere. No me confunde. No me detiene. La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado. Y con esa calma recién encontrada, respondo: Lili: —Siempre fuiste tú. Algo en ella se quiebra suavemente. No por dolor… sino por reconocimiento. Entonces el beso vuelve. Y esta vez no es una confesión. Es una promesa. Las caricias llegan… lentas, cuidadosas. Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez. Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso. No necesito describir el resto. Solo esto: El amor no es un estallido. Ni un incendio. Es un calor profundo. Un refugio. Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación. En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo… no escucho a Veythra. No escucho al Caos. No escucho a Arc. Solo escucho a Ryu. A su respiración. A su risa suave cuando me tiembla la voz. A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo. Esa noche no me consumo. Esa noche… me reconstruyo. Siempre Ryu...
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    La advertencia de Arc

    Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve.
    No el silencio de Veythra.
    Otro.
    Más profundo.
    Más viejo.

    —Lili…

    La voz no viene de ningún lado.
    Viene de dentro.
    De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones.

    Su tono no es cálido esta vez.
    Es… decepcionado.

    —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura.
    —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
    —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú.

    Mi respiración se corta.

    —No puedo dejar que pase eso…
    —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture.

    La conexión se apaga.
    Y yo corro.


    ---

    Akane… desaparecida de nuevo

    Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho.

    Empujo la puerta.
    Nada.
    Ni rastro.
    Ni aroma.
    Ni sombra.

    —Akane…
    —Akane, por favor…

    El vacío me responde.

    Otra vez.

    La habitación está perfectamente ordenada.
    Demasiado.
    Como si nunca hubiese estado allí.

    Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse:
    me ha dejado sola otra vez.

    Mi garganta se quiebra.

    —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma.

    La segunda punzada llega sin avisar.
    Las lágrimas.

    Primero una.
    Luego todas.

    No quiero llorar.
    No quiero.
    Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí.

    Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele.


    ---

    La mirada de Ryu

    No escucho cuando entra.
    No siento su paso.
    Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa.

    Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí.
    Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados.
    Su sonrisa pequeña.
    Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura.
    Esos ojos dorados.
    Esos ojos que siempre me ven entera.

    Siempre me observa.
    Siempre.

    Pero esta vez no me observa a mí sola.

    También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire.

    Un brillo pasa por los ojos de Ryu.
    Una mezcla de advertencia… y fascinación.
    Ella lo siente.
    Siente a la espada.
    Y siente cómo la espada me altera a mí.

    Yo aprieto los puños.
    No quiero entrenar.
    No quiero ver a nadie.
    No quiero cargar todo esto otra vez.

    Me levanto de golpe, sin mirarla.

    —¡No quiero saber nada!
    Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie!

    Camino rápido, casi corriendo.
    Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol.

    Pero Ryu no se mueve.

    No intenta detenerme.

    Solo me sigue con la mirada…
    su sonrisa ladeada…
    y una preocupación oculta en la curva de sus ojos.

    Porque Ryu sabe.

    Sabe más que yo misma.

    Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también.
    Y que si yo me rompo…
    la espada encontrará la grieta.

    Y el Caos…
    sonríe desde dentro.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La advertencia de Arc Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve. No el silencio de Veythra. Otro. Más profundo. Más viejo. —Lili… La voz no viene de ningún lado. Viene de dentro. De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones. Su tono no es cálido esta vez. Es… decepcionado. —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura. —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú. Mi respiración se corta. —No puedo dejar que pase eso… —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture. La conexión se apaga. Y yo corro. --- Akane… desaparecida de nuevo Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho. Empujo la puerta. Nada. Ni rastro. Ni aroma. Ni sombra. —Akane… —Akane, por favor… El vacío me responde. Otra vez. La habitación está perfectamente ordenada. Demasiado. Como si nunca hubiese estado allí. Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse: me ha dejado sola otra vez. Mi garganta se quiebra. —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma. La segunda punzada llega sin avisar. Las lágrimas. Primero una. Luego todas. No quiero llorar. No quiero. Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí. Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele. --- La mirada de Ryu No escucho cuando entra. No siento su paso. Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa. Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí. Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados. Su sonrisa pequeña. Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura. Esos ojos dorados. Esos ojos que siempre me ven entera. Siempre me observa. Siempre. Pero esta vez no me observa a mí sola. También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire. Un brillo pasa por los ojos de Ryu. Una mezcla de advertencia… y fascinación. Ella lo siente. Siente a la espada. Y siente cómo la espada me altera a mí. Yo aprieto los puños. No quiero entrenar. No quiero ver a nadie. No quiero cargar todo esto otra vez. Me levanto de golpe, sin mirarla. —¡No quiero saber nada! Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie! Camino rápido, casi corriendo. Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol. Pero Ryu no se mueve. No intenta detenerme. Solo me sigue con la mirada… su sonrisa ladeada… y una preocupación oculta en la curva de sus ojos. Porque Ryu sabe. Sabe más que yo misma. Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también. Y que si yo me rompo… la espada encontrará la grieta. Y el Caos… sonríe desde dentro.
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    La advertencia de Arc

    Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve.
    No el silencio de Veythra.
    Otro.
    Más profundo.
    Más viejo.

    —Lili…

    La voz no viene de ningún lado.
    Viene de dentro.
    De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones.

    Su tono no es cálido esta vez.
    Es… decepcionado.

    —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura.
    —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
    —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú.

    Mi respiración se corta.

    —No puedo dejar que pase eso…
    —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture.

    La conexión se apaga.
    Y yo corro.


    ---

    Akane… desaparecida de nuevo

    Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho.

    Empujo la puerta.
    Nada.
    Ni rastro.
    Ni aroma.
    Ni sombra.

    —Akane…
    —Akane, por favor…

    El vacío me responde.

    Otra vez.

    La habitación está perfectamente ordenada.
    Demasiado.
    Como si nunca hubiese estado allí.

    Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse:
    me ha dejado sola otra vez.

    Mi garganta se quiebra.

    —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma.

    La segunda punzada llega sin avisar.
    Las lágrimas.

    Primero una.
    Luego todas.

    No quiero llorar.
    No quiero.
    Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí.

    Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele.


    ---

    La mirada de Ryu

    No escucho cuando entra.
    No siento su paso.
    Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa.

    Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí.
    Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados.
    Su sonrisa pequeña.
    Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura.
    Esos ojos dorados.
    Esos ojos que siempre me ven entera.

    Siempre me observa.
    Siempre.

    Pero esta vez no me observa a mí sola.

    También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire.

    Un brillo pasa por los ojos de Ryu.
    Una mezcla de advertencia… y fascinación.
    Ella lo siente.
    Siente a la espada.
    Y siente cómo la espada me altera a mí.

    Yo aprieto los puños.
    No quiero entrenar.
    No quiero ver a nadie.
    No quiero cargar todo esto otra vez.

    Me levanto de golpe, sin mirarla.

    —¡No quiero saber nada!
    Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie!

    Camino rápido, casi corriendo.
    Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol.

    Pero Ryu no se mueve.

    No intenta detenerme.

    Solo me sigue con la mirada…
    su sonrisa ladeada…
    y una preocupación oculta en la curva de sus ojos.

    Porque Ryu sabe.

    Sabe más que yo misma.

    Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también.
    Y que si yo me rompo…
    la espada encontrará la grieta.

    Y el Caos…
    sonríe desde dentro.
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