• Muy buen día a todos los presentes.
    Espero se encuentren muy bien de salud, son bienvenidos a mi humilde hogar en Tianshan.

    Aquellos que deseen convertir en cultivadores, son bienvenidos, trataré de enseñarles lo mejor posible tal como mi maestra me enseñó a mi.

    Daozhang Xiao Xingchen.
    Muy buen día a todos los presentes. Espero se encuentren muy bien de salud, son bienvenidos a mi humilde hogar en Tianshan. Aquellos que deseen convertir en cultivadores, son bienvenidos, trataré de enseñarles lo mejor posible tal como mi maestra me enseñó a mi. Daozhang Xiao Xingchen.
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  • — HeeSeung había salido a dar un pequeño paseo por las calles de la ciudad, la empresa dónde trabajaba se encontraba actualmente realizando unos negocios en aquel país, al no tener nada que hacer hasta el día siguiente se decidió a dar un paseo.—

    Wow, estás calles son preciosos, sacaré una foto para mandárselo a Mika.

    — Se subió a una rampa para sacar una foto pero terminó tropezando y cayendo al suelo.—

    ¡ Ay!
    — HeeSeung había salido a dar un pequeño paseo por las calles de la ciudad, la empresa dónde trabajaba se encontraba actualmente realizando unos negocios en aquel país, al no tener nada que hacer hasta el día siguiente se decidió a dar un paseo.— Wow, estás calles son preciosos, sacaré una foto para mandárselo a Mika. — Se subió a una rampa para sacar una foto pero terminó tropezando y cayendo al suelo.— ¡ Ay!
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  • ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    Bajo la lluvia incesante, Irina se mantenía inmóvil en el cruce. Su gabardina y bototos siempre negros la cubrían por completo, era una forma inconsciente de estar en luto constante por la pérdida de algo que ni siquiera sabía cuándo había comenzado a morir...su propia relación con el presente.
    ​El semáforo en rojo destellaba intenso sobre el asfalto mojado, un color asfixiante que se reflejaba en sus ojos de un gris cansado de ver lo mismo, fijos en un punto muerto.
    Las personas pasaban a su lado, apenas siluetas borrosas en su campo de visión.
    ​La lluvia golpeaba el paraguas con un sonido tintineante, una banda sonora para el vacío, en su mano, el mango del paraguas era un punto de resistencia. Mantenía una fuerte presión sobre él, la mandíbula levemente tensa...

    Era la única manera de contener la melancolía y el sinsabor de su vida que pugnaban por desbordarse.

    El agua, al caer del paraguas, golpeaba con fuerza una poza a sus pies, y la salpicadura fría en sus tobillos le recordaba que seguía allí, detenida, esperando un color que tardaba demasiado en llegar.
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ Bajo la lluvia incesante, Irina se mantenía inmóvil en el cruce. Su gabardina y bototos siempre negros la cubrían por completo, era una forma inconsciente de estar en luto constante por la pérdida de algo que ni siquiera sabía cuándo había comenzado a morir...su propia relación con el presente. ​El semáforo en rojo destellaba intenso sobre el asfalto mojado, un color asfixiante que se reflejaba en sus ojos de un gris cansado de ver lo mismo, fijos en un punto muerto. Las personas pasaban a su lado, apenas siluetas borrosas en su campo de visión. ​La lluvia golpeaba el paraguas con un sonido tintineante, una banda sonora para el vacío, en su mano, el mango del paraguas era un punto de resistencia. Mantenía una fuerte presión sobre él, la mandíbula levemente tensa... Era la única manera de contener la melancolía y el sinsabor de su vida que pugnaban por desbordarse. El agua, al caer del paraguas, golpeaba con fuerza una poza a sus pies, y la salpicadura fría en sus tobillos le recordaba que seguía allí, detenida, esperando un color que tardaba demasiado en llegar.
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  • "Hoy alguien se ha levantado empalagoso. No consigo que se baje. Parece mentira, con todo lo pequeño que es..."

    Teclea en su móvil y sube la publicación a cierta red social antes de terminar de vestirse y, finalmente, y con un café para llevar en la mano, salir de casa con Brisket. Londres solía ser frio en esa época, pero parecía que el tiempo les había dado una tregua.

    ⸻Vamos, colega...

    El perrito estaba encantado de la vida, caminando de forma acelerada por la acera con sus patitas deslizándose como un dibujo animado.
    "Hoy alguien se ha levantado empalagoso. No consigo que se baje. Parece mentira, con todo lo pequeño que es..." Teclea en su móvil y sube la publicación a cierta red social antes de terminar de vestirse y, finalmente, y con un café para llevar en la mano, salir de casa con Brisket. Londres solía ser frio en esa época, pero parecía que el tiempo les había dado una tregua. ⸻Vamos, colega... El perrito estaba encantado de la vida, caminando de forma acelerada por la acera con sus patitas deslizándose como un dibujo animado.
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  • Si.. soy una hija de perra con las personas que lo merecen...
    No tolero a todos y no todos me aguantan..
    Son solo privilegiados el número que está dentro de mi círculo..
    Así que no jodan..
    Ganense el puesto si no larguense

    - le tocó decir su discurso motivacional a los enfermeros nuevos en el salón central (?) -
    Si.. soy una hija de perra con las personas que lo merecen... No tolero a todos y no todos me aguantan.. Son solo privilegiados el número que está dentro de mi círculo.. Así que no jodan.. Ganense el puesto si no larguense - le tocó decir su discurso motivacional a los enfermeros nuevos en el salón central (?) -
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  • ╰──────┄ °❀ ᴅɪᴀʙᴏʟɪᴄ ᴅᴜᴏ ɪɴʜᴇʀɪᴛᴀɴᴄᴇ
    Fandom Multi
    Categoría Slice of Life
    "A mi niet@:

    Sé que no te veo desde que eres un bebé, pero a tu edad seguramente ya comprendas que no es mi decisión permanecer alejada de la familia. Ellos no me quieren cerca y, para ser sincera, no tengo el valor de enfrentarme a su rechazo. Nunca les gustó los... Negocios que elegí hacer, a pesar de la buena vida que éso les dio cuando fueron más jóvenes.

    No me quejo, pero ahora queda poco para que abandone este mundo y no tengo a quien dejar mi herencia. Tus padres fueron los menos... Desagradables conmigo, aunque de igual forma quemarían mi carta sin siquiera leerla. Por ello te elijo a ti como mi hereder@.

    Prefiero que sea una sorpresa para ti ver lo que te he dejado. Ven a la dirección que incluyo en ésta carta, te prometo que valdrá la pena. No me encontrarás ahí, cuando recibas ésto ya habré abandonado este mundo... En cambio, encontrarás algo que te será más útil que una vieja como yo.

    —Abuela."

    La carta llegó hace poco, dejándote intrigad@. Tu familia nunca ha hablado apenas nada sobre tu abuela, mandándote a callar si hacías alguna pregunta, y negándose a dar ninguna información más allá de que era adinerada y vivía sola en otra ciudad.

    Aparentemente, esta carta representa para ti la oportunidad de hacerte con una vida adinerada, y aunque sientes una vibra rara sobre todo este asunto... ¿Cómo podrías negarte a tomar una herencia a sólo unas horas de distancia?, incluso en el dado caso de que fuese un pequeño terreno y algo de dinero, valdría la pena.

    No esperabas encontrarte con una mansión a las afueras de la ciudad vecina, cercada por altas verjas con un elegante portón decorado con enredaderas. Jardines se extienden frente a ti, minuciosamente cuidados, y hay una lujosa fuente todavía activa en el centro del enorme patio. La fachada de la mansión le da un aspecto caro, casi majestuoso... Pero no terminas de sentirte del todo cómod@, te sientes observad@, y desde hace un rato tu celular no recibe siquiera una barra de señal, impidiéndote navegar por internet o por lo menos hacer una llamada de emergencia.

    Es ahí cuando la doble-puerta de la mansión se abre, dejándote echar un vistazo al enorme salón exquisitamente decorado a través del umbral de la puerta, ahora ocupado por dos figuras que se acomodan para flanquear la entrada.

    Una bajita, de cabellos blancos atados en coletas, cuerpo delgado y una mirada seria en el rostro, mirándote sino con solemnidad, al menos con algo de reverencia. La otra, alta, voluptuosa y de cabellos rosados y sueltos, parece divertida, sonriendo de oreja a oreja. Ambas terriblemente hermosas, pero también.... Raras. Vestidas de sirvienta, con cuernos que emergen a los costados de su cabeza y no sabrías distinguir si son parte de un disfraz extraño, y unas colas negras que salen bajo la falda y se menean con demasiado realismo, las puntas en forma de corazón.

    —¡Nuestr@ nuev@ am@ llegó, Claire!, ¡Preséntanos formalmente!

    Instruyó la más alta de las dos, ruidosamente. La otra rueda los ojos y suspira, negando con la cabeza.

    —Iba a hacerlo sin que dijeras nada, pero arruinaste el dramatismo de la presentación, Chloe. Ah, am@, la anterior dueña nos advirtió de su llegada... Todo ésto es suyo ahora, por favor, pase, le ayudaremos a ponerse cómod@ y a dejarle claro el contenido de su herencia.

    La bajita peliblanca hablaba con deferencia hacia ti, mientras que las palabras dirigidas hacia la otra maid parecían agresivas. Te hizo un gesto con la mano y una reverencia para invitarte a entrar.

    Todo ésto es muy raro, pero con sólo ver la casa puedes oler el dinero que podría llegar a tu bolsillo.
    "A mi niet@: Sé que no te veo desde que eres un bebé, pero a tu edad seguramente ya comprendas que no es mi decisión permanecer alejada de la familia. Ellos no me quieren cerca y, para ser sincera, no tengo el valor de enfrentarme a su rechazo. Nunca les gustó los... Negocios que elegí hacer, a pesar de la buena vida que éso les dio cuando fueron más jóvenes. No me quejo, pero ahora queda poco para que abandone este mundo y no tengo a quien dejar mi herencia. Tus padres fueron los menos... Desagradables conmigo, aunque de igual forma quemarían mi carta sin siquiera leerla. Por ello te elijo a ti como mi hereder@. Prefiero que sea una sorpresa para ti ver lo que te he dejado. Ven a la dirección que incluyo en ésta carta, te prometo que valdrá la pena. No me encontrarás ahí, cuando recibas ésto ya habré abandonado este mundo... En cambio, encontrarás algo que te será más útil que una vieja como yo. —Abuela." La carta llegó hace poco, dejándote intrigad@. Tu familia nunca ha hablado apenas nada sobre tu abuela, mandándote a callar si hacías alguna pregunta, y negándose a dar ninguna información más allá de que era adinerada y vivía sola en otra ciudad. Aparentemente, esta carta representa para ti la oportunidad de hacerte con una vida adinerada, y aunque sientes una vibra rara sobre todo este asunto... ¿Cómo podrías negarte a tomar una herencia a sólo unas horas de distancia?, incluso en el dado caso de que fuese un pequeño terreno y algo de dinero, valdría la pena. No esperabas encontrarte con una mansión a las afueras de la ciudad vecina, cercada por altas verjas con un elegante portón decorado con enredaderas. Jardines se extienden frente a ti, minuciosamente cuidados, y hay una lujosa fuente todavía activa en el centro del enorme patio. La fachada de la mansión le da un aspecto caro, casi majestuoso... Pero no terminas de sentirte del todo cómod@, te sientes observad@, y desde hace un rato tu celular no recibe siquiera una barra de señal, impidiéndote navegar por internet o por lo menos hacer una llamada de emergencia. Es ahí cuando la doble-puerta de la mansión se abre, dejándote echar un vistazo al enorme salón exquisitamente decorado a través del umbral de la puerta, ahora ocupado por dos figuras que se acomodan para flanquear la entrada. Una bajita, de cabellos blancos atados en coletas, cuerpo delgado y una mirada seria en el rostro, mirándote sino con solemnidad, al menos con algo de reverencia. La otra, alta, voluptuosa y de cabellos rosados y sueltos, parece divertida, sonriendo de oreja a oreja. Ambas terriblemente hermosas, pero también.... Raras. Vestidas de sirvienta, con cuernos que emergen a los costados de su cabeza y no sabrías distinguir si son parte de un disfraz extraño, y unas colas negras que salen bajo la falda y se menean con demasiado realismo, las puntas en forma de corazón. —¡Nuestr@ nuev@ am@ llegó, Claire!, ¡Preséntanos formalmente! Instruyó la más alta de las dos, ruidosamente. La otra rueda los ojos y suspira, negando con la cabeza. —Iba a hacerlo sin que dijeras nada, pero arruinaste el dramatismo de la presentación, Chloe. Ah, am@, la anterior dueña nos advirtió de su llegada... Todo ésto es suyo ahora, por favor, pase, le ayudaremos a ponerse cómod@ y a dejarle claro el contenido de su herencia. La bajita peliblanca hablaba con deferencia hacia ti, mientras que las palabras dirigidas hacia la otra maid parecían agresivas. Te hizo un gesto con la mano y una reverencia para invitarte a entrar. Todo ésto es muy raro, pero con sólo ver la casa puedes oler el dinero que podría llegar a tu bolsillo.
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  • Al fin había comenzado el invierno, justo empezó a caer la primera nevada. Después de un rato de observar el blanco paisaje a través de su ventana, se animó a tomar su abrigo y salir a dar una vuelta por la ciudad. Despidiéndose de sus dos consentidos gatos, empezó su andanza por las calles, observando cada luz, cada ventana, cada hoja de árbol siendo cubierta por los pequeños copos de nieve, por un momento se olvidó de la gente a su alrededor, ignoró las miradas, solo eran él y el paisaje. El invierno era de sus estaciones favoritas, lo hacía sentir más cálido, más cerca de sí mismo y de los pocos buenos recuerdos que guardaba en el fondo de su mente.
    Cruzando por las calles y girando en las esquinas sin un rumbo definido al principio, decidió que pasaría por alguna tienda para comprarle algo a sus gatos, algunos ingredientes para nuevas recetas, chocolate en cantidades considerables y una buena botella de vino. El día era maravilloso para él, se sentía a gusto, hoy se encontraba feliz. Se sorprendió a sí mismo al encontrarse pensando en que el día sería mejor si tuviera con quién pasarlo y compartir; hacía tiempo que no sentía ese extraño vacío dentro de él, tan antinatural, algo que por mucho tiempo ha intentado rechazar con fuerza.
    Al fin había comenzado el invierno, justo empezó a caer la primera nevada. Después de un rato de observar el blanco paisaje a través de su ventana, se animó a tomar su abrigo y salir a dar una vuelta por la ciudad. Despidiéndose de sus dos consentidos gatos, empezó su andanza por las calles, observando cada luz, cada ventana, cada hoja de árbol siendo cubierta por los pequeños copos de nieve, por un momento se olvidó de la gente a su alrededor, ignoró las miradas, solo eran él y el paisaje. El invierno era de sus estaciones favoritas, lo hacía sentir más cálido, más cerca de sí mismo y de los pocos buenos recuerdos que guardaba en el fondo de su mente. Cruzando por las calles y girando en las esquinas sin un rumbo definido al principio, decidió que pasaría por alguna tienda para comprarle algo a sus gatos, algunos ingredientes para nuevas recetas, chocolate en cantidades considerables y una buena botella de vino. El día era maravilloso para él, se sentía a gusto, hoy se encontraba feliz. Se sorprendió a sí mismo al encontrarse pensando en que el día sería mejor si tuviera con quién pasarlo y compartir; hacía tiempo que no sentía ese extraño vacío dentro de él, tan antinatural, algo que por mucho tiempo ha intentado rechazar con fuerza.
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  • 𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones.

    Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo.

    El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco.

    ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora…

    Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados.

    Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa.

    En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia.

    Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar.

    Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse.

    Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección.

    Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo.

    Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa.

    Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos.

    Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo.

    Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad.

    «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo».

    Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos.

    Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla.

    ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe.

    Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo.

    El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse.

    Y no las necesitaba.
    𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈 🦀 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones. Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo. El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco. ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora… Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados. Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa. En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia. Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar. Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse. Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección. Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo. Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa. Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos. Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo. Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad. «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo». Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos. Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla. ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe. Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo. El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse. Y no las necesitaba.
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  • Buenas, buenas, ¿Cómo estuvo su día? ,¿Todo bien?
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    Buenas, buenas, ¿Cómo estuvo su día? ,¿Todo bien? Taihou te manda besos,saludos y buenas vibras para que tengas un lunes lleno de buen ánimo ✨🍀
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  • La vida nos ha puesto bastantes pruebas que pudieron acabar en un feo deselance, vivimos lo que es "te amare en más buenas y en las malas" y puedo decir que la vida fue buena para ambos.
    Apesar de todo, nunca soltamos nuestras manos y fuimos valientes ante las adversidades.

    Lo que me da un abrazo en el corazón es cuando apesar de un día complicado, nos dormimos abrazados recordando lo cuánto nos amamos y lo bonito que es ver crecer a nuestros hijos.

    Debí de decir que definitivamente, mi parte favorita del día es cuando sale la luna y solamente somos tu y yo en nuestra cama. Recordando el día que nos conocimos, el primer beso, nuestra boda, tal vez nuestra primera pelea que ahora nos causa humor, el día que nos enteramos que venía nuestro primer bebé. Nuestra cama se ha convertido nuestro refugio intimo, nuestras reconciliaciones, nuestras risas, nuestros momentos de locuras.

    Aaron Mckein Eres el amor de mi vida, eres la persona que cuida mi corazón como si fuera el mayor tesoro. Eres el mejor padre, un padre totalmente amoroso y Cariñoso que ñrotegueria sin pensar a su familia, eres el mejor amigo que pide tener, el que siempre me escucha y está a mi lado. Eres todo lo lindo que siempre soñe, lo que mi corazón siempre deseo.

    Gracias por estar a mi lado, amor mío.
    Solo deseo tener más noches a tu lado y que nuestro amor sea eterno.
    La vida nos ha puesto bastantes pruebas que pudieron acabar en un feo deselance, vivimos lo que es "te amare en más buenas y en las malas" y puedo decir que la vida fue buena para ambos. Apesar de todo, nunca soltamos nuestras manos y fuimos valientes ante las adversidades. Lo que me da un abrazo en el corazón es cuando apesar de un día complicado, nos dormimos abrazados recordando lo cuánto nos amamos y lo bonito que es ver crecer a nuestros hijos. Debí de decir que definitivamente, mi parte favorita del día es cuando sale la luna y solamente somos tu y yo en nuestra cama. Recordando el día que nos conocimos, el primer beso, nuestra boda, tal vez nuestra primera pelea que ahora nos causa humor, el día que nos enteramos que venía nuestro primer bebé. Nuestra cama se ha convertido nuestro refugio intimo, nuestras reconciliaciones, nuestras risas, nuestros momentos de locuras. [Aaron_Mckein] Eres el amor de mi vida, eres la persona que cuida mi corazón como si fuera el mayor tesoro. Eres el mejor padre, un padre totalmente amoroso y Cariñoso que ñrotegueria sin pensar a su familia, eres el mejor amigo que pide tener, el que siempre me escucha y está a mi lado. Eres todo lo lindo que siempre soñe, lo que mi corazón siempre deseo. Gracias por estar a mi lado, amor mío. Solo deseo tener más noches a tu lado y que nuestro amor sea eterno.
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