• Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias.

    Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición.

    Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro.

    El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste?

    Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta.

    Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante.

    En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos.

    Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.

    Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias. Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición. Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro. El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste? Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta. Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante. En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos. Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.
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  • Russo lo entendió, entendió que no importa con cuanta fuerza forcejee o en cuántas excusas pensara; Sus atacantes cumplirían su promesa. Se resignó, bajó los brazos y dejó que su cuerpo quedase colgando. Su último jadeo se llevó el poco oxígeno que quedaba, junto a él se desvanecieron sus últimos pensamientos antes de que el mundo desaparezca ante sus ojos; "Moriré, pero habrá sido por mi propio actuar."


    . . .

    Hansel Russo sueña todas las noches; Sueña con un enorme jardín que está y no está en el mundo, con incontables rosas que se extienden hasta fusionarse con el borde negro de un cielo a oscuras. Russo lo odia, odia ese sueño que es acompañado por el inquietante aleteo de una nube gigante de mariposas blancas. Russo teme ese sueño inquietante donde estatuas sin ojos lo miran dondequiera que vaya. Russo llora, ya que no importa cuántas esculturas troceadas esquive o cuán lejos arrastre esa cadena negra que se enrosca dolorosamente en su cuello; Nunca logra escapar de su vista.


    . . .

    Russo escucha cientos de voces, las cuales entiende a pesar de cuán desordenadas y diversas sean. Escuchó a una mujer recetando pastillas, a un hombre dando las gracias e incluso a una niña deseándole feliz cumpleaños a alguien. Pero no puede ver, una cosa húmeda le impide abrir sus adoloridos párpados. Un olor familiar llega a su nariz, uno que reconoció al instante; Desinfectante, mismo que estaba mezclado con otro producto de limpieza. Él sentía frío, la temperatura era mas baja en comparación a la de su departamento.

    —... Hospital. —Murmuró el adormecido Russo, quien luego suspiró con desgano. Su cabeza procesó poco a poco la nueva información hasta dar con una posible teoría de su situación actual: Aquello que le impide ver debía ser una venda, su humedad podría ser una crema dérmica, y el frío, junto a los aromas, le recuerdan fuertemente a un hospital.

    Estaba hospitalizado, esa era la verdad y se dió cuenta de ello. Otro suspiro escapó de sus labios, estaba un poco aliviado a decir verdad.

    —Señor Russo, veo que ya despertó. — Una voz lo devuelve a la realidad, una que sería desconocida hasta que pudiera volver a ver. —¿Cómo se siente? —

    Así empezó una ronda de preguntas y respuestas, dónde el desconocido le pedía al hospitalizado que fuera menos vago para responder.

    Hansel aprovechó para saber cuánto tiempo estuvo internado, dándose con que estuvo apenas un día allí. También pudo percatarse de que ahora tendría nuevas marcas, ya que sentía la supuesta crema dérmica justo al lado de su boca.










    //Me disculpo ante cualquier error de ortografía-//
    Russo lo entendió, entendió que no importa con cuanta fuerza forcejee o en cuántas excusas pensara; Sus atacantes cumplirían su promesa. Se resignó, bajó los brazos y dejó que su cuerpo quedase colgando. Su último jadeo se llevó el poco oxígeno que quedaba, junto a él se desvanecieron sus últimos pensamientos antes de que el mundo desaparezca ante sus ojos; "Moriré, pero habrá sido por mi propio actuar." . . . Hansel Russo sueña todas las noches; Sueña con un enorme jardín que está y no está en el mundo, con incontables rosas que se extienden hasta fusionarse con el borde negro de un cielo a oscuras. Russo lo odia, odia ese sueño que es acompañado por el inquietante aleteo de una nube gigante de mariposas blancas. Russo teme ese sueño inquietante donde estatuas sin ojos lo miran dondequiera que vaya. Russo llora, ya que no importa cuántas esculturas troceadas esquive o cuán lejos arrastre esa cadena negra que se enrosca dolorosamente en su cuello; Nunca logra escapar de su vista. . . . Russo escucha cientos de voces, las cuales entiende a pesar de cuán desordenadas y diversas sean. Escuchó a una mujer recetando pastillas, a un hombre dando las gracias e incluso a una niña deseándole feliz cumpleaños a alguien. Pero no puede ver, una cosa húmeda le impide abrir sus adoloridos párpados. Un olor familiar llega a su nariz, uno que reconoció al instante; Desinfectante, mismo que estaba mezclado con otro producto de limpieza. Él sentía frío, la temperatura era mas baja en comparación a la de su departamento. —... Hospital. —Murmuró el adormecido Russo, quien luego suspiró con desgano. Su cabeza procesó poco a poco la nueva información hasta dar con una posible teoría de su situación actual: Aquello que le impide ver debía ser una venda, su humedad podría ser una crema dérmica, y el frío, junto a los aromas, le recuerdan fuertemente a un hospital. Estaba hospitalizado, esa era la verdad y se dió cuenta de ello. Otro suspiro escapó de sus labios, estaba un poco aliviado a decir verdad. —Señor Russo, veo que ya despertó. — Una voz lo devuelve a la realidad, una que sería desconocida hasta que pudiera volver a ver. —¿Cómo se siente? — Así empezó una ronda de preguntas y respuestas, dónde el desconocido le pedía al hospitalizado que fuera menos vago para responder. Hansel aprovechó para saber cuánto tiempo estuvo internado, dándose con que estuvo apenas un día allí. También pudo percatarse de que ahora tendría nuevas marcas, ya que sentía la supuesta crema dérmica justo al lado de su boca. //Me disculpo ante cualquier error de ortografía-//
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  • {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza}

    {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows}

    {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin}

    {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo}

    {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos}

    {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
    {Desde que se habia unido al circo su vida era mucho mas divertida. Cada dia era una aventura. Y aunque ganaban lo suficiente para vivir no contaba con muchos lujos. Tampoco era que le hicieran falta. Pero su nueva vida la expuso a la gente del pueblo y sus realidades. Algo que jamas habria experimentado si hubiera continuado su vida como miembro de la nobleza} {Vivir entre la gente de bajos recursos le abrio los ojos a lo injusta que era la sociedad. Con criminales que asaltaban a la gente. Policias ineficientes o muchas veces corruptos. Muchas fueron las veces donde deseo el poder hacer algo al respecto. Concentrando sus esfuerzos en traer sonrisas a la gente durante sus shows} {Sin embargo, esto cambiaria unos años despues. Una tarde en la que se dirigia al hogar que compartia con sus amigos y amigas del circo algo llamo su atencion. Un ruido que provenia de un callejon, algo que desperto su curiosidad y la llevo a investigar que pasaba. Ahi encontro a un hombre sentado contra la pared, con una profunda herida en el vientre y sangrando demasiado. Estaba sujetando un pequeño maletin} {Al ver el rostro del hombre le reconocio casi de inmediato. Era un inventor reconocido dueño de un taller. Lucia tan palido que sabia que no iba a sobrevivir. Aun asi el inventor alzo la vista y con lo que parecia sus ultimas fuerzas presiono su maletin hacia ella pidiendole que se llevara el contenido y no dejara que los hombres que estaban buscandolo pudieran obtenerlo} {Al inicio no supo que hacer pero termino aceptando. Al menos queria darle algo de paz a aquel hombre que iba a fallecer. Y se mantuvo a su lado un par de minutos hasta vio sus ojos cerrarse por ultima vez. Poco despues abrio el maletin para ver el contenido. Que podria ser que le habia costado la vida a alguien? Lo que encontro dentro fue un par de guantes negros. Al inicio no entendio que tenian de especial hasta decidio ponerselos} {En cuanto se habia puesto ambos escucho un sonido casi como una alerta que venian de los mismos guantes. Y un momento despues comenzaron a cambiar convirtiendose en dos grandes guanteletes de metal. Que a pesar de su tamaño y material por alguna razon no le resultaban pesados en absoluto. Vio esto con asombro, y tan rapido como aparecieron volvieron a cambiar en 2 guantes negros. Tenia tantas preguntas pero al oir una serie de pasos acercandose al callejon decidio irse de ahi rapidamente}
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  • Intento ordenar mis pensamientos y en ese momento mis empleados siempre vienen a hacer preguntas.
    Intento ordenar mis pensamientos y en ese momento mis empleados siempre vienen a hacer preguntas.
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  • (Analepsis.)

    "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1

    Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío?

    Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza.

    Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso.

    —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo.

    Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos.

    Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca.

    Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro.

    Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa.

    Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
    (Analepsis.) "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1 Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío? Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza. Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso. —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo. Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos. Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca. Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro. Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa. Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
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  • —Hoy no está entendiendo nada—

    ¿Porqué no iba a poder Emily acercarse a Dean? ¿Desde cuando Sam es tan celoso? Qué de preguntas...


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —Hoy no está entendiendo nada— ¿Porqué no iba a poder Emily acercarse a Dean? ¿Desde cuando Sam es tan celoso? Qué de preguntas... #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Entrada #6708, diario de -Unredacted-
    01/01/1975

    Cuando me di cuenta que la guerra es un negocio? Cuando pense en como sacarle provecho? Y como afecta esto al mundo paranormal? Tres preguntas que dictaminaron el rumbo de mi carrera en la politica marcial. Quieres que te platique mas al respecto?
    Entrada #6708, diario de -Unredacted- 01/01/1975 Cuando me di cuenta que la guerra es un negocio? Cuando pense en como sacarle provecho? Y como afecta esto al mundo paranormal? Tres preguntas que dictaminaron el rumbo de mi carrera en la politica marcial. Quieres que te platique mas al respecto?
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  • Tienes que estar bromeando...


    —Acaba de despertar porque se sintió extraño y al verse lo comprendió...
    Pero era demasiado tarde para hacerse preguntas. Sólo se resignó al hecho de que al parecer ahora era un pony y se fue a seguir durmiendo—




    #HazbinHotel
    Tienes que estar bromeando... —Acaba de despertar porque se sintió extraño y al verse lo comprendió... Pero era demasiado tarde para hacerse preguntas. Sólo se resignó al hecho de que al parecer ahora era un pony y se fue a seguir durmiendo— #HazbinHotel
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  • "Cincela una lágrima de oro en el mural; permuta el perfume de humor de la bilis de un abejorro evanescente".

    Él delinea sinuoso en la mejilla del imberbe, el tatuaje que regentará a su piel de ébano aun en la esclavitud. La escucha de modo creciente. Persigna un símbolo de paganizada acérrima, solícito en el Amor por el árbol del ahorcado ante el que tendió sus mañanas y principios.

    Escupe sobre las psiquiátricas heridas, las teje como parca aunque sea un macho acabado por resplandecer en el homónimo del heraldo silente que punza en su espalda.

    Oh, sus alas de astadas gamas, arremeten en noticias la compañía de una calmada avecilla de ubre colmada de podredumbre láctea. Como la vía láctea, arroja sus silbidos ante la cadencia de la peste y le permite amamantar a la cría; un puñado de monedas del hierro, que mata a los brujos y ambivalentes dromedarios, reposa en el espejo de sus extremidades.

    Las que arropan el excremento de la alimaña que succiona la amalgama de pechos de la santa que le da de comer. La cría tiene cuatro ojos; él seis. Los que contemplan la hazaña de su fábrica de lágrimas y corazones malheridos, captan el quehacer a los muñecos de carne y huesos que modula y lame con sus treinta lenguas. Esbozan un delineo de preguntas.

    ¿Quién recibirá el encargo esta vez?

    "Desconozco el remitente; la carta escrita con sangre azul, verde y amarilla se apropia de mis sueños cada vez que la huelo. Y como si fuera una ilusión olfativa, hiede con espasmos diferentes".

    "¿Cómo si fuese un secreto que retocan en una boca cosida con hilar de putrefactos dedos, de uñas carcomidas por quinientas agujas?".

    Persiste una pausa y, él o ella, contempla a la bruja de ébano y crecidas de luminaria boreal. Sobre sus doce cabezas perdura un objeto de tiempo tan diverso como una acuarela repartida en mil fragmentos sobre cuadros, tejidos, bordados. Es la beldad que le enseñó a pecar de manera original. Con ella rezó y yació en una tienda de ensuciadas pieles de los inmaculados e inmaculadas vírgenes.

    Todos profanados por ella, desde el dintel de sus puertas de piedras preciosas. Visita el templo tantas veces como puede, y alimenta al mismo niño, que no crece porque Amor es lo que falta en el reposo.

    "Dime, eterna redención, ¿perdurarán las lágrimas del infante en tus más macabros planes?".

    Él arropa la mejilla de la cría con un pellizco de su instrumento, y sangra apenas, apenas sangra. Él cercena un dédalo y la cría apenas emite queja; crece, crece, crece la extremidad como si se tratara de un astro recién aparecido.

    Ella lo estudia, canta gorgojos y embelesos de besos a la desgraciada hace mucho tiempo parida por un vientre desdentado. Esa que lubrica de su boca el ácido de una saliva tóxica sólo para mortales.

    "Fábrica lágrimas para él, y yo, delinearé tus labios con pintura en aceite. Te busco y te encuentro en mis sueños; en este portal de tiempo que no avanza eres el único que no me aprecia de mala gana".

    Otro diligente silencio que se asoma entre ellos; ella canta y él prosigue en forjar un cordel de lágrimas. Distinta salinidad, perfume y color. El sentir es diverso, tan arropado en las entrañas de la hembra.

    "¿Cómo lograré alcanzar los cielos si perduramos en este universo terrenal y triste?".

    En Ella se despertó el Amor; en Él la costumbre. En la cría una música ausente venida desde ultramar.
    "Cincela una lágrima de oro en el mural; permuta el perfume de humor de la bilis de un abejorro evanescente". Él delinea sinuoso en la mejilla del imberbe, el tatuaje que regentará a su piel de ébano aun en la esclavitud. La escucha de modo creciente. Persigna un símbolo de paganizada acérrima, solícito en el Amor por el árbol del ahorcado ante el que tendió sus mañanas y principios. Escupe sobre las psiquiátricas heridas, las teje como parca aunque sea un macho acabado por resplandecer en el homónimo del heraldo silente que punza en su espalda. Oh, sus alas de astadas gamas, arremeten en noticias la compañía de una calmada avecilla de ubre colmada de podredumbre láctea. Como la vía láctea, arroja sus silbidos ante la cadencia de la peste y le permite amamantar a la cría; un puñado de monedas del hierro, que mata a los brujos y ambivalentes dromedarios, reposa en el espejo de sus extremidades. Las que arropan el excremento de la alimaña que succiona la amalgama de pechos de la santa que le da de comer. La cría tiene cuatro ojos; él seis. Los que contemplan la hazaña de su fábrica de lágrimas y corazones malheridos, captan el quehacer a los muñecos de carne y huesos que modula y lame con sus treinta lenguas. Esbozan un delineo de preguntas. ¿Quién recibirá el encargo esta vez? "Desconozco el remitente; la carta escrita con sangre azul, verde y amarilla se apropia de mis sueños cada vez que la huelo. Y como si fuera una ilusión olfativa, hiede con espasmos diferentes". "¿Cómo si fuese un secreto que retocan en una boca cosida con hilar de putrefactos dedos, de uñas carcomidas por quinientas agujas?". Persiste una pausa y, él o ella, contempla a la bruja de ébano y crecidas de luminaria boreal. Sobre sus doce cabezas perdura un objeto de tiempo tan diverso como una acuarela repartida en mil fragmentos sobre cuadros, tejidos, bordados. Es la beldad que le enseñó a pecar de manera original. Con ella rezó y yació en una tienda de ensuciadas pieles de los inmaculados e inmaculadas vírgenes. Todos profanados por ella, desde el dintel de sus puertas de piedras preciosas. Visita el templo tantas veces como puede, y alimenta al mismo niño, que no crece porque Amor es lo que falta en el reposo. "Dime, eterna redención, ¿perdurarán las lágrimas del infante en tus más macabros planes?". Él arropa la mejilla de la cría con un pellizco de su instrumento, y sangra apenas, apenas sangra. Él cercena un dédalo y la cría apenas emite queja; crece, crece, crece la extremidad como si se tratara de un astro recién aparecido. Ella lo estudia, canta gorgojos y embelesos de besos a la desgraciada hace mucho tiempo parida por un vientre desdentado. Esa que lubrica de su boca el ácido de una saliva tóxica sólo para mortales. "Fábrica lágrimas para él, y yo, delinearé tus labios con pintura en aceite. Te busco y te encuentro en mis sueños; en este portal de tiempo que no avanza eres el único que no me aprecia de mala gana". Otro diligente silencio que se asoma entre ellos; ella canta y él prosigue en forjar un cordel de lágrimas. Distinta salinidad, perfume y color. El sentir es diverso, tan arropado en las entrañas de la hembra. "¿Cómo lograré alcanzar los cielos si perduramos en este universo terrenal y triste?". En Ella se despertó el Amor; en Él la costumbre. En la cría una música ausente venida desde ultramar.
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    - Yo recuerdo siempre aquel día, cuando era yo un niño que creía en fantasías, le grite a la vida, lanza todo lo que tengas, sin piedad dame la verdad y aparta de mis ojos la mentira, y asi fue, ese dia mis ojos pudieron verlo todo, y vi yo el alma de todos como un reflejo en el espejo por medio de sus ojos, fue una maldicion sincera, y aprendi a no hacer preguntas para no obligar al que estaba a mi lado a mentir, si por un día tu pudieras ver como veo yo, entonces entenderías lo mucho que te amo mi corazón .
    - Yo recuerdo siempre aquel día, cuando era yo un niño que creía en fantasías, le grite a la vida, lanza todo lo que tengas, sin piedad dame la verdad y aparta de mis ojos la mentira, y asi fue, ese dia mis ojos pudieron verlo todo, y vi yo el alma de todos como un reflejo en el espejo por medio de sus ojos, fue una maldicion sincera, y aprendi a no hacer preguntas para no obligar al que estaba a mi lado a mentir, si por un día tu pudieras ver como veo yo, entonces entenderías lo mucho que te amo mi corazón .
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