• Buenos días
    Todos ustedes por aquí y los nueve mundos igual
    Buenos días Todos ustedes por aquí y los nueve mundos igual
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  • Reito: Capítulo I
    Fandom OC/Crossovers
    Categoría Acción
    "Ecos de Sangre"

    La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
    El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
    Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.

    El silencio fue roto por un rugido grave.
    No humano.
    No natural.

    —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.

    De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
    Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
    Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.

    La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
    El aire tembló.
    Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.

    Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
    Los colmillos emergieron.
    Los ojos se encendieron como brasas.

    ☯ *Forma Oni activada.*

    Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
    El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.

    Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
    El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
    Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.

    Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
    Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.

    —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.

    La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
    Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.


    ─────────────────────────────

    El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
    Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
    La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
    Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.

    —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.

    Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
    Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.

    ─────────────────────────────

    Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.

    La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
    Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
    Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.

    Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
    El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.

    —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.

    El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
    Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
    A su lado, un cartel gastado decía:

    *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*

    Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
    Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
    porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
    "Ecos de Sangre" La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual. El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente. Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana. El silencio fue roto por un rugido grave. No humano. No natural. —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra. De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego. Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano. Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces. La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí. El aire tembló. Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse. Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva. Los colmillos emergieron. Los ojos se encendieron como brasas. ☯ *Forma Oni activada.* Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio. El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde. Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana. El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma. Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas. Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia. Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás. —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla. La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos. Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto. ───────────────────────────── El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia. Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse. La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa. Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado. —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz. Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*. Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno. ───────────────────────────── Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m. La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado. Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés. Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio. Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta. El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado. —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir. El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos. Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio. A su lado, un cartel gastado decía: 🩸 *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”* Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación. Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda... porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
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    Había una vez...

    ¿Había una vez? Cada historia empieza de esta forma, y está no será la excepción. Que aburrido pensarás, pero estás son las historias que marcaron y guiaron la niñez de muchos, recuerdos olvidados que se desbloquean ya sea por personajes, nombres, oh las dulces melodías que acompañaban las aventuras de estos mismos, Incluso objetos como una brillante zapatilla de cristal, oh una manzana envenenada....

    La historia que les contaré es sobre dos seres de mundos diferentes, uno vivía en el abismo un mundo colmado por seres que codiciaban el dinero y solo se movían por la codicia de obtener MÁS de lo que sus bolsillos podían contener.

    Y del otro lado, en un mundo de ensueño, lleno de riquezas y paz. Ellos, los eternos eran seres de luz guiados por una madre benevolente ella compartía su propia esencia para bendecir a las nuevas generaciones, todos tenían una parte de su poder... Si no más bien, una parte de ella misma.

    Ciclos "eternos", solo hasta que ella agotó su propia esperanza de vida al dar a luz a su primera y única hija, la que tomaría su lugar a partir de ahora.

    Nadie contaba que la poderosa reina muriera solo segundos después de tomar a su hija en brazos, las grietas que protegía el poder de la difunta reina se abrieron tan rápido como un suspiro y la neblina del otro mundo manchaba el cielo de los eternos, en cosa de minutos aquellos seres llenos de la codicia viva habían tomado parte del reino saqueando hogares y llevando a eternos hacia el otro lado, los altos mandos usaron de su poder para luchar, proteger y lograr que la princesa no fuera dañada, aquel poder que se les otorgó ahora lo devolvieron y lograron hacer retroceder a los oscuros.

    Aquel día fue marcado en la historia y el reino de los eternos aún con su mentalidad de paz y armonía tuvieron que rebobinar algunas cosas si bien ellos no eran seres de guerra aquel peligro inminente de los oscuros los hizo temer y el miedo era el peor aliado... Y ellos lo sabían.

    Los eternos que dieron su vida y la energía de la reina habían caído en batalla tras cerrar las grietas, fueron los primeros héroes... Y sus hijos ahora tenían sus antiguos cargos, ellos se convirtieron en guerreros y aprendieron a manipular el poder que ahora la aún joven princesa les otorgo igual que su madre ella estaba dando de su propio ser la luz bendita a quienes necesitaban.

    Era una dulce chica de 19 años y pronto a sus 20 sería coronada ella miraba el mundo con otros ojos, ella deseaba conocer más que solo su pueblo y su armonioso reino, deseaba poder hacer las paces con ese mundo oscuro tras el cielo, pero esa mentalidad la llevo a cometer el pero error de su vida...

    Matar a quien amas, oh ser asesinada por quien amas... Eran solo dos opciones, pero ella tomo una tercera por él... Ella decidió que ambos mundos debían arder, ambos debían desaparecer ¿Cómo llego un alma tan pura en convertirse en algo peor que los mismos oscuros?

    Había una vez... ¿Había una vez? Cada historia empieza de esta forma, y está no será la excepción. Que aburrido pensarás, pero estás son las historias que marcaron y guiaron la niñez de muchos, recuerdos olvidados que se desbloquean ya sea por personajes, nombres, oh las dulces melodías que acompañaban las aventuras de estos mismos, Incluso objetos como una brillante zapatilla de cristal, oh una manzana envenenada.... La historia que les contaré es sobre dos seres de mundos diferentes, uno vivía en el abismo un mundo colmado por seres que codiciaban el dinero y solo se movían por la codicia de obtener MÁS de lo que sus bolsillos podían contener. Y del otro lado, en un mundo de ensueño, lleno de riquezas y paz. Ellos, los eternos eran seres de luz guiados por una madre benevolente ella compartía su propia esencia para bendecir a las nuevas generaciones, todos tenían una parte de su poder... Si no más bien, una parte de ella misma. Ciclos "eternos", solo hasta que ella agotó su propia esperanza de vida al dar a luz a su primera y única hija, la que tomaría su lugar a partir de ahora. Nadie contaba que la poderosa reina muriera solo segundos después de tomar a su hija en brazos, las grietas que protegía el poder de la difunta reina se abrieron tan rápido como un suspiro y la neblina del otro mundo manchaba el cielo de los eternos, en cosa de minutos aquellos seres llenos de la codicia viva habían tomado parte del reino saqueando hogares y llevando a eternos hacia el otro lado, los altos mandos usaron de su poder para luchar, proteger y lograr que la princesa no fuera dañada, aquel poder que se les otorgó ahora lo devolvieron y lograron hacer retroceder a los oscuros. Aquel día fue marcado en la historia y el reino de los eternos aún con su mentalidad de paz y armonía tuvieron que rebobinar algunas cosas si bien ellos no eran seres de guerra aquel peligro inminente de los oscuros los hizo temer y el miedo era el peor aliado... Y ellos lo sabían. Los eternos que dieron su vida y la energía de la reina habían caído en batalla tras cerrar las grietas, fueron los primeros héroes... Y sus hijos ahora tenían sus antiguos cargos, ellos se convirtieron en guerreros y aprendieron a manipular el poder que ahora la aún joven princesa les otorgo igual que su madre ella estaba dando de su propio ser la luz bendita a quienes necesitaban. Era una dulce chica de 19 años y pronto a sus 20 sería coronada ella miraba el mundo con otros ojos, ella deseaba conocer más que solo su pueblo y su armonioso reino, deseaba poder hacer las paces con ese mundo oscuro tras el cielo, pero esa mentalidad la llevo a cometer el pero error de su vida... Matar a quien amas, oh ser asesinada por quien amas... Eran solo dos opciones, pero ella tomo una tercera por él... Ella decidió que ambos mundos debían arder, ambos debían desaparecer ¿Cómo llego un alma tan pura en convertirse en algo peor que los mismos oscuros?
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  • SAGA DE LA INFANTERÍA MÓVIL: RECLUTAMIENTO
    Fandom Tropas del espacio
    Categoría Acción

    ¿CREES QUE EL UNIVERSO ES TUYO?

    ¡DEMÚESTRALO!

    Enfrenta lo desconocido.
    Protege a los que no pueden.
    Lucha por algo más grande que tú.

    No somos máquinas.
    No somos monstruos.
    Somos humanos. Y eso basta.

    ¡Haz tu parte!
    ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL!
    Siempre hay un Centro de Reclutamiento cerca de ti.

    ---

    Arenga de reclutamiento de la Infantería Móvil

    > ¿Crees que el universo te debe algo? No. El universo no da nada. Pero tú puedes tomar tu lugar en él.
    >
    > En las ciudades de neón, donde la guerra se libra entre datos y sombras, nuestros operadores caminan invisibles, protegiendo lo que tú llamas hogar.
    > En los castillos incendiados, donde el pasado se niega a morir, nuestros jinetes del fuego cabalgan entre ruinas, enfrentando lo que otros temen nombrar.
    > En los templos de piedra y acero, donde la estrategia es ley, nuestros comandantes trazan el destino de mundos enteros con una sola orden.
    > Y en las fronteras donde la tecnología se mezcla con la tradición, nuestros caballeros tácticos luchan con honor, porque saben que la humanidad no es solo carne: es idea, es voluntad.
    >
    > La Infantería Móvil no es solo un ejército. Es una promesa.
    > Una promesa de que el servicio no es esclavitud, sino libertad.
    > Una promesa de que la ciudadanía no se hereda: se conquista.
    > Una promesa de que tú puedes ser más que espectador. Puedes ser protagonista.
    >
    > ¿Estás listo para dejar de mirar y empezar a actuar?
    > ¿Estás listo para enfrentar lo desconocido, no como víctima, sino como soldado?
    >
    > ¡Adelante! ¡Haz tu parte!
    > ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL!
    > El servicio garantiza la ciudadanía.

    ---

    Manifiesto de la Infantería Móvil

    > Somos humanos. Y eso basta.
    > No somos máquinas. No somos monstruos. No somos dioses.
    > Somos carne, hueso, voluntad.
    > Y con eso enfrentamos lo imposible.

    > No luchamos por gloria. Luchamos por legado.
    > Por los que aún no han nacido.
    > Por los que no pueden defenderse.
    > Por los que creen que el universo puede ser compartido.

    > La tecnología es nuestra herramienta, no nuestro amo.
    > Las armas evolucionan. Nosotros decidimos.
    > No nos fusionamos con el enemigo. No nos convertimos en él.
    > Porque si dejamos de ser humanos para ganar, entonces ya hemos perdido.

    > El servicio garantiza la ciudadanía.
    > No porque la guerra sea noble, sino porque el sacrificio sí lo es.
    > No porque matar sea justo, sino porque proteger sí lo es.
    > No porque seamos perfectos, sino porque elegimos luchar por algo más grande que nosotros.

    > Somos la Infantería Móvil.
    > Y mientras uno de nosotros respire,
    > la humanidad no caerá.

    ---

    *Ese era el texto del panfleto de propaganda y reclutamiento de la Infantería Móvil que era fácil conseguir en las calles.
    Hace años que Shinn se había unido, y por sus años de servicio y experiencia ahora ostentaba el grado de capitán de escuadrón.
    Con el tiempo, pudo convencer a sus amigos de unirse. Y cada uno supo aprovechar su destreza en los diferentes tipos de combate con que los soldados son adiestrados...
    ¿Quieres venir a formar parte de nuestra aventura?*
    ¿CREES QUE EL UNIVERSO ES TUYO? ¡DEMÚESTRALO! Enfrenta lo desconocido. Protege a los que no pueden. Lucha por algo más grande que tú. No somos máquinas. No somos monstruos. Somos humanos. Y eso basta. ¡Haz tu parte! ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL! Siempre hay un Centro de Reclutamiento cerca de ti. --- 🪖 Arenga de reclutamiento de la Infantería Móvil > ¿Crees que el universo te debe algo? No. El universo no da nada. Pero tú puedes tomar tu lugar en él. > > En las ciudades de neón, donde la guerra se libra entre datos y sombras, nuestros operadores caminan invisibles, protegiendo lo que tú llamas hogar. > En los castillos incendiados, donde el pasado se niega a morir, nuestros jinetes del fuego cabalgan entre ruinas, enfrentando lo que otros temen nombrar. > En los templos de piedra y acero, donde la estrategia es ley, nuestros comandantes trazan el destino de mundos enteros con una sola orden. > Y en las fronteras donde la tecnología se mezcla con la tradición, nuestros caballeros tácticos luchan con honor, porque saben que la humanidad no es solo carne: es idea, es voluntad. > > La Infantería Móvil no es solo un ejército. Es una promesa. > Una promesa de que el servicio no es esclavitud, sino libertad. > Una promesa de que la ciudadanía no se hereda: se conquista. > Una promesa de que tú puedes ser más que espectador. Puedes ser protagonista. > > ¿Estás listo para dejar de mirar y empezar a actuar? > ¿Estás listo para enfrentar lo desconocido, no como víctima, sino como soldado? > > ¡Adelante! ¡Haz tu parte! > ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL! > El servicio garantiza la ciudadanía. --- 🪖 Manifiesto de la Infantería Móvil > Somos humanos. Y eso basta. > No somos máquinas. No somos monstruos. No somos dioses. > Somos carne, hueso, voluntad. > Y con eso enfrentamos lo imposible. > No luchamos por gloria. Luchamos por legado. > Por los que aún no han nacido. > Por los que no pueden defenderse. > Por los que creen que el universo puede ser compartido. > La tecnología es nuestra herramienta, no nuestro amo. > Las armas evolucionan. Nosotros decidimos. > No nos fusionamos con el enemigo. No nos convertimos en él. > Porque si dejamos de ser humanos para ganar, entonces ya hemos perdido. > El servicio garantiza la ciudadanía. > No porque la guerra sea noble, sino porque el sacrificio sí lo es. > No porque matar sea justo, sino porque proteger sí lo es. > No porque seamos perfectos, sino porque elegimos luchar por algo más grande que nosotros. > Somos la Infantería Móvil. > Y mientras uno de nosotros respire, > la humanidad no caerá. --- *Ese era el texto del panfleto de propaganda y reclutamiento de la Infantería Móvil que era fácil conseguir en las calles. Hace años que Shinn se había unido, y por sus años de servicio y experiencia ahora ostentaba el grado de capitán de escuadrón. Con el tiempo, pudo convencer a sus amigos de unirse. Y cada uno supo aprovechar su destreza en los diferentes tipos de combate con que los soldados son adiestrados... ¿Quieres venir a formar parte de nuestra aventura?*
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  • Aikaterine Ouro ℭ𝔢𝔯𝔢𝔰 𝔉𝔞𝔲𝔫𝔞 ᴳᵘᵃʳᵈⁱᵃⁿᵃ ᵈᵉ ˡᵃ ᴺᵃᵗᵘʳᵃˡᵉᶻᵃ

    *La cálida brisa roza su piel mientras Sana, con una gran sonrisa, se acerca a sus dos compañeras y las rodea con sus brazos extendidos, rebosante de energía solar.*

    —¡Hehehe~! ¡Cuánto tiempo sin verlas tan juntas! ¡La naturaleza, el tiempo y el espacio, reunidas otra vez!

    *Aprieta el abrazo con cariño, aunque con tanta fuerza que una de ellas se queja entre risas.*

    —Ah… perdón, olvidé que mi entusiasmo puede ser un poco… gravitacional, jejeje. Pero en serio, las extrañé mucho. El universo se siente mucho más brillante cuando estamos así.

    *Inclina la cabeza, su sonrisa se vuelve más suave.*

    —Prometamos que, sin importar cuántos mundos o eras pasen, seguiremos encontrándonos… una y otra vez.
    [Mercenary1x] [Ceres3] *La cálida brisa roza su piel mientras Sana, con una gran sonrisa, se acerca a sus dos compañeras y las rodea con sus brazos extendidos, rebosante de energía solar.* —¡Hehehe~! ¡Cuánto tiempo sin verlas tan juntas! ¡La naturaleza, el tiempo y el espacio, reunidas otra vez! *Aprieta el abrazo con cariño, aunque con tanta fuerza que una de ellas se queja entre risas.* —Ah… perdón, olvidé que mi entusiasmo puede ser un poco… gravitacional, jejeje. Pero en serio, las extrañé mucho. El universo se siente mucho más brillante cuando estamos así. *Inclina la cabeza, su sonrisa se vuelve más suave.* —Prometamos que, sin importar cuántos mundos o eras pasen, seguiremos encontrándonos… una y otra vez.
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  • *En el vasto manto estelar, donde los planetas giran como luciérnagas danzantes, Sana flotaba tranquila, con una sonrisa luminosa mientras sostenía un pequeño orbe que brillaba con vida propia.*

    -El universo nunca deja de sorprenderme… —susurró, girando lentamente el planeta entre sus dedos—. Tan pequeño, y aun así lleno de historias, sueños, y corazones latiendo sin cesar.

    *Sus ojos se suavizan, reflejando nebulosas de colores infinitos.*

    -A veces me pregunto si todos esos mundos recuerdan que están hechos de la misma luz… Quizás… eso sea lo más bonito del cosmos.

    *Una risita ligera escapa de sus labios, mientras su cabello ondea entre las estrellas, como si el espacio mismo respirara junto a ella.*

    -Bueno, ¡sería aburrido si todo fuera igual! Así que… sigamos creando, ¿sí? Que cada rincón del universo tenga su propia chispa de vida.


    *En el vasto manto estelar, donde los planetas giran como luciérnagas danzantes, Sana flotaba tranquila, con una sonrisa luminosa mientras sostenía un pequeño orbe que brillaba con vida propia.* -El universo nunca deja de sorprenderme… —susurró, girando lentamente el planeta entre sus dedos—. Tan pequeño, y aun así lleno de historias, sueños, y corazones latiendo sin cesar. *Sus ojos se suavizan, reflejando nebulosas de colores infinitos.* -A veces me pregunto si todos esos mundos recuerdan que están hechos de la misma luz… Quizás… eso sea lo más bonito del cosmos. *Una risita ligera escapa de sus labios, mientras su cabello ondea entre las estrellas, como si el espacio mismo respirara junto a ella.* -Bueno, ¡sería aburrido si todo fuera igual! Así que… sigamos creando, ¿sí? Que cada rincón del universo tenga su propia chispa de vida.
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  • -nyx habia creado su propio mundos de sombra donde era la soberana donde hace 16 años atras antes que naciera , alli estaba y habitaba el clan de los vampiros ya no existia mas donde estaban extintos, sola y sin aliados.-

    -nyx habia creado su propio mundos de sombra donde era la soberana donde hace 16 años atras antes que naciera , alli estaba y habitaba el clan de los vampiros ya no existia mas donde estaban extintos, sola y sin aliados.-
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  • ✧ La Muerte de Elaenya, Diosa del Alba ✧

    En los días en que los dioses aún caminaban entre los rayos del firmamento, el Cielo Eterno era una sinfonía de luz, armonía y creación. Los ríos de oro líquido corrían por los mármoles blancos del Trono Solar; las constelaciones danzaban al compás de los cánticos divinos; y en el centro de todo, como la primera chispa de vida, reinaban Caelis y Elaenya, los consortes del amanecer y del trueno.

    Ella era la Luz del Principio, la que despertaba a los mundos con el roce de su aliento. Tenía el cabello del color del trigo bañado en fuego, ojos como dos soles inmóviles y un corazón que ardía con la pasión de todo lo vivo. Era intensa, caprichosa, emocional hasta las lágrimas, y por eso, tan profundamente humana a los ojos de su esposo.
    Caelis, en cambio, era el equilibrio: el eco del rayo, la tempestad que preserva el orden destruyendo lo que amenaza el ciclo. Su voz contenía la furia de los relámpagos, pero cuando hablaba con ella, se convertía en una brisa serena.

    Juntos gobernaron eras. Cada amanecer era un beso; cada tormenta, una caricia disfrazada de rugido. Pero los dioses, tan altos como frágiles, olvidan que la eternidad exige sacrificios.

    Fue en la Guerra de los Cielos, cuando las fuerzas del Vacío —criaturas nacidas de la Nada, sin rostro ni alma— cruzaron los límites del firmamento. Los tronos temblaron, las estrellas sangraron, y Elaenya, impulsiva y valerosa, descendió al campo de batalla sin esperar el decreto del Consejo Celestial. Caelis la siguió, pero llegó tarde.

    Cuando la encontró, la diosa de la luz ya había roto su divinidad para sellar la grieta que el Vacío había abierto entre los mundos.
    El sacrificio era irreversible.
    Y el precio, insoportable.

    La escena era indescriptible.
    El cielo, antes inmaculado, se hallaba cubierto por un crepúsculo perpetuo. El suelo divino estaba cubierto de plumas blancas chamuscadas, fragmentos de vidrio celestial y pétalos marchitos. En el centro de aquel santuario destrozado, Elaenya yacía entre los restos de su propia creación. Su resplandor —aquel que alguna vez despertaba soles— se deshacía en motas doradas que el viento dispersaba lentamente.

    Caelis cayó de rodillas.
    El trueno que retumbó al hacerlo rompió los cristales del cielo.

    Tomó su cuerpo entre los brazos, sintiendo cómo la calidez divina se disipaba de su piel.
    Las lágrimas —algo que un dios jamás debía conocer— comenzaron a rodar por su rostro. Cada una caía al suelo con el sonido del metal quebrándose.

    —Elaenya… —su voz fue apenas un susurro.
    Los labios de ella se movieron, temblando.
    —No llores por mí, amor mío. La luz no muere. Solo… cambia de forma.

    Sus palabras, ligeras como el polvo de las estrellas, se apagaron antes de llegar a su oído.
    Caelis la sostuvo más fuerte, desesperado por retenerla en sus brazos, pero la divinidad no puede ser apresada. La piel de Elaenya se convirtió en polvo luminoso; su cabello se transformó en ríos dorados que ascendían al cielo; su última mirada, en una promesa que lo condenaría para siempre.

    Entonces el trueno rugió.

    El cielo entero se fracturó en mil relámpagos. Los templos sagrados se derrumbaron; las constelaciones giraron erráticas; los coros celestiales enmudecieron. Los dioses contemplaron horrorizados cómo Caelis, el guardián del orden, se convertía en tempestad pura.

    —¡Ninguno de ustedes se atreva a tocarla! —bramó.
    Sus alas, de un blanco inmaculado, se tornaron negras como la tormenta.
    Los rayos cayeron en cascada, cruzando el firmamento, y el mar de las estrellas se tornó gris.

    Los altos señores del Cielo le suplicaron que se detuviera, pero su dolor era más grande que su poder.
    Los relámpagos formaron una cúpula alrededor del cuerpo que ya no existía.
    Y en el silencio posterior, solo quedó el eco del juramento que marcaría el fin de una era:

    —Si el Cielo exige que amemos solo dentro de sus leyes, que el Cielo mismo se derrumbe.

    Los dioses lo declararon traidor.
    Pero él ya no los escuchaba.

    Cuando la última chispa de Elaenya ascendió, Caelis extendió una mano hacia ella… y en su lugar, cayó.
    Su descenso fue como un eclipse: un dios de luz cayendo en un mar de sombras.
    Los vientos de la creación se estremecieron mientras cruzaba las capas del firmamento, dejando tras de sí un sendero de fuego azul.

    Los mortales, abajo, lo vieron como una estrella ardiendo en el horizonte.
    Ninguno supo que lo que contemplaban no era una estrella, sino un dios roto.

    Cuando el impacto estremeció la tierra, Caelis abrió los ojos entre ceniza y lluvia.
    Por primera vez, el trueno no lo obedecía.
    Su divinidad se había fragmentado junto con su alma.

    Y así comenzó su exilio.
    Un dios que alguna vez gobernó los cielos, ahora perdido entre hombres que no lo recordaban.
    El amor lo había humanizado.
    La pérdida lo había condenado.

    El Cielo nunca volvió a ser el mismo.
    Desde aquel día, el amanecer brilla con un matiz dorado y triste —el último suspiro de Elaenya, que aún acaricia la tierra en busca de su amado.

    Y cuando la tormenta ruge con furia desmedida, los sabios dicen que es Caelis Veyrith, clamando al firmamento que le devuelva la única luz que el universo no debió apagar.
    ✧ La Muerte de Elaenya, Diosa del Alba ✧ En los días en que los dioses aún caminaban entre los rayos del firmamento, el Cielo Eterno era una sinfonía de luz, armonía y creación. Los ríos de oro líquido corrían por los mármoles blancos del Trono Solar; las constelaciones danzaban al compás de los cánticos divinos; y en el centro de todo, como la primera chispa de vida, reinaban Caelis y Elaenya, los consortes del amanecer y del trueno. Ella era la Luz del Principio, la que despertaba a los mundos con el roce de su aliento. Tenía el cabello del color del trigo bañado en fuego, ojos como dos soles inmóviles y un corazón que ardía con la pasión de todo lo vivo. Era intensa, caprichosa, emocional hasta las lágrimas, y por eso, tan profundamente humana a los ojos de su esposo. Caelis, en cambio, era el equilibrio: el eco del rayo, la tempestad que preserva el orden destruyendo lo que amenaza el ciclo. Su voz contenía la furia de los relámpagos, pero cuando hablaba con ella, se convertía en una brisa serena. Juntos gobernaron eras. Cada amanecer era un beso; cada tormenta, una caricia disfrazada de rugido. Pero los dioses, tan altos como frágiles, olvidan que la eternidad exige sacrificios. Fue en la Guerra de los Cielos, cuando las fuerzas del Vacío —criaturas nacidas de la Nada, sin rostro ni alma— cruzaron los límites del firmamento. Los tronos temblaron, las estrellas sangraron, y Elaenya, impulsiva y valerosa, descendió al campo de batalla sin esperar el decreto del Consejo Celestial. Caelis la siguió, pero llegó tarde. Cuando la encontró, la diosa de la luz ya había roto su divinidad para sellar la grieta que el Vacío había abierto entre los mundos. El sacrificio era irreversible. Y el precio, insoportable. La escena era indescriptible. El cielo, antes inmaculado, se hallaba cubierto por un crepúsculo perpetuo. El suelo divino estaba cubierto de plumas blancas chamuscadas, fragmentos de vidrio celestial y pétalos marchitos. En el centro de aquel santuario destrozado, Elaenya yacía entre los restos de su propia creación. Su resplandor —aquel que alguna vez despertaba soles— se deshacía en motas doradas que el viento dispersaba lentamente. Caelis cayó de rodillas. El trueno que retumbó al hacerlo rompió los cristales del cielo. Tomó su cuerpo entre los brazos, sintiendo cómo la calidez divina se disipaba de su piel. Las lágrimas —algo que un dios jamás debía conocer— comenzaron a rodar por su rostro. Cada una caía al suelo con el sonido del metal quebrándose. —Elaenya… —su voz fue apenas un susurro. Los labios de ella se movieron, temblando. —No llores por mí, amor mío. La luz no muere. Solo… cambia de forma. Sus palabras, ligeras como el polvo de las estrellas, se apagaron antes de llegar a su oído. Caelis la sostuvo más fuerte, desesperado por retenerla en sus brazos, pero la divinidad no puede ser apresada. La piel de Elaenya se convirtió en polvo luminoso; su cabello se transformó en ríos dorados que ascendían al cielo; su última mirada, en una promesa que lo condenaría para siempre. Entonces el trueno rugió. El cielo entero se fracturó en mil relámpagos. Los templos sagrados se derrumbaron; las constelaciones giraron erráticas; los coros celestiales enmudecieron. Los dioses contemplaron horrorizados cómo Caelis, el guardián del orden, se convertía en tempestad pura. —¡Ninguno de ustedes se atreva a tocarla! —bramó. Sus alas, de un blanco inmaculado, se tornaron negras como la tormenta. Los rayos cayeron en cascada, cruzando el firmamento, y el mar de las estrellas se tornó gris. Los altos señores del Cielo le suplicaron que se detuviera, pero su dolor era más grande que su poder. Los relámpagos formaron una cúpula alrededor del cuerpo que ya no existía. Y en el silencio posterior, solo quedó el eco del juramento que marcaría el fin de una era: —Si el Cielo exige que amemos solo dentro de sus leyes, que el Cielo mismo se derrumbe. Los dioses lo declararon traidor. Pero él ya no los escuchaba. Cuando la última chispa de Elaenya ascendió, Caelis extendió una mano hacia ella… y en su lugar, cayó. Su descenso fue como un eclipse: un dios de luz cayendo en un mar de sombras. Los vientos de la creación se estremecieron mientras cruzaba las capas del firmamento, dejando tras de sí un sendero de fuego azul. Los mortales, abajo, lo vieron como una estrella ardiendo en el horizonte. Ninguno supo que lo que contemplaban no era una estrella, sino un dios roto. Cuando el impacto estremeció la tierra, Caelis abrió los ojos entre ceniza y lluvia. Por primera vez, el trueno no lo obedecía. Su divinidad se había fragmentado junto con su alma. Y así comenzó su exilio. Un dios que alguna vez gobernó los cielos, ahora perdido entre hombres que no lo recordaban. El amor lo había humanizado. La pérdida lo había condenado. El Cielo nunca volvió a ser el mismo. Desde aquel día, el amanecer brilla con un matiz dorado y triste —el último suspiro de Elaenya, que aún acaricia la tierra en busca de su amado. Y cuando la tormenta ruge con furia desmedida, los sabios dicen que es Caelis Veyrith, clamando al firmamento que le devuelva la única luz que el universo no debió apagar.
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  • —Ehehe... ¿Sabías que el universo también tiene un corazón? Late despacio, muy despacio, tan suave que solo puede sentirse cuando uno se detiene a escuchar de verdad.

    *-cierra los ojos y sonríe, dejando que su energía irradie luz dorada-*

    -Yo puedo oírlo a veces... cada estrella es como un pequeño latido, cada galaxia una respiración.
    ¿No es hermoso pensar que todos somos parte de ese gran ritmo? Tú, yo, incluso este pequeño planeta flotando entre infinitos mundos.
    Así que... sonríe, ¿sí? Porque mientras lo hagas, el cosmos seguirá bailando contigo.
    —Ehehe... ¿Sabías que el universo también tiene un corazón? Late despacio, muy despacio, tan suave que solo puede sentirse cuando uno se detiene a escuchar de verdad. *-cierra los ojos y sonríe, dejando que su energía irradie luz dorada-* -Yo puedo oírlo a veces... cada estrella es como un pequeño latido, cada galaxia una respiración. ¿No es hermoso pensar que todos somos parte de ese gran ritmo? Tú, yo, incluso este pequeño planeta flotando entre infinitos mundos. Así que... sonríe, ¿sí? Porque mientras lo hagas, el cosmos seguirá bailando contigo.
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  • Aikaterine Ouro
    (sonriendo mientras flota en la palma de Aikaterine):

    -¡Aikaterine! ¡Mira, puedo verme así de pequeñita! Jeje~
    ¿No es adorable? Puedo explorar tus mundos desde aquí, ¡cada rincón parece enorme

    (ríe suavemente y mira hacia arriba con brillo en los ojos)

    -¿Sabes? Extrañaba verte sonreír así... parece que el tiempo no ha cambiado tu luz.
    Aunque yo pueda manipular el cosmos, tú siempre fuiste quien le dio significado.

    * Sana inclina la cabeza con un aire juguetón, pero su voz se suaviza:*

    -A veces pienso que… incluso las estrellas se vuelven más cálidas cuando estás cerca.
    Así que... prométeme que no desaparecerás tan pronto esta vez, ¿sí?
    [Mercenary1x] (sonriendo mientras flota en la palma de Aikaterine): -¡Aikaterine! ¡Mira, puedo verme así de pequeñita! Jeje~ ¿No es adorable? Puedo explorar tus mundos desde aquí, ¡cada rincón parece enorme (ríe suavemente y mira hacia arriba con brillo en los ojos) -¿Sabes? Extrañaba verte sonreír así... parece que el tiempo no ha cambiado tu luz. Aunque yo pueda manipular el cosmos, tú siempre fuiste quien le dio significado. * Sana inclina la cabeza con un aire juguetón, pero su voz se suaviza:* -A veces pienso que… incluso las estrellas se vuelven más cálidas cuando estás cerca. Así que... prométeme que no desaparecerás tan pronto esta vez, ¿sí?
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