• Ave Basilia
    Vestigia
    Renacido entregado

    Dime tú, que vez en mi que yo no veo aún, renacido soy en tu sonrisa, inspirado en tus latidos, soñador del único deseo verdadero ser tuyo y amarte hasta los huesos, te diré no tengo un pasado que ofrecer, me olvidé de el, me pinche con una rosa azul y me olvidé de lo que hice y lo que fuí antes de ti, yo soy testigo de tesoros, pero de prodigios pocos, de amores muchos, pero a la verdad, a la legítima verdad, nunca lo he dado todo, porque siempre tengo mi ojo en la espalda y mi mano en la espada esperando la apuñalada, así soy, así fuí, porque me entrego renacido, renovado, envenenado del olvido, con ilusiones que tienen de esperanza no convertirse en desilusiones, es del alma mía lo que siento, es de mi propio yo la pasión que te ofrezco, va más lejos de ser un simple jugador, va más lejos que todo y distante de todo, pero perpetuo, ha locuras me provocas, yo el que sueña siempre con la silueta de tu boca, esa imagen que me despierta, esa imagen que me hace dormir, si es por mi haré cenizas el mundo y crearé uno nuevo, si es por ti yo perdonaré el mundo y me iré a un lugar en paz donde su perversión no nos alcance, eso quisiera, aveces creo que no es posible pero si tú lo creés yo entonces te seguiré y aprenderé de ti lo bueno, y también lo malo, porque sé nada es perfecto y nada como deseas pero siempre te sorprende y esa la llevo como bandera, te amare tormenta, te amare desierto, te amare mi primavera, eres semejante a la luna, reflejas un brillo de mi y ocultas una cara que creés que me puede herir, pero ya que, si todo lo que he pasado no me ha matado ya nada me matará, viviré el tiempo que deba y después abrazaré mi eternidad, espero verte del otro lado, conociendo mundos, aprendiendo Miles de cosas, sin morir, sin extrañar las noches que desperdiciamos sin estar abrazados, mujer mía renace con migo todos los días, perdona mis faltas y los días en los cuales mis acciones te ofendieron, soy una bestia así me conociste, y si te pido disculpas es porque ya no soy el mismo, claro he cambiado y lo que soy aún no lo conoces, y lo que seré mañana será una sorpresa, y así será hasta que me alcance la existencia .
    Ave Basilia Vestigia Renacido entregado Dime tú, que vez en mi que yo no veo aún, renacido soy en tu sonrisa, inspirado en tus latidos, soñador del único deseo verdadero ser tuyo y amarte hasta los huesos, te diré no tengo un pasado que ofrecer, me olvidé de el, me pinche con una rosa azul y me olvidé de lo que hice y lo que fuí antes de ti, yo soy testigo de tesoros, pero de prodigios pocos, de amores muchos, pero a la verdad, a la legítima verdad, nunca lo he dado todo, porque siempre tengo mi ojo en la espalda y mi mano en la espada esperando la apuñalada, así soy, así fuí, porque me entrego renacido, renovado, envenenado del olvido, con ilusiones que tienen de esperanza no convertirse en desilusiones, es del alma mía lo que siento, es de mi propio yo la pasión que te ofrezco, va más lejos de ser un simple jugador, va más lejos que todo y distante de todo, pero perpetuo, ha locuras me provocas, yo el que sueña siempre con la silueta de tu boca, esa imagen que me despierta, esa imagen que me hace dormir, si es por mi haré cenizas el mundo y crearé uno nuevo, si es por ti yo perdonaré el mundo y me iré a un lugar en paz donde su perversión no nos alcance, eso quisiera, aveces creo que no es posible pero si tú lo creés yo entonces te seguiré y aprenderé de ti lo bueno, y también lo malo, porque sé nada es perfecto y nada como deseas pero siempre te sorprende y esa la llevo como bandera, te amare tormenta, te amare desierto, te amare mi primavera, eres semejante a la luna, reflejas un brillo de mi y ocultas una cara que creés que me puede herir, pero ya que, si todo lo que he pasado no me ha matado ya nada me matará, viviré el tiempo que deba y después abrazaré mi eternidad, espero verte del otro lado, conociendo mundos, aprendiendo Miles de cosas, sin morir, sin extrañar las noches que desperdiciamos sin estar abrazados, mujer mía renace con migo todos los días, perdona mis faltas y los días en los cuales mis acciones te ofendieron, soy una bestia así me conociste, y si te pido disculpas es porque ya no soy el mismo, claro he cambiado y lo que soy aún no lo conoces, y lo que seré mañana será una sorpresa, y así será hasta que me alcance la existencia .
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  • - Llega la noche y las puertas del hazbin hotel se abre para el evento del año -

    BUENAS NOCHES DAMAS Y CABALLEROS ESTA NOCHE NUESTRO FAMOSO HAZBIN HOTEL ABREN SUS PUERTAS AL PUBLICO INFERNAL Y DE OTROS MUNDOS A ESTE EVENTO DE MASCARAS !!!!

    YO ALASTOR SU FIEL ANFITRION LOS GUIARE A QUE DISFRUTEN ESTA NOCHE SEAN BIENVENIDOS!!!


    -Los invitados llegaban emocionados ya que nadie se negaba a un evento de máscaras -
    - Llega la noche y las puertas del hazbin hotel se abre para el evento del año - BUENAS NOCHES DAMAS Y CABALLEROS ESTA NOCHE NUESTRO FAMOSO HAZBIN HOTEL ABREN SUS PUERTAS AL PUBLICO INFERNAL Y DE OTROS MUNDOS A ESTE EVENTO DE MASCARAS !!!! YO ALASTOR SU FIEL ANFITRION LOS GUIARE A QUE DISFRUTEN ESTA NOCHE SEAN BIENVENIDOS!!! -Los invitados llegaban emocionados ya que nadie se negaba a un evento de máscaras -
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  • - A qué nos dedicamos los Basilios, bueno.. conquistamos mundos, tomamos planetas para nosotros, aveces vacíos y en ocasiones habitados, destruimos todo y a todo lo que encontramos, luego lo quemamos y comenzamos a plantar y crear vida nueva, usando lo que alguna vez fue como sacrificio de un nuevo y perfecto amanecer .
    - A qué nos dedicamos los Basilios, bueno.. conquistamos mundos, tomamos planetas para nosotros, aveces vacíos y en ocasiones habitados, destruimos todo y a todo lo que encontramos, luego lo quemamos y comenzamos a plantar y crear vida nueva, usando lo que alguna vez fue como sacrificio de un nuevo y perfecto amanecer .
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  • " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. "



    La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte.

    "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado."


    [...]


    El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura.

    La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable.

    Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos.

    "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo.

    Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera.


    ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban.


    La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último.


    El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada.

    Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar.

    Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener.

    Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido.

    El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte.

    —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla.

    Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás.

    Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.

    " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. " La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte. "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado." [...] El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura. La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable. Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos. "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo. Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera. ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban. La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último. El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada. Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar. Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener. Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido. El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte. —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla. Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás. Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.
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  • Hoy, en muchos lugares de la Tierra se celebra una tradición de agradecer a cercanos y compartir el día como una familia. Es curioso como a pesar de todo, encuentran un día para "intentar" estar en paz los unos con los otros.

    Claro, algunos consideran solo que es un día lleno de hipocresía, tal como otros días festivos similares.

    A pesar de ello, supongo que de igual forma debería agradecerte Hurther, independientemente de nuestro lazo.

    ◇El gran Lobo Dire, con algunos detalles como los que suelen portar las bestias de Varker, le observaba unos segundos antes de volver a observar el panorama de mundos distintos pasar frente a ellos◇


    Hoy, en muchos lugares de la Tierra se celebra una tradición de agradecer a cercanos y compartir el día como una familia. Es curioso como a pesar de todo, encuentran un día para "intentar" estar en paz los unos con los otros. Claro, algunos consideran solo que es un día lleno de hipocresía, tal como otros días festivos similares. A pesar de ello, supongo que de igual forma debería agradecerte Hurther, independientemente de nuestro lazo. ◇El gran Lobo Dire, con algunos detalles como los que suelen portar las bestias de Varker, le observaba unos segundos antes de volver a observar el panorama de mundos distintos pasar frente a ellos◇
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  • —Triste final para el devorador de mundos. Quien incluso en Skyrim se había negado a consumir más almas humanas por la promesa que le hizo al único ser al que le entregó su corazón. Craso error.

    —Déjalo ya, hijo mío ¿No ves que al muy ingrato no le importas? Tu lugar está aquí, conmigo, no importa si el resto de eternos no te perdonan ellos me obedecerán a mi. —insistió Akatosh, quien solo lo encadenó en alto Hrotghar. Pues la podredumbre que presentaba el primogénito del Dios del tiempo, tan solo era fruto de la inanición y de cómo estaba incluso devorándose a sí mismo.

    Sin embargo,la respuesta de Alduin quien ya carecía incluso de cuerdas vocales fue tan solo, agachar su descompuesta cabeza, de la que ya podía verse gran parte de cráneo en un silencioso ruego. Akatosh no necesitó de más, comprendiendo precisamente lo que le sucedía a su más amada creación.

    —Estas cansado… Está bien, entiendo que es lo que quieres. —el Dios del tiempo sintió un nudo en el corazón, tomando con gentileza con las manos el hocico de aquella miserable criatura y en un acto de compasión, le quitó la vida, tal y como el propio Alduin le había pedido al ver confirmado lo que tanto sospechaba. Nunca fue suficiente, estuvo mal pensar que podía ser algo más que alguien hecho para destruir y ahora que sabía que repetir ciclos una y otra vez era cuanto le esperaba, prefirió acabar con su vida. El Dios del tiempo suspiró, una vez aquel destrozado cuerpo de quien durante milenios fue la criatura más perfecta y orgullosa de su creación, simplemente se desplomó. Después de esto, todo Nirn se sacudió a causa de la ira del más poderoso de los eternos, y hasta Sovngarde se estremeció. Akatosh, sin corazón suficiente para sostener la mirada en su amada creación, y sintiéndose incapaz de darle sepultura sin dejarse llevar por las emociones, arrojó el cadaver a otro mundo, concretamente a los pies de quien había ocasionado la muerte del dragón con su traición Adám First Man, sin importarle lo más mínimo la discusión que se estuviera llevando a cabo entre él Lute , Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗.

    —Criaturas despreciables. Algún día os retorcereís y padecereís como él—juró, despidiéndose por última vez de su primogénito y regresando a su propio mundo, dejando allí los restos destrozados del dragón —
    —Triste final para el devorador de mundos. Quien incluso en Skyrim se había negado a consumir más almas humanas por la promesa que le hizo al único ser al que le entregó su corazón. Craso error. —Déjalo ya, hijo mío ¿No ves que al muy ingrato no le importas? Tu lugar está aquí, conmigo, no importa si el resto de eternos no te perdonan ellos me obedecerán a mi. —insistió Akatosh, quien solo lo encadenó en alto Hrotghar. Pues la podredumbre que presentaba el primogénito del Dios del tiempo, tan solo era fruto de la inanición y de cómo estaba incluso devorándose a sí mismo. Sin embargo,la respuesta de Alduin quien ya carecía incluso de cuerdas vocales fue tan solo, agachar su descompuesta cabeza, de la que ya podía verse gran parte de cráneo en un silencioso ruego. Akatosh no necesitó de más, comprendiendo precisamente lo que le sucedía a su más amada creación. —Estas cansado… Está bien, entiendo que es lo que quieres. —el Dios del tiempo sintió un nudo en el corazón, tomando con gentileza con las manos el hocico de aquella miserable criatura y en un acto de compasión, le quitó la vida, tal y como el propio Alduin le había pedido al ver confirmado lo que tanto sospechaba. Nunca fue suficiente, estuvo mal pensar que podía ser algo más que alguien hecho para destruir y ahora que sabía que repetir ciclos una y otra vez era cuanto le esperaba, prefirió acabar con su vida. El Dios del tiempo suspiró, una vez aquel destrozado cuerpo de quien durante milenios fue la criatura más perfecta y orgullosa de su creación, simplemente se desplomó. Después de esto, todo Nirn se sacudió a causa de la ira del más poderoso de los eternos, y hasta Sovngarde se estremeció. Akatosh, sin corazón suficiente para sostener la mirada en su amada creación, y sintiéndose incapaz de darle sepultura sin dejarse llevar por las emociones, arrojó el cadaver a otro mundo, concretamente a los pies de quien había ocasionado la muerte del dragón con su traición [Adam1], sin importarle lo más mínimo la discusión que se estuviera llevando a cabo entre él [Lute1], [LuciHe11]. —Criaturas despreciables. Algún día os retorcereís y padecereís como él—juró, despidiéndose por última vez de su primogénito y regresando a su propio mundo, dejando allí los restos destrozados del dragón —
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  • - Las estrellas había desaparecido del manto nocturno, se dispersan maravillosamente entre bosquejos olvidados de mundos creados, el aire parecía helar la sangre, con una mezcla extraña de esencia dulzona en el ambiente. Memorias que vivirían en el corazón, el alma, los anhelos, los deseos. Asrah solía perderse entre esos pensamientos , ir y venir, le había ayudado a conocer el lado más sensible de la misma existencia. #AshrahMortalKombat
    - Las estrellas había desaparecido del manto nocturno, se dispersan maravillosamente entre bosquejos olvidados de mundos creados, el aire parecía helar la sangre, con una mezcla extraña de esencia dulzona en el ambiente. Memorias que vivirían en el corazón, el alma, los anhelos, los deseos. Asrah solía perderse entre esos pensamientos , ir y venir, le había ayudado a conocer el lado más sensible de la misma existencia. #AshrahMortalKombat
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  • El Comienzo de Todo – El Despertar de Jade Green
    Categoría Otros
    Desde que era niña, Jade siempre supo que su vida no sería como la de los demás. En los primeros años de su existencia, vivió en el convento, escondida entre las sombras de las monjas, protegida del mundo exterior por los muros de piedra que la mantenían alejada de quienes la buscaban. No entendía del todo por qué, pero sentía que algo oscuro la acechaba. Algo que no podía escapar, aunque ni su madre ni las monjas hablaran al respecto.

    Recuerdo los días grises y fríos, el canto monótono de las monjas que, a pesar de ser cálido, nunca lograba calmar la sensación constante de inquietud que me embargaba. Sabía que no era una niña común. Había algo en mí, algo que me hacía diferente. A veces, en mis sueños, veía ojos enormes, profundos como el mar. Aquellos ojos eran los mismos que sentía en mi interior. La conexión que no comprendía, la fuerza ancestral que me pertenecía y que, sin quererlo, me arrastraba.

    Era mi madre quien me sacó de allí. La misma mujer que siempre había sido una sombra distante, a veces cálida, a veces fría, pero siempre con un aire de autoridad que parecía rodearla. Esa mujer, la que hablaba en susurros con el viento, que nunca dejaba de estudiar los antiguos textos y las viejas escrituras de la Hermandad del Kraken, fue quien me sacó del convento, de mi protección, de mi escondite. Y lo hizo con una sonrisa que nunca pude descifrar, una sonrisa que llevaba consigo una carga de tristeza y aceptación.

    Al principio, no entendí lo que sucedía. No entendí por qué estaba siendo entregada a aquellos que me miraban como si fuera algo más que una niña, como si fuera una pieza de un rompecabezas al que le faltaba su lugar. Lo comprendí cuando ya era demasiado tarde, cuando mi madre, la mujer que debería haberme protegido, me entregó sin remordimientos a una organización con oscuros fines. La Hermandad del Kraken. ¿Cómo podría ella? ¿Cómo pudo venderme? ¿Por qué me entregó a aquellos que querían usarme como un simple instrumento?

    Me sentí perdida, atrapada en una red de mentiras y manipulaciones. De repente, todo lo que había conocido, todo lo que pensaba que era real, se desmoronó ante mis ojos. A medida que pasaban los años, comencé a entender que mi madre no era simplemente una madre. Era una sacerdotisa, una mujer que había consagrado su vida a un propósito más grande que ella misma. Y ese propósito no me incluía como su hija, sino como un medio para un fin: el despertar del Kraken.

    Mi madre nunca me habló directamente de la Hermandad, ni de lo que se esperaba de mí. Pero yo sabía que, en algún lugar profundo de mi ser, algo se despertaba. Mi vínculo con el Kraken no era un simple destino. Era un llamado que siempre había estado latente, esperando el momento adecuado para salir a la luz.

    Las voces que escuchaba en mis sueños, los ecos de los mares y las olas que parecían hablarme, todo encajaba en un puzzle que me aterraba. El Kraken, ese monstruo primordial, no solo era un mito. Era real. Y yo era la pieza clave para desatarlo.

    Me encontraba en medio de dos mundos. La bondad de Gazú, mi padre adoptivo, el hombre que me dio amor cuando mi madre me abandonó, y el oscuro destino que la Hermandad había trazado para mí. Gazú me ofreció protección, un refugio del caos que me rodeaba, pero el peso de lo que estaba en juego, el destino que me perseguía, me alejaba de él. Mi amor por él era la única ancla que me mantenía a flote, pero ni él ni yo sabíamos lo que se avecinaba.

    Recuerdo las noches solitarias, mirando al horizonte, buscando respuestas que nunca llegaban. Mis poderes, esas habilidades que no entendía del todo, comenzaban a crecer dentro de mí. No era solo una niña común. Había algo en mis venas, algo que me conectaba con las aguas del océano, con el monstruo que se escondía en las profundidades.

    Y ahora, al mirar las olas chocando contra la costa, entendí que no podía escapar de esto. El Kraken ya estaba despertando, y yo no podía ignorarlo. No podía evitarlo. Mi destino estaba sellado, marcado por la sangre de mi madre, por la conexión que no podía cortar. El Kraken me llamaba, y yo tenía que decidir qué hacer con ese poder.

    Me he pasado toda la vida huyendo de lo que soy, pero ahora no puedo seguir corriendo. El futuro está frente a mí, y aunque mi corazón me grite que no debo seguir el camino de la Hermandad, sé que algo más grande que yo ya ha comenzado. Y quizás, por primera vez, pueda elegir qué hacer con el poder que corre por mis venas.

    Sabía que no podía huir para siempre. El Kraken había comenzado a despertar, y su destino estaba intrínsecamente ligado a ese monstruo del abismo. Pero, a medida que la tormenta arremetía alrededor de ella, Jade entendió que no sería solo un instrumento para los fines de la Hermandad. Ella tendría que decidir por sí misma qué hacer con el poder que le otorgaba su sangre y su linaje.

    En ese momento, Jade tomó una decisión.

    "No seré su marioneta", susurró con determinación. "El Kraken no me controlará. Lo despertaré, pero será a mi manera."

    Con un último vistazo a las olas embravecidas, Jade dio un paso atrás, alejándose del borde. El destino no la había elegido, ni la Hermandad, ni el Kraken. Sería ella quien decidiría su futuro, aunque eso significara desafiar a la misma organización que la había creado y, posiblemente, a la fuerza de los mares.

    La lucha por su libertad comenzaba esa noche.
    Desde que era niña, Jade siempre supo que su vida no sería como la de los demás. En los primeros años de su existencia, vivió en el convento, escondida entre las sombras de las monjas, protegida del mundo exterior por los muros de piedra que la mantenían alejada de quienes la buscaban. No entendía del todo por qué, pero sentía que algo oscuro la acechaba. Algo que no podía escapar, aunque ni su madre ni las monjas hablaran al respecto. Recuerdo los días grises y fríos, el canto monótono de las monjas que, a pesar de ser cálido, nunca lograba calmar la sensación constante de inquietud que me embargaba. Sabía que no era una niña común. Había algo en mí, algo que me hacía diferente. A veces, en mis sueños, veía ojos enormes, profundos como el mar. Aquellos ojos eran los mismos que sentía en mi interior. La conexión que no comprendía, la fuerza ancestral que me pertenecía y que, sin quererlo, me arrastraba. Era mi madre quien me sacó de allí. La misma mujer que siempre había sido una sombra distante, a veces cálida, a veces fría, pero siempre con un aire de autoridad que parecía rodearla. Esa mujer, la que hablaba en susurros con el viento, que nunca dejaba de estudiar los antiguos textos y las viejas escrituras de la Hermandad del Kraken, fue quien me sacó del convento, de mi protección, de mi escondite. Y lo hizo con una sonrisa que nunca pude descifrar, una sonrisa que llevaba consigo una carga de tristeza y aceptación. Al principio, no entendí lo que sucedía. No entendí por qué estaba siendo entregada a aquellos que me miraban como si fuera algo más que una niña, como si fuera una pieza de un rompecabezas al que le faltaba su lugar. Lo comprendí cuando ya era demasiado tarde, cuando mi madre, la mujer que debería haberme protegido, me entregó sin remordimientos a una organización con oscuros fines. La Hermandad del Kraken. ¿Cómo podría ella? ¿Cómo pudo venderme? ¿Por qué me entregó a aquellos que querían usarme como un simple instrumento? Me sentí perdida, atrapada en una red de mentiras y manipulaciones. De repente, todo lo que había conocido, todo lo que pensaba que era real, se desmoronó ante mis ojos. A medida que pasaban los años, comencé a entender que mi madre no era simplemente una madre. Era una sacerdotisa, una mujer que había consagrado su vida a un propósito más grande que ella misma. Y ese propósito no me incluía como su hija, sino como un medio para un fin: el despertar del Kraken. Mi madre nunca me habló directamente de la Hermandad, ni de lo que se esperaba de mí. Pero yo sabía que, en algún lugar profundo de mi ser, algo se despertaba. Mi vínculo con el Kraken no era un simple destino. Era un llamado que siempre había estado latente, esperando el momento adecuado para salir a la luz. Las voces que escuchaba en mis sueños, los ecos de los mares y las olas que parecían hablarme, todo encajaba en un puzzle que me aterraba. El Kraken, ese monstruo primordial, no solo era un mito. Era real. Y yo era la pieza clave para desatarlo. Me encontraba en medio de dos mundos. La bondad de Gazú, mi padre adoptivo, el hombre que me dio amor cuando mi madre me abandonó, y el oscuro destino que la Hermandad había trazado para mí. Gazú me ofreció protección, un refugio del caos que me rodeaba, pero el peso de lo que estaba en juego, el destino que me perseguía, me alejaba de él. Mi amor por él era la única ancla que me mantenía a flote, pero ni él ni yo sabíamos lo que se avecinaba. Recuerdo las noches solitarias, mirando al horizonte, buscando respuestas que nunca llegaban. Mis poderes, esas habilidades que no entendía del todo, comenzaban a crecer dentro de mí. No era solo una niña común. Había algo en mis venas, algo que me conectaba con las aguas del océano, con el monstruo que se escondía en las profundidades. Y ahora, al mirar las olas chocando contra la costa, entendí que no podía escapar de esto. El Kraken ya estaba despertando, y yo no podía ignorarlo. No podía evitarlo. Mi destino estaba sellado, marcado por la sangre de mi madre, por la conexión que no podía cortar. El Kraken me llamaba, y yo tenía que decidir qué hacer con ese poder. Me he pasado toda la vida huyendo de lo que soy, pero ahora no puedo seguir corriendo. El futuro está frente a mí, y aunque mi corazón me grite que no debo seguir el camino de la Hermandad, sé que algo más grande que yo ya ha comenzado. Y quizás, por primera vez, pueda elegir qué hacer con el poder que corre por mis venas. Sabía que no podía huir para siempre. El Kraken había comenzado a despertar, y su destino estaba intrínsecamente ligado a ese monstruo del abismo. Pero, a medida que la tormenta arremetía alrededor de ella, Jade entendió que no sería solo un instrumento para los fines de la Hermandad. Ella tendría que decidir por sí misma qué hacer con el poder que le otorgaba su sangre y su linaje. En ese momento, Jade tomó una decisión. "No seré su marioneta", susurró con determinación. "El Kraken no me controlará. Lo despertaré, pero será a mi manera." Con un último vistazo a las olas embravecidas, Jade dio un paso atrás, alejándose del borde. El destino no la había elegido, ni la Hermandad, ni el Kraken. Sería ella quien decidiría su futuro, aunque eso significara desafiar a la misma organización que la había creado y, posiblemente, a la fuerza de los mares. La lucha por su libertad comenzaba esa noche.
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  • Dean nunca había sido un hombre detallista. Al menos eso había pensado sobre si mismo durante demasiado tiempo. Pero tambien había llegado casi a convencerse de que él no quería una vida tranquila, una vida normal, un matrimonio, una relación, una casa e hijos. Barbacoas y partidos de futbol los domingos.

    Sin embargo, su tiempo con Lisa había demostrado que no se le daba nada mal ser un padre de mi familia, llevar una vida como el resto del mundo, y lo peor no era que no se le diera mal, si no que le gustaba.

    El gran problema era que él no podia olvidar todo cuanto sabia que vivía acechando en las sombras. Y aquella vida con Lisa estaba demasiado lejos de lo que su pasado le había obligado a ser.

    Pero ahora... Con Hope podia tener el punto intermedio, lo mejor de los dos mundos, si es que su mundo tenia algo de bueno.
    Lo que si sabia era que no iba a dinamitar la paz y la seguridad de Hope por estar cerca, porque Hope había nacido, crecido y vivido en el mundo de las sombras, como él.

    De modo que el mayor de los hermanos que ahora ocupaba el bunker, había sacado a relucir de nuevo aquel lado suyo que escondía tanto que incluso a él llegaba a sorprenderle, caminaba por el pasillo, cargando una bandeja, con dos cafés, un vaso opaco con leche calentada a temperatura corporal, dos zumos, dos platos con seis tortitas repartidas, dos huevos y bacon.

    Siente la mirada y la sonrisa de Sam cuando se cruzan, él dirección a las habitaciones y el mas joven a la cocina, pero ninguno de los dos dice nada.

    El cazador abre la puerta con el codo y deja la bandeja en su lado de la cama para que Hope Mikaelson la viera cuando se despertase.

    — Buenos diaaaas...
    Dean nunca había sido un hombre detallista. Al menos eso había pensado sobre si mismo durante demasiado tiempo. Pero tambien había llegado casi a convencerse de que él no quería una vida tranquila, una vida normal, un matrimonio, una relación, una casa e hijos. Barbacoas y partidos de futbol los domingos. Sin embargo, su tiempo con Lisa había demostrado que no se le daba nada mal ser un padre de mi familia, llevar una vida como el resto del mundo, y lo peor no era que no se le diera mal, si no que le gustaba. El gran problema era que él no podia olvidar todo cuanto sabia que vivía acechando en las sombras. Y aquella vida con Lisa estaba demasiado lejos de lo que su pasado le había obligado a ser. Pero ahora... Con Hope podia tener el punto intermedio, lo mejor de los dos mundos, si es que su mundo tenia algo de bueno. Lo que si sabia era que no iba a dinamitar la paz y la seguridad de Hope por estar cerca, porque Hope había nacido, crecido y vivido en el mundo de las sombras, como él. De modo que el mayor de los hermanos que ahora ocupaba el bunker, había sacado a relucir de nuevo aquel lado suyo que escondía tanto que incluso a él llegaba a sorprenderle, caminaba por el pasillo, cargando una bandeja, con dos cafés, un vaso opaco con leche calentada a temperatura corporal, dos zumos, dos platos con seis tortitas repartidas, dos huevos y bacon. Siente la mirada y la sonrisa de Sam cuando se cruzan, él dirección a las habitaciones y el mas joven a la cocina, pero ninguno de los dos dice nada. El cazador abre la puerta con el codo y deja la bandeja en su lado de la cama para que [thetribrid] la viera cuando se despertase. — Buenos diaaaas...
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  • La estación orbital Aurora estaba abarrotada como nunca. Los viajeros se agolpaban en los corredores, mirando las pantallas holográficas que anunciaban el evento del año: un concierto de Robin, la voz que había conquistado galaxias enteras. Su música era más que entretenimiento; era un puente que conectaba a seres de diferentes mundos, un idioma universal que resonaba con el corazón de todos.

    Robin estaba en su camerino, ajustándose el último detalle de su atuendo: un vestido que parecía estar hecho de nebulosas en movimiento, diseñado por un famoso artista de Andrómeda. Frente al espejo, respiró profundamente. A pesar de los años de experiencia, aún sentía ese cosquilleo antes de salir al escenario.

    “Cinco minutos, Robin,” anunció su asistente, una androide llamada Selene con voz melodiosa y ojos que brillaban como pequeñas lunas.

    “Gracias, Selene,” respondió Robin, tomando un momento para mirar por la ventana hacia el espacio infinito. Cada estrella que veía le recordaba una historia, un rostro, una emoción que había capturado en sus canciones.

    Cuando las luces del escenario se encendieron y el público rugió, Robin dio un paso adelante. Desde la primera nota, el ambiente cambió. Las galaxias parecían detenerse para escuchar. Su voz era un torbellino de emociones: la calidez de un amanecer, la tristeza de una despedida, la esperanza de un nuevo comienzo.

    Entre las canciones, Robin habló al público. “He viajado por muchos lugares, visto maravillas que nunca olvidaré, pero siempre me sorprende lo que la música puede hacer. No importa de dónde vengamos, quiénes somos o qué hemos vivido. Aquí, en este momento, somos uno.”

    El público respondió con una ovación que hizo temblar los muros de la estación. Robin continuó, tocando su balada más famosa, una canción que había inspirado a exploradores a cruzar galaxias y a soñadores a nunca rendirse.

    Cuando el concierto terminó, Robin se quedó un momento más en el escenario, mirando a los miles de rostros emocionados frente a ella. Sabía que, aunque su vida estaba llena de viajes y luces brillantes, lo que realmente importaba era la conexión que creaba con cada palabra y cada nota.

    Al salir del escenario, Selene la esperaba con una toalla y una sonrisa. “El universo sigue hablando de ti, Robin.”

    Robin sonrió, agotada pero feliz. “Es porque, en el fondo, todos necesitamos una canción que nos haga sentir menos solos.”

    Y así, la estrella que iluminaba galaxias volvió a perderse entre las luces del cosmos, dejando a su paso una melodía que nunca se apagaría.

    La estación orbital Aurora estaba abarrotada como nunca. Los viajeros se agolpaban en los corredores, mirando las pantallas holográficas que anunciaban el evento del año: un concierto de Robin, la voz que había conquistado galaxias enteras. Su música era más que entretenimiento; era un puente que conectaba a seres de diferentes mundos, un idioma universal que resonaba con el corazón de todos. Robin estaba en su camerino, ajustándose el último detalle de su atuendo: un vestido que parecía estar hecho de nebulosas en movimiento, diseñado por un famoso artista de Andrómeda. Frente al espejo, respiró profundamente. A pesar de los años de experiencia, aún sentía ese cosquilleo antes de salir al escenario. “Cinco minutos, Robin,” anunció su asistente, una androide llamada Selene con voz melodiosa y ojos que brillaban como pequeñas lunas. “Gracias, Selene,” respondió Robin, tomando un momento para mirar por la ventana hacia el espacio infinito. Cada estrella que veía le recordaba una historia, un rostro, una emoción que había capturado en sus canciones. Cuando las luces del escenario se encendieron y el público rugió, Robin dio un paso adelante. Desde la primera nota, el ambiente cambió. Las galaxias parecían detenerse para escuchar. Su voz era un torbellino de emociones: la calidez de un amanecer, la tristeza de una despedida, la esperanza de un nuevo comienzo. Entre las canciones, Robin habló al público. “He viajado por muchos lugares, visto maravillas que nunca olvidaré, pero siempre me sorprende lo que la música puede hacer. No importa de dónde vengamos, quiénes somos o qué hemos vivido. Aquí, en este momento, somos uno.” El público respondió con una ovación que hizo temblar los muros de la estación. Robin continuó, tocando su balada más famosa, una canción que había inspirado a exploradores a cruzar galaxias y a soñadores a nunca rendirse. Cuando el concierto terminó, Robin se quedó un momento más en el escenario, mirando a los miles de rostros emocionados frente a ella. Sabía que, aunque su vida estaba llena de viajes y luces brillantes, lo que realmente importaba era la conexión que creaba con cada palabra y cada nota. Al salir del escenario, Selene la esperaba con una toalla y una sonrisa. “El universo sigue hablando de ti, Robin.” Robin sonrió, agotada pero feliz. “Es porque, en el fondo, todos necesitamos una canción que nos haga sentir menos solos.” Y así, la estrella que iluminaba galaxias volvió a perderse entre las luces del cosmos, dejando a su paso una melodía que nunca se apagaría.
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