• Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse.

    Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías

    Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar.
    No soy un simple descendiente.
    Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse…
    y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar.

    ✦ Mi Padre:

    R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛
    Un híbrido Arrancar/Íncubo.
    El Rey Demonio de la Luna Blanca.
    El Pilar de la Oscuridad.

    De él heredé:
    —El poder para devorar almas y sombras.
    —La sangre que no se inclina ante nadie.
    —Una herencia que ha quebrado mundos.

    Abuelos paternos:

    ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma.
    ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece.
    ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable.

    Mi linaje por parte de mi padre no es sangre:
    es sentencia.

    ✦ Mi Madre:
    Menardi Nura Byakuren
    Híbrida de Youkai y Ángel Celestial.
    De alas blancas, de magia curativa, de alma pura.
    La luz que puede sanar cualquier herida…
    y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas.

    Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo.
    La que me enseñó que un arma también puede proteger.

    Su gemela:

    Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura.
    El reflejo perfecto y contrario de mi madre.

    Abuelos maternos:

    ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz.
    ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual.

    De mi madre heredé:
    —El alma que brilla incluso entre monstruos.
    —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen.
    —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme.

    ✦ Yo, Sting:

    Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido.
    El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai.
    Un corazón que late entre el caos y la pureza.

    El mundo no me definirá.

    Seré yo quien lo rehaga.
    Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse. Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar. No soy un simple descendiente. Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse… y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar. ✦ Mi Padre: R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛 Un híbrido Arrancar/Íncubo. El Rey Demonio de la Luna Blanca. El Pilar de la Oscuridad. De él heredé: —El poder para devorar almas y sombras. —La sangre que no se inclina ante nadie. —Una herencia que ha quebrado mundos. Abuelos paternos: ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma. ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece. ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable. Mi linaje por parte de mi padre no es sangre: es sentencia. ✦ Mi Madre: Menardi Nura Byakuren Híbrida de Youkai y Ángel Celestial. De alas blancas, de magia curativa, de alma pura. La luz que puede sanar cualquier herida… y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas. Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo. La que me enseñó que un arma también puede proteger. Su gemela: Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura. El reflejo perfecto y contrario de mi madre. Abuelos maternos: ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz. ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual. De mi madre heredé: —El alma que brilla incluso entre monstruos. —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen. —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme. ✦ Yo, Sting: Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido. El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai. Un corazón que late entre el caos y la pureza. El mundo no me definirá. Seré yo quien lo rehaga.
    Me gusta
    Me encocora
    5
    1 turno 0 maullidos
  • ⸻ El tiempo que he perdido en deseos inmundos, inútiles, sin convicción ni ambición, ese tiempo que no regresa.

    Todos buscan lo mismo: amor, riqueza, eternidad, conquista. Ni una sola alma ha logrado capturar mi atención, esto me enfurece.
    ⸻ El tiempo que he perdido en deseos inmundos, inútiles, sin convicción ni ambición, ese tiempo que no regresa. Todos buscan lo mismo: amor, riqueza, eternidad, conquista. Ni una sola alma ha logrado capturar mi atención, esto me enfurece.
    Me encocora
    Me shockea
    Me gusta
    Me endiabla
    Me entristece
    10
    2 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre. Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano. Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse. Los ojos de mi madre se ponen en blanco. Su respiración se serena. Se duerme. Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.” Su voz resuena como el eco de un templo antiguo. Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí. Desaparezco. Y entonces estoy… en nada. Una sala eterna. Blanca. Sin principio ni fin. Sin sonido. Sin vida. Sin color. Camino, pero mis pasos no suenan. Grito, pero mi voz muere antes de nacer. La soledad es tan profunda que parece una criatura viva. Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra. Y por fin, a lo lejos… Un cubo. Suspendido en la nada. Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña. Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio. La chica allí dentro juega con mundos diminutos. Sonríe. Brilla. Me acerco. Toco el cubo. Y aparezco dentro. Pero no es lo que había visto desde fuera. No hay paredes. No hay techo. Todo es infinito. Galaxias vivas. Nebulosas que respiran. Constelaciones que parpadean como criaturas reales. La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí. Sus ojos contienen sistemas solares enteros. Sonríe. Tsukumo Sana: “¿De dónde sales tú, niña?” Trago saliva. Mis manos tiemblan. La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro. Lili: “Yo… de…” La miro, incapaz de comprenderla del todo. “¿Eres la muerte?” Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara. Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre. Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano. Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse. Los ojos de mi madre se ponen en blanco. Su respiración se serena. Se duerme. Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.” Su voz resuena como el eco de un templo antiguo. Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí. Desaparezco. Y entonces estoy… en nada. Una sala eterna. Blanca. Sin principio ni fin. Sin sonido. Sin vida. Sin color. Camino, pero mis pasos no suenan. Grito, pero mi voz muere antes de nacer. La soledad es tan profunda que parece una criatura viva. Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra. Y por fin, a lo lejos… Un cubo. Suspendido en la nada. Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña. Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio. La chica allí dentro juega con mundos diminutos. Sonríe. Brilla. Me acerco. Toco el cubo. Y aparezco dentro. Pero no es lo que había visto desde fuera. No hay paredes. No hay techo. Todo es infinito. Galaxias vivas. Nebulosas que respiran. Constelaciones que parpadean como criaturas reales. La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí. Sus ojos contienen sistemas solares enteros. Sonríe. Tsukumo Sana: “¿De dónde sales tú, niña?” Trago saliva. Mis manos tiemblan. La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro. Lili: “Yo… de…” La miro, incapaz de comprenderla del todo. “¿Eres la muerte?” Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara. Su risa hace vibrar estrellas.
    Me encocora
    1
    2 comentarios 1 compartido
  • Escena con [masasita_masaru]

    Kazuo no solo era mensajero, también era guía.

    Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición.

    En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida.

    No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado.

    Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial.

    Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico.

    De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable.

    Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás.

    —Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
    Escena con [masasita_masaru] Kazuo no solo era mensajero, también era guía. Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición. En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida. No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado. Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial. Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico. De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable. Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás. —Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
    Me encocora
    2
    2 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El eclipse se abre como una herida en el cielo.
    Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.

    Un Phyros.
    Un habitante del sol.

    Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.

    Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”

    Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.

    No tengo tiempo de responder.
    Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.

    Arc no confía en mí.
    Y por primera vez… no puedo culparla.

    Helior Prime alza una mano.
    Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.

    Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.

    Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.

    La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.

    Siento a Arc desvanecerse.
    Su calor deja de rodearme.
    Y mi cuerpo queda expuesto.

    Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.

    El primero me atraviesa el costado.
    El segundo me perfora el pecho.
    El tercero se dirige directo a mi cabeza—

    Pero Jennifer lo intercepta.
    Por milímetros.

    Mi madre se gira.
    Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:

    Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”

    El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.

    Helior Prime responde convocando a los suyos.
    Los Phyros emergen como estrellas furiosas.

    La guerra estalla.
    Sol contra Caos.
    Luz absoluta contra noche viva.

    Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
    Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…

    Una voz se abre paso dentro de mí.

    Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”

    Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
    La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.

    Jennifer siente cómo me rehago.
    Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.

    Deslizo la hoja.

    El mundo se silencia.

    Extiendo la katana y corto el aire.
    Pero no corto aire.
    Corto el tejido del espacio mismo.

    El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
    Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.

    Jennifer se coloca a mi lado.
    Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
    Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.

    Juntas, trazamos un segundo corte.

    Esta vez no solo se abre el espacio.
    Se abre el tiempo.
    El eclipse se divide.
    La luz se pliega.
    La oscuridad se hunde en sí misma.

    Y de pronto…

    Nada.

    Blanco absoluto.
    Silencio total.
    Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.

    Solo Veythra, latiendo en mis manos…
    y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El eclipse se abre como una herida en el cielo. Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza. Un Phyros. Un habitante del sol. Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra. Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.” Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto. No tengo tiempo de responder. Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros. Arc no confía en mí. Y por primera vez… no puedo culparla. Helior Prime alza una mano. Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas. Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire. Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando. La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo. Siento a Arc desvanecerse. Su calor deja de rodearme. Y mi cuerpo queda expuesto. Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara. El primero me atraviesa el costado. El segundo me perfora el pecho. El tercero se dirige directo a mi cabeza— Pero Jennifer lo intercepta. Por milímetros. Mi madre se gira. Y entonces ruge una orden que desgarra mundos: Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!” El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro. Helior Prime responde convocando a los suyos. Los Phyros emergen como estrellas furiosas. La guerra estalla. Sol contra Caos. Luz absoluta contra noche viva. Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar. Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego… Una voz se abre paso dentro de mí. Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.” Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas. La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada. Jennifer siente cómo me rehago. Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos. Deslizo la hoja. El mundo se silencia. Extiendo la katana y corto el aire. Pero no corto aire. Corto el tejido del espacio mismo. El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro. Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano. Jennifer se coloca a mi lado. Sus manos se unen a las mías en la empuñadura. Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación. Juntas, trazamos un segundo corte. Esta vez no solo se abre el espacio. Se abre el tiempo. El eclipse se divide. La luz se pliega. La oscuridad se hunde en sí misma. Y de pronto… Nada. Blanco absoluto. Silencio total. Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida. Solo Veythra, latiendo en mis manos… y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El eclipse se abre como una herida en el cielo.
    Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.

    Un Phyros.
    Un habitante del sol.

    Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.

    Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”

    Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.

    No tengo tiempo de responder.
    Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.

    Arc no confía en mí.
    Y por primera vez… no puedo culparla.

    Helior Prime alza una mano.
    Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.

    Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.

    Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.

    La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.

    Siento a Arc desvanecerse.
    Su calor deja de rodearme.
    Y mi cuerpo queda expuesto.

    Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.

    El primero me atraviesa el costado.
    El segundo me perfora el pecho.
    El tercero se dirige directo a mi cabeza—

    Pero Jennifer lo intercepta.
    Por milímetros.

    Mi madre se gira.
    Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:

    Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”

    El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.

    Helior Prime responde convocando a los suyos.
    Los Phyros emergen como estrellas furiosas.

    La guerra estalla.
    Sol contra Caos.
    Luz absoluta contra noche viva.

    Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
    Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…

    Una voz se abre paso dentro de mí.

    Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”

    Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
    La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.

    Jennifer siente cómo me rehago.
    Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.

    Deslizo la hoja.

    El mundo se silencia.

    Extiendo la katana y corto el aire.
    Pero no corto aire.
    Corto el tejido del espacio mismo.

    El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
    Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.

    Jennifer se coloca a mi lado.
    Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
    Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.

    Juntas, trazamos un segundo corte.

    Esta vez no solo se abre el espacio.
    Se abre el tiempo.
    El eclipse se divide.
    La luz se pliega.
    La oscuridad se hunde en sí misma.

    Y de pronto…

    Nada.

    Blanco absoluto.
    Silencio total.
    Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.

    Solo Veythra, latiendo en mis manos…
    y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
    Me encocora
    Me shockea
    2
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El eclipse se abre como una herida en el cielo.
    Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.

    Un Phyros.
    Un habitante del sol.

    Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.

    Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”

    Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.

    No tengo tiempo de responder.
    Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.

    Arc no confía en mí.
    Y por primera vez… no puedo culparla.

    Helior Prime alza una mano.
    Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.

    Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.

    Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.

    La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.

    Siento a Arc desvanecerse.
    Su calor deja de rodearme.
    Y mi cuerpo queda expuesto.

    Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.

    El primero me atraviesa el costado.
    El segundo me perfora el pecho.
    El tercero se dirige directo a mi cabeza—

    Pero Jennifer lo intercepta.
    Por milímetros.

    Mi madre se gira.
    Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:

    Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”

    El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.

    Helior Prime responde convocando a los suyos.
    Los Phyros emergen como estrellas furiosas.

    La guerra estalla.
    Sol contra Caos.
    Luz absoluta contra noche viva.

    Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
    Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…

    Una voz se abre paso dentro de mí.

    Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”

    Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
    La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.

    Jennifer siente cómo me rehago.
    Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.

    Deslizo la hoja.

    El mundo se silencia.

    Extiendo la katana y corto el aire.
    Pero no corto aire.
    Corto el tejido del espacio mismo.

    El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
    Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.

    Jennifer se coloca a mi lado.
    Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
    Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.

    Juntas, trazamos un segundo corte.

    Esta vez no solo se abre el espacio.
    Se abre el tiempo.
    El eclipse se divide.
    La luz se pliega.
    La oscuridad se hunde en sí misma.

    Y de pronto…

    Nada.

    Blanco absoluto.
    Silencio total.
    Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.

    Solo Veythra, latiendo en mis manos…
    y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El eclipse se abre como una herida en el cielo. Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza. Un Phyros. Un habitante del sol. Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra. Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.” Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto. No tengo tiempo de responder. Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros. Arc no confía en mí. Y por primera vez… no puedo culparla. Helior Prime alza una mano. Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas. Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire. Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando. La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo. Siento a Arc desvanecerse. Su calor deja de rodearme. Y mi cuerpo queda expuesto. Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara. El primero me atraviesa el costado. El segundo me perfora el pecho. El tercero se dirige directo a mi cabeza— Pero Jennifer lo intercepta. Por milímetros. Mi madre se gira. Y entonces ruge una orden que desgarra mundos: Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!” El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro. Helior Prime responde convocando a los suyos. Los Phyros emergen como estrellas furiosas. La guerra estalla. Sol contra Caos. Luz absoluta contra noche viva. Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar. Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego… Una voz se abre paso dentro de mí. Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.” Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas. La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada. Jennifer siente cómo me rehago. Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos. Deslizo la hoja. El mundo se silencia. Extiendo la katana y corto el aire. Pero no corto aire. Corto el tejido del espacio mismo. El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro. Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano. Jennifer se coloca a mi lado. Sus manos se unen a las mías en la empuñadura. Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación. Juntas, trazamos un segundo corte. Esta vez no solo se abre el espacio. Se abre el tiempo. El eclipse se divide. La luz se pliega. La oscuridad se hunde en sí misma. Y de pronto… Nada. Blanco absoluto. Silencio total. Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida. Solo Veythra, latiendo en mis manos… y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
    Me encocora
    2
    1 comentario 1 compartido
  • Rol libre:

    Sentada en un especie de bagon:
    Mi vida es un enigma más vids actual es solitaria para camuflarme entre los demás seres que vea es mi proteccion..

    Sus dedos tocan delicamente tocan la guitarra entre sus dedos empezando a tocarla:

    Mmh auu aquí ando sola sintiendo el aire entre mi cabello se que estoy lejos de todo pero esta es mi vida..

    Quiero regresar pero se que mi destino es estar así, algún tiempo pondré mis pies en el suelo y diré aquí es mi casa...

    Extraño esa sensación de quedarme en un solo lugar pero debo de segur viajando. Un día pisare los suelos pero espero que sea algo bueno o simplemente desaparece como el viento que hay en todos los mundos libre sin ataduras...
    Rol libre: Sentada en un especie de bagon: Mi vida es un enigma más vids actual es solitaria para camuflarme entre los demás seres que vea es mi proteccion.. Sus dedos tocan delicamente tocan la guitarra entre sus dedos empezando a tocarla: Mmh auu aquí ando sola sintiendo el aire entre mi cabello se que estoy lejos de todo pero esta es mi vida.. Quiero regresar pero se que mi destino es estar así, algún tiempo pondré mis pies en el suelo y diré aquí es mi casa... Extraño esa sensación de quedarme en un solo lugar pero debo de segur viajando. Un día pisare los suelos pero espero que sea algo bueno o simplemente desaparece como el viento que hay en todos los mundos libre sin ataduras...
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Soy una mujer versátil que esta preparada para los mundos que vienen espero que sepan que podré a dactar a vosotros pero veremos si se adaptan a mi.

    Asi que me gusta la música como la poesía si un día leer o escuchan una música que tanto me guste no es porque mi corazón sienta si no porque así me expreso. Así soy así mi alma dentro del multiverso llamado ficrol rol OFF
    Soy una mujer versátil que esta preparada para los mundos que vienen espero que sepan que podré a dactar a vosotros pero veremos si se adaptan a mi. Asi que me gusta la música como la poesía si un día leer o escuchan una música que tanto me guste no es porque mi corazón sienta si no porque así me expreso. Así soy así mi alma dentro del multiverso llamado ficrol rol OFF
    Me gusta
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • 15 a 30 líneas por Semana
    Fandom
    Original
    Búsqueda de
    Rol
    Estado
    Disponible
    Entre sombras suaves y ecos que no conocen el calendario,
    se abre una invitación para quienes buscan historias que respiren.

    Se solicita compañero/a de rol
    para tramas modernas con tintes antiguos:
    misterio discreto, vínculos que crecen lento,
    lugares que guardan memoria
    y personajes que no temen mirar más allá de lo evidente.

    Si tu historia tiene polvo de invierno,
    una herida vieja,
    o un secreto que aprendió a caminar contigo…
    este es tu lugar.

    Busco:
    • conexiones narrativas profundas
    • estética entre lo vintage y lo rare
    • ritmo tranquilo pero constante
    • mundos que mezclen luz, sombra y curiosidad

    No importa el universo.
    Importa la atmósfera.

    Si tu personaje encaja en ese borde entre lo real y lo imposible,
    mandá tu mensaje.

    A veces las mejores historias empiezan así:
    Con un clasificado que parece escrito en otro siglo.
    Entre sombras suaves y ecos que no conocen el calendario, se abre una invitación para quienes buscan historias que respiren. Se solicita compañero/a de rol para tramas modernas con tintes antiguos: misterio discreto, vínculos que crecen lento, lugares que guardan memoria y personajes que no temen mirar más allá de lo evidente. Si tu historia tiene polvo de invierno, una herida vieja, o un secreto que aprendió a caminar contigo… este es tu lugar. Busco: • conexiones narrativas profundas • estética entre lo vintage y lo rare • ritmo tranquilo pero constante • mundos que mezclen luz, sombra y curiosidad No importa el universo. Importa la atmósfera. Si tu personaje encaja en ese borde entre lo real y lo imposible, mandá tu mensaje. A veces las mejores historias empiezan así: Con un clasificado que parece escrito en otro siglo.
    Me gusta
    2
    0 comentarios 4 compartidos
Ver más resultados
Patrocinados