• *Cal acelera en su motocicleta.*

    -Dormí de más, y ahora voy tarde... Tengo que acelerar al máximo si quiero recuperar la ventaja que Ace consiguió ayer...

    *Cal hace gran ruido al acelerar con su motocicleta, pero sigue su camino. Aunque se siente algo feliz porque ha visto a las chicas que le gustan... A las dos.*
    *Cal acelera en su motocicleta.* -Dormí de más, y ahora voy tarde... Tengo que acelerar al máximo si quiero recuperar la ventaja que Ace consiguió ayer... *Cal hace gran ruido al acelerar con su motocicleta, pero sigue su camino. Aunque se siente algo feliz porque ha visto a las chicas que le gustan... A las dos.*
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  • EL DESPERTAR
    Fandom Terror
    Categoría Terror
    *Recibí una notificación de que el viejo tío Adam había muerto, y como yo era su pariente más cercano recibí la noticia de que había heredado su casa y todas sus pertenencias en la lejana ciudad de Insmouth.
    Cuando era niña mi madre vivía ahí, pero sus padres decidieron irse y dejar al tío Adam solo. Mi madre tuvo su vida normal sin acordarse de él más que de vez en cuando, y ahora ella ya era de avanzada edad y con dificultades recordaba algo de ese pariente lejano, así que me correspondía a mí ir allá a arreglar los asuntos pendientes.
    Al planear la visita me encontré que era un pueblo remoto cerca de la costa, y pensaba que lo mejor sería vender las propiedades, porque mi vida estaba con mi amada a su lado, además que en pocos meses nos casariamos. Ella insistió en acompañarme, así que la visita se transformó en una pequeña excursión donde estaríamos a solas los dos, por lo que decidí que iría manejando por la carretera.
    Sin embargo, la carretera era vieja y se evidenciaba que casi nadie visitaba aquel lugar. Cerca de llegar, según el mapa, encontramos campos abandonados y vestigios de lo que habría sido una ciudad agrícola en otro tiempo, pero hoy ya un lugar olvidado. Había un hombre viejo que parecía un jornalero, al cuál decidí acercarme sin bajar del auto.*

    —Buen día, buen hombre.

    *Aquel hombre parecía demasiado viejo y cansado. Sería un crimen que un hombre así todavía tuviera que trabajar el campo, pero era el único que podía decirnos algo.*

    —¿Esta es la ciudad de Insmouth, verdad?

    *Me incomodaba un poco su forma de mirarnos, en especial a mi novia, pero cuando mencioné la ciudad el horror se dibujó en su cara.*

    —¿Vas a... Entrar a Insmouth? No hablas en serio, ¿O sí?
    —Pues... Un viejo familiar murió y recibí una notificación de que heredaría sus propiedades...

    *Entonces sacó una especie de pergamino de su bolso y me lo dió.*

    —La festividad de la diosa está cerca... No deberías ir ahora... Porque...

    *Su pánico se acentuó y yo comencé a sentir miedo también.*

    —¿Se encuentra bien?
    —Sh... Shub-Niggurath... Ellos van a... No!!!!?

    *Con una mueca de verdadero terror se dió la vuelta, y con una agilidad forzada emprendió la huida como si corriera por su vida.*

    —¡Espere!

    *Puse en marcha el auto, con intenciones de seguirlo, pero se metió entre la maleza bastante crecida y supe que era mejor entrar a la ciudad al fin.
    Mi cariño estaba tan desconcertada como yo.*

    —¿Qué es ese papel?

    *Dijo ella. Entonces abrí el pergamino y ambos lo miramos.*

    —¿Qué es esto?
    *Recibí una notificación de que el viejo tío Adam había muerto, y como yo era su pariente más cercano recibí la noticia de que había heredado su casa y todas sus pertenencias en la lejana ciudad de Insmouth. Cuando era niña mi madre vivía ahí, pero sus padres decidieron irse y dejar al tío Adam solo. Mi madre tuvo su vida normal sin acordarse de él más que de vez en cuando, y ahora ella ya era de avanzada edad y con dificultades recordaba algo de ese pariente lejano, así que me correspondía a mí ir allá a arreglar los asuntos pendientes. Al planear la visita me encontré que era un pueblo remoto cerca de la costa, y pensaba que lo mejor sería vender las propiedades, porque mi vida estaba con mi amada a su lado, además que en pocos meses nos casariamos. Ella insistió en acompañarme, así que la visita se transformó en una pequeña excursión donde estaríamos a solas los dos, por lo que decidí que iría manejando por la carretera. Sin embargo, la carretera era vieja y se evidenciaba que casi nadie visitaba aquel lugar. Cerca de llegar, según el mapa, encontramos campos abandonados y vestigios de lo que habría sido una ciudad agrícola en otro tiempo, pero hoy ya un lugar olvidado. Había un hombre viejo que parecía un jornalero, al cuál decidí acercarme sin bajar del auto.* —Buen día, buen hombre. *Aquel hombre parecía demasiado viejo y cansado. Sería un crimen que un hombre así todavía tuviera que trabajar el campo, pero era el único que podía decirnos algo.* —¿Esta es la ciudad de Insmouth, verdad? *Me incomodaba un poco su forma de mirarnos, en especial a mi novia, pero cuando mencioné la ciudad el horror se dibujó en su cara.* —¿Vas a... Entrar a Insmouth? No hablas en serio, ¿O sí? —Pues... Un viejo familiar murió y recibí una notificación de que heredaría sus propiedades... *Entonces sacó una especie de pergamino de su bolso y me lo dió.* —La festividad de la diosa está cerca... No deberías ir ahora... Porque... *Su pánico se acentuó y yo comencé a sentir miedo también.* —¿Se encuentra bien? —Sh... Shub-Niggurath... Ellos van a... No!!!!? *Con una mueca de verdadero terror se dió la vuelta, y con una agilidad forzada emprendió la huida como si corriera por su vida.* —¡Espere! *Puse en marcha el auto, con intenciones de seguirlo, pero se metió entre la maleza bastante crecida y supe que era mejor entrar a la ciudad al fin. Mi cariño estaba tan desconcertada como yo.* —¿Qué es ese papel? *Dijo ella. Entonces abrí el pergamino y ambos lo miramos.* —¿Qué es esto?
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[ 桑港 | i'm on the 𝓦𝒆𝒔𝒕𝒔𝒊𝒅𝒆 ]

    El Audi patinó más de lo debido y ¡BANG! Se estrelló contra la pared de concreto con un golpe seco, ruidoso y… ligeramente humillante, tenía que admitirlo.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ-ˋˏ✄┈┈┈┈

    ㅤㅤEl vuelo a San Francisco se sintió más corto de lo esperado, bueno, en parte porque había dormido casi todo el trayecto a causa del brownie cannábico justo para evitar pasarse despierto en tremenda lata voladora durante 12 horas.

    ㅤㅤAsistió al car meet por insistencia de un amigo y no se arrepintió.

    ㅤㅤHabían autos con todo tipo de arreglos y mejoras que llamaban la atención, escapes que botaban fuego, bocinas con colores estridentes tocando cumbias sonideras, Tupac, Eazy y más. Bobby, o "el chino" como lo llamaban sus amigos de la infancia con ascendencia latina, llegó en un Audi RS 7 gris y los saludó con el español que recordaba de aquellos días.

    "¡Dale Chino, enséñales!" —Gritó una voz conocida en español para animarlo después de dejarse convencer de hacer el drift.

    ㅤㅤEl motor del Audi retumbó. Bobby apretó el volante y justo cuando el humo del escape ya había llamado la atención de todos, pisó el acelerador con violencia y comenzó la maniobra. El auto giró haciendo chillar las llantas y el público enloqueció mientras jugaban a esquivarlo con los flashes encendidos mientras grababan.

    ㅤㅤDio una, dos vueltas pero a la tercera algo no cuadró.

    ㅤㅤEl impacto fue tan violento que el capó se arrugó como si no fuera nada, además el airbag no se activó y su cabeza rebotó contra algo, nunca supo contra qué, haciendo que le bajara una delgada línea de sangre por la ceja. Todo se apagó por un segundo pero Bobby se bajó entre el humo con el impulso torpe que le daba la adrenalina y cayó de rodillas al tropezarse con su propio pie.

    "¡Chino ¿… ...bien?!"

    —¿Quién bajó el volumen…? —Preguntó confundido mientras apretaba los ojos y alguien se acercó entre risas para auxiliarlo, su amigo, seguramente.

    ㅤㅤY así terminó la noche: con el Audi magullado, una ceja rota y su combo de amigos contándole como todo fue perfecto hasta que se le ocurrió besar la pared. Bueno, las cervezas y la risas hacían que valiera la pena aunque sabía que el chistecito le iba a salir caro a la aseguradora.
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[ 桑港 | i'm on the 𝓦𝒆𝒔𝒕𝒔𝒊𝒅𝒆 ] El Audi patinó más de lo debido y ¡BANG! Se estrelló contra la pared de concreto con un golpe seco, ruidoso y… ligeramente humillante, tenía que admitirlo. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ-ˋˏ✄┈┈┈┈ ㅤㅤEl vuelo a San Francisco se sintió más corto de lo esperado, bueno, en parte porque había dormido casi todo el trayecto a causa del brownie cannábico justo para evitar pasarse despierto en tremenda lata voladora durante 12 horas. ㅤㅤAsistió al car meet por insistencia de un amigo y no se arrepintió. ㅤㅤHabían autos con todo tipo de arreglos y mejoras que llamaban la atención, escapes que botaban fuego, bocinas con colores estridentes tocando cumbias sonideras, Tupac, Eazy y más. Bobby, o "el chino" como lo llamaban sus amigos de la infancia con ascendencia latina, llegó en un Audi RS 7 gris y los saludó con el español que recordaba de aquellos días. "¡Dale Chino, enséñales!" —Gritó una voz conocida en español para animarlo después de dejarse convencer de hacer el drift. ㅤㅤEl motor del Audi retumbó. Bobby apretó el volante y justo cuando el humo del escape ya había llamado la atención de todos, pisó el acelerador con violencia y comenzó la maniobra. El auto giró haciendo chillar las llantas y el público enloqueció mientras jugaban a esquivarlo con los flashes encendidos mientras grababan. ㅤㅤDio una, dos vueltas pero a la tercera algo no cuadró. ㅤㅤEl impacto fue tan violento que el capó se arrugó como si no fuera nada, además el airbag no se activó y su cabeza rebotó contra algo, nunca supo contra qué, haciendo que le bajara una delgada línea de sangre por la ceja. Todo se apagó por un segundo pero Bobby se bajó entre el humo con el impulso torpe que le daba la adrenalina y cayó de rodillas al tropezarse con su propio pie. "¡Chino ¿… ...bien?!" —¿Quién bajó el volumen…? —Preguntó confundido mientras apretaba los ojos y alguien se acercó entre risas para auxiliarlo, su amigo, seguramente. ㅤㅤY así terminó la noche: con el Audi magullado, una ceja rota y su combo de amigos contándole como todo fue perfecto hasta que se le ocurrió besar la pared. Bueno, las cervezas y la risas hacían que valiera la pena aunque sabía que el chistecito le iba a salir caro a la aseguradora.
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  • Desenvolviendo los regalos, Jean se encontró con:

    ➢ Unas trufas de chocolate hechas por Sebastián.
    Jean se comió una. Como era de esperarse, estaba deliciosa. Pero dejará el resto para más tarde.

    ➢ Un peluche de un conejo blanco, de Ciel.
    Es... esponjoso y suave. Lo conservará, pero escondido en algún lado. Jean ya no es un niño para jugar con peluches (tiene 13 años).

    ➢ Un pergamino nórdico por parte de su padre, el conde Phantomhive (¿o debería decir ex-conde?). Está un poco dañado, pero el contenido puede leerse. Fascinante.
    Lo traducirá más tarde.

    ➢ Un seax, una arma de doble filo. De su padre, el conde Grey. Se ve un poco desgastada, pero sin ningún rastro de oxido, excelentemente conservada. Le encanta.

    ➢ Una cruz celta, de Hiro. Parece que Jean no pudo disimular su fascinación por ellos. Su amigo es muy considerado.

    ➢ Un anillo céfiro, es precioso. De Ryan. Que buen detalle de su parte.

    ➢ Un atrapasueños que muestra indicios del futuro, de Alastor. Tendrá que probarlo esta noche.

    ➢ Una hermosa y antigua pluma estilográfica, una libreta de cuero, y también había una nota... Palabras sabias de la Teniente Sakimoto.

    ➢ Una colección de libros antiguos restaurados, junto a una nota escrita con tinta negra... de Heinrich. Él parece conocer bien sus gustos. Tendrá que agradecérselo personalmente.

    ➢ Un rompecabezas de cincomil piezas, de la señorita Charlotte. La dama con gran talento musical.

    Lo demás, eran deliciosos pasteles que se habían consumido el día de la fiesta. Del señor Echeverri y la dama Taoqi.

    Viendo la cantidad de paquetes y cajas apiladas a un lado, se sorprendió.

    —No esperaba despertar tanto aprecio.
    Desenvolviendo los regalos, Jean se encontró con: ➢ Unas trufas de chocolate hechas por Sebastián. Jean se comió una. Como era de esperarse, estaba deliciosa. Pero dejará el resto para más tarde. ➢ Un peluche de un conejo blanco, de Ciel. Es... esponjoso y suave. Lo conservará, pero escondido en algún lado. Jean ya no es un niño para jugar con peluches (tiene 13 años). ➢ Un pergamino nórdico por parte de su padre, el conde Phantomhive (¿o debería decir ex-conde?). Está un poco dañado, pero el contenido puede leerse. Fascinante. Lo traducirá más tarde. ➢ Un seax, una arma de doble filo. De su padre, el conde Grey. Se ve un poco desgastada, pero sin ningún rastro de oxido, excelentemente conservada. Le encanta. ➢ Una cruz celta, de Hiro. Parece que Jean no pudo disimular su fascinación por ellos. Su amigo es muy considerado. ➢ Un anillo céfiro, es precioso. De Ryan. Que buen detalle de su parte. ➢ Un atrapasueños que muestra indicios del futuro, de Alastor. Tendrá que probarlo esta noche. ➢ Una hermosa y antigua pluma estilográfica, una libreta de cuero, y también había una nota... Palabras sabias de la Teniente Sakimoto. ➢ Una colección de libros antiguos restaurados, junto a una nota escrita con tinta negra... de Heinrich. Él parece conocer bien sus gustos. Tendrá que agradecérselo personalmente. ➢ Un rompecabezas de cincomil piezas, de la señorita Charlotte. La dama con gran talento musical. Lo demás, eran deliciosos pasteles que se habían consumido el día de la fiesta. Del señor Echeverri y la dama Taoqi. Viendo la cantidad de paquetes y cajas apiladas a un lado, se sorprendió. —No esperaba despertar tanto aprecio.
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  • El rugido del motor se apagó lentamente, devorado por el silencio del atardecer. Kyu bajó una pierna, deteniendo su motocicleta al borde de un acantilado. La brisa suave le agitaba el cabello largo, ahora más suelto que nunca, y las luces doradas del horizonte pintaban su rostro con tonos cálidos, haciendo brillar con fuerza sus ojos ámbar.

    Se quitó los guantes sin dedos y apoyó ambos brazos sobre el manillar. Frente a él, el sol se rendía al final del día, derramando su luz como si el cielo se estuviera incendiando con suavidad. El mundo parecía más quieto, más limpio desde ese lugar elevado.

    Kyu soltó una breve risa nasal, como si aquel espectáculo fuera irónico, casi cruel.

    —Es tan bonito que casi se siente como una trampa —murmuró, sin esperar respuesta.

    Había algo en el resplandor que lo hacía recordar que la vida aún podía ser más que niebla, sangre o cicatrices. Algo que hacía doler el pecho, pero de una forma suave… parecida a la nostalgia.

    Con el casco apoyado en la motocicleta y su chaqueta blanca y negra ondeando al viento, simplemente observó.

    Y por un instante, solo uno, creyó que aún no era tarde para decidir hacia dónde seguir conduciendo.
    El rugido del motor se apagó lentamente, devorado por el silencio del atardecer. Kyu bajó una pierna, deteniendo su motocicleta al borde de un acantilado. La brisa suave le agitaba el cabello largo, ahora más suelto que nunca, y las luces doradas del horizonte pintaban su rostro con tonos cálidos, haciendo brillar con fuerza sus ojos ámbar. Se quitó los guantes sin dedos y apoyó ambos brazos sobre el manillar. Frente a él, el sol se rendía al final del día, derramando su luz como si el cielo se estuviera incendiando con suavidad. El mundo parecía más quieto, más limpio desde ese lugar elevado. Kyu soltó una breve risa nasal, como si aquel espectáculo fuera irónico, casi cruel. —Es tan bonito que casi se siente como una trampa —murmuró, sin esperar respuesta. Había algo en el resplandor que lo hacía recordar que la vida aún podía ser más que niebla, sangre o cicatrices. Algo que hacía doler el pecho, pero de una forma suave… parecida a la nostalgia. Con el casco apoyado en la motocicleta y su chaqueta blanca y negra ondeando al viento, simplemente observó. Y por un instante, solo uno, creyó que aún no era tarde para decidir hacia dónde seguir conduciendo.
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  • Compartiendo con el amigo de mi fratello
    Fandom Oc
    Categoría Original
    Partocipantes: Elixen Bae Lee y Lucas Giovanni Garrido Lombardi


    Soltó un suspiro largo, casi teatral, como si la paciencia ya se le hubiese agotado hace rato. Asintió brevemente y comenzó a caminar hacia su auto con paso relajado, haciendo girar las llaves entre los dedos con ese aire despreocupado tan suyo. Al llegar a medio camino, se giró de golpe hacia los dos chicos, alzando una ceja con su típica expresión entre fastidiada y divertida.

    —¿E allora? ¿Van a quedarse ahí plantados como estatuas o qué? ¡Vengan ya, que no pienso esperar toda la noche! —dijo con tono burlesco, extendiendo los brazos mientras señalaba la plaza de basket a su alrededor—. O los dejo aquí con los faroles y los mosquitos.

    Sin esperar respuesta, se dio media vuelta, subió al auto y, con una sonrisa ladina, apoyó una mano en el volante y presionó el claxon un par de veces, lo justo para molestarlos sin perder el encanto.

    —Dai ragazzi, ¡muévanse!

    Encendió el motor, dejando en claro que no estaba bromeando, aunque en el fondo se divertía más de lo que quería admitir. El auto partió rumbo a casa, acompañado finalmente por su fratellino y el amigo que había sido invitado a cenar.

    El destino: una casa familiar de dos pisos, acogedora, de estilo rústico, con paredes de piedra clara, vigas de madera y ese aroma a hogar que sólo una familia italiana puede tener. Allí los esperaban sus padres, quienes los recibieron con abrazos cálidos y sonrisas sinceras, saludando al invitado como si ya fuera parte de la familia desde hace años.
    Partocipantes: [meteor_White_rat_650] y [fable_amethyst_rhino_461] Soltó un suspiro largo, casi teatral, como si la paciencia ya se le hubiese agotado hace rato. Asintió brevemente y comenzó a caminar hacia su auto con paso relajado, haciendo girar las llaves entre los dedos con ese aire despreocupado tan suyo. Al llegar a medio camino, se giró de golpe hacia los dos chicos, alzando una ceja con su típica expresión entre fastidiada y divertida. —¿E allora? ¿Van a quedarse ahí plantados como estatuas o qué? ¡Vengan ya, que no pienso esperar toda la noche! —dijo con tono burlesco, extendiendo los brazos mientras señalaba la plaza de basket a su alrededor—. O los dejo aquí con los faroles y los mosquitos. Sin esperar respuesta, se dio media vuelta, subió al auto y, con una sonrisa ladina, apoyó una mano en el volante y presionó el claxon un par de veces, lo justo para molestarlos sin perder el encanto. —Dai ragazzi, ¡muévanse! Encendió el motor, dejando en claro que no estaba bromeando, aunque en el fondo se divertía más de lo que quería admitir. El auto partió rumbo a casa, acompañado finalmente por su fratellino y el amigo que había sido invitado a cenar. El destino: una casa familiar de dos pisos, acogedora, de estilo rústico, con paredes de piedra clara, vigas de madera y ese aroma a hogar que sólo una familia italiana puede tener. Allí los esperaban sus padres, quienes los recibieron con abrazos cálidos y sonrisas sinceras, saludando al invitado como si ya fuera parte de la familia desde hace años.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • El sitio es una puta trampa. Lo supe en cuanto crucé la verja rota. El contacto aseguró que el objetivo estaría solo. Michele De Santis, contador del clan Costa. Tenía que ser una ejecución rápida, limpia, sin testigos. Pero alguien le advirtió, porque hay movimiento. Dos hombres más, armados. Uno con una escopeta, y el otro parece nervioso, lo suficiente como para disparar antes de preguntar.

    Me agacho tras un bidón. Reviso el arma. Silenciador colocado, cargador completo. No tengo margen de error. No con un puto cartucho de escopeta apuntando a cada rincón.

    Escucho pasos a la izquierda. Uno de los tipos. Lo espero, dejo que cruce el ángulo muerto y cuando pasa junto a mí, lo agarro por la nuca, cuchillo en la garganta, directo. Cae sin ruido.

    Entonces el otro grita algo y dispara.

    El primer impacto me roza la pierna derecha. Siento el ardor al instante. No me detengo a comprobar si es grave. Me lanzo hacia un montón de madera podrida, disparo dos veces, lo escucho gritar, pero sigue vivo. Cambia de posición. Escopeta de corredera. Malas noticias si acierta el segundo.

    Corto el ángulo. Lo rodeo y tiro el cuchillo acertando en el hombro. Se desequilibra, así que me lanzo encima en un pequeño forcejeo. No me tiembla el pulso. Tres disparos cortos. Respira una vez y muere.

    Y entonces lo veo.

    Michele arriba corriendo. Segunda planta. Disparo y lo roza cayéndose.

    Subo con la pierna sangrando. Me arde, me quema. Aún así sigo. Me apoyo en la barandilla y lo alcanzo. Suplica. Pero le disparo en la cabeza sin decir nada.

    Silencio.

    El almacén queda vacío. El cuerpo de Michele en el suelo. Mi sangre en la pierna. Camino hacia la salida con la respiración acelerada. No sé si de dolor o de rabia. El encargo está cumplido, pero alguien mintió. No estaba solo, el informe estaba mal. Pudo haber salido peor y eso no se tolera.

    Salgo cojeando. Afuera llueve. Borra rastros. Camino dos calles hasta donde dejé la moto. Me subo.

    El muslo me duele. La sangre sigue fluyendo. No me va a matar, pero va a dejar una marca. Otra más. Aprieto los dientes. Ya pensaré después si me lo coso sola o llamo a alguien.

    Ahora solo quiero salir de aquí.
    El sitio es una puta trampa. Lo supe en cuanto crucé la verja rota. El contacto aseguró que el objetivo estaría solo. Michele De Santis, contador del clan Costa. Tenía que ser una ejecución rápida, limpia, sin testigos. Pero alguien le advirtió, porque hay movimiento. Dos hombres más, armados. Uno con una escopeta, y el otro parece nervioso, lo suficiente como para disparar antes de preguntar. Me agacho tras un bidón. Reviso el arma. Silenciador colocado, cargador completo. No tengo margen de error. No con un puto cartucho de escopeta apuntando a cada rincón. Escucho pasos a la izquierda. Uno de los tipos. Lo espero, dejo que cruce el ángulo muerto y cuando pasa junto a mí, lo agarro por la nuca, cuchillo en la garganta, directo. Cae sin ruido. Entonces el otro grita algo y dispara. El primer impacto me roza la pierna derecha. Siento el ardor al instante. No me detengo a comprobar si es grave. Me lanzo hacia un montón de madera podrida, disparo dos veces, lo escucho gritar, pero sigue vivo. Cambia de posición. Escopeta de corredera. Malas noticias si acierta el segundo. Corto el ángulo. Lo rodeo y tiro el cuchillo acertando en el hombro. Se desequilibra, así que me lanzo encima en un pequeño forcejeo. No me tiembla el pulso. Tres disparos cortos. Respira una vez y muere. Y entonces lo veo. Michele arriba corriendo. Segunda planta. Disparo y lo roza cayéndose. Subo con la pierna sangrando. Me arde, me quema. Aún así sigo. Me apoyo en la barandilla y lo alcanzo. Suplica. Pero le disparo en la cabeza sin decir nada. Silencio. El almacén queda vacío. El cuerpo de Michele en el suelo. Mi sangre en la pierna. Camino hacia la salida con la respiración acelerada. No sé si de dolor o de rabia. El encargo está cumplido, pero alguien mintió. No estaba solo, el informe estaba mal. Pudo haber salido peor y eso no se tolera. Salgo cojeando. Afuera llueve. Borra rastros. Camino dos calles hasta donde dejé la moto. Me subo. El muslo me duele. La sangre sigue fluyendo. No me va a matar, pero va a dejar una marca. Otra más. Aprieto los dientes. Ya pensaré después si me lo coso sola o llamo a alguien. Ahora solo quiero salir de aquí.
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  • — Hay algo en manejar de noche que te obliga a pensar en todo lo que no quieres. La carretera se estira como un hilo de recuerdos, y el viento entra como voces que ya no están. Cada faro que se cruza conmigo es una historia que no viví, una vida que no fue. Y mientras el mundo duerme, yo me hundo en mi cabeza, en lo que perdí, en lo que fui… en lo que no supe ser. El motor ruge como si intentara callar los pensamientos, pero no puede. Porque en la noche, no hay distracciones, no hay mentiras. Solo estás tú, el camino, y los demonios que llevas sentados atrás. A veces creo que si manejo lo suficiente, si no me detengo, voy a dejar todo eso atrás. Pero sé que no es cierto. Lo único que realmente se mueve es el velocímetro. El pasado… ese siempre viaja conmigo.
    — Hay algo en manejar de noche que te obliga a pensar en todo lo que no quieres. La carretera se estira como un hilo de recuerdos, y el viento entra como voces que ya no están. Cada faro que se cruza conmigo es una historia que no viví, una vida que no fue. Y mientras el mundo duerme, yo me hundo en mi cabeza, en lo que perdí, en lo que fui… en lo que no supe ser. El motor ruge como si intentara callar los pensamientos, pero no puede. Porque en la noche, no hay distracciones, no hay mentiras. Solo estás tú, el camino, y los demonios que llevas sentados atrás. A veces creo que si manejo lo suficiente, si no me detengo, voy a dejar todo eso atrás. Pero sé que no es cierto. Lo único que realmente se mueve es el velocímetro. El pasado… ese siempre viaja conmigo.
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  • Noche. En una carretera desierta, junto al auto de Andrés.
    El motor apagado, las luces encendidas.
    El mundo entero, detenido.

    —¿Estás segura de esto? —preguntó Andrés con la respiración agitada, sus manos firmes en su cintura.

    Luna no respondió. Lo miró a los ojos con la intensidad de quien ya no quiere pensar, de quien solo quiere sentir. Con los labios temblorosos, se aferró a su camiseta, lo atrajo hacia sí y le susurró:

    —De lo único que estoy segura... es de ti.

    La noche era cálida, pero lo que ardía era otra cosa.
    Él la alzó con la urgencia de quien tiene miedo de perderla otra vez, como si su piel pudiera ser un ancla para ese torbellino que ambos eran.
    Ella envolvió sus piernas alrededor de él, sobre el capó del auto, y el mundo se volvió humo y luna llena.

    No era amor sano.
    No era perfecto.
    Pero era real.

    Y por una vez, en medio del caos de sus vidas, se sintieron completos.
    Noche. En una carretera desierta, junto al auto de Andrés. El motor apagado, las luces encendidas. El mundo entero, detenido. —¿Estás segura de esto? —preguntó Andrés con la respiración agitada, sus manos firmes en su cintura. Luna no respondió. Lo miró a los ojos con la intensidad de quien ya no quiere pensar, de quien solo quiere sentir. Con los labios temblorosos, se aferró a su camiseta, lo atrajo hacia sí y le susurró: —De lo único que estoy segura... es de ti. La noche era cálida, pero lo que ardía era otra cosa. Él la alzó con la urgencia de quien tiene miedo de perderla otra vez, como si su piel pudiera ser un ancla para ese torbellino que ambos eran. Ella envolvió sus piernas alrededor de él, sobre el capó del auto, y el mundo se volvió humo y luna llena. No era amor sano. No era perfecto. Pero era real. Y por una vez, en medio del caos de sus vidas, se sintieron completos.
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  • Mi novia se había ido en la mañana como siempre, y ya sentía como la casa sin ella se hacía eterno, así que decidi salir a dar una vuelta en mi moto.

    La arranqué, no tenía rumbo, así que paseé y me detuve en el puerto solo para ver el mar un rato.

    Pero me aburrí. Como siempre que no estoy con ella.

    Tomé el camino de vuelta sin prisa, sentí el aire en la cara mientras pensaba en qué canción nueva escribir.

    Y entonces, de pronto, el neumático trasero perdió el agarre justo en una curva suave. Sentí el derrape, el peso, el choque. Todo se volvió ruido y golpe y metal raspando calle.

    Después, silencio.

    Me quedé boca arriba, con la respiración atascada y el casco girado a medias. Me dolía el brazo izquierdo. Me ardía la frente. Sentí algo caliente bajar por mi ceja.

    Me quité el casco a duras penas. Las manos me temblaban.

    —Joder… —susurré, sintiendo el sabor metálico en la boca.

    Me llevé la mano a la frente. Sangre. No mucha, pero lo suficiente para asustarme. Toqué el bolsillo interior de la chaqueta. El móvil. No estaba. Lo busqué a tientas en el suelo. Me arrastré sobre un codo, jadeando.

    —Vamos… vamos, por favor…

    Lo vi brillar a un par de metros. Agrietado. Sucio. Pero encendido. Lo alcancé, deslizándome con la palma raspada.

    Abrí la pantalla. La vista me fallaba. Pero el contacto de ella estaba allí, el primero.

    Lo apreté. Una vez. Dos.

    —Por favor, contesta… por favor…

    Sentía los dedos helados. El zumbido del dolor llegándome en oleadas.

    —Solo… contesta.

    Aunque fuera para oír su voz antes de desmayarme.

    Aurora Cupper
    Mi novia se había ido en la mañana como siempre, y ya sentía como la casa sin ella se hacía eterno, así que decidi salir a dar una vuelta en mi moto. La arranqué, no tenía rumbo, así que paseé y me detuve en el puerto solo para ver el mar un rato. Pero me aburrí. Como siempre que no estoy con ella. Tomé el camino de vuelta sin prisa, sentí el aire en la cara mientras pensaba en qué canción nueva escribir. Y entonces, de pronto, el neumático trasero perdió el agarre justo en una curva suave. Sentí el derrape, el peso, el choque. Todo se volvió ruido y golpe y metal raspando calle. Después, silencio. Me quedé boca arriba, con la respiración atascada y el casco girado a medias. Me dolía el brazo izquierdo. Me ardía la frente. Sentí algo caliente bajar por mi ceja. Me quité el casco a duras penas. Las manos me temblaban. —Joder… —susurré, sintiendo el sabor metálico en la boca. Me llevé la mano a la frente. Sangre. No mucha, pero lo suficiente para asustarme. Toqué el bolsillo interior de la chaqueta. El móvil. No estaba. Lo busqué a tientas en el suelo. Me arrastré sobre un codo, jadeando. —Vamos… vamos, por favor… Lo vi brillar a un par de metros. Agrietado. Sucio. Pero encendido. Lo alcancé, deslizándome con la palma raspada. Abrí la pantalla. La vista me fallaba. Pero el contacto de ella estaba allí, el primero. Lo apreté. Una vez. Dos. —Por favor, contesta… por favor… Sentía los dedos helados. El zumbido del dolor llegándome en oleadas. —Solo… contesta. Aunque fuera para oír su voz antes de desmayarme. [glow_beryl_hippo_480]
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