• POSADA TIANSHAN.

    Un hermoso paisaje onírico oculto entre las montañas de China.
    Espero puedan visitar está hermosa y tranquila posada, disfrutando de hermosos paseos y deliciosos platillos.

    Este joven monje suele estar en las tardes.

    Espero disfruten y son bienvenidos.

    (Se encuentra en Lugares de rol y se llama Tianshan)
    POSADA TIANSHAN. Un hermoso paisaje onírico oculto entre las montañas de China. Espero puedan visitar está hermosa y tranquila posada, disfrutando de hermosos paseos y deliciosos platillos. Este joven monje suele estar en las tardes. Espero disfruten y son bienvenidos. (Se encuentra en Lugares de rol y se llama Tianshan)
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    Dicen las viejas canciones de los bosques que los licántropos son criaturas hechas de hambre y deseo.
    Que la luna, al rozar sus venas, enciende en ellos una sed de sangre imposible de saciar.
    Cazan sin descanso, día y noche, con un vigor que ningún mortal podría resistir.
    Son bestias insomnes, siempre en movimiento: o se alimentan, o arden en celo, como si su propia carne fuera un tambor que nunca deja de golpear.
    Se cuentan historias de alimañas perseguidas durante días enteros, de pueblos enteros despoblados en una sola semana.

    Pero existe un secreto, un respiro en su condena.
    Un día cada siete, cuando su cuerpo ya no puede con más, los licántropos se derrumban sobre montañas de cadáveres, bañados aún en la sangre fresca de sus presas.
    Y allí, entre la pestilencia y la carne muerta, duermen como si fueran estatuas vivientes.
    Un letargo profundo, casi sagrado, comparable a la hibernación de los osos en las cavernas.
    Ni el sol ni el acero pueden despertarlos: el mundo puede arder y ellos seguirán roncando en su lecho rojo.

    ¡¡¡¡¡Quizá por eso… quizá solo por eso, puedo comprender por qué RYU DUERME TANTO los domingos!!!!!

    🩷¡Es que guarda en la sangre el secreto de los antiguos licántropos!🩷
    [Ryu] Dicen las viejas canciones de los bosques que los licántropos son criaturas hechas de hambre y deseo. Que la luna, al rozar sus venas, enciende en ellos una sed de sangre imposible de saciar. Cazan sin descanso, día y noche, con un vigor que ningún mortal podría resistir. Son bestias insomnes, siempre en movimiento: o se alimentan, o arden en celo, como si su propia carne fuera un tambor que nunca deja de golpear. Se cuentan historias de alimañas perseguidas durante días enteros, de pueblos enteros despoblados en una sola semana. Pero existe un secreto, un respiro en su condena. Un día cada siete, cuando su cuerpo ya no puede con más, los licántropos se derrumban sobre montañas de cadáveres, bañados aún en la sangre fresca de sus presas. Y allí, entre la pestilencia y la carne muerta, duermen como si fueran estatuas vivientes. Un letargo profundo, casi sagrado, comparable a la hibernación de los osos en las cavernas. Ni el sol ni el acero pueden despertarlos: el mundo puede arder y ellos seguirán roncando en su lecho rojo. ¡¡¡¡¡Quizá por eso… quizá solo por eso, puedo comprender por qué RYU DUERME TANTO los domingos!!!!! 🩷¡Es que guarda en la sangre el secreto de los antiguos licántropos!🩷
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  • Te encontraré, aunque tenga que atravesar montañas y mares prohibidos. No pienso rendirme… extraño tu risa, mujer, y volveré a tenerla cerca.
    Te encontraré, aunque tenga que atravesar montañas y mares prohibidos. No pienso rendirme… extraño tu risa, mujer, y volveré a tenerla cerca.
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  • el sonido de multiples voces salia de la botica, en su interior varias mujeres se habia reunido con la bruja -esto no puede ser! estamos perdiendo territorio en la zona norte! tuve que esconder la ciudad dentro de las montañas para evitar mas bajas humanas!- la arlequin sonaba molesta mientras hablaba y la escuchaban -Sacarosa tiene razon, mis telarañas apenas y pueden detener a la mayoria de esas bestias voladoras, mi ciudad ya parece un area de caza de una bestia aracnida aun mas grande que yo- la arachne continuo con algo de angustia -ni hablar de esas hadas extrañas! mis vestidos y maniquies apenas y pueden contenerlas, no son hadas comunes te lo digo- la que sostenia el parasol bebio de su taza de te bastante enojada -la situacion no es mejor aqui chicas, los wendigos estan cruzando mi niebla y estan acabando con la zona sur de mi ciudad, pero diganme... sus bestias tampoco son afectados por la magia?- las tres invitadas asintieron y suspiraron preocupadas y desesperadas al no poder proteger a sus humanos, Sunset aun mas al saber que Huesos El Mercader y Jean Phantomhive tambien tendran problemas si esto no se soluciona rapido
    el sonido de multiples voces salia de la botica, en su interior varias mujeres se habia reunido con la bruja -esto no puede ser! estamos perdiendo territorio en la zona norte! tuve que esconder la ciudad dentro de las montañas para evitar mas bajas humanas!- la arlequin sonaba molesta mientras hablaba y la escuchaban -Sacarosa tiene razon, mis telarañas apenas y pueden detener a la mayoria de esas bestias voladoras, mi ciudad ya parece un area de caza de una bestia aracnida aun mas grande que yo- la arachne continuo con algo de angustia -ni hablar de esas hadas extrañas! mis vestidos y maniquies apenas y pueden contenerlas, no son hadas comunes te lo digo- la que sostenia el parasol bebio de su taza de te bastante enojada -la situacion no es mejor aqui chicas, los wendigos estan cruzando mi niebla y estan acabando con la zona sur de mi ciudad, pero diganme... sus bestias tampoco son afectados por la magia?- las tres invitadas asintieron y suspiraron preocupadas y desesperadas al no poder proteger a sus humanos, Sunset aun mas al saber que [Huesos_27666] y [littl3gr3y] tambien tendran problemas si esto no se soluciona rapido
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  • El forastero entre las luces del pueblo

    Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía.

    El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña.

    De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana.

    Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja:

    — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos).

    Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño.

    — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras).

    Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes.

    —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado.
    —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba.

    Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad.

    Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura:

    — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?).

    Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo.

    Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza.

    — भोजनम्… (Comida).

    Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
    El forastero entre las luces del pueblo Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía. El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña. De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana. Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja: — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos). Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño. — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras). Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes. —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado. —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba. Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad. Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura: — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?). Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo. Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza. — भोजनम्… (Comida). Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
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  • El comandante de la patrulla Aokin se entera que los orcos vienen en su dirección gracias al radar. - “¡No puede ser posible!” - Dice molesto y con algo de actitud. - “De seguro ya vienen Los Zurí, no hay de qué preocuparnos.” - Indica el comandante. Mientras reúne a todos los integrantes y les dice lo que está por pasar, se preparan para pelear si es necesario.

    Las familias y demás elfos ya estaban en el lugar de emergencia porque algunos de los Aokin fueron a refugiarlos.

    Aproximadamente 15 minutos después, se escuchan estruendos provenientes de uno de los caminos de la montaña rocosa, pues ahí hay un pasadizo. Un fuerte gruñido se escucha por toda el área norte. - “Han llegado. ¡En marcha¡” - grita el comandante de la patrulla, Cionel. Por el camino se encuentran con la patrulla Zurí

    Llegando al pasadizo, ambas patrullas se encuentran con los orcos. Estos se ríen mientras los miran. - “Vaya, vaya. Hasta que llegan… eso es.. un acto, digamos que suicida.” - dice uno de los orcos y acto seguido se ríe burlón. El comandante de la patrulla Zurí lo mira fijamente serio. - “¿Suicida? Tal vez. Pero al menos nosotros llegamos con honor, no arrastrándonos como ratas entre las piedras.” - Mira al orco con una leve sonrisa. - “En tu lugar, no celebraría tan pronto. Aún no has visto cómo luchan los que cuidan esta región.” - el orco ríe alto, mientras los demás elfos están en postura defensiva. - “¡Honor! ¡Ja! Hermosa palabra para disfrazar la estupidez.” - escupe el suelo, donde la saliva chispea contra una raíz brillante. - “Esta región muere, elfo. Sus raíces crujen bajo nuestras botas.” - el orco levanta su hacha, y los demás le siguen, gritando. - “Lucharemos contra cada uno de ustedes. Y yo cuando logre matarte, arrancaré tu cabeza, elfo rubio insípido… y la pondré como trofeo en nuestro planeta.” - Los orcos golpean sus escudos con entusiasmo, rugiendo, preparándose para la pelea. El cielo se oscurece un poco más. Una tormenta se avecina.
    El comandante de la patrulla Aokin se entera que los orcos vienen en su dirección gracias al radar. - “¡No puede ser posible!” - Dice molesto y con algo de actitud. - “De seguro ya vienen Los Zurí, no hay de qué preocuparnos.” - Indica el comandante. Mientras reúne a todos los integrantes y les dice lo que está por pasar, se preparan para pelear si es necesario. Las familias y demás elfos ya estaban en el lugar de emergencia porque algunos de los Aokin fueron a refugiarlos. Aproximadamente 15 minutos después, se escuchan estruendos provenientes de uno de los caminos de la montaña rocosa, pues ahí hay un pasadizo. Un fuerte gruñido se escucha por toda el área norte. - “Han llegado. ¡En marcha¡” - grita el comandante de la patrulla, Cionel. Por el camino se encuentran con la patrulla Zurí Llegando al pasadizo, ambas patrullas se encuentran con los orcos. Estos se ríen mientras los miran. - “Vaya, vaya. Hasta que llegan… eso es.. un acto, digamos que suicida.” - dice uno de los orcos y acto seguido se ríe burlón. El comandante de la patrulla Zurí lo mira fijamente serio. - “¿Suicida? Tal vez. Pero al menos nosotros llegamos con honor, no arrastrándonos como ratas entre las piedras.” - Mira al orco con una leve sonrisa. - “En tu lugar, no celebraría tan pronto. Aún no has visto cómo luchan los que cuidan esta región.” - el orco ríe alto, mientras los demás elfos están en postura defensiva. - “¡Honor! ¡Ja! Hermosa palabra para disfrazar la estupidez.” - escupe el suelo, donde la saliva chispea contra una raíz brillante. - “Esta región muere, elfo. Sus raíces crujen bajo nuestras botas.” - el orco levanta su hacha, y los demás le siguen, gritando. - “Lucharemos contra cada uno de ustedes. Y yo cuando logre matarte, arrancaré tu cabeza, elfo rubio insípido… y la pondré como trofeo en nuestro planeta.” - Los orcos golpean sus escudos con entusiasmo, rugiendo, preparándose para la pelea. El cielo se oscurece un poco más. Una tormenta se avecina.
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  • - en el un lugar entre las montañas
    Había un lugar donde , no había nieve uno donde crecía flores un gran lugar entre los nueve mundo donde pocos seres asistían y ala vez ni dioses conocia , Ylva solía ir cuando quería escapar de su vida y matimonio . -

    Ay qué paz y dónde no existe reglas para mí
    - en el un lugar entre las montañas Había un lugar donde , no había nieve uno donde crecía flores un gran lugar entre los nueve mundo donde pocos seres asistían y ala vez ni dioses conocia , Ylva solía ir cuando quería escapar de su vida y matimonio . - Ay qué paz y dónde no existe reglas para mí
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  • ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno.

    ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad.

    "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..."

    ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos.

    "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..."

    ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores?

    "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..."

    ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento.

    «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas.

    ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma.

    ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro.

    —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph.

    ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro.

    ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
    ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno. ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad. "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..." ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos. "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..." ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores? "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..." ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento. «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas. ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma. ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro. —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph. ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro. ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
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  • POSADA TIANSHAN

    Un hermoso paisaje onirico situado en un valle rodeado de montañas, recibe a sus huespedes con la mas grata bienvenida.
    Tiene una modesta cocina donde se sirven platillos tradicionales y paisajes para contemplar rodeado de naturaleza.

    Sean bienvenidos.
    (Off: Se encuentra en el menú, Lugares de rol, los horarios de atencion por parte del dueño son regularmente por las tardes, pero siempre pueden venir con sus amistades y recorrer el sitio)

    Daozhang Xiao Xingchen.
    POSADA TIANSHAN Un hermoso paisaje onirico situado en un valle rodeado de montañas, recibe a sus huespedes con la mas grata bienvenida. Tiene una modesta cocina donde se sirven platillos tradicionales y paisajes para contemplar rodeado de naturaleza. Sean bienvenidos. (Off: Se encuentra en el menú, Lugares de rol, los horarios de atencion por parte del dueño son regularmente por las tardes, pero siempre pueden venir con sus amistades y recorrer el sitio) Daozhang Xiao Xingchen.
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  • - joven en aquellos tiempos en las montañas , atras de ella estaba el reino de Khione su madre -

    Khione (madre de Ylva) : otra vez leyendo historias de los mortales .

    Madre , hay grandes historias mas alla de que los dioses podemos imagimar

    Khione (madre de Ylva):
    Deja eso un momento , has ido a Asgard ya sabes.

    No quiero ir , pasare una etenidad entre dioses de cuidad y sus leyes

    - su madre dio un suspiro , conocia su hija era como los vientos que reinaban el reino humano pero tambien era cudiosa -
    - joven en aquellos tiempos en las montañas , atras de ella estaba el reino de Khione su madre - Khione (madre de Ylva) : otra vez leyendo historias de los mortales . Madre , hay grandes historias mas alla de que los dioses podemos imagimar Khione (madre de Ylva): Deja eso un momento , has ido a Asgard ya sabes. No quiero ir , pasare una etenidad entre dioses de cuidad y sus leyes - su madre dio un suspiro , conocia su hija era como los vientos que reinaban el reino humano pero tambien era cudiosa -
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