• — Meehh la vida sigue... y seguirá por mucho tiempo.—
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  • -Sali de la escuela hace años, pero aun asi me quise probar esto, ¿que tal me sienta?-
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  • Ya se a quien dejar a cargo si algo me pasa...Alastor Red Demon
    Ya se a quien dejar a cargo si algo me pasa...[nova_aqua_scorpion_520]
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  • —El rey recibe el origami entre sus manos, mismo que termina destrozado en cuanto acaba de leerlo. Furioso lanza los pedazos de papel al viento—

    El antiguo refrán ya lo dicta: "El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe" Sea pues, Constantine, te metiste con fuego.
    —El rey recibe el origami entre sus manos, mismo que termina destrozado en cuanto acaba de leerlo. Furioso lanza los pedazos de papel al viento— El antiguo refrán ya lo dicta: "El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe" Sea pues, Constantine, te metiste con fuego.
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  • «No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí».

    Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio.

    El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera.

    "Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?"

    ¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa.

    Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio.

    Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo.

    Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. No importaba dónde aterrizara, nada importaba. Además de hacer todo lo opuesto a lo que le diera gusto al viejo.

    —Yo...

    ¿Por qué carajo lo miraban tanto?

    —...te odio.

    ¿Qué fue lo que dijo?

    —Te odio. Me alegra estar muerto para ti.

    Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Qué lindo.

    —Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti?

    Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías.

    —Jódete.

    Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso.

    Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.

    «No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí». Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio. El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera. "Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?" ¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa. Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio. Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo. Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. No importaba dónde aterrizara, nada importaba. Además de hacer todo lo opuesto a lo que le diera gusto al viejo. —Yo... ¿Por qué carajo lo miraban tanto? —...te odio. ¿Qué fue lo que dijo? —Te odio. Me alegra estar muerto para ti. Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Qué lindo. —Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti? Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías. —Jódete. Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso. Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    definitvamente ame, este rol

    tqm Alexa Selene//
    definitvamente ame, este rol tqm [Alexbl]//
    El silencio de la noche envolvía el jardín, pero dentro de Daniel, la tormenta de pensamientos y emociones seguía rugiendo. Aún arrodillado en la hierba, su respiración se hacía más lenta, pero su mente permanecía atrapada en la oscuridad de sus propios sentimientos. Las palabras que había gritado al cielo seguían retumbando en su pecho, como un constante recordatorio de su fragilidad.

    Un leve crujido interrumpió la quietud, y Daniel giró la cabeza, los ojos buscando una respuesta que no estaba preparado para encontrar. La figura de Alexa se recortaba en la luz de la luna. En ese instante, supo lo que ya temía: no había estado solo. Ella lo había escuchado todo. La vergüenza lo envolvió, el calor subiendo a su rostro, mientras sus ojos se desviaban, incapaz de enfrentarse a la cruda realidad de ser descubierto.

    El niño obediente que siempre cumplía las reglas, que nunca alzaba la voz, había expuesto su fragilidad. Frente a su hermana, ahora también testigo de su desesperación, Daniel no podía ocultar más lo que realmente era: un joven agotado, que había llegado al límite.

    La luz de la luna destacaba el cansancio en los ojos de Daniel y las lágrimas que luchaban por no caer. Su máscara de perfección se había roto, dejando al descubierto a alguien exhausto y vulnerable.

    El silencio entre ellos pesaba, y Daniel, incapaz de sostener la mirada, bajó la cabeza. Apretó los puños, tratando de contener la tormenta que lo invadía. Con un murmullo apenas audible, dejó escapar


    —Supongo que siempre fui más transparente de lo que quería...

    Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una rendición que no había buscado, pero que ya no podía evitar.

    Alexa Selene
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    https://youtu.be/_VbcnwBSxoc?si=EKyv5DNDX7Hu5QI8

    Ope del anime que me estoy mirando, por hoy lo deje de ver, mañana seguiré.
    https://youtu.be/_VbcnwBSxoc?si=EKyv5DNDX7Hu5QI8 Ope del anime que me estoy mirando, por hoy lo deje de ver, mañana seguiré.
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  • — Que día tan complicado. . . —

    Que mejor que, revitalizar el cuerpo con una ducha termal.

    Lo malo: es pública.
    — Que día tan complicado. . . — Que mejor que, revitalizar el cuerpo con una ducha termal. Lo malo: es pública.
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  • — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
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  • Nada mal, este estilo me gusta, hasta tengo heterocromia...
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