• Últimamente estoy saliendo mucho en la noche, durante la nevada, solo para despejarme del estrés de dar clases y prepararme para las próximas funciones que vienen por navidad.
    Últimamente estoy saliendo mucho en la noche, durante la nevada, solo para despejarme del estrés de dar clases y prepararme para las próximas funciones que vienen por navidad.
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    //hice una ilustración sencilla del Yuii y no sé si subirla hoy o el viernes, pq no podré ponerme a dibujar el viernes pq voy a mi última cita con el oncólogo.


    auxilio.
    //hice una ilustración sencilla del Yuii y no sé si subirla hoy o el viernes, pq no podré ponerme a dibujar el viernes pq voy a mi última cita con el oncólogo. auxilio.
    2 comentarios 0 compartidos
  • ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖

    𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰: 𝑳𝒂𝒔 𝑪𝒂𝒅𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑳𝒖𝒋𝒐

    Querido diario…

    Hoy he comprendido que no todas las jaulas son de hierro… algunas son de oro, cubiertas de terciopelo y perfumadas con rosas


    En esta casa, el futuro no se elige: se dicta.

    
Cada uno de nosotros tiene un destino cuidadosamente bordado por las manos de mis padres, como si fuéramos piezas en un tapiz que debe mantenerse perfecto, sin hilos fuera de lugar.

    Luca, mi hermano mayor, se casará con la princesa Enyadres de Bélgica.
    Una unión estratégica, dicen.
    La combinación ideal entre el poder de la vieja nobleza italiana y la elegancia de una corona europea.
    Él no protestó.
    Nunca lo hace.

    Sus ojos grises no revelan emoción alguna, pero cada vez que la mencionan, su mandíbula se tensa.

    Yo lo noto.
    Siempre lo noto.

    Adriano, en cambio, se unirá a la princesa Amara de Grecia, una mujer de belleza exótica y sonrisa disciplinada.
    Él finge estar complacido, incluso bromea sobre ello, pero sus manos tiemblan cuando piensa que, al decir “sí”, estará enterrando la libertad que tanto ama.

    Giulia, la joya más preciada de mi madre, sellará su futuro con el Duque Lorenzo di Castellano, un hombre doce años mayor que ella. Un matrimonio de conveniencia, disfrazado de elegancia.

    Dicen que juntos representarán el renacer de la aristocracia italiana.
    A veces veo a Giulia mirarse al espejo por horas, inmóvil, como si tratara de reconocer a la mujer que el destino le impuso ser.

    Y yo…

    Mi futuro también está escrito.
Desde que era niña, he escuchado su nombre en los labios de mis padres, como una profecía que debía cumplirse: el príncipe Nikolai Romanov de Rusia.
    
El más admirado y temido entre los herederos de la nueva nobleza.

    Dicen que su mirada puede congelar la sangre, y que su sonrisa es tan peligrosa como la corona que heredará algún día.

    A los catorce, me dijeron que sería su prometida cuando cumpliera la mayoría de edad.
    
A los quince, me explicaron que mi unión con él no solo uniría dos linajes, sino que también aseguraría la inmortalidad del apellido Moretti.

    Pero nadie me preguntó si quería ser inmortal.

    No quiero un palacio en San Petersburgo ni un trono de invierno.
    
No quiero joyas que brillen más que mi risa ni vestidos tan pesados que ahoguen mi respiración.

    
Quiero… respirar sin permiso.

    Quiero caminar sin que me sigan los pasos del deber.
    Quiero vivir una vida que me pertenezca.

    Esta noche he decidido algo, querido diario.
No puedo seguir viviendo bajo el techo de quienes ya han decidido quién debo ser.
    
La perfección que tanto veneran es una prisión que no me deja existir.

    Mañana, cuando el reloj del vestíbulo marque las tres y trece —esa hora maldita que detiene el tiempo en esta casa—, haré lo que ninguna Moretti se ha atrevido jamás a hacer:

    romper mi destino.

    Quizá el mundo fuera de estas paredes sea cruel.
Quizá nadie recuerde mi nombre.
    
Pero prefiero eso a convertirme en una sombra elegante con un apellido brillante y un corazón vacío.

    Si algún día alguien encuentra estas páginas, quiero que sepa que yo, Scarlett Moretti, nací con un fuego que no puede ser contenido por el mármol ni por los lazos de sangre.

    Esta será la primera noche de mi libertad.




    O la última de mi nombre.



    — 𝑆𝑐𝑎𝑟𝑙𝑒𝑡𝑡 𝑀𝑜𝑟𝑒𝑡𝑡𝑖
    ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖ 𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰: 𝑳𝒂𝒔 𝑪𝒂𝒅𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑳𝒖𝒋𝒐 Querido diario… Hoy he comprendido que no todas las jaulas son de hierro… algunas son de oro, cubiertas de terciopelo y perfumadas con rosas En esta casa, el futuro no se elige: se dicta. 
Cada uno de nosotros tiene un destino cuidadosamente bordado por las manos de mis padres, como si fuéramos piezas en un tapiz que debe mantenerse perfecto, sin hilos fuera de lugar. Luca, mi hermano mayor, se casará con la princesa Enyadres de Bélgica. Una unión estratégica, dicen. La combinación ideal entre el poder de la vieja nobleza italiana y la elegancia de una corona europea. Él no protestó. Nunca lo hace. Sus ojos grises no revelan emoción alguna, pero cada vez que la mencionan, su mandíbula se tensa. Yo lo noto. Siempre lo noto. Adriano, en cambio, se unirá a la princesa Amara de Grecia, una mujer de belleza exótica y sonrisa disciplinada. Él finge estar complacido, incluso bromea sobre ello, pero sus manos tiemblan cuando piensa que, al decir “sí”, estará enterrando la libertad que tanto ama. Giulia, la joya más preciada de mi madre, sellará su futuro con el Duque Lorenzo di Castellano, un hombre doce años mayor que ella. Un matrimonio de conveniencia, disfrazado de elegancia. Dicen que juntos representarán el renacer de la aristocracia italiana. A veces veo a Giulia mirarse al espejo por horas, inmóvil, como si tratara de reconocer a la mujer que el destino le impuso ser. Y yo… Mi futuro también está escrito.
Desde que era niña, he escuchado su nombre en los labios de mis padres, como una profecía que debía cumplirse: el príncipe Nikolai Romanov de Rusia. 
El más admirado y temido entre los herederos de la nueva nobleza. Dicen que su mirada puede congelar la sangre, y que su sonrisa es tan peligrosa como la corona que heredará algún día.
 A los catorce, me dijeron que sería su prometida cuando cumpliera la mayoría de edad. 
A los quince, me explicaron que mi unión con él no solo uniría dos linajes, sino que también aseguraría la inmortalidad del apellido Moretti. Pero nadie me preguntó si quería ser inmortal. No quiero un palacio en San Petersburgo ni un trono de invierno. 
No quiero joyas que brillen más que mi risa ni vestidos tan pesados que ahoguen mi respiración. 
Quiero… respirar sin permiso. Quiero caminar sin que me sigan los pasos del deber. Quiero vivir una vida que me pertenezca. Esta noche he decidido algo, querido diario.
No puedo seguir viviendo bajo el techo de quienes ya han decidido quién debo ser. 
La perfección que tanto veneran es una prisión que no me deja existir. Mañana, cuando el reloj del vestíbulo marque las tres y trece —esa hora maldita que detiene el tiempo en esta casa—, haré lo que ninguna Moretti se ha atrevido jamás a hacer: romper mi destino. Quizá el mundo fuera de estas paredes sea cruel.
Quizá nadie recuerde mi nombre. 
Pero prefiero eso a convertirme en una sombra elegante con un apellido brillante y un corazón vacío. Si algún día alguien encuentra estas páginas, quiero que sepa que yo, Scarlett Moretti, nací con un fuego que no puede ser contenido por el mármol ni por los lazos de sangre. Esta será la primera noche de mi libertad.
 O la última de mi nombre. — 𝑆𝑐𝑎𝑟𝑙𝑒𝑡𝑡 𝑀𝑜𝑟𝑒𝑡𝑡𝑖
    Me gusta
    Me encocora
    6
    0 turnos 0 maullidos
  • ¡Sorpresa!
    Fandom Los Bridgerton
    Categoría Drama
    Rosamund Gunningworth


    Anoche llegué muy tarde a la vez que bastante agotada solo pude saludar a madre y a la tía, el resto de la familia los pude ver a la mañana siguiente durante el desayuno, los primos siguen exactamente iguales (quitando que cada uno a crecido unos pocos centímetros ) a la última vez que nos vimos.
    [Th_Gunningworth] Anoche llegué muy tarde a la vez que bastante agotada solo pude saludar a madre y a la tía, el resto de la familia los pude ver a la mañana siguiente durante el desayuno, los primos siguen exactamente iguales (quitando que cada uno a crecido unos pocos centímetros ) a la última vez que nos vimos.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    7 turnos 0 maullidos
  • Nuestra Boda 💒
    Fandom El que sea
    Categoría Romance
    En el cálido atardecer bañado por una suave brisa, el jardín estaba impecablemente decorado, cada detalle reflejaba el amor y la ilusión de Ángela y Alessia.

    Las flores aromáticas parecían susurrar promesas y los rayos dorados del sol acariciaban los rostros de los invitados, y las madrinas Thalya, Olivia y la hermana de Constantin y el ya mencionado padrino, quienes con sonrisas y emocionados abrazos estaban llegando, llenando el espacio de esa energía especial que solo un momento tan esperado puede generar.
    Coquetos arreglos de luces colgaban entre las ramas de los árboles, creando un ambiente íntimo y mágico. La música suave acompañaba el murmullo alegre de conversaciones y risas contenidas, mientras las últimas copas de vino se alzaban en brindis anticipados.

    Sin embargo, entre todos los rostros radiantes y vestidos de gala, había una ausencia que marcaba el ritmo de los latidos: la esperada Alessia aún no hacía su entrada, y el silencio cargado de esperanza se mezclaba con la dulce ansiedad en el corazón de Ángela, quien esperaba con la mirada llena de amor que su novia cruzara finalmente el umbral para comenzar juntos ese nuevo capítulo de sus vidas.
    En el cálido atardecer bañado por una suave brisa, el jardín estaba impecablemente decorado, cada detalle reflejaba el amor y la ilusión de Ángela y Alessia. Las flores aromáticas parecían susurrar promesas y los rayos dorados del sol acariciaban los rostros de los invitados, y las madrinas Thalya, Olivia y la hermana de Constantin y el ya mencionado padrino, quienes con sonrisas y emocionados abrazos estaban llegando, llenando el espacio de esa energía especial que solo un momento tan esperado puede generar. Coquetos arreglos de luces colgaban entre las ramas de los árboles, creando un ambiente íntimo y mágico. La música suave acompañaba el murmullo alegre de conversaciones y risas contenidas, mientras las últimas copas de vino se alzaban en brindis anticipados. Sin embargo, entre todos los rostros radiantes y vestidos de gala, había una ausencia que marcaba el ritmo de los latidos: la esperada Alessia aún no hacía su entrada, y el silencio cargado de esperanza se mezclaba con la dulce ansiedad en el corazón de Ángela, quien esperaba con la mirada llena de amor que su novia cruzara finalmente el umbral para comenzar juntos ese nuevo capítulo de sus vidas.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    5
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    2
    14 turnos 0 maullidos
  • POST MORTEM: Mentiras Piadosas.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Nyssara Starfen
    : [En proceso de elección].


    El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha.

    A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS.

    —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración.

    —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar.

    El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad.

    El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato.

    —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina.

    El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía.

    —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí.

    Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto.

    Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado.

    Ezra respiró hondo.

    —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena.

    Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
    👤: [frost_black_deer_503] 💽: [En proceso de elección]. El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha. A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS. —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración. —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar. El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad. El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato. —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina. El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía. —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí. Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto. Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado. Ezra respiró hondo. —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena. Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    5
    1 turno 0 maullidos
  • Hmph... últimamente mis pequeños y adorables subordinados están más flojos de lo normal ...me pregunto si puedo salir a asustar a cualquiera que llegue al castillo
    Hmph... últimamente mis pequeños y adorables subordinados están más flojos de lo normal ...me pregunto si puedo salir a asustar a cualquiera que llegue al castillo
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas.

    Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California.

    Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó.

    “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…”

    El aire se le escapó de los pulmones.
    Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas.

    Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo.

    —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder!

    Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento.
    La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó.
    Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá.
    Y ella no estaba lista para eso.

    La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema.
    “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.”

    Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón.

    Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol.

    Esa carta era su puerta, su billete, su promesa.
    Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual.

    Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas.

    Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad.
    Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
    El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas. Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California. Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó. “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…” El aire se le escapó de los pulmones. Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas. Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo. —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder! Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento. La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó. Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá. Y ella no estaba lista para eso. La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema. “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.” Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón. Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol. Esa carta era su puerta, su billete, su promesa. Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual. Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas. Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad. Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
    0 turnos 0 maullidos
  • OTRO ATARDECER.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Giselle Miller

    El sol del pequeño pueblito perdido en Australia golpeaba la piel de Ezra con una calidez abrasadora, cargada de ese brillo casi blanco que solo existía en las costas remotas. El castaño entrecerró los ojos, acostumbrándose a la intensidad mientras contemplaba lo que sería su hogar durante aquel verano.

    La casa se alzaba frente a él como una mezcla deliciosa entre sencillez y capricho: paredes claras, líneas limpias, y un aire silencioso que prometía privacidad. Pero en su interior… En su interior había exactamente todo lo que alguien como él necesitaba.
    Wifi estable —indispensable—, una biblioteca llena de libros polvorientos y nuevos, una vista al mar que parecía pintada, cocina equipada con más artefactos de los que usaría, una cafetera de última generación que casi lo hizo sonreír… Y un mini bar que ya estaba imaginando explorar por las noches.

    Y por supuesto…
    Una cama de dos plazas y media.
    Porque Ezra Hamilton no sabía habitar espacios pequeños.

    Dejó las maletas en la sala de estar con un golpe suave, dejando que rodaran apenas sobre la alfombra antes de enderezarse y mirar alrededor como si evaluara una joya recién encontrada. Había silencio, brisa, luz… Y un encanto rústico que no esperaba pero que lo conquistaba sin pedir permiso.

    —¿Y bien, qué le parece, señor Hamilton? —preguntó el guía, un hombre fornido y amable, juntando las manos para frotarlas con ese entusiasmo nervioso de quien espera aprobación.

    Ezra giró apenas el rostro, una sonrisa frívola curvándole los labios mientras se quitaba las gafas de sol para colgarlas del cuello de la camisa.

    —¿Dónde puedo rentar un coche?

    El guía soltó una risa breve, como si hubiera adivinado que esa sería su primera preocupación.
    Pero Ezra ya estaba otra vez mirando la casa, imaginándola llena de su presencia.


    ୧‿̩͙ ˖︵ ꕀ⠀ 𔔀 ꉂ 𒀭࣪⠀ ꕀ ︵˖ ‿̩͙୨


    El muchacho avanzaba por las calles polvorientas del pueblito con el papel arrugado entre los dedos, la tinta ligeramente corrida por el sudor del calor australiano. Cada esquina parecía idéntica a la anterior, cada calle un reflejo de la anterior, hasta el punto de que empezó a preguntarse si estaba caminando en círculos. Casas bajas, veredas irregulares, un par de bicicletas apoyadas contra postes de madera… Y un silencio que solo interrumpía el canto de los pájaros y el viento arrastrando arena.

    Miró su móvil, esperando que el mapa cargara esta vez. Nada.
    El círculo cargando, girando eternamente.

    —Carajo. Maldita señal de mierda —murmuró, guardándolo en el bolsillo con fastidio.
    Perfecto. A un hombre como él, acostumbrado a moverse con chofer y ubicaciones precisas, no le quedaba otra que… Hablar con gente.

    Suspiró, irónico con su propia suerte, y se encaminó hacia la única tienda que veía abierta: una pequeña construcción de madera pintada de verde claro, con macetas desbordadas de flores en la entrada y un letrero hecho a mano que colgaba torcido.

    Al empujar la puerta, una campanilla tintineó con suavidad. El aroma a eucalipto y pan caliente lo envolvió enseguida. La dueña —una anciana de cabello blanco recogido en un moño alto— levantó la vista desde detrás del mostrador y le regaló una sonrisa cálida. Los pocos clientes que vagaban entre las góndolas apenas le prestaron atención.

    Ezra se acercó, recuperando su compostura, la postura erguida, la sonrisa práctica que usaba para el mundo.

    —Buen día, disculpe la molestia…

    La mujer inclinó ligeramente la cabeza, invitándolo a continuar.

    Ezra extendió el papel, su sonrisa volviéndose un poco más genuina.

    —¿Sabe dónde queda esta dirección?
    👤: [echo_peridot_crow_169] El sol del pequeño pueblito perdido en Australia golpeaba la piel de Ezra con una calidez abrasadora, cargada de ese brillo casi blanco que solo existía en las costas remotas. El castaño entrecerró los ojos, acostumbrándose a la intensidad mientras contemplaba lo que sería su hogar durante aquel verano. La casa se alzaba frente a él como una mezcla deliciosa entre sencillez y capricho: paredes claras, líneas limpias, y un aire silencioso que prometía privacidad. Pero en su interior… En su interior había exactamente todo lo que alguien como él necesitaba. Wifi estable —indispensable—, una biblioteca llena de libros polvorientos y nuevos, una vista al mar que parecía pintada, cocina equipada con más artefactos de los que usaría, una cafetera de última generación que casi lo hizo sonreír… Y un mini bar que ya estaba imaginando explorar por las noches. Y por supuesto… Una cama de dos plazas y media. Porque Ezra Hamilton no sabía habitar espacios pequeños. Dejó las maletas en la sala de estar con un golpe suave, dejando que rodaran apenas sobre la alfombra antes de enderezarse y mirar alrededor como si evaluara una joya recién encontrada. Había silencio, brisa, luz… Y un encanto rústico que no esperaba pero que lo conquistaba sin pedir permiso. —¿Y bien, qué le parece, señor Hamilton? —preguntó el guía, un hombre fornido y amable, juntando las manos para frotarlas con ese entusiasmo nervioso de quien espera aprobación. Ezra giró apenas el rostro, una sonrisa frívola curvándole los labios mientras se quitaba las gafas de sol para colgarlas del cuello de la camisa. —¿Dónde puedo rentar un coche? El guía soltó una risa breve, como si hubiera adivinado que esa sería su primera preocupación. Pero Ezra ya estaba otra vez mirando la casa, imaginándola llena de su presencia. ୧‿̩͙ ˖︵ ꕀ⠀ 𔔀 ꉂ 🥼 𒀭࣪⠀ ꕀ ︵˖ ‿̩͙୨ El muchacho avanzaba por las calles polvorientas del pueblito con el papel arrugado entre los dedos, la tinta ligeramente corrida por el sudor del calor australiano. Cada esquina parecía idéntica a la anterior, cada calle un reflejo de la anterior, hasta el punto de que empezó a preguntarse si estaba caminando en círculos. Casas bajas, veredas irregulares, un par de bicicletas apoyadas contra postes de madera… Y un silencio que solo interrumpía el canto de los pájaros y el viento arrastrando arena. Miró su móvil, esperando que el mapa cargara esta vez. Nada. El círculo cargando, girando eternamente. —Carajo. Maldita señal de mierda —murmuró, guardándolo en el bolsillo con fastidio. Perfecto. A un hombre como él, acostumbrado a moverse con chofer y ubicaciones precisas, no le quedaba otra que… Hablar con gente. Suspiró, irónico con su propia suerte, y se encaminó hacia la única tienda que veía abierta: una pequeña construcción de madera pintada de verde claro, con macetas desbordadas de flores en la entrada y un letrero hecho a mano que colgaba torcido. Al empujar la puerta, una campanilla tintineó con suavidad. El aroma a eucalipto y pan caliente lo envolvió enseguida. La dueña —una anciana de cabello blanco recogido en un moño alto— levantó la vista desde detrás del mostrador y le regaló una sonrisa cálida. Los pocos clientes que vagaban entre las góndolas apenas le prestaron atención. Ezra se acercó, recuperando su compostura, la postura erguida, la sonrisa práctica que usaba para el mundo. —Buen día, disculpe la molestia… La mujer inclinó ligeramente la cabeza, invitándolo a continuar. Ezra extendió el papel, su sonrisa volviéndose un poco más genuina. —¿Sabe dónde queda esta dirección?
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    4
    1 turno 0 maullidos
  • Solo diré una pequeña cosa...
    Me voy a encabronar dónde su ausencia sea porque los menores de mentalidad -3 se ofendieron por lo dicho y decidió apoyarles antes que a este encanto

    Bueno dos cosas, alguien a visto a mis esclavos ?!!! Deje 4 la última vez que estuve aquí y no veo a uno solo

    ...

    Anika Iudex Neuvilette Inuyasha No Taisho Sebastián Michaelis

    Que es eso de dejar a su lord y señor descuidado ?

    -oficialmente con nadie tiene contrato de esclavitud y de hecho solo son sus parejas o amigos pero se tiene que vengar por tanto abandono que le an dado aunque posiblemente sea el lord el que dejó algún rol olvidado (?-
    Solo diré una pequeña cosa... Me voy a encabronar dónde su ausencia sea porque los menores de mentalidad -3 se ofendieron por lo dicho y decidió apoyarles antes que a este encanto Bueno dos cosas, alguien a visto a mis esclavos ?!!! Deje 4 la última vez que estuve aquí y no veo a uno solo ... [Anika1] [Neuvi11ette] [illusion_amethyst_mule_800] [Michaelis] Que es eso de dejar a su lord y señor descuidado ? -oficialmente con nadie tiene contrato de esclavitud y de hecho solo son sus parejas o amigos pero se tiene que vengar por tanto abandono que le an dado aunque posiblemente sea el lord el que dejó algún rol olvidado (?-
    Me gusta
    2
    17 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados