• Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío

    El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido.

    Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto

    Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada.
    Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.”

    Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.”

    Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición.
    Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?”

    Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.”

    Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente.
    Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.”

    Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece.


    Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira

    Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente.


    Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida.


    Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen.

    En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención.

    Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas

    Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos.
    Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.”

    Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.”

    Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía.
    Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.”

    Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro.

    Kael y el Señor de las Sombras

    Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado.
    El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío.
    Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.”

    Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.”

    El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió.
    Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.”

    Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.”

    Kael recuerda:
    Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.”

    Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío.
    El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad.
    Y desaparece.



    Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido. Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada. Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.” Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.” Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición. Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?” Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.” Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente. Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.” Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece. Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente. Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen. En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención. Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos. Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.” Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.” Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía. Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.” Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro. Kael y el Señor de las Sombras Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado. El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío. Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.” Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.” El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió. Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.” Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.” Kael recuerda: Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.” Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío. El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad. Y desaparece.
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  • — Está pieza es una máscara Ko-omote del teatro Noh, data del periodo Edo. Fue encontrado en Kioto, en un cofre sellado dentro de una casa de té abandonada... donde dicen que la actriz que la usó por última vez desapareció tras una función particularmente conmovedora ¡HAHAHA~! Ah, pero no es solo una reliquia... esta dama de madera tiene la curiosa cualidad de... suavizar las percepciones. Hace que su dueño sea poco interesante para ciertos sentidos más allá de lo físico. Aham, una pieza invaluable para quien aprecie la discreción en sus negocios más delicados ~
    — Está pieza es una máscara Ko-omote del teatro Noh, data del periodo Edo. Fue encontrado en Kioto, en un cofre sellado dentro de una casa de té abandonada... donde dicen que la actriz que la usó por última vez desapareció tras una función particularmente conmovedora ¡HAHAHA~! Ah, pero no es solo una reliquia... esta dama de madera tiene la curiosa cualidad de... suavizar las percepciones. Hace que su dueño sea poco interesante para ciertos sentidos más allá de lo físico. Aham, una pieza invaluable para quien aprecie la discreción en sus negocios más delicados ~
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  • Una tarde nublada en la universidad. Arlo salía del edificio de ingeniería con su mochila medio abierta y los audífonos colgando del cuello. Acaba de terminar su última clase del día. En la explanada, los estudiantes reían, compraban café y hacían planes.

    Arlo se encaminaba hacia la salida, mirando el suelo cuando de pronto su celular comiemza a vibrar dentro del bolsillo de su pantalón. Un número sin nombre parpadeaba en la pantalla y lo reconoció al instante, sus manos comenzaron a sudar y el aire se volvió más denso.

    Respiró hondo y contestó la llamada.

    — Hoy...tengo trabajo. No sé si pueda...

    La llamada se cortó, Arlo se queda con el teléfono en la mano y miró la pantalla negra, presentía que no sería una noche tranquila para él.
    Una tarde nublada en la universidad. Arlo salía del edificio de ingeniería con su mochila medio abierta y los audífonos colgando del cuello. Acaba de terminar su última clase del día. En la explanada, los estudiantes reían, compraban café y hacían planes. Arlo se encaminaba hacia la salida, mirando el suelo cuando de pronto su celular comiemza a vibrar dentro del bolsillo de su pantalón. Un número sin nombre parpadeaba en la pantalla y lo reconoció al instante, sus manos comenzaron a sudar y el aire se volvió más denso. Respiró hondo y contestó la llamada. — Hoy...tengo trabajo. No sé si pueda... La llamada se cortó, Arlo se queda con el teléfono en la mano y miró la pantalla negra, presentía que no sería una noche tranquila para él.
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  • Cuando los pensamientos intrusivos te atacan(?).

    - Al menos el flequillo no quedó tan mal, o eso quiero creer- Miró por última vez su reflejo en el espejo antes de guardar la tijera.

    "Ojalá pudiera cortar, de una vez, el lazo que me une a ellos..."

    Con un suspiro resignado, salió del baño y se tiró en la cama. Estaba a punto de cerrar los ojos y sucumbir al sueño cuando, de repente, un libro cayó del estante. El ruido seco del impacto resonó por toda la habitación, y ella ya sabía de qué se trataba, algo, rondaba cerca de la casa.
    Se incorporó lentamente hasta quedar sentada en la cama. Frente a ella, varios cuadros con fotos la miraban en silencio, despertando una sensación nostálgica que no pudo evitar.

    "A veces me pregunto si algún día volverás..."

    Ahora, todo parecía al revés. Estaba atrapada en el vacío, con la oscuridad a su alrededor, cada vez más cerca, como si intentara devorarla.

    Cuando los pensamientos intrusivos te atacan(?). - Al menos el flequillo no quedó tan mal, o eso quiero creer- Miró por última vez su reflejo en el espejo antes de guardar la tijera. "Ojalá pudiera cortar, de una vez, el lazo que me une a ellos..." Con un suspiro resignado, salió del baño y se tiró en la cama. Estaba a punto de cerrar los ojos y sucumbir al sueño cuando, de repente, un libro cayó del estante. El ruido seco del impacto resonó por toda la habitación, y ella ya sabía de qué se trataba, algo, rondaba cerca de la casa. Se incorporó lentamente hasta quedar sentada en la cama. Frente a ella, varios cuadros con fotos la miraban en silencio, despertando una sensación nostálgica que no pudo evitar. "A veces me pregunto si algún día volverás..." Ahora, todo parecía al revés. Estaba atrapada en el vacío, con la oscuridad a su alrededor, cada vez más cerca, como si intentara devorarla.
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  • — Últimamente como que mis dias se basan en esto.
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  • ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos.

    Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila.

    ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino.

    ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez.
    ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos.

    La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789.
    ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible.

    Demasiado. Ha sido demasiado.

    Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias.
    ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar.

    ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare.

    Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​

    Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas

    ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma.

    Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos. Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila. ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino. ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez. ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos. La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789. ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible. Demasiado. Ha sido demasiado. Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias. ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar. ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare. Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​ Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma. Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
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  • Último intento de no desaparecer de acá

    Últimamente ando en plena decadencia existencial, medio muerto de motivación, medio vivo por inercia, sobreviviendo a base de té amargo y trabajo.
    Así que, oficialmente, me ofrezco con los brazos abiertos 🫱🏻‍🫲🏻 a cualquiera que quiera cruzarse en mi camino ( por muy random que sea).

    Busco nuevas interacciones, tramas originales, interesantes, únicas o simplemente delirantes, de esas que te hacen quedarte pegado al texto y pensar “vale, me ha valido la pena invertir mi tiempo acá”.
    Prometo calidad, coherencia, estética, profundidad y, cómo no, mi toque de caos elegante

    Rol multipárrafo por publicación.
    MD abierto para charlar o planificar tramas entre uss.

    ¿quién se atreve a invocar al Oráculo del Espejo antes de que desaparezca del todo?

    #Ficrol #MirrorVerse #BuscoRol #RolEspaña #Roleplay #RPAbierto #YunseokWang

    🪞✨ Último intento de no desaparecer de acá Últimamente ando en plena decadencia existencial, medio muerto de motivación, medio vivo por inercia, sobreviviendo a base de té amargo y trabajo. Así que, oficialmente, me ofrezco con los brazos abiertos 🫱🏻‍🫲🏻 a cualquiera que quiera cruzarse en mi camino ( por muy random que sea). Busco nuevas interacciones, tramas originales, interesantes, únicas o simplemente delirantes, de esas que te hacen quedarte pegado al texto y pensar “vale, me ha valido la pena invertir mi tiempo acá”. Prometo calidad, coherencia, estética, profundidad y, cómo no, mi toque de caos elegante 🔥 📍 Rol multipárrafo por publicación. 📩 MD abierto para charlar o planificar tramas entre uss. ¿quién se atreve a invocar al Oráculo del Espejo antes de que desaparezca del todo? 🪞😉 #Ficrol #MirrorVerse #BuscoRol #RolEspaña #Roleplay #RPAbierto #YunseokWang
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  • Crónicas del Olvido — Capítulo V: El Camino del Sacrificio

    Tras la restauración del Templo del Bosque, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino comienza a reconstruirse. Kael, ahora más conectado con la magia de origen, guía el proceso. Pero cada fragmento restaurado libera una onda que despierta enemigos ocultos: los Heraldos del Vacío, antiguos guardianes corrompidos por el Señor de las Sombras.

    El mundo comienza a cambiar. Las zonas purificadas se expanden lentamente. Aldeas olvidadas ven la luz por primera vez en años. Criaturas mágicas regresan. Pero con cada paso, el Cuarteto se enfrenta a enemigos más fuertes, más inteligentes, más crueles.

    Los Heraldos no son simples monstruos. Son estrategas. Algunos manipulan el tiempo, otros distorsionan la gravedad, y otros atacan directamente los vínculos emocionales del grupo.

    El grupo es dividido en planos temporales divergentes. No solo están separados físicamente, sino emocionalmente: cada uno vive una versión alternativa de su historia.

    Kael, atrapado en un bucle donde Yukine muere una y otra vez, comienza a perder noción del presente. En cada intento de salvarlo, el resultado es el mismo: fracaso.

    Kael (susurrando): “¿Cuántas veces debo fallar para entender que no todo puede salvarse?”

    Kael comienza a escribir runas en el aire, cada una representando una emoción: culpa, esperanza, fe. Solo la runa de “memoria” permanece. Con ella, Kael ancla su conciencia y rompe el bucle.
    Sira enfrenta versiones de sí misma: una que se rindió, otra que se volvió cruel, otra que nunca conoció a Lidica.

    Sira (gritando): “¡No soy lo que el dolor hizo de mí! Soy lo que elegí ser… por ella.”

    Al aceptar su vulnerabilidad, el plano se colapsa y Sira regresa.

    Tharos ve un mundo donde nunca se liberó. Su fuego es negro, su alma hueca. Pero al recordar el rostro de Elen, una chispa pura emerge.

    Tharos: “Si el fuego puede destruir… también puede iluminar.”

    Elen, atrapada en un tiempo donde el bosque nunca floreció, canaliza una semilla que crece a través de las eras. La raíz rompe el plano y la devuelve.

    El Heraldo de la Fractura se disuelve, no por fuerza, sino por sincronía emocional. El grupo se reúne, pero Kael comienza a escuchar ecos de futuros que aún no existen.

    Heraldo del Eco – Aeloria: El Reflejo que Miente

    El Heraldo del Eco no solo copia habilidades. Copia heridas. Cada réplica es una versión corrompida del alma.
    Kael ve una versión de sí mismo que usó el Amuleto como arma y destruyó el mundo.

    Kael (al reflejo): “No eres mi sombra. Eres mi advertencia. Y yo… ya elegí.”

    Kael conjura un sello de contención que no destruye al reflejo, lo encierra en una runa de propósito.

    Sira enfrenta una copia que manipula el viento con precisión quirúrgica. Cada ráfaga es perfecta. Pero sin alma.
    Sira: “El viento no se domina. Se escucha.”

    Sira deja de atacar. Se queda quieta. El viento real la envuelve, y la réplica se desvanece.

    Tharos ve una versión que abraza la ira como virtud. Lucha sin magia. Solo con voluntad.

    Tharos: “La furia me dio fuerza. Pero el perdón… me dio control.”

    Elen enfrenta una réplica que cura sin alma. Al canalizar su vínculo con las raíces vivas, purifica la réplica desde dentro.
    El Heraldo del Eco se disuelve, dejando una advertencia:
    “Toda luz genera sombra. Y ustedes… ya tienen demasiadas.”

    Heraldo de la Marea – Nymar: El Agua que Recuerda

    El agua se convierte en veneno emocional. Cada gota muestra un recuerdo feliz… corrompido.

    Kael ve a Yukine sonriendo, pero la sonrisa se convierte en grito.

    Kael: “No quiero cambiar el pasado. Solo honrarlo.”

    Kael conjura una barrera de aceptación. No repele el agua. La transforma.

    Sira ve a Lidica bailando en el viento, pero el viento se vuelve cuchilla.

    Sira: “Si el viento la llevó… que me lleve a mí también.”

    Sira canaliza su vínculo real y purifica la corriente.

    Tharos ve a su familia viva, luego ardiendo. Se sumerge en el lago, dejando que el fuego se apague. Emerge con una nueva llama: la llama del perdón.

    Elen ve a su madre cantando, pero la canción se distorsiona. Canta de nuevo, con voz temblorosa. El lago responde con luz.

    El Heraldo de la Marea se disuelve, pero deja una última frase:
    “La culpa no se vence. Se aprende a convivir con ella.”

    Después del Asedio

    El grupo no celebra. No hay victoria. Solo marcas.

    • Tharos pierde parte de su sensibilidad mágica.
    • Elen envejece físicamente por el uso excesivo de magia de raíz.
    • Sira comienza a perder la capacidad de distinguir sus propios recuerdos de los de Lidica.
    • Kael guarda silencio. Porque sabe que el Amuleto está casi completo… y que cuando lo esté, él será el canal.

    Kael (en voz baja): “No somos los héroes que el mundo esperaba. Somos los que eligieron no rendirse.”

    El grupo no habla de lo que pierde. Pero lo siente.

    • Tharos se aleja por momentos, temiendo que su fuego vuelva a corromperlo.
    • Elen comienza a escribir sus memorias, por si su mente se fragmenta.
    • Sira entrena sola, intentando recuperar el control de su percepción.
    • Kael solo observa a lo lejos.

    A pesar de todo, el mundo comienza a respirar.

    • En Khar-Dun, los monumentos a los caídos se iluminan por primera vez.
    • En Nymar, los niños juegan en lagos purificados.
    • En Tharion, los sabios regresan a enseñar.
    • En Aeloria, los campos florecen con flores que solo nacen tras la purificación.

    El Cuarteto no es celebrado. No busca gloria. Pero en cada pueblo, en cada rincón, se murmura:

    “El legado de los Heroes aun vive.”

    Con el Amuleto casi completo, el grupo se dirige al Corazón del Vacío, una región donde la oscuridad es tan densa que la luz no entra. Allí, el Señor de las Sombras ha comenzado a manifestarse físicamente. No como una figura… sino como un entorno. El mundo mismo se pliega a su voluntad.

    Antes de partir, el grupo se reúne en silencio.

    • Kael entrega sus notas a Elen, por si no regresa.
    • Sira deja sus dagas en el Templo, llevando solo una.
    • Tharos apaga su fuego voluntariamente, para no perder el control.
    • Elen planta una semilla en cada templo, como promesa de regreso.

    No saben si sobrevivirán. Pero saben que deben hacerlo.




    Crónicas del Olvido — Capítulo V: El Camino del Sacrificio Tras la restauración del Templo del Bosque, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino comienza a reconstruirse. Kael, ahora más conectado con la magia de origen, guía el proceso. Pero cada fragmento restaurado libera una onda que despierta enemigos ocultos: los Heraldos del Vacío, antiguos guardianes corrompidos por el Señor de las Sombras. El mundo comienza a cambiar. Las zonas purificadas se expanden lentamente. Aldeas olvidadas ven la luz por primera vez en años. Criaturas mágicas regresan. Pero con cada paso, el Cuarteto se enfrenta a enemigos más fuertes, más inteligentes, más crueles. Los Heraldos no son simples monstruos. Son estrategas. Algunos manipulan el tiempo, otros distorsionan la gravedad, y otros atacan directamente los vínculos emocionales del grupo. El grupo es dividido en planos temporales divergentes. No solo están separados físicamente, sino emocionalmente: cada uno vive una versión alternativa de su historia. Kael, atrapado en un bucle donde Yukine muere una y otra vez, comienza a perder noción del presente. En cada intento de salvarlo, el resultado es el mismo: fracaso. Kael (susurrando): “¿Cuántas veces debo fallar para entender que no todo puede salvarse?” Kael comienza a escribir runas en el aire, cada una representando una emoción: culpa, esperanza, fe. Solo la runa de “memoria” permanece. Con ella, Kael ancla su conciencia y rompe el bucle. Sira enfrenta versiones de sí misma: una que se rindió, otra que se volvió cruel, otra que nunca conoció a Lidica. Sira (gritando): “¡No soy lo que el dolor hizo de mí! Soy lo que elegí ser… por ella.” Al aceptar su vulnerabilidad, el plano se colapsa y Sira regresa. Tharos ve un mundo donde nunca se liberó. Su fuego es negro, su alma hueca. Pero al recordar el rostro de Elen, una chispa pura emerge. Tharos: “Si el fuego puede destruir… también puede iluminar.” Elen, atrapada en un tiempo donde el bosque nunca floreció, canaliza una semilla que crece a través de las eras. La raíz rompe el plano y la devuelve. El Heraldo de la Fractura se disuelve, no por fuerza, sino por sincronía emocional. El grupo se reúne, pero Kael comienza a escuchar ecos de futuros que aún no existen. Heraldo del Eco – Aeloria: El Reflejo que Miente El Heraldo del Eco no solo copia habilidades. Copia heridas. Cada réplica es una versión corrompida del alma. Kael ve una versión de sí mismo que usó el Amuleto como arma y destruyó el mundo. Kael (al reflejo): “No eres mi sombra. Eres mi advertencia. Y yo… ya elegí.” Kael conjura un sello de contención que no destruye al reflejo, lo encierra en una runa de propósito. Sira enfrenta una copia que manipula el viento con precisión quirúrgica. Cada ráfaga es perfecta. Pero sin alma. Sira: “El viento no se domina. Se escucha.” Sira deja de atacar. Se queda quieta. El viento real la envuelve, y la réplica se desvanece. Tharos ve una versión que abraza la ira como virtud. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Tharos: “La furia me dio fuerza. Pero el perdón… me dio control.” Elen enfrenta una réplica que cura sin alma. Al canalizar su vínculo con las raíces vivas, purifica la réplica desde dentro. El Heraldo del Eco se disuelve, dejando una advertencia: “Toda luz genera sombra. Y ustedes… ya tienen demasiadas.” Heraldo de la Marea – Nymar: El Agua que Recuerda El agua se convierte en veneno emocional. Cada gota muestra un recuerdo feliz… corrompido. Kael ve a Yukine sonriendo, pero la sonrisa se convierte en grito. Kael: “No quiero cambiar el pasado. Solo honrarlo.” Kael conjura una barrera de aceptación. No repele el agua. La transforma. Sira ve a Lidica bailando en el viento, pero el viento se vuelve cuchilla. Sira: “Si el viento la llevó… que me lleve a mí también.” Sira canaliza su vínculo real y purifica la corriente. Tharos ve a su familia viva, luego ardiendo. Se sumerge en el lago, dejando que el fuego se apague. Emerge con una nueva llama: la llama del perdón. Elen ve a su madre cantando, pero la canción se distorsiona. Canta de nuevo, con voz temblorosa. El lago responde con luz. El Heraldo de la Marea se disuelve, pero deja una última frase: “La culpa no se vence. Se aprende a convivir con ella.” Después del Asedio El grupo no celebra. No hay victoria. Solo marcas. • Tharos pierde parte de su sensibilidad mágica. • Elen envejece físicamente por el uso excesivo de magia de raíz. • Sira comienza a perder la capacidad de distinguir sus propios recuerdos de los de Lidica. • Kael guarda silencio. Porque sabe que el Amuleto está casi completo… y que cuando lo esté, él será el canal. Kael (en voz baja): “No somos los héroes que el mundo esperaba. Somos los que eligieron no rendirse.” El grupo no habla de lo que pierde. Pero lo siente. • Tharos se aleja por momentos, temiendo que su fuego vuelva a corromperlo. • Elen comienza a escribir sus memorias, por si su mente se fragmenta. • Sira entrena sola, intentando recuperar el control de su percepción. • Kael solo observa a lo lejos. A pesar de todo, el mundo comienza a respirar. • En Khar-Dun, los monumentos a los caídos se iluminan por primera vez. • En Nymar, los niños juegan en lagos purificados. • En Tharion, los sabios regresan a enseñar. • En Aeloria, los campos florecen con flores que solo nacen tras la purificación. El Cuarteto no es celebrado. No busca gloria. Pero en cada pueblo, en cada rincón, se murmura: “El legado de los Heroes aun vive.” Con el Amuleto casi completo, el grupo se dirige al Corazón del Vacío, una región donde la oscuridad es tan densa que la luz no entra. Allí, el Señor de las Sombras ha comenzado a manifestarse físicamente. No como una figura… sino como un entorno. El mundo mismo se pliega a su voluntad. Antes de partir, el grupo se reúne en silencio. • Kael entrega sus notas a Elen, por si no regresa. • Sira deja sus dagas en el Templo, llevando solo una. • Tharos apaga su fuego voluntariamente, para no perder el control. • Elen planta una semilla en cada templo, como promesa de regreso. No saben si sobrevivirán. Pero saben que deben hacerlo.
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  • • En el seno de una vasta pradera expuesta al sol matinal, situada fuera de la civilización, Agrias se sienta sobre los restos de una columna, en unas ruinas abandonadas para revisar las últimas cartas dirigidas a ellas. El estado de los sobres además del sello parecía indicar que la correspondencia había atravesado un viaje turbulento para llegar, llevadas por palomas mensajeras.

    – Una carta de Ramza, y otra de Orran. Espero que les vaya bien sin mí.

    • Mientras abre los sobres mediante el cuidadoso corte de una daga afilada, por la mente de la guerrera pasa cómo todos debieron huir de Ivalice, marcados como herejes por la Iglesia de Glabados debido a la Guerra que llevaron a cabo contra los Lucavi, los cuales eran considerados dioses sacros, ignorando la cruda realidad. Una vez con el pergaminos en las manos comienza a leer primeramente la carta de su antiguo compañero de armas.

    “Querida Agrias,

    ¿Cómo ha ido en los últimos meses? Afortunadamente tanto yo como Alma estamos a salvo en otra tierra que no puedo especificar por si nuestros perseguidores interceptan la carta.

    En el lugar donde ahora vivimos llevamos una vida humilde, lejos de la guerra. Alma pronto se va a casar. Yo simplemente no puedo pensar en otra cosa que no sea regresar a Ivalice un día con aliados suficientes para impartir justicia por mi propia mano. La Iglesia no debe continuar aprovechándose de la gente.

    Confío en que continuáis viva, querida amiga. Después de todo vuestra habilidad con la espada difícilmente tiene rival. Lamento la muerte de Ovelia, y lamento más aún saber quién lo hizo. Nunca me habría esperado algo así de Delita.

    Espero vuestra respuesta con paciencia.

    Ramza.”

    • Una leve sonrisa agridulce se dibuja en el rostro de la mujer, con sentimientos encontrados en su interior. A continuación procede a abrir el segundo sobre.

    "Saludos, Lady Agrias.

    Esta carta la estoy escribiendo a toda prisa, pues los Confesores pronto me atraparán si no logro huir de Ivalice.

    Los Documentos Durai de mi autoría explicando la verdad además de limpiar vuestro nombre y el de Ramza fueron clasificados como Prohibidos por la Iglesia. A modo de consecuencia además fui marcado como Hereje.

    Por si es la última vez que puedo comunicarme, deseo que esos mentirosos jamás sean capaces de atraparos con vida. Lo que hicísteis a costa de vuestro honor y tranquilidad personal no ha de caer en el olvido.

    Nuestros caminos se cruzarán de nuevo, en esta vida o en la otra.

    Orran Durai."

    • Agrias siente como el fuego recorre su sangre. Con rabia contenida destruye las cartas para que no puedan ser leídas por nadie más.

    – Todo en lo que se me ha educado y en lo que he creído no fue más que una farsa. La nobleza nunca fue de fiar, la Iglesia de Glabados menos aún con semejante depravación en sus instituciones. A pesar de haber destruído a los Lucavi todavía continúan con sus macabros juegos. Ivalice nunca tuvo solución, es un Estado Fallido.

    • Cierra los ojos por un momento para inspirar, espirar y tratar de calmarse.

    – Por ahora solamente puedo procurar vivir un día más. Princesa Ovelia, os he fallado al final. Algún día podré compensar todo lo que no pude lograr, Ramza. Igual que vos. Lo juro.
    • En el seno de una vasta pradera expuesta al sol matinal, situada fuera de la civilización, Agrias se sienta sobre los restos de una columna, en unas ruinas abandonadas para revisar las últimas cartas dirigidas a ellas. El estado de los sobres además del sello parecía indicar que la correspondencia había atravesado un viaje turbulento para llegar, llevadas por palomas mensajeras. – Una carta de Ramza, y otra de Orran. Espero que les vaya bien sin mí. • Mientras abre los sobres mediante el cuidadoso corte de una daga afilada, por la mente de la guerrera pasa cómo todos debieron huir de Ivalice, marcados como herejes por la Iglesia de Glabados debido a la Guerra que llevaron a cabo contra los Lucavi, los cuales eran considerados dioses sacros, ignorando la cruda realidad. Una vez con el pergaminos en las manos comienza a leer primeramente la carta de su antiguo compañero de armas. “Querida Agrias, ¿Cómo ha ido en los últimos meses? Afortunadamente tanto yo como Alma estamos a salvo en otra tierra que no puedo especificar por si nuestros perseguidores interceptan la carta. En el lugar donde ahora vivimos llevamos una vida humilde, lejos de la guerra. Alma pronto se va a casar. Yo simplemente no puedo pensar en otra cosa que no sea regresar a Ivalice un día con aliados suficientes para impartir justicia por mi propia mano. La Iglesia no debe continuar aprovechándose de la gente. Confío en que continuáis viva, querida amiga. Después de todo vuestra habilidad con la espada difícilmente tiene rival. Lamento la muerte de Ovelia, y lamento más aún saber quién lo hizo. Nunca me habría esperado algo así de Delita. Espero vuestra respuesta con paciencia. Ramza.” • Una leve sonrisa agridulce se dibuja en el rostro de la mujer, con sentimientos encontrados en su interior. A continuación procede a abrir el segundo sobre. "Saludos, Lady Agrias. Esta carta la estoy escribiendo a toda prisa, pues los Confesores pronto me atraparán si no logro huir de Ivalice. Los Documentos Durai de mi autoría explicando la verdad además de limpiar vuestro nombre y el de Ramza fueron clasificados como Prohibidos por la Iglesia. A modo de consecuencia además fui marcado como Hereje. Por si es la última vez que puedo comunicarme, deseo que esos mentirosos jamás sean capaces de atraparos con vida. Lo que hicísteis a costa de vuestro honor y tranquilidad personal no ha de caer en el olvido. Nuestros caminos se cruzarán de nuevo, en esta vida o en la otra. Orran Durai." • Agrias siente como el fuego recorre su sangre. Con rabia contenida destruye las cartas para que no puedan ser leídas por nadie más. – Todo en lo que se me ha educado y en lo que he creído no fue más que una farsa. La nobleza nunca fue de fiar, la Iglesia de Glabados menos aún con semejante depravación en sus instituciones. A pesar de haber destruído a los Lucavi todavía continúan con sus macabros juegos. Ivalice nunca tuvo solución, es un Estado Fallido. • Cierra los ojos por un momento para inspirar, espirar y tratar de calmarse. – Por ahora solamente puedo procurar vivir un día más. Princesa Ovelia, os he fallado al final. Algún día podré compensar todo lo que no pude lograr, Ramza. Igual que vos. Lo juro.
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  • A veces siento que me falta una parte del cuerpo cuando no lo tengo encima, y entonces algo en mi cabeza se tuerce.
    Llámalo locura si quieres. Llámalo posesión. Me da igual. No vine a ser razonable ni justa con lo que deseo.

    No me interesa la distancia sana, ni la prudencia emocional, ni las reglas que inventa la gente para justificar miedos.

    Lo único cierto es que lo quiero entero o no lo quiero.

    Completamente dentro de mi vida, de mi mente y de mi piel. Sin espacios neutros.
    No nací para mirar desde lejos. No nací para compartir ni para esperar.
    Nací para tomar. Y lo tomo, porque lo que el destino entrega a mis manos deja de ser elección y pasa a ser pertenencia. Y lo que es mío, lo es hasta las últimas consecuencias.
    A veces siento que me falta una parte del cuerpo cuando no lo tengo encima, y entonces algo en mi cabeza se tuerce. Llámalo locura si quieres. Llámalo posesión. Me da igual. No vine a ser razonable ni justa con lo que deseo. No me interesa la distancia sana, ni la prudencia emocional, ni las reglas que inventa la gente para justificar miedos. Lo único cierto es que lo quiero entero o no lo quiero. Completamente dentro de mi vida, de mi mente y de mi piel. Sin espacios neutros. No nací para mirar desde lejos. No nací para compartir ni para esperar. Nací para tomar. Y lo tomo, porque lo que el destino entrega a mis manos deja de ser elección y pasa a ser pertenencia. Y lo que es mío, lo es hasta las últimas consecuencias.
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