• - Señora... Ambos sabemos que ese saco de arroz no vale lo que usted me está pidiendo.- Decía algo frustrado al ver que la vendedora no da su brazo a torcer.

    Kazuo había bajado a la ciudad que estaba al piel del monte Inari (Kyoto feudal) para comprar algunos víveres. Pero la vendedora era muy obstinada y vendía el arroz a más precio del que correspondía. Esta era una mujer de avanzada edad, arrugada como una pasa seca. En cambio el zorro lucia una apariencia totalmente humana, pasando desapercibido hasta que sus ojos eran avistados, ese color azul intenso llamaba la atención aunque este no la deseará.

    Kazuo respira hondo y cambia el semblante de su rostro. Hace alago de toda su galantería y le sonríe de una forma suave pero arrolladora. La anciana intenta reprimir una sonrisita nerviosa mientras intenta alisar los pliegues de su yukata.

    - Vamos señora Takana, ya sabe que soy un humilde monje en el santuario. ¿no me haría este pequeño favor?.- Le decía con leve sonrisa picarona. Evitaba hacer relucir sus encantos en público, pero todo sea por el buen regateo.

    La señora Takana finalmente cede, extendiéndole a Kazuo el saco de arroz mientras esta tomaba el dinero de la mano del joven.

    -Siempre terminas convenciéndome muchacho, no se cómo lo haces. A veces pienso que usas brujería contra mi.- Decía esta finalmente con una sonrisa en los labios, claramente encantada con la actitud de Kazuo hacia ella.

    -Ya sabe que estos encantos solo los reservo para usted señora Takana. Que Inari la acompañe.* Decía Kazuo sin perder esa sonrisa cautivadora. La escena no pasa del todo desarpecivida, ya que un grupo de jovenes casaderas cuchicheaban y reían de forma suave mirando a Kazuo. Este hace una leve inclinación hacia ellas a modo de respetuosa despedida. Esto hace que incluso una de ellas profiera un gritito de emoción, haciendo que el resto de las jovenes se revoluonaran a un más.

    El zorro continuo su paso entre las calles, algunas estrechas en dirección al resto de comercios para hacer sus compras.
    - Señora... Ambos sabemos que ese saco de arroz no vale lo que usted me está pidiendo.- Decía algo frustrado al ver que la vendedora no da su brazo a torcer. Kazuo había bajado a la ciudad que estaba al piel del monte Inari (Kyoto feudal) para comprar algunos víveres. Pero la vendedora era muy obstinada y vendía el arroz a más precio del que correspondía. Esta era una mujer de avanzada edad, arrugada como una pasa seca. En cambio el zorro lucia una apariencia totalmente humana, pasando desapercibido hasta que sus ojos eran avistados, ese color azul intenso llamaba la atención aunque este no la deseará. Kazuo respira hondo y cambia el semblante de su rostro. Hace alago de toda su galantería y le sonríe de una forma suave pero arrolladora. La anciana intenta reprimir una sonrisita nerviosa mientras intenta alisar los pliegues de su yukata. - Vamos señora Takana, ya sabe que soy un humilde monje en el santuario. ¿no me haría este pequeño favor?.- Le decía con leve sonrisa picarona. Evitaba hacer relucir sus encantos en público, pero todo sea por el buen regateo. La señora Takana finalmente cede, extendiéndole a Kazuo el saco de arroz mientras esta tomaba el dinero de la mano del joven. -Siempre terminas convenciéndome muchacho, no se cómo lo haces. A veces pienso que usas brujería contra mi.- Decía esta finalmente con una sonrisa en los labios, claramente encantada con la actitud de Kazuo hacia ella. -Ya sabe que estos encantos solo los reservo para usted señora Takana. Que Inari la acompañe.* Decía Kazuo sin perder esa sonrisa cautivadora. La escena no pasa del todo desarpecivida, ya que un grupo de jovenes casaderas cuchicheaban y reían de forma suave mirando a Kazuo. Este hace una leve inclinación hacia ellas a modo de respetuosa despedida. Esto hace que incluso una de ellas profiera un gritito de emoción, haciendo que el resto de las jovenes se revoluonaran a un más. El zorro continuo su paso entre las calles, algunas estrechas en dirección al resto de comercios para hacer sus compras.
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    En venta zorro de siete colas ¿Algún interesado?
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    Quien fue el que puso la regla de que no podré salir de mi encierro hasta ser comprado por un amo? Voy a morir encerrado en estás cuatro paredes


    Nadie quiere a un zorro a su lado
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    Quien fue el que puso la regla de que no podré salir de mi encierro hasta ser comprado por un amo? Voy a morir encerrado en estás cuatro paredes :STK-15: Nadie quiere a un zorro a su lado
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  • Era luna llena, y eso aportaba una energía especial. Cuando esta se alzaba, Kazuo en su forma más espiritual, guiaba a los Zenkos más inexpertos al mundo de los espíritus. Un viaje para conectarse con Inari, su deidad, quien les honró con la gracia y poder para ser sus mensajeros. Este pasea por el bosque junto a los Kitsunes más jovenes, dejando que su fuego azul danzase de forma enérgica, anunciando el ascenso. El tamaño descomunal de Kazuo imponía respeto al igual que el número de sus colas, muestra de su sabiduría y longevidad. A medida que el zorro avanza montaña arriba el bosque cantaba,... cantaba por la ducha de que lo divino y lo terrenal se unieran bajo su mano.
    Era luna llena, y eso aportaba una energía especial. Cuando esta se alzaba, Kazuo en su forma más espiritual, guiaba a los Zenkos más inexpertos al mundo de los espíritus. Un viaje para conectarse con Inari, su deidad, quien les honró con la gracia y poder para ser sus mensajeros. Este pasea por el bosque junto a los Kitsunes más jovenes, dejando que su fuego azul danzase de forma enérgica, anunciando el ascenso. El tamaño descomunal de Kazuo imponía respeto al igual que el número de sus colas, muestra de su sabiduría y longevidad. A medida que el zorro avanza montaña arriba el bosque cantaba,... cantaba por la ducha de que lo divino y lo terrenal se unieran bajo su mano.
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    - En los pasillos del santuario, lo invadía la total oscuridad de la noche. Solo un lugar en concreto se podía escuchar la dulce voz de una mujer cantar una especie de nana antigua. Parecía serena, junto con el sonido del agua desbordarse y el vapor que impregnaba detrás de aquella puerta.

    Cuando el intruso entra, vio aquella silueta de una mujer dentro de una bañera mientras tomaba un tranquilo baño. La joven de cabellos rosados giró para observar sobre su hombro y mostró una sutil sonrisa. Ella alzó un libro que sostenía en su mano para cubrir su boca y dejó escapar aquella voz distorsionada.

    -Oh querido.... debes llamar antes de entrar-, decía con una risa inquietante. Desde el otro lado de la bañera se manifestó la cabeza de un gran zorro con un gruñido territorial. Antes de que el intruso pudiera hacer algo, aquella puerta se cerró de golpe y desde ella se escuchaban los aullidos de aquel hombre.

    El intruso se sintió atrapado en la oscuridad, sin poder ver nada más que las sombras danzar a su alrededor. Los aullidos se intensificaron y el miedo se apoderó de su ser. Intentó abrir la puerta desesperadamente, pero parecía estar sellada con un poder oscuro e impenetrable.

    Entonces, de repente, todo el santuario comenzó a temblar. El suelo se sacudía bajo sus pies y las paredes crujían amenazadoramente. El intruso sabía que algo terrible estaba por suceder, algo que cambiaría su vida para siempre.

    Con el corazón latiendo desbocado, logró abrir la puerta y escapar del santuario antes de que colapsara por completo. Corrió sin mirar atrás, dejando atrás las risas inquietantes y los aullidos aterradores que aún resonaban en su mente.

    Desde entonces, nunca volvió a acercarse al santuario en los oscuros pasillos donde la oscuridad y el miedo reinaban, sabiendo que había algo siniestro y maligno acechando en su interior.-
    🌸- En los pasillos del santuario, lo invadía la total oscuridad de la noche. Solo un lugar en concreto se podía escuchar la dulce voz de una mujer cantar una especie de nana antigua. Parecía serena, junto con el sonido del agua desbordarse y el vapor que impregnaba detrás de aquella puerta. Cuando el intruso entra, vio aquella silueta de una mujer dentro de una bañera mientras tomaba un tranquilo baño. La joven de cabellos rosados giró para observar sobre su hombro y mostró una sutil sonrisa. Ella alzó un libro que sostenía en su mano para cubrir su boca y dejó escapar aquella voz distorsionada. -Oh querido.... debes llamar antes de entrar-, decía con una risa inquietante. Desde el otro lado de la bañera se manifestó la cabeza de un gran zorro con un gruñido territorial. Antes de que el intruso pudiera hacer algo, aquella puerta se cerró de golpe y desde ella se escuchaban los aullidos de aquel hombre. El intruso se sintió atrapado en la oscuridad, sin poder ver nada más que las sombras danzar a su alrededor. Los aullidos se intensificaron y el miedo se apoderó de su ser. Intentó abrir la puerta desesperadamente, pero parecía estar sellada con un poder oscuro e impenetrable. Entonces, de repente, todo el santuario comenzó a temblar. El suelo se sacudía bajo sus pies y las paredes crujían amenazadoramente. El intruso sabía que algo terrible estaba por suceder, algo que cambiaría su vida para siempre. Con el corazón latiendo desbocado, logró abrir la puerta y escapar del santuario antes de que colapsara por completo. Corrió sin mirar atrás, dejando atrás las risas inquietantes y los aullidos aterradores que aún resonaban en su mente. Desde entonces, nunca volvió a acercarse al santuario en los oscuros pasillos donde la oscuridad y el miedo reinaban, sabiendo que había algo siniestro y maligno acechando en su interior.-
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  • -"Aquel día también estaba lloviendo"- Pensaba Kazuo mientras subía el monte Inari en dirección a su templo. Esa tarde había estado haciendo algunas compras en la ciudad de abajo, sobre todo algunas especias y plantas. A mitad de camino, la lluvia comenzó a caer de forma tímida, aunque, a medida que pasaban los minutos, esta caía con más fuerza. No le molestaba la lluvia en sí, ningún acto de la naturaleza podría importunarlo. Pero la lluvia le hacía sentir un denso pesar. -"Aquel día también estaba lloviendo"-, volvía a recitar en su cabeza, como si fuera un mantra. Aunque pasaran cientos de años, seguiría recordándolo. Jamás olvidaría aquel crepúsculo tintado de sangre, jamás los olvidaría.

    Unas cálidas gotas se deslizaban por sus mejillas, haciendo contraste con las frías que caían de la lluvia sobre estas. -"¿Estaba llorando?"-. El zorro solo se permitía, en su soledad, desmontar su fachada de serenidad perpetua, dejándose arrollar por la culpa y la pena.

    Siempre que llovía, el bosque se entristecía. Se entristecía porque Kazuo lo hacía. El zorro era su guardián, aquel que mantenía el equilibrio entre lo divino y lo mundano, entre lo tangible y lo abstracto, entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Si el zorro lloraba, el bosque lo hacía con él.

    Kazuo apoyaba su diestra en la columna de uno de los Torii que guiaban la ruta, sintiendo sus hombros pesados, cargados por un ente invisible que lo apaleaba sin piedad. Es en esas ocasiones es cuando sentía el cansancio de la inmortalidad, el cansancio de ver morir a los que ama, el cansancio de ver cómo el mundo sigue su camino siendo él un mero espectador.

    Se dejó caer al suelo, apoyando su espalda en la columna de madera del viejo Torii, elevando su rostro para que la lluvia se llevase sus lágrimas y así poder borrar el llanto de sus ojos.

    -"Aquel día también estaba lloviendo."-
    -"Aquel día también estaba lloviendo"- Pensaba Kazuo mientras subía el monte Inari en dirección a su templo. Esa tarde había estado haciendo algunas compras en la ciudad de abajo, sobre todo algunas especias y plantas. A mitad de camino, la lluvia comenzó a caer de forma tímida, aunque, a medida que pasaban los minutos, esta caía con más fuerza. No le molestaba la lluvia en sí, ningún acto de la naturaleza podría importunarlo. Pero la lluvia le hacía sentir un denso pesar. -"Aquel día también estaba lloviendo"-, volvía a recitar en su cabeza, como si fuera un mantra. Aunque pasaran cientos de años, seguiría recordándolo. Jamás olvidaría aquel crepúsculo tintado de sangre, jamás los olvidaría. Unas cálidas gotas se deslizaban por sus mejillas, haciendo contraste con las frías que caían de la lluvia sobre estas. -"¿Estaba llorando?"-. El zorro solo se permitía, en su soledad, desmontar su fachada de serenidad perpetua, dejándose arrollar por la culpa y la pena. Siempre que llovía, el bosque se entristecía. Se entristecía porque Kazuo lo hacía. El zorro era su guardián, aquel que mantenía el equilibrio entre lo divino y lo mundano, entre lo tangible y lo abstracto, entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Si el zorro lloraba, el bosque lo hacía con él. Kazuo apoyaba su diestra en la columna de uno de los Torii que guiaban la ruta, sintiendo sus hombros pesados, cargados por un ente invisible que lo apaleaba sin piedad. Es en esas ocasiones es cuando sentía el cansancio de la inmortalidad, el cansancio de ver morir a los que ama, el cansancio de ver cómo el mundo sigue su camino siendo él un mero espectador. Se dejó caer al suelo, apoyando su espalda en la columna de madera del viejo Torii, elevando su rostro para que la lluvia se llevase sus lágrimas y así poder borrar el llanto de sus ojos. -"Aquel día también estaba lloviendo."-
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  • (Analepsis.)

    "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1

    Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío?

    Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza.

    Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso.

    —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo.

    Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos.

    Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca.

    Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro.

    Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa.

    Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
    (Analepsis.) "𝑽𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂" _ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1 Se había vengado. ¿Por qué entonces se sentía tan vacío? Aquella mañana había salido a recolectar madera, tal como su madre le había pedido; era necesaria para calentar el hogar por las noches y para preparar la comida. Su vida era sencilla; no necesitaba más. Tenía una familia que lo amaba, y para él, eso era suficiente. Lo querían como si fuera de su propia sangre. Al haberse convertido en el mayor de los cuatro hermanos, asumió la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos de cualquier amenaza. Se agachaba para coger otra rama cuando lo olió. Ese olor pesado que dejaba un regusto metálico en la boca: sangre. Se incorporó y dejó caer la carga de madera que había recogido, desperdigando todo su esfuerzo por el suelo. Corrió. Corrió hasta que sus pulmones ardieron por el esfuerzo. Recordó esa misma sensación que había experimentado años atrás, cuando siendo un zorro, había huido de las llamas. El olor se hacía cada vez más intenso. —No, no, no... —murmuraba sin dejar de correr, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba con cada segundo. Llegó al claro donde se encontraba su pequeña casa, respirando de forma irregular, con una mano en el pecho, luchando contra las náuseas. La lluvia comenzó a caer tímidamente, como si presagiara la tragedia, intensificándose a medida que pasaban los minutos. Caminaba apresuradamente hacia la casa, tropezando varias veces en el trayecto, mientras su mente iba más rápido de lo que su cuerpo podía seguir. Cuando llegó, la puerta estaba abierta, y el hedor de la sangre le impacto como una bofetada en la cara, haciéndole sentir que iba a devolver lo que había desayunado esa mañana. Se acercó y asomó la cabeza, encontrando una escena grotesca. Su respiración, agitada, se cortó de golpe, como si el filo de un cuchillo hubiese cortado el conducto que llevaba de aire sus pulmones. Su padre yacía boca abajo en el suelo, inmóvil, en un charco de sangre. En su mano sostenía una hoz impecable, lo que indicaba que ni siquiera había tenido la oportunidad de defenderse. Al fondo su madre, aferrada sobre los cuerpos de sus tres hermanos, como si hubiera intentado protegerlos a toda costa, sin éxito. Al igual que su padre, todos tenían múltiples heridas, incompatibles con la vida. Kazuo cayó de rodillas, impotente ante la escena. Un grito contenido salió de su garganta, desgarrador, sintiendo cómo su voz arañaba su traquea por dentro. Estaban muertos. Su amada familia estaba muerta. "¿Por qué?, ¿Por qué ellos?, ¿Qué habían hecho?". Las preguntas se agolpaban en la mente del zorro, entrando en un bucle inconexo mientras intentaba comprender lo sucedido. La tristeza se entrelazaba con una furia creciente, una furia que hacía brotar llamas azules a su alrededor mientras este se ponía en pie. Las llamas emitían un calor abrasador y voraz. La madera bajo sus pies crepitaba, y pronto la casa que había sido su hogar ardió engullida por las llamas. Kazuo caminó fuera lentamente, con el rostro empapado por la lluvia y sus lágrimas. Por primera vez, sus ojos habían perdido ese brillo característico, esa luz que los hacía tan especiales. Su cuerpo comenzó a transformarse. Las llamas danzaban por su piel, dejando una estela de pelaje color de luna, blanco y brillante. Su tamaño aumentó hasta que una criatura celestial emergió de las llamas: un gigantesco zorro blanco con dos colas oscilantes. Después tantos años su instinto lo había devuelto a su forma más primitiva, y también más poderosa. Olfateó el aire, y de inmediato su rostro se dirigió hacia una dirección concreta. Un gruñido gutural resonó en el bosque, proveniente de su pecho. Tras eso emprende una frenética carrera en esa dirección, donde había detectado el rastro de los culpables de tal agravio. Flanqueado por sus llamas color zafiro, este corría a través del bosque de una forma rápida y salvaje. Su juicio, nublado por la rabia, solo podía pensar en una cosa: "venganza".
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  • Bajo el manto de las estrellas, habían sucedido muchas cosas. Una confesión... una promesa... una unión. Marcados a fuego en sus pechos, llevaban la inicial del otro, como símbolo de un vínculo forjado en un amor puro, intenso y genuino. El zorro, en su milenaria existencia, jamás había experimentado algo similar. Nunca antes sus labios había sido arrancado un "te amo". Nadie lo había logrado, hasta que una joven de cabellos escarlata irrumpió su danza bajo la luna. Esa misma joven que, con una sola mirada, provocó en él una corriente eléctrica que recorría su nuca hasta la puntas de sus pies. Sin siquiera saber su nombre, ya sabía que esa poderosa mujer no pasaría de manera inadvertida por su vida.. No creía que alguna vez pudiera saciarse de ella... de su olor, su sabor, el ritmo de su respiración contra su piel. Todo en ella lo atraía de una forma salvaje e imparable. El vínculo que habían formado era la sentencia de un amor eterno.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    Bajo el manto de las estrellas, habían sucedido muchas cosas. Una confesión... una promesa... una unión. Marcados a fuego en sus pechos, llevaban la inicial del otro, como símbolo de un vínculo forjado en un amor puro, intenso y genuino. El zorro, en su milenaria existencia, jamás había experimentado algo similar. Nunca antes sus labios había sido arrancado un "te amo". Nadie lo había logrado, hasta que una joven de cabellos escarlata irrumpió su danza bajo la luna. Esa misma joven que, con una sola mirada, provocó en él una corriente eléctrica que recorría su nuca hasta la puntas de sus pies. Sin siquiera saber su nombre, ya sabía que esa poderosa mujer no pasaría de manera inadvertida por su vida.. No creía que alguna vez pudiera saciarse de ella... de su olor, su sabor, el ritmo de su respiración contra su piel. Todo en ella lo atraía de una forma salvaje e imparable. El vínculo que habían formado era la sentencia de un amor eterno. [Liz_bloodFlame]
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    -Yae ya se prepara para dejarse caer en la cama y dormir del tirón, después de un largo día. La habitación está en penumbras, solo iluminada por la luz de la luna que entra por la ventana entreabierta. La joven se desliza bajo las sábanas y se enrrolla en su manta como si fuera un sushi, sintiendo el confort y la calidez que la envuelve.
    Con un suspiro de alivio, Yae se acurruca echa una bola, sus orejas de zorro dan leves movimientos mientras ella se sumerge en un sueño profundo y reparador. El silencio de la noche se ve interrumpido únicamente por el suave sonido de su respiración y el viento que susurra entre los árboles cercanos. -Zzzzz-
    🌸-Yae ya se prepara para dejarse caer en la cama y dormir del tirón, después de un largo día. La habitación está en penumbras, solo iluminada por la luz de la luna que entra por la ventana entreabierta. La joven se desliza bajo las sábanas y se enrrolla en su manta como si fuera un sushi, sintiendo el confort y la calidez que la envuelve. Con un suspiro de alivio, Yae se acurruca echa una bola, sus orejas de zorro dan leves movimientos mientras ella se sumerge en un sueño profundo y reparador. El silencio de la noche se ve interrumpido únicamente por el suave sonido de su respiración y el viento que susurra entre los árboles cercanos. -Zzzzz-🌸
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    Zorro soltero... Culpa tuya, Kaoshibo Wakui (???)
    Zorro soltero... Culpa tuya, [Kaoshibo_Wakui] (???)
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