—El taller olía a aceite y metal caliente, pero Jaxon apenas lo notaba.
Llevaba todo el día con la cabeza en otra parte, con las manos ocupadas solo para mantenerlas lejos de su teléfono.
Había pasado catorce años sin verlas. Catorce años en los que su mundo se había reducido a cuatro paredes y un reloj que avanzaba demasiado lento. Ahora, en libertad, tenía todo el tiempo del mundo… y solo quería pasarlo junto a las que consideraba las dos mujeres de su vida: Grace y Violet, su exnovia y su hija. —
Tengo algo para ti.
—Levantó la vista. Era Ray, un viejo amigo, alguien de su pasado que nunca había desaparecido del todo. Le tendió un papel arrugado, en él había una dirección garabateada con prisa.—
Es la nueva casa de Grace. Me ha costado, pero ahí la tienes."
—Jaxon cogió el papel sin decir nada. Lo miró durante unos segundos, sintiendo cómo su pulso se aceleraba. Luego, con un breve asentimiento, se lo guardó en la chaqueta.—
Gracias.
—Ray no preguntó nada más. No hacía falta. Ambos sabían lo que significaba.
Su mente era un caos. ¿Qué esperaba encontrar? ¿Y si no quería verle? ¿Y si había rehecho su vida? ¿Y si le mandaba a la mierda? ¿Y si Violet no le conocía? ¿Y si tampoco quería saber nada de él?
El rugido del motor de la Harley Davidson rompía la monotonía de la ciudad, arrastrando consigo el peso de catorce años de ausencia.
El viento le azotaba el rostro, pero no lo sentía. Iba demasiado concentrado en la dirección que tenía grabada en la mente.
El papel con la dirección seguía en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero, arrugado por la presión de sus dedos. Ray se la había dado sin hacer preguntas. Solo un asentimiento, un cruce de miradas, y el pedazo de papel había cambiado de dueño. Ahora, Jaxon se dirigía a lo desconocido con una única certeza: Grace estaba allí.
Atravesó el Bronx sin bajar la velocidad. A los lados, los edificios se desdibujaban en la oscuridad, interrumpidos por las luces de neón y los destellos de las farolas. Algunos lugares seguían iguales; otros habían cambiado tanto que parecían ajenos.
Tomó un desvío y el barrio se volvió más tranquilo. Residencial. Nada que ver con los lugares en los que habían vivido juntos. —
Ha intentado alejarse de todo...
—Redujo la velocidad al acercarse a la calle correcta. Allí estaba.
Apagó la moto y se quedó un instante sobre ella, con los codos apoyados en el manillar. Respiró hondo.
Bajó de la Harley, sintiendo el crujido de sus botas contra el asfalto. Cruzó la calle con pasos firmes, aunque por dentro sentía que el suelo se movía bajo él. Subió los escalones del porche, pasó una mano por su barba incipiente y levantó el puño.
Jaxon se quedó quieto frente a la puerta, con los nudillos a medio camino de golpear. Catorce años. El tiempo suficiente para que un hombre olvidara el tacto de una piel, el sonido de una risa, el peso de una vida que dejó atrás. Pero él no lo había olvidado. No a ellas.
Inspiró hondo, sintiendo el aire frío de la noche arañarle los pulmones. Su chaqueta de cuero crujió cuando apretó los puños, intentando contener el torbellino de emociones que amenazaba con derrumbarlo. No era miedo lo que sentía. No de la manera en que la gente común lo entendía. Era algo más denso, más oscuro. Un resentimiento enterrado, una nostalgia envenenada.
Golpeó la puerta. No con fuerza, pero tampoco con dudas. Dos golpes secos. Directos. Como él.
El silencio del otro lado se alargó, pesado como una losa. Jaxon se pasó una mano por la mandíbula, la barba incipiente raspando su palma. ¿Y si no abría? ¿Y si le cerraba la puerta en la cara? Se lo merecía. Pero eso nunca lo había detenido antes.
🪪
Grace Leighton —El taller olía a aceite y metal caliente, pero Jaxon apenas lo notaba.
Llevaba todo el día con la cabeza en otra parte, con las manos ocupadas solo para mantenerlas lejos de su teléfono.
Había pasado catorce años sin verlas. Catorce años en los que su mundo se había reducido a cuatro paredes y un reloj que avanzaba demasiado lento. Ahora, en libertad, tenía todo el tiempo del mundo… y solo quería pasarlo junto a las que consideraba las dos mujeres de su vida: Grace y Violet, su exnovia y su hija. —
👤Tengo algo para ti.
—Levantó la vista. Era Ray, un viejo amigo, alguien de su pasado que nunca había desaparecido del todo. Le tendió un papel arrugado, en él había una dirección garabateada con prisa.—
👤Es la nueva casa de Grace. Me ha costado, pero ahí la tienes."
—Jaxon cogió el papel sin decir nada. Lo miró durante unos segundos, sintiendo cómo su pulso se aceleraba. Luego, con un breve asentimiento, se lo guardó en la chaqueta.—
🗨️Gracias.
—Ray no preguntó nada más. No hacía falta. Ambos sabían lo que significaba.
Su mente era un caos. ¿Qué esperaba encontrar? ¿Y si no quería verle? ¿Y si había rehecho su vida? ¿Y si le mandaba a la mierda? ¿Y si Violet no le conocía? ¿Y si tampoco quería saber nada de él?
El rugido del motor de la Harley Davidson rompía la monotonía de la ciudad, arrastrando consigo el peso de catorce años de ausencia.
El viento le azotaba el rostro, pero no lo sentía. Iba demasiado concentrado en la dirección que tenía grabada en la mente.
El papel con la dirección seguía en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero, arrugado por la presión de sus dedos. Ray se la había dado sin hacer preguntas. Solo un asentimiento, un cruce de miradas, y el pedazo de papel había cambiado de dueño. Ahora, Jaxon se dirigía a lo desconocido con una única certeza: Grace estaba allí.
Atravesó el Bronx sin bajar la velocidad. A los lados, los edificios se desdibujaban en la oscuridad, interrumpidos por las luces de neón y los destellos de las farolas. Algunos lugares seguían iguales; otros habían cambiado tanto que parecían ajenos.
Tomó un desvío y el barrio se volvió más tranquilo. Residencial. Nada que ver con los lugares en los que habían vivido juntos. —
💭 Ha intentado alejarse de todo...
—Redujo la velocidad al acercarse a la calle correcta. Allí estaba.
Apagó la moto y se quedó un instante sobre ella, con los codos apoyados en el manillar. Respiró hondo.
Bajó de la Harley, sintiendo el crujido de sus botas contra el asfalto. Cruzó la calle con pasos firmes, aunque por dentro sentía que el suelo se movía bajo él. Subió los escalones del porche, pasó una mano por su barba incipiente y levantó el puño.
Jaxon se quedó quieto frente a la puerta, con los nudillos a medio camino de golpear. Catorce años. El tiempo suficiente para que un hombre olvidara el tacto de una piel, el sonido de una risa, el peso de una vida que dejó atrás. Pero él no lo había olvidado. No a ellas.
Inspiró hondo, sintiendo el aire frío de la noche arañarle los pulmones. Su chaqueta de cuero crujió cuando apretó los puños, intentando contener el torbellino de emociones que amenazaba con derrumbarlo. No era miedo lo que sentía. No de la manera en que la gente común lo entendía. Era algo más denso, más oscuro. Un resentimiento enterrado, una nostalgia envenenada.
Golpeó la puerta. No con fuerza, pero tampoco con dudas. Dos golpes secos. Directos. Como él.
El silencio del otro lado se alargó, pesado como una losa. Jaxon se pasó una mano por la mandíbula, la barba incipiente raspando su palma. ¿Y si no abría? ¿Y si le cerraba la puerta en la cara? Se lo merecía. Pero eso nunca lo había detenido antes.
🪪 [twilight_brass_crab_245]