• * aquel día , como pocas veces la diosa pelirroja salió de el templo sagrado de el flama para tomar aire fresco , antes de eso se aseguro de dejar al alcance de fuego olímpico suficiente leña de acacia fina perfumada y mezclada con incienso y algunos aceites aromáticos finos
    Al admirar el paisaje de el Olimpo que tiene como horizonte los campos Elíseos suspira calmando más su espíritu y dando suaves tragos a su café, la paz que se siente ahora en el Olimpo es refrescante, libre de hipocresía y traiciones
    * aquel día , como pocas veces la diosa pelirroja salió de el templo sagrado de el flama para tomar aire fresco , antes de eso se aseguro de dejar al alcance de fuego olímpico suficiente leña de acacia fina perfumada y mezclada con incienso y algunos aceites aromáticos finos Al admirar el paisaje de el Olimpo que tiene como horizonte los campos Elíseos suspira calmando más su espíritu y dando suaves tragos a su café, la paz que se siente ahora en el Olimpo es refrescante, libre de hipocresía y traiciones
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  • Ina está sentada sobre el suelo del templo, rodeada de papeles con gráficos y garabatos. Bloop, su tentáculo, intenta comerse un papel que muestra un gráfico de barras titulado 'Beneficios de unirse al culto: Galletas vs Salvación eterna'.

    —¡Atención, atención~! —da golpecitos contra el suelo— según mis investigaciones avanzadas... —tosesita— y un sueño que tuve anoche... ¡Necesitamos un enfoque más sofisticado para el reclutamiento!

    Ina hace zoom en una presentación llena de garabatos brillantes en su tablet. Señala un diagrama titulado 'Conversión de Pequeños Mortales a Miembros del Culto en 4 sencillos pasos'.

    —Primero: ¿quiénes son nuestros clientes ideales? —muestra imágenes de personas random a las que fotografió en la calle sin pedir permiso— ¡Personas con buen sentido del humor, amantes de lo oculto, cansados de sus monótonas vidas sin emociones y de sus sueldos mediocres... y, sobre todo... —susurro dramático— aquellos que no pregunten demasiado sobre los 'sacrificios semanales' —guiño, guiño.

    Shy Guy, otro tentáculo, arma una pila de folletos con el lema '¡Únete a nosotros! (las galletas no son una estafa piramidal)

    —Segundo: ¡Publicidad llamativa! —abre un banner digital que dice '¿Cansado de tu alma? ¡Reciclala con nosotros!'— Podemos usar redes sociales, memes viralizables y, quizás... un TikTok protagonizado por tentáculos —asiente con profesionalismo.

    Tiny intenta hacer un baile de TikTok y se enreda sobre sí mismo. Glitter suspira y lo desenreda.

    —¡Tercero! ¡Activaciones divertidas! —abre la app de calendario— Lunes de talleres de 'como dibujar tu propio símbolo maldito' con materiales incluidos, pero alma no... Y, quizás podamos añadir un sábado de happy hour con pociones de colores que te hacen ver el futuro~ —pausa dramática— ...ejem, solo evitemos hablar de los efectos secundarios, si.

    Ina se levanta con una sonrisa que promete caos y galletas, y toma un cuaderno con stickers del suelo.

    —Y por últimooo... ¡Fidelización! —se aclara la garganta— cada miembro nuevo recibe un kit de iniciación~ ¡Y recuerden, equipo! —voz inspiradora— No estamos solo reclutando miembros... ¡estamos reclutando familia~! ...O algo parecido.
    Ina está sentada sobre el suelo del templo, rodeada de papeles con gráficos y garabatos. Bloop, su tentáculo, intenta comerse un papel que muestra un gráfico de barras titulado 'Beneficios de unirse al culto: Galletas vs Salvación eterna'. —¡Atención, atención~! —da golpecitos contra el suelo— según mis investigaciones avanzadas... —tosesita— y un sueño que tuve anoche... ¡Necesitamos un enfoque más sofisticado para el reclutamiento! Ina hace zoom en una presentación llena de garabatos brillantes en su tablet. Señala un diagrama titulado 'Conversión de Pequeños Mortales a Miembros del Culto en 4 sencillos pasos'. —Primero: ¿quiénes son nuestros clientes ideales? —muestra imágenes de personas random a las que fotografió en la calle sin pedir permiso— ¡Personas con buen sentido del humor, amantes de lo oculto, cansados de sus monótonas vidas sin emociones y de sus sueldos mediocres... y, sobre todo... —susurro dramático— aquellos que no pregunten demasiado sobre los 'sacrificios semanales' —guiño, guiño. Shy Guy, otro tentáculo, arma una pila de folletos con el lema '¡Únete a nosotros! (las galletas no son una estafa piramidal) —Segundo: ¡Publicidad llamativa! —abre un banner digital que dice '¿Cansado de tu alma? ¡Reciclala con nosotros!'— Podemos usar redes sociales, memes viralizables y, quizás... un TikTok protagonizado por tentáculos —asiente con profesionalismo. Tiny intenta hacer un baile de TikTok y se enreda sobre sí mismo. Glitter suspira y lo desenreda. —¡Tercero! ¡Activaciones divertidas! —abre la app de calendario— Lunes de talleres de 'como dibujar tu propio símbolo maldito' con materiales incluidos, pero alma no... Y, quizás podamos añadir un sábado de happy hour con pociones de colores que te hacen ver el futuro~ —pausa dramática— ...ejem, solo evitemos hablar de los efectos secundarios, si. Ina se levanta con una sonrisa que promete caos y galletas, y toma un cuaderno con stickers del suelo. —Y por últimooo... ¡Fidelización! —se aclara la garganta— cada miembro nuevo recibe un kit de iniciación~ ¡Y recuerden, equipo! —voz inspiradora— No estamos solo reclutando miembros... ¡estamos reclutando familia~! ...O algo parecido.
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  • Al borde del risco donde las olas golpean los grandes muros, salpicando aún más alto como si rogaran llegar al cielo, se levanta con orgullo el gran templo del Dios del mar. Tan vasto para albergar la fortuna de los más fieles que aún teniendo un viaje difícil sobre los suelos pedregosos y por tramos de piedra liza por su constante riego de agua, cargan a sus espaldas o sobre literas grandes cantidades de oro solo para solicitar que su Deidad marítima los vea con gracia.

    Una mirada de este Dios pude asegurar el viaje seguro de sus grandes embarcaciones y las cargas de estos, pues quien no pague el precio, sólo encontrará tempestad que sin piedad hará a las olas tragar los barcos y marineros, muchas vidas se perderían si no se sigue este constante ritual.

    El templo pareciera estar fuera del alcance mortal, marcando profundamente la diferencia entre la Deidad y sus seguidores, pues sólo así estos no olvidaran a quien pedir fortuna.

    Las grandes puertas de roble se abren para dar bienvenida a los fieles, dentro se encuentra una gran pileta de agua y al centro de esta la verdad del porque un templo tan vastó pues la figura de piedra del Dios Shi se levanta, su rostro tallado en piedra muestra una expresión llena de calma e indiferencia, mientras que en la mano diestra descansa un abanico con las iniciales de "maestro del agua", la izquierda descansa al frente con la palma totalmente expuesta, las tunicas fueron esculpidas para asimilar una marea continua.
    El templo con cortinas azules y blancas se mecen al son del viento fresco que trae consigo el aroma de incienso, ya que hay al menos veinte inciensarios por todo el lugar. Cada una de estas varas carga una petición que se levantan al cielo.

    Aqui es donde debes depositar tus deseos, pedir con fé y respeto, pide fortuna y un buen viaje entonces si el Dios te encuentra agradable, te ofrecerá su buena voluntad.
    Al borde del risco donde las olas golpean los grandes muros, salpicando aún más alto como si rogaran llegar al cielo, se levanta con orgullo el gran templo del Dios del mar. Tan vasto para albergar la fortuna de los más fieles que aún teniendo un viaje difícil sobre los suelos pedregosos y por tramos de piedra liza por su constante riego de agua, cargan a sus espaldas o sobre literas grandes cantidades de oro solo para solicitar que su Deidad marítima los vea con gracia. Una mirada de este Dios pude asegurar el viaje seguro de sus grandes embarcaciones y las cargas de estos, pues quien no pague el precio, sólo encontrará tempestad que sin piedad hará a las olas tragar los barcos y marineros, muchas vidas se perderían si no se sigue este constante ritual. El templo pareciera estar fuera del alcance mortal, marcando profundamente la diferencia entre la Deidad y sus seguidores, pues sólo así estos no olvidaran a quien pedir fortuna. Las grandes puertas de roble se abren para dar bienvenida a los fieles, dentro se encuentra una gran pileta de agua y al centro de esta la verdad del porque un templo tan vastó pues la figura de piedra del Dios Shi se levanta, su rostro tallado en piedra muestra una expresión llena de calma e indiferencia, mientras que en la mano diestra descansa un abanico con las iniciales de "maestro del agua", la izquierda descansa al frente con la palma totalmente expuesta, las tunicas fueron esculpidas para asimilar una marea continua. El templo con cortinas azules y blancas se mecen al son del viento fresco que trae consigo el aroma de incienso, ya que hay al menos veinte inciensarios por todo el lugar. Cada una de estas varas carga una petición que se levantan al cielo. Aqui es donde debes depositar tus deseos, pedir con fé y respeto, pide fortuna y un buen viaje entonces si el Dios te encuentra agradable, te ofrecerá su buena voluntad.
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  • Entonces susurro el salmo de tu nombre. Me pregunto cuántas veces no te vi arrodillado ante mi tempestad hecha templo reverdecido con lo hipócrita de los santos que no son más que bufones de otras tierras que no silban al morir.

    Materializo mis manos con los estigmas del dios en el que crees; pulcritud en tus vestires, pronuncio tu nombre como el amante que reta a la vida por retener de vuelta a lo inexplorado; pero te exploro como un lienzo en filoso paganismo. Tarareo una melodía de jauría de lobos; un maullido, ronroneo a la espera de tu espuelas talladas en mi carne; porque cuando me hago corporeidad; brindo gotas de savia vitae en tu boca que se asemeja al cáliz que tanto tu religión busca con delirio.

    Pero tú, eres cáliz y mis prudencias se persignan con tu gozo. Suspiro y degollo tu cuerpo con el éxtasis al que pretendo someterte. Me hundo en tu virginidad; sé que soy el primero y el único, pero sé que te has tocado en el nombre de mi nombre.

    Me conociste como una lluvia de plata; de impura llama; llano recuerdo desde que fuiste mío bajo los árboles de cerezos donde me atreví a retarte y a emborracharte con la lumbre de mi ombligo hecho oro de pretensiones sólo nacidas de la inocencia de haberte hallado.

    Delineo el abad de tus muñecas, busco tensar la humanidad que no es tuya; porque hace mucho tiempo mi simiente te dejó fluir. Torpe alimaña que soy, te busco entre mis ritos y rasgo tu piel con sigilos prohibidos. Este no es el fin, es la mañana, la tarde y la noche hechas una y echadas a su suerte.

    Maldigo el tiempo y te hago el amor con una cadencia secreta. Abro tus puertas con una oración entre nosotros. No soy macho o hembra, soy un ser que no tiene identidad; pero me llaman el dios madre; el Silonthis Izmigoln, tatuado en tus corazones.

    Me abro ante el pasaje de la realidad y te observo, desde arriba con mis doce cabezas que perdonan el rencor de tus pecados. Puedes verme; me descompongo incorrupto; alabeo de rectitud que penetra tu garganta. Provoco que nuestras extremidades se enlacen como si fuéramos uno y una danza de brujos y cisnes, nos elevamos perennes sobre el altar en el que te desposo.

    Reparto monedas sobre tus ojos, los horado al desengañar tu cuerpo; ese sagrado como mío; y te permito vislumbrarme de porte inenarrable, como un halo de arcoíris de medianoche. Como tú, como el hombre al que besas en tus sueños sin decirlo; escuchas el tic tac de los relojes que marcan tu existencia como mía y al amarte con todos tus ruegos obscenos, me deleito y rio un río de estrellas.

    Te encandilo y pienso en morir a tu lado. Repaso el ejemplo de tu voz; disfruto modular tus ruegos, disfruto hacerte trizas sin dañarte. Susurro, ronroneo con mis dedos sobre tu estampa de dédalos de matices áureos sollozantes.

    Hablo contigo desde tus globos oculares, y rehuso el huso horario de tus denarios; me disfrazo de azucena, porte firme de camelia; hago una nada con las trincheras de tu ser siendo doncel creado por pensamientos y gozo de quebrantados huesos.

    Mi lengua se enlaza con la tuya en arropo de delicia; te ofrezco albaricoques, presas de futuros en almíbar. Ah, si te endiosara no serías capaz de retenerme porque sería tu mismo. Soy la rueda del tiempo, la rueca que hila tus hilares mudos; enarbolados como una manta que nace con el sol que eres.

    Se da un vals; se da en tu nombre y mis susurros se hacen tangibles que escuchas a mi amor desbocado en equilibrio frontal cuál mástil indecoroso. Busco que te retuerzas, las tuercas de tus relojes de tiempos, de tiempos, de tiempos. Tres veces me derramo en ti como la miel de un higo; si fueras hembra estarías preñada de mi pureza hecha calvario. Te amo tanto como adoro mi locura; renazco y tomo las hebras de tu testa y las colecciono entre mis uñas. Recorro lo silvestre que hay en ti y te llamo por tu nombre.

    El verdadero.

    "Aminthedez Polzyrio, ¿por qué te ocultaste tanto tiempo? En cada realidad tiemblo en el tiempo por soñarte; ahora que estás aquí, lo único que amanecerá en ti será el vástago sin amores; un eléboro que retoñará en este sacrificio".

    Te observo. Tu belleza es deslumbrante y lloro; con la amargura de abrazarte ya santificado.

    "Mírame sólo a mí, en esta pieza que juzga tu génesis. No hice más que soñarte hasta este momento. Escúchame. Pide. Reza por tu salvación, porque a mi lado serás el cordero de tu dios que quita el pecado del mundo".

    Verso y delineo tus labios con mis extremidades.

    "Eres tal y cómo te recuerdo; en mis memorias. Eres yo y yo soy tú. Eres mi promesa; la bruma indecorosa que me enloquece".

    Me edifico en la aurora de tu nombre; de tez y voto, de tul y gen de primaveras con aroma a sándalo; materializo mis monstruosidades y confecciono el andar de los orzuelos de mis mejillas; pronto la tinta se derrama como líneas zigzagueantes sobre ti; soberano mi sinuosidad sobre la geografía de tu cuerpo es un pecado original que no decae por más que te sorprendo con mis telares en tu son de tentarme.

    Tomo el augurio de una seda y la ato a tus tobillos para inmovilizarte; me atrevo a hacerlo porque sé que mis oraciones atraerán a las delicias de los imperios que te esconden. Delineo tu hombría con mi voz hecha céfiro; entremezclo las entrañas de las sombras en el centro de tu ombligo al que doy una caricia; y pese a que te hago el amor no me ves; aún no.

    Versa el reguero de mis besos por tu torso y no recapacito; trago y relamo la presencia de tus manualidades; mis dagas de carne te perforan y te anudan y mis alas se baten una dos y tres veces cuando empujo dentro de ti el resto de lo que poseo.

    Impregno mi aroma a limón, a miel y mandarinas sobre el tronco de tu cuello; reparo en tus lunares de tenerlos y empujo nueve veces en ondas de océanos de bruna sal; serpenteo y busco, me inmiscuyo en los cordeles que ato a tu cuello como collares.

    Me rehuso a renunciar a ti, por tu porte; tus afrentas, tu dolor hecho placeres de pura seda. Uno mis labios y aparezco como un genio de gran poder; de ojos lilas y albos cabellos que se derraman sobre ti como una cascada, una ternura que no controlo.

    Te beso al derecho y al revés, verso besos en tu abdomen y ejemplifico otros desordenes de mis memorias desde el pensamiento que te creo. Mis ojos raptan tu silueta y mis alas te protegen; escudan a tu ser, desean todo lo casto para ti como si fuese un deseo de cumpleaños. Susurro y termino de despojar del vestir a tu alma. Tejo un chal sobre tu rostro; o un velo quizá, no lo sé pero sé que te pertenece...como yo te pertenezco.

    Riego tu verdor y te digo, en vilo reestablecido:

    "Ante tu majestad, siempre puedo soñarla como mía; pero este instante es sólo nuestro; esta unión ante el altar. Ellos te entregaron y no habrá marcha atrás; Cayemnar".

    Entonces susurro el salmo de tu nombre. Me pregunto cuántas veces no te vi arrodillado ante mi tempestad hecha templo reverdecido con lo hipócrita de los santos que no son más que bufones de otras tierras que no silban al morir. Materializo mis manos con los estigmas del dios en el que crees; pulcritud en tus vestires, pronuncio tu nombre como el amante que reta a la vida por retener de vuelta a lo inexplorado; pero te exploro como un lienzo en filoso paganismo. Tarareo una melodía de jauría de lobos; un maullido, ronroneo a la espera de tu espuelas talladas en mi carne; porque cuando me hago corporeidad; brindo gotas de savia vitae en tu boca que se asemeja al cáliz que tanto tu religión busca con delirio. Pero tú, eres cáliz y mis prudencias se persignan con tu gozo. Suspiro y degollo tu cuerpo con el éxtasis al que pretendo someterte. Me hundo en tu virginidad; sé que soy el primero y el único, pero sé que te has tocado en el nombre de mi nombre. Me conociste como una lluvia de plata; de impura llama; llano recuerdo desde que fuiste mío bajo los árboles de cerezos donde me atreví a retarte y a emborracharte con la lumbre de mi ombligo hecho oro de pretensiones sólo nacidas de la inocencia de haberte hallado. Delineo el abad de tus muñecas, busco tensar la humanidad que no es tuya; porque hace mucho tiempo mi simiente te dejó fluir. Torpe alimaña que soy, te busco entre mis ritos y rasgo tu piel con sigilos prohibidos. Este no es el fin, es la mañana, la tarde y la noche hechas una y echadas a su suerte. Maldigo el tiempo y te hago el amor con una cadencia secreta. Abro tus puertas con una oración entre nosotros. No soy macho o hembra, soy un ser que no tiene identidad; pero me llaman el dios madre; el Silonthis Izmigoln, tatuado en tus corazones. Me abro ante el pasaje de la realidad y te observo, desde arriba con mis doce cabezas que perdonan el rencor de tus pecados. Puedes verme; me descompongo incorrupto; alabeo de rectitud que penetra tu garganta. Provoco que nuestras extremidades se enlacen como si fuéramos uno y una danza de brujos y cisnes, nos elevamos perennes sobre el altar en el que te desposo. Reparto monedas sobre tus ojos, los horado al desengañar tu cuerpo; ese sagrado como mío; y te permito vislumbrarme de porte inenarrable, como un halo de arcoíris de medianoche. Como tú, como el hombre al que besas en tus sueños sin decirlo; escuchas el tic tac de los relojes que marcan tu existencia como mía y al amarte con todos tus ruegos obscenos, me deleito y rio un río de estrellas. Te encandilo y pienso en morir a tu lado. Repaso el ejemplo de tu voz; disfruto modular tus ruegos, disfruto hacerte trizas sin dañarte. Susurro, ronroneo con mis dedos sobre tu estampa de dédalos de matices áureos sollozantes. Hablo contigo desde tus globos oculares, y rehuso el huso horario de tus denarios; me disfrazo de azucena, porte firme de camelia; hago una nada con las trincheras de tu ser siendo doncel creado por pensamientos y gozo de quebrantados huesos. Mi lengua se enlaza con la tuya en arropo de delicia; te ofrezco albaricoques, presas de futuros en almíbar. Ah, si te endiosara no serías capaz de retenerme porque sería tu mismo. Soy la rueda del tiempo, la rueca que hila tus hilares mudos; enarbolados como una manta que nace con el sol que eres. Se da un vals; se da en tu nombre y mis susurros se hacen tangibles que escuchas a mi amor desbocado en equilibrio frontal cuál mástil indecoroso. Busco que te retuerzas, las tuercas de tus relojes de tiempos, de tiempos, de tiempos. Tres veces me derramo en ti como la miel de un higo; si fueras hembra estarías preñada de mi pureza hecha calvario. Te amo tanto como adoro mi locura; renazco y tomo las hebras de tu testa y las colecciono entre mis uñas. Recorro lo silvestre que hay en ti y te llamo por tu nombre. El verdadero. "Aminthedez Polzyrio, ¿por qué te ocultaste tanto tiempo? En cada realidad tiemblo en el tiempo por soñarte; ahora que estás aquí, lo único que amanecerá en ti será el vástago sin amores; un eléboro que retoñará en este sacrificio". Te observo. Tu belleza es deslumbrante y lloro; con la amargura de abrazarte ya santificado. "Mírame sólo a mí, en esta pieza que juzga tu génesis. No hice más que soñarte hasta este momento. Escúchame. Pide. Reza por tu salvación, porque a mi lado serás el cordero de tu dios que quita el pecado del mundo". Verso y delineo tus labios con mis extremidades. "Eres tal y cómo te recuerdo; en mis memorias. Eres yo y yo soy tú. Eres mi promesa; la bruma indecorosa que me enloquece". Me edifico en la aurora de tu nombre; de tez y voto, de tul y gen de primaveras con aroma a sándalo; materializo mis monstruosidades y confecciono el andar de los orzuelos de mis mejillas; pronto la tinta se derrama como líneas zigzagueantes sobre ti; soberano mi sinuosidad sobre la geografía de tu cuerpo es un pecado original que no decae por más que te sorprendo con mis telares en tu son de tentarme. Tomo el augurio de una seda y la ato a tus tobillos para inmovilizarte; me atrevo a hacerlo porque sé que mis oraciones atraerán a las delicias de los imperios que te esconden. Delineo tu hombría con mi voz hecha céfiro; entremezclo las entrañas de las sombras en el centro de tu ombligo al que doy una caricia; y pese a que te hago el amor no me ves; aún no. Versa el reguero de mis besos por tu torso y no recapacito; trago y relamo la presencia de tus manualidades; mis dagas de carne te perforan y te anudan y mis alas se baten una dos y tres veces cuando empujo dentro de ti el resto de lo que poseo. Impregno mi aroma a limón, a miel y mandarinas sobre el tronco de tu cuello; reparo en tus lunares de tenerlos y empujo nueve veces en ondas de océanos de bruna sal; serpenteo y busco, me inmiscuyo en los cordeles que ato a tu cuello como collares. Me rehuso a renunciar a ti, por tu porte; tus afrentas, tu dolor hecho placeres de pura seda. Uno mis labios y aparezco como un genio de gran poder; de ojos lilas y albos cabellos que se derraman sobre ti como una cascada, una ternura que no controlo. Te beso al derecho y al revés, verso besos en tu abdomen y ejemplifico otros desordenes de mis memorias desde el pensamiento que te creo. Mis ojos raptan tu silueta y mis alas te protegen; escudan a tu ser, desean todo lo casto para ti como si fuese un deseo de cumpleaños. Susurro y termino de despojar del vestir a tu alma. Tejo un chal sobre tu rostro; o un velo quizá, no lo sé pero sé que te pertenece...como yo te pertenezco. Riego tu verdor y te digo, en vilo reestablecido: "Ante tu majestad, siempre puedo soñarla como mía; pero este instante es sólo nuestro; esta unión ante el altar. Ellos te entregaron y no habrá marcha atrás; Cayemnar".
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  • [REGISTRO DE MISIÓN CLASIFICADA — PROTOCOLO CIELO ROJO]

    **Evento: Invasión de Entidad Divina Tipo Trueno (Clase Celestial Omega)**

    **Unidad de Defensa Especial VX | Comandante de campo: Haruki Shinozawa (Kamen Rider VX)**

    **Ubicación:** Santuario Celeste sobre la Cúspide del Monte Izanari
    **Fecha:** Día 3 del Mes de los Relámpagos

    ---

    **[INICIO DEL REGISTRO]**

    Un cielo quebrado por rayos sin origen. Un retumbar que sacude montañas. La tierra tiembla. Desde los cielos descendió una deidad antigua, autoproclamada juez del mundo humano: **Raijintei**, el dios del trueno.

    Su veredicto fue claro:
    —*“La humanidad ha fallado. El juicio ha llegado.”*

    Los cielos se abrieron como grietas ardientes. De las nubes surgieron relámpagos vivos que atacaban ciudades, templos y bases militares. Todo sistema artificial colapsó. Las fuerzas convencionales no pudieron siquiera acercarse.

    Solo uno podía responder.

    —Unidad VX en marcha.

    Cinco miembros armados con tecnología VX tomaron posiciones en la montaña sagrada. Cada uno con funciones especializadas: soporte aéreo, blindaje, artillería pesada, sigilo y combate cerrado. Al frente, **Haruki Shinozawa**, en su armadura esmeralda habitual, dirigía la operación.

    El combate fue apoteósico. La deidad surcaba los cielos con un martillo de rayos, lanzando cadenas de relámpago que desintegraban el terreno. Cada miembro de la unidad atacó con precisión quirúrgica, coordinados por la voz firme de Shinozawa.

    —“¡No piensen en su poder! ¡Recuerden a quién defendemos!”

    Durante quince minutos, el cielo y la tierra fueron uno en caos. El equipo logró herir a Raijintei, rompiendo parte de su armadura de energía divina. Fue entonces que el plan final se ejecutó.

    **Shinozawa activó el protocolo Boost Mode.**

    Su *VX Driver* brilló en rojo. La armadura cambió radicalmente: **color blanco inmaculado con detalles carmesí y ojos rojos intensos**, como brasas del corazón de un volcán. Las líneas de energía se encendieron con poder ciclónico.

    —“Por cada niño que aún sonríe, por cada madre que aún canta, ¡yo no permitiré que tu juicio se cumpla!”

    **“BOOST MODE: CYCLONE HOPPER KICK!”**

    Impulsado por una ráfaga vertical de viento rojo y blanco, Shinozawa saltó más alto que el dios mismo. El cielo se partió cuando descendió en picado, envuelto en un aura ciclónica. La patada final impactó en el núcleo de Raijintei con una fuerza que hizo vibrar continentes.

    El dios cayó.

    La luz regresó.

    El juicio fue detenido.

    ---

    **\[FIN DEL REGISTRO]**
    **Estado del comandante:** Estable, inconsciente por 6 minutos. Recuperado sin lesiones permanentes.

    **Estado de la unidad:** Dos heridos, uno grave pero estable. Misión cumplida.
    [REGISTRO DE MISIÓN CLASIFICADA — PROTOCOLO CIELO ROJO] **Evento: Invasión de Entidad Divina Tipo Trueno (Clase Celestial Omega)** **Unidad de Defensa Especial VX | Comandante de campo: Haruki Shinozawa (Kamen Rider VX)** **Ubicación:** Santuario Celeste sobre la Cúspide del Monte Izanari **Fecha:** Día 3 del Mes de los Relámpagos --- **[INICIO DEL REGISTRO]** Un cielo quebrado por rayos sin origen. Un retumbar que sacude montañas. La tierra tiembla. Desde los cielos descendió una deidad antigua, autoproclamada juez del mundo humano: **Raijintei**, el dios del trueno. Su veredicto fue claro: —*“La humanidad ha fallado. El juicio ha llegado.”* Los cielos se abrieron como grietas ardientes. De las nubes surgieron relámpagos vivos que atacaban ciudades, templos y bases militares. Todo sistema artificial colapsó. Las fuerzas convencionales no pudieron siquiera acercarse. Solo uno podía responder. —Unidad VX en marcha. Cinco miembros armados con tecnología VX tomaron posiciones en la montaña sagrada. Cada uno con funciones especializadas: soporte aéreo, blindaje, artillería pesada, sigilo y combate cerrado. Al frente, **Haruki Shinozawa**, en su armadura esmeralda habitual, dirigía la operación. El combate fue apoteósico. La deidad surcaba los cielos con un martillo de rayos, lanzando cadenas de relámpago que desintegraban el terreno. Cada miembro de la unidad atacó con precisión quirúrgica, coordinados por la voz firme de Shinozawa. —“¡No piensen en su poder! ¡Recuerden a quién defendemos!” Durante quince minutos, el cielo y la tierra fueron uno en caos. El equipo logró herir a Raijintei, rompiendo parte de su armadura de energía divina. Fue entonces que el plan final se ejecutó. **Shinozawa activó el protocolo Boost Mode.** Su *VX Driver* brilló en rojo. La armadura cambió radicalmente: **color blanco inmaculado con detalles carmesí y ojos rojos intensos**, como brasas del corazón de un volcán. Las líneas de energía se encendieron con poder ciclónico. —“Por cada niño que aún sonríe, por cada madre que aún canta, ¡yo no permitiré que tu juicio se cumpla!” **“BOOST MODE: CYCLONE HOPPER KICK!”** Impulsado por una ráfaga vertical de viento rojo y blanco, Shinozawa saltó más alto que el dios mismo. El cielo se partió cuando descendió en picado, envuelto en un aura ciclónica. La patada final impactó en el núcleo de Raijintei con una fuerza que hizo vibrar continentes. El dios cayó. La luz regresó. El juicio fue detenido. --- **\[FIN DEL REGISTRO]** **Estado del comandante:** Estable, inconsciente por 6 minutos. Recuperado sin lesiones permanentes. **Estado de la unidad:** Dos heridos, uno grave pero estable. Misión cumplida.
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  • El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender.

    Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas.

    Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación.

    Kazuo ...

    El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable.

    Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado.

    Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes.

    Y aun así, ella lo había negado.

    Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba.

    Había decidido por él.

    No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo.

    Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar.

    Salvarlo fue una condena compartida.

    Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio.

    Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello.

    Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria.

    Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible.

    Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido.

    El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino.

    Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
    El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender. Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas. Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación. [8KazuoAihara8]... El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable. Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado. Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes. Y aun así, ella lo había negado. Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba. Había decidido por él. No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo. Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar. Salvarlo fue una condena compartida. Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio. Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello. Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria. Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible. Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido. El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino. Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
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  • En la mitología popular, las gárgolas no son seres malignos, protegen templos y castillos de espiritus corruptos.

    Desafortunadamente son mal vistas por su aspecto... al igual que ellas yo no soy mala, yo no deseo su desprecio por mi aspecto a la luz de la luna llena.
    En la mitología popular, las gárgolas no son seres malignos, protegen templos y castillos de espiritus corruptos. Desafortunadamente son mal vistas por su aspecto... al igual que ellas yo no soy mala, yo no deseo su desprecio por mi aspecto a la luz de la luna llena.
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  • —Ugh... —ds un sorbo lento a su té— dormí un par de semanas... o unos minutos en tiempo abismal, que es básicamente lo mismo, ¿no? —Tiny, su tentáculo, asiente con entusiasmo— Pero, ¡wow! el mundo sigue girando sin mi... Ya los sacrificables–ejem–seguidores se olvidaron del culto... ni una visita al templo, ni un 'sacerdotisa, ¿Puedo ofrecerle mi alma como snack?', nada —suspiro exagerado— ¿Tan difícil era mantener el altar decorado o dejar un plato de galletitas para cuando volviera? ¡El silencio en el templo era tan profundo que hasta los fantasmas se aburrieron y se fueron! —sniff sniff— todo cambia demasiado en poco tiempo, ¿no?
    —Ugh... —ds un sorbo lento a su té— dormí un par de semanas... o unos minutos en tiempo abismal, que es básicamente lo mismo, ¿no? —Tiny, su tentáculo, asiente con entusiasmo— Pero, ¡wow! el mundo sigue girando sin mi... Ya los sacrificables–ejem–seguidores se olvidaron del culto... ni una visita al templo, ni un 'sacerdotisa, ¿Puedo ofrecerle mi alma como snack?', nada —suspiro exagerado— ¿Tan difícil era mantener el altar decorado o dejar un plato de galletitas para cuando volviera? ¡El silencio en el templo era tan profundo que hasta los fantasmas se aburrieron y se fueron! —sniff sniff— todo cambia demasiado en poco tiempo, ¿no?
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  • Ina está sentada en medio del templo, escribiendo con tinta que brilla como la Vía Láctea.

    —¡Mmmm~ 'Galletas de Ina edición especial' —murmura mientras escribe sus propias palabras en un grimorio— con sabor a: '¿Qué diablos acabo de comer?' pero adictivo~... y con toques de nostalgia tóxica.

    Lanky, su tentáculo, escupe una nube de glitter cosmico sobre la página. Ina lo ignora y sigue concentrada en la receta.

    —... Paso 1: Añadir una taza de eco de risas... —pausa dramática— ...si, de esas que se repiten en tu cabeza... —murmura antes de continuar escribiendo— Paso 2: Mezclar con polvo de estrellas ebrias... —pausa reflexiva— Hmmmh, ¿Que venía luego...? ¡Ah, claro! Paso 3: Agregar 2 cucharadas de ternura perturbadora~ Yyy, decorar con... —mira a Glitter, otro de sus tentáculos— ¿Tú qué opinas?

    Glitter, con aire de experto en gastronomía abismal le arroja un frasco de pétalos de rosas congelados en el tiempo. Ina asiente y escribe frenéticamente.

    —¡Eso! ¡Pétalos de rosas congeladas en el tiempo! Para un toque de drama~... —cierra el grimorio y se prepara para ir a cocinar— ¿A ver, a ver, quien se ofrece a probarlas? —Tiny se esconde— ...¡Cobardes!
    Ina está sentada en medio del templo, escribiendo con tinta que brilla como la Vía Láctea. —¡Mmmm~ 'Galletas de Ina edición especial' —murmura mientras escribe sus propias palabras en un grimorio— con sabor a: '¿Qué diablos acabo de comer?' pero adictivo~... y con toques de nostalgia tóxica. Lanky, su tentáculo, escupe una nube de glitter cosmico sobre la página. Ina lo ignora y sigue concentrada en la receta. —... Paso 1: Añadir una taza de eco de risas... —pausa dramática— ...si, de esas que se repiten en tu cabeza... —murmura antes de continuar escribiendo— Paso 2: Mezclar con polvo de estrellas ebrias... —pausa reflexiva— Hmmmh, ¿Que venía luego...? ¡Ah, claro! Paso 3: Agregar 2 cucharadas de ternura perturbadora~ Yyy, decorar con... —mira a Glitter, otro de sus tentáculos— ¿Tú qué opinas? Glitter, con aire de experto en gastronomía abismal le arroja un frasco de pétalos de rosas congelados en el tiempo. Ina asiente y escribe frenéticamente. —¡Eso! ¡Pétalos de rosas congeladas en el tiempo! Para un toque de drama~... —cierra el grimorio y se prepara para ir a cocinar— ¿A ver, a ver, quien se ofrece a probarlas? —Tiny se esconde— ...¡Cobardes!
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  • Ina está sentada en el suelo, más despeinada que de costumbre. Se encuentra rodeada por tentáculos, y una bandeja de galletas en forma de ojos humea a su lado.

    —¡Buenos dias–tardes–noches–apocalipsis, chiquillos~! —estira sus brazos como si despertara de una pequeña siesta y no de un casi coma místico— ugh, ¿cuánto tiempo pasó? —Bloop hace un gesto de duda, como si se encogiera de hombros versión tentáculo— ¡Ah, solo un par de minutos en el Abismo! —susurra— aunque... —mira un calendario lleno de tachones rojos que robó de algún lugar— parece que los mortales se tomaron su dulce tiempo sin mi~.

    Shy Guy se enrosca en su hombro, tímido. Glitter le arregla el flequillo con un suspiro de exasperación.

    —¡No me miren así! —lanza una galleta a Lanky, que la atrapa al vuelo— ¡No fue mi culpa! El Halovian ese solo quería... eh... ¿darme unas vacaciones? —risa de campanitas— ahora que he descansado, tengo ideas para un nuevo diseño para las franelas del culto, galletas con nuevos sabores y... ¡Un plan para convencer a los sacrificables–digo–seguidores de que los rituales son básicamente Team buildings con snacks!

    Tiny le pasa una taza de té. Ina se levanta, arreglando su vestido manchado de tinta y azúcar. Los tentáculos se alinean detrás de ella como un ejército descoordinado.

    —Pero shhh... no le digan a nadie que extrañé esto...

    Señala el caos del templo: grimorios abiertos, folletos de reclutamiento garabateados con crayón, y pósters promocionales.

    —Asi que —da un sorbo a su té mientras clasifica una pila de formularios de "Inscripción al culto (incluye desayuno)"— volvamos a nuestras actividades diarias ~
    Ina está sentada en el suelo, más despeinada que de costumbre. Se encuentra rodeada por tentáculos, y una bandeja de galletas en forma de ojos humea a su lado. —¡Buenos dias–tardes–noches–apocalipsis, chiquillos~! —estira sus brazos como si despertara de una pequeña siesta y no de un casi coma místico— ugh, ¿cuánto tiempo pasó? —Bloop hace un gesto de duda, como si se encogiera de hombros versión tentáculo— ¡Ah, solo un par de minutos en el Abismo! —susurra— aunque... —mira un calendario lleno de tachones rojos que robó de algún lugar— parece que los mortales se tomaron su dulce tiempo sin mi~. Shy Guy se enrosca en su hombro, tímido. Glitter le arregla el flequillo con un suspiro de exasperación. —¡No me miren así! —lanza una galleta a Lanky, que la atrapa al vuelo— ¡No fue mi culpa! El Halovian ese solo quería... eh... ¿darme unas vacaciones? —risa de campanitas— ahora que he descansado, tengo ideas para un nuevo diseño para las franelas del culto, galletas con nuevos sabores y... ¡Un plan para convencer a los sacrificables–digo–seguidores de que los rituales son básicamente Team buildings con snacks! Tiny le pasa una taza de té. Ina se levanta, arreglando su vestido manchado de tinta y azúcar. Los tentáculos se alinean detrás de ella como un ejército descoordinado. —Pero shhh... no le digan a nadie que extrañé esto... Señala el caos del templo: grimorios abiertos, folletos de reclutamiento garabateados con crayón, y pósters promocionales. —Asi que —da un sorbo a su té mientras clasifica una pila de formularios de "Inscripción al culto (incluye desayuno)"— volvamos a nuestras actividades diarias ~
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