• Hay días en los que preferiría no recordar. El amanecer de aquel día era uno de ellos, las antorchas aún ardían bajo la bruma cuando me llamaron. El aire olía a hierro, tierra húmeda y a miedo contenido, frente a nosotros, más allá del claro, se alzaban las filas del enemigo, igual de silenciosas, igual de resueltas. Para evitar la guerra total, ambas casas acordaron resolver el conflicto con un Juicio de Campeones. Una antigua tradición, olvidada por muchos, donde el honor se media en sangre y acero, no en cuerpos amontonados tras una siega sin sentido. Me eligieron a mí, tal vez porque era extranjero o tal vez porque no tenía esposa, ni hijos que me lloraran.

    Recuerdo al otro campeón era alto y se veía fuerte como un roble, cubierto de una armadura oscura que parecía beberse la luz. No dijo una sola palabra cuando nos encontramos frente al viejo templo derruido, el punto neutro entre ambos campamentos. Desenvainé mi espada mi mano temblaba ligeramente.

    La lucha fue brutal espada contra espada y hierro contra voluntad, él golpeaba como si cada tajo pudiera partir el mundo en dos. Pero yo bailaba, en cada paso me jugaba la vida, sentía el peso de mi escudo, el crujir de la cota de malla, el sabor metálico de la sangre que comenzaba a llenar mi boca tras un impacto mal recibido. Una, dos, cinco veces caí y las cinco mismas me puse de pie, hasta que en un instante fugaz, vi la abertura bajo su brazo, entre la hombrera y la coraza, tipico fallo humano.

    Mi espada entró y él cayó de rodillas, mirándome bajo el yelmo, como si en el fondo agradeciera no tener que continuar con esa guerra absurda. Cuando terminó, el silencio fue absoluto, no hubo vítores, ni aplausos. Solo una calma pesada, como la que precede a una tormenta, o en este caso, a una paz impuesta. Caminé de regreso entre filas de soldados que no sabían si vitorearme o temerme, mis piernas temblaban, pero no estaba cansado. La paz puede ganarse con una espada, pero nunca deja de pesar en las manos de quien la empuñó.
    Hay días en los que preferiría no recordar. El amanecer de aquel día era uno de ellos, las antorchas aún ardían bajo la bruma cuando me llamaron. El aire olía a hierro, tierra húmeda y a miedo contenido, frente a nosotros, más allá del claro, se alzaban las filas del enemigo, igual de silenciosas, igual de resueltas. Para evitar la guerra total, ambas casas acordaron resolver el conflicto con un Juicio de Campeones. Una antigua tradición, olvidada por muchos, donde el honor se media en sangre y acero, no en cuerpos amontonados tras una siega sin sentido. Me eligieron a mí, tal vez porque era extranjero o tal vez porque no tenía esposa, ni hijos que me lloraran. Recuerdo al otro campeón era alto y se veía fuerte como un roble, cubierto de una armadura oscura que parecía beberse la luz. No dijo una sola palabra cuando nos encontramos frente al viejo templo derruido, el punto neutro entre ambos campamentos. Desenvainé mi espada mi mano temblaba ligeramente. La lucha fue brutal espada contra espada y hierro contra voluntad, él golpeaba como si cada tajo pudiera partir el mundo en dos. Pero yo bailaba, en cada paso me jugaba la vida, sentía el peso de mi escudo, el crujir de la cota de malla, el sabor metálico de la sangre que comenzaba a llenar mi boca tras un impacto mal recibido. Una, dos, cinco veces caí y las cinco mismas me puse de pie, hasta que en un instante fugaz, vi la abertura bajo su brazo, entre la hombrera y la coraza, tipico fallo humano. Mi espada entró y él cayó de rodillas, mirándome bajo el yelmo, como si en el fondo agradeciera no tener que continuar con esa guerra absurda. Cuando terminó, el silencio fue absoluto, no hubo vítores, ni aplausos. Solo una calma pesada, como la que precede a una tormenta, o en este caso, a una paz impuesta. Caminé de regreso entre filas de soldados que no sabían si vitorearme o temerme, mis piernas temblaban, pero no estaba cansado. La paz puede ganarse con una espada, pero nunca deja de pesar en las manos de quien la empuñó.
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  • ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• ⊰𝐋𝐚 𝐝𝐢𝐯𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐥𝐢𝐦𝐩𝐨𝐬⊱ •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹

    —El Velo del Olimpo—

    En un rincón del universo donde los dioses ya no caminaban entre los hombres, pero donde su eco aún susurraba entre luces de terciopelo y humo de escenario, nació una leyenda olvidada: la Dama del Cisne Violeta.
    Nadie en el mundo mortal sospechaba que aquella figura etérea, que cantaba cada noche con voz de seda y fuego, no era otra que Hera, Reina del Olimpo.

    Ella no bajó por amor, ni por castigo, ni por capricho de Zeus. Lo hizo porque el Olimpo, con sus dioses de mármol y guerras sin fin, había perdido algo que ni la eternidad podía ofrecer:
    El arte de ser escuchada sin temor, sin título... sin trono.

    Vestida con un vestido que nacía del crepúsculo —morado profundo que se desvanecía en dorado al rozar el suelo—, Hera se presentó en el mundo como una simple cantante. Pero bajo ese disfraz de diva, llevaba aún la corona de las constelaciones y el peso de siglos de silencio.

    Cada noche, bajo la luz melancólica de un reflector solitario, tomaba el micrófono como si fuese su cetro.
    Los abanicos de plumas se abrían como los cielos en su presencia, las coristas danzaban como ninfas invocadas, y su voz... su voz rompía promesas viejas y reconstruía corazones con cada nota.

    ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧
    「 ⊰𝐇𝐞𝐫𝐚⊱ 」 :̗̀➛ “¿Creen que una reina no puede llorar? Entonces escuchen...”
    ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧

    Con cada canción contaba verdades disfrazadas de metáforas. Sus letras hablaban de traiciones doradas, de la soledad en el poder, del dolor de una esposa que compartía su amor con el cielo, la tierra y todos los caprichos de su marido.
    El público lloraba sin saber por qué, reía con lágrimas suspendidas... y volvía noche tras noche.

    Pero nadie sabía que cuando el telón caía, ella no regresaba a un camerino, sino a un palacio escondido tras el reflejo de los espejos. Su camerino era un templo de columnas rotas por el tiempo, donde Hera, con los ojos llenos de lágrimas, susurraba oraciones a sí misma:

    〚⚜〛》“Al menos aquí, soy adorada no por miedo... sino por amor.”《⚜〛

    ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• ⊰𝐄𝐥 𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐀𝐜𝐭𝐨⊱ •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹✦

    Una noche, sin previo aviso, alguien dejó una flor de loto azul sobre el piano. Hera la reconoció al instante.

    Era una señal.

    Zeus la había encontrado.

    Pero esa noche... ella no cantó para él.

    Cantó para todas las diosas rotas en el Olimpo. Para todas las mujeres con corona que fueron obligadas a reinar en silencio.
    Y el escenario, ese pequeño altar de luces tenues y cortinas moradas, se convirtió en su nuevo trono.

    ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧
    Así fue como Hera, Reina del Olimpo, se convirtió también en la Reina de la Noche.

    Ya no por el poder heredado... sino por el poder ganado con cada nota, cada lágrima y cada aplauso que nacía del alma.

    ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹✦
    ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• ⊰𝐋𝐚 𝐝𝐢𝐯𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐥𝐢𝐦𝐩𝐨𝐬⊱ •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹ —El Velo del Olimpo— En un rincón del universo donde los dioses ya no caminaban entre los hombres, pero donde su eco aún susurraba entre luces de terciopelo y humo de escenario, nació una leyenda olvidada: la Dama del Cisne Violeta. Nadie en el mundo mortal sospechaba que aquella figura etérea, que cantaba cada noche con voz de seda y fuego, no era otra que Hera, Reina del Olimpo. Ella no bajó por amor, ni por castigo, ni por capricho de Zeus. Lo hizo porque el Olimpo, con sus dioses de mármol y guerras sin fin, había perdido algo que ni la eternidad podía ofrecer: El arte de ser escuchada sin temor, sin título... sin trono. Vestida con un vestido que nacía del crepúsculo —morado profundo que se desvanecía en dorado al rozar el suelo—, Hera se presentó en el mundo como una simple cantante. Pero bajo ese disfraz de diva, llevaba aún la corona de las constelaciones y el peso de siglos de silencio. Cada noche, bajo la luz melancólica de un reflector solitario, tomaba el micrófono como si fuese su cetro. Los abanicos de plumas se abrían como los cielos en su presencia, las coristas danzaban como ninfas invocadas, y su voz... su voz rompía promesas viejas y reconstruía corazones con cada nota. ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧ 「 ⊰𝐇𝐞𝐫𝐚⊱ 」 :̗̀➛ “¿Creen que una reina no puede llorar? Entonces escuchen...” ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧ Con cada canción contaba verdades disfrazadas de metáforas. Sus letras hablaban de traiciones doradas, de la soledad en el poder, del dolor de una esposa que compartía su amor con el cielo, la tierra y todos los caprichos de su marido. El público lloraba sin saber por qué, reía con lágrimas suspendidas... y volvía noche tras noche. Pero nadie sabía que cuando el telón caía, ella no regresaba a un camerino, sino a un palacio escondido tras el reflejo de los espejos. Su camerino era un templo de columnas rotas por el tiempo, donde Hera, con los ojos llenos de lágrimas, susurraba oraciones a sí misma: 〚⚜〛》“Al menos aquí, soy adorada no por miedo... sino por amor.”《⚜〛 ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• ⊰𝐄𝐥 𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐀𝐜𝐭𝐨⊱ •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹✦ Una noche, sin previo aviso, alguien dejó una flor de loto azul sobre el piano. Hera la reconoció al instante. Era una señal. Zeus la había encontrado. Pero esa noche... ella no cantó para él. Cantó para todas las diosas rotas en el Olimpo. Para todas las mujeres con corona que fueron obligadas a reinar en silencio. Y el escenario, ese pequeño altar de luces tenues y cortinas moradas, se convirtió en su nuevo trono. ✧━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━✧ Así fue como Hera, Reina del Olimpo, se convirtió también en la Reina de la Noche. Ya no por el poder heredado... sino por el poder ganado con cada nota, cada lágrima y cada aplauso que nacía del alma. ✦✹✦ ━━━━━━━━━━━ •°• •°• ━━━━━━━━━━━ ✦✹✦ :STK-66:
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  • A esto le llama templo?,en serio?
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    "Con ustedes, llega aquella cuyo nombre flota entre códices perdidos.

    Aquella que no necesita templo, porque su cuerpo es altar.

    Aketzali, hija del relámpago sin trueno, memoria viva de los que aún sueñan con lo divino en la piedra.”
    "Con ustedes, llega aquella cuyo nombre flota entre códices perdidos. Aquella que no necesita templo, porque su cuerpo es altar. Aketzali, hija del relámpago sin trueno, memoria viva de los que aún sueñan con lo divino en la piedra.” :STK-1:
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  • A veces, cuando sopla el viento frío recuerdo las tierras del norte. No hay castillos allá, ni templos de piedra. Solo nieve, viento, y pasos que se borran rápido en la escarcha. Pero también hay gente fuerte, silenciosa, más antiguos que muchos reyes. Las tribus del norte no viven para contar historias, sino para sobrevivir, y sin embargo, todo en ellos es una historia viva. Marcan su paso con cicatrices, con canciones guturales que solo entienden entre ellos y con miradas que pesarian hasta al mas tenaz.

    Llegué allí huyendo del sur, el mundo se deshacía a mi espalda, y en esas tierras heladas no me ofrecieron abrigo ni fuego. Me arrojaron un cuchillo, un pedazo de carne seca, y supuse que me dijeron con los ojos: "demuestra que vales algo". La primera noche pensé que moriría. La segunda, también. Pero en la tercera algo cambió. Comencé a entender su idioma, no con palabras, más bien con gestos, con rituales. Cazamos juntos y dormimos espalda con espalda. Nunca me dijeron que era parte del clan pero tampoco me corrieron del lugar.

    Aún recuerdo al primer lobo que maté, mi espada quedo clavada en su costado, su pelaje era negro como el carbón y sus ojos mas blanquecinos que los de un ciego. Lo vi y supe que solo uno de los dos saldría de allí con vida. Tras regresar con su cuerpo sobre los hombros, me miraron distinto, sentí por fin algo de respeto.
    Entonces aprendí que el respeto se ganaba con actos, los títulos y discursos no servian de nada.

    Una vez me enfrenté a uno de ellos, un joven guerrero que dudaba de mi lugar entre los suyos. Me retó en círculo, peleamos sin decir palabra. Él me marcó el rostro, y yo le rompí la nariz. Ninguno murió, pero al final, compartimos el mismo cuenco de sopa esa noche, esa era su forma de hacer las paces.

    El norte tiene sus propias enseñanzas. Callar, a escuchar al bosque, a leer el humo y las huellas, a cazar no solo por hambre, sino por equilibrio, tambien a respetar a la presa, y agradecer al viento que me cubría. Y aunque partí de esas tierras, quizá porque mi camino era otro, o porque no quise quedarme congelado como sus historias, el norte no se fue de mí. Todavía llevo su abrigo y recuerdo sus tambores. Y cuando el frío cala los huesos, cierro los ojos y puedo oír sus cantos en la distancia.
    A veces, cuando sopla el viento frío recuerdo las tierras del norte. No hay castillos allá, ni templos de piedra. Solo nieve, viento, y pasos que se borran rápido en la escarcha. Pero también hay gente fuerte, silenciosa, más antiguos que muchos reyes. Las tribus del norte no viven para contar historias, sino para sobrevivir, y sin embargo, todo en ellos es una historia viva. Marcan su paso con cicatrices, con canciones guturales que solo entienden entre ellos y con miradas que pesarian hasta al mas tenaz. Llegué allí huyendo del sur, el mundo se deshacía a mi espalda, y en esas tierras heladas no me ofrecieron abrigo ni fuego. Me arrojaron un cuchillo, un pedazo de carne seca, y supuse que me dijeron con los ojos: "demuestra que vales algo". La primera noche pensé que moriría. La segunda, también. Pero en la tercera algo cambió. Comencé a entender su idioma, no con palabras, más bien con gestos, con rituales. Cazamos juntos y dormimos espalda con espalda. Nunca me dijeron que era parte del clan pero tampoco me corrieron del lugar. Aún recuerdo al primer lobo que maté, mi espada quedo clavada en su costado, su pelaje era negro como el carbón y sus ojos mas blanquecinos que los de un ciego. Lo vi y supe que solo uno de los dos saldría de allí con vida. Tras regresar con su cuerpo sobre los hombros, me miraron distinto, sentí por fin algo de respeto. Entonces aprendí que el respeto se ganaba con actos, los títulos y discursos no servian de nada. Una vez me enfrenté a uno de ellos, un joven guerrero que dudaba de mi lugar entre los suyos. Me retó en círculo, peleamos sin decir palabra. Él me marcó el rostro, y yo le rompí la nariz. Ninguno murió, pero al final, compartimos el mismo cuenco de sopa esa noche, esa era su forma de hacer las paces. El norte tiene sus propias enseñanzas. Callar, a escuchar al bosque, a leer el humo y las huellas, a cazar no solo por hambre, sino por equilibrio, tambien a respetar a la presa, y agradecer al viento que me cubría. Y aunque partí de esas tierras, quizá porque mi camino era otro, o porque no quise quedarme congelado como sus historias, el norte no se fue de mí. Todavía llevo su abrigo y recuerdo sus tambores. Y cuando el frío cala los huesos, cierro los ojos y puedo oír sus cantos en la distancia.
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  • ✴ ──────
    Abandonó el lugar donde había ocurrido el inesperado encuentro con su supuesto hermano (https://ficrol.com/posts/272080 ) dejando a este en su propio charco de sangre debido a la estocada que Elizabeth había ejecutado momentos atrás. No había rastro de ninguna emoción, su rostro como una piedra impoluta vio la escena para luego dar la espalda sin dar pasos de retorno.

    Sabía que Kazuo lidiaría bien con la situación que a ella la superaba.

    Si de control de emociones se trataba, Elizabeth era una completa inepta, no había graduación, sólo un impulso que arrasaba con todo... Y tenía sentido, al fin de cuentas la pelirroja era fuego desde sus entrañas hasta el último pelo que pertenecía a su cabellera escarlata.

    ≪•◦ ❈ ◦•≫

    Luego de avanzar un buen tramo ya estaba muy lejos del templo, había llegado a un pequeño claro donde pasaba un arroyo cristalino.
    La paz del lugar contrastaba con la guerra que tenía dentro.
    No aguantó más... gritó con fuerzas cayendo al suelo con sus manos tirando sus cabellos con desesperación, lloró desconsolada, los sentimientos encontrados se desbordaban de sus ojos en gruesas lágrimas de sal, no entendía por qué lloraba ni por qué tenía tanta ira dentro. En el fondo siempre deseó encontrar a otro Llama de Sangre, pero ¿Por qué dolía tanto?

    El clima era favorecedor, la primavera se hacía presente en todo el bosque. Liz en medio de su crisis podía respirar el aroma de la naturaleza naciendo una vez más, como todo volvía a la vida después del crudo invierno.

    Estar en medio del bosque aclaraba su mente, silenciaba la maraña de pensamientos que se agolpaban uno tras otro volviendo su cabeza un tormento.

    De a poco su llanto comenzó a cesar, era increible lo que ese lugar hacía, resultaba casi mágico.

    Sin dudarlo sumergió su cabeza en el agua gélida del arroyo, luego abrió su yukata para poder mojar sus pies y refrescar sus piernas.

    El silencio- sin contar el flujo constante del riachuelo- era absoluto. Liz respiró en calma.

    Esto era lo que necesitaba.

    De pronto, el debil aleteo de un gorrión que estaba aprendiendo a volar llegó hacia la pelirroja, de inmediato extendió su mano para recibirle.
    Una sonrisa se dibujó en los labios de Elizabeth.

    Para ella la vida se trataba de estos regalos inesperados y las señales que venían con ellos.

    En ese instante algo hizo "click"

    ¿Este era un mensaje implícito de la decisión que debía tomar sobre Elías?


    ✴ ────── Abandonó el lugar donde había ocurrido el inesperado encuentro con su supuesto hermano (https://ficrol.com/posts/272080 ) dejando a este en su propio charco de sangre debido a la estocada que Elizabeth había ejecutado momentos atrás. No había rastro de ninguna emoción, su rostro como una piedra impoluta vio la escena para luego dar la espalda sin dar pasos de retorno. Sabía que Kazuo lidiaría bien con la situación que a ella la superaba. Si de control de emociones se trataba, Elizabeth era una completa inepta, no había graduación, sólo un impulso que arrasaba con todo... Y tenía sentido, al fin de cuentas la pelirroja era fuego desde sus entrañas hasta el último pelo que pertenecía a su cabellera escarlata. ≪•◦ ❈ ◦•≫ Luego de avanzar un buen tramo ya estaba muy lejos del templo, había llegado a un pequeño claro donde pasaba un arroyo cristalino. La paz del lugar contrastaba con la guerra que tenía dentro. No aguantó más... gritó con fuerzas cayendo al suelo con sus manos tirando sus cabellos con desesperación, lloró desconsolada, los sentimientos encontrados se desbordaban de sus ojos en gruesas lágrimas de sal, no entendía por qué lloraba ni por qué tenía tanta ira dentro. En el fondo siempre deseó encontrar a otro Llama de Sangre, pero ¿Por qué dolía tanto? El clima era favorecedor, la primavera se hacía presente en todo el bosque. Liz en medio de su crisis podía respirar el aroma de la naturaleza naciendo una vez más, como todo volvía a la vida después del crudo invierno. Estar en medio del bosque aclaraba su mente, silenciaba la maraña de pensamientos que se agolpaban uno tras otro volviendo su cabeza un tormento. De a poco su llanto comenzó a cesar, era increible lo que ese lugar hacía, resultaba casi mágico. Sin dudarlo sumergió su cabeza en el agua gélida del arroyo, luego abrió su yukata para poder mojar sus pies y refrescar sus piernas. El silencio- sin contar el flujo constante del riachuelo- era absoluto. Liz respiró en calma. Esto era lo que necesitaba. De pronto, el debil aleteo de un gorrión que estaba aprendiendo a volar llegó hacia la pelirroja, de inmediato extendió su mano para recibirle. Una sonrisa se dibujó en los labios de Elizabeth. Para ella la vida se trataba de estos regalos inesperados y las señales que venían con ellos. En ese instante algo hizo "click" ¿Este era un mensaje implícito de la decisión que debía tomar sobre Elías?
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  • ☾ La Caída de Élona — El Goce que la Desterró
    Fandom OC
    Categoría Original
    M o n o r r o l

    Él no entró como una encarnación del mal.

    Entró como un perfume antiguo.

    Como un humo que se enrosca en los huesos.

    Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial.
    Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria.

    Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso.

    No hubo violencia.
    Azh’kar no la necesitó.
    Porque su deseo la quebró desde dentro.

    Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya.

    Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre,
    fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba.


    Fueron semanas.

    Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida.

    El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer.

    No hubo tregua. No hubo compasión.
    Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final.

    Azh’kar no amaba.
    No buscaba ternura.

    Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él.

    Y Élona…
    Ella gemía su nombre como un idioma nuevo,
    como un castigo que se sentía más real que la vida eterna.

    Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces,
    hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena.

    Los dioses lo vieron.

    Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez.

    No lo detuvo.
    No quiso.
    O no pudo.

    Porque el ansia era más fuerte que el juicio.

    Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable—
    Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas,
    los muslos aún temblando,
    el alma… irreversible.

    Entonces vino el juicio.

    Los dioses no escucharon excusas.
    No hubo defensa.

    No importó si fue engañada o si lo eligió.
    Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal,
    y ella había respondido con hambre.

    Y eso, en el Cielo, era traición.

    Le arrancaron el nombre sagrado.
    Y pronunciaron la maldición con una voz helada:

    > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue.
    Que el deseo la consuma si intenta escapar.
    Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞

    Y así cayó Élona.

    La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles.

    Y cada vez que la tocaban,
    ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban,
    ellos la suplicaban por más.

    Azh’kar nunca volvió.

    No lo necesitaba.

    Él ya la habitaba.
    🥀M o n o r r o l🥀 Él no entró como una encarnación del mal. Entró como un perfume antiguo. Como un humo que se enrosca en los huesos. Azh’kar, el demonio sin rostro verdadero, cubrió su esencia con belleza celestial. Ojos color fiebre, labios que suaves e impregnados del veneno de la lujuria. Y cuando Élona lo vio por primera vez, algo en su pecho y en su centro más íntimo se estremeció sin su permiso. No hubo violencia. Azh’kar no la necesitó. Porque su deseo la quebró desde dentro. Y cuando el primer beso ocurrió, Élona se rindió a sus pies anhelando que la hiciera suya. Élona, diosa del deseo, de la pasión sin nombre, fue desnudada, desbordada y ofrecida a un abismo que la supo devorar como ella más ansiaba. Fueron semanas. Semanas sin sol, sin plegarias, sin aliento puro. Semanas en las que fornicaron como dos seres nacidos con ese único propósito en la vida. El lecho del templo, antaño lugar de oración, se volvió altar de gemidos y cadenas de placer. No hubo tregua. No hubo compasión. Solo cuerpos entrelazados, entre la penumbra y el incienso, en un vaivén que parecía no tener final. Azh’kar no amaba. No buscaba ternura. Solo quería poseerla hasta que no quedara nada de ella que no supiera a él. Y Élona… Ella gemía su nombre como un idioma nuevo, como un castigo que se sentía más real que la vida eterna. Él exploró cada rincón de su cuerpo, la abrió, la marcó, la llenó de un deseo que dolía y de su semilla mil veces, hasta que no supo dónde acababa su piel y comenzaba su condena. Los dioses lo vieron. Vieron a su hermana desnuda en cuerpo y alma, bajo el cuerpo de un demonio que la hacía temblar, llorar de placer, y suplicar por más una y otra vez. No lo detuvo. No quiso. O no pudo. Porque el ansia era más fuerte que el juicio. Y cuando por fin el demonio la dejó —no por piedad, sino por haberla colmado hasta lo irreparable— Élona quedó tendida sobre los restos de su altar, los labios partidos de los besos y las lamidas, los muslos aún temblando, el alma… irreversible. Entonces vino el juicio. Los dioses no escucharon excusas. No hubo defensa. No importó si fue engañada o si lo eligió. Había sido penetrada por un demonio, adorada por él en la forma más carnal, y ella había respondido con hambre. Y eso, en el Cielo, era traición. Le arrancaron el nombre sagrado. Y pronunciaron la maldición con una voz helada: > ❝Que su cuerpo arda cuando se niegue. Que el deseo la consuma si intenta escapar. Que lo que le dio placer… le dé dolor si no lo acoge.❞ Y así cayó Élona. La diosa que había sido venerada, ahora era buscada por hombres desesperados, devota de un deseo que no podía rechazar, presa de una lujuria que la encadenaba con espinas invisibles. Y cada vez que la tocaban, ella los abrazaba con fuerza, los montaba como si buscara romperse a sí misma, y cuando terminaban, ellos la suplicaban por más. Azh’kar nunca volvió. No lo necesitaba. Él ya la habitaba.
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  • 𝓛𝓪 𝓿𝓲𝓼𝓲𝓽𝓪
    Fandom Varios
    Categoría Fantasía
    El sol comenzaba a teñir el cielo de tonos naranjas y dorados cuando una pequeña figura alada surcó el aire, zigzagueando entre los árboles con chillidos agudos. Heinrich, en su forma de murciélago, se aproximaba al templo de Kazuo con una mezcla de emoción y nerviosismo, lanzando sus característicos sonidos esperando que su viejo amigo lo reconociera y saliera a recibirlo.

    No venía solo.

    A unos cuantos kilómetros, pero ya en camino, volaba Malvyna, la imponente dragona de escamas rojizas que lo acompañaría ese atardecer. Se había detenido brevemente al divisar un río cercano; y, fiel a su instinto, había descendido a pescar.

    Heinrich se posaba en una de las barandas del jardín interior, agitando las alas con impaciencia. No solo estaba ansioso por ver a Kazuo, sino también curioso por cómo sería ese primer encuentro con su peculiar amiga.
    El sol comenzaba a teñir el cielo de tonos naranjas y dorados cuando una pequeña figura alada surcó el aire, zigzagueando entre los árboles con chillidos agudos. Heinrich, en su forma de murciélago, se aproximaba al templo de Kazuo con una mezcla de emoción y nerviosismo, lanzando sus característicos sonidos esperando que su viejo amigo lo reconociera y saliera a recibirlo. No venía solo. A unos cuantos kilómetros, pero ya en camino, volaba Malvyna, la imponente dragona de escamas rojizas que lo acompañaría ese atardecer. Se había detenido brevemente al divisar un río cercano; y, fiel a su instinto, había descendido a pescar. Heinrich se posaba en una de las barandas del jardín interior, agitando las alas con impaciencia. No solo estaba ansioso por ver a Kazuo, sino también curioso por cómo sería ese primer encuentro con su peculiar amiga.
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  • Fragmento del Diario de Alren Veyran, Cronista del Ocaso
    Fandom OC
    Categoría Aventura
    Entrada 247 – Séptima luna descendente, ciclo de ceniza

    He vuelto a soñar con ella. "La Llama del Juicio". No como mito, no como símbolo sino como una verdad que se filtra en las lagunas de mi mente. La he visto arder en medio del vacío, inmóvil, y a la vez danzando con la furia de lo que ha conocido el fin del tiempo.

    Hoy, tras años de rastrear textos perdidos y páginss arrancadas del polvo de templos hundidos, creo haber identificado los ingredientes necesarios para replicarla o quizás solo acercarme a su reflejo. Lo registro aquí, por si no vuelvo de esta búsqueda. Que al menos las palabras sobrevivan, aunque yo no lo haga.

    El primero es el Corazón de Umbra.
    Un mineral vivo y tan oscuro como el propio vacio, un órgano aún palpitante, tomado de una criatura que no pertenece del todo a este mundo. Un ente de sombra viva, nacido en los bordes del no-ser. Se dice que el juicio aún vive dentro de él. Lo hallé en el abismo de Vel'Hareth, cerca de los nichos de los túmulos oscuros custodiado por los Susurrantes. Casi pierdo el alma en el proceso. Aún oigo las voces. Cuidado con las capas de presion que devoran todo a su paso con calor, gases venenosos y criaturas aunque ciegas pero letales.

    Segundo, la Lágrima del Primer Olvido.
    No es agua, sino cristal puro. Se forma solo cuando un ser olvida su propósito, su nombre, su existencia y aún así, continúa caminando. La extraje de un anciano mendigo en las ruinas de Tharyn, que ya no recordaba que alguna vez fue rey. Aún se le ve vagando por el lugar sin rumbo alguno.

    Tercero, el Fragmento del Tiempo Quieto.
    Difícil de encontrar, más aún de sostener. Un instante que nunca sucedió, robado al reloj del cosmos. Me lo entregó una tejedora de destinos a cambio de una de mis memorias más preciadas. Ya no recuerdo el rostro de mi madre pero ha valido la pena.

    Cuarto, Sangre de un Ser Trascendido.
    Aquí mentiría si dijera que la obtuve sin costo. Fue en el plano de Lys'Nerath, donde habitan los que han roto el ciclo de la vida y la muerte. La criatura me miró con lástima cuando le pedí su sangre. Dijo que nadie que busque la Llama sigue siendo humano. No sé si tenía razón.

    Quinto, Ceniza de un Voto Incumplido.
    Fácil de hallar, difícil de aceptar. Debía romper mi promesa más sagrada. Lo hice. Aún siento el eco de su voz llamándome traidor.

    Sexto, Aliento de una Aurora Muerta.
    Lo recolecté en el Valle de los Soles Caídos, donde el cielo permanece perpetuamente oscuro. Las partículas eran frías al tacto, como si el día mismo hubiera muerto.

    Séptimo, el Eco de un Destino Reescrito.
    Lo robé del alma de una joven que desafió su muerte profetizada. Logró vivir. Pero algo cambió en ella, su sombra ya no la sigue del todo.

    Octavo y último, la Esencia de la Balanza Rota.
    Un polvo gris azulado, recogido de los restos del Equilibrio de Elan-Thur, destruido durante las Guerras Eternas. Lo custodiaba un monje sin ojos. No me detuvo. Nadie lo hizo.

    Los tengo todos.
    Y ahora, solo queda el ritual.
    Mañana, encenderé la Llama.
    O me convertiré en parte de ella...
    Entrada 247 – Séptima luna descendente, ciclo de ceniza He vuelto a soñar con ella. "La Llama del Juicio". No como mito, no como símbolo sino como una verdad que se filtra en las lagunas de mi mente. La he visto arder en medio del vacío, inmóvil, y a la vez danzando con la furia de lo que ha conocido el fin del tiempo. Hoy, tras años de rastrear textos perdidos y páginss arrancadas del polvo de templos hundidos, creo haber identificado los ingredientes necesarios para replicarla o quizás solo acercarme a su reflejo. Lo registro aquí, por si no vuelvo de esta búsqueda. Que al menos las palabras sobrevivan, aunque yo no lo haga. El primero es el Corazón de Umbra. Un mineral vivo y tan oscuro como el propio vacio, un órgano aún palpitante, tomado de una criatura que no pertenece del todo a este mundo. Un ente de sombra viva, nacido en los bordes del no-ser. Se dice que el juicio aún vive dentro de él. Lo hallé en el abismo de Vel'Hareth, cerca de los nichos de los túmulos oscuros custodiado por los Susurrantes. Casi pierdo el alma en el proceso. Aún oigo las voces. Cuidado con las capas de presion que devoran todo a su paso con calor, gases venenosos y criaturas aunque ciegas pero letales. Segundo, la Lágrima del Primer Olvido. No es agua, sino cristal puro. Se forma solo cuando un ser olvida su propósito, su nombre, su existencia y aún así, continúa caminando. La extraje de un anciano mendigo en las ruinas de Tharyn, que ya no recordaba que alguna vez fue rey. Aún se le ve vagando por el lugar sin rumbo alguno. Tercero, el Fragmento del Tiempo Quieto. Difícil de encontrar, más aún de sostener. Un instante que nunca sucedió, robado al reloj del cosmos. Me lo entregó una tejedora de destinos a cambio de una de mis memorias más preciadas. Ya no recuerdo el rostro de mi madre pero ha valido la pena. Cuarto, Sangre de un Ser Trascendido. Aquí mentiría si dijera que la obtuve sin costo. Fue en el plano de Lys'Nerath, donde habitan los que han roto el ciclo de la vida y la muerte. La criatura me miró con lástima cuando le pedí su sangre. Dijo que nadie que busque la Llama sigue siendo humano. No sé si tenía razón. Quinto, Ceniza de un Voto Incumplido. Fácil de hallar, difícil de aceptar. Debía romper mi promesa más sagrada. Lo hice. Aún siento el eco de su voz llamándome traidor. Sexto, Aliento de una Aurora Muerta. Lo recolecté en el Valle de los Soles Caídos, donde el cielo permanece perpetuamente oscuro. Las partículas eran frías al tacto, como si el día mismo hubiera muerto. Séptimo, el Eco de un Destino Reescrito. Lo robé del alma de una joven que desafió su muerte profetizada. Logró vivir. Pero algo cambió en ella, su sombra ya no la sigue del todo. Octavo y último, la Esencia de la Balanza Rota. Un polvo gris azulado, recogido de los restos del Equilibrio de Elan-Thur, destruido durante las Guerras Eternas. Lo custodiaba un monje sin ojos. No me detuvo. Nadie lo hizo. Los tengo todos. Y ahora, solo queda el ritual. Mañana, encenderé la Llama. O me convertiré en parte de ella...
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  • Por un instante, el silencio dentro del templo se hizo más prolongado. Muchos enemigos habían caído, y la batalla por fin parecía mostrar el cierre de aquel episodio. Muy difusa la silueta del samurai parecía desaparecer tras la cortina de bruma oscura, pues solo el brillo incandescente de sus ojos, enmarcando aquella mirada asesina a la par de su espada, lograban revelar su posición.

    — ... Al parecer no fue solo una anomalía... estos demonios parecen estar más sincronizados... ¡tch! Menudo problema... — musitó para sí mismo.

    Mientras los cuerpos inertes de sus rivales empiezan a desvanecerse a su alrededor, algo en el ambiente toma lugar, inquietando rápidamente los sentidos del elegante guardián.
    Aquella niebla oscura procedente de los demonios asesinados poco a poco empezaba a concentrarse en un punto fijo, en instantes una nueva figura oscura se materializaba. Aquella aura demoníaca tenía un alcance impresionante y parecía crecer conforme se completaba el proceso de formación del gigantesco ente. Cubierto por una pesada armadura, el enemigo asemeja un fortaleza andante, el filo de su espada igual de grotesca con dimensiones abruptas qué fácilmente alcanzarían una apertura de corte en un rango de más de 5 metros lo hacían un rival digno de admirar.
    Por un instante, el silencio dentro del templo se hizo más prolongado. Muchos enemigos habían caído, y la batalla por fin parecía mostrar el cierre de aquel episodio. Muy difusa la silueta del samurai parecía desaparecer tras la cortina de bruma oscura, pues solo el brillo incandescente de sus ojos, enmarcando aquella mirada asesina a la par de su espada, lograban revelar su posición. — ... Al parecer no fue solo una anomalía... estos demonios parecen estar más sincronizados... ¡tch! Menudo problema... — musitó para sí mismo. Mientras los cuerpos inertes de sus rivales empiezan a desvanecerse a su alrededor, algo en el ambiente toma lugar, inquietando rápidamente los sentidos del elegante guardián. Aquella niebla oscura procedente de los demonios asesinados poco a poco empezaba a concentrarse en un punto fijo, en instantes una nueva figura oscura se materializaba. Aquella aura demoníaca tenía un alcance impresionante y parecía crecer conforme se completaba el proceso de formación del gigantesco ente. Cubierto por una pesada armadura, el enemigo asemeja un fortaleza andante, el filo de su espada igual de grotesca con dimensiones abruptas qué fácilmente alcanzarían una apertura de corte en un rango de más de 5 metros lo hacían un rival digno de admirar.
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