• El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas.

    Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California.

    Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó.

    “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…”

    El aire se le escapó de los pulmones.
    Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas.

    Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo.

    —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder!

    Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento.
    La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó.
    Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá.
    Y ella no estaba lista para eso.

    La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema.
    “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.”

    Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón.

    Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol.

    Esa carta era su puerta, su billete, su promesa.
    Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual.

    Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas.

    Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad.
    Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
    El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas. Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California. Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó. “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…” El aire se le escapó de los pulmones. Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas. Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo. —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder! Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento. La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó. Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá. Y ella no estaba lista para eso. La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema. “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.” Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón. Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol. Esa carta era su puerta, su billete, su promesa. Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual. Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas. Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad. Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
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  • — Estoy viviendo un sueño donde no quiero despertar jamás. Lo sé todo el mundo será feliz.
    — Estoy viviendo un sueño donde no quiero despertar jamás. Lo sé todo el mundo será feliz.
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  • — Qué manera de robar el escenario, incluso en el final.

    No se siente real. Si esto es un sueño, ¿cuándo me toca despertar?

    ...Ah. Un último daikiri de moras. Ese te gustaba, ¿no?
    — Qué manera de robar el escenario, incluso en el final. No se siente real. Si esto es un sueño, ¿cuándo me toca despertar? ...Ah. Un último daikiri de moras. Ese te gustaba, ¿no?
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  • ┉ Recuerdo poco y sueño mucho.

    ¿Con quién?.

    He ahí la pregunta, habiendo olvidado un rostro que sigo buscando entre la multitud. Y si aparece no podré reconocerlo, es triste que algún día olvidaré esto. ┉
    ┉ Recuerdo poco y sueño mucho. ¿Con quién?. He ahí la pregunta, habiendo olvidado un rostro que sigo buscando entre la multitud. Y si aparece no podré reconocerlo, es triste que algún día olvidaré esto. ┉
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  • La Bae del pasado no solo me dejo millones de problemas. Me dejo las cargas de sus expectativas no cumplidas

    Sigo sueños que no son los mios, estoy viviendo un borrador de su vida, no de la mía. A veces me preguntó si solo soy un títere siguiendo las notas codificadas de mi yo anterior
    La Bae del pasado no solo me dejo millones de problemas. Me dejo las cargas de sus expectativas no cumplidas Sigo sueños que no son los mios, estoy viviendo un borrador de su vida, no de la mía. A veces me preguntó si solo soy un títere siguiendo las notas codificadas de mi yo anterior
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  • Dónde las almas claman piedad y los divinos diversión
    Categoría Original
    Rol para:
    Mahdi 𐬛𐬀𐬉𐬎𐬎𐬀

    Hora: 7 p.m
    Lugar: Ciudad Szeged- Hospital Rókus.

    La ceremonia apenas llevaba diez minutos de haber comenzado, y Lyra ya contaba los segundos para marcharse a casa. Pero no podía. Cada año era la misma rutina, o al menos eso decían quienes llevaban tiempo trabajando en aquel hospital. Ella apenas llevaba seis meses de regreso en su tierra natal, intentando adaptarse a un entorno que le resultaba tan familiar como ajeno.

    La dinámica era simple, premiar a los mejores departamentos del hospital, aquellos que habían destacado durante durante aquellos meses.

    —¿Y tú, Lyra? ¿No te acompaña nadie? ¿Algún novio, tus padres quizás? Oí que, como jefa del Departamento Forense, podrías ganar este año —preguntó Darka con esa curiosidad tan inoportuna que la caracterizaba.

    ♧ No, mis padres están de vacaciones. Hoy soy solo yo —mintió Lyra, regalándole una sonrisa amable. Nadie necesitaba saber más de su vida. En unos meses probablemente desaparecería con la excusa de un nuevo empleo en otra ciudad. Era su forma de sobrevivir. Los de su especie no podían permanecer mucho tiempo en un mismo lugar… era demasiado peligroso.

    El murmullo del público se interrumpió cuando pronunciaron su nombre. Ganadora del primer lugar, Lyra Velvetthorn. Los aplausos resonaron como un eco distante mientras subía al escenario, sosteniendo aquel trofeo que brillaba bajo las luces del auditorio.

    ♧ Gracias a todos mis compañeros —dijo con voz serena— Trabajar con ustedes ha sido un honor. La vida nos da oportunidades maravillosas, y esta es una de ellas — Aunque sus palabras sonaban sinceras, dentro de ella solo había vacío. Todo era un guión repetido una y otra vez. Sonrisas falsas, promesas vacías, años que pasaban sin dejar huella. Un ciclo interminable sin chispa ni propósito...

    Esa noche, al regresar a casa, dejó el premio en una repisa junto a otros idénticos. Parecía una línea del tiempo, una sucesión de logros que ya no significaban nada. Exhausta, se dejó caer en la cama y cerró los ojos.

    El sueño llegó rápido… y con él, el pasado. Tenía siete años otra vez. Sus padres reían mientras jugaban en el jardín. Todo era luz, hasta que la oscuridad lo devoró todo. Los disparos, los gritos, la sangre. Sus padres cayendo frente a ella. Mientras Lyra solo gritaba que no la dejaran sola, rogaba que se quedarán, pero en sus ojos ya se había ido todo rastro de vida.

    En el medio de la lluvia, mientras ella abrazaba sus cuerpos inertes, un hombre extraño apareció, ni siquiera podía distinguir su rostro, no sabía si era por sus lágrimas o es que de verdad aquel hombre no quería dejarse ver.

    — Pobre niña desafortunada. Tan hermosa como maldita. Una escena desgarradora —susurró, su voz sonaba tan ronca como diabólica — Mi alma ha sido conmovida. Por lo que vengo a ofrecerte un salida, la opción de cambiar tu destino. ¿No te gustaría? — Lyra quién yacía en el piso con el vestido lleno de la sangre de sus padres, no hizo más que levantarse del suelo para encararlo, la oferta no sonaba mal, después de todo, lo que la movía era su corazón desgarrado por el dolor y la rabia.

    ♧ ¿ Qué clase de salida? ¿Qué debo hacer? — La voz infantil de Lyra resonó como eco en el medio del caos.

    Al escuchar el interés de la niña, el hombre rió con satisfacción.

    — Que ñiña tan valiente...La salida es sencilla, pero el camino es tormentoso. El precio justo por lo que obtendrás luego — El hombre estiró su mano y limpió la pequeña lágrima que corrió por la mejilla de Lyra — Debes ir al Limbo y buscar los relojes invertidos, artefactos capaces de alterar la línea temporal. Podrás cambiar este destino tan desastroso — Se inclinó hacia ella, dejando su rostro a unos centímetros de distancia — ¿Aceptas princesita? — Lyra asintió sin pensarlo. El hombre sonrió, una sonrisa inquietante y macabra.

    — Trato sellado — El hombre sacó su lengua y lamió su propio dedo, en ese momento Lyra no lo sabía, pero aquel dedo contenía la lágrima que le había limpiado hace un momento.

    Y antes de poder preguntar por aquella acción tan extraña, fue arrastrada hacia el vacío. Despertó jadeando y sudando. Miró el reloj de su mesita de noche, era madrugada.

    ♧ Que sueño tan raro...- Murmuró, sin más, se dejó caer de nuevo sobre la cama. Y al girarse para cubrirse el rostro con una almohada. A su lado descansaba un mapa viejo, con símbolos extraños y una ruta trazada hasta un punto en el bosque.

    No había sido un sueño. La oportunidad que siempre había estado esperando estaba frente a ella. Tomó el mapa y lo guardo en el cajón de su mesita de noche.

    Al amanecer, lo primero que hizo Lyra fue darse de baja en el hospital por “asuntos personales”, la noticia tomó por sorpresa a todos, aunque los directores le rogaron que se quedará, ella no podía hacerlo, tenía una misión y la iba a cumplir a cualquier costo.

    Una vez en casa, alistó una pequeña mochila con lo que creía que iba a necesitar, no quería hacerse un drama, después de todo era el Limbo, cosas "normales" no iban a ser de mucha ayuda.

    Dando una última mirada a su hogar, cerró la puerta soltando un pequeño suspiro, tan cargado de esperanza como de muerte.

    En menos de 40 minutos, ya se encontraba en la parada de la estación del tren, tenía que ir a su primer destino "Muskai", un bosque tan bello como oscuro. Cada año habían reporte de al menos 10 personas desaparecidas en aquel lugar. Algunos decían que se los tragaba el bosque como pago, otros que eran simples aventureros curiosos que tentaban al destino, que cuando se daban cuenta de lo maligno que era su interior ya era muy tarde para volver.

    Pero para Lyra eso no era una barrera, después de todo ella tenía un mapa ¿no?. Igual si moría o pasaba algo en el trayecto, no había nada que lamentar.

    Las horas pasaban y ella ya no sabía cuanta distancia había caminado. Los pies le dolían pero no podía parar, tenía que llegar a la cueva antes del anochecer o todo sería más difícil.

    ♧ Maldición...¿Cuánto más debo caminar?- Se abrió paso entre el follaje de hojas violeta, fue ahí cuando se dió cuenta que estaba cerca, el ambiente se sentía diferente y ni hablar de la abrumadora aura, tan pesada y miserable...

    Media hora más tarde encontró la cueva, el borde estaba tallado con símbolos raros, casi igual al del mapa en sus manos. Se arrodillo y comenzó a sacar los implementos de su mochila.

    Creó el círculo con sangre humana y empezó a dibujar los signos del mapa, recitó un cántico de una lengua muerta y para el sello final, tomó una navaja y cortó su palma dejando caer su sangre en el medio del círculo.

    Al instante el suelo empezó a temblar y brillar, abriéndose por completo, todo fue tan rápido que se encontró cayendo al vacío en un abrir y cerrar de ojos. Tanto fue el impacto que no supo en que momento cayó inconsciente.

    Pero cuando por fin pudo despertar, Lyra yacía junto a un río de aguas rojas como el vino. El aire olía a óxido y niebla.

    Había llegado al Limbo...
    Rol para: [TwoBecomeOne_13] Hora: 7 p.m Lugar: Ciudad Szeged- Hospital Rókus. La ceremonia apenas llevaba diez minutos de haber comenzado, y Lyra ya contaba los segundos para marcharse a casa. Pero no podía. Cada año era la misma rutina, o al menos eso decían quienes llevaban tiempo trabajando en aquel hospital. Ella apenas llevaba seis meses de regreso en su tierra natal, intentando adaptarse a un entorno que le resultaba tan familiar como ajeno. La dinámica era simple, premiar a los mejores departamentos del hospital, aquellos que habían destacado durante durante aquellos meses. —¿Y tú, Lyra? ¿No te acompaña nadie? ¿Algún novio, tus padres quizás? Oí que, como jefa del Departamento Forense, podrías ganar este año —preguntó Darka con esa curiosidad tan inoportuna que la caracterizaba. ♧ No, mis padres están de vacaciones. Hoy soy solo yo —mintió Lyra, regalándole una sonrisa amable. Nadie necesitaba saber más de su vida. En unos meses probablemente desaparecería con la excusa de un nuevo empleo en otra ciudad. Era su forma de sobrevivir. Los de su especie no podían permanecer mucho tiempo en un mismo lugar… era demasiado peligroso. El murmullo del público se interrumpió cuando pronunciaron su nombre. Ganadora del primer lugar, Lyra Velvetthorn. Los aplausos resonaron como un eco distante mientras subía al escenario, sosteniendo aquel trofeo que brillaba bajo las luces del auditorio. ♧ Gracias a todos mis compañeros —dijo con voz serena— Trabajar con ustedes ha sido un honor. La vida nos da oportunidades maravillosas, y esta es una de ellas — Aunque sus palabras sonaban sinceras, dentro de ella solo había vacío. Todo era un guión repetido una y otra vez. Sonrisas falsas, promesas vacías, años que pasaban sin dejar huella. Un ciclo interminable sin chispa ni propósito... Esa noche, al regresar a casa, dejó el premio en una repisa junto a otros idénticos. Parecía una línea del tiempo, una sucesión de logros que ya no significaban nada. Exhausta, se dejó caer en la cama y cerró los ojos. El sueño llegó rápido… y con él, el pasado. Tenía siete años otra vez. Sus padres reían mientras jugaban en el jardín. Todo era luz, hasta que la oscuridad lo devoró todo. Los disparos, los gritos, la sangre. Sus padres cayendo frente a ella. Mientras Lyra solo gritaba que no la dejaran sola, rogaba que se quedarán, pero en sus ojos ya se había ido todo rastro de vida. En el medio de la lluvia, mientras ella abrazaba sus cuerpos inertes, un hombre extraño apareció, ni siquiera podía distinguir su rostro, no sabía si era por sus lágrimas o es que de verdad aquel hombre no quería dejarse ver. — Pobre niña desafortunada. Tan hermosa como maldita. Una escena desgarradora —susurró, su voz sonaba tan ronca como diabólica — Mi alma ha sido conmovida. Por lo que vengo a ofrecerte un salida, la opción de cambiar tu destino. ¿No te gustaría? — Lyra quién yacía en el piso con el vestido lleno de la sangre de sus padres, no hizo más que levantarse del suelo para encararlo, la oferta no sonaba mal, después de todo, lo que la movía era su corazón desgarrado por el dolor y la rabia. ♧ ¿ Qué clase de salida? ¿Qué debo hacer? — La voz infantil de Lyra resonó como eco en el medio del caos. Al escuchar el interés de la niña, el hombre rió con satisfacción. — Que ñiña tan valiente...La salida es sencilla, pero el camino es tormentoso. El precio justo por lo que obtendrás luego — El hombre estiró su mano y limpió la pequeña lágrima que corrió por la mejilla de Lyra — Debes ir al Limbo y buscar los relojes invertidos, artefactos capaces de alterar la línea temporal. Podrás cambiar este destino tan desastroso — Se inclinó hacia ella, dejando su rostro a unos centímetros de distancia — ¿Aceptas princesita? — Lyra asintió sin pensarlo. El hombre sonrió, una sonrisa inquietante y macabra. — Trato sellado — El hombre sacó su lengua y lamió su propio dedo, en ese momento Lyra no lo sabía, pero aquel dedo contenía la lágrima que le había limpiado hace un momento. Y antes de poder preguntar por aquella acción tan extraña, fue arrastrada hacia el vacío. Despertó jadeando y sudando. Miró el reloj de su mesita de noche, era madrugada. ♧ Que sueño tan raro...- Murmuró, sin más, se dejó caer de nuevo sobre la cama. Y al girarse para cubrirse el rostro con una almohada. A su lado descansaba un mapa viejo, con símbolos extraños y una ruta trazada hasta un punto en el bosque. No había sido un sueño. La oportunidad que siempre había estado esperando estaba frente a ella. Tomó el mapa y lo guardo en el cajón de su mesita de noche. Al amanecer, lo primero que hizo Lyra fue darse de baja en el hospital por “asuntos personales”, la noticia tomó por sorpresa a todos, aunque los directores le rogaron que se quedará, ella no podía hacerlo, tenía una misión y la iba a cumplir a cualquier costo. Una vez en casa, alistó una pequeña mochila con lo que creía que iba a necesitar, no quería hacerse un drama, después de todo era el Limbo, cosas "normales" no iban a ser de mucha ayuda. Dando una última mirada a su hogar, cerró la puerta soltando un pequeño suspiro, tan cargado de esperanza como de muerte. En menos de 40 minutos, ya se encontraba en la parada de la estación del tren, tenía que ir a su primer destino "Muskai", un bosque tan bello como oscuro. Cada año habían reporte de al menos 10 personas desaparecidas en aquel lugar. Algunos decían que se los tragaba el bosque como pago, otros que eran simples aventureros curiosos que tentaban al destino, que cuando se daban cuenta de lo maligno que era su interior ya era muy tarde para volver. Pero para Lyra eso no era una barrera, después de todo ella tenía un mapa ¿no?. Igual si moría o pasaba algo en el trayecto, no había nada que lamentar. Las horas pasaban y ella ya no sabía cuanta distancia había caminado. Los pies le dolían pero no podía parar, tenía que llegar a la cueva antes del anochecer o todo sería más difícil. ♧ Maldición...¿Cuánto más debo caminar?- Se abrió paso entre el follaje de hojas violeta, fue ahí cuando se dió cuenta que estaba cerca, el ambiente se sentía diferente y ni hablar de la abrumadora aura, tan pesada y miserable... Media hora más tarde encontró la cueva, el borde estaba tallado con símbolos raros, casi igual al del mapa en sus manos. Se arrodillo y comenzó a sacar los implementos de su mochila. Creó el círculo con sangre humana y empezó a dibujar los signos del mapa, recitó un cántico de una lengua muerta y para el sello final, tomó una navaja y cortó su palma dejando caer su sangre en el medio del círculo. Al instante el suelo empezó a temblar y brillar, abriéndose por completo, todo fue tan rápido que se encontró cayendo al vacío en un abrir y cerrar de ojos. Tanto fue el impacto que no supo en que momento cayó inconsciente. Pero cuando por fin pudo despertar, Lyra yacía junto a un río de aguas rojas como el vino. El aire olía a óxido y niebla. Había llegado al Limbo...
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  • El enemigo se ha ido
    Pero pronto ha de volver
    Cuando suenen sus tambores
    De seguro moriré
    Han muerto todos los míos
    Solo yo sigo en pie
    Todos eran mis amigos
    Pero pronto los veré
    Pues yo también estoy herido
    Herido de gravedad
    Lo sé al ver al correr mi sangre
    Ávida de mí escapar
    De este cuerpo malherido
    Que nunca dudó en arriesgar
    Su vida en pos de un sueño
    Que ya no conseguirá
    Me ataré a mi estandarte
    Fiel símbolo de mi fe
    Si llega antes la muerte
    Que ellos me encuentré en pie
    En pie y desafiante
    Como yo siempre viví
    Que tengan claro en sus mentes
    Que yo jamás me rendí...
    El enemigo se ha ido Pero pronto ha de volver Cuando suenen sus tambores De seguro moriré Han muerto todos los míos Solo yo sigo en pie Todos eran mis amigos Pero pronto los veré Pues yo también estoy herido Herido de gravedad Lo sé al ver al correr mi sangre Ávida de mí escapar De este cuerpo malherido Que nunca dudó en arriesgar Su vida en pos de un sueño Que ya no conseguirá Me ataré a mi estandarte Fiel símbolo de mi fe Si llega antes la muerte Que ellos me encuentré en pie En pie y desafiante Como yo siempre viví Que tengan claro en sus mentes Que yo jamás me rendí...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Perdón por los asquerosos turnos que mandé esta noche, tengo sueño y trabajp pendiente y estoy redactando más de la verga que lo usual (?)
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  • MÓNACO: Un Verano Sin Ti.
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    ⤷ ゛𝙲𝚑𝚒𝚌𝚊𝚐𝚘 – 𝙻𝚘𝚞𝚒𝚜 𝚃𝚘𝚖𝚕𝚒𝚗𝚜𝚘𝚗 ˎˊ˗

    ᴜꜱꜱᴇʀ ʀᴏʟ:
    ╰─ ─╮
    ˚₊ ˚ ‧₊ .:・˚₊ ˚ ‧╰┈➤ 𝕯𝖊𝖗𝖆𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑

    𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ

    ℰ𝓃𝓉𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒹ℯ𝓁 𝒹𝒾𝒶𝓇𝒾ℴ | ᪐ƽ 𝒹ℯ 𝒜ℊℴ𝓈𝓉ℴ

    Si hay algo que extraño de mi niñez, sin duda alguna serían los veranos en Mónaco.

    Había algo casi irreal en esos días —el sol siempre parecía brillar distinto sobre el mar, el aire olía a sal, y el mundo entero se reducía a una sucesión de risas, chapuzones y promesas de que todo sería eterno. Recuerdo las playas, doradas y ruidosas, las caminatas descalza sobre la arena caliente, el sonido de las gaviotas mezclándose con la música que salía desde la terraza de la mansión.

    La casa… Era más que un hogar temporal. Era un escenario de lujo y caos donde cuatro familias se fundían en una sola. Adultos con copas en la mano riendo entre conversaciones interminables, y nosotros, los niños, corriendo entre pasillos que parecían no tener fin. Nos escabullíamos a los cuartos para hacer pijamadas improvisadas, nos escondíamos debajo de las mesas del comedor, inventábamos historias de fantasmas y hacíamos pactos que jurábamos cumplir incluso de adultos.

    No dudaba ni por un segundo que aquellos veranos habían sido los mejores de mi vida.

    O al menos así fueron… Hasta que Deran dejó de ir.

    (…)

    𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ



    ╭┈ • ┈┈┈ 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈┈• ┈╮

    El vuelo privado descendía suavemente entre las nubes, y el murmullo constante de los motores era casi un arrullo más que un ruido. Katherine observaba por la ventanilla, viendo cómo el azul del cielo se deshacía en el horizonte y el mar de Niza se extendía debajo como una seda brillante. Frente a ella, Olivia dormía con la cabeza recostada sobre su hombro, un mechón rebelde pegado a su mejilla. Ezra, en cambio, permanecía al otro lado del pasillo, con un libro abierto.

    Para la joven rubia, aquello no tenía nada de extraordinario. Era lo de siempre: el vuelo privado, los asientos de cuero marfil, las cortinas de lino beige, la bandeja de plata con jugo recién exprimido y los croissants aún tibios. El piloto ya había anunciado que aterrizarían en cuestión de minutos, y ella ni siquiera levantó la vista. Estaba acostumbrada. Ese era el ritmo natural de los Hamilton —una familia para la que el lujo no era un privilegio, sino una costumbre.

    Cuando el avión tocó tierra, el movimiento fue tan suave que apenas se notó. Nini, la niñera, se apresuró a despertar a su hermana menor con una sonrisa, mientras Clara, su madre, revisaba distraídamente su teléfono y Nicolas, su padre, hablaba con uno de los asistentes de vuelo, organizando el siguiente tramo del viaje.

    Apenas descendieron por la escalerilla, el aire cálido del mediodía los envolvió. En la pista privada los esperaba un helicóptero negro con los emblemas dorados de la familia grabados en los costados. Las hélices giraban lentamente, haciendo que los cabellos, castaño claro, de Olivia se levantaran como una corona desordenada.

    El intercambio fue rápido, casi coreográfico. Un asistente tomó las maletas, otro ofreció a Clara su sombrero, y Katherine, con la naturalidad de quien lo ha hecho mil veces, subió al helicóptero sin esperar indicaciones. Ezra la siguió, ajustando su reloj inteligente, el último en el mercado, y detrás de ellos subieron Nini y la pequeña, que aún sostenía un pequeño peluche entre los brazos.

    En cuestión de minutos, las hélices rugieron con más fuerza, y el helicóptero se elevó, dejando atrás el aeropuerto de Niza. Bajo ellos, la costa se desplegaba como un sueño familiar. Katherine apoyó la frente contra el vidrio y vio, a lo lejos, el punto blanco de la mansión, rodeado de jardines y con el mar respirando a pocos metros.

    Otro verano en Mónaco.

    ╰┈ • ┈ 𝙁𝙞𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈• ┈╯


    ·༻𝗣𝗥𝗘𝗦𝗘𝗡𝗧𝗘༺·


    Katherine estaba en su despacho, con las mangas de la blusa arremangadas hasta los codos y un mechón suelto cayéndole sobre el rostro. Había pasado la última hora ordenando expedientes y archivando casos viejos en cajas de cartón que ya casi no cabían en la repisa. El sonido del papel y el roce de las carpetas la mantenían concentrada, o al menos lo intentaban.

    La puerta, que permanecía entreabierta, se golpeó suavemente desde el otro lado. La joven abogada alzó la vista justo cuando la figura de Rachel apareció en el marco, recostada con naturalidad, como si el umbral de esa habitación fuese su hábitat natural.

    —¿Vas a invitar a tu hermano? —preguntó con una sonrisa apenas perceptible.

    Katherine suspiró, apoyando el último expediente sobre la mesa. Sabía exactamente a qué se refería.

    —No lo creo. La cena de presentación con papá está bien. —Su voz fue firme, aunque un dejo de duda se coló entre las palabras—. Hace tiempo que no veo a Ezra, sobre todo desde que se fue a Londres. Tal vez deberíamos dejarlo para otra ocasión.

    Rachel asintió despacio, comprendiendo. La pelinegra se acercó un par de pasos, con esa calma suya que contrastaba con la tensión que siempre flotaba en el aire cuando el apellido Hamilton estaba de por medio.

    —¿Tienes algún menú planeado? —preguntó, arqueando una ceja con un tono casi juguetón.

    Katherine la miró, incrédula, como si acabara de escuchar la pregunta más absurda del día.

    —Definitivamente tengo un menú planeado —respondió, dejando el archivo con un golpe seco dentro de la caja—. También tengo los outfits planeados, la decoración de la mesa planeada, y no quiero que ni un puto cubierto esté fuera de su lugar.

    El tono de su voz se endureció al final, cargado de ese perfeccionismo que a veces era su refugio, y otras, su condena.

    Rachel no dijo nada. Solo se acercó hasta quedar frente a ella, tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso lento, el tipo de beso que desarma cualquier estructura cuidadosamente construida.

    —Entonces —susurró contra sus labios, con una media sonrisa—, vamos a dar una cena perfecta este sábado.
    ⤷ ゛𝙲𝚑𝚒𝚌𝚊𝚐𝚘 – 𝙻𝚘𝚞𝚒𝚜 𝚃𝚘𝚖𝚕𝚒𝚗𝚜𝚘𝚗 ˎˊ˗ ᴜꜱꜱᴇʀ ʀᴏʟ: ╰─ 👤 ─╮ ˚₊ ˚ ‧₊ .:・˚₊ ˚ ‧╰┈➤ [nova_navy_mouse_914] 𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ ℰ𝓃𝓉𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒹ℯ𝓁 𝒹𝒾𝒶𝓇𝒾ℴ | ᪐ƽ 𝒹ℯ 𝒜ℊℴ𝓈𝓉ℴ Si hay algo que extraño de mi niñez, sin duda alguna serían los veranos en Mónaco. Había algo casi irreal en esos días —el sol siempre parecía brillar distinto sobre el mar, el aire olía a sal, y el mundo entero se reducía a una sucesión de risas, chapuzones y promesas de que todo sería eterno. Recuerdo las playas, doradas y ruidosas, las caminatas descalza sobre la arena caliente, el sonido de las gaviotas mezclándose con la música que salía desde la terraza de la mansión. La casa… Era más que un hogar temporal. Era un escenario de lujo y caos donde cuatro familias se fundían en una sola. Adultos con copas en la mano riendo entre conversaciones interminables, y nosotros, los niños, corriendo entre pasillos que parecían no tener fin. Nos escabullíamos a los cuartos para hacer pijamadas improvisadas, nos escondíamos debajo de las mesas del comedor, inventábamos historias de fantasmas y hacíamos pactos que jurábamos cumplir incluso de adultos. No dudaba ni por un segundo que aquellos veranos habían sido los mejores de mi vida. O al menos así fueron… Hasta que Deran dejó de ir. (…) 𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ ╭┈ • ┈┈┈ 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈┈• ┈╮ El vuelo privado descendía suavemente entre las nubes, y el murmullo constante de los motores era casi un arrullo más que un ruido. Katherine observaba por la ventanilla, viendo cómo el azul del cielo se deshacía en el horizonte y el mar de Niza se extendía debajo como una seda brillante. Frente a ella, Olivia dormía con la cabeza recostada sobre su hombro, un mechón rebelde pegado a su mejilla. Ezra, en cambio, permanecía al otro lado del pasillo, con un libro abierto. Para la joven rubia, aquello no tenía nada de extraordinario. Era lo de siempre: el vuelo privado, los asientos de cuero marfil, las cortinas de lino beige, la bandeja de plata con jugo recién exprimido y los croissants aún tibios. El piloto ya había anunciado que aterrizarían en cuestión de minutos, y ella ni siquiera levantó la vista. Estaba acostumbrada. Ese era el ritmo natural de los Hamilton —una familia para la que el lujo no era un privilegio, sino una costumbre. Cuando el avión tocó tierra, el movimiento fue tan suave que apenas se notó. Nini, la niñera, se apresuró a despertar a su hermana menor con una sonrisa, mientras Clara, su madre, revisaba distraídamente su teléfono y Nicolas, su padre, hablaba con uno de los asistentes de vuelo, organizando el siguiente tramo del viaje. Apenas descendieron por la escalerilla, el aire cálido del mediodía los envolvió. En la pista privada los esperaba un helicóptero negro con los emblemas dorados de la familia grabados en los costados. Las hélices giraban lentamente, haciendo que los cabellos, castaño claro, de Olivia se levantaran como una corona desordenada. El intercambio fue rápido, casi coreográfico. Un asistente tomó las maletas, otro ofreció a Clara su sombrero, y Katherine, con la naturalidad de quien lo ha hecho mil veces, subió al helicóptero sin esperar indicaciones. Ezra la siguió, ajustando su reloj inteligente, el último en el mercado, y detrás de ellos subieron Nini y la pequeña, que aún sostenía un pequeño peluche entre los brazos. En cuestión de minutos, las hélices rugieron con más fuerza, y el helicóptero se elevó, dejando atrás el aeropuerto de Niza. Bajo ellos, la costa se desplegaba como un sueño familiar. Katherine apoyó la frente contra el vidrio y vio, a lo lejos, el punto blanco de la mansión, rodeado de jardines y con el mar respirando a pocos metros. Otro verano en Mónaco. ╰┈ • ┈ 𝙁𝙞𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈• ┈╯ ·༻𝗣𝗥𝗘𝗦𝗘𝗡𝗧𝗘༺· Katherine estaba en su despacho, con las mangas de la blusa arremangadas hasta los codos y un mechón suelto cayéndole sobre el rostro. Había pasado la última hora ordenando expedientes y archivando casos viejos en cajas de cartón que ya casi no cabían en la repisa. El sonido del papel y el roce de las carpetas la mantenían concentrada, o al menos lo intentaban. La puerta, que permanecía entreabierta, se golpeó suavemente desde el otro lado. La joven abogada alzó la vista justo cuando la figura de Rachel apareció en el marco, recostada con naturalidad, como si el umbral de esa habitación fuese su hábitat natural. —¿Vas a invitar a tu hermano? —preguntó con una sonrisa apenas perceptible. Katherine suspiró, apoyando el último expediente sobre la mesa. Sabía exactamente a qué se refería. —No lo creo. La cena de presentación con papá está bien. —Su voz fue firme, aunque un dejo de duda se coló entre las palabras—. Hace tiempo que no veo a Ezra, sobre todo desde que se fue a Londres. Tal vez deberíamos dejarlo para otra ocasión. Rachel asintió despacio, comprendiendo. La pelinegra se acercó un par de pasos, con esa calma suya que contrastaba con la tensión que siempre flotaba en el aire cuando el apellido Hamilton estaba de por medio. —¿Tienes algún menú planeado? —preguntó, arqueando una ceja con un tono casi juguetón. Katherine la miró, incrédula, como si acabara de escuchar la pregunta más absurda del día. —Definitivamente tengo un menú planeado —respondió, dejando el archivo con un golpe seco dentro de la caja—. También tengo los outfits planeados, la decoración de la mesa planeada, y no quiero que ni un puto cubierto esté fuera de su lugar. El tono de su voz se endureció al final, cargado de ese perfeccionismo que a veces era su refugio, y otras, su condena. Rachel no dijo nada. Solo se acercó hasta quedar frente a ella, tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso lento, el tipo de beso que desarma cualquier estructura cuidadosamente construida. —Entonces —susurró contra sus labios, con una media sonrisa—, vamos a dar una cena perfecta este sábado.
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  • - Luego de despertar de su sueño, le dolía el cuerpo pero su herida había sanado. La casa estaba vacía, se levantó y camino al baño para quitarse el olor a sangre -

    Beel necesito que reúnas a las bestias y vayan a cazar....
    - el demonio apareció volando frente a la mujer-

    Beel: cuántas necesitas? Señora...

    Las que sea necesario...
    Hay una iglesia a las afueras de Orleans, esa es la sede donde deben ir.
    Avísame cuando la encuentre iré a buscar las almas..
    - el demonio asintió y desapareció en humo negro, saliendo de la tina, su herida había sanado dejando una leve cicatriz casi visible, camino al vestido y se puso algo ligero-

    Que comience el show..
    - Luego de despertar de su sueño, le dolía el cuerpo pero su herida había sanado. La casa estaba vacía, se levantó y camino al baño para quitarse el olor a sangre - Beel necesito que reúnas a las bestias y vayan a cazar.... - el demonio apareció volando frente a la mujer- Beel: cuántas necesitas? Señora... Las que sea necesario... Hay una iglesia a las afueras de Orleans, esa es la sede donde deben ir. Avísame cuando la encuentre iré a buscar las almas.. - el demonio asintió y desapareció en humo negro, saliendo de la tina, su herida había sanado dejando una leve cicatriz casi visible, camino al vestido y se puso algo ligero- Que comience el show..
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