• Otros Tiempos.
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    Heinrich Rosenberg

    ⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal.

    ⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada.

    ⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba.
    ⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales.

    "De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado.

    ⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó.

    ⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él.

    ⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención.
    [Heinz_Vamp] ⠀ ⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal. ⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada. ⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba. ⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales. "De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado. ⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó. ⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él. ⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención. ⠀
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  • "𝚀𝚞𝚊𝚍𝚊𝚖 𝚍𝚒𝚎 𝚏𝚞𝚒 𝚍𝚘𝚖𝚒𝚗𝚞𝚜 𝚖𝚘𝚛𝚝𝚒𝚜 𝚎𝚝 𝚗𝚞𝚗𝚌 𝚗𝚎 𝚖𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚍𝚎𝚖 𝚟𝚒𝚍𝚎𝚛𝚎 𝚙𝚘𝚝𝚎𝚜𝚝."

    El mundo seguía cambiando y evolucionando con el paso de los siglos y con este, los humanos y sus civilizaciones.

    Nath-Rahel permanecía siendo el mismo día tras día, año tras año, siglo tras siglo, procurando adaptarse al mundo que le rodeaba y que parecía pudrirse y deteriorarse cada vez más rápido. Pero claro... ¿Podía alguien podrido y roto como él realmente quejarse del declive de la humanidad?

    Siglo tras siglo intentaba hallar la forma de recuperar su magnificencia, su inconmensurado poder, aquel que esa odiosa bruja que le maldijo, le arrebató.
    Buscaba en libros, viajaba a variados lugares del mundo en busca de posibles respuestas. Necesitaba volver a ser el poderoso y temido nigromante que un día fue. Y juraba vengarse de todo el linaje existente de aquella bruja una vez lo consiguiera.

    Ya hacía varios años que ejercía la misma profesión, debiendo mudarse a diversas ciudades y países cada ciertos años para no levantar sospechas por su carencia de rasgos de senectud, a pesar de sobrepasar con creces la esperanza de vida humana. Albañil. Ese era el empleo por el que optó y se le daba bastante bien, un lugar donde ejercer cierta fuerza para cansarse un poco, tranquilo, nadie le molestaba.
    Sus compañeros le tenían por alguien sombrío y solitario, pero a pesar de ello le creían muy buen hombre, amable, atento y de grato conversar. Una perfecta ilusión en la caía casi todo aquel que le conociera.

    [...]

    Ese día se encontraba trabajando en una obra relativamente nueva, a penas estaban empezando con los cimientos del edificio.

    Nath era un hombre que a simple vista podía parecer común, del montón, pero de cerca y con detalle tenía ciertas características que le hacían destacar. Alto, con un cuerpo tan bien trabajado que parecía piedra tallada por un cincel divino. Un rostro de facciones varoniles pero no muy abruptas, cabello del más oscuro azabache y sus ojos, aquello que más podía llamar la atención, unos bellos zafiros bordeados por marcadas y oscuras ojeras.

    Por supuesto que más de una vez se aprovechó de su para nada desagradable apariencia para atraer a alguien con quien experimentar e intentar recuperar parte de su poder y conocimientos.

    Ya había perdido la cuenta de cuántos cadáveres tuvo que deshacerse a lo largo de los últimos años.
    "𝚀𝚞𝚊𝚍𝚊𝚖 𝚍𝚒𝚎 𝚏𝚞𝚒 𝚍𝚘𝚖𝚒𝚗𝚞𝚜 𝚖𝚘𝚛𝚝𝚒𝚜 𝚎𝚝 𝚗𝚞𝚗𝚌 𝚗𝚎 𝚖𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚍𝚎𝚖 𝚟𝚒𝚍𝚎𝚛𝚎 𝚙𝚘𝚝𝚎𝚜𝚝." El mundo seguía cambiando y evolucionando con el paso de los siglos y con este, los humanos y sus civilizaciones. Nath-Rahel permanecía siendo el mismo día tras día, año tras año, siglo tras siglo, procurando adaptarse al mundo que le rodeaba y que parecía pudrirse y deteriorarse cada vez más rápido. Pero claro... ¿Podía alguien podrido y roto como él realmente quejarse del declive de la humanidad? Siglo tras siglo intentaba hallar la forma de recuperar su magnificencia, su inconmensurado poder, aquel que esa odiosa bruja que le maldijo, le arrebató. Buscaba en libros, viajaba a variados lugares del mundo en busca de posibles respuestas. Necesitaba volver a ser el poderoso y temido nigromante que un día fue. Y juraba vengarse de todo el linaje existente de aquella bruja una vez lo consiguiera. Ya hacía varios años que ejercía la misma profesión, debiendo mudarse a diversas ciudades y países cada ciertos años para no levantar sospechas por su carencia de rasgos de senectud, a pesar de sobrepasar con creces la esperanza de vida humana. Albañil. Ese era el empleo por el que optó y se le daba bastante bien, un lugar donde ejercer cierta fuerza para cansarse un poco, tranquilo, nadie le molestaba. Sus compañeros le tenían por alguien sombrío y solitario, pero a pesar de ello le creían muy buen hombre, amable, atento y de grato conversar. Una perfecta ilusión en la caía casi todo aquel que le conociera. [...] Ese día se encontraba trabajando en una obra relativamente nueva, a penas estaban empezando con los cimientos del edificio. Nath era un hombre que a simple vista podía parecer común, del montón, pero de cerca y con detalle tenía ciertas características que le hacían destacar. Alto, con un cuerpo tan bien trabajado que parecía piedra tallada por un cincel divino. Un rostro de facciones varoniles pero no muy abruptas, cabello del más oscuro azabache y sus ojos, aquello que más podía llamar la atención, unos bellos zafiros bordeados por marcadas y oscuras ojeras. Por supuesto que más de una vez se aprovechó de su para nada desagradable apariencia para atraer a alguien con quien experimentar e intentar recuperar parte de su poder y conocimientos. Ya había perdido la cuenta de cuántos cadáveres tuvo que deshacerse a lo largo de los últimos años.
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  • El sol apenas se colaba por el tragaluz de la bodega, iluminando partículas de polvo que danzaban en el aire como pequeños espíritus traviesos. La puerta chirrió al cerrarse detrás de ella, sellando el encierro voluntario que le había prometido a su nonna esa mañana.

    —Solo un par de cajas, Carmina. ¡Cinque minuti! —había dicho Lucia, con esa sonrisa que siempre escondía más de lo que decía.

    Cinco minutos. Claro.

    La bodega de la tienda era un mundo aparte. Estanterías de metal repletas de latas, fideos, frascos de mermelada antigua (¿eran de la temporada pasada o del siglo pasado?), y un rincón misterioso al fondo donde las cajas estaban etiquetadas con la letra temida: “Misc.”.

    Con una escoba en mano y un trapo al hombro, Carmina suspiró.

    —Al menos no hay ratones… espero.

    Empezó con lo más fácil: barrer. O eso pensó, hasta que descubrió que el polvo estaba tan arraigado al suelo que parecía parte de la decoración. El primer estornudo llegó como una explosión.

    —¡Maledizione! —refunfuñó, sonándose la nariz con el borde de su camiseta.

    Avanzó entre cajas, moviéndolas con esfuerzo, hasta tropezar con algo metálico. Abrió una tapa y encontró una caja antigua llena de postales amarillentas y fotos en blanco y negro. Una de ellas mostraba a su abuelo Pietro, joven, con una sonrisa descomunal, cargando un racimo de plátanos como si fuera un trofeo. En la esquina, una nota a mano: “Primer día con la tienda. 1979.”

    Carmina se detuvo un segundo, sonriendo con ternura.

    —Ay, nonno… siempre tan dramático.

    Guardó la foto en el bolsillo trasero de su jeans, sin pensarlo demasiado. Luego siguió con la limpieza, descubriendo que debajo de cada caja había una historia, un objeto olvidado o una araña que no respetaba su espacio personal.

    Tres horas después, salió de la bodega con la cara empolvada, el cabello desordenado, y una sonrisa triunfal. Sostenía en una mano un viejo letrero de madera que decía: “Benvenuti! Aperto con amore.”

    Lucia la miró desde el mostrador, alzando una ceja.

    —¿Cinque minuti, eh?

    Carmina se encogió de hombros.

    —Me entretuve.

    Lucia sonrió con orgullo, mientras el aroma de café recién hecho llenaba el aire.

    —Ven a tomar algo. Te lo ganaste, tesoro.

    Y Carmina, con las manos sucias pero el corazón lleno, se sentó junto a su nonna, sabiendo que la bodega no solo guardaba productos… también secretos, polvo y recuerdos.
    El sol apenas se colaba por el tragaluz de la bodega, iluminando partículas de polvo que danzaban en el aire como pequeños espíritus traviesos. La puerta chirrió al cerrarse detrás de ella, sellando el encierro voluntario que le había prometido a su nonna esa mañana. —Solo un par de cajas, Carmina. ¡Cinque minuti! —había dicho Lucia, con esa sonrisa que siempre escondía más de lo que decía. Cinco minutos. Claro. La bodega de la tienda era un mundo aparte. Estanterías de metal repletas de latas, fideos, frascos de mermelada antigua (¿eran de la temporada pasada o del siglo pasado?), y un rincón misterioso al fondo donde las cajas estaban etiquetadas con la letra temida: “Misc.”. Con una escoba en mano y un trapo al hombro, Carmina suspiró. —Al menos no hay ratones… espero. Empezó con lo más fácil: barrer. O eso pensó, hasta que descubrió que el polvo estaba tan arraigado al suelo que parecía parte de la decoración. El primer estornudo llegó como una explosión. —¡Maledizione! —refunfuñó, sonándose la nariz con el borde de su camiseta. Avanzó entre cajas, moviéndolas con esfuerzo, hasta tropezar con algo metálico. Abrió una tapa y encontró una caja antigua llena de postales amarillentas y fotos en blanco y negro. Una de ellas mostraba a su abuelo Pietro, joven, con una sonrisa descomunal, cargando un racimo de plátanos como si fuera un trofeo. En la esquina, una nota a mano: “Primer día con la tienda. 1979.” Carmina se detuvo un segundo, sonriendo con ternura. —Ay, nonno… siempre tan dramático. Guardó la foto en el bolsillo trasero de su jeans, sin pensarlo demasiado. Luego siguió con la limpieza, descubriendo que debajo de cada caja había una historia, un objeto olvidado o una araña que no respetaba su espacio personal. Tres horas después, salió de la bodega con la cara empolvada, el cabello desordenado, y una sonrisa triunfal. Sostenía en una mano un viejo letrero de madera que decía: “Benvenuti! Aperto con amore.” Lucia la miró desde el mostrador, alzando una ceja. —¿Cinque minuti, eh? Carmina se encogió de hombros. —Me entretuve. Lucia sonrió con orgullo, mientras el aroma de café recién hecho llenaba el aire. —Ven a tomar algo. Te lo ganaste, tesoro. Y Carmina, con las manos sucias pero el corazón lleno, se sentó junto a su nonna, sabiendo que la bodega no solo guardaba productos… también secretos, polvo y recuerdos.
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  • ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・
    Detenida en el centro del puente carcomido por los siglos y la desmemoria, se hallaba ella, envuelta por los últimos jirones de un sol sin coraje, cuya luz apenas lograba filtrarse entre los tallos de bambú antiguos.

    Y entonces, desde lo alto descendió una criatura preciosa, surgido quizá de algún pliegue en la realidad, donde la belleza y el dolor son una misma sustancia. Sus alas, vestidas de fuego melancólico, no quemaban, sino que parecían sangrar memoria. Ella, sin sobresalto, extendió la mano, y la criatura se inclinó, sellando un instante tan perfecto que la lógica del universo pareció tambalearse.

    Pero la eternidad nunca es tolerada por este mundo. Un crujido sutil, apenas perceptible, se alzó desde el linde del bosque, y el fénix, erguido de golpe, alzó el vuelo con un estremecimiento de alas que arrastró tras de sí un dejo de desesperanza. Ella no miró su partida. Ya no buscaba entre los bambúes… Solo escuchaba los pasos de quien se acercaba.
    ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ Detenida en el centro del puente carcomido por los siglos y la desmemoria, se hallaba ella, envuelta por los últimos jirones de un sol sin coraje, cuya luz apenas lograba filtrarse entre los tallos de bambú antiguos. Y entonces, desde lo alto descendió una criatura preciosa, surgido quizá de algún pliegue en la realidad, donde la belleza y el dolor son una misma sustancia. Sus alas, vestidas de fuego melancólico, no quemaban, sino que parecían sangrar memoria. Ella, sin sobresalto, extendió la mano, y la criatura se inclinó, sellando un instante tan perfecto que la lógica del universo pareció tambalearse. Pero la eternidad nunca es tolerada por este mundo. Un crujido sutil, apenas perceptible, se alzó desde el linde del bosque, y el fénix, erguido de golpe, alzó el vuelo con un estremecimiento de alas que arrastró tras de sí un dejo de desesperanza. Ella no miró su partida. Ya no buscaba entre los bambúes… Solo escuchaba los pasos de quien se acercaba.
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  • Morfeo camina en silencio por los paisajes fragmentados del Sueño, su silueta oscura recortada contra un cielo que cambia de color con cada pensamiento olvidado. El suelo bajo sus pies no es tierra ni piedra, sino recuerdos rotos, dispersos como hojas secas en otoño. A su alrededor, los sueños abandonados flotan sin rumbo: una risa infantil que se desvanece, un abrazo nunca dado, un rostro amado cuya forma ya no se recuerda del todo.

    Sus ojos, como dos pozos infinitos, no reflejan emoción, pero su andar es pesado, como si cada paso arrastrara siglos de soledad. En su mano, lleva un puñado de arena dorada, la misma que solía formar mundos enteros con solo un suspiro. Pero ahora la deja caer lentamente, sin moldearla, dejándola perderse entre los pliegues del olvido.

    Pasa junto a un trono vacío hecho de palabras no pronunciadas y se detiene, mirando hacia un horizonte donde se apagan las estrellas de los soñadores que ya no creen. El silencio lo rodea. Nadie lo llama. Nadie lo espera.

    Y así sigue Morfeo, el señor de los sueños, errante entre los deseos no cumplidos y las esperanzas que se deshicieron al amanecer. Solo en el lugar donde todos duermen, pero nadie lo ve.
    Morfeo camina en silencio por los paisajes fragmentados del Sueño, su silueta oscura recortada contra un cielo que cambia de color con cada pensamiento olvidado. El suelo bajo sus pies no es tierra ni piedra, sino recuerdos rotos, dispersos como hojas secas en otoño. A su alrededor, los sueños abandonados flotan sin rumbo: una risa infantil que se desvanece, un abrazo nunca dado, un rostro amado cuya forma ya no se recuerda del todo. Sus ojos, como dos pozos infinitos, no reflejan emoción, pero su andar es pesado, como si cada paso arrastrara siglos de soledad. En su mano, lleva un puñado de arena dorada, la misma que solía formar mundos enteros con solo un suspiro. Pero ahora la deja caer lentamente, sin moldearla, dejándola perderse entre los pliegues del olvido. Pasa junto a un trono vacío hecho de palabras no pronunciadas y se detiene, mirando hacia un horizonte donde se apagan las estrellas de los soñadores que ya no creen. El silencio lo rodea. Nadie lo llama. Nadie lo espera. Y así sigue Morfeo, el señor de los sueños, errante entre los deseos no cumplidos y las esperanzas que se deshicieron al amanecer. Solo en el lugar donde todos duermen, pero nadie lo ve.
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  • Hace horas había cerrado los ojos, pensando que su momento de desaparecer había llegado, pero se equivocaba.

    Para que un alma en pena vuelva a la vida un monje debe completar un ritual con pasos muy complejos. Este monje necesitaría un alma, un voluntario, incienso de lavandas, vino tinto y sangre de un humano de corazón malvado. Todos los ingredientes debe ser acomodados a la perfección para que él alma en pena no ascienda al cielo o descienda al infierno.

    Para la suerte de Wàng Xīn un monje estaba dispuesto a devolver la vida. Pero eso significaría que ya no podría cumplir su venganza, debería acostumbrarse a la vida del siglo XXI y convivir con los humanos de ahora.

    Al finalizar con el ritual, la joven despertó, con suma delicadeza, sintiendo la pesadez de su cuerpo por primera vez se incorporó, sentándose con lentitud. Otra vez estaba viva.
    Hace horas había cerrado los ojos, pensando que su momento de desaparecer había llegado, pero se equivocaba. Para que un alma en pena vuelva a la vida un monje debe completar un ritual con pasos muy complejos. Este monje necesitaría un alma, un voluntario, incienso de lavandas, vino tinto y sangre de un humano de corazón malvado. Todos los ingredientes debe ser acomodados a la perfección para que él alma en pena no ascienda al cielo o descienda al infierno. Para la suerte de Wàng Xīn un monje estaba dispuesto a devolver la vida. Pero eso significaría que ya no podría cumplir su venganza, debería acostumbrarse a la vida del siglo XXI y convivir con los humanos de ahora. Al finalizar con el ritual, la joven despertó, con suma delicadeza, sintiendo la pesadez de su cuerpo por primera vez se incorporó, sentándose con lentitud. Otra vez estaba viva.
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  • Si que las misas son tan monótonas no puedo creer que me sepa hasta los diálogos jxjxjxjxjx estando en pleno siglo XXI y nada ah cambiado

    Catlastor : soy el gatito juzgador y ya te vi SEÑORAA SU HIJO/A ESTA TENIENDO PENSAMIENTOS PECANINOSOS!!!!
    Si que las misas son tan monótonas no puedo creer que me sepa hasta los diálogos jxjxjxjxjx estando en pleno siglo XXI y nada ah cambiado Catlastor : soy el gatito juzgador y ya te vi SEÑORAA SU HIJO/A ESTA TENIENDO PENSAMIENTOS PECANINOSOS!!!!
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  • Pesadilla en la Iglesia.
    Fandom OC.
    Categoría Slice of Life
    𝕬𝒓𝒚𝒂 𝕮𝒓𝒂𝒘𝒇𝒐𝒓𝒅

    ⠀⠀Era una tarde particularmente gris en España. El antiguo convento se alzaba como un testigo mudo, tallado sobre ruinas que nunca terminaron de morir. Los muros, oscurecidos por la humedad y el tiempo, respiraban el aliento agrio de un pasado más antiguo que el cristianismo mismo. Sobre su portón romano aún se podía distinguir, casi borrado, el perfil de una historia de mármol, susurros recorrían sus oídos al tocarlo.

    ⠀⠀El antiguo monasterio de Poblet, brindaba una especie de confort al transeúnte, probablemente por el tipo de estructura que fue y lo grande que es. Tocó el mármol una vez más, viejo y repleto de polvo, cuántas historias habrían ocurrido aquí.
    ⠀⠀Pero algo ocurría aquí, una extraña sensación, de la que no podía quitarse ese sabor amargo, no como un café o vino añejo, más bien como una flema que no podías escupir. Observó detrás de sí, dos hermanas, una anciana y otra joven.

    ⠀⠀⸻ "Señor Cipriano, un gusto. Soy la hermana Eunice. Ella es la hermana Dakota, recién ingresada." ⸻ La más anciana habló, la joven respondió con una reverencia. Ahora mismo, el santo lucía como apenas un mocoso de unos veinte y cinco años, pero era por siglos mucho más mayor que ellas.
    ⠀⠀Silencioso y cortante, dedicó una miada fría y se acercó a las mismas, también le daban una sensación extraña, ocultaban algo, pero no musitó palabras, su lenguaje corporal fue más que suficiente, pasando de largo. ⸻ "Prepárenme una habitación, dormiré temprano." ⸻ Susurró en un perfecto español. Para luego ingresar nuevamente a la estructura. La hermana más joven quedó atónita, incluso a punto de decirle algo, pero la más anciana simplemente la detuvo, no era bueno provocar la ira de un santo.

    ⠀⠀En su camino por los antiguos pasillos del monasterio, se quedó en silencio, parecía que nadie recorría esta área. A su derecha, la fuente del patio central, a la izquierda, un pasillo oscuro, parecía tallado a mano desnuda, como si no perteneciera a la estructura en sí, la curiosidad ganó más que su interés por dormir. Se acercó rápidamente, sin miedo, sin vacilar, su fe y habilidades eran más grandes que cualquier desafío.
    ⠀⠀Solo para toparse con una puerta, una que no recordaba de aquellos planos. Miró a ambos lados, ninguna de las hermanas estaba cerca, de hecho... nadie, parecía que todo el patio se vació repentinamente.

    ⠀⠀Finalmente, tocó la puerta.
    [Vesse1] ⠀ ⠀⠀Era una tarde particularmente gris en España. El antiguo convento se alzaba como un testigo mudo, tallado sobre ruinas que nunca terminaron de morir. Los muros, oscurecidos por la humedad y el tiempo, respiraban el aliento agrio de un pasado más antiguo que el cristianismo mismo. Sobre su portón romano aún se podía distinguir, casi borrado, el perfil de una historia de mármol, susurros recorrían sus oídos al tocarlo. ⠀⠀El antiguo monasterio de Poblet, brindaba una especie de confort al transeúnte, probablemente por el tipo de estructura que fue y lo grande que es. Tocó el mármol una vez más, viejo y repleto de polvo, cuántas historias habrían ocurrido aquí. ⠀⠀Pero algo ocurría aquí, una extraña sensación, de la que no podía quitarse ese sabor amargo, no como un café o vino añejo, más bien como una flema que no podías escupir. Observó detrás de sí, dos hermanas, una anciana y otra joven. ⠀⠀⸻ "Señor Cipriano, un gusto. Soy la hermana Eunice. Ella es la hermana Dakota, recién ingresada." ⸻ La más anciana habló, la joven respondió con una reverencia. Ahora mismo, el santo lucía como apenas un mocoso de unos veinte y cinco años, pero era por siglos mucho más mayor que ellas. ⠀⠀Silencioso y cortante, dedicó una miada fría y se acercó a las mismas, también le daban una sensación extraña, ocultaban algo, pero no musitó palabras, su lenguaje corporal fue más que suficiente, pasando de largo. ⸻ "Prepárenme una habitación, dormiré temprano." ⸻ Susurró en un perfecto español. Para luego ingresar nuevamente a la estructura. La hermana más joven quedó atónita, incluso a punto de decirle algo, pero la más anciana simplemente la detuvo, no era bueno provocar la ira de un santo. ⠀⠀En su camino por los antiguos pasillos del monasterio, se quedó en silencio, parecía que nadie recorría esta área. A su derecha, la fuente del patio central, a la izquierda, un pasillo oscuro, parecía tallado a mano desnuda, como si no perteneciera a la estructura en sí, la curiosidad ganó más que su interés por dormir. Se acercó rápidamente, sin miedo, sin vacilar, su fe y habilidades eran más grandes que cualquier desafío. ⠀⠀Solo para toparse con una puerta, una que no recordaba de aquellos planos. Miró a ambos lados, ninguna de las hermanas estaba cerca, de hecho... nadie, parecía que todo el patio se vació repentinamente. ⠀⠀Finalmente, tocó la puerta. ⠀
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  • Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión.

    Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre.

    Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años.

    Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto.

    La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos.

    Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura.

    To be continued...
    Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión. Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre. Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años. Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto. La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos. Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura. To be continued...
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  • El sol acariciaba el cielo cuando ella descendió del Olimpo, con una ultima misión. Su risa aún tenía la inocencia de los siglos, pero sus ojos… sus ojos hablaban de experiencias que antes no conocía. Había cambiado. Ya no era solo la diosa de la juventud: era el resultado de haber sido herida… y haber renacido.

    Caminaba descalza sobre la hierba, y a cada paso, pequeñas flores brotaban bajo sus pies. Su cabello, largo y blanco como la paz eterna, flotaba con cada brisa, brillante, fuerte, indomable.

    —Antes creía que la juventud era eterna sólo por serlo —susurró, alzando un mechón entre sus dedos—. Pero aprendí que incluso la luz necesita cuidados para no apagarse.

    Se detuvo frente a un espejo de agua. Su reflejo era más que belleza: era resiliencia.

    —Me rompieron, sí… —dijo, sin bajar la mirada—. Pero me recompongo más fuerte. Y ahora, no hay sombra que me apague.

    A su lado, un frasco blanco con dorado del shampoo: Pantene, descansaba como un tesoro celestial. Ella lo alzó entre sus manos con la misma reverencia con la que brindaba néctar a los dioses.

    —Esto no es un simple shampoo. Es un escudo, un bálsamo, un recordatorio de que incluso las diosas necesitan cuidarse. Mi cabello no solo brilla… resiste. Vive. Habla de mí.

    Y con una sonrisa traviesa, pero decidida, se giró al espectador invisible que la miraba desde el mundo terrenal.

    —Si quieres sentirte radiante, viva… y fuerte, como yo… Elige bien. Pantene. Brilla con fuerza. Como una diosa.

    #momentopeloteo #desafiodivino
    El sol acariciaba el cielo cuando ella descendió del Olimpo, con una ultima misión. Su risa aún tenía la inocencia de los siglos, pero sus ojos… sus ojos hablaban de experiencias que antes no conocía. Había cambiado. Ya no era solo la diosa de la juventud: era el resultado de haber sido herida… y haber renacido. Caminaba descalza sobre la hierba, y a cada paso, pequeñas flores brotaban bajo sus pies. Su cabello, largo y blanco como la paz eterna, flotaba con cada brisa, brillante, fuerte, indomable. —Antes creía que la juventud era eterna sólo por serlo —susurró, alzando un mechón entre sus dedos—. Pero aprendí que incluso la luz necesita cuidados para no apagarse. Se detuvo frente a un espejo de agua. Su reflejo era más que belleza: era resiliencia. —Me rompieron, sí… —dijo, sin bajar la mirada—. Pero me recompongo más fuerte. Y ahora, no hay sombra que me apague. A su lado, un frasco blanco con dorado del shampoo: Pantene, descansaba como un tesoro celestial. Ella lo alzó entre sus manos con la misma reverencia con la que brindaba néctar a los dioses. —Esto no es un simple shampoo. Es un escudo, un bálsamo, un recordatorio de que incluso las diosas necesitan cuidarse. Mi cabello no solo brilla… resiste. Vive. Habla de mí. Y con una sonrisa traviesa, pero decidida, se giró al espectador invisible que la miraba desde el mundo terrenal. —Si quieres sentirte radiante, viva… y fuerte, como yo… Elige bien. Pantene. Brilla con fuerza. Como una diosa. #momentopeloteo #desafiodivino
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