• En los vastos reinos del sueño, donde las estrellas susurran secretos antiguos y el tiempo fluye como ríos de niebla, Morfeo, el dios de los sueños, dormitaba en el atrapa sueños que tendió su padre para él. Sus párpados pesaban con siglos de ensoñaciones, y en su mente etérea, una nueva visión comenzaba a tomar forma.

    Soñó con una chica.

    Era distinta a cualquier alma que hubiera visitado su reino. Caminaba entre los sueños como si perteneciera a ellos. Su cabello era rosa, no teñido por la moda humana, sino por la esencia misma de la fantasía: un resplandor suave que ondulaba como pétalos de un cerezo eterno. Sus ojos, enormes y curiosos, contenían reflejos de mundos que ni siquiera Morfeo había moldeado aún.

    Ella danzaba por campos de lirios flotantes, reía entre lluvias de luz líquida, y hablaba con criaturas hechas de humo y canción. Morfeo, aunque señor de todas las visiones, no comprendía cómo esa figura escapaba a su control. No la había creado. No la había llamado. Y sin embargo, allí estaba.

    Y así, en su propio reino, Morfeo siguió soñando con la chica de cabellos rosas. No para poseerla. No para entenderla. Sino para recordar que incluso el dios de los sueños puede ser sorprendido por su propio corazón dormido.

    O eso era lo que él creía. Su padre ℌ𝔦𝔭𝔫𝔬𝔰 habia entrelazado los sueños de  Sora Niki  y él.
    En los vastos reinos del sueño, donde las estrellas susurran secretos antiguos y el tiempo fluye como ríos de niebla, Morfeo, el dios de los sueños, dormitaba en el atrapa sueños que tendió su padre para él. Sus párpados pesaban con siglos de ensoñaciones, y en su mente etérea, una nueva visión comenzaba a tomar forma. Soñó con una chica. Era distinta a cualquier alma que hubiera visitado su reino. Caminaba entre los sueños como si perteneciera a ellos. Su cabello era rosa, no teñido por la moda humana, sino por la esencia misma de la fantasía: un resplandor suave que ondulaba como pétalos de un cerezo eterno. Sus ojos, enormes y curiosos, contenían reflejos de mundos que ni siquiera Morfeo había moldeado aún. Ella danzaba por campos de lirios flotantes, reía entre lluvias de luz líquida, y hablaba con criaturas hechas de humo y canción. Morfeo, aunque señor de todas las visiones, no comprendía cómo esa figura escapaba a su control. No la había creado. No la había llamado. Y sin embargo, allí estaba. Y así, en su propio reino, Morfeo siguió soñando con la chica de cabellos rosas. No para poseerla. No para entenderla. Sino para recordar que incluso el dios de los sueños puede ser sorprendido por su propio corazón dormido. O eso era lo que él creía. Su padre [somnus_46] habia entrelazado los sueños de  [solar_malachite_lizard_684]  y él.
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  • Volvió a su azotea en silencio.
    Allí donde el viento no canta,
    donde los hilos cuelgan como constelaciones rotas, donde solo ella escucha el murmullo del destino.
    Atropos, vieja como el primer suspiro del tiempo,se sentó entre sombras, cansada de cortar.

    Esa noche no buscaba un hilo que tensar.
    Solo miraba.

    Y entonces la vio.

    Una muchacha, de pie en una esquina del mundo, con los ojos encendidos por una esperanza que no la incluía.
    Esperaba un mensaje que no llegaba, una voz que no la elegía, unos brazos que solo la buscaban cuando ya no quedaba nadie más.

    Atropos entendió.

    Ella no era la primera opción.
    Ni para él, ni para nadie.
    Era el salvavidas en medio del naufragio, la llamada de último recurso, el refugio cuando todo lo demás había fallado.

    No la amaban por quién era,
    sino por lo que calmaba.
    No la elegían por deseo, sino por necesidad.
    Y cuando pasaba la tormenta,
    la dejaban atrás, con la dignidad rota y la sonrisa obligada.

    La diosa de los finales supo, por primera vez, qué se siente ser lo secundario.
    Ser la elección de emergencia.
    El consuelo, no el fuego.

    Y aunque sus manos estaban hechas para cortar, esa noche no pudo tocar las tijeras.
    Porque vio en esa chica algo que ni los siglos habían enseñado:
    el dolor de saberse útil, pero no amado.

    Así se quedó Atropos, en su torre sin consuelo, mirando un hilo que no merecía ser cortado todavía, pero tampoco celebrado.
    Y por primera vez en mucho tiempo,
    sintió que el olvido es más cruel que la muerte.
    Volvió a su azotea en silencio. Allí donde el viento no canta, donde los hilos cuelgan como constelaciones rotas, donde solo ella escucha el murmullo del destino. Atropos, vieja como el primer suspiro del tiempo,se sentó entre sombras, cansada de cortar. Esa noche no buscaba un hilo que tensar. Solo miraba. Y entonces la vio. Una muchacha, de pie en una esquina del mundo, con los ojos encendidos por una esperanza que no la incluía. Esperaba un mensaje que no llegaba, una voz que no la elegía, unos brazos que solo la buscaban cuando ya no quedaba nadie más. Atropos entendió. Ella no era la primera opción. Ni para él, ni para nadie. Era el salvavidas en medio del naufragio, la llamada de último recurso, el refugio cuando todo lo demás había fallado. No la amaban por quién era, sino por lo que calmaba. No la elegían por deseo, sino por necesidad. Y cuando pasaba la tormenta, la dejaban atrás, con la dignidad rota y la sonrisa obligada. La diosa de los finales supo, por primera vez, qué se siente ser lo secundario. Ser la elección de emergencia. El consuelo, no el fuego. Y aunque sus manos estaban hechas para cortar, esa noche no pudo tocar las tijeras. Porque vio en esa chica algo que ni los siglos habían enseñado: el dolor de saberse útil, pero no amado. Así se quedó Atropos, en su torre sin consuelo, mirando un hilo que no merecía ser cortado todavía, pero tampoco celebrado. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que el olvido es más cruel que la muerte.
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  • "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella)

    El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos.

    Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino.

    Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo.

    Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente.

    Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar.

    Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras.

    Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor.

    Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto.

    Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado.

    Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser.

    El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
    "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella) El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos. Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino. Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo. Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente. Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar. Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras. Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor. Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto. Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado. Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser. El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
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  • Crónica de Sombra y Sangre.
    Fandom Original/The Ancient Magus' Bride.
    Categoría Fantasía
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    ⠀⠀Las colinas de Bistrița estaban quietas esa noche, demasiado quietas para una tierra que acostumbraba a murmurar con el viento y los aullidos de lobos lejanos. La vieja abadía en ruinas, olvidada por siglos y consumida por la hiedra, ardía bajo la luz de antorchas encendidas por manos profanas. Un círculo de figuras encapuchadas entonaba cánticos en una lengua olvidada y que las iglesias temían pronunciar.

    ⠀⠀"Pilum Murialis", esa palabra resonaba en su cabeza mientras su caminar, cada paso que daba, apartaba la nieve como si de fuego se tratase. Ellos querían abrir un umbral, resucitar un nombre que hace tiempo la Iglesia había archivado, un demonio cuya existencia se había disuelto en archivos, empapados de tinta seca.

    ⠀⠀Cipriano llegó cuando las estrellas se gritaban como heridas en el cielo. Su silueta emergió del bosque como un presagio inevitable, y de alguna manera, como si sus maestros oscuros se lo dijeran tras susurros, los impíos temieron; la silueta cayendo del muro de piedra, tocando el suelo y generando un cráter.

    ⠀⠀Un simple cura, en solitario. Era absurdo pensar que ni siquiera usando cruces o rezos, marchitaba la esencia oscura de este lugar, y con su cuerpo, mandaba a volar casi como trapos a los maestros de la oscuridad.
    ⠀⠀Cuando se acercó al rito, pisando los cuerpos inconscientes de aquellos que osaron desafiar a Dios, contempló las velas, casi derretidas. La sangre se fundía con la cera, y a su lado, la vida de alguien había terminado.

    ⠀⠀Se frustró. Pero fue su culpa por anteponer el combate a su trabajo.
    ⠀⠀Entonces, sintió una presencia, las sombras... temblaban, algo las estaba tomando.
    [pulse_purple_magpie_831] ⠀ ⠀⠀Las colinas de Bistrița estaban quietas esa noche, demasiado quietas para una tierra que acostumbraba a murmurar con el viento y los aullidos de lobos lejanos. La vieja abadía en ruinas, olvidada por siglos y consumida por la hiedra, ardía bajo la luz de antorchas encendidas por manos profanas. Un círculo de figuras encapuchadas entonaba cánticos en una lengua olvidada y que las iglesias temían pronunciar. ⠀⠀"Pilum Murialis", esa palabra resonaba en su cabeza mientras su caminar, cada paso que daba, apartaba la nieve como si de fuego se tratase. Ellos querían abrir un umbral, resucitar un nombre que hace tiempo la Iglesia había archivado, un demonio cuya existencia se había disuelto en archivos, empapados de tinta seca. ⠀⠀Cipriano llegó cuando las estrellas se gritaban como heridas en el cielo. Su silueta emergió del bosque como un presagio inevitable, y de alguna manera, como si sus maestros oscuros se lo dijeran tras susurros, los impíos temieron; la silueta cayendo del muro de piedra, tocando el suelo y generando un cráter. ⠀⠀Un simple cura, en solitario. Era absurdo pensar que ni siquiera usando cruces o rezos, marchitaba la esencia oscura de este lugar, y con su cuerpo, mandaba a volar casi como trapos a los maestros de la oscuridad. ⠀⠀Cuando se acercó al rito, pisando los cuerpos inconscientes de aquellos que osaron desafiar a Dios, contempló las velas, casi derretidas. La sangre se fundía con la cera, y a su lado, la vida de alguien había terminado. ⠀⠀Se frustró. Pero fue su culpa por anteponer el combate a su trabajo. ⠀⠀Entonces, sintió una presencia, las sombras... temblaban, algo las estaba tomando. ⠀
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  • || +18, abierto, sólo hombres ||

    - ¿Vienen o no? - les preguntó a sus acompañantes con calma.

    La arena estaba suave y podía caminar descalza sin quemarse, las nubes emitían tenues sombras en algunos lugares, por lo que el astro rey era bastante aguantable. El aroma general de aquella playa era muy agradable, se podía sentir el ambiente salino y, sin embargo, no era abrasivo.

    El cuerpo de la reina caída estaba impoluto, como ya no le era muy usual hacía varios siglos. Ni un moretón, ni una marca de cuerda o cadena al rededor de su cuello. Su piel mantenía un sudor leve en esa pequeña isla tropical paradisíaca.

    Sus acompañantes le habían ganado en una subasta de arriendo de esclavos y ella no podía recordar cuántas veces había sido arrendada de esa forma. "Ella obedecerá", fueron las simples instrucciones que les dijo el martillero al finalizar esa subasta. La elfa aún tenía su magia, extrañamente no la usaba para liberarse de esas ataduras, pero sí para conjurar las comidas y bebidas que estaban en bajo las sombras de algunas palmeras.
    || +18, abierto, sólo hombres || - ¿Vienen o no? - les preguntó a sus acompañantes con calma. La arena estaba suave y podía caminar descalza sin quemarse, las nubes emitían tenues sombras en algunos lugares, por lo que el astro rey era bastante aguantable. El aroma general de aquella playa era muy agradable, se podía sentir el ambiente salino y, sin embargo, no era abrasivo. El cuerpo de la reina caída estaba impoluto, como ya no le era muy usual hacía varios siglos. Ni un moretón, ni una marca de cuerda o cadena al rededor de su cuello. Su piel mantenía un sudor leve en esa pequeña isla tropical paradisíaca. Sus acompañantes le habían ganado en una subasta de arriendo de esclavos y ella no podía recordar cuántas veces había sido arrendada de esa forma. "Ella obedecerá", fueron las simples instrucciones que les dijo el martillero al finalizar esa subasta. La elfa aún tenía su magia, extrañamente no la usaba para liberarse de esas ataduras, pero sí para conjurar las comidas y bebidas que estaban en bajo las sombras de algunas palmeras.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba.

    Una noche, mientras ɱ૦ՐƿҺ૯υς trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló:

    —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.—

    Morfeo negó con una sonrisa soñolienta.

    —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.—

    Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó.

    —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia.

    Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido.

    Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba. Una noche, mientras [Sweets_dreams] trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló: —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.— Morfeo negó con una sonrisa soñolienta. —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.— Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó. —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia. Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido. Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
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    " Cada noche, tejía sueños para los mortales: unos dulces, otros aterradores, todos necesarios. Sin embargo, desde hacía un tiempo, algo en él había cambiado.

    Ya no disfrutaba del arte de soñar.

    Los colores se le desvanecían entre los dedos. Donde antes ponía jardines imposibles y cielos de fuego danzante, ahora solo quedaban grises sin forma. No entendía por qué. No había guerras en su reino, no había enemigos visibles. Pero sentía un peso, como una sombra constante sobre su pecho. Una tristeza callada que ni el sueño más alegre lograba disipar.

    —¿Qué me sucede? —preguntó una noche a su reflejo en el estanque de los sueños no cumplidos.

    El reflejo no respondió.

    Desesperado, Morfeo descendió al mundo de los humanos, disfrazado de viento. Quería entender qué causaba ese vacío en su pecho. Se posó sobre la frente de una niña que lloraba en silencio, en una habitación donde las paredes se habían acostumbrado a ignorar el dolor.

    En su sueño, la niña le habló:

    —¿Tú también te sientes solo aunque todos te vean? —

    Y Morfeo entendió.

    Él, creador de sueños, se había olvidado de soñar para sí mismo. Había vivido siglos entre las ilusiones de otros, sin permitirse tener las suyas. Había cuidado los corazones ajenos, pero descuidado el suyo.

    Entonces lloró. No como un dios, sino como un alma.

    Y de esas lágrimas nació un nuevo tipo de sueño: uno que mezclaba dolor y esperanza, pérdida y renacimiento. Un sueño más humano. Más real.

    Desde entonces, Morfeo siguió tejiendo, pero ya no para escapar del dolor, sino para aceptarlo y transformarlo. La tristeza no se fue, pero se convirtió en compañera, en inspiración, en parte del arte.

    Porque incluso en el reino de los sueños, también hay espacio para la melancolía."
    " Cada noche, tejía sueños para los mortales: unos dulces, otros aterradores, todos necesarios. Sin embargo, desde hacía un tiempo, algo en él había cambiado. Ya no disfrutaba del arte de soñar. Los colores se le desvanecían entre los dedos. Donde antes ponía jardines imposibles y cielos de fuego danzante, ahora solo quedaban grises sin forma. No entendía por qué. No había guerras en su reino, no había enemigos visibles. Pero sentía un peso, como una sombra constante sobre su pecho. Una tristeza callada que ni el sueño más alegre lograba disipar. —¿Qué me sucede? —preguntó una noche a su reflejo en el estanque de los sueños no cumplidos. El reflejo no respondió. Desesperado, Morfeo descendió al mundo de los humanos, disfrazado de viento. Quería entender qué causaba ese vacío en su pecho. Se posó sobre la frente de una niña que lloraba en silencio, en una habitación donde las paredes se habían acostumbrado a ignorar el dolor. En su sueño, la niña le habló: —¿Tú también te sientes solo aunque todos te vean? — Y Morfeo entendió. Él, creador de sueños, se había olvidado de soñar para sí mismo. Había vivido siglos entre las ilusiones de otros, sin permitirse tener las suyas. Había cuidado los corazones ajenos, pero descuidado el suyo. Entonces lloró. No como un dios, sino como un alma. Y de esas lágrimas nació un nuevo tipo de sueño: uno que mezclaba dolor y esperanza, pérdida y renacimiento. Un sueño más humano. Más real. Desde entonces, Morfeo siguió tejiendo, pero ya no para escapar del dolor, sino para aceptarlo y transformarlo. La tristeza no se fue, pero se convirtió en compañera, en inspiración, en parte del arte. Porque incluso en el reino de los sueños, también hay espacio para la melancolía."
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  • 𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍:
    ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’

    ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones.

    ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio).

    ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes.

    ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo.

    ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc.

    ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción.

    ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente.

    ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín.

    ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común.

    ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”.

    ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección.

    ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy.

    ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos.

    ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular.

    ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno.

    ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja.

    ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar.

    ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie.

    ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía.

    ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
    𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍: ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’ ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones. ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio). ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes. ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo. ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc. ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción. ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente. ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín. ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común. ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”. ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección. ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy. ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos. ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular. ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno. ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja. ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar. ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie. ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía. ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
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  • Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es.

    Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo.

    Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea.

    Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
    Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es. Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo. Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea. Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
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  • Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado.

    —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse. 

    Los dioses habían comenzado a soñar.

    Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes. 

    Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
    Morfeo, el dios del sueño, yacía exhausto en su trono de niebla en los jardines eternos de Hipnos. Durante siglos, su labor había sido delicada y constante: tejer los sueños de los mortales, construir paisajes oníricos con la paciencia de un artesano divino. Pero en los últimos días, o quizás siglos, pues el tiempo fluía de forma extraña en su reino, algo había cambiado. —Estoy... agotado —susurró Morfeo, con las alas de sombra abatidas a su lado—. Ni un mortal en su peor insomnio consume tanto como un dios con sed de entretenerse.  Los dioses habían comenzado a soñar. Y no eran sueños cualquiera: eran pesadillas colosales, guerras celestiales dentro de sus propias mentes.  Los sueños de los dioses eran realidades potenciales, semillas del caos que amenazaban con desbordar los límites de su dominio. Por cada batalla que imaginaban, Morfeo debía crear escenarios, emociones, y desenlaces que no destruyeran el equilibrio del reino onírico. 
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