• 𝕿𝐡𝐞 𝕸𝐢𝐫𝐚𝐜𝐥𝐞: 𝖆 𝖓𝖊𝖕𝖍𝖎𝖑𝖑𝖎𝖒.
    Fandom Supernatural - Lucifer
    Categoría Crossover
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤ➧ sᴛᴀʀᴛᴇʀ Chloe Decker I Fᴇᴍ AU I

    La tensión en la cuidad de plata era palpable, la corte celestial se encontraba reunida pero dividida en dos bandos. Por un lado se encontraban los que depositaban una confianza ciega en el creador y por el otro, aquellos que se encontraban al borde de la locura; en sus rostros se reflejaba la preocupación, la angustia y la desesperación. No había que ser un genio para darse de cuenta de que no les faltaba demasiado para arrancarse una por una las plumas de sus alas.

    Era una reacción lógica, el todopoderoso había tomado un pequeño receso de sus vacaciones indefinida, había ascendido a los cielos a ponerlo todo de cabeza y no parecía inmutarse por ello.

    Los murmullos de cientos de ángeles junto a los murmullos de los principales miembros de la Corte celestial hacian eco en cada rincón del paraíso. Como regla principal, todos los habitantes de la cuidad de plata tenían estrictamente prohibido pelear entre si y por ello estaban debatiendo sobre quien sería el elegido para darle una devolución al padre de todo que agurdaba impaciente en el centro del salón manteniendo su forma humana.

    ──No es necesario que murmuren o que susurren entre ustedes, puedo oirlos...── Menciono en un tono similar al de un regaño y con ello, el silencio se instalo en ese salón hecho de oro y mármol blanco. ──No les estoy pidiendo permiso, mucho menos quiero su opinión. Les estoy diciendo que voy a hacer con el fin de evitar que tomen a mi nieto, es decir a su sobrino, como una amenaza a la que deben erradicar.── Dios era consciente de que estaba tratando un tema delicado pero sabía exactamente lo que estaba haciendo al traer a la mesa el anuncio de que le daría a Lucifer, el hijo desterrado, un retoño y por si no fuera poco... La humana con la que había decidido compartir su vida seria la madre de ese ser. Simplemente inaceptable y no tardaron en saltarse las reglas de votación para tomar la palabra.

    El primero en hacerlo fue Amenadiel, el nuevo mensajero, un ángel que suplia a Gabriel en lo que este cumplía con sus deberes en la tierra.

    “Tampoco estoy del todo de acuerdo con papá pero confío en él. Si ha tomado esa decisión es porque sabe que el niño no será un peligro para nosotros o para sus padres, ni siquiera para los humanos." Explicó volteando a ver los rostros de sus hermanos y hermanas, buscando que alguien más compartiera su punto de vista pero solo un puñado de ellos asintieron.

    "Lamento mucho ser quien les recuerde lo que paso la última vez que los nephillim caminaron en la tierra." Mikha'el fue quien tomó la palabra posicionandose en mitad del salón, muy cerca del creador, para que todos pudieran verlo bien. "Esas criaturas no solo eran fruto del pecado, que es algo muy del estilo de nuestro hermano Lucifer, si no que también se convertían en gigantes incontrolables que arrasaban con todo a su paso. ¿Queremos una segunda invasión de esas abominaciones? ¿O es que en tus planes hay una segunda inundación para tus hijos favoritos, papá? No olvides que tu nuevo favorito vive en la tierra." Espetó el comandante de las huestes celestiales, desafiando a su padre no solo con la mirada, también con sus palabras que lanzo como si fuesen dagas filosas.

    ──Lo dices como si no pudiera traer a Jamie aquí, Miguel... Agradezco tu preocupación por él pero no corre peligro alguno, su bienestar y seguridad es algo que contemple antes de tomar esta decisión por agrandar la familia. ── Chuck sonrió por el comentario de su hijo, que entre los celos hacia Lucifer y el resentimiento por la atención extra que recibían las demás creaciónes, paso por alto con quien estaba hablando. ──Su condición de mortal no lo hace inferior a ti, lo hace más valioso. Aunque, si eso es un problema puedo darle tu divinidad, tu gracia y darte la oportunidad de experimentar lo que es la humanidad... O quizás debería enviarte a la tierra a cumplir con alguna labor similar a la que le di a Gabriel porque a él no lo escucho quejarse y contigo, hijo mio, no puedo decir lo mismo.── El arcángel bajo la mirada al oir las severas palabras de su padre. Se había dejado llevar por las emociones del momento que hasta había olvidado que a Lucifer lo habían desterrado del paraíso sin siquiera darle la oportunidad de excusarse por sus acciones.

    Todos en el cielo sabían que Dios castigaba primero y preguntaba después, cientos de siglos después, y si es que recordaba hacerlo. La prueba de ello era el mismísimo lucero del alba al que le estaban por obsequiar un milagro más no el perdón o la oportunidad de regresar al que alguna vez fue su hogar.

    "Mal interpretas mis palabras, padre. Intento ayudarte a que veas con claridad. Lo que quieres hacer es..." Mikha'el cerró la boca al ver que Chuck alzaba la mano y juntaba el dedo pulgar con el indice como última advertencia. Los angeles exclamaron al unísono, sabían que sucedía cuando Dios chasqueaba los dedos, podía ocurrir un milagro o podía ser el fin de algo y dada la circunstancia, la permanencia del arcángel en el paraíso pendía de un hilo muy delgado.

    ──Gracias por tu silencio, hijo. ¿Alguien más quiere aportar algo o quizás entregarme algún obsequio para la futura madre de mi nieto? ¿Que tal algún regalo para su futuro sobrino?.── Preguntó en un tono animado que rayaba en la burla y la provocación.

    Nadie se atrevió a decir nada más al respecto pero tampoco se acercaron a entregarle nada, se quedaron observandolo, quietos como las columnas de oro que decoraban el salón.

    ──Muy bien... Eso es todo, pueden regresar a sus actividades excepto tú Amenadiel. Tú vendrás conmigo y el resto, espero sean amables con su sobrino cuando lo conozcan; ya estan bastantes mayores como para recibir castigos.── Chuck miró directamente hacia Mikha'el y cuando Amenadiel llego a su lado, abandonaron el salón.

    ㅤ𝚃𝙸𝙴𝚁𝚁𝙰 𝟼𝟼𝟼 - 𝟿 𝙼𝙴𝚂𝙴𝚂 𝙳𝙴𝚂𝙿𝚄𝙴𝚂.

    El día había llegado, era una mañana radiante y cálida de primavera. Las calles estaban decoradas con telarañas, calaveras y calabazas; incluso el hospital estaba decorado con motivo de halloween, una celebración que a diferencia de lo que solían decir no le disgustaba al creador. De hecho, lo encontraba muy divertido e ingenioso porque a pesar de todo se viera tétrico, viejo, o muerto nada era lo que parecía ser.

    Chuck llegó a la recepción del hospital y se anunció con la secretaria que estaba vestida como una bruja.

    "Buenos días, señor. ¿Nombre del paciente al que va a visitar?“ preguntó la mujer mientras abría un archivo en la computadora.

    ──A mi nuera, su nombre es Chloe Decker.── Respondió con amabalidad aunque supiera que iba a decirle la mujer.

    "Chloe Decker..." Repitió la secretaria hasta que dio con el nombre en la lista. "Si, señor. Aquí esta, llega a tiempo; la señorita Decker tuvo a su bebé en la madrugada" le informo y procedió a entregarle un gafete que acreditaba a Chuck como visita. Luego le indico que camino debía tomar para llegar a la habitacion número 221.

    ──Gracias, Maggie. Ten un lindo día.── Chuck se dio la vuelta y la mujer bajó la visto a la solapa de su chaleco donde normalmente estaría su tarjeta de presentación con su nombre pero esta vez no estaba allí, por las prisas no la había traído consigo.

    Se encogió de hombros, pensando en que quizás le habría dicho su nombre en algún momento de la conversación y restandole importancia al asunto regreso a su trabajo.

    Por su parte, Chuck se dejó guiar por energía del pequeño. Aquella que le había quitado a Lucifer como castigo y que ahora entendía porque lo había hecho, alguien más iba a necesitarla, y ese alguien acababa de nacer.

    Antes de que el niño fuese concebido, como su abuelo, Dios había hablado con ese ser cuando era un alma en forma de esfera de luz y de todos los candidatos que se habían ofrecido, escogió al que había suplicado para ser hijo de Chloe. El resto había pedido ser elegidos para aprender de los humanos, para ayudarlos, para ser unos ellos, para experimentar pero solo uno había priorizado a la madre que lo llevaría en el vientre.

    Giró por última vez en el corredor y avanzo hasta dar con la habitación 221, no golpeó para entrar, solo abrió la puerta y entró. Ahí estaba Chloe, iluminada por los rayos de sol que entraban por la ventana, recostada con su bebé en brazos y rodeada de arreglos florales.

    Chloe al percatarse del extraño que había entrado sin anunciarse, se abrazo a su bebé con un solo brazo y con el otro parecía estar buscando algo en la mesa noche.

    ──No necesito ver tu placa, Chloe. Sé que eres policía y no estoy aquí para hacerles daño si no, para conocer a mi nieto.── Menciono con naturalidad sin moverse de su lugar pero al notar que la desconfianza no se esfumaba, agregó. ──El bebé es un niño, pesa tres kilogramos y tiene tus ojos. Nació a las tres de la madrugada, eso te asusto dada la naturaleza de su padre y me pediste a mi que por favor les diera la bendición de que el pequeño se viera normal, ¿olvide de mencionar algo?...
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤ➧ sᴛᴀʀᴛᴇʀ [detectiveCDecker] La tensión en la cuidad de plata era palpable, la corte celestial se encontraba reunida pero dividida en dos bandos. Por un lado se encontraban los que depositaban una confianza ciega en el creador y por el otro, aquellos que se encontraban al borde de la locura; en sus rostros se reflejaba la preocupación, la angustia y la desesperación. No había que ser un genio para darse de cuenta de que no les faltaba demasiado para arrancarse una por una las plumas de sus alas. Era una reacción lógica, el todopoderoso había tomado un pequeño receso de sus vacaciones indefinida, había ascendido a los cielos a ponerlo todo de cabeza y no parecía inmutarse por ello. Los murmullos de cientos de ángeles junto a los murmullos de los principales miembros de la Corte celestial hacian eco en cada rincón del paraíso. Como regla principal, todos los habitantes de la cuidad de plata tenían estrictamente prohibido pelear entre si y por ello estaban debatiendo sobre quien sería el elegido para darle una devolución al padre de todo que agurdaba impaciente en el centro del salón manteniendo su forma humana. ──No es necesario que murmuren o que susurren entre ustedes, puedo oirlos...── Menciono en un tono similar al de un regaño y con ello, el silencio se instalo en ese salón hecho de oro y mármol blanco. ──No les estoy pidiendo permiso, mucho menos quiero su opinión. Les estoy diciendo que voy a hacer con el fin de evitar que tomen a mi nieto, es decir a su sobrino, como una amenaza a la que deben erradicar.── Dios era consciente de que estaba tratando un tema delicado pero sabía exactamente lo que estaba haciendo al traer a la mesa el anuncio de que le daría a Lucifer, el hijo desterrado, un retoño y por si no fuera poco... La humana con la que había decidido compartir su vida seria la madre de ese ser. Simplemente inaceptable y no tardaron en saltarse las reglas de votación para tomar la palabra. El primero en hacerlo fue Amenadiel, el nuevo mensajero, un ángel que suplia a Gabriel en lo que este cumplía con sus deberes en la tierra. “Tampoco estoy del todo de acuerdo con papá pero confío en él. Si ha tomado esa decisión es porque sabe que el niño no será un peligro para nosotros o para sus padres, ni siquiera para los humanos." Explicó volteando a ver los rostros de sus hermanos y hermanas, buscando que alguien más compartiera su punto de vista pero solo un puñado de ellos asintieron. "Lamento mucho ser quien les recuerde lo que paso la última vez que los nephillim caminaron en la tierra." Mikha'el fue quien tomó la palabra posicionandose en mitad del salón, muy cerca del creador, para que todos pudieran verlo bien. "Esas criaturas no solo eran fruto del pecado, que es algo muy del estilo de nuestro hermano Lucifer, si no que también se convertían en gigantes incontrolables que arrasaban con todo a su paso. ¿Queremos una segunda invasión de esas abominaciones? ¿O es que en tus planes hay una segunda inundación para tus hijos favoritos, papá? No olvides que tu nuevo favorito vive en la tierra." Espetó el comandante de las huestes celestiales, desafiando a su padre no solo con la mirada, también con sus palabras que lanzo como si fuesen dagas filosas. ──Lo dices como si no pudiera traer a Jamie aquí, Miguel... Agradezco tu preocupación por él pero no corre peligro alguno, su bienestar y seguridad es algo que contemple antes de tomar esta decisión por agrandar la familia. ── Chuck sonrió por el comentario de su hijo, que entre los celos hacia Lucifer y el resentimiento por la atención extra que recibían las demás creaciónes, paso por alto con quien estaba hablando. ──Su condición de mortal no lo hace inferior a ti, lo hace más valioso. Aunque, si eso es un problema puedo darle tu divinidad, tu gracia y darte la oportunidad de experimentar lo que es la humanidad... O quizás debería enviarte a la tierra a cumplir con alguna labor similar a la que le di a Gabriel porque a él no lo escucho quejarse y contigo, hijo mio, no puedo decir lo mismo.── El arcángel bajo la mirada al oir las severas palabras de su padre. Se había dejado llevar por las emociones del momento que hasta había olvidado que a Lucifer lo habían desterrado del paraíso sin siquiera darle la oportunidad de excusarse por sus acciones. Todos en el cielo sabían que Dios castigaba primero y preguntaba después, cientos de siglos después, y si es que recordaba hacerlo. La prueba de ello era el mismísimo lucero del alba al que le estaban por obsequiar un milagro más no el perdón o la oportunidad de regresar al que alguna vez fue su hogar. "Mal interpretas mis palabras, padre. Intento ayudarte a que veas con claridad. Lo que quieres hacer es..." Mikha'el cerró la boca al ver que Chuck alzaba la mano y juntaba el dedo pulgar con el indice como última advertencia. Los angeles exclamaron al unísono, sabían que sucedía cuando Dios chasqueaba los dedos, podía ocurrir un milagro o podía ser el fin de algo y dada la circunstancia, la permanencia del arcángel en el paraíso pendía de un hilo muy delgado. ──Gracias por tu silencio, hijo. ¿Alguien más quiere aportar algo o quizás entregarme algún obsequio para la futura madre de mi nieto? ¿Que tal algún regalo para su futuro sobrino?.── Preguntó en un tono animado que rayaba en la burla y la provocación. Nadie se atrevió a decir nada más al respecto pero tampoco se acercaron a entregarle nada, se quedaron observandolo, quietos como las columnas de oro que decoraban el salón. ──Muy bien... Eso es todo, pueden regresar a sus actividades excepto tú Amenadiel. Tú vendrás conmigo y el resto, espero sean amables con su sobrino cuando lo conozcan; ya estan bastantes mayores como para recibir castigos.── Chuck miró directamente hacia Mikha'el y cuando Amenadiel llego a su lado, abandonaron el salón. ㅤ𝚃𝙸𝙴𝚁𝚁𝙰 𝟼𝟼𝟼 - 𝟿 𝙼𝙴𝚂𝙴𝚂 𝙳𝙴𝚂𝙿𝚄𝙴𝚂. El día había llegado, era una mañana radiante y cálida de primavera. Las calles estaban decoradas con telarañas, calaveras y calabazas; incluso el hospital estaba decorado con motivo de halloween, una celebración que a diferencia de lo que solían decir no le disgustaba al creador. De hecho, lo encontraba muy divertido e ingenioso porque a pesar de todo se viera tétrico, viejo, o muerto nada era lo que parecía ser. Chuck llegó a la recepción del hospital y se anunció con la secretaria que estaba vestida como una bruja. "Buenos días, señor. ¿Nombre del paciente al que va a visitar?“ preguntó la mujer mientras abría un archivo en la computadora. ──A mi nuera, su nombre es Chloe Decker.── Respondió con amabalidad aunque supiera que iba a decirle la mujer. "Chloe Decker..." Repitió la secretaria hasta que dio con el nombre en la lista. "Si, señor. Aquí esta, llega a tiempo; la señorita Decker tuvo a su bebé en la madrugada" le informo y procedió a entregarle un gafete que acreditaba a Chuck como visita. Luego le indico que camino debía tomar para llegar a la habitacion número 221. ──Gracias, Maggie. Ten un lindo día.── Chuck se dio la vuelta y la mujer bajó la visto a la solapa de su chaleco donde normalmente estaría su tarjeta de presentación con su nombre pero esta vez no estaba allí, por las prisas no la había traído consigo. Se encogió de hombros, pensando en que quizás le habría dicho su nombre en algún momento de la conversación y restandole importancia al asunto regreso a su trabajo. Por su parte, Chuck se dejó guiar por energía del pequeño. Aquella que le había quitado a Lucifer como castigo y que ahora entendía porque lo había hecho, alguien más iba a necesitarla, y ese alguien acababa de nacer. Antes de que el niño fuese concebido, como su abuelo, Dios había hablado con ese ser cuando era un alma en forma de esfera de luz y de todos los candidatos que se habían ofrecido, escogió al que había suplicado para ser hijo de Chloe. El resto había pedido ser elegidos para aprender de los humanos, para ayudarlos, para ser unos ellos, para experimentar pero solo uno había priorizado a la madre que lo llevaría en el vientre. Giró por última vez en el corredor y avanzo hasta dar con la habitación 221, no golpeó para entrar, solo abrió la puerta y entró. Ahí estaba Chloe, iluminada por los rayos de sol que entraban por la ventana, recostada con su bebé en brazos y rodeada de arreglos florales. Chloe al percatarse del extraño que había entrado sin anunciarse, se abrazo a su bebé con un solo brazo y con el otro parecía estar buscando algo en la mesa noche. ──No necesito ver tu placa, Chloe. Sé que eres policía y no estoy aquí para hacerles daño si no, para conocer a mi nieto.── Menciono con naturalidad sin moverse de su lugar pero al notar que la desconfianza no se esfumaba, agregó. ──El bebé es un niño, pesa tres kilogramos y tiene tus ojos. Nació a las tres de la madrugada, eso te asusto dada la naturaleza de su padre y me pediste a mi que por favor les diera la bendición de que el pequeño se viera normal, ¿olvide de mencionar algo?...
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  • LA VERDADERA NATURALEZA DE LUNA

    Pocas veces Luna dormía tranquila. En sus sueños, siempre estaba ella: la mujer ciega de cabello blanco, cubierta por un velo de plumas que ocultaba sus ojos. Rodeada por figuras aladas con ojos eternamente abiertos, murmuraban secretos que Luna no alcanzaba a entender. Pero esta vez, el sueño fue diferente. Esta vez, la figura le habló.

    —Tú no eres humana, ni experimento. Eres herencia. Eres lo que encerraron hace siglos para proteger el equilibrio.

    Luna intentó retroceder, pero no pudo moverse. Algo dentro de ella ardía, vibraba. Sus tatuajes, usualmente tranquilos, se retorcían con violencia sobre su piel como si quisieran escapar.

    —Yo soy lo que serás cuando olvides el nombre que te dieron. Cuando dejes de temer quién eres.

    La figura extendió una mano hacia ella, tocando su pecho. Y en ese instante, Luna despertó… con la garganta ardiendo y el corazón palpitando como si estuviera a punto de estallar.

    Frente al espejo del baño, su reflejo ya no era completamente suyo. Sus ojos brillaban con un fulgor carmesí, su boca… era distinta. Demasiado. Abriéndose más de lo humanamente posible, con colmillos que no recordaba tener.

    Había sangre en el borde del lavamanos. No suya. No sabía de quién.

    La bestia dormía dentro de ella. No era un monstruo creado por el gobierno.

    Era una diosa castigada, una criatura de equilibrio ancestral encerrada en un cuerpo humano, esperando despertar.

    Y Luna estaba empezando a recordar

    -No!.....no..no soy un mounstro....no lo soy!!
    LA VERDADERA NATURALEZA DE LUNA Pocas veces Luna dormía tranquila. En sus sueños, siempre estaba ella: la mujer ciega de cabello blanco, cubierta por un velo de plumas que ocultaba sus ojos. Rodeada por figuras aladas con ojos eternamente abiertos, murmuraban secretos que Luna no alcanzaba a entender. Pero esta vez, el sueño fue diferente. Esta vez, la figura le habló. —Tú no eres humana, ni experimento. Eres herencia. Eres lo que encerraron hace siglos para proteger el equilibrio. Luna intentó retroceder, pero no pudo moverse. Algo dentro de ella ardía, vibraba. Sus tatuajes, usualmente tranquilos, se retorcían con violencia sobre su piel como si quisieran escapar. —Yo soy lo que serás cuando olvides el nombre que te dieron. Cuando dejes de temer quién eres. La figura extendió una mano hacia ella, tocando su pecho. Y en ese instante, Luna despertó… con la garganta ardiendo y el corazón palpitando como si estuviera a punto de estallar. Frente al espejo del baño, su reflejo ya no era completamente suyo. Sus ojos brillaban con un fulgor carmesí, su boca… era distinta. Demasiado. Abriéndose más de lo humanamente posible, con colmillos que no recordaba tener. Había sangre en el borde del lavamanos. No suya. No sabía de quién. La bestia dormía dentro de ella. No era un monstruo creado por el gobierno. Era una diosa castigada, una criatura de equilibrio ancestral encerrada en un cuerpo humano, esperando despertar. Y Luna estaba empezando a recordar -No!.....no..no soy un mounstro....no lo soy!!
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  • La diosa que olvidó su libertad
    Primera parte

    En lo alto del Olimpo, donde las nubes rozan las columnas de mármol y el tiempo parece estancado entre susurros del pasado, aún arde una llama...

    Sentada junto a su altar, Hestia contempla la antigua flama danzar con ritmo calmo, como un corazón que late muy despacio. Ella Viste con sencillez clásica y dignidad inmortal: una túnica blanca con ribetes dorados, son hojas de laureles dorados los que adornan su cabello rojo largo y casi rizado, Su mirada, sin embargo, ya no brilla con la fuerza de antaño.

    Los humanos ya no elevan plegarias en su nombre. Nadie construye templos en su honor. En una era de ruido y pantallas, ¿quién necesita el fuego del hogar cuando hay luces eléctricas y hornos automáticos?

    Los demás dioses han abandonado los antiguos tronos. Algunos vagan entre los mortales, disfrazados; otros han elegido desaparecer por completo. Solo ella permanece. La tía solterona del Olimpo, como alguna vez se burló Hermes entre risas. Ella no se ofendió. Después de todo es verdad.

    Pero esa paz eterna comenzaba a sentirse como una prisión. La inmortalidad se volvía pesada cuando no había propósito. Y el fuego... el fuego parecía más tenue cada día.

    Fue entonces cuando ocurrió.

    Un eco cruzó los cielos. Era algo nuevo. Un sonido metálico que la diosa no había escuchado antes, era
    ..sinfónico…enérgico…. impregnado de emocion. Es la primera vez que la diosa hestia escucha el sonido…de una guitarra eléctrica, apenas un susurro al principio, pero con un alma tan viva que la diosa se irguió.

    Sus ojos se abrieron con sorpresa.
    No era una alucinación. Era una señal.

    Un susurro cálido le recorrió el pecho, donde aún ardía una chispa de su fuego sagrado.
    —¿Qué fue eso...? —murmuró, de pie ante la flama que parecía avivarse con ese nuevo sonido.

    Por primera vez en siglos, Hestia sintió curiosidad. Esa sensación, el sonido de esa…cosa… entraba como un eco lejano a su oído, con muy poco volumen porque venía desde muy lejos pero sentía que comenzaba a alterar directamente el lento ritmo de su corazón…

    La llama frente a ella parpadeó, y en su reflejo vio una ciudad del mundo mortal: luces de neón, calles oscuras, una tienda diminuta de la que brotaba esa música tan poderosa... y una figura joven, humana ..vestida de negro…el sonido…viene directo de un artefacto de esa humana, el artefacto se conecta directo a los oídos de la humana a través de unos audífonos

    —Quizá... solo un vistazo.
    Y entonces descendió. No como un relámpago, ni como una aparición majestuosa, sino como el calor invisible que precede a una chispa, la diosa descuida un poco su discreción...esa noche muchos humanos vieron en el cielo nocturno despejado algo parecido a una estrella fugas roja con estela de fuego que cae muy lejos en el orizonte, fácilmente confundida con un meteorito común y sin darle más importancia…

    (Continuara ...)
    La diosa que olvidó su libertad Primera parte En lo alto del Olimpo, donde las nubes rozan las columnas de mármol y el tiempo parece estancado entre susurros del pasado, aún arde una llama... Sentada junto a su altar, Hestia contempla la antigua flama danzar con ritmo calmo, como un corazón que late muy despacio. Ella Viste con sencillez clásica y dignidad inmortal: una túnica blanca con ribetes dorados, son hojas de laureles dorados los que adornan su cabello rojo largo y casi rizado, Su mirada, sin embargo, ya no brilla con la fuerza de antaño. Los humanos ya no elevan plegarias en su nombre. Nadie construye templos en su honor. En una era de ruido y pantallas, ¿quién necesita el fuego del hogar cuando hay luces eléctricas y hornos automáticos? Los demás dioses han abandonado los antiguos tronos. Algunos vagan entre los mortales, disfrazados; otros han elegido desaparecer por completo. Solo ella permanece. La tía solterona del Olimpo, como alguna vez se burló Hermes entre risas. Ella no se ofendió. Después de todo es verdad. Pero esa paz eterna comenzaba a sentirse como una prisión. La inmortalidad se volvía pesada cuando no había propósito. Y el fuego... el fuego parecía más tenue cada día. Fue entonces cuando ocurrió. Un eco cruzó los cielos. Era algo nuevo. Un sonido metálico que la diosa no había escuchado antes, era ..sinfónico…enérgico…. impregnado de emocion. Es la primera vez que la diosa hestia escucha el sonido…de una guitarra eléctrica, apenas un susurro al principio, pero con un alma tan viva que la diosa se irguió. Sus ojos se abrieron con sorpresa. No era una alucinación. Era una señal. Un susurro cálido le recorrió el pecho, donde aún ardía una chispa de su fuego sagrado. —¿Qué fue eso...? —murmuró, de pie ante la flama que parecía avivarse con ese nuevo sonido. Por primera vez en siglos, Hestia sintió curiosidad. Esa sensación, el sonido de esa…cosa… entraba como un eco lejano a su oído, con muy poco volumen porque venía desde muy lejos pero sentía que comenzaba a alterar directamente el lento ritmo de su corazón… La llama frente a ella parpadeó, y en su reflejo vio una ciudad del mundo mortal: luces de neón, calles oscuras, una tienda diminuta de la que brotaba esa música tan poderosa... y una figura joven, humana ..vestida de negro…el sonido…viene directo de un artefacto de esa humana, el artefacto se conecta directo a los oídos de la humana a través de unos audífonos —Quizá... solo un vistazo. Y entonces descendió. No como un relámpago, ni como una aparición majestuosa, sino como el calor invisible que precede a una chispa, la diosa descuida un poco su discreción...esa noche muchos humanos vieron en el cielo nocturno despejado algo parecido a una estrella fugas roja con estela de fuego que cae muy lejos en el orizonte, fácilmente confundida con un meteorito común y sin darle más importancia… (Continuara ...)
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  • Los días habían sido largos en el Olimpo, cargados de ecos, decisiones antiguas y memorias que parecían no desvanecerse nunca. Pero Hera, la reina de los cielos, no era solo de mármol y solemnidad. Había algo en ella que empezaba a buscar cambio, una brisa nueva que le murmuraba que el ciclo debía romperse… aunque fuera solo por una noche.

    Se miró frente al espejo de obsidiana. El reflejo le devolvía la misma imagen que había conocido durante siglos: su cabello oscuro, como el firmamento en guerra. Pero en sus ojos brillaba una idea inesperada. Por primera vez en una eternidad, deseó verse diferente. No por nadie más, sino por ella.

    —¿Y si el oro del sol pudiera ser mío? —murmuró.

    Sin más, conjuró la esencia del amanecer, atrapó la luz del alba entre sus dedos y la llevó a sus cabellos. En segundos, mechones dorados comenzaron a ondear con suavidad, como si el sol mismo hubiese decidido vivir en ellos. Hera sonrió, no con arrogancia, sino con una ternura que solo las diosas cansadas de sus propias sombras conocen.

    Vestida con un ligero atuendo de estrellas, partió sola, dejando atrás columnas y altares. Su destino era el lago celestial, oculto entre nubes de algodón, donde el agua reflejaba el cielo y el tiempo se detenía a mirar.

    Cuando llegó, el atardecer ya comenzaba a besar el horizonte. El cielo se teñía de oro y lavanda, como si celebrara el cambio con ella. Hera se acercó a la orilla, el viento acariciando su cabello recién transformado, y se quedó quieta, contemplando su reflejo en el lago. Por un instante, no era la reina del Olimpo. No era esposa de un dios ni madre de una estirpe divina.

    Era solo una mujer mirando su alma reflejada en la calma del mundo.

    —Tal vez... —susurró— la eternidad no está en la gloria, sino en momentos como este.

    Y se quedó ahí, mientras el último rayo de sol le iluminaba el rostro. Rubia como la promesa de un nuevo comienzo.
    Los días habían sido largos en el Olimpo, cargados de ecos, decisiones antiguas y memorias que parecían no desvanecerse nunca. Pero Hera, la reina de los cielos, no era solo de mármol y solemnidad. Había algo en ella que empezaba a buscar cambio, una brisa nueva que le murmuraba que el ciclo debía romperse… aunque fuera solo por una noche. Se miró frente al espejo de obsidiana. El reflejo le devolvía la misma imagen que había conocido durante siglos: su cabello oscuro, como el firmamento en guerra. Pero en sus ojos brillaba una idea inesperada. Por primera vez en una eternidad, deseó verse diferente. No por nadie más, sino por ella. —¿Y si el oro del sol pudiera ser mío? —murmuró. Sin más, conjuró la esencia del amanecer, atrapó la luz del alba entre sus dedos y la llevó a sus cabellos. En segundos, mechones dorados comenzaron a ondear con suavidad, como si el sol mismo hubiese decidido vivir en ellos. Hera sonrió, no con arrogancia, sino con una ternura que solo las diosas cansadas de sus propias sombras conocen. Vestida con un ligero atuendo de estrellas, partió sola, dejando atrás columnas y altares. Su destino era el lago celestial, oculto entre nubes de algodón, donde el agua reflejaba el cielo y el tiempo se detenía a mirar. Cuando llegó, el atardecer ya comenzaba a besar el horizonte. El cielo se teñía de oro y lavanda, como si celebrara el cambio con ella. Hera se acercó a la orilla, el viento acariciando su cabello recién transformado, y se quedó quieta, contemplando su reflejo en el lago. Por un instante, no era la reina del Olimpo. No era esposa de un dios ni madre de una estirpe divina. Era solo una mujer mirando su alma reflejada en la calma del mundo. —Tal vez... —susurró— la eternidad no está en la gloria, sino en momentos como este. Y se quedó ahí, mientras el último rayo de sol le iluminaba el rostro. Rubia como la promesa de un nuevo comienzo.
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  • Detective's Play - The Phantomhive Family.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Kuroshitsuji.
    Categoría Suspenso
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913.

    ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo.

    ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte.

    ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta.

    ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos.

    ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre.

    ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos.

    ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día.

    ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico.

    ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso...

    Jean Phantomhive
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913. ⠀ ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo. ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte. ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta. ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos. ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre. ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos. ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día. ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico. ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso... [littl3gr3y]
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  • La maldicion de una familia
    Fandom Oc
    Categoría Original
    Hace 700 años, cuando los cimientos de su linaje eran hambre y polvo, una pareja de mendigos soñó con palacios. Sus huesos vacíos clamaban por oro, sus harapos anhelaban púrpura real. Tras años de arrastrarse por grimorios prohibidos y criptas olvidadas, invocaron al que habita entre sombras. El demonio emergió como un suspiro venenoso, sonriendo ante su desesperación.

    "Daré riquezas que harán llorar a los reyes”, susurró con voz de miel podrida,

    "a cambio de lo que guardas aquí" —y su garra helada tocó el vientre de la mujer—. La maldición cayó como un hacha:

    "Por cada hija que sangre vuestra sangre, la belleza se tornará cicatriz al cruzar el umbral de los quince soles. Serán monstruos en espejos vacíos, rechazadas hasta por la tierra que pisan. Y si alguno osa nombrar mi pacto..."

    La marca llameó en sus lenguas, sellando el juramento con fuego negro. Aquella noche nacieron condes; aquella noche murieron almas.

    Generaciones de mujeres vieron cómo, en su noche de quince primaveras, sus rostros se quebraban como porcelana maldita: bocas torcidas por gritos silenciosos, pieles marchitas como pergaminos viejos, huesos que recordaban raíces de árboles muertos. Cinder Hayami creció ajena al secreto que latía en su sangre. Su padre, último guardián de la verdad, la miraba dormir con un puñal bajo la almohada. La víspera de su destino, llamas azules devoraron su alcoba. Entre las cenizas danzantes, el demonio desplegó sus alas de pesadilla:

    "Tú romperás la cadena, pequeña escoria de ambición... Trae el corazón del traidor que robó mi nombre. Arranca su vida, y tu rostro florecerá".

    Cuando las llamas se apagaron, su brazo izquierdo era un tizón retorcido y su ojo izquierdo un abismo sin fondo. Sintió el acero frío de su padre buscando su garganta en la oscuridad. Hoy vaga entre reinos, con el peso de siete siglos en su espalda y el eco del demonio susurrándole al oído:

    "¿Matarías por la belleza, hija de mendigos?".
    Hace 700 años, cuando los cimientos de su linaje eran hambre y polvo, una pareja de mendigos soñó con palacios. Sus huesos vacíos clamaban por oro, sus harapos anhelaban púrpura real. Tras años de arrastrarse por grimorios prohibidos y criptas olvidadas, invocaron al que habita entre sombras. El demonio emergió como un suspiro venenoso, sonriendo ante su desesperación. "Daré riquezas que harán llorar a los reyes”, susurró con voz de miel podrida, "a cambio de lo que guardas aquí" —y su garra helada tocó el vientre de la mujer—. La maldición cayó como un hacha: "Por cada hija que sangre vuestra sangre, la belleza se tornará cicatriz al cruzar el umbral de los quince soles. Serán monstruos en espejos vacíos, rechazadas hasta por la tierra que pisan. Y si alguno osa nombrar mi pacto..." La marca llameó en sus lenguas, sellando el juramento con fuego negro. Aquella noche nacieron condes; aquella noche murieron almas. Generaciones de mujeres vieron cómo, en su noche de quince primaveras, sus rostros se quebraban como porcelana maldita: bocas torcidas por gritos silenciosos, pieles marchitas como pergaminos viejos, huesos que recordaban raíces de árboles muertos. Cinder Hayami creció ajena al secreto que latía en su sangre. Su padre, último guardián de la verdad, la miraba dormir con un puñal bajo la almohada. La víspera de su destino, llamas azules devoraron su alcoba. Entre las cenizas danzantes, el demonio desplegó sus alas de pesadilla: "Tú romperás la cadena, pequeña escoria de ambición... Trae el corazón del traidor que robó mi nombre. Arranca su vida, y tu rostro florecerá". Cuando las llamas se apagaron, su brazo izquierdo era un tizón retorcido y su ojo izquierdo un abismo sin fondo. Sintió el acero frío de su padre buscando su garganta en la oscuridad. Hoy vaga entre reinos, con el peso de siete siglos en su espalda y el eco del demonio susurrándole al oído: "¿Matarías por la belleza, hija de mendigos?".
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  • ... Hun, como me quitare del alma tu ausencia, como le hago entender al oído que ya no escucharé tu voz en las mañanas, como hago con estas madrugadas que me reclaman el calor de tu piel, fueron días en esta vida y siglos en todas las pasadas, pero tú y yo y eso no cambiará, si pudieras ver mi corazón, si tus ojos vieran mi alma.. estoy seguro que vería caer tus lágrimas y yo recogería cada una con mis labios, diciéndote una y mil veces, te amare por siempre y un día más .
    ... Hun, como me quitare del alma tu ausencia, como le hago entender al oído que ya no escucharé tu voz en las mañanas, como hago con estas madrugadas que me reclaman el calor de tu piel, fueron días en esta vida y siglos en todas las pasadas, pero tú y yo y eso no cambiará, si pudieras ver mi corazón, si tus ojos vieran mi alma.. estoy seguro que vería caer tus lágrimas y yo recogería cada una con mis labios, diciéndote una y mil veces, te amare por siempre y un día más .
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  • Through Space & Time - The Phantomhive Manor.
    Fandom Jujutsu Kaisen/ Kuroshitsuji.
    Categoría Slice of Life
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Afueras de Londres, 03:14 hs
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Ruinas de Waverley Abbey.

    ⠀⠀El viento frío golpeaba las rocas demacradas de la antigua abadía con el implacable peso al que el tiempo las condenó. Entre los fríos muros derrumbados, golpeteos se escuchaban a la lejanía, sumado ruidos distorsionados y voces susurrantes, como si el viento intentase hablar en una lengua muerta.
    ⠀⠀Fundada en el 1128, el lugar fue objetivo de ritos durante la época de las Cruzadas, poco se sabía que en ese sitio, se encerraban fuerzas poderosas. Bueno, él sí sabía... estaba peleando con ellas.

    ⠀⠀A la lejanía, la silueta de un rubio con gabardina, corriente frente a una abominación más grande, la cual exhalaba fuego y relámpagos. Su inmenso puño fue a impactar directo al invasor de sus tierras, quien saltó con gracia felina. Su mano roza la tapa de un viejo diario que nació desde el extremo inferior de su gabardina, y posteriormente solo rugidos se escucharon, la lucha cruel y sangrienta, probablemente duró horas.

    ⠀⠀Un torbellino de arena y oscuridad reventó el vestigio del establecimiento, un sitio ritual olvidado durante siglos, retomaba sus funciones en orden de ese djinn. ⸻ "Estás bromeando... ¡¿en serio?!" ⸻ El ente compartió diversos mudras y ademanes, conjurando fuerzas muertas. No es un misterio que, los djinn en ocasiones, poseen control sobre las fuerzas temporales, intentaba abrir una puerta... como antaño lo hicieron sus maestros.

    ⠀⠀⸻ "Bien, amiguito. Eso... no será hoy..." ⸻ Cuando tocó el suelo luego de la confrontación física, sabía que puños no iban a resolver esto. El rubio formó con sus manos un mudra similar al uttarabodhi. ⸻ "...expansión de dominio." ⸻ La única manera de contrarrestar un dominio ajeno, era con uno más fuerte.

    ⠀⠀Pero apenas la barrera fue disipada por la imposición de su dominio, pero el cielo, todo, era diferente. No estaba dentro de una barrera, no sentía maleficio por ningún sitio, podía descartar cosas sobrenaturales.

    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Afueras de Londres, 15:16 hs
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Mansión Phantomhive.

    ⠀⠀No reconocía nada, el lugar estaba impecable, la vegetación, la ubicación geográfica estaba seguro también era diferente, seguía siendo la flora de las afueras de Londras, pero estaba kilómetros desplazado.
    ⠀⠀Revisó su celular, no solo no había ni un gramo de señal, su batería estaba casi muerta. Apenas con un 6% de carga, y había venido con más de la mitad. Más importante, había un desfase de doce horas, eran casi las tres de la tarde, y él había luchado durante la madrugada, no podía ser más confuso.

    ⠀⠀Se mantuvo pensativo, ¿el hechizo tal vez?¿una sinergia? Pero era imposible, su dominio era superior. Debió simplemente erradicarlo... Y antes de que le llegara a preocupar realmente donde corno estaba, se encogió de hombros. ⸻ "Meh, lo averiguaré." ⸻ Mencionó con completa indiferencia.

    ⠀⠀A todo esto, miró a la lejanía, había una reja... él estaba TRAS la reja. Contempló las opciones de hipótesis, y solo podía concluir en que: ¡lo tomarían como criminal por invadir propiedad privada!

    ⠀⠀Se agarró la cabeza, ¡otra vez su mala suerte de nuevo!

    ⠀⠀Rápidamente saltó intentando treparse a la cerca, casi se cae cuando escuchó una voz. Su cabeza dio un giro brusco, buscando su origen.

    Jean Phantomhive
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Afueras de Londres, 03:14 hs ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Ruinas de Waverley Abbey. ⠀ ⠀⠀El viento frío golpeaba las rocas demacradas de la antigua abadía con el implacable peso al que el tiempo las condenó. Entre los fríos muros derrumbados, golpeteos se escuchaban a la lejanía, sumado ruidos distorsionados y voces susurrantes, como si el viento intentase hablar en una lengua muerta. ⠀⠀Fundada en el 1128, el lugar fue objetivo de ritos durante la época de las Cruzadas, poco se sabía que en ese sitio, se encerraban fuerzas poderosas. Bueno, él sí sabía... estaba peleando con ellas. ⠀⠀A la lejanía, la silueta de un rubio con gabardina, corriente frente a una abominación más grande, la cual exhalaba fuego y relámpagos. Su inmenso puño fue a impactar directo al invasor de sus tierras, quien saltó con gracia felina. Su mano roza la tapa de un viejo diario que nació desde el extremo inferior de su gabardina, y posteriormente solo rugidos se escucharon, la lucha cruel y sangrienta, probablemente duró horas. ⠀⠀Un torbellino de arena y oscuridad reventó el vestigio del establecimiento, un sitio ritual olvidado durante siglos, retomaba sus funciones en orden de ese djinn. ⸻ "Estás bromeando... ¡¿en serio?!" ⸻ El ente compartió diversos mudras y ademanes, conjurando fuerzas muertas. No es un misterio que, los djinn en ocasiones, poseen control sobre las fuerzas temporales, intentaba abrir una puerta... como antaño lo hicieron sus maestros. ⠀⠀⸻ "Bien, amiguito. Eso... no será hoy..." ⸻ Cuando tocó el suelo luego de la confrontación física, sabía que puños no iban a resolver esto. El rubio formó con sus manos un mudra similar al uttarabodhi. ⸻ "...expansión de dominio." ⸻ La única manera de contrarrestar un dominio ajeno, era con uno más fuerte. ⠀⠀Pero apenas la barrera fue disipada por la imposición de su dominio, pero el cielo, todo, era diferente. No estaba dentro de una barrera, no sentía maleficio por ningún sitio, podía descartar cosas sobrenaturales. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Afueras de Londres, 15:16 hs ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Mansión Phantomhive. ⠀ ⠀⠀No reconocía nada, el lugar estaba impecable, la vegetación, la ubicación geográfica estaba seguro también era diferente, seguía siendo la flora de las afueras de Londras, pero estaba kilómetros desplazado. ⠀⠀Revisó su celular, no solo no había ni un gramo de señal, su batería estaba casi muerta. Apenas con un 6% de carga, y había venido con más de la mitad. Más importante, había un desfase de doce horas, eran casi las tres de la tarde, y él había luchado durante la madrugada, no podía ser más confuso. ⠀⠀Se mantuvo pensativo, ¿el hechizo tal vez?¿una sinergia? Pero era imposible, su dominio era superior. Debió simplemente erradicarlo... Y antes de que le llegara a preocupar realmente donde corno estaba, se encogió de hombros. ⸻ "Meh, lo averiguaré." ⸻ Mencionó con completa indiferencia. ⠀⠀A todo esto, miró a la lejanía, había una reja... él estaba TRAS la reja. Contempló las opciones de hipótesis, y solo podía concluir en que: ¡lo tomarían como criminal por invadir propiedad privada! ⠀⠀Se agarró la cabeza, ¡otra vez su mala suerte de nuevo! ⠀⠀Rápidamente saltó intentando treparse a la cerca, casi se cae cuando escuchó una voz. Su cabeza dio un giro brusco, buscando su origen. ⠀ [littl3gr3y]
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  • Curiosidades de finwë:


    Aunque finwë tiene siglos en edad, le encanta hacer berrinches, solo por que ahora es más libre que cuando tenía un amo...en esas épocas, solo se dedicaba a ser un guardián de su amo e hijo..\\
    Curiosidades de finwë: Aunque finwë tiene siglos en edad, le encanta hacer berrinches, solo por que ahora es más libre que cuando tenía un amo...en esas épocas, solo se dedicaba a ser un guardián de su amo e hijo..\\
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  • ⟡ ݁₊ . ¿Qué eres tú? ⊹ ࣪ ˖
    Categoría Original
    La habitación era sorprendentemente hermosa.
    Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica.

    Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón.
    Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás.

    No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente.

    Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía.

    ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞

    Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo.
    El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre.

    "Ebrietas dijo que este sería distinto..."

    Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué?
    ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos?

    —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró.
    Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio.
    Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte.

    Así que siguió leyendo. Como un buen chico.

    Pasaron minutos. O tal vez siglos.
    La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera.

    Hasta que escuchó pasos.

    Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza.
    Pasos que no deberían estar allí.

    Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular.

    ¿Quién era este soñador?
    No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba.

    Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás.
    Una sonrisa vacía.

    —¡Ah... al fin! A quien buscaba.

    Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación.
    — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas.

    Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza.
    Los ojos no parpadeaban.
    El tono era suave, casi dulce.

    —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices?

    La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no.

    ⋆˚꩜。 𝐊𝐲𝐨
    La habitación era sorprendentemente hermosa. Amplia, silenciosa, bañada por una luz blanca que no venía de ninguna fuente visible. No era cálida, ni fría. Solo... neutra. Suave, como si el aire estuviera cubierto por una manta de terciopelo. El suelo brillaba con una pulcritud absurda, casi ofensiva para alguien que vivía entre frascos ensangrentados y códices empapados en baba cósmica. Ephraim, sin embargo, se encontraba allí... en su rincón. Sentado de manera absurda, fetal, sobre una silla que seguramente no fue diseñada para eso. Las piernas contra el pecho, los brazos cruzados sobre las espinillas, y un grueso libro encajado entre las rodillas y el mentón. Desde fuera, parecía una figura arrancada de un cuadro surrealista; desde dentro, era simplemente funcional. Esa postura lo ayudaba a pensar. O, al menos, a ignorar lo demás. No era una biblioteca pensada por el soñador; eso estaba claro. Era suya. Su espacio. Porque en los sueños —y solo allí— podía existir, robarse un rincón del subconsciente de otro, podía pensar, meditar, sin que su usuario se enterara de que había un intruso entre los pliegues del subconsciente. Hoy no llevaba ni su máscara ni su gorro. Su rostro, pálido y manchado por delgados rastros secos de sangre ajena, estaba completamente expuesto. Su cabello caía sobre sus hombros, desordenado, pegado en algunos mechones por algún fluido que mejor no nombrar. Sus ojos, sin embargo, eran la parte más perturbadora: fijos, inmóviles, como si no parpadearan desde hacía horas. No miraban al frente, sino al interior del libro que sostenía. ❝ Ah, que molesto. . . ❞ susurró para sí, como si alguien más pudiera o debiera escuchar su desdén. ❝ Esto no es conocimiento, diarrea mental tal vez si. . . ❞ Las páginas temblaban levemente bajo sus dedos, pero no por miedo. El texto no tenía lógica. Palabras truncadas, ideas que comenzaban y luego se disolvían, nombres que se repetían sin razón. Era como leer los pensamientos de un loco en medio de un ataque de fiebre. "Ebrietas dijo que este sería distinto..." Las palabras de su amada diosa resonaban aún en su cabeza. ❝ Este es el indicado. . . ❞ había dicho. Pero ¿indicado de qué? ¿Ascensión? ¿Trascendencia? ¿Una migaja más de verdad entre el vómito de los dormidos? —¿Cómo demonios puede esto ayudarme a ascender? —murmuró. Y al instante se arrepintió. No porque dudara —lo hacía constantemente—, sino porque dudar de Ebrietas era... sacrilegio. Un pecado que no se castiga con fuego, sino con silencio. Y el silencio de los Grandes era peor que la muerte. Así que siguió leyendo. Como un buen chico. Pasaron minutos. O tal vez siglos. La noción del tiempo se disolvía en los sueños, y Ephraim tenía la sensación de estar leyendo la misma línea desde hacía diez vidas. Pero no podía parar. No debía. Cada palabra era una escalinata, por más resbalosa y rota que fuera. Hasta que escuchó pasos. Eran reales, no imaginarios. No en su cabeza. Pasos que no deberían estar allí. Sus ojos se alzaron con desgano. El rostro no cambió. No se cubrió, no se tensó. No tenía por qué. Las pequeñas gotas de sangre seca en su mejilla izquierda, el rastro violáceo bajo sus uñas, el olor metálico de la violencia que solo habia pasado hace un par de horas... todo seguía allí. No había necesidad de disimular. ¿Quién era este soñador? No lo recordaba. No lo reconocía. No importaba. Pero su sonrisa —esa mueca torpe, que no sabía cómo doblar bien los músculos— apareció como una marioneta que intenta imitar la expresión humana sin haberla entendido jamás. Una sonrisa vacía. —¡Ah... al fin! A quien buscaba. Apoyó los codos sobre la mesa con un movimiento pesado, casi teatral, como si acabara de encontrar un respiro en medio de la desesperación. — Ven. Siéntate. Este libro es un sinsentido absoluto... y dudo que Ebrietas tolere otra noche de mis quejas. Lo observó, inclinando ligeramente la cabeza. Los ojos no parpadeaban. El tono era suave, casi dulce. —¿Qué eres tú? ¿Que tienes de especial que ha llamado la atencion de Ebrietas? —dio un golpecito con el dedo índice en el libro— ¿Una marca en el alma? ¿Cicatrices? La sonrisa no desapareció por ningún momento. —¡Ah! Tú no eres normal, claro que no. ⋆˚꩜。 [Heaven.01]
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