• //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • - Muy buenos días, el almuerzo estará listo para la hora prevista. Para empezar tenemos Pelmeni, que son empanadillas pequeñas hechas con carne picada, carne de res, hervidos y luego mayormente servidos con crema agria, le pongo también mostaza por si se le apetece. De primer plato; Shchi, es una sopa aparentemente simple con un complejo sabor. Mientras que puede parecer una simple sopa de repollo, es de hecho una sopa liviana, pero potente hecha de chucrut, repollo u otras hojas verdes. Shchi es una parte integral de la cocina rusa y ha sido comida casi a diario durante siglos. Disfrute de un cuenco de shchi con crema agria y una rodaja de pan negro de centeno. De segundo, Esturión, horneado con vegetales o unte algo de caviar negro en pan de salvado o en unos panqueques salados. Y de postre, Pierogi de cerezas. - Comentó educadamente a los presentes de la Mansión de la familia. - Le recuerdo que la reunión de esta tarde la han confirmado. Ahora si me disculpan. - Dijo educadamente para retirarse nuevamente.
    - Muy buenos días, el almuerzo estará listo para la hora prevista. Para empezar tenemos Pelmeni, que son empanadillas pequeñas hechas con carne picada, carne de res, hervidos y luego mayormente servidos con crema agria, le pongo también mostaza por si se le apetece. De primer plato; Shchi, es una sopa aparentemente simple con un complejo sabor. Mientras que puede parecer una simple sopa de repollo, es de hecho una sopa liviana, pero potente hecha de chucrut, repollo u otras hojas verdes. Shchi es una parte integral de la cocina rusa y ha sido comida casi a diario durante siglos. Disfrute de un cuenco de shchi con crema agria y una rodaja de pan negro de centeno. De segundo, Esturión, horneado con vegetales o unte algo de caviar negro en pan de salvado o en unos panqueques salados. Y de postre, Pierogi de cerezas. - Comentó educadamente a los presentes de la Mansión de la familia. - Le recuerdo que la reunión de esta tarde la han confirmado. Ahora si me disculpan. - Dijo educadamente para retirarse nuevamente.
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  • Las lluvias en otoño suelen ser raras, pero tiene algo de encanto sentir el correr de las gotas frías de agua recorrer mi nuca

    Me hace recordar épocas más simples, tiempos de abtaño cuando vivía en mi ciudad natal donde llovía la mayor parte del año.

    Pese a que ya han pasado varios siglos desde aquél entonces, aun recuerdo como si fuera ayer el recorrer las frías calles del pueblo en medio de una llovizba, aferrandosé a cualquier techo u árbol para no mojarse por completo, unicamente iluminado por las lámparas de queroseno que luchaban contra la lluvia por mantenerse activas.

    Pero claro, no es el agua lo que me mantiene nostálgico, si no el calor de la chimena que reconfortaba hasta los huesos, cada vez que llegabas de visitia a la casa de algún amigo o familiar, inclusive en la de un extraño jamás se te rechazaba ese hogareño calor.

    Son tiempos que jamás volverán.
    Las lluvias en otoño suelen ser raras, pero tiene algo de encanto sentir el correr de las gotas frías de agua recorrer mi nuca Me hace recordar épocas más simples, tiempos de abtaño cuando vivía en mi ciudad natal donde llovía la mayor parte del año. Pese a que ya han pasado varios siglos desde aquél entonces, aun recuerdo como si fuera ayer el recorrer las frías calles del pueblo en medio de una llovizba, aferrandosé a cualquier techo u árbol para no mojarse por completo, unicamente iluminado por las lámparas de queroseno que luchaban contra la lluvia por mantenerse activas. Pero claro, no es el agua lo que me mantiene nostálgico, si no el calor de la chimena que reconfortaba hasta los huesos, cada vez que llegabas de visitia a la casa de algún amigo o familiar, inclusive en la de un extraño jamás se te rechazaba ese hogareño calor. Son tiempos que jamás volverán.
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  • Una cosa era prometer algo. Y otra muy distinta era conseguir cumplir dicha promesa.

    Cuando eres inmortal, la vida no tiene prisa. Uno se toma todo el tiempo del mundo para hacer las cosas. ¿Pero que pasa cuando ese tiempo de pronto tiene una fecha límite?.

    Kazuo por primera vez en siglos experimentaba eso. Debido a una promesa divina, había ligado su alma a la de 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 . Un acto de amor que como consecuencia lo arrastraría a la muerte el día que el corazón de ella dejara de latir. Sabía que no podía vivir sin ella, y tampoco le agradaba el hecho de morir y renacer sin la certeza de que se vuelvan a encontrar en la siguiente vida.

    Por lo tanto este decidió buscar primero en la biblioteca más antigua que había en Kyoto, el lugar más cercano a su templo. Buscaba el modo de allar la forma de pronlogar la vida de Elizabeth de forma indefinida. Desde luego conocía algún que otro método; como el pedirle a su amigo Heinrich Rosenberg que la transformase en un vampiro. Pero esa idea a Kazuo no le resultaba satisfactoria. Había visto a su amigo sufrir constantemente por su condición, por lo que la idea no le entusiasmaba demasiado.

    Así que este busca información sobre folclore, leyendas, mitos arcanos... Todo aquello que le pudiera ser de utilidad. Si no lo encontraba allí estaba dispuesto a emprender un viaje fuera de su hogar. Abandonar temporalmente su tierra y su labor, con el fin de valorar todas las opciones posibles. Su madre Inari lo entendería, entendería que dedicase una ínfima parte de su longeva vida para lograr aquel propósito. La tarea era prácticamente imposible; Ir contra el curso natural de la vida era algo que no estaba contemplado para los humanos, por lo que las opciones eran escasas o nulas. Aún así tenía que intentarlo. De hecho era algo que ya rondaba su cabeza antes incluso de crear ese vínculo entre ambos. Pero ahora ambos estaban en la misma sintonía, y estaban de acuerdo con todo aquello.

    En aquella biblioteca había libros tan viejos como él. Manuscritos tan frágiles que el mero descuido los volvería polvo. Allí estaba el zorro, rodeados de pilas de libros que devoraba sin descanso. Muchos de ellos ya los había leído con el paso de los años. Pero estaba dispuesto a releerlos con tal de encontrar algo que se le hubieran escapado.

    ¿Sería capaz el zorro de burlar a la muerte?. ¿Impediría su diosa madre que este muriera junto con su alma gemela?. Demasiadas incógnitas y pocas respuestas. Desde luego la aventura estaba asegurada.



    Una cosa era prometer algo. Y otra muy distinta era conseguir cumplir dicha promesa. Cuando eres inmortal, la vida no tiene prisa. Uno se toma todo el tiempo del mundo para hacer las cosas. ¿Pero que pasa cuando ese tiempo de pronto tiene una fecha límite?. Kazuo por primera vez en siglos experimentaba eso. Debido a una promesa divina, había ligado su alma a la de [Liz_bloodFlame] . Un acto de amor que como consecuencia lo arrastraría a la muerte el día que el corazón de ella dejara de latir. Sabía que no podía vivir sin ella, y tampoco le agradaba el hecho de morir y renacer sin la certeza de que se vuelvan a encontrar en la siguiente vida. Por lo tanto este decidió buscar primero en la biblioteca más antigua que había en Kyoto, el lugar más cercano a su templo. Buscaba el modo de allar la forma de pronlogar la vida de Elizabeth de forma indefinida. Desde luego conocía algún que otro método; como el pedirle a su amigo [Heinz_Vamp] que la transformase en un vampiro. Pero esa idea a Kazuo no le resultaba satisfactoria. Había visto a su amigo sufrir constantemente por su condición, por lo que la idea no le entusiasmaba demasiado. Así que este busca información sobre folclore, leyendas, mitos arcanos... Todo aquello que le pudiera ser de utilidad. Si no lo encontraba allí estaba dispuesto a emprender un viaje fuera de su hogar. Abandonar temporalmente su tierra y su labor, con el fin de valorar todas las opciones posibles. Su madre Inari lo entendería, entendería que dedicase una ínfima parte de su longeva vida para lograr aquel propósito. La tarea era prácticamente imposible; Ir contra el curso natural de la vida era algo que no estaba contemplado para los humanos, por lo que las opciones eran escasas o nulas. Aún así tenía que intentarlo. De hecho era algo que ya rondaba su cabeza antes incluso de crear ese vínculo entre ambos. Pero ahora ambos estaban en la misma sintonía, y estaban de acuerdo con todo aquello. En aquella biblioteca había libros tan viejos como él. Manuscritos tan frágiles que el mero descuido los volvería polvo. Allí estaba el zorro, rodeados de pilas de libros que devoraba sin descanso. Muchos de ellos ya los había leído con el paso de los años. Pero estaba dispuesto a releerlos con tal de encontrar algo que se le hubieran escapado. ¿Sería capaz el zorro de burlar a la muerte?. ¿Impediría su diosa madre que este muriera junto con su alma gemela?. Demasiadas incógnitas y pocas respuestas. Desde luego la aventura estaba asegurada.
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  • Caminaba por la calle acompañando de su alumno Junior Phantomhive, la ciudad que cuidaba Bloom era un espectáculo a la vista, la tecnologia habia avanzado a pasos apresurados, comparado con el orfanato que parecia del siglo 10 está ciudad parecía ser lo que los humanos esperaban para el siglo 22 -muy bien cariño, para tu siguiente práctica necesitamos ir a comprarte tu caldero personal asi puedes practicar en tu casa, tambien de acompañare a comprar.... Ingredientes- Junior noto como la voz de su mentor disminuía con las palabras, al levantar la mirada noto que el se encontraba observando a una familia humana, logro escuchar un suspiro triste de su mentora y comos sacudía la cabeza regresando en si -aaah... Perdón querido.... En qué estaba?.... A si los ingredientes básicos.... Perdón por eso, problemas tontos de una bruja vieja supongo, veo a las familias humanas y por alguna razón siento una nostalgia abrumadora, es raro no? Veo a mis padres y no soy capaz de recordar nada específico de mi niñez más que las cosas que hice con mi hermana mayor-, soltó una risita nerviosa antes de seguir avanzando
    Caminaba por la calle acompañando de su alumno [littl3gr3y], la ciudad que cuidaba Bloom era un espectáculo a la vista, la tecnologia habia avanzado a pasos apresurados, comparado con el orfanato que parecia del siglo 10 está ciudad parecía ser lo que los humanos esperaban para el siglo 22 -muy bien cariño, para tu siguiente práctica necesitamos ir a comprarte tu caldero personal asi puedes practicar en tu casa, tambien de acompañare a comprar.... Ingredientes- Junior noto como la voz de su mentor disminuía con las palabras, al levantar la mirada noto que el se encontraba observando a una familia humana, logro escuchar un suspiro triste de su mentora y comos sacudía la cabeza regresando en si -aaah... Perdón querido.... En qué estaba?.... A si los ingredientes básicos.... Perdón por eso, problemas tontos de una bruja vieja supongo, veo a las familias humanas y por alguna razón siento una nostalgia abrumadora, es raro no? Veo a mis padres y no soy capaz de recordar nada específico de mi niñez más que las cosas que hice con mi hermana mayor-, soltó una risita nerviosa antes de seguir avanzando
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  • James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años.

    Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería.

    La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo.

    Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día.

    #wendigo
    James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años. Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería. La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo. Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día. #wendigo
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  • pues… así a lo tonto, tengo una cita…¿Que se supone que se hacía? Hace siglos que no tengo ninguna… —Suspiró—. En fin, una nueva aventura a la vista ~
    pues… así a lo tonto, tengo una cita…¿Que se supone que se hacía? Hace siglos que no tengo ninguna… —Suspiró—. En fin, una nueva aventura a la vista ~
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    || Gente. No se admiten personajes 2D en el grupo de Gótico y Romanticismo, está ya especificado. No es cuestión de apartheid ni de nada de eso. Es un grupo pensado para aunar a los personajes de la literatura gótica del siglo XIX.
    || Gente. No se admiten personajes 2D en el grupo de Gótico y Romanticismo, está ya especificado. No es cuestión de apartheid ni de nada de eso. Es un grupo pensado para aunar a los personajes de la literatura gótica del siglo XIX.
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  • Tregua Fugaz: La Cena en la Casa
    Categoría Otros
    La noche en el bosque era fría, pero la calidez de la casa de Heinrich prometía un contraste reconfortante. Tras varias noches inquietas, sintió que finalmente tenía un respiro, una tregua que le permitió volver a centrarse en aquello que alguna vez disfrutaba: la compañía, la conversación y las cenas bien servidas. La idea de abrir las puertas de su hogar a algunos invitados le parecía un buen paso para salir del aislamiento en el que había estado.

    El aroma a hierbas y especias se mezclaba con el inconfundible olor a madera antigua de la casa, decorada con un estilo que atravesaba los siglos, desde el XVI hasta el XX. Heinrich había pasado la tarde preparando cada detalle, asegurándose de que el salón estuviera impecable, las velas encendidas iluminando los cuadros antiguos, y una mesa dispuesta con copas de cristal y vajilla de época.

    Para él, esta cena era más que una simple reunión. Era una manera de probarse a sí mismo que podía controlar esa oscuridad, que podría volver a disfrutar de momentos tranquilos sin sentir la amenaza constante en su mente. Mientras disponía el último plato sobre la mesa, se detuvo por un momento, contemplando el reflejo de la luz sobre las paredes.

    "Tal vez esto me devuelva un poco de la paz que he perdido," pensó, inhalando profundamente para tranquilizarse.

    Las horas avanzaban, y la noche se asentaba con su manto estrellado, mientras Heinrich esperaba la llegada de sus invitados, con una sonrisa suave y un toque de nerviosismo en los labios. Había dejado la puerta entreabierta para que no tuvieran que golpear, y el fuego de la chimenea proyectaba sombras danzantes en el salón, brindando una atmósfera acogedora
    La noche en el bosque era fría, pero la calidez de la casa de Heinrich prometía un contraste reconfortante. Tras varias noches inquietas, sintió que finalmente tenía un respiro, una tregua que le permitió volver a centrarse en aquello que alguna vez disfrutaba: la compañía, la conversación y las cenas bien servidas. La idea de abrir las puertas de su hogar a algunos invitados le parecía un buen paso para salir del aislamiento en el que había estado. El aroma a hierbas y especias se mezclaba con el inconfundible olor a madera antigua de la casa, decorada con un estilo que atravesaba los siglos, desde el XVI hasta el XX. Heinrich había pasado la tarde preparando cada detalle, asegurándose de que el salón estuviera impecable, las velas encendidas iluminando los cuadros antiguos, y una mesa dispuesta con copas de cristal y vajilla de época. Para él, esta cena era más que una simple reunión. Era una manera de probarse a sí mismo que podía controlar esa oscuridad, que podría volver a disfrutar de momentos tranquilos sin sentir la amenaza constante en su mente. Mientras disponía el último plato sobre la mesa, se detuvo por un momento, contemplando el reflejo de la luz sobre las paredes. "Tal vez esto me devuelva un poco de la paz que he perdido," pensó, inhalando profundamente para tranquilizarse. Las horas avanzaban, y la noche se asentaba con su manto estrellado, mientras Heinrich esperaba la llegada de sus invitados, con una sonrisa suave y un toque de nerviosismo en los labios. Había dejado la puerta entreabierta para que no tuvieran que golpear, y el fuego de la chimenea proyectaba sombras danzantes en el salón, brindando una atmósfera acogedora
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    Tamlin, Lucian ¿A quién no le va a gustar pelearse con un Alto Lord de la Corte Noche del siglo primero, a quien?
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    i. Extensión adaptable
    ii. Oc's son bienvenidos
    iii. Personajes canon y semicanons son bienvenidos
    iv. No hace falta que te hayas leído todos los libros
    v. Tener muchas ganas de drama y trama
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