• ──── ❝ 𝐁𝐞𝐬𝐩𝐫𝐞𝐝𝐞𝐥. ❞ ────

    ──── Últimamente siento que me queda poco tiempo. Es una sensación extraña pero a la vez de suma tranquilidad dónde sentiré lo que hace siglos me correspondía : Descansar en Paz. La vida me regala momentos día a día, con personas maravillosas y con un trabajo. . .Bueno, si es que se puede llamar trabajo el matar a los malos ¡Ja! Supongo que es una corazonada, pero no me quiero apresurar tanto en ello. Debo aprovechar cada momento y disfrutarlo al máximo. ────
    ──── ❝ 𝐁𝐞𝐬𝐩𝐫𝐞𝐝𝐞𝐥. ❞ ──── ──── Últimamente siento que me queda poco tiempo. Es una sensación extraña pero a la vez de suma tranquilidad dónde sentiré lo que hace siglos me correspondía : Descansar en Paz. La vida me regala momentos día a día, con personas maravillosas y con un trabajo. . .Bueno, si es que se puede llamar trabajo el matar a los malos ¡Ja! Supongo que es una corazonada, pero no me quiero apresurar tanto en ello. Debo aprovechar cada momento y disfrutarlo al máximo. ────
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  • 𝐋𝐚𝐬 𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬.

    — AU era moderna con Charles Grey

    Como cada año, la familia entera se reunía en Howick Hall por Navidad. Cada miembro de los Grey, sin importar en qué rincón del mundo se encontrara, viajaba de vuelta a Inglaterra solo para pasar las fiestas juntos.

    Siendo una línea familiar que se remontaba al siglo XIV, la familia Grey tenía una serie de tradiciones navideñas un tanto peculiares, mantenidas hasta el día de hoy solo por los más conservadores de la familia. Sin embargo, entre todas ellas, la más "normal" era la del tronco navideño.

    Cada año sin falta, un miembro de la familia debía encargarse de preparar el dichoso postre sin importar sus habilidades culinarias. De hecho, el año pasado la tarea había recaído en el primo séptimo, quien había presentado el peor tronco navideño que Jean había probado en toda su corta vida: un bizcocho apelmazado, con un relleno inexistente y un chocolate quemado.
    Ese día nadie se lo había terminado, y el primo séptimo había tenido una cara larga toda la noche hasta que se abrieron los regalos y recibió una Nintendo Switch.

    Por suerte, este año la responsabilidad había recaído en la tía segunda, quien era una pastelera talentosa que incluso tenía su propia patisserie en París. La tía segunda se había ofrecido incluso a preparar todos los postres, lo que garantizó que se comería un tronco delicioso.

    Luego de la cena, como se esperaba el postre, de repente todos comenzaron a hablar de la tradición del tronco navideño, dejando de lado las preguntas incómodas y los alardes de los primos que Jean no veía durante todo el año. La única excepción era Grey, quien vivía lo suficientemente cerca como para cruzarse con él con frecuencia (o más bien vivían prácticamente juntos a veces).

    Cuando se sirvió el mencionado y especial postre, todos, tras probar el primer bocado, comenzaron a llenar a la tía de alabanzas. Jean alzó la vista hacia sus primos, todos habían probado el postre e, infaltablemente, Grey también. De hecho, parecía ir por su segunda porción.

    Debido a esto, una historia se le vino a la mente, y no pudo evitar compartirla.

    —¿Saben la historia del tronco navideño? —preguntó Jean, rompiendo el diálogo alegre de los primos.

    Al ver que había captado algo de interés, prosiguió:
    —El "Yule log" se decoraba con hojas y ramas y se encendía en la chimenea. Tenía que permanecer ardiendo hasta la Doceava Noche de Navidad. Si se apagaba antes de esa fecha, se decía que traería desgracias y mala suerte... luego derivó a este postre por alguna razón.

    Los primos alzaron una ceja. ¿Qué clase de historia tan lúgubre era esa para una ocasión tan feliz?

    Con un tinte más sombrío, Jean agregó:
    —¿Qué clase de tronco será este? —inquirió, mientras cortaba un trocito del bizcocho con el tenedor y lo probaba.

    Masticó lentamente, como para darle cierto suspenso a su deliberación, pero al final, asintió.
    —Mhm. —Dijo, mirando a su tía con aprobación. —Está delicioso, tía. Como siempre, ha hecho un excelente trabajo.

    La susodicha, ignorante del ambiente incómodo entre los primos, le sonrió al pequeño niño de la familia y siguió con lo suyo: bebiéndose su quinceavo vaso de sidra, había tenido un año difícil.

    Charles, sin inmutarse, acostumbrado a la forma de ser de su primo, se relamió los labios para limpiarse los restos de chocolate y levantó la vista hacia él, rompiendo el tenso silencio.
    —Solo es un tronco, ¿cómo podría traer desgracias?

    Quién sabe si Grey lo había hecho adrede o simplemente porque estaba completamente aburrido y dispuesto a escuchar la verborrea de su pequeño primo genio; con esa simple pregunta, le dio pie a Jean para que continuara hablando bastante entusiasmado del tema.

    Jean se encogió de hombros y sonrió.
    —En general, las tradiciones son prácticas que obedecen a una lógica simbólica. Con el paso del tiempo, esta lógica se va perdiendo, y llegamos al presente, donde realizamos muchas prácticas sin saber por qué. Aunque, hay otras que son simplemente un buen marketing. Como ese sombrero rojo —dijo, haciendo un ademán con la cabeza hacia su prima que, hasta el momento, solo miraba.

    —¿Qué hay con mi gorro? —dijo la prima.

    —¿Por qué Santa Claus tiene un traje rojo y no uno, por ejemplo, de color verde y marrón?

    Los primos se rieron y miraron a Jean como si estuviera diciendo una gran tontería. Pero, al pensarlo mejor, fueron apagando sus carcajadas. En realidad, lo que decía era una buena pregunta…

    —¿Por qué? —inquirió un primo, mirándolo con los ojos entrecerrados. Pero el relato del niño había captado completamente su atención.

    —Bueno, para explicarlo, tendríamos que remontarnos a varios siglos atrás…

    Y así, un Jean complacido, comenzó a relatar los orígenes históricos de Santa Claus, desde San Nicolás y de cómo, gracias a una publicidad de Coca-Cola, se popularizó su característico traje rojo y blanco.

    Grey, viéndolo tan contento presumiendo sus conocimientos ante un público interesado, solo pudo reírse para sus adentros: él era feliz comiendo, y Jean era feliz compartiendo lo que sabía sobre el mundo.

    _____________

    | Es un poco random, pero me pareció lindo compartirlo, además de que de este AU no publico mucho jaja. Pronto espero subir de los otros, sobre todo del Jean Victoriano, en fin, solo quiero decirles: ¡Feliz navidad!

    𝐋𝐚𝐬 𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬. — AU era moderna con [EarlGrey] — Como cada año, la familia entera se reunía en Howick Hall por Navidad. Cada miembro de los Grey, sin importar en qué rincón del mundo se encontrara, viajaba de vuelta a Inglaterra solo para pasar las fiestas juntos. Siendo una línea familiar que se remontaba al siglo XIV, la familia Grey tenía una serie de tradiciones navideñas un tanto peculiares, mantenidas hasta el día de hoy solo por los más conservadores de la familia. Sin embargo, entre todas ellas, la más "normal" era la del tronco navideño. Cada año sin falta, un miembro de la familia debía encargarse de preparar el dichoso postre sin importar sus habilidades culinarias. De hecho, el año pasado la tarea había recaído en el primo séptimo, quien había presentado el peor tronco navideño que Jean había probado en toda su corta vida: un bizcocho apelmazado, con un relleno inexistente y un chocolate quemado. Ese día nadie se lo había terminado, y el primo séptimo había tenido una cara larga toda la noche hasta que se abrieron los regalos y recibió una Nintendo Switch. Por suerte, este año la responsabilidad había recaído en la tía segunda, quien era una pastelera talentosa que incluso tenía su propia patisserie en París. La tía segunda se había ofrecido incluso a preparar todos los postres, lo que garantizó que se comería un tronco delicioso. Luego de la cena, como se esperaba el postre, de repente todos comenzaron a hablar de la tradición del tronco navideño, dejando de lado las preguntas incómodas y los alardes de los primos que Jean no veía durante todo el año. La única excepción era Grey, quien vivía lo suficientemente cerca como para cruzarse con él con frecuencia (o más bien vivían prácticamente juntos a veces). Cuando se sirvió el mencionado y especial postre, todos, tras probar el primer bocado, comenzaron a llenar a la tía de alabanzas. Jean alzó la vista hacia sus primos, todos habían probado el postre e, infaltablemente, Grey también. De hecho, parecía ir por su segunda porción. Debido a esto, una historia se le vino a la mente, y no pudo evitar compartirla. —¿Saben la historia del tronco navideño? —preguntó Jean, rompiendo el diálogo alegre de los primos. Al ver que había captado algo de interés, prosiguió: —El "Yule log" se decoraba con hojas y ramas y se encendía en la chimenea. Tenía que permanecer ardiendo hasta la Doceava Noche de Navidad. Si se apagaba antes de esa fecha, se decía que traería desgracias y mala suerte... luego derivó a este postre por alguna razón. Los primos alzaron una ceja. ¿Qué clase de historia tan lúgubre era esa para una ocasión tan feliz? Con un tinte más sombrío, Jean agregó: —¿Qué clase de tronco será este? —inquirió, mientras cortaba un trocito del bizcocho con el tenedor y lo probaba. Masticó lentamente, como para darle cierto suspenso a su deliberación, pero al final, asintió. —Mhm. —Dijo, mirando a su tía con aprobación. —Está delicioso, tía. Como siempre, ha hecho un excelente trabajo. La susodicha, ignorante del ambiente incómodo entre los primos, le sonrió al pequeño niño de la familia y siguió con lo suyo: bebiéndose su quinceavo vaso de sidra, había tenido un año difícil. Charles, sin inmutarse, acostumbrado a la forma de ser de su primo, se relamió los labios para limpiarse los restos de chocolate y levantó la vista hacia él, rompiendo el tenso silencio. —Solo es un tronco, ¿cómo podría traer desgracias? Quién sabe si Grey lo había hecho adrede o simplemente porque estaba completamente aburrido y dispuesto a escuchar la verborrea de su pequeño primo genio; con esa simple pregunta, le dio pie a Jean para que continuara hablando bastante entusiasmado del tema. Jean se encogió de hombros y sonrió. —En general, las tradiciones son prácticas que obedecen a una lógica simbólica. Con el paso del tiempo, esta lógica se va perdiendo, y llegamos al presente, donde realizamos muchas prácticas sin saber por qué. Aunque, hay otras que son simplemente un buen marketing. Como ese sombrero rojo —dijo, haciendo un ademán con la cabeza hacia su prima que, hasta el momento, solo miraba. —¿Qué hay con mi gorro? —dijo la prima. —¿Por qué Santa Claus tiene un traje rojo y no uno, por ejemplo, de color verde y marrón? Los primos se rieron y miraron a Jean como si estuviera diciendo una gran tontería. Pero, al pensarlo mejor, fueron apagando sus carcajadas. En realidad, lo que decía era una buena pregunta… —¿Por qué? —inquirió un primo, mirándolo con los ojos entrecerrados. Pero el relato del niño había captado completamente su atención. —Bueno, para explicarlo, tendríamos que remontarnos a varios siglos atrás… Y así, un Jean complacido, comenzó a relatar los orígenes históricos de Santa Claus, desde San Nicolás y de cómo, gracias a una publicidad de Coca-Cola, se popularizó su característico traje rojo y blanco. Grey, viéndolo tan contento presumiendo sus conocimientos ante un público interesado, solo pudo reírse para sus adentros: él era feliz comiendo, y Jean era feliz compartiendo lo que sabía sobre el mundo. _____________ | Es un poco random, pero me pareció lindo compartirlo, además de que de este AU no publico mucho jaja. Pronto espero subir de los otros, sobre todo del Jean Victoriano, en fin, solo quiero decirles: ¡Feliz navidad!
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  • Lo único que se , igual que el amor y la esperanza, luz y oscuridad , el día y la noche , el amor y la guerra , el sol y la luna ..... No puede vivir sin la otra son hermanas , aliadas e ala vez enemigas entre ellas por muchos siglos antes que los dioses nascan del caos .
    Lo único que se , igual que el amor y la esperanza, luz y oscuridad , el día y la noche , el amor y la guerra , el sol y la luna ..... No puede vivir sin la otra son hermanas , aliadas e ala vez enemigas entre ellas por muchos siglos antes que los dioses nascan del caos .
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  • Let's take a ride
    Fandom The legend of zelda
    Categoría Fantasía
    //Rol privado con Link //

    Por mucho que intentaron retrasar, el calendario marcó el principio del fin. El rey zora y el héroe del tiempo debían ir a Hyrule.

    Los últimos dos meses y medio habían pasado más rápido de lo que quisiera admitir en voz alta. Al inicio, había creído que sólo recuperó a su mejor amigo, a su cómplice, aquel que admiraba como el héroe valeroso que era de quien se cantaban leyendas y cuyo nombre ahora portaban niños en su honor. No obstante, conforme pasaron los días y fue conociendo más a Link, el hyliano, Sidón se encontró más y más a gusto en su presencia, recuperando ese característico repiqueteo que acostumbraba sentir en su corazón hace más de un siglo cada que lo veía. El rubor constante y las risas alegres delataban lo bien que se estaba a su lado.

    Y sobre todas las cosas, se alegraba de ver el cambio tan positivo que había tenido el reino en aquel rubio que había arribado sin un solo fragmento de alma. Sidón no quería darse crédito del asunto, incluso con toda la ayuda que otorgó, y simplemente era feliz viendo que Link volvía pues a ser Link.

    -Tenemos todo listo para el viaje -había dicho a uno de sus consejeros mientras terminaban de ver algunas cosas.

    -Me alegro de que vaya escoltado por el héroe. De otro modo, insistiría en que llevara guardias -respondió aquel zora, que era mucho mayor que el rey y las arrugas en su rostro delataba los años de la experiencia-. Lo que no entiendo… es por qué solicitaron un caballo extra ¿Epona no irá con ustedes?

    -Ah, debió ser un error o la costumbre tal vez, no hace falta -Sidón, como siempre, mentía con maestría.

    Al tonto se le había olvidado que los zora no acostumbran usar caballos y no había modo de explicarles que deseaba la montura para cuando sucediera su maldición. Hasta ahora, solo un alma sabía al respecto y deseaba que siguiera así.

    Las dos semanas que estuvieron entrenando en el bosque, conversando y bromeando, le habían sanado también un poco el alma al rey. No le daba oportunidad de pensar respecto a sus males y ya no necesitaba escapar corriendo cada que veía a Link. Después de todo, Mipha sí que había tenido razón: la pena dolió menos en compañía.

    Fue a esperar a Link en la entrada del reino. Sin despedidas públicas o glamurosas y con el frío sol de las diez de la mañana, quería ser lo más discreto posible.

    -¡Link! ¿Está todo listo? -preguntó nada más verlo, con su sonrisa colmilluda visible. Sidón llevaba una mochila cruzada con un par de provisiones. Según le explicaron, la mayor parte de lo necesario se lo habrían dado a Link para poner en sus alforjas-. Tendremos viaje libre hasta eso de las seis de la tarde. Nos serviré de reloj -aprovechaba ahora que alguien podía entender sus temas. Sus escamas incluso parecían haber adquirido un tono más vibrante.
    //Rol privado con [Hero0ft1me] // Por mucho que intentaron retrasar, el calendario marcó el principio del fin. El rey zora y el héroe del tiempo debían ir a Hyrule. Los últimos dos meses y medio habían pasado más rápido de lo que quisiera admitir en voz alta. Al inicio, había creído que sólo recuperó a su mejor amigo, a su cómplice, aquel que admiraba como el héroe valeroso que era de quien se cantaban leyendas y cuyo nombre ahora portaban niños en su honor. No obstante, conforme pasaron los días y fue conociendo más a Link, el hyliano, Sidón se encontró más y más a gusto en su presencia, recuperando ese característico repiqueteo que acostumbraba sentir en su corazón hace más de un siglo cada que lo veía. El rubor constante y las risas alegres delataban lo bien que se estaba a su lado. Y sobre todas las cosas, se alegraba de ver el cambio tan positivo que había tenido el reino en aquel rubio que había arribado sin un solo fragmento de alma. Sidón no quería darse crédito del asunto, incluso con toda la ayuda que otorgó, y simplemente era feliz viendo que Link volvía pues a ser Link. -Tenemos todo listo para el viaje -había dicho a uno de sus consejeros mientras terminaban de ver algunas cosas. -Me alegro de que vaya escoltado por el héroe. De otro modo, insistiría en que llevara guardias -respondió aquel zora, que era mucho mayor que el rey y las arrugas en su rostro delataba los años de la experiencia-. Lo que no entiendo… es por qué solicitaron un caballo extra ¿Epona no irá con ustedes? -Ah, debió ser un error o la costumbre tal vez, no hace falta -Sidón, como siempre, mentía con maestría. Al tonto se le había olvidado que los zora no acostumbran usar caballos y no había modo de explicarles que deseaba la montura para cuando sucediera su maldición. Hasta ahora, solo un alma sabía al respecto y deseaba que siguiera así. Las dos semanas que estuvieron entrenando en el bosque, conversando y bromeando, le habían sanado también un poco el alma al rey. No le daba oportunidad de pensar respecto a sus males y ya no necesitaba escapar corriendo cada que veía a Link. Después de todo, Mipha sí que había tenido razón: la pena dolió menos en compañía. Fue a esperar a Link en la entrada del reino. Sin despedidas públicas o glamurosas y con el frío sol de las diez de la mañana, quería ser lo más discreto posible. -¡Link! ¿Está todo listo? -preguntó nada más verlo, con su sonrisa colmilluda visible. Sidón llevaba una mochila cruzada con un par de provisiones. Según le explicaron, la mayor parte de lo necesario se lo habrían dado a Link para poner en sus alforjas-. Tendremos viaje libre hasta eso de las seis de la tarde. Nos serviré de reloj -aprovechaba ahora que alguien podía entender sus temas. Sus escamas incluso parecían haber adquirido un tono más vibrante.
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    Individual
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    Cualquier línea
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    Disponible
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  • - Hasta tú existes aquí...

    Suelta un suspiro, debió saberlo, si Albert Entrati trajo todo lo del futuro a este siglo, Helminto no sería la excepción, la madre de los Warframes.
    - Hasta tú existes aquí... Suelta un suspiro, debió saberlo, si Albert Entrati trajo todo lo del futuro a este siglo, Helminto no sería la excepción, la madre de los Warframes.
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  • — En un extenso y majestuoso jardín, lleno de arboledas y plantas cuidadosamente dispuestas, se alzaba una propiedad de ensueño: un castillo que irradiaba lujo y elegancia. En el corazón de aquel paraíso, una fuente adornada con una estatua de un ángel de facciones finas y delicadas capturaba la atención. La figura celestial sostenía un cántaro del que brotaban cristalinos chorros de agua, llenando la pileta a sus pies. Sus imponentes alas servían de refugio para los pájaros, que se posaban sobre ellas mientras admiraban la belleza del lugar.

    Con el paso del tiempo, la superficie de la estatua comenzó a agrietarse. Los delicados trazos de mármol se rompían lentamente, dejando escapar una energía latente que había estado contenida durante siglos. La maldición finalmente se disipó, y el ángel cobró vida.

    Sus alas se desplegaron con un poderoso aleteo, levantando una nube de polvo que flotó en el aire, iluminada por la luz del sol. Con movimientos torpes pero llenos de gracia, la figura celestial se irguió, despertando de su largo letargo.

    — ¡Por los cielos! —exclamó con un tono que oscilaba entre el asombro y el cansancio—. Eso sí que fue agotador.

    El ángel se estiró, sintiendo cómo sus músculos adormecidos protestaban tras años de inmovilidad. Sus ojos, profundos y chispeantes, recorrieron el jardín con curiosidad mientras una sonrisa maliciosa curvaba sus labios.

    — Vaya, vaya… —murmuró con un aire juguetón—. Espero que este lugar, al menos, sea entretenido.
    — En un extenso y majestuoso jardín, lleno de arboledas y plantas cuidadosamente dispuestas, se alzaba una propiedad de ensueño: un castillo que irradiaba lujo y elegancia. En el corazón de aquel paraíso, una fuente adornada con una estatua de un ángel de facciones finas y delicadas capturaba la atención. La figura celestial sostenía un cántaro del que brotaban cristalinos chorros de agua, llenando la pileta a sus pies. Sus imponentes alas servían de refugio para los pájaros, que se posaban sobre ellas mientras admiraban la belleza del lugar. Con el paso del tiempo, la superficie de la estatua comenzó a agrietarse. Los delicados trazos de mármol se rompían lentamente, dejando escapar una energía latente que había estado contenida durante siglos. La maldición finalmente se disipó, y el ángel cobró vida. Sus alas se desplegaron con un poderoso aleteo, levantando una nube de polvo que flotó en el aire, iluminada por la luz del sol. Con movimientos torpes pero llenos de gracia, la figura celestial se irguió, despertando de su largo letargo. — ¡Por los cielos! —exclamó con un tono que oscilaba entre el asombro y el cansancio—. Eso sí que fue agotador. El ángel se estiró, sintiendo cómo sus músculos adormecidos protestaban tras años de inmovilidad. Sus ojos, profundos y chispeantes, recorrieron el jardín con curiosidad mientras una sonrisa maliciosa curvaba sus labios. — Vaya, vaya… —murmuró con un aire juguetón—. Espero que este lugar, al menos, sea entretenido.
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  • — La realidad era que, después de dos siglos de clandestinidad, yo aparecía abiertamente entre los mortales. Pronunciaba mi nombre en voz alta, declaraba sin temor mi condición... ¡Existía! —
    — La realidad era que, después de dos siglos de clandestinidad, yo aparecía abiertamente entre los mortales. Pronunciaba mi nombre en voz alta, declaraba sin temor mi condición... ¡Existía! —
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  • « Recuerdos de un Zorro »


    // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano . Espero que lo disfruten.//

    Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie.

    No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano.

    Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón.

    No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones.

    Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar.

    Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli.

    Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna.

    Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía.

    ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce.

    Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca.

    -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación.

    La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita.

    ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido.

    Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca.

    El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante.

    ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta.

    -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza.

    La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona.

    El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas.

    Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro.

    ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa.

    - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía.

    ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos.

    -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria.

    El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien.

    Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo.

    ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro.

    Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada.

    Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido.

    Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo.

    ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este.

    Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko.

    Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba.

    Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada.

    La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma.

    ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro.

    La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque.

    ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa.

    Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto.

    Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz.

    Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir.

    En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo.

    No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos.

    ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave.

    Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad.

    Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven.

    Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad.

    No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida.

    Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello.

    La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno.

    Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio.

    ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro.

    Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?.

    El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él.

    Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.

    « Recuerdos de un Zorro » // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano 🫂. Espero que lo disfruten.// Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie. No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano. Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón. No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones. Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar. Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli. Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna. Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía. ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce. Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca. -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación. La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita. ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido. Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca. El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante. ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta. -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza. La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona. El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas. Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro. ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa. - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía. ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos. -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria. El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien. Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo. ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro. Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada. Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido. Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo. ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este. Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko. Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba. Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada. La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma. ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro. La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque. ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa. Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto. Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz. Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir. En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo. No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos. ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave. Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad. Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven. Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad. No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida. Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello. La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno. Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio. ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro. Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?. El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él. Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.
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  • — Jeff, Nina, prepárense, Ann y yo acabaremos con ustedes con el arma mas poderosa de los siglos (?)
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  • Han pasado siglos desde la última vez que supe algo de ti 𝒢𝒶𝓇𝓁𝒶𝓃𝒹 𝒟𝓊𝓂𝑜𝓃𝓉 ¿La fortuna te a sonreído?
    Han pasado siglos desde la última vez que supe algo de ti [Vampiresurge0n] ¿La fortuna te a sonreído?
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