• Muy rey , mi señor

    -realizo una reverencia retirando la venda que le había puesto a su esposo segundos antes de raptarlo. Sabía que hablar no funcionaría después de cierta discusión así que se limitaría a los actos.
    Llegó a lucifer a su pantano en dónde había acomodado una mesa de picnic con pasteles de manzana, jambalaya con carne cocinada y un centenar de patitos de goma dibujando un pintagrama invertido en medio de ambos, cada uno sujetando en sus diminutas alas o pocos flores negras aquellas que alguna vez alguien creo para que alastor pudiera sentir de nuevo una flor entre sus dedos. Acaricio el rostro de su esposo sentándose a su lado -

    Se que soy un idiota y me has dado más de lo que merezco como hombre y pecador

    -recosto el menton sobre el hombro de su esposo -

    Un perdón no es suficiente por darte tan poco cuando me das el todo

    Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗
    Muy rey , mi señor -realizo una reverencia retirando la venda que le había puesto a su esposo segundos antes de raptarlo. Sabía que hablar no funcionaría después de cierta discusión así que se limitaría a los actos. Llegó a lucifer a su pantano en dónde había acomodado una mesa de picnic con pasteles de manzana, jambalaya con carne cocinada y un centenar de patitos de goma dibujando un pintagrama invertido en medio de ambos, cada uno sujetando en sus diminutas alas o pocos flores negras aquellas que alguna vez alguien creo para que alastor pudiera sentir de nuevo una flor entre sus dedos. Acaricio el rostro de su esposo sentándose a su lado - Se que soy un idiota y me has dado más de lo que merezco como hombre y pecador -recosto el menton sobre el hombro de su esposo - Un perdón no es suficiente por darte tan poco cuando me das el todo [LuciHe11]
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  • - Está preparando la canción para Kalisa , encontró más sobre todo una canción en guitarra eléctrica su debilidad la está afinando para cantarla -

    Mi maestro fue el último, un dragón legendario,el que se creyó perdido, sabio y milenario.Me enseñó el silencio, el peso del acero,la danza de la esquiva, el pulso verdadero.Me templó en su fuego, me dio su claridad:buscar siempre la paz, pero honrar la verdad... de la batalla.
    - Está preparando la canción para Kalisa , encontró más sobre todo una canción en guitarra eléctrica su debilidad la está afinando para cantarla - Mi maestro fue el último, un dragón legendario,el que se creyó perdido, sabio y milenario.Me enseñó el silencio, el peso del acero,la danza de la esquiva, el pulso verdadero.Me templó en su fuego, me dio su claridad:buscar siempre la paz, pero honrar la verdad... de la batalla.
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  • ¡Nutty se ha tragado un fórmula que aún no terminaba y el muy idiota creyó que era bebida azucarada!.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ¡Nuevas incorporaciones en Personajes 3D!

    Esta semana damos la bienvenida a 33 personajes 3D nuevos, que llegan para seguir ampliando historias, fandoms y posibilidades dentro de FicRol.

    Desglose por fandoms:

    Harry Potter: 5

    Marvel: 4

    The Walking Dead: 3

    ACOTAR: 2

    Supernatural: 1

    Interview with the Vampire: 1

    The Boys: 1

    Phantom of the Opera: 1

    Stranger Things: 1

    DC: 1

    ZYXS: 1

    Criminal Minds: 1

    Mitología: 1

    50 Sombras de Grey: 1

    Empireo: 1

    Bridgerton: 1

    OC: 9

    ¡Bienvenidos todos! El directorio ya refleja todas estas incorporaciones, así que podéis pasaros a conocerlos y empezar nuevas tramas.
    ✨ ¡Nuevas incorporaciones en Personajes 3D! ✨ Esta semana damos la bienvenida a 33 personajes 3D nuevos, que llegan para seguir ampliando historias, fandoms y posibilidades dentro de FicRol. 💫 📚 Desglose por fandoms: ⚡ Harry Potter: 5 🛡️ Marvel: 4 🧟 The Walking Dead: 3 🌙 ACOTAR: 2 👻 Supernatural: 1 🩸 Interview with the Vampire: 1 💥 The Boys: 1 🎭 Phantom of the Opera: 1 🌌 Stranger Things: 1 🦸 DC: 1 🌀 ZYXS: 1 🧠 Criminal Minds: 1 ⚡ Mitología: 1 🌹 50 Sombras de Grey: 1 👑 Empireo: 1 🎩 Bridgerton: 1 ✨ OC: 9 ¡Bienvenidos todos! El directorio ya refleja todas estas incorporaciones, así que podéis pasaros a conocerlos y empezar nuevas tramas. 🤍
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  • Presea se arreglaba para un evento que los reyes de Liones darían por ser ya diciembre, no sabe lo que pasará, solo estaba nervosa porque dijeron que darían anuncio de su compromiso con su hijo, el príncipe Tristan.

    —No se me da esto, estoy nervosa.
    Se dijo para ella misma mientras dejala que las doncellas del reino la ayuden a vestirse.
    Presea se arreglaba para un evento que los reyes de Liones darían por ser ya diciembre, no sabe lo que pasará, solo estaba nervosa porque dijeron que darían anuncio de su compromiso con su hijo, el príncipe Tristan. —No se me da esto, estoy nervosa. Se dijo para ella misma mientras dejala que las doncellas del reino la ayuden a vestirse.
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  • Aun asi debo cumplir una promesa a alguien y es ser un mejor rey , no me rendire .
    Aun asi debo cumplir una promesa a alguien y es ser un mejor rey , no me rendire .
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  • ¿Dijiste que te llamabas Hades el Rey del inframundo? .....
    Pues dejame decirte que en este mundo
    Solo hay un rey y resulta que soy yo.
    ¿Dijiste que te llamabas Hades el Rey del inframundo? ..... Pues dejame decirte que en este mundo Solo hay un rey y resulta que soy yo.
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  • «Escena cerrada»

    El juicio de los Dioses.

    Todo acto tiene una consecuencia, y Kazuo lo sabía muy bien. Por eso no le sorprendió ser convocado ante los dioses en el Reikai, el mundo de los espíritus, donde kamis y seres sobrenaturales vivían sin tener que esconderse del plano mortal.

    Kazuo había sido testigo de cómo la demonio Nekomata Reiko borraba las pruebas de su “delito”. Había matado a un humano, un infeliz que, a criterio del propio Kazuo, se lo merecía. La conocía desde semanas atrás, en circunstancias un tanto peculiares. Pero, de alguna forma, dos seres que por naturaleza debían repelerse conectaron de una manera difícil de explicar. Hubo comprensión en el dolor del otro, forjando un pacto silencioso en el que, incluso entre enemigos, existía un respeto mutuo.

    Pero eso, a ojos de los dioses, era intolerable. A su juicio, la Nekomata había matado por placer, segando una vida humana “indefensa”. Kazuo, como mensajero y ser bendecido por lo celestial, debería haber sido el verdugo de aquel ser corrupto. Sin embargo, buscó —quizá— una “excusa conveniente” para no cumplir con lo que debía ser su deber.

    El zorro tenía sus propias reglas, sus convicciones y su moral. A veces, aquellas ideas no encajaban con las estrictas normas del plano ancestral. Era un ser de más de mil doscientos años que había vivido brutalidades en las que ni su madre, Inari, pudo protegerlo siempre; un dios debe velar por un bien general, no puede estar observando eternamente a un único ser. Por ese libre albedrío Kazuo era conocido en aquel reino como el “Mensajero Problemático”, el hijo predilecto de Inari. Nadie entendía por qué los dioses eran tan permisivos con él, por qué su madre miraba hacia otro lado cuando actuaba por su cuenta. Era como si la diosa confiara ciegamente en su criterio, aunque este fuese en contra de los demás kamis.

    Kazuo era respetado en aquel reino por la mayoría de criaturas sobrenaturales; sin embargo, entre los seres de rango superior, era temido y respetado a partes iguales. Fue por esa “popularidad” que todos acudieron al llamado: al juicio en el que Kazuo sería sometido a sentencia.

    No ofreció resistencia, aun así fue apresado con cadenas doradas, unas de las que ningún ser celestial —ni siquiera los dioses— sería capaz de escapar. Se arrodilló con esa calma y templanza que tanto lo caracterizaban, la mirada fija en los dioses que lo habían convocado sin titubear, mostrando el orgullo inherente a él. Inari era la única en contra de aquel espectáculo; por su cercanía con el acusado no se le permitió participar en aquel teatro. Porque eso era: un teatro. No un juicio, sino un paripé para justificar el castigo.

    Una voz recitó en alto los cargos en su contra. Como kitsune del más alto rango, había hecho la “vista gorda” ante un crimen que debía haber sido ajusticiado con la muerte de la Nekomata. Le otorgaron el don de la palabra. Pensó en no decir nada, pero tras unos largos segundos decidió hablar.

    —No pediré perdón. Soy consciente de mis actos y, a mi juicio, el ojo por ojo fue justificación suficiente. No saldrá clemencia de mis labios, porque aunque aquí termine mi camino, lo haré en paz, siendo fiel a mis convicciones. Y si salgo de esta, estaré dispuesto a afrontar cuantos juicios vengan detrás de este, si creen que debo ser sometido a ellos —habló con esa seguridad tan propia de él.

    A pesar de estar de rodillas y encadenado como el perro en que querían convertirlo, su aura y convicción mantenían su dignidad intacta.

    Pero, pese a aquellas palabras, la sentencia fue firme: latigazos hasta que se arrepintiera. Kazuo no agachó la cabeza; mantuvo la mirada fija, y sus ojos color zafiro centellearon con ese orgullo inquebrantable. Un látigo dorado cayó con fuerza sobre su espalda en cada brazada. Aquel látigo estaba bendecido igual que las cadenas, lo que significaba que las heridas no podrían curarse con su poder de regeneración ni con ningún otro. Aquellas cicatrices tardarían meses en desaparecer, si es que sobrevivía al castigo.

    Inari sollozaba con cada golpe en la espalda de su amado hijo, y los sonidos de estremecimiento del público se mezclaban con el chasquido del látigo. Kazuo no gritó, no lloró, no suplicó. Se mantuvo entero, incluso cuando sus ropas se desgarraron tras cada impacto. La sangre brotaba, su piel lacerada hasta el músculo. Cada latigazo hacía tensar su cuerpo, apretando los dientes para que ni un solo gemido escapara de sus labios sellados. La sangre salió también de su boca: no solo su espalda estaba siendo castigada, sino también el interior de su cuerpo, sacudido con violencia.

    Aquello duró un día… dos… tres. El único momento de descanso era el cambio de verdugo, unos minutos para recobrar el aliento. Kazuo era obstinado: jamás cedería, aunque le costara la vida. En sus momentos de flaqueza solo podía pensar en una cosa: ¿qué estaría haciendo Melina? ¿Lo estaría esperando? Seguro estaba enfadada, creyendo que había escapado al bosque. Estaría preparando su discurso para darle un merecido sermón. No había tenido tiempo de avisarla, de decirle que esa noche no llegaría a casa… o que tal vez no lo haría nunca.

    Al tercer día, los ánimos de los espíritus del reino estaban caldeados. Ya no eran murmuros: eran gritos, reproches y súplicas de clemencia. La misma que Kazuo se negaba a pedir. La presión que los jueces recibían era asfixiante. A Inari no le quedaban lágrimas; pedía perdón en nombre de su hijo, rogando a los kamis mayores que pusieran fin a aquella barbarie. El castigo había sido ejemplar. Demasiado, quizá.

    Finalmente, tras tres días de sentencia implacable, los latigazos cesaron. Las cadenas se aflojaron y se deshicieron como arena dorada, llevadas por la primera brisa.

    Kazuo, aún de rodillas, se tambaleaba. Inari corrió por fin hacia él y se arrodilló a su lado. Él intentó enfocar su mirada y, solo cuando la reconoció, se dejó vencer por el cansancio y el dolor. Cayó como peso muerto sobre el regazo de su diosa.

    —Lo siento… Necesito ir… a casa —fue lo único que alcanzó a decir, con un hilo de voz tras tres días de tormento.

    A la única a quien Kazuo guardaba el máximo respeto era a su diosa; a aquella que lo había “bendecido” al nacer. Era instintivo, imposible de ignorar. Solo quería volver a casa, a su templo, junto a ella.
    «Escena cerrada» El juicio de los Dioses. Todo acto tiene una consecuencia, y Kazuo lo sabía muy bien. Por eso no le sorprendió ser convocado ante los dioses en el Reikai, el mundo de los espíritus, donde kamis y seres sobrenaturales vivían sin tener que esconderse del plano mortal. Kazuo había sido testigo de cómo la demonio Nekomata Reiko borraba las pruebas de su “delito”. Había matado a un humano, un infeliz que, a criterio del propio Kazuo, se lo merecía. La conocía desde semanas atrás, en circunstancias un tanto peculiares. Pero, de alguna forma, dos seres que por naturaleza debían repelerse conectaron de una manera difícil de explicar. Hubo comprensión en el dolor del otro, forjando un pacto silencioso en el que, incluso entre enemigos, existía un respeto mutuo. Pero eso, a ojos de los dioses, era intolerable. A su juicio, la Nekomata había matado por placer, segando una vida humana “indefensa”. Kazuo, como mensajero y ser bendecido por lo celestial, debería haber sido el verdugo de aquel ser corrupto. Sin embargo, buscó —quizá— una “excusa conveniente” para no cumplir con lo que debía ser su deber. El zorro tenía sus propias reglas, sus convicciones y su moral. A veces, aquellas ideas no encajaban con las estrictas normas del plano ancestral. Era un ser de más de mil doscientos años que había vivido brutalidades en las que ni su madre, Inari, pudo protegerlo siempre; un dios debe velar por un bien general, no puede estar observando eternamente a un único ser. Por ese libre albedrío Kazuo era conocido en aquel reino como el “Mensajero Problemático”, el hijo predilecto de Inari. Nadie entendía por qué los dioses eran tan permisivos con él, por qué su madre miraba hacia otro lado cuando actuaba por su cuenta. Era como si la diosa confiara ciegamente en su criterio, aunque este fuese en contra de los demás kamis. Kazuo era respetado en aquel reino por la mayoría de criaturas sobrenaturales; sin embargo, entre los seres de rango superior, era temido y respetado a partes iguales. Fue por esa “popularidad” que todos acudieron al llamado: al juicio en el que Kazuo sería sometido a sentencia. No ofreció resistencia, aun así fue apresado con cadenas doradas, unas de las que ningún ser celestial —ni siquiera los dioses— sería capaz de escapar. Se arrodilló con esa calma y templanza que tanto lo caracterizaban, la mirada fija en los dioses que lo habían convocado sin titubear, mostrando el orgullo inherente a él. Inari era la única en contra de aquel espectáculo; por su cercanía con el acusado no se le permitió participar en aquel teatro. Porque eso era: un teatro. No un juicio, sino un paripé para justificar el castigo. Una voz recitó en alto los cargos en su contra. Como kitsune del más alto rango, había hecho la “vista gorda” ante un crimen que debía haber sido ajusticiado con la muerte de la Nekomata. Le otorgaron el don de la palabra. Pensó en no decir nada, pero tras unos largos segundos decidió hablar. —No pediré perdón. Soy consciente de mis actos y, a mi juicio, el ojo por ojo fue justificación suficiente. No saldrá clemencia de mis labios, porque aunque aquí termine mi camino, lo haré en paz, siendo fiel a mis convicciones. Y si salgo de esta, estaré dispuesto a afrontar cuantos juicios vengan detrás de este, si creen que debo ser sometido a ellos —habló con esa seguridad tan propia de él. A pesar de estar de rodillas y encadenado como el perro en que querían convertirlo, su aura y convicción mantenían su dignidad intacta. Pero, pese a aquellas palabras, la sentencia fue firme: latigazos hasta que se arrepintiera. Kazuo no agachó la cabeza; mantuvo la mirada fija, y sus ojos color zafiro centellearon con ese orgullo inquebrantable. Un látigo dorado cayó con fuerza sobre su espalda en cada brazada. Aquel látigo estaba bendecido igual que las cadenas, lo que significaba que las heridas no podrían curarse con su poder de regeneración ni con ningún otro. Aquellas cicatrices tardarían meses en desaparecer, si es que sobrevivía al castigo. Inari sollozaba con cada golpe en la espalda de su amado hijo, y los sonidos de estremecimiento del público se mezclaban con el chasquido del látigo. Kazuo no gritó, no lloró, no suplicó. Se mantuvo entero, incluso cuando sus ropas se desgarraron tras cada impacto. La sangre brotaba, su piel lacerada hasta el músculo. Cada latigazo hacía tensar su cuerpo, apretando los dientes para que ni un solo gemido escapara de sus labios sellados. La sangre salió también de su boca: no solo su espalda estaba siendo castigada, sino también el interior de su cuerpo, sacudido con violencia. Aquello duró un día… dos… tres. El único momento de descanso era el cambio de verdugo, unos minutos para recobrar el aliento. Kazuo era obstinado: jamás cedería, aunque le costara la vida. En sus momentos de flaqueza solo podía pensar en una cosa: ¿qué estaría haciendo Melina? ¿Lo estaría esperando? Seguro estaba enfadada, creyendo que había escapado al bosque. Estaría preparando su discurso para darle un merecido sermón. No había tenido tiempo de avisarla, de decirle que esa noche no llegaría a casa… o que tal vez no lo haría nunca. Al tercer día, los ánimos de los espíritus del reino estaban caldeados. Ya no eran murmuros: eran gritos, reproches y súplicas de clemencia. La misma que Kazuo se negaba a pedir. La presión que los jueces recibían era asfixiante. A Inari no le quedaban lágrimas; pedía perdón en nombre de su hijo, rogando a los kamis mayores que pusieran fin a aquella barbarie. El castigo había sido ejemplar. Demasiado, quizá. Finalmente, tras tres días de sentencia implacable, los latigazos cesaron. Las cadenas se aflojaron y se deshicieron como arena dorada, llevadas por la primera brisa. Kazuo, aún de rodillas, se tambaleaba. Inari corrió por fin hacia él y se arrodilló a su lado. Él intentó enfocar su mirada y, solo cuando la reconoció, se dejó vencer por el cansancio y el dolor. Cayó como peso muerto sobre el regazo de su diosa. —Lo siento… Necesito ir… a casa —fue lo único que alcanzó a decir, con un hilo de voz tras tres días de tormento. A la única a quien Kazuo guardaba el máximo respeto era a su diosa; a aquella que lo había “bendecido” al nacer. Era instintivo, imposible de ignorar. Solo quería volver a casa, a su templo, junto a ella.
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  • ¡El orgullo de un rey
    Esta en proteger a su pueblo!
    ¡El orgullo de un rey Esta en proteger a su pueblo!
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  • - aun que el emperador nunca, tenia casi tiempo para el mismo y su pueblo estaba alli , sus subitos para el qin shi huang estaba dispuesto a dar todo por su gente, se veia muy calmado pero era solo la pariensa del rey.-
    - aun que el emperador nunca, tenia casi tiempo para el mismo y su pueblo estaba alli , sus subitos para el qin shi huang estaba dispuesto a dar todo por su gente, se veia muy calmado pero era solo la pariensa del rey.-
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