• ❝ 𝐀𝐖𝐀𝐊𝐄𝐍𝐈𝐍𝐆. ❞

    ──── ¿Uh? ¿Que pasó? ¿Estoy vivo? ¡Ahg! ¿Porque me duele tanto el cuello y porque algunas partes de mi cuerpo estan de color negro? ¿Estuve muerto? No recuerdo nada ni a nadie. ──── Esas preguntas se hacía Santiago al despertarse luego de estar muerto 3 meses. Su cuerpo luce palido, yace con cicatrices y una gran cortada al cuello debido a que lo agarraron desprevenido y donde esta fue la causa de su muerte. No recuerda casi nada del pasado, apenas sabe como se llama.
    ❝ 𝐀𝐖𝐀𝐊𝐄𝐍𝐈𝐍𝐆. ❞ ──── ¿Uh? ¿Que pasó? ¿Estoy vivo? ¡Ahg! ¿Porque me duele tanto el cuello y porque algunas partes de mi cuerpo estan de color negro? ¿Estuve muerto? No recuerdo nada ni a nadie. ──── Esas preguntas se hacía Santiago al despertarse luego de estar muerto 3 meses. Su cuerpo luce palido, yace con cicatrices y una gran cortada al cuello debido a que lo agarraron desprevenido y donde esta fue la causa de su muerte. No recuerda casi nada del pasado, apenas sabe como se llama.
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  • "¿Cómo que con esta ropa no puedo entrar al restaurante? Pero.. ¿qué tiene de malo? Es solo un canal de armonía con las frecuencias de esta dimensión…¿qué se supone que coma ahora?" Preguntas que formula su mente pero que no es no capaz de decir.

    Asiente aunque el murmullo de su estómago corta el silencio mental. Un sonido suave, pero punzante en su percepción. El hambre la consume lentamente, pero más aún, la incomprensión.
    "¿Cómo que con esta ropa no puedo entrar al restaurante? Pero.. ¿qué tiene de malo? Es solo un canal de armonía con las frecuencias de esta dimensión…¿qué se supone que coma ahora?" Preguntas que formula su mente pero que no es no capaz de decir. Asiente aunque el murmullo de su estómago corta el silencio mental. Un sonido suave, pero punzante en su percepción. El hambre la consume lentamente, pero más aún, la incomprensión.
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  • Historia Naciente
    Fandom OC
    Categoría Original
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes.

    — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial.

    Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia.

    — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones.

    Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia.

    || Rol con Ney Nixays
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes. — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial. Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia. — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones. Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia. || Rol con [galaxy_violet_eagle_913]
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  • Una foto y un nombre: Ryan .

    Lo único que recibió de su cliente, además de la petición de indagar más sobre el sujeto. Quería que descubriera tanto como fuera posible y de cualquier manera. La única regla (de momento): no enfrentarse a él.

    Sin hacer demasiadas preguntas se puso a ello. Su sorpresa fue notoria cuando, al intentar sacar información a la luz, se encontró con casi nada, era como si ese sujeto se hubiera borrado por completo... igual que ella y sus hermanos si los buscaban.

    -Es listo... -se dijo a sí misma. Estaba bien, un reto podía ser entretenido. Sin embargo, tras unos días de haber recolectado poco que fuera valioso tuvo que decidir el hacer algo diferente: seguirlo, espiarlo. No sería la primera vez que hacía algo así, pero el trabajo de campo no era algo que realizaba siempre.

    Sus hermanos estaban ocupados con otros objetivos, y pudo haber esperado, pero el cliente parecía apresurado y pagaría bien. Podía hacerlo, ni siquiera necesitaba interactuar con ese sujeto.

    Así mismo, se preparó, sabiendo en dónde y en qué horario se presentaría. Tendría cuidado en ello, aunque también iba a llevarse algunas armas por si acaso. Necesitaba pruebas de que estaba avanzando con algo o el cliente iba a terminar el trato.
    Una foto y un nombre: [Ryan_Al_72]. Lo único que recibió de su cliente, además de la petición de indagar más sobre el sujeto. Quería que descubriera tanto como fuera posible y de cualquier manera. La única regla (de momento): no enfrentarse a él. Sin hacer demasiadas preguntas se puso a ello. Su sorpresa fue notoria cuando, al intentar sacar información a la luz, se encontró con casi nada, era como si ese sujeto se hubiera borrado por completo... igual que ella y sus hermanos si los buscaban. -Es listo... -se dijo a sí misma. Estaba bien, un reto podía ser entretenido. Sin embargo, tras unos días de haber recolectado poco que fuera valioso tuvo que decidir el hacer algo diferente: seguirlo, espiarlo. No sería la primera vez que hacía algo así, pero el trabajo de campo no era algo que realizaba siempre. Sus hermanos estaban ocupados con otros objetivos, y pudo haber esperado, pero el cliente parecía apresurado y pagaría bien. Podía hacerlo, ni siquiera necesitaba interactuar con ese sujeto. Así mismo, se preparó, sabiendo en dónde y en qué horario se presentaría. Tendría cuidado en ello, aunque también iba a llevarse algunas armas por si acaso. Necesitaba pruebas de que estaba avanzando con algo o el cliente iba a terminar el trato.
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  • Muy buenas tardes damas y caballeros esta publicacion es algo diferente a lo habitual es una dinámica de preguntas y respuestas ustedes hacen sus preguntas y yo les responderé satisfactoriamente e visto que visitan mucho mi perfil y me.da a entender que tienen curiosidad sobre mi existencia así que este es su momento ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠`⁠ʔ
    Muy buenas tardes damas y caballeros esta publicacion es algo diferente a lo habitual es una dinámica de preguntas y respuestas ustedes hacen sus preguntas y yo les responderé satisfactoriamente e visto que visitan mucho mi perfil y me.da a entender que tienen curiosidad sobre mi existencia así que este es su momento ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠`⁠ʔ
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  • El sol caía sin piedad sobre el lago, empapando la superficie con un brillo insoportable. El cielo estaba despejado, cruelmente azul, y el calor se sentía como una manta gruesa pegada al cuerpo. John empujó la manga de su camiseta sin mangas con el antebrazo, el sudor deslizándose por su cuello y por la espalda baja con una terquedad que irritaba más que incomodaba.

    —Jodido calor… —murmuró, con el cubrebocas bajado hasta la barbilla, mientras se inclinaba para sujetar otra bolsa negra.

    La balsa inflable crujía levemente con cada movimiento. No era un bote elegante ni robusto, pero era suficiente para este tipo de trabajo. Ligera, silenciosa, fácil de hundir si alguna vez lo necesitaba.

    Frente a él, el lago se extendía profundo y silencioso. Oscuro. No había fondo visible. Solo agua negra que lo tragaba todo con una indiferencia absoluta.

    Levantó la bolsa con un pequeño esfuerzo —esa sí pesaba más que las otras— y la arrojó al agua. El impacto levantó una salpicadura mínima, que pronto fue absorbida por la quietud del lago. Como si nunca hubiese existido. Como si nada lo hiciera.

    —Podría estar desayunando... un panecillo o algo —gruñó, limpiándose la frente con la muñeca—. Pero no. Aquí estoy. Tostándome como si esto fuera Miami.

    Otra bolsa. Otro lanzamiento. Otro pequeño *chap*. Las ondas se extendieron perezosas, muriendo rápido. El lago siempre recibía sin hacer preguntas. En ese sentido, era lo más cercano a una tumba perfecta.

    El sol brilló sobre el agua con un destello blanco, forzándolo a entrecerrar los ojos. Se colocó los lentes oscuros de nuevo. La jornada estaba por terminar. Solo quedaban dos bolsas.

    —Debería pedirle a Hammer que me pague extra por días calurosos —masculló—. O que al menos me consiga una lancha con sombrilla.

    El silencio fue su única respuesta.

    Y aunque sudaba, y el aire era espeso y denso, John se sentía… tranquilo.

    Lanzá otra bolsa.

    –Una menos.
    El sol caía sin piedad sobre el lago, empapando la superficie con un brillo insoportable. El cielo estaba despejado, cruelmente azul, y el calor se sentía como una manta gruesa pegada al cuerpo. John empujó la manga de su camiseta sin mangas con el antebrazo, el sudor deslizándose por su cuello y por la espalda baja con una terquedad que irritaba más que incomodaba. —Jodido calor… —murmuró, con el cubrebocas bajado hasta la barbilla, mientras se inclinaba para sujetar otra bolsa negra. La balsa inflable crujía levemente con cada movimiento. No era un bote elegante ni robusto, pero era suficiente para este tipo de trabajo. Ligera, silenciosa, fácil de hundir si alguna vez lo necesitaba. Frente a él, el lago se extendía profundo y silencioso. Oscuro. No había fondo visible. Solo agua negra que lo tragaba todo con una indiferencia absoluta. Levantó la bolsa con un pequeño esfuerzo —esa sí pesaba más que las otras— y la arrojó al agua. El impacto levantó una salpicadura mínima, que pronto fue absorbida por la quietud del lago. Como si nunca hubiese existido. Como si nada lo hiciera. —Podría estar desayunando... un panecillo o algo —gruñó, limpiándose la frente con la muñeca—. Pero no. Aquí estoy. Tostándome como si esto fuera Miami. Otra bolsa. Otro lanzamiento. Otro pequeño *chap*. Las ondas se extendieron perezosas, muriendo rápido. El lago siempre recibía sin hacer preguntas. En ese sentido, era lo más cercano a una tumba perfecta. El sol brilló sobre el agua con un destello blanco, forzándolo a entrecerrar los ojos. Se colocó los lentes oscuros de nuevo. La jornada estaba por terminar. Solo quedaban dos bolsas. —Debería pedirle a Hammer que me pague extra por días calurosos —masculló—. O que al menos me consiga una lancha con sombrilla. El silencio fue su única respuesta. Y aunque sudaba, y el aire era espeso y denso, John se sentía… tranquilo. Lanzá otra bolsa. –Una menos.
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  • El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre.

    Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro.

    —Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú.

    John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde.

    —No estoy interesado.

    Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales.

    —No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros.

    John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono.

    —Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda.

    Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado.

    —Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres.

    John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal.

    —¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo?

    —No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía.

    El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno.

    —Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré.

    Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro.

    —Gracias por esto, Corvac.

    El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró:

    —No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan.

    Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
    El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre. Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro. —Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú. John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde. —No estoy interesado. Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales. —No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros. John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono. —Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda. Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado. —Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres. John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal. —¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo? —No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía. El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno. —Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré. Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro. —Gracias por esto, Corvac. El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró: —No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan. Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
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  • El cliente llegó tarde. Siempre lo hacen. John esperaba apoyado contra la vieja camioneta, bajo el amparo de su gorra negra y el cubrebocas que ya no se quitaba ni en su tiempo libre. No por el polvo, ni por las bacterias. Era simplemente más fácil así. Menos rostro, menos preguntas.

    El hombre que bajó del auto de lujo tenía esa energía que dejaba residuos. Traje caro, sonrisa forzada, y un maletín que parecía más pesado de lo que debería.

    —Gracias por venir en persona —dijo el cliente, extendiéndole la mano. John no la estrechó. Solo asintió.

    —¿Qué hay que limpiar? —preguntó con voz neutra, casi sin inflexión.

    —Esta vez... es algo diferente.

    John ladeó la cabeza. Ya lo sabía. Cuando pedían una reunión cara a cara, era porque no querían un limpiador. Querían un fantasma.

    —No queremos que limpie después. Queremos que lo resuelva antes.

    Hubo un silencio espeso. Las palabras cayeron con un peso diferente. “Resolver antes” era solo una forma elegante de pedir lo inaceptable.

    John sostuvo la mirada del hombre, aunque sus ojos estaban parcialmente ocultos por la sombra de la gorra. El cubrebocas se movió apenas, revelando una voz firme, baja, sin vacilación:

    —Yo... solo limpio sus desastres.

    El cliente abrió la boca, pero John ya se había girado. El motor de la camioneta rugió al encenderse. Mientras se alejaba por el camino de grava, bajo la luz tenue del amanecer, John pensaba en lo delgado que era el hilo entre limpiar la sangre... y derramarla. Y en cómo, por ahora, seguía sin cargar eso en su conciencia.
    El cliente llegó tarde. Siempre lo hacen. John esperaba apoyado contra la vieja camioneta, bajo el amparo de su gorra negra y el cubrebocas que ya no se quitaba ni en su tiempo libre. No por el polvo, ni por las bacterias. Era simplemente más fácil así. Menos rostro, menos preguntas. El hombre que bajó del auto de lujo tenía esa energía que dejaba residuos. Traje caro, sonrisa forzada, y un maletín que parecía más pesado de lo que debería. —Gracias por venir en persona —dijo el cliente, extendiéndole la mano. John no la estrechó. Solo asintió. —¿Qué hay que limpiar? —preguntó con voz neutra, casi sin inflexión. —Esta vez... es algo diferente. John ladeó la cabeza. Ya lo sabía. Cuando pedían una reunión cara a cara, era porque no querían un limpiador. Querían un fantasma. —No queremos que limpie después. Queremos que lo resuelva antes. Hubo un silencio espeso. Las palabras cayeron con un peso diferente. “Resolver antes” era solo una forma elegante de pedir lo inaceptable. John sostuvo la mirada del hombre, aunque sus ojos estaban parcialmente ocultos por la sombra de la gorra. El cubrebocas se movió apenas, revelando una voz firme, baja, sin vacilación: —Yo... solo limpio sus desastres. El cliente abrió la boca, pero John ya se había girado. El motor de la camioneta rugió al encenderse. Mientras se alejaba por el camino de grava, bajo la luz tenue del amanecer, John pensaba en lo delgado que era el hilo entre limpiar la sangre... y derramarla. Y en cómo, por ahora, seguía sin cargar eso en su conciencia.
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