• —Mira, te salvé, no hubo *tanto* daño colateral, y a nadie se le rompió más de un hueso. Una victoria suprema, si me lo preguntas.
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  • —Okay, dos preguntas: Uno, ¿cómo llegaste aquí arriba? Dos, ¿cómo se ve mi cabello?
    —Okay, dos preguntas: Uno, ¿cómo llegaste aquí arriba? Dos, ¿cómo se ve mi cabello?
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  • —Son demasiadas preguntas para un solo encuentro…

    Eso explica porque no he dejado de escuchar voces de aquellos que dejaron este mundo hace tiempo. Hay algo, por encima de los cielos, o por debajo de la tierra que ha estado operando con el sistema desde que renací.

    Eso significa…

    Que debo hacerme más fuerte.
    —Son demasiadas preguntas para un solo encuentro… Eso explica porque no he dejado de escuchar voces de aquellos que dejaron este mundo hace tiempo. Hay algo, por encima de los cielos, o por debajo de la tierra que ha estado operando con el sistema desde que renací. Eso significa… Que debo hacerme más fuerte.
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  • Su pelea con Grimmjow le había dejado consternada, con un montón de preguntas y sentimientos que no quería enfrentar ni cuestionar. Sin embargo, el reconocer que el arrancar tenía razón por lo menos en que él siempre la acompañaba y no la dejaba sola era algo que no se podía evitar.

    — ¿Y qué le costaría no tener la cara de culo todo el día entonces? —Murmuraba molesta, mientras se adentraba en aquel lugar, que bien sabía debía evitar.

    Más aún cuando, por culpa de las emociones qué trataba de contener, su aspecto infantil se hacía presente.

    Así que ahí andaba la niña, vagando por el bosque, buscando alguna presa "digna" qué llevarle al arrancar en forma de tregua, para aliviar un poco la tensión qué se generó después de la pelea.
    Su pelea con Grimmjow le había dejado consternada, con un montón de preguntas y sentimientos que no quería enfrentar ni cuestionar. Sin embargo, el reconocer que el arrancar tenía razón por lo menos en que él siempre la acompañaba y no la dejaba sola era algo que no se podía evitar. — ¿Y qué le costaría no tener la cara de culo todo el día entonces? —Murmuraba molesta, mientras se adentraba en aquel lugar, que bien sabía debía evitar. Más aún cuando, por culpa de las emociones qué trataba de contener, su aspecto infantil se hacía presente. Así que ahí andaba la niña, vagando por el bosque, buscando alguna presa "digna" qué llevarle al arrancar en forma de tregua, para aliviar un poco la tensión qué se generó después de la pelea.
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  • [Δ] ¿En serio? ¿Yo estaba aquí? Qué cosita más curiosa. Supongo que deben de tener muchas preguntas, así que, los escucho. [Δ]
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  • ¿Qué hace uno cuando tiene muchas cosas en qué pensar? ¿Música? ¿Ejercicio? ¿Ir al cine? Sí, puede que eso tuviera sentido antes de que el apocalipsis llegase a la tierra... Ahora, donde cada minuto contaba ya que podía ser el último, Daryl Dixon tendía al aislamiento, al ostracismo.

    Nunca habia sido demasiado sociable y, aunque en el grupo de Atlanta habia terminado encontrando una familia, siempre terminaba necesitando sus momentos de soledad... Esos momentos para si mismo... Para pensar... para tratar de responder las preguntas que rebotaban por su cabeza...
    ¿Qué hace uno cuando tiene muchas cosas en qué pensar? ¿Música? ¿Ejercicio? ¿Ir al cine? Sí, puede que eso tuviera sentido antes de que el apocalipsis llegase a la tierra... Ahora, donde cada minuto contaba ya que podía ser el último, Daryl Dixon tendía al aislamiento, al ostracismo. Nunca habia sido demasiado sociable y, aunque en el grupo de Atlanta habia terminado encontrando una familia, siempre terminaba necesitando sus momentos de soledad... Esos momentos para si mismo... Para pensar... para tratar de responder las preguntas que rebotaban por su cabeza...
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  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
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  • #Quiz #BitchLife

    --- Oh, vamos. No te pongas así. Tampoco es como si fuera a pedirte la clave de tu tarjeta de crédito.

    Con el vape en una mano y una revista Seventeen en la otra, Nathan se deja caer sobre el sofá.

    --- Son preguntas tontas para pasar el rato. Mira, ¿Qué tal si comienzo yo? Así nos relajamos un poco.

    Abre la revista en página marcada y lee en voz alta:

    --- 1. ¿Alguna vez te enamoraste de alguien que sabías que no te convenía?
    Oh, honey... Empezamos arriba. Claro que sí. Y más de una vez.

    2. ¿Prefieres tener sexo o hacer el amor? ¿Por qué?
    Esta es fácil. Sexo. El amor es complicado y las expectativas arruinan el momento. Pero, si alguien logra que me quede más de una noche, tal vez lo reconsidere.

    3. ¿Cuál fue el momento más vulnerable que compartiste con alguien?
    Huy, justo en el corazón. ¿Dormir en el pecho de alguien después de una noche difícil? Dejar que me vean así… Ya sabes, sin defensas… no es algo que suela pasar.

    4. Si pudieras eliminar una experiencia romántica o sexual de tu memoria, ¿cuál sería?
    ¿Romántica? ¿Sexual? Difícil elegir. Tal vez esa vez en que terminé en un lugar del que no sabía cómo salir, con más simios de los que me hubiera gustado.

    5. ¿Te sientes más atraído por las personas que te desafían o las que te hacen sentir seguro?
    Me encantan los desafíos, pero cuando alguien me hace sentir seguro… eso sí que me desarma.

    6. ¿Alguna vez fingiste una emoción para complacer a alguien en la cama?
    La actuación es parte del juego~ Y soy un buen jugador.

    7. ¿Qué es más importante para ti en una relación: pasión o estabilidad?
    Pasión, obvio. Si no hay fuego, ¿para qué molestarse? Pero supongo que un poco de estabilidad no haría daño… a veces.

    8. ¿Alguna vez te arrepentiste de haber rechazado a alguien que realmente te quería?
    Sí… pero supongo que fue lo mejor. No habría terminado bien. Nunca termina bien cuando inviertes sentimientos.

    9. ¿Cuál es la fantasía que más te cuesta admitir, incluso a ti mismo?
    Que alguien se quede. Que alguien se dé el trabajo de conocerme... Y elija quedarse.

    10. ¿Serías capaz de comprometerte con alguien que no te atrae físicamente pero te llena emocionalmente?
    Difícil. La química es importante, pero… si alguien me hace sentir que pertenezco, tal vez lo intente. Siempre podemos ser una pareja abierta~

    Tras la última pregunta, le tiende la revista.

    --- ¿Haz visto? ¿A qué ha sido divertido? Tu turno. Sin mentir ni repetir, corazón~
    #Quiz #BitchLife --- Oh, vamos. No te pongas así. Tampoco es como si fuera a pedirte la clave de tu tarjeta de crédito. Con el vape en una mano y una revista Seventeen en la otra, Nathan se deja caer sobre el sofá. --- Son preguntas tontas para pasar el rato. Mira, ¿Qué tal si comienzo yo? Así nos relajamos un poco. Abre la revista en página marcada y lee en voz alta: --- 1. ¿Alguna vez te enamoraste de alguien que sabías que no te convenía? Oh, honey... Empezamos arriba. Claro que sí. Y más de una vez. 2. ¿Prefieres tener sexo o hacer el amor? ¿Por qué? Esta es fácil. Sexo. El amor es complicado y las expectativas arruinan el momento. Pero, si alguien logra que me quede más de una noche, tal vez lo reconsidere. 3. ¿Cuál fue el momento más vulnerable que compartiste con alguien? Huy, justo en el corazón. ¿Dormir en el pecho de alguien después de una noche difícil? Dejar que me vean así… Ya sabes, sin defensas… no es algo que suela pasar. 4. Si pudieras eliminar una experiencia romántica o sexual de tu memoria, ¿cuál sería? ¿Romántica? ¿Sexual? Difícil elegir. Tal vez esa vez en que terminé en un lugar del que no sabía cómo salir, con más simios de los que me hubiera gustado. 5. ¿Te sientes más atraído por las personas que te desafían o las que te hacen sentir seguro? Me encantan los desafíos, pero cuando alguien me hace sentir seguro… eso sí que me desarma. 6. ¿Alguna vez fingiste una emoción para complacer a alguien en la cama? La actuación es parte del juego~ Y soy un buen jugador. 7. ¿Qué es más importante para ti en una relación: pasión o estabilidad? Pasión, obvio. Si no hay fuego, ¿para qué molestarse? Pero supongo que un poco de estabilidad no haría daño… a veces. 8. ¿Alguna vez te arrepentiste de haber rechazado a alguien que realmente te quería? Sí… pero supongo que fue lo mejor. No habría terminado bien. Nunca termina bien cuando inviertes sentimientos. 9. ¿Cuál es la fantasía que más te cuesta admitir, incluso a ti mismo? Que alguien se quede. Que alguien se dé el trabajo de conocerme... Y elija quedarse. 10. ¿Serías capaz de comprometerte con alguien que no te atrae físicamente pero te llena emocionalmente? Difícil. La química es importante, pero… si alguien me hace sentir que pertenezco, tal vez lo intente. Siempre podemos ser una pareja abierta~ Tras la última pregunta, le tiende la revista. --- ¿Haz visto? ¿A qué ha sido divertido? Tu turno. Sin mentir ni repetir, corazón~
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  • El serafín apareció sin previo aviso, como un sol que se encendía en mitad de la pradera. Sus múltiples alas de fuego apenas parecían moverse, y sus ojos sin pupilas observaban todo con una intensidad divina. Ghost, sentado en la hierba con las manos detrás de la cabeza, alzó una ceja y sonrió.

    ~ No todos los días un serafín decide visitarme. Dime, ¿qué trae a un mensajero celestial a esta pradera tan… mundana?

    El serafín inclinó la cabeza, su voz no salió de su boca —porque no tenía—, sino que resonó en el aire como un eco de muchas voces a la vez.

    — He venido porque esta pradera era un campo de batalla. Dioses, demonios y criaturas como tú disputaban su control. Y ahora solo estás tú.

    Ghost suspiró, cerrando los ojos un instante, dejando que la brisa le revolviera el cabello anaranjado.

    ~ Sí, fue un desastre. Poderosos, eternos, insaciables… querían este lugar para sus propios fines. Algunos buscaban un refugio, otros un trono. Yo solo quería que nadie más sufriera por sus ambiciones.

    — Y los echaste.

    ~ No fue tan simple, pero sí. No me querían aquí, pero tampoco me entendían. Me veían como una anomalía. Yo no luchaba por poder, no buscaba adoración. Solo ayudaba a los que caían aquí. Y eso… bueno, eso no les gustaba.

    El serafín dejó que el viento ondeara sus llamas, como si procesara la respuesta de Ghost.

    — Pero podrías haber reclamado este sitio como tuyo. Podrías haber impuesto tu propia ley. En cambio, sigues aquí, solo, ayudando a los perdidos. ¿Por qué?

    Ghost rió suavemente, como si la pregunta le hiciera gracia.

    ~ ¿Por qué preguntas lo obvio? Mira a tu alrededor. Esta pradera ya no es un campo de guerra. Es un lugar de descanso, de recuperación. ¿Qué clase de ser sería si tomara esto para mí, en lugar de compartirlo?

    El serafín guardó silencio por un largo rato. Sus alas parpadearon con un resplandor dorado.

    — Sigues siendo una anomalía.

    ~ ¿Y qué? Me gusta serlo.

    El ser celestial no replicó. Se quedó observando la pradera, sintiendo la paz que Ghost había construido con paciencia, con dolor y con esperanza. Cuando finalmente alzó el vuelo, sus últimas palabras fueron un murmullo en el viento.

    — No eres como los otros.

    Ghost solo sonrió, apoyando los brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos bajo el cielo eterno de su pradera.

    El serafín desplegó sus múltiples alas de fuego, elevándose lentamente en el aire. Su resplandor dorado iluminó la pradera una última vez antes de marcharse. Ghost, aún recostado sobre la hierba, levantó una mano en un gesto relajado de despedida y sonrió.

    ~ じゃあな、天使さん。風に乗って、迷わず行けよ。 (Jā na, tenshi-san. Kaze ni notte, mayowazu ike yo.)
    El serafín apareció sin previo aviso, como un sol que se encendía en mitad de la pradera. Sus múltiples alas de fuego apenas parecían moverse, y sus ojos sin pupilas observaban todo con una intensidad divina. Ghost, sentado en la hierba con las manos detrás de la cabeza, alzó una ceja y sonrió. ~ No todos los días un serafín decide visitarme. Dime, ¿qué trae a un mensajero celestial a esta pradera tan… mundana? El serafín inclinó la cabeza, su voz no salió de su boca —porque no tenía—, sino que resonó en el aire como un eco de muchas voces a la vez. — He venido porque esta pradera era un campo de batalla. Dioses, demonios y criaturas como tú disputaban su control. Y ahora solo estás tú. Ghost suspiró, cerrando los ojos un instante, dejando que la brisa le revolviera el cabello anaranjado. ~ Sí, fue un desastre. Poderosos, eternos, insaciables… querían este lugar para sus propios fines. Algunos buscaban un refugio, otros un trono. Yo solo quería que nadie más sufriera por sus ambiciones. — Y los echaste. ~ No fue tan simple, pero sí. No me querían aquí, pero tampoco me entendían. Me veían como una anomalía. Yo no luchaba por poder, no buscaba adoración. Solo ayudaba a los que caían aquí. Y eso… bueno, eso no les gustaba. El serafín dejó que el viento ondeara sus llamas, como si procesara la respuesta de Ghost. — Pero podrías haber reclamado este sitio como tuyo. Podrías haber impuesto tu propia ley. En cambio, sigues aquí, solo, ayudando a los perdidos. ¿Por qué? Ghost rió suavemente, como si la pregunta le hiciera gracia. ~ ¿Por qué preguntas lo obvio? Mira a tu alrededor. Esta pradera ya no es un campo de guerra. Es un lugar de descanso, de recuperación. ¿Qué clase de ser sería si tomara esto para mí, en lugar de compartirlo? El serafín guardó silencio por un largo rato. Sus alas parpadearon con un resplandor dorado. — Sigues siendo una anomalía. ~ ¿Y qué? Me gusta serlo. El ser celestial no replicó. Se quedó observando la pradera, sintiendo la paz que Ghost había construido con paciencia, con dolor y con esperanza. Cuando finalmente alzó el vuelo, sus últimas palabras fueron un murmullo en el viento. — No eres como los otros. Ghost solo sonrió, apoyando los brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos bajo el cielo eterno de su pradera. El serafín desplegó sus múltiples alas de fuego, elevándose lentamente en el aire. Su resplandor dorado iluminó la pradera una última vez antes de marcharse. Ghost, aún recostado sobre la hierba, levantó una mano en un gesto relajado de despedida y sonrió. ~ じゃあな、天使さん。風に乗って、迷わず行けよ。 (Jā na, tenshi-san. Kaze ni notte, mayowazu ike yo.)
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  • —¿Aún recuerdas la primera vez que nos conocimos? Yo no era más que un niño harapiento llamando a tu puerta. ¿Por qué me acogiste? ¿Y si la historia que te conté era mentira? ¿Y si no fuese el hijo de tu hermana jurada?

    Mis preguntas quedan sin respuesta en el silencio de la noche. Por mucho que tú estés aquí, por mucho que mire tus labios, ya nunca sonreirás. Ya nunca volveré a oír tu voz.

    —Te he traído aquí para puedas descansar. Se lo mucho que te gustan las flores y las estrellas. Aquí podrás disfrutar de ellas siempre, no habrá clientes estúpidos que vengan a molestarte.

    Trago con pesadez, manteniendo la mirada en el cielo porque se que si te miro no podré dejar de llorar y hace mucho que prometí que no lloraría, que sería fuerte, ¿pero cuando caducan las promesas? ¿Hay que seguir cumpliéndolas cuando la otra persona ya no está en este mundo?

    Siento las puntas de los dedos palpitando, la piel en carne viva y las uñas rotas de cavar para darte, no el entierro que mereces, sino el único que puedo ofrecerte. No tendrás ataúd, ni una corona de flores, ni un monje bendiciendo tu alma. No habrá gente de luto, ni amigos ni familiares. Solo yo.

    —Estoy cansado. No quiero seguir más. Ya lo he intentado... Ya lo he dado todo...

    Solo quiero que acabe. Alguien. Quién sea. Solo quiero que me entierren con ella. ¿Por qué tengo que seguir en un mundo que me arrebata lo único preciado para mí? Ya estoy cansado de sufrir.

    Solo por esta noche déjame dormir a tu lado, como cuando era pequeño y me dejabas colarme en tu cama tras una pesadilla. Mañana te dejaré ir, pero esta noche necesito que espantes mis fantasmas una vez más.

    Mañana, lo prometo. Mañana cubriré tú cuerpo con tierra y me marcharé. Pero hasta que salga el sol déjame quedarme contigo. Déjame volver a ser ese niño una última noche.
    —¿Aún recuerdas la primera vez que nos conocimos? Yo no era más que un niño harapiento llamando a tu puerta. ¿Por qué me acogiste? ¿Y si la historia que te conté era mentira? ¿Y si no fuese el hijo de tu hermana jurada? Mis preguntas quedan sin respuesta en el silencio de la noche. Por mucho que tú estés aquí, por mucho que mire tus labios, ya nunca sonreirás. Ya nunca volveré a oír tu voz. —Te he traído aquí para puedas descansar. Se lo mucho que te gustan las flores y las estrellas. Aquí podrás disfrutar de ellas siempre, no habrá clientes estúpidos que vengan a molestarte. Trago con pesadez, manteniendo la mirada en el cielo porque se que si te miro no podré dejar de llorar y hace mucho que prometí que no lloraría, que sería fuerte, ¿pero cuando caducan las promesas? ¿Hay que seguir cumpliéndolas cuando la otra persona ya no está en este mundo? Siento las puntas de los dedos palpitando, la piel en carne viva y las uñas rotas de cavar para darte, no el entierro que mereces, sino el único que puedo ofrecerte. No tendrás ataúd, ni una corona de flores, ni un monje bendiciendo tu alma. No habrá gente de luto, ni amigos ni familiares. Solo yo. —Estoy cansado. No quiero seguir más. Ya lo he intentado... Ya lo he dado todo... Solo quiero que acabe. Alguien. Quién sea. Solo quiero que me entierren con ella. ¿Por qué tengo que seguir en un mundo que me arrebata lo único preciado para mí? Ya estoy cansado de sufrir. Solo por esta noche déjame dormir a tu lado, como cuando era pequeño y me dejabas colarme en tu cama tras una pesadilla. Mañana te dejaré ir, pero esta noche necesito que espantes mis fantasmas una vez más. Mañana, lo prometo. Mañana cubriré tú cuerpo con tierra y me marcharé. Pero hasta que salga el sol déjame quedarme contigo. Déjame volver a ser ese niño una última noche.
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