• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    user: les ha pasado que tiene un rol que cumple tu gusto perfecto y de la nada se viene abajo solo por un sola persona?
    **alza la mano**
    si.... me paso todo hacer otro de 0 aceptar algunas cosas que no me cuadraban en el personaje. .
    lo mas cutre es ver esa persona de nuevo regresar y tan tranquilo como si nada ...
    soy lechuga.. no me da enojo solo frustración es todo
    que opinan soy conspirativa ,rebelde o solo quejona?
    user: les ha pasado que tiene un rol que cumple tu gusto perfecto y de la nada se viene abajo solo por un sola persona? **alza la mano** si.... me paso todo hacer otro de 0 aceptar algunas cosas que no me cuadraban en el personaje. . lo mas cutre es ver esa persona de nuevo regresar y tan tranquilo como si nada ... soy lechuga.. no me da enojo solo frustración es todo que opinan soy conspirativa ,rebelde o solo quejona?
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  • La mañana había pasado sin que Isla cerrara los ojos. No era de dormir, y menos después de la emboscada en su propio refugio. Aún le escocía la herida en el costado —una navaja había rozado demasiado cerca—, pero no le dio importancia.

    La dirección estaba escrita en un papel manchado de sangre, doblado dentro del bolsillo de su chaqueta. Calle 17, distrito industrial. Ningún nombre, solo una ubicación. Y el detalle que no podía sacarse de la cabeza: los tres que intentaron matarla lo mencionaron claro, sin rodeos, “Connor Rowan”.

    Al caer la tarde, llegó hasta el lugar. La calle estaba casi vacía, una hilera de almacenes abandonados y fábricas oxidadas que el tiempo había convertido en esqueletos. Se detuvo frente a un portón metálico sin cartel alguno, el número apenas visible bajo capas de pintura descascarada.

    Isla se quedó quieta, analizando. No había movimiento evidente, pero el aire pesaba distinto allí. Como si las paredes mismas supieran más de lo que mostraban.

    Sacó la pistola con silenciador y avanzó despacio, pegando la espalda al muro lateral. Una ventana rota dejaba ver el interior: polvo en suspensión, cajas apiladas, y lo que parecía ser una mesa de operaciones improvisada con archivos, mapas y armas.

    Ella no habló, ni llamó a nadie. No tenía por qué. Si aquel lugar realmente estaba ligado a su padre, no iba a pedir permiso para entrar.

    Con una patada seca abrió la puerta lateral y se adentró en la penumbra, la pistola por delante, los ojos grises escudriñando cada sombra.

    La ciudad afuera continuaba con su ruido de siempre, pero dentro de ese almacén, Isla Rowan estaba a punto de encontrar algo que podía romper el frágil muro entre la supervivencia y la verdad.
    La mañana había pasado sin que Isla cerrara los ojos. No era de dormir, y menos después de la emboscada en su propio refugio. Aún le escocía la herida en el costado —una navaja había rozado demasiado cerca—, pero no le dio importancia. La dirección estaba escrita en un papel manchado de sangre, doblado dentro del bolsillo de su chaqueta. Calle 17, distrito industrial. Ningún nombre, solo una ubicación. Y el detalle que no podía sacarse de la cabeza: los tres que intentaron matarla lo mencionaron claro, sin rodeos, “Connor Rowan”. Al caer la tarde, llegó hasta el lugar. La calle estaba casi vacía, una hilera de almacenes abandonados y fábricas oxidadas que el tiempo había convertido en esqueletos. Se detuvo frente a un portón metálico sin cartel alguno, el número apenas visible bajo capas de pintura descascarada. Isla se quedó quieta, analizando. No había movimiento evidente, pero el aire pesaba distinto allí. Como si las paredes mismas supieran más de lo que mostraban. Sacó la pistola con silenciador y avanzó despacio, pegando la espalda al muro lateral. Una ventana rota dejaba ver el interior: polvo en suspensión, cajas apiladas, y lo que parecía ser una mesa de operaciones improvisada con archivos, mapas y armas. Ella no habló, ni llamó a nadie. No tenía por qué. Si aquel lugar realmente estaba ligado a su padre, no iba a pedir permiso para entrar. Con una patada seca abrió la puerta lateral y se adentró en la penumbra, la pistola por delante, los ojos grises escudriñando cada sombra. La ciudad afuera continuaba con su ruido de siempre, pero dentro de ese almacén, Isla Rowan estaba a punto de encontrar algo que podía romper el frágil muro entre la supervivencia y la verdad.
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    La Casa de Papel
    Búsqueda de
    Rol
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    ¡Hola! Estoy buscando gente interesada en llevar alguno de los personajes de esta búsqueda (info + abajo)

    IMPORTANTE, LEER ANTES DE SEGUIR LEYENDO:

    FICHA DE VARSOVIA: https://ficrol.com/blogs/301067/IRENE-D%C3%8DAZ-URRUTIKOETXEA-%F0%9D%9C%97%F0%9D%9C%9A

    Búsqueda de personajes:
    (TODOS ELLOS CON POSIBILIDAD PARA OTP [excepto Sergio] ; prioridad para: BERLÍN.)

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻


    🢒 EL PROFESOR / SERGIO MARQUINA

    𝄄 ↳ Con El Profesor la trama se construye desde la raíz, desde aquel pasillo del instituto en el que ella le defendió por primera vez. Sergio es el cerebro frío, el estratega que no se permite sentir, pero Irene es su punto ciego. Ella no es un simple plan B, es la única persona que conoce al verdadero Sergio: el chico vulnerable, no el genio que juega con la policía como si fueran piezas de ajedrez. Su relación abre un abanico de posibilidades: tensión entre la lealtad y el amor no correspondido, discusiones donde ella intenta que baje la máscara de líder y muestre al hombre que siempre protegió, momentos de ternura rotos por la presión del atraco (además de flashbacks de la adolescencia de ambos)

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻


    🢒 BERLÍN / ANDRÉS DE FONOLLOSA

    𝄄 ↳ La historia entre ellos es un juego sucio que empezó en la adolescencia: sexo, celos, rabia, obsesión. Andrés conoce cada punto débil de Irene porque él mismo los creó, y ella, por su parte, aprendió a devolver cada golpe con la misma violencia emocional.

    Sus escenas están cargadas de veneno y deseo, de pullas crueles. (También roleando flashbacks y momentos del pasado, cuando se conocieron, etc)

    En pleno atraco, cada mirada puede ser una amenaza o una invitación a repetir lo que nunca supieron dejar atrás.

    El rol con él es una montaña rusa: rivalidad, manipulación, sexo explosivo y un amor enfermizo que ni la muerte consigue apagar.

    Se odian, se desean, y siempre vuelven a caer uno en el otro, aunque sepan que acabarán destruyéndose.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻


    🢒 LA INSPECTORA / RAQUEL MURILLO.

    𝄄 ↳ La inspectora es el recuerdo que Irene nunca pudo borrar. Lo suyo empezó lejos de los monos rojos y las máscaras de Dalí, en Varsovia, entre vodka barato y conversaciones íntimas.

    Al principio todo fue parte de un plan: seducirla, ganarse su confianza, entrar por donde nadie más podía. Pero lo que debía ser una manipulación terminó siendo una herida. Raquel descubrió a la mujer bajo la máscara: calculadora, sí, pero también capaz de ofrecer una intimidad que nadie más le había dado.

    Con ella, la trama se mueve entre el deseo prohibido y la traición inevitable. Son dos mujeres que deberían estar en lados opuestos, pero que se atraen como imanes.

    Con Raquel, Irene puede recuperar algo parecido a la humanidad o hundirse.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻


    Qué busco:

    ⟡ Desarrollar la historia y el canon de mi personaje.

    ⟡ Respeto al canon.

    ⟡ Agilidad en las respuestas (valoro mucho que podamos responder seguido para que la trama avance con fluidez).

    ⟡ Escritura cuidada, con énfasis en subtexto, intriga política y emociones contenidas.

    ⟡ Compromiso para desarrollar tramas largas con evolución real de personajes.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻

    Lo que ofrezco:

    ⟡ Escritura detallada, inmersiva y literaria (me inspiro en el estilo de la serie).

    ⟡ Desarrollo profundo de personajes, respetando tanto a los canon como a los originales.

    ⟡ Constancia y comunicación para planear giros y mantener coherencia narrativa.

    ⟡ Flexibilidad y creatividad para adaptar las tramas a las ideas de ambos.
    ¡Hola! Estoy buscando gente interesada en llevar alguno de los personajes de esta búsqueda (info + abajo) IMPORTANTE, LEER ANTES DE SEGUIR LEYENDO: FICHA DE VARSOVIA: https://ficrol.com/blogs/301067/IRENE-D%C3%8DAZ-URRUTIKOETXEA-%F0%9D%9C%97%F0%9D%9C%9A Búsqueda de personajes: (TODOS ELLOS CON POSIBILIDAD PARA OTP [excepto Sergio] ; prioridad para: BERLÍN.) ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ 🢒 EL PROFESOR / SERGIO MARQUINA 𝄄 ↳ Con El Profesor la trama se construye desde la raíz, desde aquel pasillo del instituto en el que ella le defendió por primera vez. Sergio es el cerebro frío, el estratega que no se permite sentir, pero Irene es su punto ciego. Ella no es un simple plan B, es la única persona que conoce al verdadero Sergio: el chico vulnerable, no el genio que juega con la policía como si fueran piezas de ajedrez. Su relación abre un abanico de posibilidades: tensión entre la lealtad y el amor no correspondido, discusiones donde ella intenta que baje la máscara de líder y muestre al hombre que siempre protegió, momentos de ternura rotos por la presión del atraco (además de flashbacks de la adolescencia de ambos) ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ 🢒 BERLÍN / ANDRÉS DE FONOLLOSA 𝄄 ↳ La historia entre ellos es un juego sucio que empezó en la adolescencia: sexo, celos, rabia, obsesión. Andrés conoce cada punto débil de Irene porque él mismo los creó, y ella, por su parte, aprendió a devolver cada golpe con la misma violencia emocional. Sus escenas están cargadas de veneno y deseo, de pullas crueles. (También roleando flashbacks y momentos del pasado, cuando se conocieron, etc) En pleno atraco, cada mirada puede ser una amenaza o una invitación a repetir lo que nunca supieron dejar atrás. El rol con él es una montaña rusa: rivalidad, manipulación, sexo explosivo y un amor enfermizo que ni la muerte consigue apagar. Se odian, se desean, y siempre vuelven a caer uno en el otro, aunque sepan que acabarán destruyéndose. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ 🢒 LA INSPECTORA / RAQUEL MURILLO. 𝄄 ↳ La inspectora es el recuerdo que Irene nunca pudo borrar. Lo suyo empezó lejos de los monos rojos y las máscaras de Dalí, en Varsovia, entre vodka barato y conversaciones íntimas. Al principio todo fue parte de un plan: seducirla, ganarse su confianza, entrar por donde nadie más podía. Pero lo que debía ser una manipulación terminó siendo una herida. Raquel descubrió a la mujer bajo la máscara: calculadora, sí, pero también capaz de ofrecer una intimidad que nadie más le había dado. Con ella, la trama se mueve entre el deseo prohibido y la traición inevitable. Son dos mujeres que deberían estar en lados opuestos, pero que se atraen como imanes. Con Raquel, Irene puede recuperar algo parecido a la humanidad o hundirse. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ ✨ Qué busco: ⟡ Desarrollar la historia y el canon de mi personaje. ⟡ Respeto al canon. ⟡ Agilidad en las respuestas (valoro mucho que podamos responder seguido para que la trama avance con fluidez). ⟡ Escritura cuidada, con énfasis en subtexto, intriga política y emociones contenidas. ⟡ Compromiso para desarrollar tramas largas con evolución real de personajes. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻ ✨ Lo que ofrezco: ⟡ Escritura detallada, inmersiva y literaria (me inspiro en el estilo de la serie). ⟡ Desarrollo profundo de personajes, respetando tanto a los canon como a los originales. ⟡ Constancia y comunicación para planear giros y mantener coherencia narrativa. ⟡ Flexibilidad y creatividad para adaptar las tramas a las ideas de ambos.
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    ||• Últimamente he vuelto la vida de Santi como una novela. Capitulo tras capitulo, tragedia tras tragedia y narrando tanto su pasado como el presente en el que esta. Así será hasta ya darle luego un final a su triste y agónica vida, y de ahí mi retiro.

    Me gusta como va y no me culpen, pero, amo hacer sufrir a este viejo desgraciado a veces y encima de todo se hace querer.

    De paso voy a funarlo por sus chats filtrados por viejo baboso y chismoso. [?]
    ||• Últimamente he vuelto la vida de Santi como una novela. Capitulo tras capitulo, tragedia tras tragedia y narrando tanto su pasado como el presente en el que esta. Así será hasta ya darle luego un final a su triste y agónica vida, y de ahí mi retiro. Me gusta como va y no me culpen, pero, amo hacer sufrir a este viejo desgraciado a veces y encima de todo se hace querer. De paso voy a funarlo por sus chats filtrados por viejo baboso y chismoso. [?]
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  • Cuando escuché que había precio por mi cabeza, pensé que era otra mentira más. Pero luego vi el pergamino… y no pude reírme. Algunas de esas palabras eran ciertas.

    Sí, tomé vidas. Algunas en defensa propia, otras porque no había otra salida… y un par, lo admito, porque no quise contener mi ira. Cuando un noble me quiso comprar como si aún fuese un esclavo, no tuve piedad. Lo maté frente a todos, y en sus tierras ardió más que su orgullo.

    Claro que en el cartel no dicen nada de cadenas, de hambre ni de látigos. Solo que ‘Kael el forajido’, asesino, traidor. Los crímenes que no cometí pesan igual que los que sí, y ahora soy todo eso para el mundo: un nombre en tinta, una bolsa de oro para quien me lleve muerto o vivo.

    Los cazadores no vinieron con preguntas, vinieron con acero. Cada corte en mi piel lo pagué por ese pasado que nunca podré borrar.
    Cuando escuché que había precio por mi cabeza, pensé que era otra mentira más. Pero luego vi el pergamino… y no pude reírme. Algunas de esas palabras eran ciertas. Sí, tomé vidas. Algunas en defensa propia, otras porque no había otra salida… y un par, lo admito, porque no quise contener mi ira. Cuando un noble me quiso comprar como si aún fuese un esclavo, no tuve piedad. Lo maté frente a todos, y en sus tierras ardió más que su orgullo. Claro que en el cartel no dicen nada de cadenas, de hambre ni de látigos. Solo que ‘Kael el forajido’, asesino, traidor. Los crímenes que no cometí pesan igual que los que sí, y ahora soy todo eso para el mundo: un nombre en tinta, una bolsa de oro para quien me lleve muerto o vivo. Los cazadores no vinieron con preguntas, vinieron con acero. Cada corte en mi piel lo pagué por ese pasado que nunca podré borrar.
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  • Estaba tumbada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, el portátil sobre las piernas. Las costillas todavía me molestaban cada vez que cambiaba de postura, pero no era nada comparado con lo que había pasado. Angela me tenía prácticamente secuestrada en la habitación, no me dejaba ni poner un pie en la cocina.

    Ella estaba sentada en el suelo, a pocos metros, con una carpeta llena de papeles y el móvil en altavoz. Revisaba contratos y números de uno de sus negocios, seria y concentrada. El contraste me arrancó una media sonrisa: yo buscando flores y vestidos, ella hablando de márgenes y proveedores.

    —¿Te has dado cuenta de que esto parece al revés? —dije, alzando la mirada para mirarla. Tenía el ceño fruncido, mordía la tapa de un bolígrafo mientras pasaba hojas.

    —¿El qué? —preguntó sin apartar la vista de sus notas.

    —Que tú llevas la parte seria y yo la romántica —respondí, levantando un poco el portátil para enseñarle una foto de un salón decorado con luces cálidas y mesas largas—. Nunca me imaginé a mí misma pensando en estas cosas.

    Angela levantó la mirada apenas un segundo y me observó en silencio. Ese brillo en sus ojos, como si la idea de verme ocupada en algo tan “normal” le conmoviera, me atravesó.

    —Pues a mí me gusta —dijo finalmente, con una voz más suave de lo que esperaba.

    Sentí un nudo en la garganta. Cerré el portátil con calma y lo dejé a un lado, extendiendo una mano hacia ella.

    —Ven un momento, deja los papeles.

    Angela dudó, pero se levantó y se acercó a la cama. La jalé suavemente hasta que quedó sentada a mi lado, y apoyé mi frente en la suya, queriendo tener un momento para nosotras.

    Angela Di Trapani
    Estaba tumbada en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, el portátil sobre las piernas. Las costillas todavía me molestaban cada vez que cambiaba de postura, pero no era nada comparado con lo que había pasado. Angela me tenía prácticamente secuestrada en la habitación, no me dejaba ni poner un pie en la cocina. Ella estaba sentada en el suelo, a pocos metros, con una carpeta llena de papeles y el móvil en altavoz. Revisaba contratos y números de uno de sus negocios, seria y concentrada. El contraste me arrancó una media sonrisa: yo buscando flores y vestidos, ella hablando de márgenes y proveedores. —¿Te has dado cuenta de que esto parece al revés? —dije, alzando la mirada para mirarla. Tenía el ceño fruncido, mordía la tapa de un bolígrafo mientras pasaba hojas. —¿El qué? —preguntó sin apartar la vista de sus notas. —Que tú llevas la parte seria y yo la romántica —respondí, levantando un poco el portátil para enseñarle una foto de un salón decorado con luces cálidas y mesas largas—. Nunca me imaginé a mí misma pensando en estas cosas. Angela levantó la mirada apenas un segundo y me observó en silencio. Ese brillo en sus ojos, como si la idea de verme ocupada en algo tan “normal” le conmoviera, me atravesó. —Pues a mí me gusta —dijo finalmente, con una voz más suave de lo que esperaba. Sentí un nudo en la garganta. Cerré el portátil con calma y lo dejé a un lado, extendiendo una mano hacia ella. —Ven un momento, deja los papeles. Angela dudó, pero se levantó y se acercó a la cama. La jalé suavemente hasta que quedó sentada a mi lado, y apoyé mi frente en la suya, queriendo tener un momento para nosotras. [haze_orange_shark_766]
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  • - sentada en la ventana la luna afuera , como si la estaba viendola
    Habían pasado tiempo Pero su pensamiento, estaban confundiendo mientras miraba aquel anillo que sotenia en su mano .-

    > Olvidar quien soy , solo quiero olvidarme de el? <
    - sentada en la ventana la luna afuera , como si la estaba viendola Habían pasado tiempo Pero su pensamiento, estaban confundiendo mientras miraba aquel anillo que sotenia en su mano .- > Olvidar quien soy , solo quiero olvidarme de el? <
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  • Ya pasado tiempo desde que llegué aquí y renuncie a mi puesto de diosa ¿Volver no? .
    Ya pasado tiempo desde que llegué aquí y renuncie a mi puesto de diosa ¿Volver no? .
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  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
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