• —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella.

    —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza.

    El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio.

    Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer…

    Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
    —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella. —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza. El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio. Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer… Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
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  • El Valle del Lamento
    Fandom Mo Dao Zu Shi
    Categoría Fantasía
    Starter libre
    Título: El Valle del Lamento


    El viento soplaba con fuerza entre las montañas, arrastrando consigo las hojas secas que cubrían el suelo.

    El aire estaba cargado de una energía oscura, un presagio inquietante que hacía que los árboles susurraran.

    Wei Wuxian caminaba sin rumbo fijo entre las rocas y el follaje.

    A pesar de la quietud del lugar, el ambiente parecía estar lleno de presencias. Wei Wuxian detuvo su marcha, percibiendo una leve vibración en el aire.

    Una risa suave, casi inaudible, se filtró entre los susurros de la naturaleza. Una risa que le resultaba… familiar.

    —¿Ya has vuelto, huh? —murmuró para sí mismo, los ojos entrecerrados, su mirada fija en la sombra que se movía entre los árboles.

    Un paso atrás y un suspiro. La magia de la cultivación fluyó por su cuerpo, casi como si hubiera estado esperando a despertar. Pero algo era diferente, algo no estaba bien. Las huellas de un viejo enemigo parecían dejarse sentir en cada rincón del valle.

    ¿Quién había osado revivir los ecos de su pasado en este lugar olvidado? Era una pregunta que Wei Wuxian ya intuía, pero prefería no responder todavía.

    De repente, el aire se volvió más espeso, las sombras parecían cobrar vida y, en el centro de todo eso, una figura emergió lentamente.
    ✨ Starter libre ✨ 🌿 Título: El Valle del Lamento 🌿 El viento soplaba con fuerza entre las montañas, arrastrando consigo las hojas secas que cubrían el suelo. El aire estaba cargado de una energía oscura, un presagio inquietante que hacía que los árboles susurraran. Wei Wuxian caminaba sin rumbo fijo entre las rocas y el follaje. A pesar de la quietud del lugar, el ambiente parecía estar lleno de presencias. Wei Wuxian detuvo su marcha, percibiendo una leve vibración en el aire. Una risa suave, casi inaudible, se filtró entre los susurros de la naturaleza. Una risa que le resultaba… familiar. —¿Ya has vuelto, huh? —murmuró para sí mismo, los ojos entrecerrados, su mirada fija en la sombra que se movía entre los árboles. Un paso atrás y un suspiro. La magia de la cultivación fluyó por su cuerpo, casi como si hubiera estado esperando a despertar. Pero algo era diferente, algo no estaba bien. Las huellas de un viejo enemigo parecían dejarse sentir en cada rincón del valle. ¿Quién había osado revivir los ecos de su pasado en este lugar olvidado? Era una pregunta que Wei Wuxian ya intuía, pero prefería no responder todavía. De repente, el aire se volvió más espeso, las sombras parecían cobrar vida y, en el centro de todo eso, una figura emergió lentamente.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Trato de ser bueno pero es que no ayudan. ¿Que tiene en contra de alguien que quiere controlar su celo?

    -ve a su acompañante de la calle -

    Es verdad, para que ir en contra de mi naturaleza¡Soy un animal!

    -se pone de pie llevándose las manos a la cintura -

    Cuidado chiquitas, hay un puma caliente en la ciudad. Hago hijos pero no respondo por ellos

    -se va a buscar quien es el pobre ser infeliz al que va a acosar para tener cachorros -
    Trato de ser bueno pero es que no ayudan. ¿Que tiene en contra de alguien que quiere controlar su celo? -ve a su acompañante de la calle - Es verdad, para que ir en contra de mi naturaleza¡Soy un animal! -se pone de pie llevándose las manos a la cintura - Cuidado chiquitas, hay un puma caliente en la ciudad. Hago hijos pero no respondo por ellos -se va a buscar quien es el pobre ser infeliz al que va a acosar para tener cachorros -
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  • **El Errante y el Dragón Azul**

    El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria.

    El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta.

    Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número.

    Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento.

    El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo.

    Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo.

    —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia.

    Jimoto parpadeó, sorprendido.

    —Sí… ¿cómo es posible?

    Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad.

    —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.*

    Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer.

    Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía.

    Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    **El Errante y el Dragón Azul** El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria. El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta. Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número. Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento. El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo. Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo. —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia. Jimoto parpadeó, sorprendido. —Sí… ¿cómo es posible? Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad. —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.* Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer. Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía. Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
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  • ### **La Revelación de Takeru**

    El crujido aún resonaba en su cabeza.

    Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar.

    **El golpe.**

    Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación.

    Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño.

    El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado.

    Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano.

    —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado.

    El pensamiento le caló hondo.

    Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival.

    En este torneo no existía la compasión.

    Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno.

    **¿Podría hacerlo?**

    Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea?

    Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado.

    —Si dudo… moriré.

    Susurró para sí mismo.

    El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte.

    Inspiró hondo y dejó caer la piedra.

    Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente.

    Y lo más inquietante…

    Es que ahora sabía que podía hacerlo.
    ### **La Revelación de Takeru** El crujido aún resonaba en su cabeza. Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar. **El golpe.** Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación. Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño. El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado. Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano. —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado. El pensamiento le caló hondo. Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival. En este torneo no existía la compasión. Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno. **¿Podría hacerlo?** Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea? Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado. —Si dudo… moriré. Susurró para sí mismo. El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte. Inspiró hondo y dejó caer la piedra. Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente. Y lo más inquietante… Es que ahora sabía que podía hacerlo.
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  • ### **Regreso al Bosque**

    El sonido de los golpes resonaba entre los árboles. Los nudillos de Takeru chocaban contra la corteza de un tronco caído, repitiendo el mismo ritmo una y otra vez. **Izquierda, derecha, gancho. Izquierda, derecha, gancho.**

    Su respiración era controlada, pero cada golpe lo hacía sentir la tensión en sus músculos. **Era así como debía ser.**

    Habían pasado dos meses desde su combate contra James Vulture, y aunque había salido victorioso, no se conformaba. **Había sido una pelea difícil, casi pierde.** Recordaba vívidamente la sensación de su protector bucal saliendo despedido cuando cayó por segunda vez. **Si "X" no hubiera gritado su nombre…**

    Sacudió la cabeza. **No.**

    No iba a quedarse estancado en el pasado. Ahora estaba aquí, de vuelta en su lugar de origen, para mejorar, para volverse más fuerte.

    Respiró hondo y ajustó las vendas en sus manos. **Era momento de seguir.**

    ### **Entrenamiento en la Naturaleza**

    Takeru comenzó con una carrera por el sendero del bosque. Cada paso levantaba pequeñas nubes de polvo y hojas secas. Los árboles pasaban a su alrededor como sombras alargadas, y el canto de los pájaros se mezclaba con su propia respiración.

    Su cuerpo se sentía más ligero, más rápido. La pelea con Vulture le había enseñado lo importante que era mantener la resistencia en los asaltos finales. **No volvería a estar al borde del nocaut.**

    Cuando llegó a un claro, se detuvo y comenzó su entrenamiento de sombras. Sus puños cortaban el aire con precisión, como si enfrentara a un oponente invisible. **Jab, recto, gancho, esquiva.** Su mente recreaba los movimientos de Vulture, sus patrones, su estilo agresivo.

    —No me atraparía dos veces con el mismo golpe… —murmuró entre combinaciones.

    Después de la rutina de sombra, se dirigió al río que atravesaba el bosque. Se quitó la camiseta y se metió al agua, que estaba helada, pero **eso era parte del entrenamiento.** Allí practicó golpes cortos y explosivos, obligando a su cuerpo a trabajar contra la resistencia del agua.

    El frío mordía su piel, pero **la mente debía ser más fuerte que el cuerpo.**

    Cuando terminó, salió del agua y, con el cuerpo aún goteando, se lanzó al suelo para hacer flexiones sobre los nudillos. Cada repetición era una promesa, un compromiso con sí mismo.

    **Uno.**
    **Dos.**
    **Tres.**
    **Cuatro.**

    Cada gota de sudor que caía sobre la tierra le recordaba **por qué estaba ahí.**

    ### **Conversación con Sí Mismo**

    Después de terminar, se sentó sobre una roca, observando el cielo anaranjado. Sentía el cuerpo cansado, pero en su mente había claridad.

    —Estoy avanzando —dijo en voz baja.

    Recordó su versión de hace años, cuando entrenaba en este mismo bosque sin saber hasta dónde podría llegar. **Ahora, estaba en la ruta hacia el título mundial.**

    Pensó en su entrenador, en los sacrificios que había hecho para guiarlo. Pensó en "X", en cómo había estado a su lado durante todo este camino. **Fue su voz la que lo hizo levantarse cuando estaba al borde de la derrota.**

    —No puedo fallarles —susurró.

    Se puso de pie, sintiendo una nueva oleada de determinación recorrer su cuerpo. **No iba a detenerse.** Había vencido a Vulture, pero eso era solo el principio.

    Cerró los puños y miró hacia adelante.

    —Voy por el título mundial.

    Con esa última declaración, Takeru volvió a moverse. No había tiempo que perder.
    ### **Regreso al Bosque** El sonido de los golpes resonaba entre los árboles. Los nudillos de Takeru chocaban contra la corteza de un tronco caído, repitiendo el mismo ritmo una y otra vez. **Izquierda, derecha, gancho. Izquierda, derecha, gancho.** Su respiración era controlada, pero cada golpe lo hacía sentir la tensión en sus músculos. **Era así como debía ser.** Habían pasado dos meses desde su combate contra James Vulture, y aunque había salido victorioso, no se conformaba. **Había sido una pelea difícil, casi pierde.** Recordaba vívidamente la sensación de su protector bucal saliendo despedido cuando cayó por segunda vez. **Si "X" no hubiera gritado su nombre…** Sacudió la cabeza. **No.** No iba a quedarse estancado en el pasado. Ahora estaba aquí, de vuelta en su lugar de origen, para mejorar, para volverse más fuerte. Respiró hondo y ajustó las vendas en sus manos. **Era momento de seguir.** ### **Entrenamiento en la Naturaleza** Takeru comenzó con una carrera por el sendero del bosque. Cada paso levantaba pequeñas nubes de polvo y hojas secas. Los árboles pasaban a su alrededor como sombras alargadas, y el canto de los pájaros se mezclaba con su propia respiración. Su cuerpo se sentía más ligero, más rápido. La pelea con Vulture le había enseñado lo importante que era mantener la resistencia en los asaltos finales. **No volvería a estar al borde del nocaut.** Cuando llegó a un claro, se detuvo y comenzó su entrenamiento de sombras. Sus puños cortaban el aire con precisión, como si enfrentara a un oponente invisible. **Jab, recto, gancho, esquiva.** Su mente recreaba los movimientos de Vulture, sus patrones, su estilo agresivo. —No me atraparía dos veces con el mismo golpe… —murmuró entre combinaciones. Después de la rutina de sombra, se dirigió al río que atravesaba el bosque. Se quitó la camiseta y se metió al agua, que estaba helada, pero **eso era parte del entrenamiento.** Allí practicó golpes cortos y explosivos, obligando a su cuerpo a trabajar contra la resistencia del agua. El frío mordía su piel, pero **la mente debía ser más fuerte que el cuerpo.** Cuando terminó, salió del agua y, con el cuerpo aún goteando, se lanzó al suelo para hacer flexiones sobre los nudillos. Cada repetición era una promesa, un compromiso con sí mismo. **Uno.** **Dos.** **Tres.** **Cuatro.** Cada gota de sudor que caía sobre la tierra le recordaba **por qué estaba ahí.** ### **Conversación con Sí Mismo** Después de terminar, se sentó sobre una roca, observando el cielo anaranjado. Sentía el cuerpo cansado, pero en su mente había claridad. —Estoy avanzando —dijo en voz baja. Recordó su versión de hace años, cuando entrenaba en este mismo bosque sin saber hasta dónde podría llegar. **Ahora, estaba en la ruta hacia el título mundial.** Pensó en su entrenador, en los sacrificios que había hecho para guiarlo. Pensó en "X", en cómo había estado a su lado durante todo este camino. **Fue su voz la que lo hizo levantarse cuando estaba al borde de la derrota.** —No puedo fallarles —susurró. Se puso de pie, sintiendo una nueva oleada de determinación recorrer su cuerpo. **No iba a detenerse.** Había vencido a Vulture, pero eso era solo el principio. Cerró los puños y miró hacia adelante. —Voy por el título mundial. Con esa última declaración, Takeru volvió a moverse. No había tiempo que perder.
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  • Todos hemos sentido el aguijón del odio humano, ver cómo crece el odio en sus ojos, vivir escondidos con miedo cómo viles animales, ansiosos del amor de su amo, hemos vivido mucho en la Oscuridad y el Miedo, la naturaleza nos hizó superiores, somos el futuro viviente de este poderoso planeta, este mundo nos pertenece... Tomenlo!. -Palabras de su padre Magneto.- #PolarisXFactor
    Todos hemos sentido el aguijón del odio humano, ver cómo crece el odio en sus ojos, vivir escondidos con miedo cómo viles animales, ansiosos del amor de su amo, hemos vivido mucho en la Oscuridad y el Miedo, la naturaleza nos hizó superiores, somos el futuro viviente de este poderoso planeta, este mundo nos pertenece... Tomenlo!. -Palabras de su padre Magneto.- #PolarisXFactor
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  • El bosque era espeso y fresco, con el murmullo de las hojas danzando en la brisa. "X" avanzaba por el sendero sin prisa, dejando que el sonido de la naturaleza lo envolviera. Era un día tranquilo, de esos en los que el mundo parecía respirar en calma.

    Pero, entonces, algo alteró la armonía.

    Un golpe seco retumbó entre los árboles. Luego otro. Y otro más.

    "X" se detuvo, agudizando el oído. No eran pasos, ni el crujir de una rama al romperse. Eran impactos, repetitivos y fuertes, como si algo estuviera castigando la madera con violencia.

    Con curiosidad, desvió su camino, moviéndose con sigilo entre los arbustos. Se asomó entre las sombras y lo vio.

    Un joven, no mayor de veinte años, con guantes de boxeo y la ropa empapada de sudor, lanzaba golpes contra un grueso tronco seco. Su postura era firme, su mirada concentrada. No notaba nada más, solo el desafío que tenía frente a él.

    Cada golpe hacía vibrar la madera. La corteza se astillaba con cada impacto, pero el joven no se detenía. Su respiración era pesada, rítmica, casi como un ritual.

    Entonces, "X" vio el instante en que todo cambió.

    El muchacho inhaló profundo, tensó los músculos y lanzó un último golpe con toda su fuerza.

    El sonido fue como un trueno. La madera crujió, se partió de inmediato, y el tronco entero cayó al suelo con un estruendo seco. Al mismo tiempo, el guante en su mano derecha se rasgó, incapaz de soportar la fuerza descomunal que había liberado.

    "X" contuvo la respiración, observando al joven que ahora miraba su guante roto con indiferencia. No parecía sorprendido. No parecía satisfecho. Solo suspiró, comenzando a quitárselo con calma.

    Aún no sabía que estaba siendo observado.
    El bosque era espeso y fresco, con el murmullo de las hojas danzando en la brisa. "X" avanzaba por el sendero sin prisa, dejando que el sonido de la naturaleza lo envolviera. Era un día tranquilo, de esos en los que el mundo parecía respirar en calma. Pero, entonces, algo alteró la armonía. Un golpe seco retumbó entre los árboles. Luego otro. Y otro más. "X" se detuvo, agudizando el oído. No eran pasos, ni el crujir de una rama al romperse. Eran impactos, repetitivos y fuertes, como si algo estuviera castigando la madera con violencia. Con curiosidad, desvió su camino, moviéndose con sigilo entre los arbustos. Se asomó entre las sombras y lo vio. Un joven, no mayor de veinte años, con guantes de boxeo y la ropa empapada de sudor, lanzaba golpes contra un grueso tronco seco. Su postura era firme, su mirada concentrada. No notaba nada más, solo el desafío que tenía frente a él. Cada golpe hacía vibrar la madera. La corteza se astillaba con cada impacto, pero el joven no se detenía. Su respiración era pesada, rítmica, casi como un ritual. Entonces, "X" vio el instante en que todo cambió. El muchacho inhaló profundo, tensó los músculos y lanzó un último golpe con toda su fuerza. El sonido fue como un trueno. La madera crujió, se partió de inmediato, y el tronco entero cayó al suelo con un estruendo seco. Al mismo tiempo, el guante en su mano derecha se rasgó, incapaz de soportar la fuerza descomunal que había liberado. "X" contuvo la respiración, observando al joven que ahora miraba su guante roto con indiferencia. No parecía sorprendido. No parecía satisfecho. Solo suspiró, comenzando a quitárselo con calma. Aún no sabía que estaba siendo observado.
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  • El ocaso había llegado anunciando la pronta llegada del anochecer, Mita empezaba a sentirse inquieta como cada vez que la luna hacia su aparición en el cielo nocturno; su mirada estaba fija en el sol poniente. Quizá por su naturaleza sobrenatural, pero de cualquier modo a veces daba la impresión de no estar demasiado cuerda.

    Posó la atención en su huésped que yacía en el sofá, el cual parecía haber estado mirándola fijamente desde al menos un par de minutos atrás; ¿sus piernas, su trasero o espalda, tal vez su cabello? no lo sabia. pero no le importaba.

    —Ya casi es hora de comer—Su mirada era tranquila pero había algo más, apetito, ansias... quizá otra cosa que trataba de ocultar —Es tu turno de preparar la cena, no querrás que este hambrienta~
    El ocaso había llegado anunciando la pronta llegada del anochecer, Mita empezaba a sentirse inquieta como cada vez que la luna hacia su aparición en el cielo nocturno; su mirada estaba fija en el sol poniente. Quizá por su naturaleza sobrenatural, pero de cualquier modo a veces daba la impresión de no estar demasiado cuerda. Posó la atención en su huésped que yacía en el sofá, el cual parecía haber estado mirándola fijamente desde al menos un par de minutos atrás; ¿sus piernas, su trasero o espalda, tal vez su cabello? no lo sabia. pero no le importaba. —Ya casi es hora de comer—Su mirada era tranquila pero había algo más, apetito, ansias... quizá otra cosa que trataba de ocultar —Es tu turno de preparar la cena, no querrás que este hambrienta~
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  • Hay momentos en los cuáles hasta el ser más valiente puede ser débil. Momentos donde las palabras quedan selladas en la garganta y no sabemos como lidiar con lo que sucede. Momentos donde somos lo opuesto de toda nuestra naturaleza. Somos complejos, curiosos, todo y nada... Todas nuestras cualidades y "defectos" forman nuestro equilibrio y todo nuestro caos y conciliación a ése estado de paz proporcionan la sensación de estar vivo; de existir, de ser algo algo más que una criatura vacía, hueca, sin alma, sin propósito, sin nada.
    Hay momentos en los cuáles hasta el ser más valiente puede ser débil. Momentos donde las palabras quedan selladas en la garganta y no sabemos como lidiar con lo que sucede. Momentos donde somos lo opuesto de toda nuestra naturaleza. Somos complejos, curiosos, todo y nada... Todas nuestras cualidades y "defectos" forman nuestro equilibrio y todo nuestro caos y conciliación a ése estado de paz proporcionan la sensación de estar vivo; de existir, de ser algo algo más que una criatura vacía, hueca, sin alma, sin propósito, sin nada.
    Me entristece
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