Cuando un animal le quita la vida a un ser humano, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigar a los seres humanos por su altanería, recordarles su sitio.
Recordarles que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
«Wenkamuy».
Cuando un animal le quita la vida a un ser humano, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigar a los seres humanos por su altanería, recordarles su sitio.
Recordarles que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
—Necesito un hobby nuevo o algo entretenido para ocupar mis tardes... ¿Tejer? Hm, no, demasiado pacífico. ¿Jardinería? Ya tengo un jardín que parece un grito de auxilio de la naturaleza... —hace una pausa, pensativa— Ah, ya se, ¿y si aprendo esgrima? Podría desafiar a mi hermano a un duelo cada vez que me pida que pague mis deudas. O tal vez... ¡Ya se! ¿y si hago una piscina en el patio? ...Digo, ¿cuánto podría costar cavar un hoyo gigante y llenarlo de agua? Seguro que no mucho... Y nadar es más interesante que tejer (?)
—Necesito un hobby nuevo o algo entretenido para ocupar mis tardes... ¿Tejer? Hm, no, demasiado pacífico. ¿Jardinería? Ya tengo un jardín que parece un grito de auxilio de la naturaleza... —hace una pausa, pensativa— Ah, ya se, ¿y si aprendo esgrima? Podría desafiar a mi hermano a un duelo cada vez que me pida que pague mis deudas. O tal vez... ¡Ya se! ¿y si hago una piscina en el patio? ...Digo, ¿cuánto podría costar cavar un hoyo gigante y llenarlo de agua? Seguro que no mucho... Y nadar es más interesante que tejer (?)
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⠀⠀"En la cima, siempre estarás solo", una frase que atesoró al paso de los siglos, porque su verdad siempre fue absoluta. Desde que tiene memoria, y sus talentos afloraron en batalla, no había piedra u obstáculo que no pudiera domar.
⠀⠀Su cabellera, blanca y pura, se teñía en carmesí de forma habitual, el denso ambiente tribal de una salvaje naturaleza, incluso más que un puma; la humana. En constante crecimiento, una marea que no paraba de arrasar con todo, barcos, enemigos y... amigos.
⠀⠀Clavaba su espada, tallada en hueso y marcada con el espiral de su gente, en un macabro suelo, tierra húmeda rodeada de gente que alguna vez compartió sus ideales, otros se oponían y otros simplemente querían huir, pero incautos del peligro quedaron atrapados. No sentía remordimientos por almas que no escogieron morir, pero sí se sentía celoso, de aquellos que aun podían experimentar la adrenalina de la muerte cercana. De un combate que hirviera la sangre, y callara los pensamientos.
⠀⠀Pero eso se había ido. Una imagen tan vívida de una añoranza, un recuerdo feliz que jamás llegó.
⠀⠀Despertó. Aturdido por el sueño prolongado, tardada había sido aquella sesión de meditación que se enfrascó en el mundo de lo onírico. Su mente comenzó a confabular, pero esa pradera solitaria, solo iluminada por un atardecer familiar.
⠀⠀Justo como el de ese recuerdo...
⠀⠀Qué dicha aquellos que podían morir dándolo todo. Pero no era su caso, tendría que seguir buscando, y lo haría. Porque no había propósito más grande que su ego.
⠀⠀El fantasma del pueblo calchaquí se levantó de su cama de hojas, tomó su saco y continuó su camino.
⠀⠀Un rumbo incierto que esperaba, lo llevara a vivir combates impresionantes.
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⠀⠀"En la cima, siempre estarás solo", una frase que atesoró al paso de los siglos, porque su verdad siempre fue absoluta. Desde que tiene memoria, y sus talentos afloraron en batalla, no había piedra u obstáculo que no pudiera domar.
⠀⠀Su cabellera, blanca y pura, se teñía en carmesí de forma habitual, el denso ambiente tribal de una salvaje naturaleza, incluso más que un puma; la humana. En constante crecimiento, una marea que no paraba de arrasar con todo, barcos, enemigos y... amigos.
⠀⠀Clavaba su espada, tallada en hueso y marcada con el espiral de su gente, en un macabro suelo, tierra húmeda rodeada de gente que alguna vez compartió sus ideales, otros se oponían y otros simplemente querían huir, pero incautos del peligro quedaron atrapados. No sentía remordimientos por almas que no escogieron morir, pero sí se sentía celoso, de aquellos que aun podían experimentar la adrenalina de la muerte cercana. De un combate que hirviera la sangre, y callara los pensamientos.
⠀⠀Pero eso se había ido. Una imagen tan vívida de una añoranza, un recuerdo feliz que jamás llegó.
⠀⠀Despertó. Aturdido por el sueño prolongado, tardada había sido aquella sesión de meditación que se enfrascó en el mundo de lo onírico. Su mente comenzó a confabular, pero esa pradera solitaria, solo iluminada por un atardecer familiar.
⠀⠀Justo como el de ese recuerdo...
⠀⠀Qué dicha aquellos que podían morir dándolo todo. Pero no era su caso, tendría que seguir buscando, y lo haría. Porque no había propósito más grande que su ego.
⠀⠀El fantasma del pueblo calchaquí se levantó de su cama de hojas, tomó su saco y continuó su camino.
⠀⠀Un rumbo incierto que esperaba, lo llevara a vivir combates impresionantes.
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El portal se cerró detrás de ellas con un chasquido seco. La incertidumbre del futuro invadió el lugar, el ambiente se sentía denso
Raora Panthera , Dohanna , Aikaterine Ouro y Baelz Cruzaron la barrera dimensional, llegando a un lugar muy apartado de la civilización. Este lugar, cubierto de árboles, estaba perfectamente protegido por la guardiana de la naturaleza, Fauna . Quien esperaba junto a Tsukumo Sana Espacio y a Serithra
La sensación fue un choque violento, el olor y vista del lugar hacia contraste con el verdadero motivo de la reunión y con el desorden del grupo que acababa de llegar
Fauna esperaba allí, serena e inmutable. A su lado se encontraba Sana, su presencia hacia que el asunto se sintiera diminuto a comparación del cosmos que representaba. Además la diosa del sol también acompañaba la reunión, con un aura imponente
Baelz sintió un escalofrío, pero no podia temer, en ese momento, el futuro del mundo estaba en juego. Observó a todos los presentes que esperaban en silencio
—Así que estamos de vuelta — dijo, su voz era baja, por fin había probado la libertad aunque sabia que la paz no duraría mucho tiempo
El portal se cerró detrás de ellas con un chasquido seco. La incertidumbre del futuro invadió el lugar, el ambiente se sentía denso
[divine_eyes], [moon_energy_goddess],
[Mercenary1x] y Baelz Cruzaron la barrera dimensional, llegando a un lugar muy apartado de la civilización. Este lugar, cubierto de árboles, estaba perfectamente protegido por la guardiana de la naturaleza, [Fauna_Nature] . Quien esperaba junto a [blaze_titanium_scorpion_916] y a [Sun_Goddess]
La sensación fue un choque violento, el olor y vista del lugar hacia contraste con el verdadero motivo de la reunión y con el desorden del grupo que acababa de llegar
Fauna esperaba allí, serena e inmutable. A su lado se encontraba Sana, su presencia hacia que el asunto se sintiera diminuto a comparación del cosmos que representaba. Además la diosa del sol también acompañaba la reunión, con un aura imponente
Baelz sintió un escalofrío, pero no podia temer, en ese momento, el futuro del mundo estaba en juego. Observó a todos los presentes que esperaban en silencio
—Así que estamos de vuelta — dijo, su voz era baja, por fin había probado la libertad aunque sabia que la paz no duraría mucho tiempo
En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar.
Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen.
—Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-.
Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes?
Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir.
Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar.
—Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades.
¿A quién engañaba realmente?
Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…?
Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
⊹┈┈┈🩸♰🩸┈┈┈⊹
⤷ 𝒓𝒐𝒍 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 / 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 / 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂
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En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar.
Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen.
—Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-.
Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes?
Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir.
Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar.
—Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades.
¿A quién engañaba realmente?
Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…?
Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
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El cielo se oscurece, la tierra tiembla, el cuerpo de Selin yace inmóvil, rodeado por un silencio que parece eterno.
Oz, de rodillas frente a ella, siente cómo su corazón se desgarra. La sangre de su esposa aún tiñe el suelo, y en ese instante, el hombre que había sellado su poder para vivir como humano ya no existe. Solo queda el guerrero, el destructor, el padre que ha perdido todo.
Se levanta lentamente, con los ojos ardiendo como brasas. Su voz retumba como un trueno:
—¡No te lo perdonaré, Febo! ¡Voy a matarte a ti, y a todos los dioses, y a todos los que se llamen dioses!
El grito sacude la tierra alrededor y se quiebra, montañas se parten, árboles se reducen a cenizas. Solo dos lugares permanecen intactos: donde Oz se alza y donde descansa Selin.
Con un gesto, rompe el sello que había aprisionado su poder. La energía ancestral fluye como un río desbordado. Sus ojos brillan con un fulgor que no pertenece a los mortales. Con una sola mirada, crea un rectángulo de tierra a la medida de Selin. La tumba se abre, y él deposita el cuerpo con reverencia.
Cuando la cubre con tierra, flores blancas brotan de inmediato, puras y delicadas. Son el último regalo de Selin, cuyo poder aún palpita en la naturaleza. Oz se inclina, besa la tierra, y se levanta con la determinación de un hombre que ya no tiene nada que perder.
El Templo Corrupto.
Oz parte hacia el templo de los Elunai, la raza de Selin. Busca respuestas, busca rastros de su hija Jennifer. Pero al llegar, percibe algo extraño: el poder de la luna ya no habita allí. El templo que alguna vez fue sagrado está vacío, muerto.
El recuérdala que ese era donde Selin sirvio en el pasado, pero el poder sagrado que antes poseía aquel lugar ya no se encontraba ahi, en su lugar ahora solo reinaba un poder corrompido, saturado de energía maligna. Oz interroga a los sirven en aquel lugar maldito, pero estos no saben nada. Sin dudarlo, desata su poder y destruye el templo, reduciéndolo a ruinas, de esa forma descubre un pasaje secreto que se suponía no debía estar ahi, pues el conocia muy bien el templo.
En las catacumbas, descubre un horror aún mayor: un grupo de niños elfos oscuros, la mayoría muertos o agonizando. Sus cuerpos frágiles son testigos del sacrificio impío que se ha cometido. Oz los toma en brazos, uno por uno, y los lleva fuera. Cree que pertenecen a un poblado cercano y luego de sanarlos con su poder, los conduce allí.
El Pueblo Maldito.
Pero al llegar al pueblo, la verdad lo golpea como una espada: los habitantes son los responsables. Ellos mismos entregaban a los niños al templo, condenándolos a la muerte.
Oz piensa en Jennifer. Piensa en su hija atrapada en manos de los dioses, quizá sufriendo lo mismo que esos niños. La furia lo consume.
Sin titubear, desata su poder. El pueblo entero arde en llamas. Los gritos se mezclan con el rugido del fuego, y cuando todo termina, solo queda ceniza. Oz no siente culpa. Solo siente la urgencia de seguir adelante.
La niña perdida.
Con los niños sobrevivientes, Oz se interna en el bosque de los elfos verdes. Ellos son neutrales, y no rechazan a los pequeños elfos oscuros. Allí los deja, confiando en que estarán a salvo.
Pero una joven se acerca. Tiene la mirada firme, más dura de lo que su edad debería permitir. Es apenas mayor que Jennifer, pero en sus ojos arde la misma llama de venganza que consume a Oz.
—Déjame acompañarte— Le pide.— Los asesinos de mi madre no estaban en ese pueblo. Yo también quiero justicia.
Oz la observa con desdén. Su corazón no tiene espacio para más cargas.
—Si me resultas un estorbo, te abandonaré —responde con voz fría.
La joven no vacila. Asiente con firmeza.
—Me llamo Onix.
Oz la acepta de mala gana. Pero en lo profundo, sabe que la niña lleva consigo una fuerza que podría ser necesaria en la guerra que está por comenzar.
La Rebelión de Oz
El cielo se oscurece, la tierra tiembla, el cuerpo de Selin yace inmóvil, rodeado por un silencio que parece eterno.
Oz, de rodillas frente a ella, siente cómo su corazón se desgarra. La sangre de su esposa aún tiñe el suelo, y en ese instante, el hombre que había sellado su poder para vivir como humano ya no existe. Solo queda el guerrero, el destructor, el padre que ha perdido todo.
Se levanta lentamente, con los ojos ardiendo como brasas. Su voz retumba como un trueno:
—¡No te lo perdonaré, Febo! ¡Voy a matarte a ti, y a todos los dioses, y a todos los que se llamen dioses!
El grito sacude la tierra alrededor y se quiebra, montañas se parten, árboles se reducen a cenizas. Solo dos lugares permanecen intactos: donde Oz se alza y donde descansa Selin.
Con un gesto, rompe el sello que había aprisionado su poder. La energía ancestral fluye como un río desbordado. Sus ojos brillan con un fulgor que no pertenece a los mortales. Con una sola mirada, crea un rectángulo de tierra a la medida de Selin. La tumba se abre, y él deposita el cuerpo con reverencia.
Cuando la cubre con tierra, flores blancas brotan de inmediato, puras y delicadas. Son el último regalo de Selin, cuyo poder aún palpita en la naturaleza. Oz se inclina, besa la tierra, y se levanta con la determinación de un hombre que ya no tiene nada que perder.
El Templo Corrupto.
Oz parte hacia el templo de los Elunai, la raza de Selin. Busca respuestas, busca rastros de su hija Jennifer. Pero al llegar, percibe algo extraño: el poder de la luna ya no habita allí. El templo que alguna vez fue sagrado está vacío, muerto.
El recuérdala que ese era donde Selin sirvio en el pasado, pero el poder sagrado que antes poseía aquel lugar ya no se encontraba ahi, en su lugar ahora solo reinaba un poder corrompido, saturado de energía maligna. Oz interroga a los sirven en aquel lugar maldito, pero estos no saben nada. Sin dudarlo, desata su poder y destruye el templo, reduciéndolo a ruinas, de esa forma descubre un pasaje secreto que se suponía no debía estar ahi, pues el conocia muy bien el templo.
En las catacumbas, descubre un horror aún mayor: un grupo de niños elfos oscuros, la mayoría muertos o agonizando. Sus cuerpos frágiles son testigos del sacrificio impío que se ha cometido. Oz los toma en brazos, uno por uno, y los lleva fuera. Cree que pertenecen a un poblado cercano y luego de sanarlos con su poder, los conduce allí.
El Pueblo Maldito.
Pero al llegar al pueblo, la verdad lo golpea como una espada: los habitantes son los responsables. Ellos mismos entregaban a los niños al templo, condenándolos a la muerte.
Oz piensa en Jennifer. Piensa en su hija atrapada en manos de los dioses, quizá sufriendo lo mismo que esos niños. La furia lo consume.
Sin titubear, desata su poder. El pueblo entero arde en llamas. Los gritos se mezclan con el rugido del fuego, y cuando todo termina, solo queda ceniza. Oz no siente culpa. Solo siente la urgencia de seguir adelante.
La niña perdida.
Con los niños sobrevivientes, Oz se interna en el bosque de los elfos verdes. Ellos son neutrales, y no rechazan a los pequeños elfos oscuros. Allí los deja, confiando en que estarán a salvo.
Pero una joven se acerca. Tiene la mirada firme, más dura de lo que su edad debería permitir. Es apenas mayor que Jennifer, pero en sus ojos arde la misma llama de venganza que consume a Oz.
—Déjame acompañarte— Le pide.— Los asesinos de mi madre no estaban en ese pueblo. Yo también quiero justicia.
Oz la observa con desdén. Su corazón no tiene espacio para más cargas.
—Si me resultas un estorbo, te abandonaré —responde con voz fría.
La joven no vacila. Asiente con firmeza.
—Me llamo Onix.
Oz la acepta de mala gana. Pero en lo profundo, sabe que la niña lleva consigo una fuerza que podría ser necesaria en la guerra que está por comenzar.
—Hice mal en permitirme sentir algo por ellos.
Sabía que era mala idea. Un elemental no debería salir de su camino.
Las lágrimas comenzaron a caer, fuera de su naturaleza incapaz de llorar hasta ese momento, sin saber en que momento el intentar hacer todo por proteger a su señor lo volvía en el villano.
—Hice mal en permitirme sentir algo por ellos.
Sabía que era mala idea. Un elemental no debería salir de su camino.
Las lágrimas comenzaron a caer, fuera de su naturaleza incapaz de llorar hasta ese momento, sin saber en que momento el intentar hacer todo por proteger a su señor lo volvía en el villano.
Se busca un Thanatos adulto con el rostro de Julian Richings, interpretado desde una perspectiva fiel al mito y adaptado al tono del universo de Percy Jackson.
Thanatos es uno de los dioses más antiguos, tan viejo que incluso los Olímpicos bajan la mirada cuando se acerca. No es un guerrero ni un tirano: es la presencia inevitable que ha visto el nacimiento y la caída de dioses, héroes y mortales. Habla poco, observa mucho y nunca necesita levantar la voz para imponerse. Su sabiduría intimida, su calma desarma y su paciencia parece no tener final.
No se inclina ante Zeus. No se involucra en rencillas menores. No busca adoración. Su deber es eterno y lo cumple sin orgullo ni resentimiento: simplemente es.
Sin embargo, existe un solo punto donde toda esa naturaleza cósmica parece quebrarse:
su hija, Jordyn Abernathy, la única semidiosa nacida de él.
Con ella, Thanatos roza lo humano. No pierde su solemnidad, pero se vuelve más cercano, más presente, casi protector. No es un padre cálido, pero sí constante. Jordyn es el único puente entre su eternidad y el mundo mortal.
La búsqueda es para un rol adulto, serio, coherente y con libertad creativa mientras se respete la esencia del dios.
Se busca un Thanatos adulto con el rostro de Julian Richings, interpretado desde una perspectiva fiel al mito y adaptado al tono del universo de Percy Jackson.
Thanatos es uno de los dioses más antiguos, tan viejo que incluso los Olímpicos bajan la mirada cuando se acerca. No es un guerrero ni un tirano: es la presencia inevitable que ha visto el nacimiento y la caída de dioses, héroes y mortales. Habla poco, observa mucho y nunca necesita levantar la voz para imponerse. Su sabiduría intimida, su calma desarma y su paciencia parece no tener final.
No se inclina ante Zeus. No se involucra en rencillas menores. No busca adoración. Su deber es eterno y lo cumple sin orgullo ni resentimiento: simplemente es.
Sin embargo, existe un solo punto donde toda esa naturaleza cósmica parece quebrarse:
su hija, Jordyn Abernathy, la única semidiosa nacida de él.
Con ella, Thanatos roza lo humano. No pierde su solemnidad, pero se vuelve más cercano, más presente, casi protector. No es un padre cálido, pero sí constante. Jordyn es el único puente entre su eternidad y el mundo mortal.
La búsqueda es para un rol adulto, serio, coherente y con libertad creativa mientras se respete la esencia del dios.
La luz tenue del camerino apenas alcanzaba a rozar el espejo cuando Melody abrió la puerta. Su silueta apareció como una sombra hecha de curvas y fuego: el cabello rojo cayendo en ondas hasta la cintura, los labios carnosos brillando con un rojo demasiado vivo para ser humano, y aquella presencia suya… hipnotizante, peligrosa, deliciosamente inestable.
Se acercó al tocador sin prisa, dejando que el taconeo de sus botas resonara en la habitación vacía. Tenía una escena difícil que filmar en unos minutos, pero nada de eso se reflejaba en su rostro. Melody jamás mostraba nervios; era una criatura acostumbrada a dominar la atención, a devorarla.
En el espejo, sus ojos adoptaron un destello carmesí por un segundo. Breve. Peligroso. Inconfundible.
Vampira.
Y aunque había aprendido a ocultar su naturaleza ante las cámaras, aquí, a solas, dejaba que su verdadera esencia respirara. Inspiró hondo, degustando el aroma del set al otro lado de la pared: adrenalina, nervios, vida latente. Tan cerca… tan tentadora.
Un golpe en la puerta interrumpió ese instante.
—Melody, te necesita el director —avisó una voz tímida.
Ella sonrió, lenta, afilada.
—Dile que voy en seguida.
Se levantó, deslizando la mano por su cintura como si estuviera recordándose a sí misma la forma en la que el mundo la percibía: femme fatale, diva, diosa de la noche. Abrió la puerta y la asistente dio un paso atrás, sorprendida por la intensidad de su mirada.
Melody caminó hacia el set con la seguridad de quien sabe que todos se detendrán al verla, que la cámara la amará y que, si ella quisiera… podría devorar algo más que suspiros esta noche.
Y quizá —solo quizá— lo haría.
La luz tenue del camerino apenas alcanzaba a rozar el espejo cuando Melody abrió la puerta. Su silueta apareció como una sombra hecha de curvas y fuego: el cabello rojo cayendo en ondas hasta la cintura, los labios carnosos brillando con un rojo demasiado vivo para ser humano, y aquella presencia suya… hipnotizante, peligrosa, deliciosamente inestable.
Se acercó al tocador sin prisa, dejando que el taconeo de sus botas resonara en la habitación vacía. Tenía una escena difícil que filmar en unos minutos, pero nada de eso se reflejaba en su rostro. Melody jamás mostraba nervios; era una criatura acostumbrada a dominar la atención, a devorarla.
En el espejo, sus ojos adoptaron un destello carmesí por un segundo. Breve. Peligroso. Inconfundible.
Vampira.
Y aunque había aprendido a ocultar su naturaleza ante las cámaras, aquí, a solas, dejaba que su verdadera esencia respirara. Inspiró hondo, degustando el aroma del set al otro lado de la pared: adrenalina, nervios, vida latente. Tan cerca… tan tentadora.
Un golpe en la puerta interrumpió ese instante.
—Melody, te necesita el director —avisó una voz tímida.
Ella sonrió, lenta, afilada.
—Dile que voy en seguida.
Se levantó, deslizando la mano por su cintura como si estuviera recordándose a sí misma la forma en la que el mundo la percibía: femme fatale, diva, diosa de la noche. Abrió la puerta y la asistente dio un paso atrás, sorprendida por la intensidad de su mirada.
Melody caminó hacia el set con la seguridad de quien sabe que todos se detendrán al verla, que la cámara la amará y que, si ella quisiera… podría devorar algo más que suspiros esta noche.
Y quizá —solo quizá— lo haría.