-La emisión nocturna resonó una vez más a través de todos los círculos infernales. Al compás de la música, elevé mi copa con estudiada coquetería y acaricié el micrófono con sensualidad. Justo antes de que empezara mi canto, mis sombras me vistieron con un traje atrevido, mientras otras asumían el papel de coristas. Hicimos vibrar todo el estudio con mi interpretación, que incluía la canción solicitada por una dama de cabellos de oro.-
Espero que disfrutes esta actuación, querida dama.
-La emisión nocturna resonó una vez más a través de todos los círculos infernales. Al compás de la música, elevé mi copa con estudiada coquetería y acaricié el micrófono con sensualidad. Justo antes de que empezara mi canto, mis sombras me vistieron con un traje atrevido, mientras otras asumían el papel de coristas. Hicimos vibrar todo el estudio con mi interpretación, que incluía la canción solicitada por una dama de cabellos de oro.-
Espero que disfrutes esta actuación, querida dama.
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Yo, la única, la inigualable, la Gran Power, me he dignado a aceptar el título de... ¡Presidenta! ¡Aunque "Emperatriz del Universo" suena mucho mejor!
Pero no se preocupen, ahora que estoy al mando, sus vidas patéticas van a mejorar un poco. ¿Y por qué? ¡Porque mi grandeza lo exige!
Economía de Power: ¡El Reino de la Sangre!
Impuestos: ¡A partir de mañana, todos los impuestos se pagarán con... sangre fresca! ¡Y no sangre de la buena, la de Power! ¡La suya, que es barata!
Comida: ¡Se acabó el comer verduras! ¡Solo carne y más carne! ¡Y si alguien se atreve a robar mis hamburguesas o mi ajo, será castigado con el puño de la justicia sangrienta!
Dinero: El nuevo lema es: "¡Todo para Power, nada para ti!" ¡Porque yo soy la más importante!
Leyes de Power: ¡La Nueva Justicia!
Baños: ¡Los baños públicos ahora son opcionales! ¡Si la Gran Power puede ser anti-higiene, ustedes también pueden!
Gatos: ¡Mi gato, Nyako, ahora es el Vicepresidente Honorario! ¡Y si alguien lo mira mal, lo convertiré en una estatua de sangre!
Política Exterior: ¡Declaramos la guerra a todo aquel que no nos ofrezca dulces o que huela un poco raro! ¡Y en esa guerra, solo yo saldré victoriosa!
¡Así que regocíjense! Tienen la suerte de vivir bajo el mandato de la entidad más genial, la más inteligente y la más superior que jamás haya existido... ¡La Gran Power!
Ahora, ¡aplaudan con más fuerza hijos de fruta! Y alguien que me traiga cien hamburguesas, sin pepinillos, ¡y de inmediato! ¡Porque tengo hambre!
—Power golpea el atril con un mazo de sangre.-
¡Escúchenme, gusanos! ¡Escúchenme bien, plebeyos!
Yo, la única, la inigualable, la Gran Power, me he dignado a aceptar el título de... ¡Presidenta! ¡Aunque "Emperatriz del Universo" suena mucho mejor!
Pero no se preocupen, ahora que estoy al mando, sus vidas patéticas van a mejorar un poco. ¿Y por qué? ¡Porque mi grandeza lo exige!
💰 Economía de Power: ¡El Reino de la Sangre!
Impuestos: ¡A partir de mañana, todos los impuestos se pagarán con... sangre fresca! ¡Y no sangre de la buena, la de Power! ¡La suya, que es barata!
Comida: ¡Se acabó el comer verduras! ¡Solo carne y más carne! ¡Y si alguien se atreve a robar mis hamburguesas o mi ajo, será castigado con el puño de la justicia sangrienta!
Dinero: El nuevo lema es: "¡Todo para Power, nada para ti!" ¡Porque yo soy la más importante!
⚖️ Leyes de Power: ¡La Nueva Justicia!
Baños: ¡Los baños públicos ahora son opcionales! ¡Si la Gran Power puede ser anti-higiene, ustedes también pueden!
Gatos: ¡Mi gato, Nyako, ahora es el Vicepresidente Honorario! ¡Y si alguien lo mira mal, lo convertiré en una estatua de sangre!
Política Exterior: ¡Declaramos la guerra a todo aquel que no nos ofrezca dulces o que huela un poco raro! ¡Y en esa guerra, solo yo saldré victoriosa!
¡Así que regocíjense! Tienen la suerte de vivir bajo el mandato de la entidad más genial, la más inteligente y la más superior que jamás haya existido... ¡La Gran Power!
Ahora, ¡aplaudan con más fuerza hijos de fruta! Y alguien que me traiga cien hamburguesas, sin pepinillos, ¡y de inmediato! ¡Porque tengo hambre!
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⸻⸻ El cristal frío del enorme ventanal de su apartamento en Nueva York devolvía su reflejo algo deformado por las luces de la ciudad. Stephen Strange sostenía un vaso de whisky en la zurda sin beber durante unos segundos, como si el peso no estuviera en su mano realmente, sino en su conciencia. Afuera, Nueva York no descansaba. Nunca lo hacía en realidad. Adentro, en aquel apartamento, el silencio instalado era espeso, cargado de pensamientos que no encontraban una salida.
Al final, dio un sorbo lento. El ardor del licor le bajó por la garganta pero no logró disipar la inquietud que le recorría el pecho. Había algo que no encajaba, una sensación persistente de que el equilibrio era frágil y de que el siguiente movimiento /el suyo/ inclinaría la balanza de forma irreversible. No era miedo. Tampoco duda. Era la certeza incómoda de que toda elección conllevaba un precio.
Apoyó el vaso en la mesa sin apartar la mirada del horizonte iluminado. Había tomado decisiones imposibles antes. Había sacrificado, había perdido, había cargado con consecuencias que otros ni siquiera alcanzaban a ver. Y, aun así, esta vez el peso era distinto. Quizá por eso temía que no hubiera marcha atrás.
Respiró hondo. El Doctor Strange no podía permitirse la inacción, por supuesto. El tiempo, como siempre, avanzaba sin pedir permiso. Y él lo sabía mejor que nadie: no decidir también es una forma de decidir.
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⸻⸻ El cristal frío del enorme ventanal de su apartamento en Nueva York devolvía su reflejo algo deformado por las luces de la ciudad. Stephen Strange sostenía un vaso de whisky en la zurda sin beber durante unos segundos, como si el peso no estuviera en su mano realmente, sino en su conciencia. Afuera, Nueva York no descansaba. Nunca lo hacía en realidad. Adentro, en aquel apartamento, el silencio instalado era espeso, cargado de pensamientos que no encontraban una salida.
Al final, dio un sorbo lento. El ardor del licor le bajó por la garganta pero no logró disipar la inquietud que le recorría el pecho. Había algo que no encajaba, una sensación persistente de que el equilibrio era frágil y de que el siguiente movimiento /el suyo/ inclinaría la balanza de forma irreversible. No era miedo. Tampoco duda. Era la certeza incómoda de que toda elección conllevaba un precio.
Apoyó el vaso en la mesa sin apartar la mirada del horizonte iluminado. Había tomado decisiones imposibles antes. Había sacrificado, había perdido, había cargado con consecuencias que otros ni siquiera alcanzaban a ver. Y, aun así, esta vez el peso era distinto. Quizá por eso temía que no hubiera marcha atrás.
Respiró hondo. El Doctor Strange no podía permitirse la inacción, por supuesto. El tiempo, como siempre, avanzaba sin pedir permiso. Y él lo sabía mejor que nadie: no decidir también es una forma de decidir.
#Personajes3D #3D #Comunidad3D
El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.
Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.
Y sonreí.
Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.
El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.
El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.
Perfecto.
Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.
Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.
Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.
Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:
Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?
Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.
Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.
Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.
No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.
En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.
Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.
Veythra:
—Sí.
No esperé aprobación.
No pedí permiso.
Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.
Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.
Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.
Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.
Y sonreí.
Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.
El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.
El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.
Perfecto.
Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.
Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.
Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.
Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:
Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?
Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.
Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.
Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.
No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.
En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.
Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.
Veythra:
—Sí.
No esperé aprobación.
No pedí permiso.
Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.
Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.
Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.
Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.
Y sonreí.
Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.
El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.
El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.
Perfecto.
Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.
Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.
Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.
Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:
Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?
Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.
Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.
Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.
No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.
En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.
Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.
Veythra:
—Sí.
No esperé aprobación.
No pedí permiso.
Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.
Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.
Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
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El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.
Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.
Y sonreí.
Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.
El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.
El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.
Perfecto.
Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.
Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.
Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.
Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:
Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?
Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.
Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.
Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.
No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.
En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.
Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.
Veythra:
—Sí.
No esperé aprobación.
No pedí permiso.
Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.
Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.
Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.
Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.
Y sonreí.
Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.
El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.
El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.
Perfecto.
Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.
Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.
Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.
Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:
Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?
Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.
Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.
Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.
No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.
En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.
Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.
Veythra:
—Sí.
No esperé aprobación.
No pedí permiso.
Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.
Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.
Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
No puedo mantener la compostura.
Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.
Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
No.
Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.
Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”
La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
Y lo entiende.
Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin que exista ninguna duda entre nosotras.
Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
De que soy su hija.
Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”
Su abrazo se vuelve eterno.
Mi pecho se abre.
Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.
Cierro los ojos.
Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
Hakos Baelz.
Observándome.
Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.
En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
Y por primera vez, entre ellas, la mía.
Una figura elegante.
Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.
Abro los ojos.
Y mi piel es roja como el fuego.
Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.
Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”
Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.
Arc: “No la encontrarás aquí.”
Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
“Tu tiempo aquí… ha terminado.”
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
No puedo mantener la compostura.
Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.
Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
No.
Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.
Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”
La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
Y lo entiende.
Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin que exista ninguna duda entre nosotras.
Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
De que soy su hija.
Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”
Su abrazo se vuelve eterno.
Mi pecho se abre.
Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.
Cierro los ojos.
Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
Hakos Baelz.
Observándome.
Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.
En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
Y por primera vez, entre ellas, la mía.
Una figura elegante.
Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.
Abro los ojos.
Y mi piel es roja como el fuego.
Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.
Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”
Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.
Arc: “No la encontrarás aquí.”
Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
“Tu tiempo aquí… ha terminado.”
No puedo mantener la compostura.
Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.
Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
No.
Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.
Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”
La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
Y lo entiende.
Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin que exista ninguna duda entre nosotras.
Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
De que soy su hija.
Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”
Su abrazo se vuelve eterno.
Mi pecho se abre.
Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.
Cierro los ojos.
Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
Hakos Baelz.
Observándome.
Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.
En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
Y por primera vez, entre ellas, la mía.
Una figura elegante.
Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.
Abro los ojos.
Y mi piel es roja como el fuego.
Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.
Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”
Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.
Arc: “No la encontrarás aquí.”
Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
“Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
No puedo mantener la compostura.
Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.
Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
No.
Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.
Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”
La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
Y lo entiende.
Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin que exista ninguna duda entre nosotras.
Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
De que soy su hija.
Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”
Su abrazo se vuelve eterno.
Mi pecho se abre.
Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.
Cierro los ojos.
Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
Hakos Baelz.
Observándome.
Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.
En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
Y por primera vez, entre ellas, la mía.
Una figura elegante.
Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.
Abro los ojos.
Y mi piel es roja como el fuego.
Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.
Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”
Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.
Arc: “No la encontrarás aquí.”
Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
“Tu tiempo aquí… ha terminado.”
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
No puedo mantener la compostura.
Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.
Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
No.
Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.
Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”
La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
Y lo entiende.
Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin que exista ninguna duda entre nosotras.
Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
De que soy su hija.
Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”
Su abrazo se vuelve eterno.
Mi pecho se abre.
Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.
Cierro los ojos.
Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
Hakos Baelz.
Observándome.
Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.
En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
Y por primera vez, entre ellas, la mía.
Una figura elegante.
Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.
Abro los ojos.
Y mi piel es roja como el fuego.
Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.
Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”
Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.
Arc: “No la encontrarás aquí.”
Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
“Tu tiempo aquí… ha terminado.”