• Jimoto jadeaba, con la espalda contra el tronco de un árbol, mientras los últimos ecos del combate aún resonaban en la espesura de la selva. La patrulla roja había sido más numerosa y organizada de lo que esperaba. Aunque había logrado salir ileso, su mente no dejaba de darle vueltas a lo que acababa de escuchar.

    —El comandante estará contento. Ya tenemos dos esferas… y ahora sabemos dónde está *el arma*.

    Esa última palabra lo había congelado. ¿A quién se referían? No… ¿*A qué* se referían? ¿Era él? ¿Era posible que la Patrulla Roja supiera algo sobre su pasado que él mismo ignoraba?

    Jimoto cerró los puños y apretó los dientes. No podía dejarlo pasar. No solo estaban más cerca de conseguir las esferas del dragón, sino que también tenían información sobre él. Si se les enfrentaba de nuevo con su apariencia actual, lo reconocerían de inmediato. Necesitaba una nueva identidad, algo que lo distinguiera, que lo protegiera…

    Entonces recordó el regalo del alcalde de aquella ciudad en la que había ayudado hace un tiempo. Un traje de superhéroe, símbolo de gratitud por haber salvado a los habitantes de un desastre. En aquel momento, le había parecido un gesto exagerado, incluso algo cómico, pero ahora… podía ser su mejor opción.

    Horas después, en lo profundo de la selva, Jimoto emergió con una nueva apariencia. Su traje, ceñido y resistente, tenía un diseño vistoso, con colores vibrantes y una capa ondeando a su espalda. Su máscara ocultaba su rostro lo suficiente para evitar que lo identificaran de inmediato.

    Si la Patrulla Roja quería un arma, no la iban a encontrar tan fácilmente. Ahora, él sería otra cosa… una sombra en su camino, un obstáculo en su conquista.

    Jimoto sonrió bajo la máscara.

    —Si quieren verme como un héroe… entonces lo seré.
    Jimoto jadeaba, con la espalda contra el tronco de un árbol, mientras los últimos ecos del combate aún resonaban en la espesura de la selva. La patrulla roja había sido más numerosa y organizada de lo que esperaba. Aunque había logrado salir ileso, su mente no dejaba de darle vueltas a lo que acababa de escuchar. —El comandante estará contento. Ya tenemos dos esferas… y ahora sabemos dónde está *el arma*. Esa última palabra lo había congelado. ¿A quién se referían? No… ¿*A qué* se referían? ¿Era él? ¿Era posible que la Patrulla Roja supiera algo sobre su pasado que él mismo ignoraba? Jimoto cerró los puños y apretó los dientes. No podía dejarlo pasar. No solo estaban más cerca de conseguir las esferas del dragón, sino que también tenían información sobre él. Si se les enfrentaba de nuevo con su apariencia actual, lo reconocerían de inmediato. Necesitaba una nueva identidad, algo que lo distinguiera, que lo protegiera… Entonces recordó el regalo del alcalde de aquella ciudad en la que había ayudado hace un tiempo. Un traje de superhéroe, símbolo de gratitud por haber salvado a los habitantes de un desastre. En aquel momento, le había parecido un gesto exagerado, incluso algo cómico, pero ahora… podía ser su mejor opción. Horas después, en lo profundo de la selva, Jimoto emergió con una nueva apariencia. Su traje, ceñido y resistente, tenía un diseño vistoso, con colores vibrantes y una capa ondeando a su espalda. Su máscara ocultaba su rostro lo suficiente para evitar que lo identificaran de inmediato. Si la Patrulla Roja quería un arma, no la iban a encontrar tan fácilmente. Ahora, él sería otra cosa… una sombra en su camino, un obstáculo en su conquista. Jimoto sonrió bajo la máscara. —Si quieren verme como un héroe… entonces lo seré.
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  • — "¡Miren lo que construí!. Es muy divertida, creo que era moto"
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  • Jimoto había escuchado rumores sobre un grupo de mercenarios con tecnología avanzada, conocidos como la **Patrulla Roja**. No les prestó demasiada atención hasta que, en una aldea remota, vio con sus propios ojos cómo interrogaban a los ancianos sobre las **esferas del dragón**. No podía permitirlo.

    —Oigan, ¿no creen que están siendo un poco insistentes? —dijo, apoyando las manos en los bolsillos mientras caminaba tranquilamente hacia ellos.

    Los soldados, vestidos con uniformes rojos y negros, voltearon con evidente molestia. Uno de ellos, más alto y con un rifle de energía, apuntó directo a Jimoto.

    —¿Y tú quién demonios eres? ¡No te metas en esto!

    Jimoto sonrió con calma. **No necesitaba armas, ni refuerzos, solo su propio poder.**

    —Yo solo pasaba por aquí... pero creo que es mi deber detener a los matones.

    Antes de que los soldados pudieran reaccionar, Jimoto desapareció de su vista. En un parpadeo, **reapareció detrás de ellos**. Un solo golpe en el casco de uno lo dejó inconsciente, otro cayó cuando Jimoto lo derribó con una patada giratoria.

    —¡Dispárenle! —gritó un oficial.

    Pero **era inútil**. Jimoto esquivaba los disparos con una facilidad insultante, moviéndose entre ellos como un viento imparable. Derribó a un grupo entero con una onda de energía que sacudió el suelo. Los pocos que quedaban en pie intentaron huir, pero Jimoto saltó y aterrizó frente a ellos con una sonrisa confiada.

    —Díganle a sus jefes que estas esferas **no** les pertenecen.

    Los mercenarios asintieron temblorosos y huyeron a toda velocidad. Jimoto los observó desaparecer en la distancia y cruzó los brazos.

    **Ahora era oficial.** La Patrulla Roja también estaba en busca de las esferas, lo que significaba que **esto se había convertido en una carrera.**

    **Pero si creían que podían superarlo… estaban muy equivocados.**
    Jimoto había escuchado rumores sobre un grupo de mercenarios con tecnología avanzada, conocidos como la **Patrulla Roja**. No les prestó demasiada atención hasta que, en una aldea remota, vio con sus propios ojos cómo interrogaban a los ancianos sobre las **esferas del dragón**. No podía permitirlo. —Oigan, ¿no creen que están siendo un poco insistentes? —dijo, apoyando las manos en los bolsillos mientras caminaba tranquilamente hacia ellos. Los soldados, vestidos con uniformes rojos y negros, voltearon con evidente molestia. Uno de ellos, más alto y con un rifle de energía, apuntó directo a Jimoto. —¿Y tú quién demonios eres? ¡No te metas en esto! Jimoto sonrió con calma. **No necesitaba armas, ni refuerzos, solo su propio poder.** —Yo solo pasaba por aquí... pero creo que es mi deber detener a los matones. Antes de que los soldados pudieran reaccionar, Jimoto desapareció de su vista. En un parpadeo, **reapareció detrás de ellos**. Un solo golpe en el casco de uno lo dejó inconsciente, otro cayó cuando Jimoto lo derribó con una patada giratoria. —¡Dispárenle! —gritó un oficial. Pero **era inútil**. Jimoto esquivaba los disparos con una facilidad insultante, moviéndose entre ellos como un viento imparable. Derribó a un grupo entero con una onda de energía que sacudió el suelo. Los pocos que quedaban en pie intentaron huir, pero Jimoto saltó y aterrizó frente a ellos con una sonrisa confiada. —Díganle a sus jefes que estas esferas **no** les pertenecen. Los mercenarios asintieron temblorosos y huyeron a toda velocidad. Jimoto los observó desaparecer en la distancia y cruzó los brazos. **Ahora era oficial.** La Patrulla Roja también estaba en busca de las esferas, lo que significaba que **esto se había convertido en una carrera.** **Pero si creían que podían superarlo… estaban muy equivocados.**
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  • He pilotado en Juggernaut muchas veces. Realmente no tengo nada que aprender porque ya lo sé todo. Siempre me regañaban los técnicos de reparación en el hangar 18 porque decían que sobre explotaba la máquina.
    Puede que tuvieran razón. Pero si no lo hiciera quizás no habría sido tan efectivo en cada batalla...
    La posibilidad de aprender a pilotar el Baritec es emocionante. La principal diferencia es que el Baritec va por el cielo, y el Juggernaut va por tierra...
    Pero aún si no ingresara a la fuerza aérea, igual puedo ser piloto, y no me desagrada. Como un soldado tengo que poder hacer múltiples cosas a fin de ser efectivo con cada misión, con cada orden...
    En el fondo, el instinto de sobrevivir es el motor de toda mi vida.
    He pilotado en Juggernaut muchas veces. Realmente no tengo nada que aprender porque ya lo sé todo. Siempre me regañaban los técnicos de reparación en el hangar 18 porque decían que sobre explotaba la máquina. Puede que tuvieran razón. Pero si no lo hiciera quizás no habría sido tan efectivo en cada batalla... La posibilidad de aprender a pilotar el Baritec es emocionante. La principal diferencia es que el Baritec va por el cielo, y el Juggernaut va por tierra... Pero aún si no ingresara a la fuerza aérea, igual puedo ser piloto, y no me desagrada. Como un soldado tengo que poder hacer múltiples cosas a fin de ser efectivo con cada misión, con cada orden... En el fondo, el instinto de sobrevivir es el motor de toda mi vida.
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  • Sendero de calma
    Fandom Oc
    Categoría Aventura
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda.

    Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas.

    Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo.
    Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba.

    Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante.

    Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda. Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas. Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo. Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba. Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante. Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    Tipo
    Individual
    Líneas
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    Estado
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  • Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia.

    Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo.

    Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera.

    La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada?

    Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas.

    Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos.

    Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia. Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo. Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera. La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada? Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas. Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos. Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
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  • **El Errante y el Dragón Azul**

    El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria.

    El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta.

    Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número.

    Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento.

    El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo.

    Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo.

    —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia.

    Jimoto parpadeó, sorprendido.

    —Sí… ¿cómo es posible?

    Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad.

    —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.*

    Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer.

    Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía.

    Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    **El Errante y el Dragón Azul** El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria. El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta. Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número. Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento. El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo. Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo. —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia. Jimoto parpadeó, sorprendido. —Sí… ¿cómo es posible? Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad. —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.* Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer. Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía. Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
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  • **Entrega Especial: Un Encuentro Inesperado**

    *El rugido de una vieja scooter resonaba en las calles de la ciudad. Fran, el delivery más caótico del planeta, zigzagueaba entre autos y peatones con una bolsa de pedidos tambaleándose en la parte trasera de su moto. *

    *Detuvo la moto en seco frente a un destino que no reconocía.*
    -Raro, no recuerdo haber aceptado este pedido...-*pensó, sacando su teléfono solo para encontrar un mensaje confuso:

    *"Entrega especial. Destino desconocido. Cliente fuera de lo común."*

    *Levantó la vista y vio a alguien parado en la sombra, esperándolo. Podía ser cualquiera… y eso era lo más interesante. *

    — Hola, ¿tú pediste esto? —*preguntó con su tono despreocupado, sosteniendo una bolsa que, curiosamente, no recordaba haber revisado antes.*
    📦 **Entrega Especial: Un Encuentro Inesperado** *El rugido de una vieja scooter resonaba en las calles de la ciudad. Fran, el delivery más caótico del planeta, zigzagueaba entre autos y peatones con una bolsa de pedidos tambaleándose en la parte trasera de su moto. * *Detuvo la moto en seco frente a un destino que no reconocía.* -Raro, no recuerdo haber aceptado este pedido...-*pensó, sacando su teléfono solo para encontrar un mensaje confuso: *"Entrega especial. Destino desconocido. Cliente fuera de lo común."* *Levantó la vista y vio a alguien parado en la sombra, esperándolo. Podía ser cualquiera… y eso era lo más interesante. * — Hola, ¿tú pediste esto? —*preguntó con su tono despreocupado, sosteniendo una bolsa que, curiosamente, no recordaba haber revisado antes.*
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    / Off: Se que les va y viene la vida de un usuario que probablemente tienen en el otro lado del mundo. Sin embargo, es muy... placentero para mi poder decir que, despues de batallar con tramites, investigando procesos y tener dolores de cabeza por la señora del seguro... al fin el aguila esta en el nido... claro, luego de pasar por los 30 minutos mas terrorificos de mi vida enmedio del trafico como conductor novato de motocicleta. Pero se logro! Gracias por tomarse la molestia de leer hasta aqui para compartir conmigo este momento de alegria en el dia mas empalagoso del año. Sigan pasando un bonito dia.

    Cambio y fuera. "Kkjj"
    / Off: Se que les va y viene la vida de un usuario que probablemente tienen en el otro lado del mundo. Sin embargo, es muy... placentero para mi poder decir que, despues de batallar con tramites, investigando procesos y tener dolores de cabeza por la señora del seguro... al fin el aguila esta en el nido... claro, luego de pasar por los 30 minutos mas terrorificos de mi vida enmedio del trafico como conductor novato de motocicleta. Pero se logro! Gracias por tomarse la molestia de leer hasta aqui para compartir conmigo este momento de alegria en el dia mas empalagoso del año. Sigan pasando un bonito dia. Cambio y fuera. "Kkjj"
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  • —Tambien él pudo sacar algo de tiempo para ponerse algo especial para la ocasión y sorprender a Husk . Todo momento en queos pequeños terremotos dormían, era bueno para pasar algo de tiempo juntos—
    —Tambien él pudo sacar algo de tiempo para ponerse algo especial para la ocasión y sorprender a [barcat75] . Todo momento en queos pequeños terremotos dormían, era bueno para pasar algo de tiempo juntos—
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