• 𝚁𝙴𝚃𝚄𝚁𝙽 𝚃𝙾 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝚃
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda.

    El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador.

    Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido.

    Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta.

    Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia.

    Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así.

    Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija.

    Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza.

    ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello.

    ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ──

    Eve Duvall
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda. El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador. Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido. Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta. Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia. Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así. Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija. Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza. ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello. ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ── [TREME.WITCH]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • NUEVA ORLEANS — DOS DÍAS DESPUÉS
    Fandom Resident evil y hazbin hotel
    Categoría Acción
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones.

    Cada paso parecía más… dirigido.
    Como si alguien—o algo—empujara sus talones.

    Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba.

    Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida.
    La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención.

    La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada.

    —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste.
    Así que dime…
    Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna.

    —¿Estoy caliente… o frío?

    ꧁༒☬𝓐𝓛𝓐𝓢𝓣𝓞𝓡 𝓡𝓔𝓓 𝓓𝓔𝓜𝓞𝓝 𝓞𝓥𝓔𝓡𝓛𝓞𝓡𝓓☬༒꧂
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones. Cada paso parecía más… dirigido. Como si alguien—o algo—empujara sus talones. Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba. Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida. La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención. La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada. —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste. Así que dime… Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna. —¿Estoy caliente… o frío? [Alastor_rabbit]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    5
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    2
    3 turnos 0 maullidos
  • Llevaba varios días ocupada en arreglar la moto que me había dado el jefe, era mi cabezota y sabía de sobra que tarde o temprano iba arrancar.
    Llevaba varios días ocupada en arreglar la moto que me había dado el jefe, era mi cabezota y sabía de sobra que tarde o temprano iba arrancar.
    0 turnos 0 maullidos
  • Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.

    Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.

    Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
    neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
    Las luces parpadearon… y murieron.

    Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.

    Toby no.

    Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.

    Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.

    Afuera, las voces rompían la quietud.
    Discusiones apresuradas.
    Alguien llorando.
    Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.

    Pero entre esas voces normales… había otra.
    Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
    Que no venía de ningún frente de la casa.
    Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.

    Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
    Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
    Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.

    La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
    Había entrado.
    Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.

    ¿Por qué demonios él podía verlos?
    ¿No era suficiente con su PTSD?
    ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?

    Un golpe seco retumbó en el pasillo.
    Otro.
    Y luego arrastraron algo…
    O alguien.

    —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—

    Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
    El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.

    —… ya te vi…—

    ¡Ahí viene!
    Hazte bolita, Toby.
    No respires.
    No tiembles.

    Con suerte…
    Con suerte desaparecerá.

    Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
    Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento. Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo. Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos: neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle. Las luces parpadearon… y murieron. Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles. Toby no. Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma. Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él. Afuera, las voces rompían la quietud. Discusiones apresuradas. Alguien llorando. Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”. Pero entre esas voces normales… había otra. Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano. Que no venía de ningún frente de la casa. Que venía… de arriba, como si caminara por el techo. Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver. Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes. Ya lo había vivido antes. Y lo había negado. La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento. Había entrado. Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él. ¿Por qué demonios él podía verlos? ¿No era suficiente con su PTSD? ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos? Un golpe seco retumbó en el pasillo. Otro. Y luego arrastraron algo… O alguien. —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…— Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas. El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él. —… ya te vi…— ¡Ahí viene! Hazte bolita, Toby. No respires. No tiembles. Con suerte… Con suerte desaparecerá. Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
    Me gusta
    Me shockea
    Me entristece
    10
    0 turnos 0 maullidos
  • —No le gusta dejar la moto afuera, incluso encadenada le da miedo dejarla sola—
    —No le gusta dejar la moto afuera, incluso encadenada le da miedo dejarla sola—
    Me enjaja
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Me encocora
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] //Gracias por tanto. La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
    Me encocora
    1
    1 comentario 1 compartido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    2 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
    Me encocora
    1
    1 comentario 1 compartido
  • «¡Buenas Noches!, somos la familia Wurz, nuestro pequeño cumple años hoy y necesitamos a alguien que le prepare una fiesta sorpresa, la direccion es calle main 324, ¡Y no te olvides de llevar un gorrito de cumpleaños!»

    —Lo que faltaba..

    —Biker tomo su casco y sus cuchillos, se subio a su moto y se dirigio al lugar acordado—


    —Una vez alli, parecia ser una fiesta escandalosa en un almacen viejo, al entrar vio como alguien ya habia llegado antes que el, el lugar estaba lleno de casquillos de balas, cadaveres de miembros de la mafia rusa y un sin fin de agujeros de bala en las paredes, al fondo de todo habia un hombre un poco gordo con mascara de serpiente—

    —???: ¿¡Y TU QUIEN CARAJOS ERES?!

    —¡ESTE ES MI ENCARGO PANZ0N!

    —???: ¡Nah'ah, yo recibi una llamada diciendo que tenia que venir aqui y cumplir con esta estupidez!

    —Biker ya furioso se acerco a paso acelerado y tomo al hombre de la camisa mientras lo sacudia—

    —¡Eres un gordo mentiroso, deberia destriparte a ti aqui y ahora!


    —El otro hombre puso un arma en la entrepierna de biker, el cual al ver el arma lo solo y se alejo—


    —Eres hombre muerto...la proxima vez que te vea en mis trabajos te abrire y te sacare los intestinos como a un pescado

    ???: ¡Te estoy dejando ir con tu "amigo" entero, muestra algo de respeto
    —📞 «¡Buenas Noches!, somos la familia Wurz, nuestro pequeño cumple años hoy y necesitamos a alguien que le prepare una fiesta sorpresa, la direccion es calle main 324, ¡Y no te olvides de llevar un gorrito de cumpleaños!» —Lo que faltaba.. —Biker tomo su casco y sus cuchillos, se subio a su moto y se dirigio al lugar acordado— —Una vez alli, parecia ser una fiesta escandalosa en un almacen viejo, al entrar vio como alguien ya habia llegado antes que el, el lugar estaba lleno de casquillos de balas, cadaveres de miembros de la mafia rusa y un sin fin de agujeros de bala en las paredes, al fondo de todo habia un hombre un poco gordo con mascara de serpiente— —???: ¿¡Y TU QUIEN CARAJOS ERES?! —¡ESTE ES MI ENCARGO PANZ0N! —???: ¡Nah'ah, yo recibi una llamada diciendo que tenia que venir aqui y cumplir con esta estupidez! —Biker ya furioso se acerco a paso acelerado y tomo al hombre de la camisa mientras lo sacudia— —¡Eres un gordo mentiroso, deberia destriparte a ti aqui y ahora! —El otro hombre puso un arma en la entrepierna de biker, el cual al ver el arma lo solo y se alejo— —Eres hombre muerto...la proxima vez que te vea en mis trabajos te abrire y te sacare los intestinos como a un pescado ???: ¡Te estoy dejando ir con tu "amigo" entero, muestra algo de respeto
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados