• Unidad 44 ha descubierto que puede desconectar partes de su cuerpo y estar en ambos cuerpos a la vez, una oportunidad excelente para practicar su vuelo en un tamaño más pequeño y una escala inferior pero más manejable, mientras el resto de su cuerpo yace en medio de una cueva aislada bajo la sombra de una montaña.
    Unidad 44 ha descubierto que puede desconectar partes de su cuerpo y estar en ambos cuerpos a la vez, una oportunidad excelente para practicar su vuelo en un tamaño más pequeño y una escala inferior pero más manejable, mientras el resto de su cuerpo yace en medio de una cueva aislada bajo la sombra de una montaña.
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  • Cap: 02.

    Por el rabillo del ojo pudo notar la enormidad de la estructura, una presencia que se erguía hasta el cielo con arrogancia. Tan imponente como una montaña, pero de superficie lisa y desprovista de color. Era negra como el azabache, igual que el plumaje de la bestia que le ruge desde los pies del árbol, una amenaza gutural que filtra su potencia por debajo de la piel y hace temblar los huesos del muchacho.

    Respira con fuerza, y ni siquiera así logra escucharse a si mismo por culpa del animal, e intenta regular la respiración, mientras siente el corazón a pocos latidos de salirse por la garganta. Tenía miedo a tal grado que aún siente el dolor de las heridas, esas que cerraron hace ya largo rato y cuya única prueba de existencia eran las grandes manchas rojizas contrastando con su sudorosa piel blanca.

    El tronco del árbol es quien ahora sufre el frenesí de la bestia de ojos rojos, quien toma distancia y corre en furia ciega para saltar con la intención de atrapar a su víctima. Las garras de sus patas, largas y filosas, arañan profundamente el grosor de la corteza, haciéndola sangrar savia con cada salto fallido.

    La curiosidad, junto con la ingenuidad, lo arrastraron hasta tal momento; caminó, indefinidamente, hasta dar con un denso bosquejo, cuyos árboles entrelazan sus ramas cual sistema nervioso. Entre tronco y tronco logró distinguir un borrón azulado, veloz, la primera cosa en movimiento que ha visto en días, y eso fue suficiente para atraer su atención tal como los noctuidos en la noche que persiguen el fuego. La bestia de ojos rojos fue su fuego, las heridas quemaduras y el miedo la cicatriz.

    Entre rugidos avanzó el día, el sol amenazó con esconderse, las sombras ganaron fuerza e indicaron que pronto la noche caería sobre el bosque. La bestia se fue, pero su presencia quedó tan marcada como los zarpazos en el tronco. Él seguía sin bajar, un poco por inseguridad, pero tenía la mirada perdida en las estrellas, buscando la respuesta a la única pregunta que tenía lugar en su cabeza: "¿Por qué me odian?".

    Era doloroso. Injusto e irritante. Pero, esa insistencia con mirarlo, le hizo pensar que algo esperaban de él, alguna expectativa silenciosa que cumplir. Solo debía descubrir cuál era o, tal vez, debía llegar al firmamento y cuestionarlas, confrontarlas directamente.

    Esa noche hubo viento, uno feroz e indómito. Las ramas se estremecían con cada ráfaga, un peligro potencial de ser arrancadas. Él tuvo que aferrarse al árbol, tal fue la fuerza usada que sus negras uñas estaban clavadas en la corteza. No era algo natural, sino un fenómeno producido por aquella arrogante estructura.

    De pronto el firmamento brilló menos. Algo lo estaba opacando, una luz morada que provenía de la tierra. La estructura brillaba, sus caras estaban iluminadas con líneas que fueron talladas en forma de cuadrados incompletos. Perduró horas, hasta que expulsó algo desde la punta: una figura alargada, estrecha tal vez, que surcó los cielos sin tener que recurrir a un par de alas.
    Cap: 02. Por el rabillo del ojo pudo notar la enormidad de la estructura, una presencia que se erguía hasta el cielo con arrogancia. Tan imponente como una montaña, pero de superficie lisa y desprovista de color. Era negra como el azabache, igual que el plumaje de la bestia que le ruge desde los pies del árbol, una amenaza gutural que filtra su potencia por debajo de la piel y hace temblar los huesos del muchacho. Respira con fuerza, y ni siquiera así logra escucharse a si mismo por culpa del animal, e intenta regular la respiración, mientras siente el corazón a pocos latidos de salirse por la garganta. Tenía miedo a tal grado que aún siente el dolor de las heridas, esas que cerraron hace ya largo rato y cuya única prueba de existencia eran las grandes manchas rojizas contrastando con su sudorosa piel blanca. El tronco del árbol es quien ahora sufre el frenesí de la bestia de ojos rojos, quien toma distancia y corre en furia ciega para saltar con la intención de atrapar a su víctima. Las garras de sus patas, largas y filosas, arañan profundamente el grosor de la corteza, haciéndola sangrar savia con cada salto fallido. La curiosidad, junto con la ingenuidad, lo arrastraron hasta tal momento; caminó, indefinidamente, hasta dar con un denso bosquejo, cuyos árboles entrelazan sus ramas cual sistema nervioso. Entre tronco y tronco logró distinguir un borrón azulado, veloz, la primera cosa en movimiento que ha visto en días, y eso fue suficiente para atraer su atención tal como los noctuidos en la noche que persiguen el fuego. La bestia de ojos rojos fue su fuego, las heridas quemaduras y el miedo la cicatriz. Entre rugidos avanzó el día, el sol amenazó con esconderse, las sombras ganaron fuerza e indicaron que pronto la noche caería sobre el bosque. La bestia se fue, pero su presencia quedó tan marcada como los zarpazos en el tronco. Él seguía sin bajar, un poco por inseguridad, pero tenía la mirada perdida en las estrellas, buscando la respuesta a la única pregunta que tenía lugar en su cabeza: "¿Por qué me odian?". Era doloroso. Injusto e irritante. Pero, esa insistencia con mirarlo, le hizo pensar que algo esperaban de él, alguna expectativa silenciosa que cumplir. Solo debía descubrir cuál era o, tal vez, debía llegar al firmamento y cuestionarlas, confrontarlas directamente. Esa noche hubo viento, uno feroz e indómito. Las ramas se estremecían con cada ráfaga, un peligro potencial de ser arrancadas. Él tuvo que aferrarse al árbol, tal fue la fuerza usada que sus negras uñas estaban clavadas en la corteza. No era algo natural, sino un fenómeno producido por aquella arrogante estructura. De pronto el firmamento brilló menos. Algo lo estaba opacando, una luz morada que provenía de la tierra. La estructura brillaba, sus caras estaban iluminadas con líneas que fueron talladas en forma de cuadrados incompletos. Perduró horas, hasta que expulsó algo desde la punta: una figura alargada, estrecha tal vez, que surcó los cielos sin tener que recurrir a un par de alas.
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  • #Demon
    • 𝓗𝓪𝓲 𝓨𝓾𝓮


    Las nubes grises amenazaban con enviar un torrencial de agua en pocos minutos. Aunque el día estaba claro, pero frío. Hai Yue, mejor conocido como "Lord demon", uno de los príncipes del inframundo y que pocos conocían, pues pertenecía a las sombras y a la solemnidad. Se detuvo a observar con antelación el paisaje frente suyo, pues estaba en un valle cuyo alrededor estaba rodeado de montañas. Pocas personas transitaban por ese lugar de la tierra.

    Soltó un suspiro suave mientras conservaba una expresión siniestra en su rostro.

    — La santidad.. no es nada más que el reflejo ignorante del deseo humano. ¿Como puede un humano convertirse en Santo? Sólo los Santos pueden ser dioses. Entonces, ¿Como un humano puede ser un dios? La vida a veces es tan.. ridícula.


    #Demon • 𝓗𝓪𝓲 𝓨𝓾𝓮 Las nubes grises amenazaban con enviar un torrencial de agua en pocos minutos. Aunque el día estaba claro, pero frío. Hai Yue, mejor conocido como "Lord demon", uno de los príncipes del inframundo y que pocos conocían, pues pertenecía a las sombras y a la solemnidad. Se detuvo a observar con antelación el paisaje frente suyo, pues estaba en un valle cuyo alrededor estaba rodeado de montañas. Pocas personas transitaban por ese lugar de la tierra. Soltó un suspiro suave mientras conservaba una expresión siniestra en su rostro. — La santidad.. no es nada más que el reflejo ignorante del deseo humano. ¿Como puede un humano convertirse en Santo? Sólo los Santos pueden ser dioses. Entonces, ¿Como un humano puede ser un dios? La vida a veces es tan.. ridícula.
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  • EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA

    *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas *

    —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago,
    ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla?
    Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña,
    Cada paso es un eco de un juramento olvidado.
    No hay mapa para el alma, solo el camino andado.
    La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz;
    ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo?
    El destino se presenta con un rostro de doble máscara,
    Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado.
    Solo el corazón presiente la inminente balanza.
    El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó,
    Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad.
    Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo.
    Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado,
    Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
    🌙 EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA 🌙 *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas * —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago, ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla? Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña, Cada paso es un eco de un juramento olvidado. No hay mapa para el alma, solo el camino andado. La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz; ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo? El destino se presenta con un rostro de doble máscara, Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado. Solo el corazón presiente la inminente balanza. El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó, Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad. Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo. Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado, Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
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  • Apreciables personas:

    Les quiero hacer un breve recordatorio, la casa de huespedes Tianshan se encuentra abierta.

    Es un hermoso paisaje onirico localizado entre las montañas de China, en donde podran descansar y relajarse acompañado de exquisitos postres tradicionales y bellos paisajes.

    Pueden venir de visita e invitar a sus amistades.
    Regularmente un servidor me encuentro por las tardes (noches), pero sientanse libres de llegar y conversar o dar paseos. reitero, pueden invitar a sus amistades, entre mas personas sera una mejor convivencia.
    Apreciables personas: Les quiero hacer un breve recordatorio, la casa de huespedes Tianshan se encuentra abierta. Es un hermoso paisaje onirico localizado entre las montañas de China, en donde podran descansar y relajarse acompañado de exquisitos postres tradicionales y bellos paisajes. Pueden venir de visita e invitar a sus amistades. Regularmente un servidor me encuentro por las tardes (noches), pero sientanse libres de llegar y conversar o dar paseos. reitero, pueden invitar a sus amistades, entre mas personas sera una mejor convivencia.
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  • Ha tenido una pesadilla, otra vez ese sueño en donde ha tenido libros acumulados que formaban montañas.

    Le duele la cabeza...
    Al dormir tan temprano le da migrañas.
    Ha tenido una pesadilla, otra vez ese sueño en donde ha tenido libros acumulados que formaban montañas. Le duele la cabeza... Al dormir tan temprano le da migrañas.
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  • - Huesos El Mercader necesito que te apresures, ve a ayudar a Nova con las bestias o a Aruna con los suministros, se esta una de mis hermanas salio del mar purpura y esta alzando una nueva pieza de territorio- Sunset parecia estar hasta el cuello con los suministros medicos y evitando que el trafico se atorara por la evacuacion masiva en los asentamientos cerca de las fronteras con el vacio, a lo lejos se observaban montañas levantarse atravez de lo que antes era un vacio negro

    musica ambiente:
    https://youtu.be/aU9YJgQrKwc?si=YlFNBlTJJZ1pFrGN
    - [Huesos_27666] necesito que te apresures, ve a ayudar a Nova con las bestias o a Aruna con los suministros, se esta una de mis hermanas salio del mar purpura y esta alzando una nueva pieza de territorio- Sunset parecia estar hasta el cuello con los suministros medicos y evitando que el trafico se atorara por la evacuacion masiva en los asentamientos cerca de las fronteras con el vacio, a lo lejos se observaban montañas levantarse atravez de lo que antes era un vacio negro musica ambiente: https://youtu.be/aU9YJgQrKwc?si=YlFNBlTJJZ1pFrGN
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  • El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió.

    No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más.

    O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor.

    El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar.

    Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio.

    ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla.

    Aikaterine Ouro
    El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió. No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más. O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor. El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar. Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio. ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla. [Mercenary1x]
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    Para aquellos que deseen conocer un poco a mi personaje. Les dejo este pequeño dato:

    Xiao Xingchen (晓星尘, Xiǎo Xīngchén ) es el tercero de los discípulos de Baoshan Sanren en abandonar su montaña para vivir en el mundo mortal. Es el hermano menor de Yanling Daoren y Cangse Sanren , el tío de Wei Wuxian y el tío político de Lan Wangji .

    Apariencia
    Xiao Xingchen es descrito como un joven de complexión delgada. Viste túnicas blancas de cultivo y lleva una espada envuelta en tela blanca a la espalda. Camina como si estuviera pisando nubes.

    Xiao Xingchen (晓星尘, Xiǎo Xīngchén ) es el tercero de los discípulos de Baoshan Sanren en abandonar su montaña para vivir en el mundo mortal. Es el hermano menor de Yanling Daoren y Cangse Sanren , el tío de Wei Wuxian y el tío político de Lan Wangji .


    Para aquellos que deseen conocer un poco a mi personaje. Les dejo este pequeño dato: Xiao Xingchen (晓星尘, Xiǎo Xīngchén ) es el tercero de los discípulos de Baoshan Sanren en abandonar su montaña para vivir en el mundo mortal. Es el hermano menor de Yanling Daoren y Cangse Sanren , el tío de Wei Wuxian y el tío político de Lan Wangji . Apariencia Xiao Xingchen es descrito como un joven de complexión delgada. Viste túnicas blancas de cultivo y lleva una espada envuelta en tela blanca a la espalda. Camina como si estuviera pisando nubes. Xiao Xingchen (晓星尘, Xiǎo Xīngchén ) es el tercero de los discípulos de Baoshan Sanren en abandonar su montaña para vivir en el mundo mortal. Es el hermano menor de Yanling Daoren y Cangse Sanren , el tío de Wei Wuxian y el tío político de Lan Wangji .
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    * El Templo de la Santa.

    El camino hacia el templo del norte es largo y silencioso. Oz avanza con paso firme, la mirada clavada en el horizonte. A su lado, Onix camina sin quejarse, con los ojos atentos y el corazón encendido por la misma llama de venganza que lo impulsa.

    El bosque se abre ante ellos, revelando una estructura majestuosa: el Templo de la Santa de Yue., el aire vibra con una energía antigua, casi sagrada. Pero Oz no se detiene a admirar, el busca respuestas.

    Al llegar a las puertas, dos guardianes Elunai bloquean el paso. Sus armaduras brillan con luz plateada, y sus ojos reflejan desconfianza.

    —No puedes entrar.— Dice uno de ellos, con voz cortante. —Has profanado el templo del oeste. La conexión con Yue se ha perdido. Tu presencia aquí es una amenaza.

    Oz no se inmuta. —Ese templo estaba corrupto —responde con firmeza. —Sacrificaban niños elfos en nombre de los nuevos dioses. No podía permitirlo.

    —¡Mentiras! — Interrumpe el otro guardián. —Tú sellaste tu poder al casarte con Señorita Selin. Era el pacto. Y ahora lo has roto... Has usado tu fuerza para destruir un santuario... Eso es traición.

    Onix da un paso adelante, pero Oz la detiene con un gesto. No necesita que lo defiendan.

    —¿Traición?— Dice, con voz grave. —¿Y qué hay de los niños que encontré en las catacumbas? ¿De los cuerpos mutilados? ¿De los gritos que aún resuenan en mis sueños?

    Los guardianes no responden.

    —Vengo a hablar con la Santa.— Continúa Oz. —Ella crió a Selin. Si hay alguien que puede entender lo que está ocurriendo, es ella. Y quizás… quizás sepa dónde está mi hija.

    Los guardianes se miran entre sí. La tensión se espesa como niebla. Finalmente, uno de ellos habla:

    —La Santa está en meditación. No puede ser interrumpida por alguien que ha roto el pacto.

    Oz aprieta los puños. Su poder palpita bajo la piel, como una tormenta contenida pero no lo desata, no aún.

    —Entonces dile.— Dice, con voz baja pero cortante. —Que Oz, el padre del caos, ha venido. Que busca a su hija. Que ha visto el templo de Yue corrompido. Y que si ella no lo escucha… el caos no se detendrá.

    Los guardianes vacilan. Onix lo observa con admiración silenciosa. Por primera vez, ve en Oz no solo al guerrero, sino al padre. Al hombre que está dispuesto a desafiar dioses por amor.

    Uno de los guardianes se retira hacia el interior del templo. El otro permanece firme, pero ya no habla. Oz no se mueve, solo espera. Porque sabe que si la Santa aún recuerda a Selin… no lo ignorará.


    * El Desafío en el Templo de Yue.

    Oz permanece inmóvil, como una montaña que no puede ser movida. La lluvia golpea las piedras del templo, y los guardianes, aunque saben que enfrentarlo podría traer consecuencias fatales, insisten en que se marche.

    —¡No eres bienvenido aquí!— Grita uno de ellos, con la espada temblando en su mano.

    El rostro de Oz se endurece. Su furia ya no puede contenerse. El poder que había sellado durante años comienza a emanar como un río desbordado. El suelo tiembla, las columnas del templo crujen, y hasta Onix retrocede un paso, nerviosa.

    La niña da un pequeño salto cuando Oz, con voz atronadora, grita: ¡ARCYELLE VELTHARYS! ¡Si alguna vez sentiste amor por Selin, sal de tu escondite!

    El eco de su voz sacude el santuario. Los guardianes, aterrados, levantan sus espadas contra él, aunque saben que es inútil.

    Entonces, una voz clara y solemne atraviesa el estruendo: ¡Detente, Oz! ¡Basta! No eres bienvenido en este templo sagrado. Márchate.

    Es la voz de la Santa, Arcyelle Veltharys.

    Pero Oz ya no escucha razones. Su poder estalla como un trueno. Con un gesto, los guardianes son lanzados por los aires, sus cuerpos golpean las columnas y caen inconscientes. El silencio se rompe solo por el crujido de las piedras y el latido del poder desatado.



    *La Ira del Caos.

    Oz avanza con paso firme, cada movimiento cargado de furia contenida. La Santa lo observa desde el umbral del templo, envuelta en un resplandor lunar. Pero pronto siente algo extraño: el poder de Oz invade el entorno, como una marea oscura que se expande sin límites.

    Su pecho se oprime, la respiración se le corta, es como si el aire mismo se negara a obedecerla. De inmediato, Arcyelle levanta las manos y conjura una barrera luminosa, un muro de energía lunar que debería detener cualquier fuerza profana. El resplandor plateado se extiende frente a ella, sólido y puro.

    Pero Oz no se detiene. Con un solo paso, atraviesa la barrera. No la destruye con violencia, ni la rompe con un golpe. La atraviesa como si la luz no pudiera tocarlo, como si el caos mismo fuera inmune a la pureza de Yue.

    El impacto no daña a Oz, pero revela algo más profundo. La barrera, al intentar contenerlo, expone la verdadera forma de su ira.

    Su cuerpo cambia. El joven de rasgos élficos se expande, su figura se vuelve más grande, más imponente. Sus músculos se tensan, su piel se oscurece, y sus facciones se transforman en algo más salvaje. Sus colmillos asoman, sus orejas puntiagudas se alargan, y su mirada arde con un fuego indomable.

    Oz ya no parece un elfo joven. Ahora es un ser más cercano a un orco, un avatar del caos, un guerrero que ha dejado atrás toda contención.

    Onix retrocede, con los ojos abiertos de par en par. Nunca había visto algo así. Arcyelle siente el peso de su presencia como si el mundo entero se inclinara hacia él. Su voz tiembla, pero aún intenta mantener la calma:

    —Oz… tu ira te consume. Este no es el hombre que Selin amó.

    Oz la mira con una penetrante intensidad, su voz grave resonando como un trueno:

    —No soy el hombre que Selin amó… soy el caos que los dioses despertaron. Y si tú sabes lo que le hicieron… entonces dame las respuestas que busco. Porque en comparación con las atrocidades que cometieron en el templo… mi furia es misericordia.

    El silencio se vuelve insoportable. La Santa siente que el caos ha tomado forma frente a ella, y que cualquier palabra que pronuncie podría decidir el destino de todos los templos de Yue.
    * El Templo de la Santa. El camino hacia el templo del norte es largo y silencioso. Oz avanza con paso firme, la mirada clavada en el horizonte. A su lado, Onix camina sin quejarse, con los ojos atentos y el corazón encendido por la misma llama de venganza que lo impulsa. El bosque se abre ante ellos, revelando una estructura majestuosa: el Templo de la Santa de Yue., el aire vibra con una energía antigua, casi sagrada. Pero Oz no se detiene a admirar, el busca respuestas. Al llegar a las puertas, dos guardianes Elunai bloquean el paso. Sus armaduras brillan con luz plateada, y sus ojos reflejan desconfianza. —No puedes entrar.— Dice uno de ellos, con voz cortante. —Has profanado el templo del oeste. La conexión con Yue se ha perdido. Tu presencia aquí es una amenaza. Oz no se inmuta. —Ese templo estaba corrupto —responde con firmeza. —Sacrificaban niños elfos en nombre de los nuevos dioses. No podía permitirlo. —¡Mentiras! — Interrumpe el otro guardián. —Tú sellaste tu poder al casarte con Señorita Selin. Era el pacto. Y ahora lo has roto... Has usado tu fuerza para destruir un santuario... Eso es traición. Onix da un paso adelante, pero Oz la detiene con un gesto. No necesita que lo defiendan. —¿Traición?— Dice, con voz grave. —¿Y qué hay de los niños que encontré en las catacumbas? ¿De los cuerpos mutilados? ¿De los gritos que aún resuenan en mis sueños? Los guardianes no responden. —Vengo a hablar con la Santa.— Continúa Oz. —Ella crió a Selin. Si hay alguien que puede entender lo que está ocurriendo, es ella. Y quizás… quizás sepa dónde está mi hija. Los guardianes se miran entre sí. La tensión se espesa como niebla. Finalmente, uno de ellos habla: —La Santa está en meditación. No puede ser interrumpida por alguien que ha roto el pacto. Oz aprieta los puños. Su poder palpita bajo la piel, como una tormenta contenida pero no lo desata, no aún. —Entonces dile.— Dice, con voz baja pero cortante. —Que Oz, el padre del caos, ha venido. Que busca a su hija. Que ha visto el templo de Yue corrompido. Y que si ella no lo escucha… el caos no se detendrá. Los guardianes vacilan. Onix lo observa con admiración silenciosa. Por primera vez, ve en Oz no solo al guerrero, sino al padre. Al hombre que está dispuesto a desafiar dioses por amor. Uno de los guardianes se retira hacia el interior del templo. El otro permanece firme, pero ya no habla. Oz no se mueve, solo espera. Porque sabe que si la Santa aún recuerda a Selin… no lo ignorará. * El Desafío en el Templo de Yue. Oz permanece inmóvil, como una montaña que no puede ser movida. La lluvia golpea las piedras del templo, y los guardianes, aunque saben que enfrentarlo podría traer consecuencias fatales, insisten en que se marche. —¡No eres bienvenido aquí!— Grita uno de ellos, con la espada temblando en su mano. El rostro de Oz se endurece. Su furia ya no puede contenerse. El poder que había sellado durante años comienza a emanar como un río desbordado. El suelo tiembla, las columnas del templo crujen, y hasta Onix retrocede un paso, nerviosa. La niña da un pequeño salto cuando Oz, con voz atronadora, grita: ¡ARCYELLE VELTHARYS! ¡Si alguna vez sentiste amor por Selin, sal de tu escondite! El eco de su voz sacude el santuario. Los guardianes, aterrados, levantan sus espadas contra él, aunque saben que es inútil. Entonces, una voz clara y solemne atraviesa el estruendo: ¡Detente, Oz! ¡Basta! No eres bienvenido en este templo sagrado. Márchate. Es la voz de la Santa, Arcyelle Veltharys. Pero Oz ya no escucha razones. Su poder estalla como un trueno. Con un gesto, los guardianes son lanzados por los aires, sus cuerpos golpean las columnas y caen inconscientes. El silencio se rompe solo por el crujido de las piedras y el latido del poder desatado. *La Ira del Caos. Oz avanza con paso firme, cada movimiento cargado de furia contenida. La Santa lo observa desde el umbral del templo, envuelta en un resplandor lunar. Pero pronto siente algo extraño: el poder de Oz invade el entorno, como una marea oscura que se expande sin límites. Su pecho se oprime, la respiración se le corta, es como si el aire mismo se negara a obedecerla. De inmediato, Arcyelle levanta las manos y conjura una barrera luminosa, un muro de energía lunar que debería detener cualquier fuerza profana. El resplandor plateado se extiende frente a ella, sólido y puro. Pero Oz no se detiene. Con un solo paso, atraviesa la barrera. No la destruye con violencia, ni la rompe con un golpe. La atraviesa como si la luz no pudiera tocarlo, como si el caos mismo fuera inmune a la pureza de Yue. El impacto no daña a Oz, pero revela algo más profundo. La barrera, al intentar contenerlo, expone la verdadera forma de su ira. Su cuerpo cambia. El joven de rasgos élficos se expande, su figura se vuelve más grande, más imponente. Sus músculos se tensan, su piel se oscurece, y sus facciones se transforman en algo más salvaje. Sus colmillos asoman, sus orejas puntiagudas se alargan, y su mirada arde con un fuego indomable. Oz ya no parece un elfo joven. Ahora es un ser más cercano a un orco, un avatar del caos, un guerrero que ha dejado atrás toda contención. Onix retrocede, con los ojos abiertos de par en par. Nunca había visto algo así. Arcyelle siente el peso de su presencia como si el mundo entero se inclinara hacia él. Su voz tiembla, pero aún intenta mantener la calma: —Oz… tu ira te consume. Este no es el hombre que Selin amó. Oz la mira con una penetrante intensidad, su voz grave resonando como un trueno: —No soy el hombre que Selin amó… soy el caos que los dioses despertaron. Y si tú sabes lo que le hicieron… entonces dame las respuestas que busco. Porque en comparación con las atrocidades que cometieron en el templo… mi furia es misericordia. El silencio se vuelve insoportable. La Santa siente que el caos ha tomado forma frente a ella, y que cualquier palabra que pronuncie podría decidir el destino de todos los templos de Yue.
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