• [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple]

    Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre.
    Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta.

    Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo.

    Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro.

    Nada.

    Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico.

    Y entonces algo me cubre la cara.

    Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio.

    —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina.

    Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada.



    [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada]

    Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta.

    No hay ventanas.

    Solo él de pie y fumando.

    —¿Ves? Hasta tú te despistas.
    —No por mucho tiempo —le escupo.

    Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro.

    —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir.
    Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil.

    Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura.

    —Tienes razón —digo despacio—.
    Pero más me va a joder cuando te mate.

    Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale.

    Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse.
    Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.

    [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple] Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre. Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta. Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo. Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro. Nada. Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico. Y entonces algo me cubre la cara. Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio. —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina. Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada. ⸻ [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada] Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta. No hay ventanas. Solo él de pie y fumando. —¿Ves? Hasta tú te despistas. —No por mucho tiempo —le escupo. Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro. —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir. Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil. Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura. —Tienes razón —digo despacio—. Pero más me va a joder cuando te mate. Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale. Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse. Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.
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  • La Sinceridad puede mover montañas y abrir nuevos horizontes.
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  • Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita

    A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional:
    NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional.

    Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro.
    A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma.

    Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella.

    La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente.

    Fase Humana (La Más Frágil)
    Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”:
    Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel.
    Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa.

    Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas.

    Pero en cada despertar… volvía la ira.

    Fase Celestial (La Memoria del Padre)
    Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado.

    En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre.

    La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal.
    Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas.

    Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición)
    La peor parte. La cara que no controlaba.

    Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían.
    Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva.

    En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía.

    En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido.
    A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí.

    La Adolescente que Nadie Puede Amar
    Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos.
    Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte.

    Los dioses habían sido crueles.
    No le bastaba con que nadie la adorara.
    También la habían condenado a destruir todo lo que tocara.

    Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino:

    “Si no puedo ser amada… seré temida.
    Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.”

    Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron.

    Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada.
    Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición…
    se convertirán en armas.
    Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional: NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional. Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro. A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma. Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella. La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente. 🔹 Fase Humana (La Más Frágil) Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”: Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel. Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa. Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas. Pero en cada despertar… volvía la ira. 🔸 Fase Celestial (La Memoria del Padre) Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado. En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre. La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal. Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas. 🔥 Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición) La peor parte. La cara que no controlaba. Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían. Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva. En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía. En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido. A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí. 🌒 La Adolescente que Nadie Puede Amar Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos. Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte. Los dioses habían sido crueles. No le bastaba con que nadie la adorara. También la habían condenado a destruir todo lo que tocara. Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino: “Si no puedo ser amada… seré temida. Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.” Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron. Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada. Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición… se convertirán en armas.
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  • — Manus, Pluma, Volantis

    Las plumas de repente comenzaron a emerger en sus dos brazos. Extremidades humanas mágicamente reemplazadas por dos inmensas alas con las que emprendería el vuelo sobrevolando el próspero reino de Katolis.

    Rodeando el gran castillo, surcando entre sus torres y ascendiendo cada vez más hacia el cielo nocturo.
    Las casas que rodeaban el inmenso castillo y conformaban el reino de Katolis convirtiéndose tan solo en pequeñas estructuras que observaba desde gran altura. Y aún así siguió subiendo. Yendo más allá del pueblo y su castillo mientras recorría el territorio que conformaba parte del reino.

    Solo varios minutos después, tal vez apenas unas pocas horas, ya pudo deslumbrar la cabaña de invierno. Un lugar que tantos recuerdos le traía a la mente. Tan pequeño pero tan importante y dónde grandes sucesos habían transcurrido allí.
    El río que escurría a su lado y que él siguió antes de desviarse en su camino. Volando, planeando, junto a las aves nocturnas que disfrutaban de un paseo bajo la luz de la luna.

    No medía el tiempo, realmente no le interesaba.
    Antes de que pudiera darse cuenta, detuvo su vuelo. Las plumas cayendo para revelar sus brazos humanos cuando sus pies tocaron la tierra, allí, en la cima de la montaña más alta de Katolis. Fue allí donde se sentó, apoyando su espalda sobre una saliente rocosa mientras el sol comenzaba a emerger sobre las nubes en la lejanía.

    Sacó su cuaderno de dibujo y tomó su lápiz mientras retrataba en una ilustración la imagen, tan mágica y natural, que apreciaba ante sus ojos.
    — Manus, Pluma, Volantis Las plumas de repente comenzaron a emerger en sus dos brazos. Extremidades humanas mágicamente reemplazadas por dos inmensas alas con las que emprendería el vuelo sobrevolando el próspero reino de Katolis. Rodeando el gran castillo, surcando entre sus torres y ascendiendo cada vez más hacia el cielo nocturo. Las casas que rodeaban el inmenso castillo y conformaban el reino de Katolis convirtiéndose tan solo en pequeñas estructuras que observaba desde gran altura. Y aún así siguió subiendo. Yendo más allá del pueblo y su castillo mientras recorría el territorio que conformaba parte del reino. Solo varios minutos después, tal vez apenas unas pocas horas, ya pudo deslumbrar la cabaña de invierno. Un lugar que tantos recuerdos le traía a la mente. Tan pequeño pero tan importante y dónde grandes sucesos habían transcurrido allí. El río que escurría a su lado y que él siguió antes de desviarse en su camino. Volando, planeando, junto a las aves nocturnas que disfrutaban de un paseo bajo la luz de la luna. No medía el tiempo, realmente no le interesaba. Antes de que pudiera darse cuenta, detuvo su vuelo. Las plumas cayendo para revelar sus brazos humanos cuando sus pies tocaron la tierra, allí, en la cima de la montaña más alta de Katolis. Fue allí donde se sentó, apoyando su espalda sobre una saliente rocosa mientras el sol comenzaba a emerger sobre las nubes en la lejanía. Sacó su cuaderno de dibujo y tomó su lápiz mientras retrataba en una ilustración la imagen, tan mágica y natural, que apreciaba ante sus ojos.
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    EPIC BATTLE: El Juicio de las Espadas Eternas

    Fate Barbatos Dracule Mihawk
    "El filo de nuestras espadas decidirá hoy quién merece seguir de pie… ¡prepárate!"

    Escenario:
    Un risco infinito que se alza sobre un océano tempestuoso. Truenos iluminan el cielo mientras el viento corta como cuchillas. Las olas rugen como si el mundo presenciará una batalla que podría cambiar el destino de la espada misma.

    Dracule Mihawk – El Ojo de Halcón
    ۵ Habilidad principal: Maestro supremo del esgrima, su espada negra Yoru puede dividir barcos y montañas con un solo tajo.

    ۵ Habilidad especial: Visión del Halcón, le permite anticipar movimientos con precisión letal.

    ۵ Estilo de combate: Frío, calculador y con una elegancia mortal. Cada movimiento es eficiente y letal.

    Fate Barbatos – El Hijo de la Oscuridad Carmesí
    𝄆 Habilidad principal: Espadachín de sombras, su hoja absorbe energía oscura y lanza cortes etéreos que traspasan defensas físicas.

    𝄆 Habilidad especial: Phantom Requiem, un estado donde se funde con las sombras, volviéndose intangible por instantes.

    𝄆 Estilo de combate: Ágil, impredecible y envuelto en una danza de oscuridad. Sus ataques surgen desde ángulos imposibles.

    El Choque:
    Ambos espadachines se lanzan en un duelo vertiginoso. Mihawk bloquea con precisión quirúrgica, mientras Fate aparece y desaparece en destellos oscuros. Las espadas chocan con tanta fuerza que el cielo parece rasgarse.
    Una ráfaga de energía corta el acantilado por la mitad. Mihawk sonríe. Fate activa Phantom Requiem, envolviendo el campo en una niebla oscura.

    Mihawk cierra sus ojos… y confía solo en su instinto. En un instante eterno, sus espadas se cruzan una última vez.

    ¿Quién gana?
    Resultado: Empate técnico.
    Ambos espadachines quedan de pie, respirando con dificultad. El respeto entre ellos es palpable. No hay vencedores… solo guerreros que han probado la fuerza del otro y saben que enfrentarlo de nuevo sería tentar al destino.
    ⚔️ EPIC BATTLE: El Juicio de las Espadas Eternas ⚔️ Fate Barbatos 🆚 Dracule Mihawk "El filo de nuestras espadas decidirá hoy quién merece seguir de pie… ¡prepárate!" 🌌 Escenario: Un risco infinito que se alza sobre un océano tempestuoso. Truenos iluminan el cielo mientras el viento corta como cuchillas. Las olas rugen como si el mundo presenciará una batalla que podría cambiar el destino de la espada misma. 🧛‍♂️ Dracule Mihawk – El Ojo de Halcón ۵ Habilidad principal: Maestro supremo del esgrima, su espada negra Yoru puede dividir barcos y montañas con un solo tajo. ۵ Habilidad especial: Visión del Halcón, le permite anticipar movimientos con precisión letal. ۵ Estilo de combate: Frío, calculador y con una elegancia mortal. Cada movimiento es eficiente y letal. 🕶️ Fate Barbatos – El Hijo de la Oscuridad Carmesí 𝄆 Habilidad principal: Espadachín de sombras, su hoja absorbe energía oscura y lanza cortes etéreos que traspasan defensas físicas. 𝄆 Habilidad especial: Phantom Requiem, un estado donde se funde con las sombras, volviéndose intangible por instantes. 𝄆 Estilo de combate: Ágil, impredecible y envuelto en una danza de oscuridad. Sus ataques surgen desde ángulos imposibles. 💥 El Choque: Ambos espadachines se lanzan en un duelo vertiginoso. Mihawk bloquea con precisión quirúrgica, mientras Fate aparece y desaparece en destellos oscuros. Las espadas chocan con tanta fuerza que el cielo parece rasgarse. Una ráfaga de energía corta el acantilado por la mitad. Mihawk sonríe. Fate activa Phantom Requiem, envolviendo el campo en una niebla oscura. Mihawk cierra sus ojos… y confía solo en su instinto. En un instante eterno, sus espadas se cruzan una última vez. 🏆 ¿Quién gana? Resultado: Empate técnico. Ambos espadachines quedan de pie, respirando con dificultad. El respeto entre ellos es palpable. No hay vencedores… solo guerreros que han probado la fuerza del otro y saben que enfrentarlo de nuevo sería tentar al destino.
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  • ╔═════-----------------------═════╗
    " Las montañas ¡O grandes formaciones que se encuentran en la cordillera! Pilares que forman una barrera natural, las mismas que nos mantuvieron asalvo durante épocas en las que ni yo existía.

    La Piedra no solo nos dio montañas para formar madrigueras, si no que también nos permitio construir entre ellas de forma segura. La cordillera de Saxum tiene una peculiar forma circular hueca. Las montañas forman un círculo alrededor del pico más alto donde se encuentra resguardado este artefacto, de forma que nos permitió alzar una gran ciudad alrededor de nuestra Piedra.

    Fue mí bisabuelo quién decidió que podriamos aprovechar el espacio al igual que hacen los humanos. Que por la forma en la que crecía el clan, pronto la madrigueras dentro de las montañas estarían arrebatadas de Dragones y Kobolds. Debían construir dentro del círculo, por lo que se contrataron a arquitectos de un reino cercano ¿O talvez los intimidaron? ¡No tengo idea!

    Algunos dicen que fueron humanos, otros enanos. El punto es que de ellos aprendimos. Tras una ayuda inicial y después de algunos siglos de adquerir conocimientos, los dragones ya sabían de arquitectura moderna. Para cuando nací la ciudad de Firmus ya se había concretado, un hito y un orgullo para los nuestros. Así fue durante años...

    Irónicamente las madrigueras ya no desbordan de escamosos... Solo uno, que mira las ruinas de lo que alguna vez fue un hogar lleno de vida."
    ╚═════-----------------------═════╝
    — Diario del Guardian. Página 2678.

    #DiarioDelGuardian
    ╔═════-----------------------═════╗ " Las montañas ¡O grandes formaciones que se encuentran en la cordillera! Pilares que forman una barrera natural, las mismas que nos mantuvieron asalvo durante épocas en las que ni yo existía. La Piedra no solo nos dio montañas para formar madrigueras, si no que también nos permitio construir entre ellas de forma segura. La cordillera de Saxum tiene una peculiar forma circular hueca. Las montañas forman un círculo alrededor del pico más alto donde se encuentra resguardado este artefacto, de forma que nos permitió alzar una gran ciudad alrededor de nuestra Piedra. Fue mí bisabuelo quién decidió que podriamos aprovechar el espacio al igual que hacen los humanos. Que por la forma en la que crecía el clan, pronto la madrigueras dentro de las montañas estarían arrebatadas de Dragones y Kobolds. Debían construir dentro del círculo, por lo que se contrataron a arquitectos de un reino cercano ¿O talvez los intimidaron? ¡No tengo idea! Algunos dicen que fueron humanos, otros enanos. El punto es que de ellos aprendimos. Tras una ayuda inicial y después de algunos siglos de adquerir conocimientos, los dragones ya sabían de arquitectura moderna. Para cuando nací la ciudad de Firmus ya se había concretado, un hito y un orgullo para los nuestros. Así fue durante años... Irónicamente las madrigueras ya no desbordan de escamosos... Solo uno, que mira las ruinas de lo que alguna vez fue un hogar lleno de vida." ╚═════-----------------------═════╝ — Diario del Guardian. Página 2678. #DiarioDelGuardian
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  • La noche era serena, como pocas veces solía serlo en la vida de Kyu. La luna colgaba sobre el cielo estrellado, reflejando su luz pálida sobre las aguas quietas de un lago solitario, anidado entre las sombras de una montaña silenciosa.

    Kyu caminaba descalzo sobre la orilla, dejando que el pasto húmedo acariciara sus pies. Sus ojos ámbar brillaban en la oscuridad, como dos faroles calmos, y una leve neblina lo seguía, enroscándose a su alrededor con la obediencia de un viejo amigo.

    El viento era suave. No traía consigo amenazas ni voces. Solo calma. Por primera vez en mucho tiempo, Kyu se sentía… completo.

    Se quitó la chaqueta marrón con forro de lana y la dejó doblada sobre una piedra. La camiseta gris también la alzó por detrás, dejando al descubierto su espalda. En ella, el tatuaje era claro, marcado a tinta y juramento: **una araña negra con el número 10** en su centro.

    Se sentó a la orilla del lago, dejando que el reflejo de la luna mostrara la silueta invertida de su tatuaje.

    —Nunca pensé que todo mejoraría así… —susurró para sí, con una sonrisa pequeña, cansada pero real.

    Recordó el combate contra Bonolenov.
    Aún podía oír la voz de Chrollo desde las sombras de aquella noche, cuando el combate terminó:

    > —Bienvenido al Ryodan, número 10.
    > Desde hoy… tu historia es parte de la nuestra.

    Kyu cerró los ojos. Podía sentir el tatuaje como un peso invisible en su espalda. Pero no lo odiaba. No como habría esperado.

    —Quizás… quizás con esta oscuridad pueda limpiar la terrible sombra de mi linaje.

    Las aguas del lago se movieron levemente, y sobre la superficie danzaron unas mariposas nocturnas. Su niebla se disipó en paz, como si incluso ella supiera que esta noche no había peligro.
    La noche era serena, como pocas veces solía serlo en la vida de Kyu. La luna colgaba sobre el cielo estrellado, reflejando su luz pálida sobre las aguas quietas de un lago solitario, anidado entre las sombras de una montaña silenciosa. Kyu caminaba descalzo sobre la orilla, dejando que el pasto húmedo acariciara sus pies. Sus ojos ámbar brillaban en la oscuridad, como dos faroles calmos, y una leve neblina lo seguía, enroscándose a su alrededor con la obediencia de un viejo amigo. El viento era suave. No traía consigo amenazas ni voces. Solo calma. Por primera vez en mucho tiempo, Kyu se sentía… completo. Se quitó la chaqueta marrón con forro de lana y la dejó doblada sobre una piedra. La camiseta gris también la alzó por detrás, dejando al descubierto su espalda. En ella, el tatuaje era claro, marcado a tinta y juramento: **una araña negra con el número 10** en su centro. Se sentó a la orilla del lago, dejando que el reflejo de la luna mostrara la silueta invertida de su tatuaje. —Nunca pensé que todo mejoraría así… —susurró para sí, con una sonrisa pequeña, cansada pero real. Recordó el combate contra Bonolenov. Aún podía oír la voz de Chrollo desde las sombras de aquella noche, cuando el combate terminó: > —Bienvenido al Ryodan, número 10. > Desde hoy… tu historia es parte de la nuestra. Kyu cerró los ojos. Podía sentir el tatuaje como un peso invisible en su espalda. Pero no lo odiaba. No como habría esperado. —Quizás… quizás con esta oscuridad pueda limpiar la terrible sombra de mi linaje. Las aguas del lago se movieron levemente, y sobre la superficie danzaron unas mariposas nocturnas. Su niebla se disipó en paz, como si incluso ella supiera que esta noche no había peligro.
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  • 𝑨𝒍 𝒂𝒎𝒑𝒂𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒎𝒐𝒏𝒕𝒂𝒏̃𝒂𝒔
    Fandom ACOTAR, Fantasyverse
    Categoría Otros
    Subir aquella puta montaña fue lo que convirtió a Nesta, a las Valkyrias en lo que eran, unas guerreras tan poderosas como cualquier Ilyrio sobredimensionado.

    Aquella noche Nesta tomó la cajita de música que Cassian le había regalado, aquella melodía le encantaba, le transportaba a un momento en el que el mundo se desvanecía y solo estaba ella y la música, solo ella y la música del silencio.

    Nesta Archeron había sido tan cabezota de subir y bajar las interminables escaleras que llevaban a la Casa del Viento, había subido la puta montaña, había decapitado a un rey y había dominado uno de los Tesoros del Terror, había evitado que la muerte se llevase a su hermana, su sobrino y su cuñado, sin duda no había nada que Nesta Archeron no pudiera conseguir, y aquella noche se le había metido algo en la cabeza.

    Salió de la Casa del Viento en dirección a un lago, un lago que resultaba que desde la perspectiva de aquellos que lo visitaban, se podían ver los tres picos de las tres montañas a la perfección, un lago de aguas tan hermosas que reflejaban cual espejo el cielo de Velaris.

    Había conseguido ropa de baile, un maillot de mangas largas y translucidas, y una falda que llegaba a las rodillas, aquella falda también era translucida. había elegido el negro para el maillot, y el lavanda para la falda, a conjunto los zapatos de baile, los cuales disponían de un leve tacón, también eran de color negro y tenían un adorno, una flor de color lavanda en el broche de estos. Sin duda, Nesta Archeron, tenía estilo hasta para comprar ropa de entrenamiento.

    Cuando llegó al lago, tras largos minutos caminando, dejó la cajita en el suelo, le dio cuerda y abrió la tapa de aquella cajita musical.

    Cuando las primeras notas musicales se deslizaron por el aire y envolvieron a Nesta, esta hizo un elegante movimiento con la mano que indicaba que la danza comenzaría.

    Así, a la luz del reflejo de las estrellas y al amparo de las tres montañas, Nesta no era más que un elegante cisne negro mostrando su hermoso y brillante plumaje.
    Subir aquella puta montaña fue lo que convirtió a Nesta, a las Valkyrias en lo que eran, unas guerreras tan poderosas como cualquier Ilyrio sobredimensionado. Aquella noche Nesta tomó la cajita de música que Cassian le había regalado, aquella melodía le encantaba, le transportaba a un momento en el que el mundo se desvanecía y solo estaba ella y la música, solo ella y la música del silencio. Nesta Archeron había sido tan cabezota de subir y bajar las interminables escaleras que llevaban a la Casa del Viento, había subido la puta montaña, había decapitado a un rey y había dominado uno de los Tesoros del Terror, había evitado que la muerte se llevase a su hermana, su sobrino y su cuñado, sin duda no había nada que Nesta Archeron no pudiera conseguir, y aquella noche se le había metido algo en la cabeza. Salió de la Casa del Viento en dirección a un lago, un lago que resultaba que desde la perspectiva de aquellos que lo visitaban, se podían ver los tres picos de las tres montañas a la perfección, un lago de aguas tan hermosas que reflejaban cual espejo el cielo de Velaris. Había conseguido ropa de baile, un maillot de mangas largas y translucidas, y una falda que llegaba a las rodillas, aquella falda también era translucida. había elegido el negro para el maillot, y el lavanda para la falda, a conjunto los zapatos de baile, los cuales disponían de un leve tacón, también eran de color negro y tenían un adorno, una flor de color lavanda en el broche de estos. Sin duda, Nesta Archeron, tenía estilo hasta para comprar ropa de entrenamiento. Cuando llegó al lago, tras largos minutos caminando, dejó la cajita en el suelo, le dio cuerda y abrió la tapa de aquella cajita musical. Cuando las primeras notas musicales se deslizaron por el aire y envolvieron a Nesta, esta hizo un elegante movimiento con la mano que indicaba que la danza comenzaría. Así, a la luz del reflejo de las estrellas y al amparo de las tres montañas, Nesta no era más que un elegante cisne negro mostrando su hermoso y brillante plumaje.
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  • Aidguar y el Fulgor del Juicio
    Categoría Acción
    Aidguar Drakona

    La brisa era densa y a lo lejos, las nubes parecían girar sobre sí mismas anunciando la cercanía de un vórtice elemental. Miyabi se detuvo en seco en lo alto de la colina envuelta en su capa mientras su cabello oscuro ondeaba como seda al viento. En su mano derecha, un pequeño mapa trazado a mano y marcado con tinta roja: "El Fragmento del Juicio".

    Frente a ella, más allá del abismo de piedra y raíces, yacía la Garganta de Aidguar, un valle quebrado y olvidado por el tiempo donde según antiguos escritos un artefacto elemental dormía bajo la vigilancia de una criatura que habian dicho era imposible.

    Miyabi descendió sin titubear, deslizándose entre formaciones rocosas hasta alcanzar la base del valle. El lugar estaba impregnado de una energía cálida y palpitante, como si el suelo respirara. Fue entonces cuando escuchó un zumbido suave, acompañado de una torpe melodía tarareada sin ritmo alguno.

    Giró la cabeza con cautela, la mano ya rozando la empuñadura de su naginata ceremonial hasta que divisó a Aidguar.

    En su forma reducida no superaba los dos metros de altura pero aún así su presencia ocupaba el claro como si fuese una montaña encarnada. Parecia estar agachado de espaldas intentando colocar cuidadosamente unas flores silvestres alrededor de una roca que resplandecía con un fulgor anaranjado. Miyabi lo observó por un instante. No era lo que esperaba de un guardían ancestral, nada de fuego o escamas relucientes ni rugidos imponentes. Solo una criatura inmensa con ojos blancos y redondos que parecia hablar consigo mismo como un niño regañado por su propia torpeza.

    —Hola . Soy Miyabi y necesito el artefacto ígneo que proteges o que me lo prestes un momento o al menos una parte de él... —dijo finalmente Miyabi, con tono firme aunque sabría que posiblemente no sería tan fácil.
    [shade_titanium_whale_983] La brisa era densa y a lo lejos, las nubes parecían girar sobre sí mismas anunciando la cercanía de un vórtice elemental. Miyabi se detuvo en seco en lo alto de la colina envuelta en su capa mientras su cabello oscuro ondeaba como seda al viento. En su mano derecha, un pequeño mapa trazado a mano y marcado con tinta roja: "El Fragmento del Juicio". Frente a ella, más allá del abismo de piedra y raíces, yacía la Garganta de Aidguar, un valle quebrado y olvidado por el tiempo donde según antiguos escritos un artefacto elemental dormía bajo la vigilancia de una criatura que habian dicho era imposible. Miyabi descendió sin titubear, deslizándose entre formaciones rocosas hasta alcanzar la base del valle. El lugar estaba impregnado de una energía cálida y palpitante, como si el suelo respirara. Fue entonces cuando escuchó un zumbido suave, acompañado de una torpe melodía tarareada sin ritmo alguno. Giró la cabeza con cautela, la mano ya rozando la empuñadura de su naginata ceremonial hasta que divisó a Aidguar. En su forma reducida no superaba los dos metros de altura pero aún así su presencia ocupaba el claro como si fuese una montaña encarnada. Parecia estar agachado de espaldas intentando colocar cuidadosamente unas flores silvestres alrededor de una roca que resplandecía con un fulgor anaranjado. Miyabi lo observó por un instante. No era lo que esperaba de un guardían ancestral, nada de fuego o escamas relucientes ni rugidos imponentes. Solo una criatura inmensa con ojos blancos y redondos que parecia hablar consigo mismo como un niño regañado por su propia torpeza. —Hola . Soy Miyabi y necesito el artefacto ígneo que proteges o que me lo prestes un momento o al menos una parte de él... —dijo finalmente Miyabi, con tono firme aunque sabría que posiblemente no sería tan fácil.
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  • Donde el silencio respira

    Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias.

    Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes.

    Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas.

    Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera.

    Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse.

    En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
    Donde el silencio respira Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias. Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes. Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas. Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera. Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse. En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
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