• No temas, contratista. El Anciano de la Montaña ha venido en respuesta a tu invocación. No poseo un nombre. Refiérete a mí como desees.
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  • Darius
    La maldición de Han .

    " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus,
    Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más,
    Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición .

    Luna púrpura
    Nairobi .
    En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet .
    Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro .

    Shirakawa
    Japón 1990

    En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón .

    / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare .

    Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede .
    Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota .
    Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta .

    / Ven por mi !! demonio !!

    La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba.
    Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .

    Darius La maldición de Han . " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus, Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más, Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición . Luna púrpura Nairobi . En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet . Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro . Shirakawa Japón 1990 En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón . / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare . Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede . Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota . Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta . / Ven por mi !! demonio !! La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba. Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .
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  • [ Flashback ⁀જ✈︎登別 | 温泉 ]

    ㅤNo necesitaba una excusa para tener una cita consigo mismo. Además le gustaba darse regalos y como fuera se consentiría cuando el cuerpo se lo pidiera, así que estaba más que listo para lo que se venía. Soltó un suspiro y sonrío de inmediato al verse por fin parado frente a las puertas del hotel.

    ㅤHabía tomado un vuelo a Noboribetsu, Japón, que había durado muchas más horas de las deseadas y luego un tren hasta el hotel. Todo en busca de un fin de semana relajante.

    ㅤRecibió una habitación con una vista espectacular al exterior. Le gustó ver las montañas con sus distintivos tonos dorados y blancos porque se combinaban con el verde de los arboles que florecían por el cambio de estación y de nuevo sonrió: estaba emocionado.

    ㅤHabía pasado por mucho las últimas semanas: él contra él y se negaba a seguir en las mismas. Sacudió la cabeza y con ella, todos sus pensamientos y se obligó a estar en el presente, ya tenía su primera tarea completada, que era llegar.

    ㅤCuando ya caía la noche se desnudó y se duchó para despertar su cuerpo del viaje. Al salir del baño se puso una bata y sin agregarle más que una toalla en la mano, fue en busca de los termales a pesar del frío... y ni hablar de su felicidad cuando al fin se vio parado frente al caliente cuerpo de agua.

    ㅤTiró la bata y la toalla a un lado. Un pie adentro, luego el otro y pronto estuvo estuvo sumergido hasta el pecho en esas aguas calientes en las que tanto había pensado. Era el cielo.

    ㅤCerró los ojos y viajó con el sonido del agua que caía... pronto no hubo nada más que una sensación de paz.

    —Ya volví a amar la vida.

    ㅤSe dijo en voz baja.
    [ Flashback ⁀જ✈︎登別 | 温泉 ] ㅤNo necesitaba una excusa para tener una cita consigo mismo. Además le gustaba darse regalos y como fuera se consentiría cuando el cuerpo se lo pidiera, así que estaba más que listo para lo que se venía. Soltó un suspiro y sonrío de inmediato al verse por fin parado frente a las puertas del hotel. ㅤHabía tomado un vuelo a Noboribetsu, Japón, que había durado muchas más horas de las deseadas y luego un tren hasta el hotel. Todo en busca de un fin de semana relajante. ㅤRecibió una habitación con una vista espectacular al exterior. Le gustó ver las montañas con sus distintivos tonos dorados y blancos porque se combinaban con el verde de los arboles que florecían por el cambio de estación y de nuevo sonrió: estaba emocionado. ㅤHabía pasado por mucho las últimas semanas: él contra él y se negaba a seguir en las mismas. Sacudió la cabeza y con ella, todos sus pensamientos y se obligó a estar en el presente, ya tenía su primera tarea completada, que era llegar. ㅤCuando ya caía la noche se desnudó y se duchó para despertar su cuerpo del viaje. Al salir del baño se puso una bata y sin agregarle más que una toalla en la mano, fue en busca de los termales a pesar del frío... y ni hablar de su felicidad cuando al fin se vio parado frente al caliente cuerpo de agua. ㅤTiró la bata y la toalla a un lado. Un pie adentro, luego el otro y pronto estuvo estuvo sumergido hasta el pecho en esas aguas calientes en las que tanto había pensado. Era el cielo. ㅤCerró los ojos y viajó con el sonido del agua que caía... pronto no hubo nada más que una sensación de paz. —Ya volví a amar la vida. ㅤSe dijo en voz baja.
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  • Desde su atalaya celeste, Zeus observaba sin ser visto. El Olimpo, a pesar de su esplendor, se había convertido en un teatro de escándalos y excesos. Entre columnas de mármol y jardines colgantes, jóvenes dioses y diosas se entregaban a juegos amorosos sin pudor alguno. Besos robados, caricias descaradas y promesas susurradas llenaban cada rincón de los pasillos, incluso ante la vista de los mortales que osaban asomarse a las nubes.

    Zeus, rey de dioses, no podía evitar sentir una mezcla de fastidio y humillación. ¿Acaso el Olimpo no era un símbolo de poder y respeto? ¿Qué pensarían los héroes, los reyes y hasta los titanes cautivos, al ver que el sagrado hogar de los inmortales parecía una comedia romántica sin control?

    Fue entonces, tras una reunión silenciosa en su propio pensamiento, que decretó con voz firme y trueno estruendoso

    — ¡Desde hoy, ningún dios o diosa osará besarse fuera de sus aposentos! El amor no será prohibido, pero el descaro sí.—

    La orden resonó por todo el Olimpo como un rayo partiendo la montaña. Desde entonces, los jardines se volvieron más sobrios, las columnas dejaron de ser testigos de besos furtivos y, aunque muchos dioses susurraban entre dientes sobre la dureza de Zeus, nadie se atrevía a desobedecerlo... al menos no cuando él miraba.

    En secreto, claro, todos sabían que el primero en romper la regla sería el propio Zeus.

    #MisionEspecial

    Desde su atalaya celeste, Zeus observaba sin ser visto. El Olimpo, a pesar de su esplendor, se había convertido en un teatro de escándalos y excesos. Entre columnas de mármol y jardines colgantes, jóvenes dioses y diosas se entregaban a juegos amorosos sin pudor alguno. Besos robados, caricias descaradas y promesas susurradas llenaban cada rincón de los pasillos, incluso ante la vista de los mortales que osaban asomarse a las nubes. Zeus, rey de dioses, no podía evitar sentir una mezcla de fastidio y humillación. ¿Acaso el Olimpo no era un símbolo de poder y respeto? ¿Qué pensarían los héroes, los reyes y hasta los titanes cautivos, al ver que el sagrado hogar de los inmortales parecía una comedia romántica sin control? Fue entonces, tras una reunión silenciosa en su propio pensamiento, que decretó con voz firme y trueno estruendoso — ¡Desde hoy, ningún dios o diosa osará besarse fuera de sus aposentos! El amor no será prohibido, pero el descaro sí.— La orden resonó por todo el Olimpo como un rayo partiendo la montaña. Desde entonces, los jardines se volvieron más sobrios, las columnas dejaron de ser testigos de besos furtivos y, aunque muchos dioses susurraban entre dientes sobre la dureza de Zeus, nadie se atrevía a desobedecerlo... al menos no cuando él miraba. En secreto, claro, todos sabían que el primero en romper la regla sería el propio Zeus. #MisionEspecial
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  • MUY BUENA TARDE, LES HAGO DE SU CONOCIMIENTO QUE TIANSHAN, SE ENCUENTRA ABIERTO EN ESTE MOMENTO.

    PARA AQUELLOS QUE NO LO CONOCERN ES UN LUGAR PARA PODER CONVERSAR Y DESCANSAR DE UN LARGO VIAJE ENTRE LAS HERMOSAS MONTAÑAS DE CHINA.
    SEAN BIENVENIDOS.

    [ES UNA SALA DENTRO DEL MENU "LUGARES DE ROL" Y SL SITIO SE LLAMA TIANSHAN]
    MUY BUENA TARDE, LES HAGO DE SU CONOCIMIENTO QUE TIANSHAN, SE ENCUENTRA ABIERTO EN ESTE MOMENTO. PARA AQUELLOS QUE NO LO CONOCERN ES UN LUGAR PARA PODER CONVERSAR Y DESCANSAR DE UN LARGO VIAJE ENTRE LAS HERMOSAS MONTAÑAS DE CHINA. SEAN BIENVENIDOS. [ES UNA SALA DENTRO DEL MENU "LUGARES DE ROL" Y SL SITIO SE LLAMA TIANSHAN]
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  • LES EXTIENDO UNA CORDIAL INVITACION AL CHAT PUBLICO DENOMINADO "TIANSHAN"
    Ambientado en la China Antiguam y para todos aquellos que deseen disfrutar de un ambiente calido y agradable entre un hermoso paisaje onírico.

    No solo se extiende para aquellos personajes que tienen relacion Asiatica, sino de todas las razas y sexo.
    Sean bienvenidos, les aseguro que no se arrepentirán.
    Se desempeña como una Posada entre las montañas, pero siempre se pueden conocer todo tipo de personas.
    sean bienvenidos.
    Su administrador y servidor Daozhang Xiao Xingchen, estará respondiendo por las tardes principalmente (Horario de Pacifico UTM).

    Sean bienvenidos y gracias por su atencion.
    LES EXTIENDO UNA CORDIAL INVITACION AL CHAT PUBLICO DENOMINADO "TIANSHAN" Ambientado en la China Antiguam y para todos aquellos que deseen disfrutar de un ambiente calido y agradable entre un hermoso paisaje onírico. No solo se extiende para aquellos personajes que tienen relacion Asiatica, sino de todas las razas y sexo. Sean bienvenidos, les aseguro que no se arrepentirán. Se desempeña como una Posada entre las montañas, pero siempre se pueden conocer todo tipo de personas. sean bienvenidos. Su administrador y servidor Daozhang Xiao Xingchen, estará respondiendo por las tardes principalmente (Horario de Pacifico UTM). Sean bienvenidos y gracias por su atencion.
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  • El sol se esconde tras las montañas, pintando el cielo con tonos de anaranjado y púrpura, igual que la melancolía tiñe mi alma. Cada rayo de luz que se desvanece me recuerda a tu ausencia, a la falta de tu calor en mi piel. Recuerdo el roce de tus dedos, una caricia que incendiaba mi cuerpo, un fuego que ahora solo arde como una brasa en la fría noche. Aquellos besos, salvajes y dulces a la vez, que me dejaban sin aliento, ahora solo son un eco en mi memoria, un susurro que se pierde en el viento. Anhelo la presión de tu cuerpo contra el mío, el peso de tu alma fundiéndose con la mía. La soledad es una amante cruel, que me susurra promesas vacías mientras mi cuerpo suspira por tus caricias, por el fuego de tus besos, por el regreso de tu amor. La noche se alarga, y con ella la añoranza, un deseo ardiente que solo tú puedes calmar.
    El sol se esconde tras las montañas, pintando el cielo con tonos de anaranjado y púrpura, igual que la melancolía tiñe mi alma. Cada rayo de luz que se desvanece me recuerda a tu ausencia, a la falta de tu calor en mi piel. Recuerdo el roce de tus dedos, una caricia que incendiaba mi cuerpo, un fuego que ahora solo arde como una brasa en la fría noche. Aquellos besos, salvajes y dulces a la vez, que me dejaban sin aliento, ahora solo son un eco en mi memoria, un susurro que se pierde en el viento. Anhelo la presión de tu cuerpo contra el mío, el peso de tu alma fundiéndose con la mía. La soledad es una amante cruel, que me susurra promesas vacías mientras mi cuerpo suspira por tus caricias, por el fuego de tus besos, por el regreso de tu amor. La noche se alarga, y con ella la añoranza, un deseo ardiente que solo tú puedes calmar.
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  • *sango volado contra una montaña para después ver al mi contrincante* y yo que pensaba que esta batalla seria ruda je *me limpio la boca* vamos con todo bro!
    *sango volado contra una montaña para después ver al mi contrincante* y yo que pensaba que esta batalla seria ruda je *me limpio la boca* vamos con todo bro!
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  • El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba.

    Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio.

    A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin.

    Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado.

    El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero.

    Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal.

    Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más.

    Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera.

    Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
    El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba. Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio. A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin. Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado. El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero. Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal. Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más. Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera. Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Las montañas no son obstáculos, sino el camino que lleva a nuevos horizontes
    -Malvyna en el Tíbet-
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