• Conviviendo entre mortales:
    La maestra Mei.
    Earthrrealm — Fangjiang.

    (Autoconclusivo)

    Una mañana, Mei descendió al corazón de la aldea en busca de provisiones. El mercado bullía con vida, entre risas, regateos y el sonido de los morteros machacando hierbas. Tras adquirir lo necesario, se detuvo frente al antiguo templo del pueblo. Allí, entre incienso y cintas de oración, se rendía culto a los dioses... en especial a su padre.

    Observó en silencio las ofrendas de frutas, flores, estandartes y pequeñas estatuillas de Fujin. El respeto y devoción que los aldeanos le profesaban la conmovía profundamente. Él, el dios de los vientos, el guardián de las tormentas suaves y los susurros del cielo… era amado. Y lo merecía. Él era cálido, risueño, protector. Más cercano al corazón humano que su hermano Raiden, cuya severidad inspiraba temor más que afecto.

    Mientras meditaba, un grupo de niños se acercó, curiosos. Uno de ellos, un niño de cabellos revueltos y sonrisa astuta, le preguntó:

    —¿Tú también vienes a pedirle cosas a los dioses?

    Mei despertó de sus pensamientos y les regaló una sonrisa serena.

    —Sí… también yo pido cosas, aunque a veces solo vengo a dar las gracias.

    —¡Yo también le pido cosas al dios Fujin! —dijo el pequeño con entusiasmo—. A veces me escucha… otras no tanto.

    —Mi abuela dice que hay que dejarle dulces si quieres que te escuche siempre —agregó una niña, muy convencida.

    Mei rió suavemente.

    —¿Quieren escuchar una historia sobre los dioses?

    Un coro de voces al unísono exclamó: “¡Sí!”

    Y así, los condujo hasta la sombra de un gran cerezo, no muy lejos del templo. Allí se sentaron, y Mei, con voz dulce y clara, comenzó a relatar las aventuras que había presenciado en los salones celestiales. Habló de dragones y estrellas, de batallas que no dañaban y de danzas de viento sobre las montañas. Omitía su nombre, pero dejaba que su alma se filtrara entre las palabras.

    Los niños, embelesados, regresaban cada día. Al principio por las historias, luego por las preguntas, más tarde por el conocimiento. Mei, al ver su sed de saber, decidió que su hogar debía acoger esa nueva misión.

    Junto al jardín, construyó un salón pequeño, cálido y perfumado con flores. Colgó dibujos de animales, mapas del cielo, frases de sabiduría. Cuando estuvo listo, llevó a los niños allí, y sus ojos se iluminaron. Desde entonces, cada mañana, se sentaban con ella a aprender, a preguntar, a imaginar.

    Y así, sin saberlo del todo, Mei dejó de ser solo la sanadora… para convertirse en maestra.

    Porque enseñar también era sanar.

    Y bajo el mismo cielo, donde antes fue hija de un dios, ahora era guía de pequeñas almas humanas.
    Conviviendo entre mortales: La maestra Mei. Earthrrealm — Fangjiang. (Autoconclusivo) Una mañana, Mei descendió al corazón de la aldea en busca de provisiones. El mercado bullía con vida, entre risas, regateos y el sonido de los morteros machacando hierbas. Tras adquirir lo necesario, se detuvo frente al antiguo templo del pueblo. Allí, entre incienso y cintas de oración, se rendía culto a los dioses... en especial a su padre. Observó en silencio las ofrendas de frutas, flores, estandartes y pequeñas estatuillas de Fujin. El respeto y devoción que los aldeanos le profesaban la conmovía profundamente. Él, el dios de los vientos, el guardián de las tormentas suaves y los susurros del cielo… era amado. Y lo merecía. Él era cálido, risueño, protector. Más cercano al corazón humano que su hermano Raiden, cuya severidad inspiraba temor más que afecto. Mientras meditaba, un grupo de niños se acercó, curiosos. Uno de ellos, un niño de cabellos revueltos y sonrisa astuta, le preguntó: —¿Tú también vienes a pedirle cosas a los dioses? Mei despertó de sus pensamientos y les regaló una sonrisa serena. —Sí… también yo pido cosas, aunque a veces solo vengo a dar las gracias. —¡Yo también le pido cosas al dios Fujin! —dijo el pequeño con entusiasmo—. A veces me escucha… otras no tanto. —Mi abuela dice que hay que dejarle dulces si quieres que te escuche siempre —agregó una niña, muy convencida. Mei rió suavemente. —¿Quieren escuchar una historia sobre los dioses? Un coro de voces al unísono exclamó: “¡Sí!” Y así, los condujo hasta la sombra de un gran cerezo, no muy lejos del templo. Allí se sentaron, y Mei, con voz dulce y clara, comenzó a relatar las aventuras que había presenciado en los salones celestiales. Habló de dragones y estrellas, de batallas que no dañaban y de danzas de viento sobre las montañas. Omitía su nombre, pero dejaba que su alma se filtrara entre las palabras. Los niños, embelesados, regresaban cada día. Al principio por las historias, luego por las preguntas, más tarde por el conocimiento. Mei, al ver su sed de saber, decidió que su hogar debía acoger esa nueva misión. Junto al jardín, construyó un salón pequeño, cálido y perfumado con flores. Colgó dibujos de animales, mapas del cielo, frases de sabiduría. Cuando estuvo listo, llevó a los niños allí, y sus ojos se iluminaron. Desde entonces, cada mañana, se sentaban con ella a aprender, a preguntar, a imaginar. Y así, sin saberlo del todo, Mei dejó de ser solo la sanadora… para convertirse en maestra. Porque enseñar también era sanar. Y bajo el mismo cielo, donde antes fue hija de un dios, ahora era guía de pequeñas almas humanas.
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  • #DiezCosasSobre Mi.

    — ¿Matar? Bah. Una solución vulgar, apresurada… impropia de alguien con mi sensibilidad estética. Sí, lo admito, hay momentos en que la muerte se presenta como un bocado dulce, un capricho para una noche particularmente aburrida. Pero lo verdaderamente redituable, lo sublime, lo exquisito, es prolongar la agonía. Preservarla para exprimir cada gota de miseria que aún no ha fermentado.

    — La empatía es una ficción patética, un artilugio emocional de ovejas para ovejas, para cuidar del rebaño. No la poseo, ni la necesito. Lo que tengo, en cambio, es una intuición casi divina para diseccionar el alma. Puedo leer una emoción antes de que siquiera se forme. Sé dónde tocar, qué decir, cuándo mirar… y sobre todo, cuándo callar. La manipulación, después de todo, es un arte de precisión.

    — Soy viejo, más de lo que tu sabes y yo recuerdo. Y, como el viejo que soy, me aburro con facilidad. La repetición es el cáncer de la creatividad. Detesto las fórmulas, rehuyo las rutinas. La misma receta, dos veces, me resulta insoportable. Y no hablo sólo de alimentos… hablo de emociones, traumas, desgracias. Y personas sin personalidad. Necesito variedad. Sufrimiento con textura.

    — ¿Mi origen? Qué pregunta tan insulsa. Nadie lo conoce, ni siquiera yo. Tal vez nací de un grito, de un pensamiento prohibido, de las sombras que se retuercen sobre una montaña de porquería. Poco importa. Lo único relevante es que estoy aquí, y ustedes… ustedes me perciben, aunque preferirían no hacerlo.

    — Todo cambia. Y yo también. Adopto la forma que me apetezca. Desde el más atractivo hasta el más repulsivo. De inmenso a diminuto en un parpadeo. Soy así el antagonista de todas tus pesadillas.

    — Poseo un sentido de pertenencia muy particular. Territorial, dirían algunos. Si una criatura despierta mi interés, considero una ofensa personal que otra entidad ose interferir. La presa que me cautiva, es mía. No la comparto. No la suelto.

    — La fe… la esperanza… qué nociones tan irritantes. Luz artificial en un teatro de sombras. Me repugnan. Pero reconozco que destruirlas lentamente tiene un encanto dramático innegable.

    — ¿Estoy vivo? ¿Muerto? Ambas y ninguna. Di un paso más allá. Mi naturaleza trasciende los límites. Me deslizo entre planos, existo entre percepciones. No pertenezco a ningún lugar y por ello puedo estar en todos. Soy un eco sin fuente. Sangre sin herida.

    — Algunos han intentado exterminarme con símbolos vetustos, palabras olvidadas, círculos y rezos. Los aplaudo: hay diversión en su esfuerzo inútil. Pueden debilitarme, sí… por instantes. Pero aniquilarme, eso está fuera de sus posibilidades.

    — Mi percepción física es… ¿Cómo explicarlo? Mínima. No siento dolor, ni placer, ni el roce del mundo tangible. Pero no por ello carezco de habilidad. Puedo acariciar como una pluma, o cortar con la meticulosidad de un relojero suizo. No necesito sentir para perfeccionar. La práctica, como bien saben, hace al maestro… y yo he tenido siglos para ensayar.
    #DiezCosasSobre Mi. — ¿Matar? Bah. Una solución vulgar, apresurada… impropia de alguien con mi sensibilidad estética. Sí, lo admito, hay momentos en que la muerte se presenta como un bocado dulce, un capricho para una noche particularmente aburrida. Pero lo verdaderamente redituable, lo sublime, lo exquisito, es prolongar la agonía. Preservarla para exprimir cada gota de miseria que aún no ha fermentado. — La empatía es una ficción patética, un artilugio emocional de ovejas para ovejas, para cuidar del rebaño. No la poseo, ni la necesito. Lo que tengo, en cambio, es una intuición casi divina para diseccionar el alma. Puedo leer una emoción antes de que siquiera se forme. Sé dónde tocar, qué decir, cuándo mirar… y sobre todo, cuándo callar. La manipulación, después de todo, es un arte de precisión. — Soy viejo, más de lo que tu sabes y yo recuerdo. Y, como el viejo que soy, me aburro con facilidad. La repetición es el cáncer de la creatividad. Detesto las fórmulas, rehuyo las rutinas. La misma receta, dos veces, me resulta insoportable. Y no hablo sólo de alimentos… hablo de emociones, traumas, desgracias. Y personas sin personalidad. Necesito variedad. Sufrimiento con textura. — ¿Mi origen? Qué pregunta tan insulsa. Nadie lo conoce, ni siquiera yo. Tal vez nací de un grito, de un pensamiento prohibido, de las sombras que se retuercen sobre una montaña de porquería. Poco importa. Lo único relevante es que estoy aquí, y ustedes… ustedes me perciben, aunque preferirían no hacerlo. — Todo cambia. Y yo también. Adopto la forma que me apetezca. Desde el más atractivo hasta el más repulsivo. De inmenso a diminuto en un parpadeo. Soy así el antagonista de todas tus pesadillas. — Poseo un sentido de pertenencia muy particular. Territorial, dirían algunos. Si una criatura despierta mi interés, considero una ofensa personal que otra entidad ose interferir. La presa que me cautiva, es mía. No la comparto. No la suelto. — La fe… la esperanza… qué nociones tan irritantes. Luz artificial en un teatro de sombras. Me repugnan. Pero reconozco que destruirlas lentamente tiene un encanto dramático innegable. — ¿Estoy vivo? ¿Muerto? Ambas y ninguna. Di un paso más allá. Mi naturaleza trasciende los límites. Me deslizo entre planos, existo entre percepciones. No pertenezco a ningún lugar y por ello puedo estar en todos. Soy un eco sin fuente. Sangre sin herida. — Algunos han intentado exterminarme con símbolos vetustos, palabras olvidadas, círculos y rezos. Los aplaudo: hay diversión en su esfuerzo inútil. Pueden debilitarme, sí… por instantes. Pero aniquilarme, eso está fuera de sus posibilidades. — Mi percepción física es… ¿Cómo explicarlo? Mínima. No siento dolor, ni placer, ni el roce del mundo tangible. Pero no por ello carezco de habilidad. Puedo acariciar como una pluma, o cortar con la meticulosidad de un relojero suizo. No necesito sentir para perfeccionar. La práctica, como bien saben, hace al maestro… y yo he tenido siglos para ensayar.
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  • Soy el enviado de Buda, el Emperador Celestial y la Diosa en la búsqueda del sutra. El Apuesto Rey Mono de la Cueva de la Cortina de Agua de la Montaña de las Flores y los Frutos, el Santo del Cielo, Sun Wukong.
    Soy el enviado de Buda, el Emperador Celestial y la Diosa en la búsqueda del sutra. El Apuesto Rey Mono de la Cueva de la Cortina de Agua de la Montaña de las Flores y los Frutos, el Santo del Cielo, Sun Wukong.
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  • -Recibió el mensaje y la selfie de 𝄄 𝐉𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐧 𝄄 , estaba decidido a hacerla estar en contacto nuevamente con su lado artístico, pero aún en su mente se debatía en si era egoísta dejar de lado todas las obligaciones auto-impuestas, cuidar de los demás, en su mente retumbó lo que en aquella ocasión le dijo el tritón: "¿Quién te visita cuando no puedes levantarte de cama? Lo mas probable es que tu sola te obligas a levantarte y trabajar" era verdad, estaba sola en esto, ninguna de las personas a las cuales ayudó se preocupó en preguntar, tampoco era su obligación y la realidad es que todo ese asunto de la cazadora nocturna enmascarada la estaba llevando a un Burnout.

    Suspiró con pesar, apretó los ojos y de nuevo miró su celular, quería ir con el, porqué se había maquillado y arreglado.-

    Está bien... Pasa por mi, estaré esperando.

    -Entonces le mandó la ubicación de su casa, la cual estaba en una zona exclusiva, pero más alejada, cercana a las montañas.-
    -Recibió el mensaje y la selfie de [Midnight_Lover] , estaba decidido a hacerla estar en contacto nuevamente con su lado artístico, pero aún en su mente se debatía en si era egoísta dejar de lado todas las obligaciones auto-impuestas, cuidar de los demás, en su mente retumbó lo que en aquella ocasión le dijo el tritón: "¿Quién te visita cuando no puedes levantarte de cama? Lo mas probable es que tu sola te obligas a levantarte y trabajar" era verdad, estaba sola en esto, ninguna de las personas a las cuales ayudó se preocupó en preguntar, tampoco era su obligación y la realidad es que todo ese asunto de la cazadora nocturna enmascarada la estaba llevando a un Burnout. Suspiró con pesar, apretó los ojos y de nuevo miró su celular, quería ir con el, porqué se había maquillado y arreglado.- Está bien... Pasa por mi, estaré esperando. -Entonces le mandó la ubicación de su casa, la cual estaba en una zona exclusiva, pero más alejada, cercana a las montañas.-
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  • Allí estaba Islandia bajo sus pies, una vasta extensión de hielo, fuego y vida salvaje desplegándose como una promesa de libertad, de belleza indómita. El cielo despejado, teñido de un azul profundo, les daba la bienvenida, y el frío mordía la piel expuesta pero era lo de menos, porque el calor de su unión era más potente que cualquier ráfaga.

    — ¿Lista? — preguntó Anthork, con esa sonrisa torcida que era mezcla de orgullo, deseo y emoción.
    Y sin esperar respuesta, con ella aferrada a su brazo como si no existiera otro mundo fuera del suyo, saltaron.

    El vacío los envolvió.

    Durante esos primeros segundos de caída libre, lo único que existía era ella, su risa, su grito ahogado de adrenalina, el viento silbando entre ellos, el contacto de sus cuerpos flotando en esa danza salvaje. Anthork la mantenía cerca, la giraba en el aire, rozaba su mejilla con la suya en pleno vuelo, protegiéndola con su cuerpo aún en caída, como si ni siquiera el cielo pudiera tocarla sin su permiso.

    — Te elegiría mil veces más, aún tuviera que saltar sin alas.

    Dijo Anthork en el aire mirándola a los ojos. La inmensidad de Islandia se extendía abajo glaciares brillantes, campos de lava cubiertos de musgo, ríos plateados serpenteando entre montañas… era como aterrizar en otro mundo, uno que les pertenecía solo a ellos.

    Al desplegar los paracaídas, el tirón los estabilizó y entonces descendieron más lentos, flotando como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. La vista era tan sobrecogedora que incluso Anthork, acostumbrado al instinto y la acción, se permitió un instante de pura contemplación, viendo el reflejo del sol sobre el hielo y la sonrisa en el rostro de su esposa iluminada por la emoción.

    — Bienvenida a la primera parada de nuestra luna de miel, mi reina… Islandia nos espera — murmuró mientras descendían, aterrizando con suavidad en un campo abierto, a pocos minutos estaba el hotel.

    La tomó en brazos apenas tocaron tierra, riendo con ella, girándola una vez más en el aire como si aún siguieran volando, antes de besarla con esa mezcla salvaje y dulce que sólo él sabía darle.

    Anna Bloodmoon Wallace
    Allí estaba Islandia bajo sus pies, una vasta extensión de hielo, fuego y vida salvaje desplegándose como una promesa de libertad, de belleza indómita. El cielo despejado, teñido de un azul profundo, les daba la bienvenida, y el frío mordía la piel expuesta pero era lo de menos, porque el calor de su unión era más potente que cualquier ráfaga. — ¿Lista? — preguntó Anthork, con esa sonrisa torcida que era mezcla de orgullo, deseo y emoción. Y sin esperar respuesta, con ella aferrada a su brazo como si no existiera otro mundo fuera del suyo, saltaron. El vacío los envolvió. Durante esos primeros segundos de caída libre, lo único que existía era ella, su risa, su grito ahogado de adrenalina, el viento silbando entre ellos, el contacto de sus cuerpos flotando en esa danza salvaje. Anthork la mantenía cerca, la giraba en el aire, rozaba su mejilla con la suya en pleno vuelo, protegiéndola con su cuerpo aún en caída, como si ni siquiera el cielo pudiera tocarla sin su permiso. — Te elegiría mil veces más, aún tuviera que saltar sin alas. Dijo Anthork en el aire mirándola a los ojos. La inmensidad de Islandia se extendía abajo glaciares brillantes, campos de lava cubiertos de musgo, ríos plateados serpenteando entre montañas… era como aterrizar en otro mundo, uno que les pertenecía solo a ellos. Al desplegar los paracaídas, el tirón los estabilizó y entonces descendieron más lentos, flotando como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. La vista era tan sobrecogedora que incluso Anthork, acostumbrado al instinto y la acción, se permitió un instante de pura contemplación, viendo el reflejo del sol sobre el hielo y la sonrisa en el rostro de su esposa iluminada por la emoción. — Bienvenida a la primera parada de nuestra luna de miel, mi reina… Islandia nos espera — murmuró mientras descendían, aterrizando con suavidad en un campo abierto, a pocos minutos estaba el hotel. La tomó en brazos apenas tocaron tierra, riendo con ella, girándola una vez más en el aire como si aún siguieran volando, antes de besarla con esa mezcla salvaje y dulce que sólo él sabía darle. [glimmer_violet_tiger_639]
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  • Podría derribar una montaña con tal de seguir teniendote cerca.
    ¿Que no lo ves?
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  • Sigo sin entender la gracia de estas montañas rudas, veo que algunos se divierten.
    Sigo sin entender la gracia de estas montañas rudas, veo que algunos se divierten.
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  • Estatus: En las montañas, sentado frente a una pequeña fogata que él mismo ha creado mientras que se sumerge en sus pensamientos.

    Aunque presiente que no esta solo, con el pasar de los segundos se percata que varias siluetas comenzaron a rodearle
    Estatus: En las montañas, sentado frente a una pequeña fogata que él mismo ha creado mientras que se sumerge en sus pensamientos. Aunque presiente que no esta solo, con el pasar de los segundos se percata que varias siluetas comenzaron a rodearle
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  • -- 50:30 --

    ¡¡ QUERIDOS PARTICIPANTES !!

    Pasemos a los resultados de sus votaciones.

    𝗧𝗢𝗗𝗢𝗦 𝗟𝗢𝗦 𝗘𝗤𝗨𝗜𝗣𝗢𝗦 𝗩𝗢𝗧𝗔𝗥𝗢𝗡 𝗔𝗟𝗜𝗔𝗗𝗢

    -- SUS PUNTUACIONES --

    - TEAM ACE -
    [Just_add_water] - 4 puntos
    Ingrid Rosemond - 6 puntos
    Xin Yi - 7 puntos
    ❛ 𝐀𝐩𝐡𝐫𝐨 ❜ - 8 puntos

    - TEAM KING -
    Hiro - 6 puntos
    Faust - 6 puntos
    Armand Melendi - 6 puntos

    - TEAM QUEEN -
    Ysoria Kan – 4 puntos
    [lill3tblan] + N–612 – 6 puntos
    Sapphire Kawashima - 8 puntos

    - TEAM JACK -
    Cecilia Immergreen - 5 puntos
    Yu Xuan - 8 puntos
    Daniel Fernández - 8 puntos

    . . .

    ¡¡ QUÉ LINDO !!

    Todos trabajando juntos de la mano y en armonía para ganar puntos. Da una sensación calientita y agradable en el pecho, ¿no?

    Pasando a otros temas, ¿ya notaron que no hay espejos en los sanitarios? ¿Extrañan poder ver su propio rostro?

    ...¿ᶜᵒᵐᵒ ˢᵃᵇᵉⁿ ˢⁱ ˢⁱᵍᵘᵉⁿ ˢⁱᵉⁿᵈᵒ ᵘˢᵗᵉᵈᵉˢ ᵐⁱˢᵐᵒˢ?...

    Instalaré unos pronto, después del evento de mañana. Sólo quiero que piensen en su propio reflejo... ¿será spoiler? Quizás, quizás no.

    Shiori Novella se unirá al TEAM QUEEN después de que discuta ciertas cosas con ella.

    Fue un evento tranquilo el de hoy, ¿no? Este juego, y la vida misma, es como una montaña rusa, no siempre puede haber emociones fuertes...

    . . .

    -- DESCANSEN Y PREPÁRENSE PARA EL SIGUIENTE EVENTO --
    -- 50:30 -- ¡¡ QUERIDOS PARTICIPANTES !! Pasemos a los resultados de sus votaciones. 𝗧𝗢𝗗𝗢𝗦 𝗟𝗢𝗦 𝗘𝗤𝗨𝗜𝗣𝗢𝗦 𝗩𝗢𝗧𝗔𝗥𝗢𝗡 𝗔𝗟𝗜𝗔𝗗𝗢 -- SUS PUNTUACIONES -- - TEAM ACE - [Just_add_water] - 4 puntos [rain_curtain] - 6 puntos [xin_yi] - 7 puntos [AfroTheSmilingOne] - 8 puntos - TEAM KING - [Hiritox3] - 6 puntos [architecti_audi_nos] - 6 puntos [the_detective] - 6 puntos - TEAM QUEEN - [tidal_peach_turtle_127] – 4 puntos [lill3tblan] + [N.612] – 6 puntos [Sapphire] - 8 puntos - TEAM JACK - [ember_amethyst_octopus_437] - 5 puntos [yu_xuan] - 8 puntos [blaze_aqua_squirrel_523] - 8 puntos . . . ¡¡ QUÉ LINDO !! Todos trabajando juntos de la mano y en armonía para ganar puntos. Da una sensación calientita y agradable en el pecho, ¿no? Pasando a otros temas, ¿ya notaron que no hay espejos en los sanitarios? ¿Extrañan poder ver su propio rostro? ...¿ᶜᵒᵐᵒ ˢᵃᵇᵉⁿ ˢⁱ ˢⁱᵍᵘᵉⁿ ˢⁱᵉⁿᵈᵒ ᵘˢᵗᵉᵈᵉˢ ᵐⁱˢᵐᵒˢ?... Instalaré unos pronto, después del evento de mañana. Sólo quiero que piensen en su propio reflejo... ¿será spoiler? Quizás, quizás no. [specter_copper_horse_768] se unirá al TEAM QUEEN después de que discuta ciertas cosas con ella. Fue un evento tranquilo el de hoy, ¿no? Este juego, y la vida misma, es como una montaña rusa, no siempre puede haber emociones fuertes... . . . -- DESCANSEN Y PREPÁRENSE PARA EL SIGUIENTE EVENTO --
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  • Se podía saber que la primavera se había impuesto al frío invierno, porque lo que antes eran helados copos habían sido sustituidos por la suave caricia de los pétalos de cerezo.

    El sol se filtraba a través de sus hojas, haciendo sucumbir a la nieve que, estos meses atrás, los había mantenido prácticamente aislados del mundo.

    Aquel día, Kazuo se había sentido con fuerzas para ponerse en pie, disfrutando del fresco aroma que le regalaba la montaña en cada brisa que chocaba como las olas del mar. Sentía sus músculos agarrotados y su cuerpo, cansado en extremo. Pero necesitaba salir de aquellas cuatro paredes que mantenían su alma cautiva, en una cárcel que le recordaba en todo momento que había estado a punto de ser testigo de su propia muerte.

    La humedad de la tierra y la hierba, bañada por el rocío, se filtraban a través de sus desnudos pies. Siempre iba descalzo; era lo único que era incapaz de ocultar de su naturaleza. Al fin y al cabo, seguía siendo un zorro. Uno que, siempre que tuviera oportunidad, correría por la montaña hasta no tener aliento para continuar.

    Inspiró, absorbiendo la esencia que lo rodeaba, conteniendo el aire para deleitarse con esta. Los matices que acompañaban aquel lugar le recordaban que estaba en casa, en el lugar donde debía estar. Contuvo el aliento, como si quisiera retener aquella sensación lo máximo posible. Finalmente, un trémulo suspiro salió de sus labios, derramándose como una cinta de seda sobre la piel.

    Aunque las circunstancias de estar vivo no habían sido las idóneas, no podía más que agradecer estarlo. Estar allí, junto a su amada y su hogar. El zorro sabía que, cada vez, estaba siendo más egoísta; mirando más por sus intereses que por los ajenos, aquellos que no eran cercanos a él. Se estaba volviendo más humano de lo que nunca fue.

    Kazuo pronto volvería a recuperar sus fuerzas, lo que desembocaría en una inevitable convicción de reparar aquello que había sido dañado.
    Se podía saber que la primavera se había impuesto al frío invierno, porque lo que antes eran helados copos habían sido sustituidos por la suave caricia de los pétalos de cerezo. El sol se filtraba a través de sus hojas, haciendo sucumbir a la nieve que, estos meses atrás, los había mantenido prácticamente aislados del mundo. Aquel día, Kazuo se había sentido con fuerzas para ponerse en pie, disfrutando del fresco aroma que le regalaba la montaña en cada brisa que chocaba como las olas del mar. Sentía sus músculos agarrotados y su cuerpo, cansado en extremo. Pero necesitaba salir de aquellas cuatro paredes que mantenían su alma cautiva, en una cárcel que le recordaba en todo momento que había estado a punto de ser testigo de su propia muerte. La humedad de la tierra y la hierba, bañada por el rocío, se filtraban a través de sus desnudos pies. Siempre iba descalzo; era lo único que era incapaz de ocultar de su naturaleza. Al fin y al cabo, seguía siendo un zorro. Uno que, siempre que tuviera oportunidad, correría por la montaña hasta no tener aliento para continuar. Inspiró, absorbiendo la esencia que lo rodeaba, conteniendo el aire para deleitarse con esta. Los matices que acompañaban aquel lugar le recordaban que estaba en casa, en el lugar donde debía estar. Contuvo el aliento, como si quisiera retener aquella sensación lo máximo posible. Finalmente, un trémulo suspiro salió de sus labios, derramándose como una cinta de seda sobre la piel. Aunque las circunstancias de estar vivo no habían sido las idóneas, no podía más que agradecer estarlo. Estar allí, junto a su amada y su hogar. El zorro sabía que, cada vez, estaba siendo más egoísta; mirando más por sus intereses que por los ajenos, aquellos que no eran cercanos a él. Se estaba volviendo más humano de lo que nunca fue. Kazuo pronto volvería a recuperar sus fuerzas, lo que desembocaría en una inevitable convicción de reparar aquello que había sido dañado.
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