• *Se transformaba en aquel gato negro con blanco que aprendió a dominar mientras que camina por el pasillo sentándose en el estómago de su esposa la cual estaba acostada*

    Hola humana vengo a que me ames y acaricies mis patitas Luna Reis
    *Se transformaba en aquel gato negro con blanco que aprendió a dominar mientras que camina por el pasillo sentándose en el estómago de su esposa la cual estaba acostada* Hola humana vengo a que me ames y acaricies mis patitas [nova_ivory_turtle_788]
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    Me duele demasiado ver todo lo que causó mi desaparición, pasaron muchas cosas, vine a avisar que no vendría por algunos días y después veo que mi cuenta ya no estaba, no sé que pasó, tuve un hackeo en mi cuenta de correo electrónico, no sé si sea referente a eso, pero ya estoy aquí. Me pone muy triste todo lo que ocurrió y no haberme dado cuenta antes, quizá Kagehiro ya no quiera ni verme ni quiera tener una relación conmigo, no lo sé, simplemente esto me rebasa. Quiero pedir una enorme disculpa a Kagehiro, mi intención por supuesto jamás fue hacerlo pasar por algo así, me siento fatal, siento como un hueco en el estómago, un nudo en mi garganta, quiero llorar. . . Siento que no remediaré con una y mil disculpas todo lo que provoqué.
    Me duele demasiado ver todo lo que causó mi desaparición, pasaron muchas cosas, vine a avisar que no vendría por algunos días y después veo que mi cuenta ya no estaba, no sé que pasó, tuve un hackeo en mi cuenta de correo electrónico, no sé si sea referente a eso, pero ya estoy aquí. 😔😔 Me pone muy triste todo lo que ocurrió y no haberme dado cuenta antes, quizá Kagehiro ya no quiera ni verme ni quiera tener una relación conmigo, no lo sé, simplemente esto me rebasa. Quiero pedir una enorme disculpa a Kagehiro, mi intención por supuesto jamás fue hacerlo pasar por algo así, me siento fatal, siento como un hueco en el estómago, un nudo en mi garganta, quiero llorar. . . Siento que no remediaré con una y mil disculpas todo lo que provoqué.
    Me entristece
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  • La Cámara del Cuarto Guardián: Zepharion, el Arquitecto del Viento y la Percepción

    La puerta de cristal se desvaneció como humo, y Yukine y Lidica fueron absorbidos por una corriente invisible. La cámara no tenía forma. Era un espacio suspendido entre dimensiones, donde el tiempo se fragmentaba y la realidad se reescribía con cada respiración.

    En el centro, flotando como una idea sin cuerpo, apareció Zepharion, el Guardián del Aire. Su figura era un remolino de viento, luz y reflejos. No tenía rostro, pero su presencia era abrumadora.

    —“El aire no tiene límites. Tampoco los tiene la ilusión. ¿Qué queda de ustedes… cuando todo lo que creen se desvanece?”

    Zepharion alzó sus brazos, y el mundo se rompió. Yukine y Lidica fueron separados por ráfagas de viento que los lanzaron a dimensiones paralelas.

    - Yukine apareció en una versión del Castillo donde nunca se transformó. Era un mago oscuro, temido por todos, solo y vacío.

    - Lidica se vio como una asesina sin propósito, que había traicionado a Yukine por poder.

    Ambos comenzaron a luchar contra sus propias versiones. Cada golpe que recibían no solo dolía físicamente, sino que borraba fragmentos de su memoria real.
    Yukine olvidó por momentos por qué luchaba. Lidica dudó de su misión.
    Zepharion se alimentaba de esa confusión. El aire se volvía más denso, más cortante. Cada palabra que intentaban pronunciar se desvanecía antes de salir.
    Cuando Yukine intentó lanzar un hechizo de estabilización, Zepharion lo atrapó en una corriente de vacío. Su magia fue absorbida por el viento, sellada en una esfera de cristal flotante.

    —“Tu magia es inútil aquí. El viento no obedece a fórmulas.”

    Lidica, al intentar atacar con sus dagas, fue atrapada por una ráfaga que envolvió sus extremidades. Su agilidad fue anulada. Su cuerpo se volvió pesado, torpe.

    —“Tu cuerpo es solo una ilusión. Tu agilidad… es mía.”

    Ambos cayeron al suelo, sin poder usar sus habilidades. El Guardián los rodeó con corrientes que los elevaron y los lanzaron al vacío.

    Yukine y Lidica despertaron en un abismo sin fondo. No había luz, ni sonido, ni forma. Solo viento. Un viento que susurraba:

    “Ríndanse. No son nada. No tienen poder. No tienen propósito.”

    Yukine, sin magia, sintió que su transformación había sido inútil.

    Que todo lo que había hecho solo lo había alejado de sí mismo.

    Lidica, sin fuerza, sintió que su lucha no tenía sentido.
    Que su hermana había muerto por nada. Que ella misma era solo una sombra.

    Ambos cerraron los ojos. El viento los envolvía. El abismo los reclamaba.

    Justo cuando todo parecía perdido, una luz tenue apareció en sus pensamientos.

    - Yukine vio a su maestro, sonriendo, diciéndole: “Tu magia no está en tus manos. Está en tu decisión de cambiar.”

    - Lidica vio a su hermana, viva, abrazándola, susurrando: “Tu fuerza no está en tus dagas. Está en tu corazón.”

    Las visiones no eran ilusiones. Eran recuerdos puros, invulnerables al viento. Energía emocional que no podía ser manipulada.

    Yukine sintió una chispa en su pecho. No era magia convencional. Era voluntad pura.

    Lidica sintió que su cuerpo respondía no por agilidad, sino por convicción.

    Yukine y Lidica se levantaron. Sin magia. Sin armas. Solo con lo que eran.

    - Yukine canalizó su energía vital en un hechizo sin palabras, una onda de intención que rompió la esfera que sellaba su magia.

    - Lidica, con las manos desnudas, corrió entre las corrientes, guiada por el recuerdo de su hermana, y atravesó el núcleo de viento con un salto imposible.

    Zepharion gritó. No por dolor, sino por incredulidad.

    —“¡No pueden vencerme sin poder!”

    —“No te vencimos con poder.” —dijo Yukine.

    —“Te vencimos con propósito.” —respondió Lidica.

    El viento se detuvo. La cámara se deshizo. El aire volvió a ser solo aire.

    Ante ellos apareció el Amuleto del Destino, flotando en una esfera de luz. No era solo un artefacto. Era el reflejo de todo lo que habían superado.

    Yukine y Lidica, heridos, agotados, pero más unidos que nunca, lo tomaron juntos.

    —“Ahora estamos listos.” —dijo Yukine.

    —“Para enfrentar al Señor de las Sombras.” —concluyó Lidica.

    Y el castillo tembló. Porque los verdaderos héroes… habían despertado.
    La Cámara del Cuarto Guardián: Zepharion, el Arquitecto del Viento y la Percepción La puerta de cristal se desvaneció como humo, y Yukine y Lidica fueron absorbidos por una corriente invisible. La cámara no tenía forma. Era un espacio suspendido entre dimensiones, donde el tiempo se fragmentaba y la realidad se reescribía con cada respiración. En el centro, flotando como una idea sin cuerpo, apareció Zepharion, el Guardián del Aire. Su figura era un remolino de viento, luz y reflejos. No tenía rostro, pero su presencia era abrumadora. —“El aire no tiene límites. Tampoco los tiene la ilusión. ¿Qué queda de ustedes… cuando todo lo que creen se desvanece?” Zepharion alzó sus brazos, y el mundo se rompió. Yukine y Lidica fueron separados por ráfagas de viento que los lanzaron a dimensiones paralelas. - Yukine apareció en una versión del Castillo donde nunca se transformó. Era un mago oscuro, temido por todos, solo y vacío. - Lidica se vio como una asesina sin propósito, que había traicionado a Yukine por poder. Ambos comenzaron a luchar contra sus propias versiones. Cada golpe que recibían no solo dolía físicamente, sino que borraba fragmentos de su memoria real. Yukine olvidó por momentos por qué luchaba. Lidica dudó de su misión. Zepharion se alimentaba de esa confusión. El aire se volvía más denso, más cortante. Cada palabra que intentaban pronunciar se desvanecía antes de salir. Cuando Yukine intentó lanzar un hechizo de estabilización, Zepharion lo atrapó en una corriente de vacío. Su magia fue absorbida por el viento, sellada en una esfera de cristal flotante. —“Tu magia es inútil aquí. El viento no obedece a fórmulas.” Lidica, al intentar atacar con sus dagas, fue atrapada por una ráfaga que envolvió sus extremidades. Su agilidad fue anulada. Su cuerpo se volvió pesado, torpe. —“Tu cuerpo es solo una ilusión. Tu agilidad… es mía.” Ambos cayeron al suelo, sin poder usar sus habilidades. El Guardián los rodeó con corrientes que los elevaron y los lanzaron al vacío. Yukine y Lidica despertaron en un abismo sin fondo. No había luz, ni sonido, ni forma. Solo viento. Un viento que susurraba: “Ríndanse. No son nada. No tienen poder. No tienen propósito.” Yukine, sin magia, sintió que su transformación había sido inútil. Que todo lo que había hecho solo lo había alejado de sí mismo. Lidica, sin fuerza, sintió que su lucha no tenía sentido. Que su hermana había muerto por nada. Que ella misma era solo una sombra. Ambos cerraron los ojos. El viento los envolvía. El abismo los reclamaba. Justo cuando todo parecía perdido, una luz tenue apareció en sus pensamientos. - Yukine vio a su maestro, sonriendo, diciéndole: “Tu magia no está en tus manos. Está en tu decisión de cambiar.” - Lidica vio a su hermana, viva, abrazándola, susurrando: “Tu fuerza no está en tus dagas. Está en tu corazón.” Las visiones no eran ilusiones. Eran recuerdos puros, invulnerables al viento. Energía emocional que no podía ser manipulada. Yukine sintió una chispa en su pecho. No era magia convencional. Era voluntad pura. Lidica sintió que su cuerpo respondía no por agilidad, sino por convicción. Yukine y Lidica se levantaron. Sin magia. Sin armas. Solo con lo que eran. - Yukine canalizó su energía vital en un hechizo sin palabras, una onda de intención que rompió la esfera que sellaba su magia. - Lidica, con las manos desnudas, corrió entre las corrientes, guiada por el recuerdo de su hermana, y atravesó el núcleo de viento con un salto imposible. Zepharion gritó. No por dolor, sino por incredulidad. —“¡No pueden vencerme sin poder!” —“No te vencimos con poder.” —dijo Yukine. —“Te vencimos con propósito.” —respondió Lidica. El viento se detuvo. La cámara se deshizo. El aire volvió a ser solo aire. Ante ellos apareció el Amuleto del Destino, flotando en una esfera de luz. No era solo un artefacto. Era el reflejo de todo lo que habían superado. Yukine y Lidica, heridos, agotados, pero más unidos que nunca, lo tomaron juntos. —“Ahora estamos listos.” —dijo Yukine. —“Para enfrentar al Señor de las Sombras.” —concluyó Lidica. Y el castillo tembló. Porque los verdaderos héroes… habían despertado.
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  • La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales

    La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas.

    Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista:

    - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella.

    - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar.

    Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno.

    Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados.

    La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones.

    - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica.

    - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente.

    - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo.

    - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital.

    - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos.

    Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla.

    Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica.

    Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados.

    Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente.
    Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional.

    —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida.

    Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica.

    —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa”

    Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió:

    —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!”

    Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua.

    Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine.

    Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía.

    —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.”

    Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.”

    Lidica sonrió apenas. Era la señal.

    Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira.

    Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma.

    —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!”
    Yukine, con voz firme, respondió:

    —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.”

    Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul.

    La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento.

    —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica.

    —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
    La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas. Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista: - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella. - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar. Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno. Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados. La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones. - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica. - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente. - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo. - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital. - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos. Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla. Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica. Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados. Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional. —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida. Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica. —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa” Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió: —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!” Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua. Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine. Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía. —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.” Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.” Lidica sonrió apenas. Era la señal. Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira. Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma. —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!” Yukine, con voz firme, respondió: —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.” Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul. La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento. —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica. —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
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  • Bien, ya es de mañana, supongo que debería comenzar a preparar el almuerzo... seguro Rin se tomará el tiempo para despertar. Por otro lado...

    - Piensa en aquel par de Reyes con un hoyo negro por estómago. (?)-
    Bien, ya es de mañana, supongo que debería comenzar a preparar el almuerzo... seguro Rin se tomará el tiempo para despertar. Por otro lado... - Piensa en aquel par de Reyes con un hoyo negro por estómago. (?)-
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    Curiosidades de Yukine:

    A pesar de ser un mago versátil tanto en defensa como ataque puede hacer hechizos de boosteo a otros sin siquiera pertañear, pero los hechizos de boosteo para si mismo les cuestan tanto que gasta una cantidad exagerada de mana para usarlos, por esto decidió no usar ese tipo de magia en si mismo salvo sea una situación crítica
    Curiosidades de Yukine: A pesar de ser un mago versátil tanto en defensa como ataque puede hacer hechizos de boosteo a otros sin siquiera pertañear, pero los hechizos de boosteo para si mismo les cuestan tanto que gasta una cantidad exagerada de mana para usarlos, por esto decidió no usar ese tipo de magia en si mismo salvo sea una situación crítica
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    //Voy a hacerme algo de sopa para cenar que sigo delicada del estómago y proceso a enviar las invitaciones de los que comentaron en el post explicativo del evento (espero tener puntos suficientes para todos)
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  • 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝓙𝑒𝑠𝑠 𝓦𝑖𝑙𝑙𝑜𝑤𝑠

    Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla.
    Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado.

    Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente.
    Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir.

    Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖."
    Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica.
    Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más.

    Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo.

    Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses.
    Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada.
    Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos.
    El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo.

    Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida.

    La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto.
    Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto.
    Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero…

    Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más.
    Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta.

    UN AÑO DESPUES

    Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua.
    Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza.
    Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía.

    En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida.
    Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda.
    Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo.

    Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema.
    En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos.

    Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él.

    Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año.

    — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita.


    [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: Hope Mikaelson ]
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [FIGHTERAUR0R] Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla. Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado. Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente. Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir. Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖." Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica. Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más. Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo. Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses. Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada. Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos. El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo. Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida. La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto. Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto. Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero… Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más. Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta. UN AÑO DESPUES Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua. Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza. Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía. En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida. Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda. Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo. Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema. En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos. Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él. Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año. — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita. [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: [thetribrid] ]
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  • -Finalmente se despertó, paso muy mala noche y deseaba seguir durmiendo, saliendo de su cuarto, se fue a servir un poco de leche para tan si quiera tener algo en el estómago, no había sentido demasiado apetito y aveces, se tenía que obligar a ella misma a comer -.
    -Finalmente se despertó, paso muy mala noche y deseaba seguir durmiendo, saliendo de su cuarto, se fue a servir un poco de leche para tan si quiera tener algo en el estómago, no había sentido demasiado apetito y aveces, se tenía que obligar a ella misma a comer -.
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  • ────Muy bien, Watson, revisemos la escena del crimen antes de que las pistas se enfríen. Lo que tenemos es contundente: un plato vacío, un tenedor abandonado como si su ex lo hubiera dejado en visto y... migajas. Demasiadas migajas. Mmmm, ¿Tú qué opinas ayudante? ¿Será que a nuestro fugitivo la zanahoria ya le está pidiendo una desesperada tregua desde el estómago?
    ────Muy bien, Watson, revisemos la escena del crimen antes de que las pistas se enfríen. Lo que tenemos es contundente: un plato vacío, un tenedor abandonado como si su ex lo hubiera dejado en visto y... migajas. Demasiadas migajas. Mmmm, ¿Tú qué opinas ayudante? ¿Será que a nuestro fugitivo la zanahoria ya le está pidiendo una desesperada tregua desde el estómago?
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