• 𝑵𝒐... 𝒏𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒗𝒊𝒗𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒆𝒓𝒊́𝒂𝒔 𝒔𝒆𝒓...
    Fandom Legacies
    Categoría Acción
    ... ¿𝑼𝒏 𝑫𝒊𝒐𝒔?


    𝑆𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 ⸱ㅤ𝘵ℎ𝘦𝑎


    Siempre había sido un tío normal. Promedio. Nunca el más listo, ni el más alto, para nada el más guapo, ni el más fuerte, no era el que más corría, ni el que tenía un talento para la música, no sabía bailar, cantar, o dibujar. Nunca había destacado en nada, quizás en tener una mala suerte más alta que el promedio de la población mundial, pero eso no era algo como para presumir.
    No, Poe Edward Miller no había destacado jamás en nada, ni si quiera había tenido una pequeña nota de página en el periódico escolar o el de la universidad, pero eso había cambiado hacia menos de 24 horas.

    >> Era un lunes como otro cualquiera, la parte buena de su trabajo era que tenía flexibilidad de horarios, no necesitaba llegar el primero a la obra, de algo tenía que servir ser el constructor el jefe de todos los demás obreros.
    Aquel día había llegado a las 10:00 de la mañana y a las 12:00 ya estaba a unos 80 metros del suelo, subido a una de las enormes grúas que cercaban la construcción.
    No tendría por qué estar allí, pero con la única de finalidad de poder observar todo en conjunto, había decido subir.

    Iba a ser algo rápido, o al menos esa era la idea que llevaba Poe en la mente, pero los minutos se habían convertido en horas, y lo cierto es que cuando la primera gota de agua mancha su cuaderno llevaba dos horas enteras allí arriba.
    Aquella primera gota le hizo mirar a un cercano cielo, el cual, sin darse cuenta, de un segundo para el siguiente se había encapotado convirtiendo el día en noche y descargando una tromba de agua instantánea en prácticamente toda la ciudad.

    La obra se desalojó realmente rápido, demasiado ya que al coger su walkie, nadie respondió al otro lado. — John colega bájame de aquí, esto empieza a dar un miedo de la ostia. — Como respuesta tan solo la estática. — ¿John? Joder macho no es momento de hacer bromas — Un rayo cayó justo al lado de la obra y después de este un trueno rasgó el cielo por completo acallando su voz e instalando el miedo en su estómago. <<

    Eso era lo último que recordaría. Después Poe despertó en el hospital rodeado de médicos que no eran capaces de dar una explicación a lo ocurrido. Había recibido el impacto de un rayo. No la grúa, no la estructura, si no él. El impacto le había mandado despedido fuera de la cesta, cayendo 80 metros al vacío, y con todo eso lo único que los médicos habían encontrado eran algunas contusiones que sanaban realmente rápido y una herida muy ligeramente chamuscada.
    Debería estar muerto, es lo que los médicos le habían dicho, lo que él ya sabía y al parecer lo que sus propios jefes esperaban, porque, con el alta en la mano, al día siguiente se había vuelto a presentar en la obra, o lo había intentado y es que Paul le había interceptado en su camino y le había pedido que le acompañara a la oficina.

    — ¿De verdad? ¿Me estáis echando? ¡CASI MUERO AHÍ ARRIBA PAUL!

    — Te entiendo de verdad, y nos alegramos mucho de que no lo hayas hecho…

    — Si ya claro, díselo a tu cara entonces.

    — A lo que voy, Poe, es a que esto ha costado miles de dólares a los inversores y quieren responsables.

    — ¿Responsables? ¡Llama a la chica del tiempo y que la despidan a ella!

    — Yo no puedo hacer nada, tengo las manos atadas…

    >> Había salido de aquella caseta de obra a la que llamaban oficina con el despido en una mano y el periódico bajo el brazo, porque por fin Poe Miller había destacado, era el hombre que había sobrevivido, y el periódico local le había dedicado media portada.
    Ahora era un misterio médico y un parado que caminaba por la calle sin rumbo fijo, esperando simplemente, volver a ser mediocre.
    ... ¿𝑼𝒏 𝑫𝒊𝒐𝒔? 𝑆𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [N0TARTHEMISA] Siempre había sido un tío normal. Promedio. Nunca el más listo, ni el más alto, para nada el más guapo, ni el más fuerte, no era el que más corría, ni el que tenía un talento para la música, no sabía bailar, cantar, o dibujar. Nunca había destacado en nada, quizás en tener una mala suerte más alta que el promedio de la población mundial, pero eso no era algo como para presumir. No, Poe Edward Miller no había destacado jamás en nada, ni si quiera había tenido una pequeña nota de página en el periódico escolar o el de la universidad, pero eso había cambiado hacia menos de 24 horas. >> Era un lunes como otro cualquiera, la parte buena de su trabajo era que tenía flexibilidad de horarios, no necesitaba llegar el primero a la obra, de algo tenía que servir ser el constructor el jefe de todos los demás obreros. Aquel día había llegado a las 10:00 de la mañana y a las 12:00 ya estaba a unos 80 metros del suelo, subido a una de las enormes grúas que cercaban la construcción. No tendría por qué estar allí, pero con la única de finalidad de poder observar todo en conjunto, había decido subir. Iba a ser algo rápido, o al menos esa era la idea que llevaba Poe en la mente, pero los minutos se habían convertido en horas, y lo cierto es que cuando la primera gota de agua mancha su cuaderno llevaba dos horas enteras allí arriba. Aquella primera gota le hizo mirar a un cercano cielo, el cual, sin darse cuenta, de un segundo para el siguiente se había encapotado convirtiendo el día en noche y descargando una tromba de agua instantánea en prácticamente toda la ciudad. La obra se desalojó realmente rápido, demasiado ya que al coger su walkie, nadie respondió al otro lado. — John colega bájame de aquí, esto empieza a dar un miedo de la ostia. — Como respuesta tan solo la estática. — ¿John? Joder macho no es momento de hacer bromas — Un rayo cayó justo al lado de la obra y después de este un trueno rasgó el cielo por completo acallando su voz e instalando el miedo en su estómago. << Eso era lo último que recordaría. Después Poe despertó en el hospital rodeado de médicos que no eran capaces de dar una explicación a lo ocurrido. Había recibido el impacto de un rayo. No la grúa, no la estructura, si no él. El impacto le había mandado despedido fuera de la cesta, cayendo 80 metros al vacío, y con todo eso lo único que los médicos habían encontrado eran algunas contusiones que sanaban realmente rápido y una herida muy ligeramente chamuscada. Debería estar muerto, es lo que los médicos le habían dicho, lo que él ya sabía y al parecer lo que sus propios jefes esperaban, porque, con el alta en la mano, al día siguiente se había vuelto a presentar en la obra, o lo había intentado y es que Paul le había interceptado en su camino y le había pedido que le acompañara a la oficina. — ¿De verdad? ¿Me estáis echando? ¡CASI MUERO AHÍ ARRIBA PAUL! — Te entiendo de verdad, y nos alegramos mucho de que no lo hayas hecho… — Si ya claro, díselo a tu cara entonces. — A lo que voy, Poe, es a que esto ha costado miles de dólares a los inversores y quieren responsables. — ¿Responsables? ¡Llama a la chica del tiempo y que la despidan a ella! — Yo no puedo hacer nada, tengo las manos atadas… >> Había salido de aquella caseta de obra a la que llamaban oficina con el despido en una mano y el periódico bajo el brazo, porque por fin Poe Miller había destacado, era el hombre que había sobrevivido, y el periódico local le había dedicado media portada. Ahora era un misterio médico y un parado que caminaba por la calle sin rumbo fijo, esperando simplemente, volver a ser mediocre.
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  • Cuando la agencia le comunicó a Elorien que debía hacer una sesión de fotos para VOGUE, no le dio demasiada importancia, no más que la que le había dado al trabajar con marcas más pequeñas.De seguro sería para una sección de moda artística, donde aparecía junto con más modelos con la misma temática.

    Esa mañana iba camino al Museo del Louvre, donde trabajaba a jornada medía como restaurador. Con ese trabajo y las sesiones de modelaje cobraba lo suficiente para vivir cómodamente, tenía un sueldo superior a la media.

    Fue al kiosko al que iba todas las mañanas a comprar el periódico, mientras sostenía un café para llevar que había tomado en una cafetería. Siempre tenía la misma rutina: estaba esperando el cambio del periódico que había comprado, mientras tomaba un sorbo de café. Miró hacía un lado de forma despreocupada, cuando de pronto vio en el expositor de revistas la portada de VOGUE de su última edición.

    Este se atragantó con el café, teniendo que dar un par de pasos hacia atrás para poder inclinar su cuerpo hacia delante, para evitar que el café manchase su ropa. Volvió a mirar la portada, abriendo los ojos como platos sin creer lo que sus ojos estaban viendo.

    Él es portada de la revista Vogue, una de las revistas de moda más importantes del mundo.

    - No me jodas... - Murmuró aún sin salir de su estupor.

    Este empezó a sentir que un ataque de pánico subía desde la boca de su estómago. ~No, no, no, no...~ Decían sus pensamientos mientras miraba aquella revista con auténtico miedo. Si es que hasta habían puesto su nombre.

    _ Aquí tiene su cambio monsieur...¿Monsieur?, ¿Se encuentra bien?. _ Le dijo el kiosquero, es tendiendo su brazo para devolverle el cambio.

    La voz del amable quiosquero lo trajo de vuelta al presente. Lo miró y tomó el cambio con algo de torpeza.

    - Merci... - Murmuró Elorien, inclinando la cabeza, agradeciendo de forma silenciosa la paciencia de aquel hombre.

    Este se dio media vuelta, agachando su cabeza para que sus cabellos dorados taparan su rostro. Aquello, lejos de ser una buena noticia, se había convertido en un problema. No se podía permitir ser relevante o conocido. Esconder su inmortalidad si era un personaje "famoso" era totalmente incompatible.

    Se propuso llamar a la agencia más tarde para pedirles explicaciones y, por supuesto, no tomar más trabajos para firmas importantes.

    Cuando la agencia le comunicó a Elorien que debía hacer una sesión de fotos para VOGUE, no le dio demasiada importancia, no más que la que le había dado al trabajar con marcas más pequeñas.De seguro sería para una sección de moda artística, donde aparecía junto con más modelos con la misma temática. Esa mañana iba camino al Museo del Louvre, donde trabajaba a jornada medía como restaurador. Con ese trabajo y las sesiones de modelaje cobraba lo suficiente para vivir cómodamente, tenía un sueldo superior a la media. Fue al kiosko al que iba todas las mañanas a comprar el periódico, mientras sostenía un café para llevar que había tomado en una cafetería. Siempre tenía la misma rutina: estaba esperando el cambio del periódico que había comprado, mientras tomaba un sorbo de café. Miró hacía un lado de forma despreocupada, cuando de pronto vio en el expositor de revistas la portada de VOGUE de su última edición. Este se atragantó con el café, teniendo que dar un par de pasos hacia atrás para poder inclinar su cuerpo hacia delante, para evitar que el café manchase su ropa. Volvió a mirar la portada, abriendo los ojos como platos sin creer lo que sus ojos estaban viendo. Él es portada de la revista Vogue, una de las revistas de moda más importantes del mundo. - No me jodas... - Murmuró aún sin salir de su estupor. Este empezó a sentir que un ataque de pánico subía desde la boca de su estómago. ~No, no, no, no...~ Decían sus pensamientos mientras miraba aquella revista con auténtico miedo. Si es que hasta habían puesto su nombre. _ Aquí tiene su cambio monsieur...¿Monsieur?, ¿Se encuentra bien?. _ Le dijo el kiosquero, es tendiendo su brazo para devolverle el cambio. La voz del amable quiosquero lo trajo de vuelta al presente. Lo miró y tomó el cambio con algo de torpeza. - Merci... - Murmuró Elorien, inclinando la cabeza, agradeciendo de forma silenciosa la paciencia de aquel hombre. Este se dio media vuelta, agachando su cabeza para que sus cabellos dorados taparan su rostro. Aquello, lejos de ser una buena noticia, se había convertido en un problema. No se podía permitir ser relevante o conocido. Esconder su inmortalidad si era un personaje "famoso" era totalmente incompatible. Se propuso llamar a la agencia más tarde para pedirles explicaciones y, por supuesto, no tomar más trabajos para firmas importantes.
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  • Dos tazas, mil historias y cero intención de dormir.
    La noche empezó con un simple ¿tomamos un café?.
    Entre sorbo y sorbo, salieron los “te acuerdas de aquel día…”, los “no le digas a nadie pero…”
    Hubo miradas cómplices, ataques de risa que dolieron en el estómago y ese momento glorioso en el que las dos pensamos lo mismo y soltamos un “no puede ser” al unísono.
    El cielo lleno de estrellas parecía estar cotilleando también, pero da igual… porque algunas charlas no necesitan testigos, solo buena compañía y café caliente.
    Shiori Novella
    Dos tazas, mil historias y cero intención de dormir. La noche empezó con un simple ¿tomamos un café?. Entre sorbo y sorbo, salieron los “te acuerdas de aquel día…”, los “no le digas a nadie pero…” Hubo miradas cómplices, ataques de risa que dolieron en el estómago y ese momento glorioso en el que las dos pensamos lo mismo y soltamos un “no puede ser” al unísono. El cielo lleno de estrellas parecía estar cotilleando también, pero da igual… porque algunas charlas no necesitan testigos, solo buena compañía y café caliente. [specter_copper_horse_768]
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  • Era de esos días donde me encontraba en la ducha después de haber vomitado nuevamente por no tener nada en el estómago.


    Ya me había acostumbrado a ducharme sola desde que mi prometida Alessia Leone no sé sentía cómoda conmigo en ese aspecto, se había hecho rutina pero se sentía raro, más solo.


    https://pin.it/5ROYdLzK4
    Era de esos días donde me encontraba en la ducha después de haber vomitado nuevamente por no tener nada en el estómago. Ya me había acostumbrado a ducharme sola desde que mi prometida [eclipse_silver_bat_642] no sé sentía cómoda conmigo en ese aspecto, se había hecho rutina pero se sentía raro, más solo. https://pin.it/5ROYdLzK4
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  • Cuando la oscuridad se alza
    Fandom OC
    Categoría Acción
    Había paz, al menos así fue durante un tiempo. Pero el mago ya había comenzado con su venganza, o lo que él consideraba justicia.

    Saintr se alzaba en lo más alto de su torre, tan alta que solo se veían nubes bajo ella, pero aunque ocultaban el paisaje, él sabía con certeza que bajo ellas se encontraban las tierras y habitantes que tanto despreciaba, pero pronto serían solo un mal recuerdo.

    "Noctua, adelante."

    Su lechuza, su más fiel compañera, alzó el vuelo, su objetivo era claro, guiar al ejército.

    Varias decenas de dragones, hipogrifos, y otras criaturas voladas siguieron a la mensajera del mago, un aleteo tan potente que esparcían las nubes y dejaban divisar los campos, aldeas... Todo eso pronto dejaría de existir, aunque no era ni de lejos lo único que planeaba Saintr.

    Pronto, todas esas criaturas descendieron, atacaron pueblos, extinguieron cosechas a cenizas y, los que ya llegaban a reinos grandes, masacraban sus ejércitos.


    Había paz, al menos así fue durante un tiempo. Pero el mago ya había comenzado con su venganza, o lo que él consideraba justicia. Saintr se alzaba en lo más alto de su torre, tan alta que solo se veían nubes bajo ella, pero aunque ocultaban el paisaje, él sabía con certeza que bajo ellas se encontraban las tierras y habitantes que tanto despreciaba, pero pronto serían solo un mal recuerdo. "Noctua, adelante." Su lechuza, su más fiel compañera, alzó el vuelo, su objetivo era claro, guiar al ejército. Varias decenas de dragones, hipogrifos, y otras criaturas voladas siguieron a la mensajera del mago, un aleteo tan potente que esparcían las nubes y dejaban divisar los campos, aldeas... Todo eso pronto dejaría de existir, aunque no era ni de lejos lo único que planeaba Saintr. Pronto, todas esas criaturas descendieron, atacaron pueblos, extinguieron cosechas a cenizas y, los que ya llegaban a reinos grandes, masacraban sus ejércitos.
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  • —Tengo mucha hambre,no he comido desde que llegue al mundo de los humanos,nadie me contrata por ser demasiado "joven",bola de pendejos,tengo 18 años demoniacos,lo cuales son 38 años humanos..

    —El estomago de Asriel rugia cada vez mas fuerte,sus fuerzas se desvanecian y su mente solo se centraba en comer algo—

    —No puedo mas...tendre dinero a las buenas o a las malas..
    —Tengo mucha hambre,no he comido desde que llegue al mundo de los humanos,nadie me contrata por ser demasiado "joven",bola de pendejos,tengo 18 años demoniacos,lo cuales son 38 años humanos.. —El estomago de Asriel rugia cada vez mas fuerte,sus fuerzas se desvanecian y su mente solo se centraba en comer algo— —No puedo mas...tendre dinero a las buenas o a las malas..
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  • Ideas de disfraz improvisado porque siempre se le olvida Halloween: Mago prestidigitador.

    —Y para mi siguiente acto haré desaparecer las pocas ganas de existir que aún conservo.
    Ideas de disfraz improvisado porque siempre se le olvida Halloween: Mago prestidigitador. —Y para mi siguiente acto haré desaparecer las pocas ganas de existir que aún conservo.
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  • *¡Halloween ya está aquí!
    Y Elios tiene todo listo en la cafetería. La ambientación de Halloween para dar a los clientes una experiencia agradable por las fechas, y él mismo disfrazado como un mago.*

    —Comenzaremos con el evento de Halloween desde hoy. Tendremos algunos menús especiales para la ocasión, y todos están invitados a participar en el evento para compartir sus historias de terror. ¡Celebremos juntos el Halloween !
    *¡Halloween ya está aquí! Y Elios tiene todo listo en la cafetería. La ambientación de Halloween para dar a los clientes una experiencia agradable por las fechas, y él mismo disfrazado como un mago.* —Comenzaremos con el evento de Halloween desde hoy. Tendremos algunos menús especiales para la ocasión, y todos están invitados a participar en el evento para compartir sus historias de terror. ¡Celebremos juntos el Halloween 🎃🧡🥰!
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  • Como antes, pero después
    Fandom N/A
    Categoría Slice of Life
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐::
    ㅤㅤㅤㅤㅤOlivia Romero

    223 días.

    Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico.

    172 días desde que el mecánico le envió un mensaje:
    "Señora, su vehículo está listo."

    142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación:
    "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme."

    ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy.

    Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo.

    Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves.

    Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría.

    : ¡Liiiiiiv!
    : -sticker de gato conduciendo-
    : Cancela todos tus planes para hoy...

    El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance.

    : ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas...
    : Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí.

    Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio.

    : A la intemperie. Con insectos, y esas cosas...

    Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo.

    Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo.

    : Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes.

    Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad.

    Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐:: ㅤㅤㅤㅤㅤ[flash_brass_tiger_817] ✦ 223 días. Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico. 172 días desde que el mecánico le envió un mensaje: "Señora, su vehículo está listo." 142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación: "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme." ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy. Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo. Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves. Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría. 📱💬: ¡Liiiiiiv! 📱💬: -sticker de gato conduciendo- 📱💬: Cancela todos tus planes para hoy... El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance. 📱💬: ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas... 📱💬: Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí. Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio. 📱💬: A la intemperie. Con insectos, y esas cosas... Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo. Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo. 📱💬: Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes. Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad. Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
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  • Mei-Ling gruñó, un sonido grave que apenas escapó de sus labios apretados. Su brazo derecho, ahora una elegante y mortífera amalgama de metal bruñido y energía condensada en forma de rifle de pulso, vibraba ligeramente, apuntando directamente a la cabeza del último científico tembloroso.
    — N-no me mates porfavor, por favor... — balbuceó el hombre.
    — ¡Al diablo contigo! — Mei-Ling dio un paso adelante, la punta del rifle casi rozando su piel.
    — Estoy harta. Necesito terminar el trabajo rápido, conseguir mi información y largarme de aquí. ¿Y sabes por qué? — Una vena palpitaba en su sien. — Porque mi estómago está rugiendo como un demonio y llevo soñando con un tazón de ramen picante desde esta mañana. Con extra de picante, un huevo a punto y mucho cerdo. ¡Mucho cerdo! — Cada palabra era un martillo. — Y cada segundo que pierdo con tu patética vida, es un segundo menos que tengo para disfrutar de ese ramen antes de que se enfríe. — El brillo en sus ojos rosados se intensificó, no solo por la ira, sino por el hambre. — Así que, habla. Ahora. Porque si no, te prometo que mi próxima transformación no será un rifle, sino una maldita picadora de carne. Y no, no servirá para el ramen. —
    El científico, al borde del colapso, comenzó a balbucear coordenadas y códigos, y aún así la pelirosa lo mató. Sin importar mucho haber manchado su vestido, mientras pudiera comer aquel tazón de ramen ya que había logrado su objetivo.
    Mei-Ling gruñó, un sonido grave que apenas escapó de sus labios apretados. Su brazo derecho, ahora una elegante y mortífera amalgama de metal bruñido y energía condensada en forma de rifle de pulso, vibraba ligeramente, apuntando directamente a la cabeza del último científico tembloroso. — N-no me mates porfavor, por favor... — balbuceó el hombre. — ¡Al diablo contigo! — Mei-Ling dio un paso adelante, la punta del rifle casi rozando su piel. — Estoy harta. Necesito terminar el trabajo rápido, conseguir mi información y largarme de aquí. ¿Y sabes por qué? — Una vena palpitaba en su sien. — Porque mi estómago está rugiendo como un demonio y llevo soñando con un tazón de ramen picante desde esta mañana. Con extra de picante, un huevo a punto y mucho cerdo. ¡Mucho cerdo! — Cada palabra era un martillo. — Y cada segundo que pierdo con tu patética vida, es un segundo menos que tengo para disfrutar de ese ramen antes de que se enfríe. — El brillo en sus ojos rosados se intensificó, no solo por la ira, sino por el hambre. — Así que, habla. Ahora. Porque si no, te prometo que mi próxima transformación no será un rifle, sino una maldita picadora de carne. Y no, no servirá para el ramen. — El científico, al borde del colapso, comenzó a balbucear coordenadas y códigos, y aún así la pelirosa lo mató. Sin importar mucho haber manchado su vestido, mientras pudiera comer aquel tazón de ramen ya que había logrado su objetivo.
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