• 𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝

    Forzó una sonrisa, la más cálida que sus labios consiguieron dibujar. Jane Fray no se perdonaría si le arruinaba el viaje con una sonrisa amarga en el rostro, los ojos enrojecidos e hinchados como los de un sapo melancólico en su estanque solitario. Un nudo se le formó en el estómago.

    Para Lucie, la repentina noticia de la mudanza de su ciudad natal a una mucho más grande y lejana había sacudido los cimientos de la vida que había construido en Beak Valley. Sabía lo doloroso que le resultó a Lucie desprenderse de sus raíces, lo mejor que podía hacer era estar ahí: apoyarla, estar en el momento en que se despedía de la ciudad que la vio crecer. Despedirla en la estación con una sonrisa.

    Jane levantó la mano y la sacudió con energía hacia Lucie; la chica alegre de cabello negro cuya mitad del cuerpo se asomaba por la ventana del tren, el cual comenzaba a moverse perezoso por las vías. Un par de hojas secas se levantaron de la gravilla, remolinaron en aire cuando el tren desapreció a la distancia, llevándose no solo a su mejor amiga de la infancia, sino a quién también se convirtió en una hermana.

    El andén poco a poco comenzó a vaciarse, pero Jane permaneció inmóvil, conteniendo las emociones agridulces que la invadieron.

    No le gustaban las despedidas. Ni siquiera cuando se trataba de la interpretación de un papel. Representarlas le traía recuerdos y este, en particular, había removido algunas fibras sensibles en su interior. Por suerte para Jane y para Afro, el precioso Golden retriever que la acompañaba acudió a su recate; su héroe peludo le olisqueó las puntas de los dedos, dándole los ánimos suficientes para diluir esa sensación.

    Jane arqueó una ceja en su dirección y esbozó una amplia sonrisa.

    ────Este lugar no será lo mismo sin ella, ¿verdad?

    Jane se sentó en cuclillas, quedando a la altura del perrito. Este, sentándose sobre sus patas, ladeó la cabeza y la observó con curiosidad.

    ────¿Sabes qué es lo peor de las despedidas? Dentro de ti te sientes divido; una parte de ti desearía poder decir "quédate" y la otra sabe que llegó el momento de soltar… y, aun así, se alegra de ver cómo esa persona a la que quieres vuela y extiende sus alas. A pesar del hueco que deja su ausencia, aún quedan los recuerdos de los buenos momentos compartidos.

    La vez que ambas desafinamos en la obra de Navidad... o cuando una hizo el examen de la otra y, milagrosamente, sacamos una buena nota. Eso... siempre prevalecerá. Y esos son tesoros que nadie nos puede quitar.

    Jane rascó el cuello del animalito y esos ojitos alegres le contagiaron parte de su entusiasmo.

    ────¿Qué te parece si vamos a dar un último paseo antes de volver a casa?

    Él sacudió la colita de un lado al otro, a lo que Jane interpretó, era una clara señal contundente de aprobación.

    ────¡Buen chico! ──dijo, revolviendo con cariño sus largas orejas.

    No se movió en seguida, permaneció quieta en su sitio. Inspiró tranquila, dejando que el aire llenara su pecho. Unos segundos más… solo un poco más antes de…

    ────Corte. ¡Eso quedó fantástico! Vayamos a un descanso.

    Soltó un suspiro y Jane salió de ella. Regresó a la realidad, al andén rodeado de luces y cámaras, donde no existía Beak Valley, pero sí una estación de tren construida al lado de una cafetería con el mejor Pumpkin Spice Latte que había probado en su vida y que en temporada de otoño sacaban la famosa “Tarta Otoñal”, hecha de manzana roja y miel que siempre invitaba a los clientes a volver por una rebana.

    Ahora era Afro otra vez. Y el perrito, cuyo nombre real era Charlie y era un Golden retriever de lo más adorable, se acercó a ella para darle un cabezazo amistoso debajo de la barbilla, exigiendo mimitos y ella, por supuesto, no iba a negárselos. Afro rio, lo envolvió en un abrazo y hundió sus dedos en su suave pelaje dorado, mientras lo llenaba de cumplidos. Porque, claro, Charlie se los merecía todos.

    ────¿Quién es la verdadera super estrella del set? Pues tú, pues tú, claro que sí.

    ¿A qué no era el mejor actor de todo el set?

    Y entre mimos y cumplidos, la sonrisa en su rostro tenía un ligero sabor avinagrado. Una pequeña astilla había quedado incrustada en su pecho por lo que acababa de interpretar. No pertenecía a Jane, sino a ella.

    Era curioso… como actriz, contaba historias a través de sus gestos, sus palabras, el movimiento de su cuerpo. Pero, a veces, esas mismas historias revelaban pequeños fragmentos de su historia personal. Interpretar en el escenario no era solo actuar: también era exponerse bajo la luz critica de un reflector y revivir, sanar o incluso, abrir heridas que se creían olvidadas.

    Ese día, Jane Fray había sido su espejo: le mostró el reflejo de viejas despedidas en las que, curiosamente, ocupó un lugar similar a Jane quién veía partir a su propia “hermana elegida”. Y, aunque no lo dijera abiertamente en ese momento, Afro sabía que Jane tenía razón; a pesar de los huecos que dejaban despedirte de tus seres queridos, los recuerdos de lo compartido siempre estarían ahí y valen la pena ser atesorados.

    Ella recordaba a su familia de Dardania.
    𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘 🍃 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 Forzó una sonrisa, la más cálida que sus labios consiguieron dibujar. Jane Fray no se perdonaría si le arruinaba el viaje con una sonrisa amarga en el rostro, los ojos enrojecidos e hinchados como los de un sapo melancólico en su estanque solitario. Un nudo se le formó en el estómago. Para Lucie, la repentina noticia de la mudanza de su ciudad natal a una mucho más grande y lejana había sacudido los cimientos de la vida que había construido en Beak Valley. Sabía lo doloroso que le resultó a Lucie desprenderse de sus raíces, lo mejor que podía hacer era estar ahí: apoyarla, estar en el momento en que se despedía de la ciudad que la vio crecer. Despedirla en la estación con una sonrisa. Jane levantó la mano y la sacudió con energía hacia Lucie; la chica alegre de cabello negro cuya mitad del cuerpo se asomaba por la ventana del tren, el cual comenzaba a moverse perezoso por las vías. Un par de hojas secas se levantaron de la gravilla, remolinaron en aire cuando el tren desapreció a la distancia, llevándose no solo a su mejor amiga de la infancia, sino a quién también se convirtió en una hermana. El andén poco a poco comenzó a vaciarse, pero Jane permaneció inmóvil, conteniendo las emociones agridulces que la invadieron. No le gustaban las despedidas. Ni siquiera cuando se trataba de la interpretación de un papel. Representarlas le traía recuerdos y este, en particular, había removido algunas fibras sensibles en su interior. Por suerte para Jane y para Afro, el precioso Golden retriever que la acompañaba acudió a su recate; su héroe peludo le olisqueó las puntas de los dedos, dándole los ánimos suficientes para diluir esa sensación. Jane arqueó una ceja en su dirección y esbozó una amplia sonrisa. ────Este lugar no será lo mismo sin ella, ¿verdad? Jane se sentó en cuclillas, quedando a la altura del perrito. Este, sentándose sobre sus patas, ladeó la cabeza y la observó con curiosidad. ────¿Sabes qué es lo peor de las despedidas? Dentro de ti te sientes divido; una parte de ti desearía poder decir "quédate" y la otra sabe que llegó el momento de soltar… y, aun así, se alegra de ver cómo esa persona a la que quieres vuela y extiende sus alas. A pesar del hueco que deja su ausencia, aún quedan los recuerdos de los buenos momentos compartidos. La vez que ambas desafinamos en la obra de Navidad... o cuando una hizo el examen de la otra y, milagrosamente, sacamos una buena nota. Eso... siempre prevalecerá. Y esos son tesoros que nadie nos puede quitar. Jane rascó el cuello del animalito y esos ojitos alegres le contagiaron parte de su entusiasmo. ────¿Qué te parece si vamos a dar un último paseo antes de volver a casa? Él sacudió la colita de un lado al otro, a lo que Jane interpretó, era una clara señal contundente de aprobación. ────¡Buen chico! ──dijo, revolviendo con cariño sus largas orejas. No se movió en seguida, permaneció quieta en su sitio. Inspiró tranquila, dejando que el aire llenara su pecho. Unos segundos más… solo un poco más antes de… ────Corte. ¡Eso quedó fantástico! Vayamos a un descanso. Soltó un suspiro y Jane salió de ella. Regresó a la realidad, al andén rodeado de luces y cámaras, donde no existía Beak Valley, pero sí una estación de tren construida al lado de una cafetería con el mejor Pumpkin Spice Latte que había probado en su vida y que en temporada de otoño sacaban la famosa “Tarta Otoñal”, hecha de manzana roja y miel que siempre invitaba a los clientes a volver por una rebana. Ahora era Afro otra vez. Y el perrito, cuyo nombre real era Charlie y era un Golden retriever de lo más adorable, se acercó a ella para darle un cabezazo amistoso debajo de la barbilla, exigiendo mimitos y ella, por supuesto, no iba a negárselos. Afro rio, lo envolvió en un abrazo y hundió sus dedos en su suave pelaje dorado, mientras lo llenaba de cumplidos. Porque, claro, Charlie se los merecía todos. ────¿Quién es la verdadera super estrella del set? Pues tú, pues tú, claro que sí. ¿A qué no era el mejor actor de todo el set? Y entre mimos y cumplidos, la sonrisa en su rostro tenía un ligero sabor avinagrado. Una pequeña astilla había quedado incrustada en su pecho por lo que acababa de interpretar. No pertenecía a Jane, sino a ella. Era curioso… como actriz, contaba historias a través de sus gestos, sus palabras, el movimiento de su cuerpo. Pero, a veces, esas mismas historias revelaban pequeños fragmentos de su historia personal. Interpretar en el escenario no era solo actuar: también era exponerse bajo la luz critica de un reflector y revivir, sanar o incluso, abrir heridas que se creían olvidadas. Ese día, Jane Fray había sido su espejo: le mostró el reflejo de viejas despedidas en las que, curiosamente, ocupó un lugar similar a Jane quién veía partir a su propia “hermana elegida”. Y, aunque no lo dijera abiertamente en ese momento, Afro sabía que Jane tenía razón; a pesar de los huecos que dejaban despedirte de tus seres queridos, los recuerdos de lo compartido siempre estarían ahí y valen la pena ser atesorados. Ella recordaba a su familia de Dardania.
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  • El amor , es un misterio encantador tanto dulce como armago .... Algo que la mayoría los dioses no entendemos menso cuando los opuestos se atraen como imanes.
    El amor , es un misterio encantador tanto dulce como armago .... Algo que la mayoría los dioses no entendemos menso cuando los opuestos se atraen como imanes.
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  • Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión.
    Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada....

    Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez.
    "Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar"

    Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho.

    Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles.
    La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba.

    Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados.
    Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello.
    La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba.

    Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada.
    Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro.

    Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
    Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión. Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada.... Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez. "Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar" Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho. Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles. La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba. Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados. Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello. La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba. Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada. Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro. Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
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  • —Pronto te toca salir, Delilah... una noche más. Es fácil, solo ve tu. —se dijo mientras terminaba de maquillarse frente al espejo.

    Su estómago se retorcía un poco de solo pensarlo. Le comentaron que esta noche llegaría una persona muy importante que podría cambiar el futuro del cabaret, necesitaba dar lo mejor para dar una buena impresión.

    —Basta, Ji-ah, solo deja que Delilah haga lo suyo. —volvió a hablar, ya con una mirada más determinada, finalizando los retoques para levantarse e ir hacia el escenario.


    ᴸⁱᵍʰᵗˢ, ᶜᵃᵐᵉʳᵃ, ᵃᶜᵗⁱᵒⁿ, ᵗʰᵃᵗ'ˢ ⁱᵗ!
    —Pronto te toca salir, Delilah... una noche más. Es fácil, solo ve tu. —se dijo mientras terminaba de maquillarse frente al espejo. Su estómago se retorcía un poco de solo pensarlo. Le comentaron que esta noche llegaría una persona muy importante que podría cambiar el futuro del cabaret, necesitaba dar lo mejor para dar una buena impresión. —Basta, Ji-ah, solo deja que Delilah haga lo suyo. —volvió a hablar, ya con una mirada más determinada, finalizando los retoques para levantarse e ir hacia el escenario. ᴸⁱᵍʰᵗˢ, ᶜᵃᵐᵉʳᵃ, ᵃᶜᵗⁱᵒⁿ, ᵗʰᵃᵗ'ˢ ⁱᵗ!
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  • 𝑇𝑒 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑚𝑖𝑔𝑜..
    Fandom Harry Potter
    Categoría Drama
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎:

    જ⁀➴ Nora Woodward



    Sentía el peso en sus brazos. El peso de un cuerpo inerte. Había tenido esa pesadilla muchas veces. Pero hacía tiempo que no regresaba a él… ahora había vuelto, no era la misma, se entremezclaba con otros recuerdos, aquellos que realmente ahora si le perseguían.
    Su cuerpo había reaccionado por memoria muscular, por instinto. No era la primera vez que vivía aquello, no era la primera vez que perdía a la mujer de su vida…
    Orión había extendido los brazos, se había preparado para recibir el cuerpo de Nora, para sostenerlo, acunarlo, acompañarla, hacerle saber que no estaba sola…
    Pero la bruja era pura energía, y en eso se había convertido.

    No tenía un cuerpo sobre el que llorar, no quedaba un lugar al que ir a drenar su dolor… tan solo quedaban promesas rotas. Las de un futuro, las de felicidad, amor y esperanza.

    El auror despierta de golpe, en el sofá de su casa. No había vuelto a pisar las habitaciones desde que todo había ocurrido, y tampoco es que importara mucho viendo la poca cantidad de tiempo que conseguía dormir.
    Promesas rotas… todas. Tan solo una quedaba intacta.
    No esperaba poder mantener su palabra, aquel último juramento que había salido de sus labios. Pero aquella vez… aquella vez tenía amigos.
    Se había apoyado en Jessica, Cameron, y Violet. Ellos le habían ayudado, si no a superar su dolor, algo que no esperaba poder conseguir jamás, si a tratar de vivir con el.

    Fuera de aquellas horas temidas en las que la oscuridad le devolvía sus fantasmas, y de cara a la galería, Orión era un mago y un hombre casi renacido.

    Los informes de Jessica, y la pareja Keane/Barrow acerca de todo cuanto había pasado, habían limpiado su imagen hasta tal punto que sin llegar a saber bien como, lo habían ascendido, a ni más ni menos que, Jefe del Departamento de Aurores.
    Aquello no dejaba de sorprenderle, pero entre luchar contra el síndrome del impostor, gestionar un departamento entero, y reuniones interdepartamentales e interministeriales, tenía su mente y su día entero lo suficientemente ocupado como para no pensar.

    𝗨𝗻 𝗮𝗻̃𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲𝘀

    >>Los días pasaban sin que nada los detuviera, y antes de que nadie se pudiera dar cuenta, había pasado un año desde aquel terrible día en el que él había perdido su mundo por salvar el mundo entero.
    Violet había sido un gran apoyo para el auror, todos sus nuevos amigos, pero la Slytherin en concreto, desde el momento en el que le había abrazado en aquel sótano, parecía que se había empeñado en evitar que se hundiera, y por Merlín si lo había conseguido.

    Aquel día no sabía por qué, ya que no era un día especial, no era diferente al resto, se sentía ligeramente optimista, y había acudido al callejón Diagon con intención de enviar un detalle a Violet y su familia.
    Un juego nuevo de plumas y tinteros para Cameron, una pequeña quaffle de peluche para Minerva, y para Violet… un set variado de ingredientes para pociones.
    Aquello era lo último en su lista, y sin muchas ganas de caminar y buscar por más tiendas, entra en la primera botica que aparece a su paso.

    La sutil y aguda campanita vibra cuando abre la puerta y después de nuevo al cerrarse. Él murmura un saludo a la nada, ya que no veía a nadie tras el mostrador, y centra su atención en las estanterías que poblaban la pared, llenas de tarros de cristal de todos los tamaños y colores y llenos de todo lo que uno pudiera desear.
    Llevaba en la mano izquierda un pequeño tarro lleno de polvo de serpiente arbórea africana, como primera elección cuando una voz que detrás suyo hace que su corazón se salte dos latidos.

    — “𝐵𝑢𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖́𝑎𝑠, ¿𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑟𝑙𝑒?”

    Aquella voz hace que Orión en un solo segundo, se gire y su mano deje caer el pequeño bote que se estrella contra el suelo, haciéndose pedazos, del mismo modo que lo hace su mundo.
    Era ella, estaba frente a él, observándolo, esperando una respuesta a su pregunta, con una sonrisa amable, una preciosa sonrisa. Aquello no podia ser real… ¿estaba soñando? No… el peso de los paquetes que cargaba bajo su brazo izquierdo era muy real.

    — No puede ser… No eres…. — Su voz no es más que un susurro ininteligible, al menos hasta que inspira hondo, tratando de tragar un repentino nudo en la garganta, recomponerse y averiguar que está pasando. Claramente ella le miraba con amabilidad, pero sin ningún tipo de reconocimiento en sus ojos… —… si, es… es posible que sí. Busco hacerle un regalo a una buena amiga, una especie de lote indispensable para pociones… ¿crees que me puedes echar una mano? Soy… soy Orión, por cierto, y… perdona, perdona por este desastre.

    Estaba fuera de lugar, nadie se presentaba a la dependienta de una tienda, así sin más, pero tenía que probar suerte, necesitaba ver si su nombre despertaba algo en ella, aunque fuera una chispa.
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎: જ⁀➴ [JailOfwoxd] Sentía el peso en sus brazos. El peso de un cuerpo inerte. Había tenido esa pesadilla muchas veces. Pero hacía tiempo que no regresaba a él… ahora había vuelto, no era la misma, se entremezclaba con otros recuerdos, aquellos que realmente ahora si le perseguían. Su cuerpo había reaccionado por memoria muscular, por instinto. No era la primera vez que vivía aquello, no era la primera vez que perdía a la mujer de su vida… Orión había extendido los brazos, se había preparado para recibir el cuerpo de Nora, para sostenerlo, acunarlo, acompañarla, hacerle saber que no estaba sola… Pero la bruja era pura energía, y en eso se había convertido. No tenía un cuerpo sobre el que llorar, no quedaba un lugar al que ir a drenar su dolor… tan solo quedaban promesas rotas. Las de un futuro, las de felicidad, amor y esperanza. El auror despierta de golpe, en el sofá de su casa. No había vuelto a pisar las habitaciones desde que todo había ocurrido, y tampoco es que importara mucho viendo la poca cantidad de tiempo que conseguía dormir. Promesas rotas… todas. Tan solo una quedaba intacta. No esperaba poder mantener su palabra, aquel último juramento que había salido de sus labios. Pero aquella vez… aquella vez tenía amigos. Se había apoyado en Jessica, Cameron, y Violet. Ellos le habían ayudado, si no a superar su dolor, algo que no esperaba poder conseguir jamás, si a tratar de vivir con el. Fuera de aquellas horas temidas en las que la oscuridad le devolvía sus fantasmas, y de cara a la galería, Orión era un mago y un hombre casi renacido. Los informes de Jessica, y la pareja Keane/Barrow acerca de todo cuanto había pasado, habían limpiado su imagen hasta tal punto que sin llegar a saber bien como, lo habían ascendido, a ni más ni menos que, Jefe del Departamento de Aurores. Aquello no dejaba de sorprenderle, pero entre luchar contra el síndrome del impostor, gestionar un departamento entero, y reuniones interdepartamentales e interministeriales, tenía su mente y su día entero lo suficientemente ocupado como para no pensar. 𝗨𝗻 𝗮𝗻̃𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲𝘀 >>Los días pasaban sin que nada los detuviera, y antes de que nadie se pudiera dar cuenta, había pasado un año desde aquel terrible día en el que él había perdido su mundo por salvar el mundo entero. Violet había sido un gran apoyo para el auror, todos sus nuevos amigos, pero la Slytherin en concreto, desde el momento en el que le había abrazado en aquel sótano, parecía que se había empeñado en evitar que se hundiera, y por Merlín si lo había conseguido. Aquel día no sabía por qué, ya que no era un día especial, no era diferente al resto, se sentía ligeramente optimista, y había acudido al callejón Diagon con intención de enviar un detalle a Violet y su familia. Un juego nuevo de plumas y tinteros para Cameron, una pequeña quaffle de peluche para Minerva, y para Violet… un set variado de ingredientes para pociones. Aquello era lo último en su lista, y sin muchas ganas de caminar y buscar por más tiendas, entra en la primera botica que aparece a su paso. La sutil y aguda campanita vibra cuando abre la puerta y después de nuevo al cerrarse. Él murmura un saludo a la nada, ya que no veía a nadie tras el mostrador, y centra su atención en las estanterías que poblaban la pared, llenas de tarros de cristal de todos los tamaños y colores y llenos de todo lo que uno pudiera desear. Llevaba en la mano izquierda un pequeño tarro lleno de polvo de serpiente arbórea africana, como primera elección cuando una voz que detrás suyo hace que su corazón se salte dos latidos. — “𝐵𝑢𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖́𝑎𝑠, ¿𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑟𝑙𝑒?” Aquella voz hace que Orión en un solo segundo, se gire y su mano deje caer el pequeño bote que se estrella contra el suelo, haciéndose pedazos, del mismo modo que lo hace su mundo. Era ella, estaba frente a él, observándolo, esperando una respuesta a su pregunta, con una sonrisa amable, una preciosa sonrisa. Aquello no podia ser real… ¿estaba soñando? No… el peso de los paquetes que cargaba bajo su brazo izquierdo era muy real. — No puede ser… No eres…. — Su voz no es más que un susurro ininteligible, al menos hasta que inspira hondo, tratando de tragar un repentino nudo en la garganta, recomponerse y averiguar que está pasando. Claramente ella le miraba con amabilidad, pero sin ningún tipo de reconocimiento en sus ojos… —… si, es… es posible que sí. Busco hacerle un regalo a una buena amiga, una especie de lote indispensable para pociones… ¿crees que me puedes echar una mano? Soy… soy Orión, por cierto, y… perdona, perdona por este desastre. Estaba fuera de lugar, nadie se presentaba a la dependienta de una tienda, así sin más, pero tenía que probar suerte, necesitaba ver si su nombre despertaba algo en ella, aunque fuera una chispa.
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  • MONO ROL

    Noche Tormentosa


    Este mono rol contiene un tema bastante delicado tanto a la hora de escribirlo como para los lectores.
    Contiene contenido violento y sexual, aviso para las personas delicadas o que no les guste leer sobre ese tema.

    Es la primera vez que escribo sobre un suceso tan duro, espero expresar correctamente la idea que surgió en mi cabeza con esta nueva trama.



    Puede que fuera el cansancio acumulado de todo el día o el vino, cada vez empiezo a sentir más cansancio.
    Me despido de las dos mujeres para dirigirme a la habitación.


    Una vez dentro empiezo a quitarme todas las joyas que llevo encima, es algo tarde por lo que no he mandado llamar a la doncella.
    Puedo desvestirme yo sola, las guardo en el joyero al instante.

    Me alegro de que a ninguna de las mujeres le molestara que las dejara solas, además después de que Lady Crowley me acusará de tramposa no quería seguir en su compañía.

    Me siento en el tocador y justo cuando empiezo a quitarme las horquillas que sujetan mi peinado, reflejado en el espejo veo a alguien abrir la puerta.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Veo que no soy la única que está cansada.
    La persona que abrió la puerta y se adentró en el interior de la habitación, no es mi esposo Anthony si no Lord Ronald.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¿Qué hace usted aquí?.
    Enseguida vuelvo a levantarme bastante nerviosa a la vez que asustada sin dejar de observar aquel hombre.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¡Se ha equivocado de habitación!
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻No me he equivocado, estoy justo donde quiero estar.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¡Márchese inmediatamente y le prometo que are como que su equivocación nunca ha ocurrido!
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Acaso sea quedado sorda, ya la he dicho que estoy donde quiero estar.

    Por cada paso que da hacia delante yo doy uno hacia atrás, intentando mantener la calma.
    De reojo observó los objetos que hay encima del tocador, él se dio cuenta enseguida lo que le provocó una sonrisa asquerosa.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Siempre me han gustado las mujeres peleonas.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Pienso gritar todo lo fuerte que pueda, para que todos se enteren.

    Tenía muy cerca un abrecartas bastante afilado, mi error fue por un instante dejar de mirarle, siento como puedo tocarlo con mis dedos, para mí desgracia él fue más rápido que yo.
    Me golpea muy fuerte en el estómago con su puño lo que me hizo sentir un dolor que hace que me cueste respirar y casi hace que caiga de rodillas.
    Luego vuelve a golpearme con el mismo puño pero esta vez fue en la cara.
    Lo que al final causa que caiga al suelo, sigue con esa sucia sonrisa mirándome desde arriba.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Nadie va a poder escucharte y mucho menos ayudarte, a fuera hay un lacayo que me es bastante servicial.

    No consigo hablar de nuevo ya que estoy haciendo un gran esfuerzo por no llorar ni quejarme de ninguna otra forma delante de ese asqueroso monstruo.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻No te preocupes preciosa, voy a darte justo lo que él imbécil de tú esposo jamás sabrá darte.

    Con bastante fuerza consigue inmovilizarme de las piernas, antes de que pudiera darle una patada pero si consigo darle un puñetazo en la cara haciendo que diera unos pasos hacia atrás a la vez que maldice en voz alta.
    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Esto te va a costar muy carro.

    Empiezo con ayuda de las manos y los pies a echarme hacia atrás sin apartar la mirada de él bastante aterrada.
    Entonces de repente me fijo en el detalle en que alguien logró abrir la puerta, antes de que Lord Ronald volviera a tocarme mi esposo Anthony se abalanza sobre él, acabando los dos sobre la cama.
    Como puedo gateo hasta ponerme a salvo debajo del tocador, mi esposo sigue golpeando con fuerza a mi atacante.
    No veo apenas nada, solo escucho los golpes y gritos, Lord Rogers y dos lacayos más no tardan en llegar hasta la habitación.
    Lord Ronald empuja a mi esposo con todas sus fuerzas, le ha hecho un poco de sangre en el labio.
    Sigo escondida metiendo mi cabeza entre mis piernas, deseando que se lo lleven y todo acabe pronto.

    Finalmente los dos lacayos consiguen sacar deseando la habitación a Lord Ronald en un estado inconsciente.

    No recuerdo con exactitud como Anthony logró sacarme de debajo del tocador y lo que sucedió después.
    Esa misma noche Rogers se encargó de los Ronald para que se marcharan y aquel hombre no va a librarse de lo que me hizo.

    Lo único que sé es que deseo marcharme y nunca más volver hablar o recordar lo que sucedió aquella noche.

    MONO ROL Noche Tormentosa Este mono rol contiene un tema bastante delicado tanto a la hora de escribirlo como para los lectores. Contiene contenido violento y sexual, aviso para las personas delicadas o que no les guste leer sobre ese tema. Es la primera vez que escribo sobre un suceso tan duro, espero expresar correctamente la idea que surgió en mi cabeza con esta nueva trama. Puede que fuera el cansancio acumulado de todo el día o el vino, cada vez empiezo a sentir más cansancio. Me despido de las dos mujeres para dirigirme a la habitación. Una vez dentro empiezo a quitarme todas las joyas que llevo encima, es algo tarde por lo que no he mandado llamar a la doncella. Puedo desvestirme yo sola, las guardo en el joyero al instante. Me alegro de que a ninguna de las mujeres le molestara que las dejara solas, además después de que Lady Crowley me acusará de tramposa no quería seguir en su compañía. Me siento en el tocador y justo cuando empiezo a quitarme las horquillas que sujetan mi peinado, reflejado en el espejo veo a alguien abrir la puerta. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Veo que no soy la única que está cansada. La persona que abrió la puerta y se adentró en el interior de la habitación, no es mi esposo Anthony si no Lord Ronald. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¿Qué hace usted aquí?. Enseguida vuelvo a levantarme bastante nerviosa a la vez que asustada sin dejar de observar aquel hombre. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¡Se ha equivocado de habitación! ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻No me he equivocado, estoy justo donde quiero estar. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻¡Márchese inmediatamente y le prometo que are como que su equivocación nunca ha ocurrido! ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Acaso sea quedado sorda, ya la he dicho que estoy donde quiero estar. Por cada paso que da hacia delante yo doy uno hacia atrás, intentando mantener la calma. De reojo observó los objetos que hay encima del tocador, él se dio cuenta enseguida lo que le provocó una sonrisa asquerosa. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Siempre me han gustado las mujeres peleonas. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Pienso gritar todo lo fuerte que pueda, para que todos se enteren. Tenía muy cerca un abrecartas bastante afilado, mi error fue por un instante dejar de mirarle, siento como puedo tocarlo con mis dedos, para mí desgracia él fue más rápido que yo. Me golpea muy fuerte en el estómago con su puño lo que me hizo sentir un dolor que hace que me cueste respirar y casi hace que caiga de rodillas. Luego vuelve a golpearme con el mismo puño pero esta vez fue en la cara. Lo que al final causa que caiga al suelo, sigue con esa sucia sonrisa mirándome desde arriba. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Nadie va a poder escucharte y mucho menos ayudarte, a fuera hay un lacayo que me es bastante servicial. No consigo hablar de nuevo ya que estoy haciendo un gran esfuerzo por no llorar ni quejarme de ninguna otra forma delante de ese asqueroso monstruo. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻No te preocupes preciosa, voy a darte justo lo que él imbécil de tú esposo jamás sabrá darte. Con bastante fuerza consigue inmovilizarme de las piernas, antes de que pudiera darle una patada pero si consigo darle un puñetazo en la cara haciendo que diera unos pasos hacia atrás a la vez que maldice en voz alta. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻Esto te va a costar muy carro. Empiezo con ayuda de las manos y los pies a echarme hacia atrás sin apartar la mirada de él bastante aterrada. Entonces de repente me fijo en el detalle en que alguien logró abrir la puerta, antes de que Lord Ronald volviera a tocarme mi esposo Anthony se abalanza sobre él, acabando los dos sobre la cama. Como puedo gateo hasta ponerme a salvo debajo del tocador, mi esposo sigue golpeando con fuerza a mi atacante. No veo apenas nada, solo escucho los golpes y gritos, Lord Rogers y dos lacayos más no tardan en llegar hasta la habitación. Lord Ronald empuja a mi esposo con todas sus fuerzas, le ha hecho un poco de sangre en el labio. Sigo escondida metiendo mi cabeza entre mis piernas, deseando que se lo lleven y todo acabe pronto. Finalmente los dos lacayos consiguen sacar deseando la habitación a Lord Ronald en un estado inconsciente. No recuerdo con exactitud como Anthony logró sacarme de debajo del tocador y lo que sucedió después. Esa misma noche Rogers se encargó de los Ronald para que se marcharan y aquel hombre no va a librarse de lo que me hizo. Lo único que sé es que deseo marcharme y nunca más volver hablar o recordar lo que sucedió aquella noche.
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  • El forastero entre las luces del pueblo

    Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía.

    El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña.

    De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana.

    Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja:

    — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos).

    Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño.

    — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras).

    Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes.

    —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado.
    —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba.

    Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad.

    Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura:

    — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?).

    Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo.

    Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza.

    — भोजनम्… (Comida).

    Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
    El forastero entre las luces del pueblo Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía. El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña. De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana. Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja: — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos). Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño. — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras). Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes. —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado. —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba. Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad. Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura: — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?). Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo. Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza. — भोजनम्… (Comida). Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
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  • Aún recuerdo el momento en que morí.

    Recuerdo el frío de la navaja que en mi piel se hizo fuego, la sangre corriendo y tiñendo la tina de rojo, desangrando mis últimos minutos.

    Mis párpados se volvieron plomo y con ellos llegó el alivio: él no volvería a tocarme.

    Me sntí levitar, ligero como una hoja al viento, y entonces algo tiró de mí desde el estómago, una cadena que me devolvió a la casa.

    Los gritos de mi madre como cristales rotos, la fría mirada de mi padre clavada en lo que quedaba de mi.

    Y al final, más punzante que el metal y la oscuridad, la certeza: para mí no había una luz al final del túnel.
    Aún recuerdo el momento en que morí. Recuerdo el frío de la navaja que en mi piel se hizo fuego, la sangre corriendo y tiñendo la tina de rojo, desangrando mis últimos minutos. Mis párpados se volvieron plomo y con ellos llegó el alivio: él no volvería a tocarme. Me sntí levitar, ligero como una hoja al viento, y entonces algo tiró de mí desde el estómago, una cadena que me devolvió a la casa. Los gritos de mi madre como cristales rotos, la fría mirada de mi padre clavada en lo que quedaba de mi. Y al final, más punzante que el metal y la oscuridad, la certeza: para mí no había una luz al final del túnel.
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  • Echado en un callejón, papeles y cartones su lecho, intentó encontrarle sentido a lo que sucedió; ¿Cómo es que todo lo que tuvo ayer hoy desapareció? Cerró los ojos sintiendo esa presión en el estomago y el vacío del abandono en el pecho... Otra vez.

    — Debió tratarse de un sueño... —murmuró, muy bajo, muy quieto, queriendo dormirse para volver a soñarlo.
    Echado en un callejón, papeles y cartones su lecho, intentó encontrarle sentido a lo que sucedió; ¿Cómo es que todo lo que tuvo ayer hoy desapareció? Cerró los ojos sintiendo esa presión en el estomago y el vacío del abandono en el pecho... Otra vez. — Debió tratarse de un sueño... —murmuró, muy bajo, muy quieto, queriendo dormirse para volver a soñarlo.
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  • - Estaba durmiendo profundamente hasta que mi estómago empezó a reclamar que tenía hambre -

    Al menos ayer compré algo para comer(?)
    - Estaba durmiendo profundamente hasta que mi estómago empezó a reclamar que tenía hambre - Al menos ayer compré algo para comer(?)
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