El magma burbujeaba a su alrededor como si intentara devorarlo y finalmente tragárselo por completo. La presión, el calor, el sonido sordo de la tierra rugiendo desde sus entrañas… y en medio de todo eso, flotando con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba Mark Grayson. La temperatura del magma alcanzaba fácilmente los 1,200 grados Celsius, una cifra que podría desintegrar cualquier materia orgánica en segundos. Pero gracias al cuerpo resistente que poseían los Viltrumitas, Mark pudo resistirlo con algo de dificultad. Después de todo era parte de su entrenamiento.
—Siete minutos. —murmuró para sí mismo, contaba la cantidad de minutos que pasó sumergido allí. Apretó los dientes mientras una corriente particularmente intensa de lava le azotaba la espalda como una marea furiosa.
Sus ojos estaban entrecerrados. No por el dolor, sino por la concentración. Cada segundo allí dentro contaba. Cada momento que su cuerpo resistía era una pequeña victoria más contra sus propios límites.
—Vamos, Mark... —Apretó sus puños e hizo una notable expresión de dolor en su rostro, ya estaba empezando a sentir molestias en el cuerpo.
Ya no lo hacía por demostrar nada a nadie. Cecil ni siquiera sabía de estas escapadas. Era su propio proyecto, su propio infierno autoimpuesto. Si quería estar listo; pero listo de verdad, tenía que llegar más lejos de lo que nadie esperaba. Incluso él mismo.
El traje empezó a mostrar las marcas del castigo: algunas partes burbujeaban, otra estaba chamuscada como si alguien le hubiera acercado un soplete demasiado tiempo. Pero su piel apenas ardía.
—¡Quince minutos! —dijo con un jadeo entre dientes mientras emergía de la lava como una sombra fundida en fuego.
Ascendió rápidamente a la superficie, envuelto en una nube de vapor y cenizas, su cuerpo cubierto de residuos volcánicos que se desprendían como polvo brillante mientras salía al aire libre. El cráter humeaba detrás de él. Respiró hondo por primera vez desde que se sumergió.
—De acuerdo, Art me odiará por pedirle 10 trajes más. —se dijo, entrecerrando los ojos ante la luz del cielo anaranjado.
Se sacudió un poco su traje, alzó vuelo, y desapareció con un suspiro entre las nubes, dejando atrás aquel volcán activo que el cual solía utilizar para su entrenamiento.
El magma burbujeaba a su alrededor como si intentara devorarlo y finalmente tragárselo por completo. La presión, el calor, el sonido sordo de la tierra rugiendo desde sus entrañas… y en medio de todo eso, flotando con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba Mark Grayson. La temperatura del magma alcanzaba fácilmente los 1,200 grados Celsius, una cifra que podría desintegrar cualquier materia orgánica en segundos. Pero gracias al cuerpo resistente que poseían los Viltrumitas, Mark pudo resistirlo con algo de dificultad. Después de todo era parte de su entrenamiento.
—Siete minutos. —murmuró para sí mismo, contaba la cantidad de minutos que pasó sumergido allí. Apretó los dientes mientras una corriente particularmente intensa de lava le azotaba la espalda como una marea furiosa.
Sus ojos estaban entrecerrados. No por el dolor, sino por la concentración. Cada segundo allí dentro contaba. Cada momento que su cuerpo resistía era una pequeña victoria más contra sus propios límites.
—Vamos, Mark... —Apretó sus puños e hizo una notable expresión de dolor en su rostro, ya estaba empezando a sentir molestias en el cuerpo.
Ya no lo hacía por demostrar nada a nadie. Cecil ni siquiera sabía de estas escapadas. Era su propio proyecto, su propio infierno autoimpuesto. Si quería estar listo; pero listo de verdad, tenía que llegar más lejos de lo que nadie esperaba. Incluso él mismo.
El traje empezó a mostrar las marcas del castigo: algunas partes burbujeaban, otra estaba chamuscada como si alguien le hubiera acercado un soplete demasiado tiempo. Pero su piel apenas ardía.
—¡Quince minutos! —dijo con un jadeo entre dientes mientras emergía de la lava como una sombra fundida en fuego.
Ascendió rápidamente a la superficie, envuelto en una nube de vapor y cenizas, su cuerpo cubierto de residuos volcánicos que se desprendían como polvo brillante mientras salía al aire libre. El cráter humeaba detrás de él. Respiró hondo por primera vez desde que se sumergió.
—De acuerdo, Art me odiará por pedirle 10 trajes más. —se dijo, entrecerrando los ojos ante la luz del cielo anaranjado.
Se sacudió un poco su traje, alzó vuelo, y desapareció con un suspiro entre las nubes, dejando atrás aquel volcán activo que el cual solía utilizar para su entrenamiento.