• -La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro cubierto de Coke mientras permanecía en la cornisa de una de las construcciones más altas del nuevo reino. Meses habían pasado desde que abandonó su hogar, desde que dejó atrás la armadura que lo definía, y ahora su figura se fusionaba con las sombras de una ciudad desconocida, un mar de techos y calles que vibraban con una vida que no le pertenecía, pero que lo intrigaba profundamente.

    El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, pintando los edificios con tonos dorados y naranjas, mientras el bullicio de los comerciantes, los niños jugando y los trovadores llenaba el aire con una melodía vibrante. Desde lo alto, Coke podía observar cómo las vidas de los demás fluían sin preocupaciones aparentes, algo que le resultaba casi envidiable.

    Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando un brazo en su rodilla, mientras su capa ondeaba detrás de él, meciéndose con la brisa. Observó con atención a la gente en las calles, cada movimiento, cada risa y cada murmullo parecían un eco distante de lo que alguna vez fue su vida. Sin embargo, no sentía arrepentimiento, solo una extraña mezcla de nostalgia y anhelo. Este nuevo reino era su refugio temporal, un punto más en su búsqueda por un propósito que aún no lograba descifrar.

    Se llevó una mano al pecho, donde colgaba un pequeño medallón, el único recuerdo tangible de su antiguo hogar. Era un recordatorio de todo lo que había dejado atrás, pero también de lo que había aprendido en el proceso. Cerró los ojos por un momento, dejando que el viento le susurrara historias de este nuevo lugar, historias que tal vez algún día formarían parte de su propia narrativa.

    El eco de un campanario rompió el silencio de su mente, marcando la llegada de una nueva hora. Coke se levantó lentamente, ajustándose la capucha antes de dar un último vistazo a la ciudad bajo sus pies. Cada paso que daba lo alejaba de su pasado, pero también lo acercaba a descubrir quién era realmente, lejos de los títulos, las guerras y las expectativas.

    Con un movimiento ágil, descendió de la cornisa hacia una terraza más baja. La noche estaba por caer, y el mundo que tanto quería explorar aún tenía mucho por ofrecerle. La oscuridad era ahora su aliada, un manto que le permitía moverse sin ser visto mientras buscaba respuestas en un reino que apenas comenzaba a comprender. Su viaje estaba lejos de terminar.-

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    Rol de autoconocimiento en lo que detecto que es lo mejor para Coke y uss, ayuda denme rol//
    -La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro cubierto de Coke mientras permanecía en la cornisa de una de las construcciones más altas del nuevo reino. Meses habían pasado desde que abandonó su hogar, desde que dejó atrás la armadura que lo definía, y ahora su figura se fusionaba con las sombras de una ciudad desconocida, un mar de techos y calles que vibraban con una vida que no le pertenecía, pero que lo intrigaba profundamente. El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, pintando los edificios con tonos dorados y naranjas, mientras el bullicio de los comerciantes, los niños jugando y los trovadores llenaba el aire con una melodía vibrante. Desde lo alto, Coke podía observar cómo las vidas de los demás fluían sin preocupaciones aparentes, algo que le resultaba casi envidiable. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando un brazo en su rodilla, mientras su capa ondeaba detrás de él, meciéndose con la brisa. Observó con atención a la gente en las calles, cada movimiento, cada risa y cada murmullo parecían un eco distante de lo que alguna vez fue su vida. Sin embargo, no sentía arrepentimiento, solo una extraña mezcla de nostalgia y anhelo. Este nuevo reino era su refugio temporal, un punto más en su búsqueda por un propósito que aún no lograba descifrar. Se llevó una mano al pecho, donde colgaba un pequeño medallón, el único recuerdo tangible de su antiguo hogar. Era un recordatorio de todo lo que había dejado atrás, pero también de lo que había aprendido en el proceso. Cerró los ojos por un momento, dejando que el viento le susurrara historias de este nuevo lugar, historias que tal vez algún día formarían parte de su propia narrativa. El eco de un campanario rompió el silencio de su mente, marcando la llegada de una nueva hora. Coke se levantó lentamente, ajustándose la capucha antes de dar un último vistazo a la ciudad bajo sus pies. Cada paso que daba lo alejaba de su pasado, pero también lo acercaba a descubrir quién era realmente, lejos de los títulos, las guerras y las expectativas. Con un movimiento ágil, descendió de la cornisa hacia una terraza más baja. La noche estaba por caer, y el mundo que tanto quería explorar aún tenía mucho por ofrecerle. La oscuridad era ahora su aliada, un manto que le permitía moverse sin ser visto mientras buscaba respuestas en un reino que apenas comenzaba a comprender. Su viaje estaba lejos de terminar.- ══════════════════════════════════════════ Rol de autoconocimiento en lo que detecto que es lo mejor para Coke y uss, ayuda denme rol//
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  • Hmm, me dijeron que necesito lentes, ¿Que tal me quedarían estos? *Se acerca al reflejo del agua para observarse a sí misma, intrigada, notando inmediatamente la mejoría de su visión medio borrosa y el dolor de cabeza era menos*

    Uhm... Podría quedar mejor el tono lila o azul en el marco... ¿O no?
    Hmm, me dijeron que necesito lentes, ¿Que tal me quedarían estos? *Se acerca al reflejo del agua para observarse a sí misma, intrigada, notando inmediatamente la mejoría de su visión medio borrosa y el dolor de cabeza era menos* Uhm... Podría quedar mejor el tono lila o azul en el marco... ¿O no?
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  • La mansión se siente diferente con mi toque, y eso me complace. No pienso ocultarlo: me gusta lo que veo. He cambiado el peinado, barriendo mi cabello hacia el lado contrario para que caiga mejor con el parche. Si voy a estar tuerto por un tiempo, al menos me aseguraré de lucir impecable mientras tanto.

    Observo mi reflejo en la superficie pulida de un viejo jarrón. El parche negro me da un aire más intrigante, casi peligroso. Sí, si Heinrich hubiera tenido un poco más de sentido del estilo, habría adoptado esto desde hace mucho. Pero bueno, aquí estoy yo para corregir sus errores. Si alguien va a llevar este rostro, que sea con clase.
    La mansión se siente diferente con mi toque, y eso me complace. No pienso ocultarlo: me gusta lo que veo. He cambiado el peinado, barriendo mi cabello hacia el lado contrario para que caiga mejor con el parche. Si voy a estar tuerto por un tiempo, al menos me aseguraré de lucir impecable mientras tanto. Observo mi reflejo en la superficie pulida de un viejo jarrón. El parche negro me da un aire más intrigante, casi peligroso. Sí, si Heinrich hubiera tenido un poco más de sentido del estilo, habría adoptado esto desde hace mucho. Pero bueno, aquí estoy yo para corregir sus errores. Si alguien va a llevar este rostro, que sea con clase.
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  • A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco.

    Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo.

    Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro.

    Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada.

    La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes.

    A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real.

    La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar.

    En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio.

    Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria.

    Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
    A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco. Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo. Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro. Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada. La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes. A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real. La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar. En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio. Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria. Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
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  • -Coke observó su reflejo en el espejo, ajustando la última parte del traje de Spider-Man que había decidido ponerse para la fiesta de Halloween. La tela se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando cada detalle, y el diseño rojo y negro le daba un aire más intenso y misterioso. La tela flexible permitía que se moviera con total

    -No pudo evitar sonreír de lado al pensar en la reacción de sus amigos y conocidos al verlo. No era su estilo ir tan… “entusiasta” a una fiesta, pero esta vez se había dejado llevar por el espíritu de la ocasión. Además, había algo en el disfraz de Spider-Man que le gustaba; ser un héroe enmascarado con una identidad secreta le sonaba atractivo, como si por una noche pudiera ser alguien diferente-

    -Echó un último vistazo al espejo, acomodando los brazos cruzados sobre su pecho en una pose confiada. La mezcla de colores oscuros y el emblema de araña en el pecho parecían darle un aire aún más intrigante. Con una sonrisa pícara, se puso la máscara, dejando solo sus ojos al descubierto. Ya estaba listo para enfrentar las miradas y los comentarios en la fiesta-

    Vamos, Coke, a romper algunas telarañas por ahí.

    -Con esa broma interna, salió de la habitación y se dirigió hacia la fiesta. Sabía que este Halloween sería uno para recordar, y estaba dispuesto a disfrutar cada segundo. Esta vez, no era el chico problemático de siempre… esta vez, era Spider-Man, aunque fuera solo por una noche-

    -Coke observó su reflejo en el espejo, ajustando la última parte del traje de Spider-Man que había decidido ponerse para la fiesta de Halloween. La tela se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando cada detalle, y el diseño rojo y negro le daba un aire más intenso y misterioso. La tela flexible permitía que se moviera con total -No pudo evitar sonreír de lado al pensar en la reacción de sus amigos y conocidos al verlo. No era su estilo ir tan… “entusiasta” a una fiesta, pero esta vez se había dejado llevar por el espíritu de la ocasión. Además, había algo en el disfraz de Spider-Man que le gustaba; ser un héroe enmascarado con una identidad secreta le sonaba atractivo, como si por una noche pudiera ser alguien diferente- -Echó un último vistazo al espejo, acomodando los brazos cruzados sobre su pecho en una pose confiada. La mezcla de colores oscuros y el emblema de araña en el pecho parecían darle un aire aún más intrigante. Con una sonrisa pícara, se puso la máscara, dejando solo sus ojos al descubierto. Ya estaba listo para enfrentar las miradas y los comentarios en la fiesta- Vamos, Coke, a romper algunas telarañas por ahí. -Con esa broma interna, salió de la habitación y se dirigió hacia la fiesta. Sabía que este Halloween sería uno para recordar, y estaba dispuesto a disfrutar cada segundo. Esta vez, no era el chico problemático de siempre… esta vez, era Spider-Man, aunque fuera solo por una noche-
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  • II. Primeras segundas impresiones
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Otros
    En el pueblo, Junior era conocido como el joven maestro de la mansión Phantomhive, un niño que el conde había tenido la bondad de educar como si fuera suyo. Oficialmente, Junior era el primo del conde Grey, quien le había encargado al conde Phantomhive educar a su familiar porque era un hombre muy ocupado para hacerlo él mismo, y para todos era lógico: se trataba del mayordomo y secretario privado de la mismísima reina.

    Pero a las personas les gustaba inventarse sus propias historias, y era escalofriante darse cuenta de lo cerca que estaban de la verdad. A veces, a Junior le recorría un escalofrío cuando escuchaba a estos pueblerinos cuchichear, como si él no pudiera oírlos, sobre su identidad.

    "Es el hijo ilegítimo del conde", decían, ignorantes de que estaban tocando la verdad, pero no tenían manera de comprobarlo. Si bien Junior tenía cierto parecido, el rasgo más notable eran sus ojos azules; uno podría decir al mirarlo que se parecía más a su primo Grey.
    Sin embargo, al ser criado por el conde Phantomhive, su forma de ser se parecía bastante a la de él.

    —¡Oye! —dijo un niño de repente.

    Junior lo reconoció como el hijo del panadero. Estaba un poco sucio, al chico le gustaba meterse en cualquier sitio sin importarle ensuciar su ropa.

    —¿Quieres jugar?

    Fue una invitación amistosa, e inusual. Los niños no solían acercársele. Por lo que Junior asintió intrigado, sin saber a qué jugarían. El niño, felizmente, le entregó una rama gruesa y larga, que incluso tenía algunas hojas. Junior entendió de inmediato.
    Charles Grey, su segundo padre, le había enseñado el arte de la esgrima, por lo que sabía manejar una espada, o al menos, manejar esta rama como si lo fuera.

    Se posicionó, colocando el pie izquierdo hacia delante, la pierna derecha extendida ligeramente detrás del cuerpo, y sostuvo la rama con firmeza. El niño, por su lado, lo hizo de manera más tosca, sin técnica, con la simpleza de quien juega por diversión.

    Entonces, cuando el niño dio la señal, Junior se lanzó al ataque, evadiendo sus golpes con precisión. Y, cuando le tocó el momento de atacar, realizó tres estocadas certeras: una en el pecho, una en el antebrazo y otra en la frente. Pero no contó con que sería demasiado para el niño, quien se cayó de espaldas y se echó a llorar.

    La madre vino de inmediato, mirándolo con recelo, pero disculpándose con Junior, como si hubiera sido el niño quien actuó mal. Se llevó a su hijo y se fue tan rápido que no le dio ni tiempo de disculparse... Esta gente lo trataba con un respeto distante, temiendo ofenderlo y recibir la ira del conde Phantomhive.

    Suspiró y se fue, soltando la rama con cierto desprecio. ¿Para qué había accedido? No es como si se hubieran hecho amigos, quedaba claro que Junior no era bueno en eso.

    Levantó la vista hacia el cielo, su color anaranjado rojizo se reflejó en su mirada azul.

    El alba estaba en su esplendor, y era, hermoso.

    En el pueblo, Junior era conocido como el joven maestro de la mansión Phantomhive, un niño que el conde había tenido la bondad de educar como si fuera suyo. Oficialmente, Junior era el primo del conde Grey, quien le había encargado al conde Phantomhive educar a su familiar porque era un hombre muy ocupado para hacerlo él mismo, y para todos era lógico: se trataba del mayordomo y secretario privado de la mismísima reina. Pero a las personas les gustaba inventarse sus propias historias, y era escalofriante darse cuenta de lo cerca que estaban de la verdad. A veces, a Junior le recorría un escalofrío cuando escuchaba a estos pueblerinos cuchichear, como si él no pudiera oírlos, sobre su identidad. "Es el hijo ilegítimo del conde", decían, ignorantes de que estaban tocando la verdad, pero no tenían manera de comprobarlo. Si bien Junior tenía cierto parecido, el rasgo más notable eran sus ojos azules; uno podría decir al mirarlo que se parecía más a su primo Grey. Sin embargo, al ser criado por el conde Phantomhive, su forma de ser se parecía bastante a la de él. —¡Oye! —dijo un niño de repente. Junior lo reconoció como el hijo del panadero. Estaba un poco sucio, al chico le gustaba meterse en cualquier sitio sin importarle ensuciar su ropa. —¿Quieres jugar? Fue una invitación amistosa, e inusual. Los niños no solían acercársele. Por lo que Junior asintió intrigado, sin saber a qué jugarían. El niño, felizmente, le entregó una rama gruesa y larga, que incluso tenía algunas hojas. Junior entendió de inmediato. Charles Grey, su segundo padre, le había enseñado el arte de la esgrima, por lo que sabía manejar una espada, o al menos, manejar esta rama como si lo fuera. Se posicionó, colocando el pie izquierdo hacia delante, la pierna derecha extendida ligeramente detrás del cuerpo, y sostuvo la rama con firmeza. El niño, por su lado, lo hizo de manera más tosca, sin técnica, con la simpleza de quien juega por diversión. Entonces, cuando el niño dio la señal, Junior se lanzó al ataque, evadiendo sus golpes con precisión. Y, cuando le tocó el momento de atacar, realizó tres estocadas certeras: una en el pecho, una en el antebrazo y otra en la frente. Pero no contó con que sería demasiado para el niño, quien se cayó de espaldas y se echó a llorar. La madre vino de inmediato, mirándolo con recelo, pero disculpándose con Junior, como si hubiera sido el niño quien actuó mal. Se llevó a su hijo y se fue tan rápido que no le dio ni tiempo de disculparse... Esta gente lo trataba con un respeto distante, temiendo ofenderlo y recibir la ira del conde Phantomhive. Suspiró y se fue, soltando la rama con cierto desprecio. ¿Para qué había accedido? No es como si se hubieran hecho amigos, quedaba claro que Junior no era bueno en eso. Levantó la vista hacia el cielo, su color anaranjado rojizo se reflejó en su mirada azul. El alba estaba en su esplendor, y era, hermoso.
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  • Disfrutando del murmullo de las olas, contempla el horizonte con la intriga de saber ¿Qué habrá más allá? ¿Logrará encontrar en algún momento aquello que le llama?
    Disfrutando del murmullo de las olas, contempla el horizonte con la intriga de saber ¿Qué habrá más allá? ¿Logrará encontrar en algún momento aquello que le llama?
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  • El día 16 del Inkfest trajo un desafío completamente nuevo para Jeff The Killer. Mientras deambulaba por los límites del bosque de Ficrol, un crujido extraño rompió el silencio a su alrededor. Jeff giró la cabeza con un gesto de desdén, esperando encontrarse con algún otro idiota que intentara asustarlo. Pero lo que vio en la penumbra lo dejó intrigado.

    Una figura alta y delgada, con la piel estirada y ojos brillantes, lo observaba desde las sombras. Un **skinwalker**.

    —Oh, genial... ¿otro de estos? —murmuró Jeff, manteniendo su calma habitual, aunque sus ojos brillaban con curiosidad.

    El skinwalker dio un paso adelante, su rostro cambiando lentamente, adoptando diferentes formas humanas en cuestión de segundos, como si intentara decidir cuál era más apropiada para interactuar con él. Jeff se quedó quieto, evaluando sus opciones. Podría destrozarlo y seguir con su día, pero algo en la criatura capturaba su interés.

    —Entonces, ¿qué eres? ¿Vas a intentar matarme o solo estás aquí para pasar el rato? —preguntó Jeff, sarcástico, pero con una sonrisa torcida.

    La criatura no respondió con palabras, sino con un gruñido bajo, pero no hizo ningún movimiento agresivo. De hecho, parecía más curiosa que hostil.

    —Hmm, interesante. Vale, hagamos esto divertido. Te dejo vivo si logras seguirme el ritmo... y quién sabe, tal vez podamos ser "amigos". —Jeff sonrió de forma perturbadora, alzando una ceja, desafiando al skinwalker a mantenerse cerca mientras se adentraba más en el bosque.

    Durante el resto del día, el skinwalker lo siguió, imitando sus gestos y movimientos, siempre a una distancia prudente, como si estudiara a Jeff. Aunque la idea de tener un nuevo "compañero" no era exactamente lo que Jeff había planeado, encontrar a una criatura tan fascinante que no intentaba matarlo (aún) lo divertía.

    —Bien, sigamos jugando, a ver cuánto aguantas, amiguito.

    #Inkfest DIA 16
    El día 16 del Inkfest trajo un desafío completamente nuevo para Jeff The Killer. Mientras deambulaba por los límites del bosque de Ficrol, un crujido extraño rompió el silencio a su alrededor. Jeff giró la cabeza con un gesto de desdén, esperando encontrarse con algún otro idiota que intentara asustarlo. Pero lo que vio en la penumbra lo dejó intrigado. Una figura alta y delgada, con la piel estirada y ojos brillantes, lo observaba desde las sombras. Un **skinwalker**. —Oh, genial... ¿otro de estos? —murmuró Jeff, manteniendo su calma habitual, aunque sus ojos brillaban con curiosidad. El skinwalker dio un paso adelante, su rostro cambiando lentamente, adoptando diferentes formas humanas en cuestión de segundos, como si intentara decidir cuál era más apropiada para interactuar con él. Jeff se quedó quieto, evaluando sus opciones. Podría destrozarlo y seguir con su día, pero algo en la criatura capturaba su interés. —Entonces, ¿qué eres? ¿Vas a intentar matarme o solo estás aquí para pasar el rato? —preguntó Jeff, sarcástico, pero con una sonrisa torcida. La criatura no respondió con palabras, sino con un gruñido bajo, pero no hizo ningún movimiento agresivo. De hecho, parecía más curiosa que hostil. —Hmm, interesante. Vale, hagamos esto divertido. Te dejo vivo si logras seguirme el ritmo... y quién sabe, tal vez podamos ser "amigos". —Jeff sonrió de forma perturbadora, alzando una ceja, desafiando al skinwalker a mantenerse cerca mientras se adentraba más en el bosque. Durante el resto del día, el skinwalker lo siguió, imitando sus gestos y movimientos, siempre a una distancia prudente, como si estudiara a Jeff. Aunque la idea de tener un nuevo "compañero" no era exactamente lo que Jeff había planeado, encontrar a una criatura tan fascinante que no intentaba matarlo (aún) lo divertía. —Bien, sigamos jugando, a ver cuánto aguantas, amiguito. #Inkfest DIA 16
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  • 𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗

    Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono.

    A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie.

    Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición.

    En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio.

    No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida.

    Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad.

    A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
    𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono. A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie. Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición. En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio. No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida. Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad. A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
    Me encocora
    Me entristece
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  • ¡En verdad me gusta mucho leer!
    Es muy emocionante descubrir las aventuras de las muchas series que existen...

    *Sonríe.*

    —Puedo recomendarte la obra de Hanza. Ya leí la historia de Emma y Elios varias veces. Ahora estoy releyendola, y creo que es la cuarta vez... Pero hay cosas que no recuerdo. Y la historia de Adam y Rozi...

    *Hace una muñeca de intriga.*

    —Jamás me hubiera imaginado que Oscar... 🏻‍

    *Se cubre la cara, negando con la cabeza, como diciendo "¡No puede ser!". Después se recompone.*

    —Y dado que octubre es el mes del terror, estoy considerando volver a leer una serie de monstruos que leí a principios de año...

    *Vuelve a sonreír.*

    —Suerte que descubrí la sección llamada "webtoon" en la biblioteca...
    ¡En verdad me gusta mucho leer! Es muy emocionante descubrir las aventuras de las muchas series que existen... 😁 *Sonríe.* —Puedo recomendarte la obra de Hanza. Ya leí la historia de Emma y Elios varias veces. Ahora estoy releyendola, y creo que es la cuarta vez... Pero hay cosas que no recuerdo. Y la historia de Adam y Rozi... 😨 *Hace una muñeca de intriga.* —Jamás me hubiera imaginado que Oscar... 🤦🏻‍♂️😨 *Se cubre la cara, negando con la cabeza, como diciendo "¡No puede ser!". Después se recompone.* —Y dado que octubre es el mes del terror, estoy considerando volver a leer una serie de monstruos que leí a principios de año... *Vuelve a sonreír.* —Suerte que descubrí la sección llamada "webtoon" en la biblioteca...
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