โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ
#StarterCall #Anomaly
El sujeto que limpiaba los pasillos del subterráneo de Chamber Street no dejó de señalarla. Dijo que era de madrugada. Que el último tren había pasado hacía rato y que las luces fluorescentes parpadeaban como si alguien jugara con los interruptores. Estaba barriendo cerca del andén 3, justo donde la señal rota zumba sin motivo desde hace meses. Y algo cambió en el aire.
No lo vio al principio, pero lo sintió como un hormigueo bajo la pie, como si alguien hubiera dejado abierta una puerta al ártico.
La temperatura, el olor cambió. Algo difícil de explicar, entre podrido y canela, entre polvo y bistec a la plancha.
Después, dijo que la vio ahí parada, al borde de las vías. Una chica. O una mujer. Joven. Descalza. No se movía, pero su sombra sí. El tipo juró que la sombra se escurría por las baldosas como tinta negra, buscando algo.
Lo siguiente que recuerda es que estaba en el baño del personal, con la cabeza empapada de sudor, y que no podía dejar de repetir su nombre. Aunque después, cuando le preguntaron, no supo decir cuál era. Solo que empezaba con E... o con eco... o con una especie de garabato en papel.
Ekkora está ahí ahora. En el andén vacío.
Los relojes no funcionan. Las cámaras no graban. Y si alguien baja por las escaleras, lo único que va a oír antes de desaparecer es una voz suave que dice:
— No hay salida, pero sigue avanzando.
โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ โฏ #StarterCall #Anomaly
El sujeto que limpiaba los pasillos del subterráneo de Chamber Street no dejó de señalarla. Dijo que era de madrugada. Que el último tren había pasado hacía rato y que las luces fluorescentes parpadeaban como si alguien jugara con los interruptores. Estaba barriendo cerca del andén 3, justo donde la señal rota zumba sin motivo desde hace meses. Y algo cambió en el aire.
No lo vio al principio, pero lo sintió como un hormigueo bajo la pie, como si alguien hubiera dejado abierta una puerta al ártico.
La temperatura, el olor cambió. Algo difícil de explicar, entre podrido y canela, entre polvo y bistec a la plancha.
Después, dijo que la vio ahí parada, al borde de las vías. Una chica. O una mujer. Joven. Descalza. No se movía, pero su sombra sí. El tipo juró que la sombra se escurría por las baldosas como tinta negra, buscando algo.
Lo siguiente que recuerda es que estaba en el baño del personal, con la cabeza empapada de sudor, y que no podía dejar de repetir su nombre. Aunque después, cuando le preguntaron, no supo decir cuál era. Solo que empezaba con E... o con eco... o con una especie de garabato en papel.
Ekkora está ahí ahora. En el andén vacío.
Los relojes no funcionan. Las cámaras no graban. Y si alguien baja por las escaleras, lo único que va a oír antes de desaparecer es una voz suave que dice:
— No hay salida, pero sigue avanzando.