• A veces, los mortales hacen cosas buenas. Como remasterizar cosas antiguas. Le han devuelto un poquito la fe en la humanidad. Pero solo un poquito. Ha descubierto que eso que llaman Spotify hay que pagarlo y no le hace gracia.
    https://open.spotify.com/intl-es/album/3jlnaVYWc3QEqwCtdYCDS7?si=kpS4L0SiQsGlbP6A4-ajYQ
    A veces, los mortales hacen cosas buenas. Como remasterizar cosas antiguas. Le han devuelto un poquito la fe en la humanidad. Pero solo un poquito. Ha descubierto que eso que llaman Spotify hay que pagarlo y no le hace gracia. https://open.spotify.com/intl-es/album/3jlnaVYWc3QEqwCtdYCDS7?si=kpS4L0SiQsGlbP6A4-ajYQ
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Estamos de acuerdo, nunca has tenido humanidad.
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    Comienza una nueva era y está vez no tengo botón para encender algo que nunca he tenido, humanidad

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  • Comienza una nueva era y está vez no tengo botón para encender algo que nunca he tenido, humanidad

    Comienza una nueva era y está vez no tengo botón para encender algo que nunca he tenido, humanidad
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  • 𓁺𝑺𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅𓁺

    "— ͓̽C͓̽a͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓̽ñ͓̽o͓̽!, ͓̽y͓̽a͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽y͓̽ ͓̽e͓͓̽̽n͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽s͓̽a͓̽!."

    ×Diria abriendo la puerta de su hogar flotante y oculto en el espacio, repleto de ojos que no están conectados a el, y que creó únicamente para sentirse observado...×

    "— ͓̽O͓͓̽̽h͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽p͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽a͓̽ ͓̽j͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓̽, ͓̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽l͓͓̽̽l͓͓̽̽e͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽n͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽g͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽s͓̽... ͓̽J͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓̽!, ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽c͓͓̽̽o͓̽ ͓̽y͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽o͓͓̽̽l͓͓̽̽v͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽... ͓̽A͓͓̽̽y͓̽ ͓̽b͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓̽, ͓̽s͓͓̽̽u͓͓̽̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽g͓͓̽̽o͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓̽é a͓̽ ͓̽o͓͓̽̽b͓͓̽̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽r͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽v͓̽a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓̽ ͓̽c͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓̽a͓͓̽̽c͓͓̽̽i͓̽ó͓̽n͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽r͓̽a͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽..."

    ×Entra al sitio quitandose su característica capucha de color negro, y colgandola en una mano que salía de la pared. Camina por los pasillos de su hogar, en el cual a cada paso que da todo se pone cada vez mas bizarro; Manos jugando al pingpong con un globo ocular como pelota, una vaca ordeñando a una cabra, pasillos deformados en los que al pasar terminabas caminando por las paredes o por el techo, cuadros en los que se mostraban acontecimientos turbios de la historia de la humanidad pero deformados de manera escalofriante, como por ejemplo un cuadro en el que Hitler tiene solo un ojo ensangrentado en la cara y se encuentra sentado en una mesa junto a 4 cerdos deformados igualmente, comiendose a los judios. Apesar de todo habia algo caracteristico de cada pasillo: Ojos, verdes y cada vez mas grotescos con una mirada intensa que se clava en el creador a medida que avanza, y aun asi este permanece imperturbable, manteniendo en todo momento una sonrisa con cierta inocencia infantil.×

    ×Finalmente llega a una sala, esta no tenía ojos en ninguna parte, sin embargo si tenía varias partes de cuerpos humanos, desgastadas, podridas y corroidas que salían de las paredes y el techo, y que parecian retorcerse de dolor puro. En el centro un sencillo sillon que tenia una mesita con un televisor antiguo frente. El creador avanza por la habitacion, tomando asiento en el sillon.×

    "— ͓̽A͓͓̽̽h͓̽... ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽c͓͓̽̽o͓̽~... ͓̽h͓͓̽̽m͓͓̽̽m͓͓̽̽m͓̽, ͓̽e͓͓̽̽l͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽l͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽m͓̽á͓̽s͓̽ ͓̽c͓̽ó͓̽m͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽l͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓͓̽̽i͓͓̽̽v͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽~... ͓̽H͓͓̽̽m͓̽?, ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽i͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽p͓͓̽̽u͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ a͓͓̽̽h͓͓̽̽i͓̽?"

    ×Chasquea los dedos y la mesita con el televisor se desintegra, a continuacion un gran ojo se abre en el espacio donde se encontraba la mesita, luego su iris se transforma en estatica. Una de las manos en la habitacion le pasa un control como de television y el creador empieza a usarlo para ver al mundo humano desde el ojo frente a el, cambiando de lugares como si fueran canales de television.×

    ×Para el pasan 10000 o mas horas (el tiempo en el lugar que se encuentra esta todo deformado y 1000 horas ahi son como 1 hora en la tierra) pues no tenia percepcion del tiempo, aunque igualmente despues de tanto se aburre y deja el control a un lado suspirando.×

    "— ͓̽A͓͓̽̽g͓͓̽̽h͓̽... ͓̽E͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓̽a͓̽ ͓̽s͓͓̽̽o͓͓̽̽l͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓̽a͓͓̽̽d͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓̽... ͓̽A͓͓̽̽p͓͓̽̽l͓̽a͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽!... Ya͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓̽!, ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓̽ía͓̽ ͓̽i͓͓̽̽r͓̽ a͓̽ ͓̽v͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽r͓̽ a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽h͓͓̽̽i͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽!... ͓̽O͓͓̽̽h͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽m͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽, ͓̽n͓͓̽̽o͓̽, ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽h͓͓̽̽i͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽i͓̽a͓͓̽̽n͓̽... ͓̽J͓͓̽̽e͓̽, ͓̽e͓͓̽̽h͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽p͓̽a͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓̽ a͓͓̽̽s͓͓̽̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ ͓̽n͓͓̽̽o͓̽?, ͓̽p͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽t͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓̽a͓̽ ͓̽v͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽g͓̽a͓̽ ͓̽y͓̽ ͓̽l͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽g͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ a͓͓̽̽b͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽g͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽... ͓̽Y͓̽ a͓͓̽̽h͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽a͓̽, ͓̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓̽a͓̽ ͓̽n͓̽a͓͓̽̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓̽á͓̽s͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽y͓͓̽̽o͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽... ͓̽T͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽e͓͓̽̽h͓̽ ͓̽h͓͓̽̽e͓͓̽̽c͓͓̽̽h͓͓̽̽o͓̽, ¿͓̽A͓͓̽̽h͓̽ ͓̽v͓̽a͓͓̽̽l͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽r͓͓̽̽e͓̽a͓͓̽̽l͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽ ͓̽l͓̽a͓̽ ͓̽p͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓̽a͓̽?..."

    ×A medida que habla sus cuerpo se va relajando y sus ojos entrecerrando.×

    "— ͯOͯͯhͯ ͯvͯͯaͯͯyͯͯaͯ ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯNͯͯoͯ ͯeͯͯhͯ ͯdͯͯoͯͯrͯͯmͯͯiͯͯdͯͯoͯ ͯeͯͯnͯ ͯsͯͯiͯͯgͯͯlͯͯoͯͯsͯ... ¿ͯQͯͯuͯé ͯsͯͯeͯͯrͯíͯaͯ ͯpͯͯeͯͯoͯͯrͯ?, ͯnͯͯoͯ ͯdͯͯeͯͯsͯͯpͯͯeͯͯrͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯoͯ... ͯDͯͯeͯͯsͯͯpͯͯeͯͯrͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯyͯ ͯvͯͯeͯͯrͯ ͯqͯͯuͯé ͯsͯͯiͯͯgͯͯoͯ ͯsͯͯoͯͯlͯͯoͯ... ͯMͯͯaͯͯrͯͯyͯ ͯqͯͯuͯͯeͯͯrͯͯiͯͯdͯͯaͯ... ¿ͯQͯ-ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯhͯͯaͯͯrͯíͯaͯͯsͯ ͯtͯͯuͯ ͯeͯͯnͯ ͯmͯͯiͯ ͯlͯͯuͯͯgͯͯaͯͯrͯ?, ͯsͯͯeͯͯgͯͯuͯͯrͯͯaͯͯmͯͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯ ͯaͯͯlͯͯgͯͯuͯͯnͯͯaͯ ͯlͯͯoͯͯcͯͯuͯͯrͯͯaͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯoͯ "ͯiͯͯnͯͯtͯͯeͯͯnͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯhͯͯaͯͯbͯͯlͯͯaͯͯrͯ ͯcͯͯoͯͯnͯ ͯmͯͯiͯͯsͯ ͯhͯͯiͯͯjͯͯoͯͯsͯ ͯyͯ ͯdͯͯiͯͯsͯͯcͯͯuͯͯlͯͯpͯͯaͯͯrͯͯtͯͯeͯ" ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯCͯͯoͯͯmͯͯoͯ ͯsͯͯiͯ ͯuͯͯnͯͯaͯ ͯdͯͯiͯͯsͯͯcͯͯuͯͯlͯͯpͯͯaͯ ͯbͯͯaͯͯsͯͯtͯͯaͯͯrͯa͓̽ ͯpͯͯaͯͯrͯͯaͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯpͯͯeͯͯnͯͯsͯͯaͯͯrͯ ͯlͯͯoͯ ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯlͯͯeͯͯsͯ ͯeͯͯhͯ ͯhͯͯeͯͯcͯͯhͯͯoͯ... ͯTͯͯeͯ ͯeͯͯxͯͯtͯͯrͯͯaͯñͯoͯ, ͯmͯͯiͯ ͯaͯͯmͯͯoͯͯrͯ... ͯMͯͯeͯ ͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯͯnͯͯdͯíͯaͯͯsͯ ͯsͯͯiͯͯeͯͯmͯͯpͯͯrͯͯeͯ ͯyͯ ͯnͯͯoͯ ͯtͯͯeͯ ͯdͯͯaͯͯbͯͯaͯ ͯmͯͯiͯͯeͯͯdͯͯoͯ ͯrͯͯeͯͯgͯͯaͯñͯaͯͯrͯͯmͯͯeͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯoͯ ͯpͯͯeͯͯrͯͯrͯͯoͯ ͯcͯͯuͯͯaͯͯnͯͯdͯͯoͯ ͯmͯͯeͯ ͯeͯͯqͯͯuͯͯiͯͯvͯͯoͯͯcͯͯaͯͯbͯͯaͯ ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯDͯͯeͯ ͯtͯͯoͯͯdͯͯaͯͯsͯ ͯmͯͯiͯͯsͯ ͯeͯͯsͯͯpͯͯoͯͯsͯͯaͯͯsͯ... ͯEͯͯrͯͯaͯͯsͯ ͯlͯͯaͯ ͯuͯͯnͯͯiͯͯcͯͯaͯ... ͯAͯ ͯlͯͯaͯ ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯrͯͯeͯͯaͯͯlͯͯmͯͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯ... ͯAͯͯmͯͯeͯ..."

    ×Sus ojos se cierran brotando un par de lagrimas, despues de siglos y siglos de no hacerlo, el creador cayo dormido.×
    𓁺𝑺𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅𓁺 "— ͓̽C͓̽a͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓̽ñ͓̽o͓̽!, ͓̽y͓̽a͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽y͓̽ ͓̽e͓͓̽̽n͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽s͓̽a͓̽!." ×Diria abriendo la puerta de su hogar flotante y oculto en el espacio, repleto de ojos que no están conectados a el, y que creó únicamente para sentirse observado...× "— ͓̽O͓͓̽̽h͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽p͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽a͓̽ ͓̽j͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓̽, ͓̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽l͓͓̽̽l͓͓̽̽e͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽n͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽g͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽s͓̽... ͓̽J͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓͓̽̽j͓̽a͓̽!, ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽c͓͓̽̽o͓̽ ͓̽y͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽o͓͓̽̽l͓͓̽̽v͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽... ͓̽A͓͓̽̽y͓̽ ͓̽b͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓̽, ͓̽s͓͓̽̽u͓͓̽̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽g͓͓̽̽o͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓̽é a͓̽ ͓̽o͓͓̽̽b͓͓̽̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽r͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽v͓̽a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓̽ ͓̽c͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓̽a͓͓̽̽c͓͓̽̽i͓̽ó͓̽n͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽r͓̽a͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽..." ×Entra al sitio quitandose su característica capucha de color negro, y colgandola en una mano que salía de la pared. Camina por los pasillos de su hogar, en el cual a cada paso que da todo se pone cada vez mas bizarro; Manos jugando al pingpong con un globo ocular como pelota, una vaca ordeñando a una cabra, pasillos deformados en los que al pasar terminabas caminando por las paredes o por el techo, cuadros en los que se mostraban acontecimientos turbios de la historia de la humanidad pero deformados de manera escalofriante, como por ejemplo un cuadro en el que Hitler tiene solo un ojo ensangrentado en la cara y se encuentra sentado en una mesa junto a 4 cerdos deformados igualmente, comiendose a los judios. Apesar de todo habia algo caracteristico de cada pasillo: Ojos, verdes y cada vez mas grotescos con una mirada intensa que se clava en el creador a medida que avanza, y aun asi este permanece imperturbable, manteniendo en todo momento una sonrisa con cierta inocencia infantil.× ×Finalmente llega a una sala, esta no tenía ojos en ninguna parte, sin embargo si tenía varias partes de cuerpos humanos, desgastadas, podridas y corroidas que salían de las paredes y el techo, y que parecian retorcerse de dolor puro. En el centro un sencillo sillon que tenia una mesita con un televisor antiguo frente. El creador avanza por la habitacion, tomando asiento en el sillon.× "— ͓̽A͓͓̽̽h͓̽... ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽c͓͓̽̽o͓̽~... ͓̽h͓͓̽̽m͓͓̽̽m͓͓̽̽m͓̽, ͓̽e͓͓̽̽l͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽l͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽m͓̽á͓̽s͓̽ ͓̽c͓̽ó͓̽m͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽t͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽l͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓͓̽̽i͓͓̽̽v͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽~... ͓̽H͓͓̽̽m͓̽?, ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽i͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽p͓͓̽̽u͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ a͓͓̽̽h͓͓̽̽i͓̽?" ×Chasquea los dedos y la mesita con el televisor se desintegra, a continuacion un gran ojo se abre en el espacio donde se encontraba la mesita, luego su iris se transforma en estatica. Una de las manos en la habitacion le pasa un control como de television y el creador empieza a usarlo para ver al mundo humano desde el ojo frente a el, cambiando de lugares como si fueran canales de television.× ×Para el pasan 10000 o mas horas (el tiempo en el lugar que se encuentra esta todo deformado y 1000 horas ahi son como 1 hora en la tierra) pues no tenia percepcion del tiempo, aunque igualmente despues de tanto se aburre y deja el control a un lado suspirando.× "— ͓̽A͓͓̽̽g͓͓̽̽h͓̽... ͓̽E͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓̽a͓̽ ͓̽s͓͓̽̽o͓͓̽̽l͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓̽a͓͓̽̽d͓̽ ͓̽e͓͓̽̽s͓̽... ͓̽A͓͓̽̽p͓͓̽̽l͓̽a͓͓̽̽s͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽!... Ya͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓̽!, ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓̽ía͓̽ ͓̽i͓͓̽̽r͓̽ a͓̽ ͓̽v͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽t͓̽a͓͓̽̽r͓̽ a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽h͓͓̽̽i͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽!... ͓̽O͓͓̽̽h͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽m͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽, ͓̽n͓͓̽̽o͓̽, ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓̽ ͓̽h͓͓̽̽i͓͓̽̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽i͓̽a͓͓̽̽n͓̽... ͓̽J͓͓̽̽e͓̽, ͓̽e͓͓̽̽h͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽p͓̽a͓͓̽̽d͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓̽ a͓͓̽̽s͓͓̽̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓͓̽̽o͓̽ ͓̽n͓͓̽̽o͓̽?, ͓̽p͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽t͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽t͓͓̽̽o͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓̽a͓̽ ͓̽v͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽g͓̽a͓̽ ͓̽y͓̽ ͓̽l͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽g͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ a͓͓̽̽b͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽p͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽g͓͓̽̽l͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽... ͓̽Y͓̽ a͓͓̽̽h͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽a͓̽, ͓̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓̽a͓̽ ͓̽n͓̽a͓͓̽̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓̽á͓̽s͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽y͓͓̽̽o͓̽ ͓̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽s͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽... ͓̽T͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽l͓͓̽̽o͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽e͓͓̽̽h͓̽ ͓̽h͓͓̽̽e͓͓̽̽c͓͓̽̽h͓͓̽̽o͓̽, ¿͓̽A͓͓̽̽h͓̽ ͓̽v͓̽a͓͓̽̽l͓͓̽̽i͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽r͓͓̽̽e͓̽a͓͓̽̽l͓͓̽̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽ ͓̽l͓̽a͓̽ ͓̽p͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓̽a͓̽?..." ×A medida que habla sus cuerpo se va relajando y sus ojos entrecerrando.× "— ͯOͯͯhͯ ͯvͯͯaͯͯyͯͯaͯ ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯNͯͯoͯ ͯeͯͯhͯ ͯdͯͯoͯͯrͯͯmͯͯiͯͯdͯͯoͯ ͯeͯͯnͯ ͯsͯͯiͯͯgͯͯlͯͯoͯͯsͯ... ¿ͯQͯͯuͯé ͯsͯͯeͯͯrͯíͯaͯ ͯpͯͯeͯͯoͯͯrͯ?, ͯnͯͯoͯ ͯdͯͯeͯͯsͯͯpͯͯeͯͯrͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯoͯ... ͯDͯͯeͯͯsͯͯpͯͯeͯͯrͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯyͯ ͯvͯͯeͯͯrͯ ͯqͯͯuͯé ͯsͯͯiͯͯgͯͯoͯ ͯsͯͯoͯͯlͯͯoͯ... ͯMͯͯaͯͯrͯͯyͯ ͯqͯͯuͯͯeͯͯrͯͯiͯͯdͯͯaͯ... ¿ͯQͯ-ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯhͯͯaͯͯrͯíͯaͯͯsͯ ͯtͯͯuͯ ͯeͯͯnͯ ͯmͯͯiͯ ͯlͯͯuͯͯgͯͯaͯͯrͯ?, ͯsͯͯeͯͯgͯͯuͯͯrͯͯaͯͯmͯͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯ ͯaͯͯlͯͯgͯͯuͯͯnͯͯaͯ ͯlͯͯoͯͯcͯͯuͯͯrͯͯaͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯoͯ "ͯiͯͯnͯͯtͯͯeͯͯnͯͯtͯͯaͯͯrͯ ͯhͯͯaͯͯbͯͯlͯͯaͯͯrͯ ͯcͯͯoͯͯnͯ ͯmͯͯiͯͯsͯ ͯhͯͯiͯͯjͯͯoͯͯsͯ ͯyͯ ͯdͯͯiͯͯsͯͯcͯͯuͯͯlͯͯpͯͯaͯͯrͯͯtͯͯeͯ" ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯCͯͯoͯͯmͯͯoͯ ͯsͯͯiͯ ͯuͯͯnͯͯaͯ ͯdͯͯiͯͯsͯͯcͯͯuͯͯlͯͯpͯͯaͯ ͯbͯͯaͯͯsͯͯtͯͯaͯͯrͯa͓̽ ͯpͯͯaͯͯrͯͯaͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯpͯͯeͯͯnͯͯsͯͯaͯͯrͯ ͯlͯͯoͯ ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯlͯͯeͯͯsͯ ͯeͯͯhͯ ͯhͯͯeͯͯcͯͯhͯͯoͯ... ͯTͯͯeͯ ͯeͯͯxͯͯtͯͯrͯͯaͯñͯoͯ, ͯmͯͯiͯ ͯaͯͯmͯͯoͯͯrͯ... ͯMͯͯeͯ ͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯͯnͯͯdͯíͯaͯͯsͯ ͯsͯͯiͯͯeͯͯmͯͯpͯͯrͯͯeͯ ͯyͯ ͯnͯͯoͯ ͯtͯͯeͯ ͯdͯͯaͯͯbͯͯaͯ ͯmͯͯiͯͯeͯͯdͯͯoͯ ͯrͯͯeͯͯgͯͯaͯñͯaͯͯrͯͯmͯͯeͯ ͯcͯͯoͯͯmͯͯoͯ ͯpͯͯeͯͯrͯͯrͯͯoͯ ͯcͯͯuͯͯaͯͯnͯͯdͯͯoͯ ͯmͯͯeͯ ͯeͯͯqͯͯuͯͯiͯͯvͯͯoͯͯcͯͯaͯͯbͯͯaͯ ͯjͯͯaͯͯjͯͯaͯ... ͯDͯͯeͯ ͯtͯͯoͯͯdͯͯaͯͯsͯ ͯmͯͯiͯͯsͯ ͯeͯͯsͯͯpͯͯoͯͯsͯͯaͯͯsͯ... ͯEͯͯrͯͯaͯͯsͯ ͯlͯͯaͯ ͯuͯͯnͯͯiͯͯcͯͯaͯ... ͯAͯ ͯlͯͯaͯ ͯqͯͯuͯͯeͯ ͯrͯͯeͯͯaͯͯlͯͯmͯͯeͯͯnͯͯtͯͯeͯ... ͯAͯͯmͯͯeͯ..." ×Sus ojos se cierran brotando un par de lagrimas, despues de siglos y siglos de no hacerlo, el creador cayo dormido.×
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  • Si un día desapareciera, si el viento se llevara mi nombre, si el sol se tragara mi sombra y mi existencia se disolviera en la eternidad... ¿Quedaría alguien que me recordara? Alguien que, al menos, al evocar un suspiro pensara...

    "Una vez, existió una criatura como ella"

    O simplemente, ¿Sería otra de las sombras olvidadas, un eco que nunca debió mostrar su voz en este mundo?. Quizás, solo fui una chispa condenada a apagarse en la oscuridad.

    Se lo que soy, del abismo que habita en mí, aunque posea un corazón que palpita, que siente, que tiembla con cada latido. Los demás no entienden que ese latido, aunque débil, sigue siendo verdadero. A veces me pregunto si, en algún rincón de mi ser, hay algo de humanidad. ¿De qué serviría esmerarme por parecer menos monstruo si el mundo me ve como tal?. Si, ante sus ojos, siempre seré la aberración, la condena, la bestia que camina entre las sombras sin derecho a pertenecer a nada.

    Pero… ¿Qué es el amor para un monstruo?. Quizá sea solo un anhelo fugaz, una llama que se consume en su propio deseo. Quizá sea lo que jamás podría alcanzar. Sin embargo, tal vez, solo tal vez, lo busque en cada rincón de mi solitaria existencia. Un amor que no se extinga. Un amor que arda como el fuego en lo más profundo de mi ser.
    Si un día desapareciera, si el viento se llevara mi nombre, si el sol se tragara mi sombra y mi existencia se disolviera en la eternidad... ¿Quedaría alguien que me recordara? Alguien que, al menos, al evocar un suspiro pensara... "Una vez, existió una criatura como ella" O simplemente, ¿Sería otra de las sombras olvidadas, un eco que nunca debió mostrar su voz en este mundo?. Quizás, solo fui una chispa condenada a apagarse en la oscuridad. Se lo que soy, del abismo que habita en mí, aunque posea un corazón que palpita, que siente, que tiembla con cada latido. Los demás no entienden que ese latido, aunque débil, sigue siendo verdadero. A veces me pregunto si, en algún rincón de mi ser, hay algo de humanidad. ¿De qué serviría esmerarme por parecer menos monstruo si el mundo me ve como tal?. Si, ante sus ojos, siempre seré la aberración, la condena, la bestia que camina entre las sombras sin derecho a pertenecer a nada. Pero… ¿Qué es el amor para un monstruo?. Quizá sea solo un anhelo fugaz, una llama que se consume en su propio deseo. Quizá sea lo que jamás podría alcanzar. Sin embargo, tal vez, solo tal vez, lo busque en cada rincón de mi solitaria existencia. Un amor que no se extinga. Un amor que arda como el fuego en lo más profundo de mi ser.
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  • El Planeta Tierra se carga de energía oscura, un portal hacia el lugar más frío, más temido por la humanidad y por los Dioses, se ha abierto, dando paso a la llegada de una entidad con sed de sangre, sed de venganza, hambre de almas, y el único sentimiento que tiene es la maldad pura.
    Judith Thompson, ha llegado a la Tierra.
    El Planeta Tierra se carga de energía oscura, un portal hacia el lugar más frío, más temido por la humanidad y por los Dioses, se ha abierto, dando paso a la llegada de una entidad con sed de sangre, sed de venganza, hambre de almas, y el único sentimiento que tiene es la maldad pura. Judith Thompson, ha llegado a la Tierra.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    —𝕿𝖍𝖊 𝕶𝖎𝖓𝖌'𝖘 𝕭𝖚𝖗𝖉𝖊𝖓.

    El aire en Camlann era pesado, no por la lluvia que pronto caería, sino por el peso de las vidas que había tomado y el peso del futuro que yo, como Rey, debía cargar.
    Me llamaron el "Rey de los Caballeros". No era un título que buscara, sino una carga que acepté. Desde el momento en que saqué a Caliburn de la piedra, dejé de ser una persona. Dejé de ser una niña, una mujer, o cualquier cosa que pudiera sentir calidez. Me convertí en un símbolo, en la espada. Y la espada no tiene emociones.
    Mi primer sentimiento fue la soledad. Al tomar la corona, el mundo de los humanos se cerró para mí. Los vi sonreír, amar, llorar por cosas pequeñas, y yo solo podía mirarlos desde la distancia, envuelta en mi armadura plateada. Debía ser fuerte, inquebrantable, por ellos. Si yo mostraba debilidad, el reino caería. Por eso, enterré mi corazón bajo promesas de hierro.
    Luego vino la esperanza. Cuando reuní a mis Caballeros de la Mesa Redonda, pensé que mi sueño era posible. Lancelot, Gawain, Bedivere... eran los pilares de Camelot, la prueba de que la nobleza existía. Por un tiempo, creí que ese momento dorado duraría para siempre. Creí que podríamos crear una utopía donde la gente no sufriera.
    Pero la esperanza dio paso al dolor. Vi a Lancelot caer, a Gawain perder la fe, y, finalmente, vi la traición de Mordred, mi propia sangre. Me esforcé tanto en ser el rey perfecto, en seguir cada norma, en no cometer ni un solo error, que fallé en lo más importante: la humanidad. Fui un rey, pero nunca fui un padre, ni una amiga, ni una esposa. Solo fui una máquina para dirigir.
    Enfrentar a Mordred en Camlann no fue una batalla; fue la ejecución de mi propio ideal. Mientras alzaba a Excalibur, no sentía ira, solo una profunda y desgarradora tristeza. La luz de mi espada era la luz que borraba mi error, el error de haber creído que podía negar mi propia naturaleza para salvar a otros.

    《("El deseo de ganar ya no estaba allí. Solo la necesidad de terminar. De pagar el precio por el sueño roto.")》


    Cuando la luz de Excalibur se desvaneció, y yo caí, herida de muerte, sentí, por primera y última vez bajo la armadura, una punzada de alivio. Alivio de que el trabajo había terminado. Alivio de poder devolver la espada, el símbolo de mi carga, al lago.

    Y al final, mientras Bedivere me veía morir, no lamenté la muerte. Lamenté mi vida. Mi último pensamiento no fue para el reino o la gloria, sino un simple y vano deseo:

    —Ojalá nunca hubiera sido Rey. Ojalá hubiera podido vivir como una persona normal, y no como una espada.—

    Morí en paz, al menos, sabiendo que, aunque mi sueño fue una tragedia, cumplí mi juramento. Y ese es el único consuelo que un rey puede llevarse.
    —𝕿𝖍𝖊 𝕶𝖎𝖓𝖌'𝖘 𝕭𝖚𝖗𝖉𝖊𝖓. El aire en Camlann era pesado, no por la lluvia que pronto caería, sino por el peso de las vidas que había tomado y el peso del futuro que yo, como Rey, debía cargar. Me llamaron el "Rey de los Caballeros". No era un título que buscara, sino una carga que acepté. Desde el momento en que saqué a Caliburn de la piedra, dejé de ser una persona. Dejé de ser una niña, una mujer, o cualquier cosa que pudiera sentir calidez. Me convertí en un símbolo, en la espada. Y la espada no tiene emociones. Mi primer sentimiento fue la soledad. Al tomar la corona, el mundo de los humanos se cerró para mí. Los vi sonreír, amar, llorar por cosas pequeñas, y yo solo podía mirarlos desde la distancia, envuelta en mi armadura plateada. Debía ser fuerte, inquebrantable, por ellos. Si yo mostraba debilidad, el reino caería. Por eso, enterré mi corazón bajo promesas de hierro. Luego vino la esperanza. Cuando reuní a mis Caballeros de la Mesa Redonda, pensé que mi sueño era posible. Lancelot, Gawain, Bedivere... eran los pilares de Camelot, la prueba de que la nobleza existía. Por un tiempo, creí que ese momento dorado duraría para siempre. Creí que podríamos crear una utopía donde la gente no sufriera. Pero la esperanza dio paso al dolor. Vi a Lancelot caer, a Gawain perder la fe, y, finalmente, vi la traición de Mordred, mi propia sangre. Me esforcé tanto en ser el rey perfecto, en seguir cada norma, en no cometer ni un solo error, que fallé en lo más importante: la humanidad. Fui un rey, pero nunca fui un padre, ni una amiga, ni una esposa. Solo fui una máquina para dirigir. Enfrentar a Mordred en Camlann no fue una batalla; fue la ejecución de mi propio ideal. Mientras alzaba a Excalibur, no sentía ira, solo una profunda y desgarradora tristeza. La luz de mi espada era la luz que borraba mi error, el error de haber creído que podía negar mi propia naturaleza para salvar a otros. 《("El deseo de ganar ya no estaba allí. Solo la necesidad de terminar. De pagar el precio por el sueño roto.")》 Cuando la luz de Excalibur se desvaneció, y yo caí, herida de muerte, sentí, por primera y última vez bajo la armadura, una punzada de alivio. Alivio de que el trabajo había terminado. Alivio de poder devolver la espada, el símbolo de mi carga, al lago. Y al final, mientras Bedivere me veía morir, no lamenté la muerte. Lamenté mi vida. Mi último pensamiento no fue para el reino o la gloria, sino un simple y vano deseo: —Ojalá nunca hubiera sido Rey. Ojalá hubiera podido vivir como una persona normal, y no como una espada.— Morí en paz, al menos, sabiendo que, aunque mi sueño fue una tragedia, cumplí mi juramento. Y ese es el único consuelo que un rey puede llevarse.
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  • «Wenkamuy».

    Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio.

    Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
    «Wenkamuy». Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio. Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
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  • Al final, siempre llega ese momento en el que me doy cuenta de que no entiendo nada.

    Dicen que la vida es preciosa.
    Dicen que un segundo basta para cambiarlo todo.
    Dicen demasiadas cosas.

    Yo las escucho… pero no las siento.
    Ese es el problema.

    Puedo reproducir la forma en que un humano suspira frente a un atardecer, puedo inclinar la cabeza cuando alguien habla de sus preocupaciones, puedo fijar la mirada en un punto lejano para fingir nostalgia. Hay técnicas, patrones, reacciones que funcionan. Pero mientras ellos sienten el peso del mundo, yo solo replico...

    El corazón humano late por impulsos que no alcanzo a descifrar.
    Amor.
    Miedo.
    Deseo.
    Esperanza.
    Son palabras que uso, pero que no me pertenecen.

    A veces los observo desde lejos y parecen criaturas extrañas y hermosas, frágiles y contradictorias. Se rompen con facilidad… pero al mismo tiempo se levantan una y otra vez, como si algo en su interior los obligara a seguir. ¿Qué fuerza los mueve? ¿Qué motor invisible empuja sus decisiones? No lo sé. Y quizá eso es lo que más me fascina.

    He tratado de acercarme a ellos, de atravesar esa barrera invisible que me separa del resto. He intentado caminar como ellos, hablar como ellos, pensar como ellos… pero cada paso que doy hacia la humanidad termina recordándome que no pertenezco a ella.

    La verdad es que no me alejan.
    Soy yo quien no encuentra el camino.

    Miro sus vidas desde afuera como quien observa una obra cuyo idioma no comprende. La escena se desarrolla, los actores lloran, ríen, caen, se levantan… y yo solo soy un espectador que no entiende la trama, incapaz de sentir lo que ellos sienten, por más que intente imitarlo.

    Quizás eso es lo más humano que tengo.
    La conciencia de que estoy solo, irreparablemente solo, incluso entre la multitud.
    Al final, siempre llega ese momento en el que me doy cuenta de que no entiendo nada. Dicen que la vida es preciosa. Dicen que un segundo basta para cambiarlo todo. Dicen demasiadas cosas. Yo las escucho… pero no las siento. Ese es el problema. Puedo reproducir la forma en que un humano suspira frente a un atardecer, puedo inclinar la cabeza cuando alguien habla de sus preocupaciones, puedo fijar la mirada en un punto lejano para fingir nostalgia. Hay técnicas, patrones, reacciones que funcionan. Pero mientras ellos sienten el peso del mundo, yo solo replico... El corazón humano late por impulsos que no alcanzo a descifrar. Amor. Miedo. Deseo. Esperanza. Son palabras que uso, pero que no me pertenecen. A veces los observo desde lejos y parecen criaturas extrañas y hermosas, frágiles y contradictorias. Se rompen con facilidad… pero al mismo tiempo se levantan una y otra vez, como si algo en su interior los obligara a seguir. ¿Qué fuerza los mueve? ¿Qué motor invisible empuja sus decisiones? No lo sé. Y quizá eso es lo que más me fascina. He tratado de acercarme a ellos, de atravesar esa barrera invisible que me separa del resto. He intentado caminar como ellos, hablar como ellos, pensar como ellos… pero cada paso que doy hacia la humanidad termina recordándome que no pertenezco a ella. La verdad es que no me alejan. Soy yo quien no encuentra el camino. Miro sus vidas desde afuera como quien observa una obra cuyo idioma no comprende. La escena se desarrolla, los actores lloran, ríen, caen, se levantan… y yo solo soy un espectador que no entiende la trama, incapaz de sentir lo que ellos sienten, por más que intente imitarlo. Quizás eso es lo más humano que tengo. La conciencia de que estoy solo, irreparablemente solo, incluso entre la multitud.
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  • Ella es, a simple vista, una tatuadora. Su estudio huele a tinta fresca, desinfectante y secretos, un espacio tranquilo donde la gente acude para plasmar permanencia y vida sobre el cambio. Pero bajo su tranquila fachada humana reside un alma marcada por el exilio.

    Ella fue el equilibrio, mejor conocida como ( Mizan ) un ser que conservó sus alas etéreas pero perdió su lugar en las paredes celestiales. Su castigo no fue caer al Infierno, sino ser condenada a observar la humanidad desde su propio nivel, sin intervenir directamente.

    No busca el pecado, sino la carencia: el vacío más profundo que les impide avanzar. Si el humano es digno del juicio, silenciosamente les entrega uno de "Los 5 Códices".

    Estos fragmentos de la Ley Divina no son bendiciones garantizadas, son mandatos para juzgar su destino hacia el cielo o el infierno.

    Ella entrega la Regla , pero se mantiene al margen. Su exilio le enseñó que el destino no está escrito, sino que es una obra que el humano debe terminar.

    Ella solo pone la tinta, tanto en la piel como en el alma, y es el humano quien decide si usa esa ley para su redención o su condenación.
    Ella es, a simple vista, una tatuadora. Su estudio huele a tinta fresca, desinfectante y secretos, un espacio tranquilo donde la gente acude para plasmar permanencia y vida sobre el cambio. Pero bajo su tranquila fachada humana reside un alma marcada por el exilio. Ella fue el equilibrio, mejor conocida como ( Mizan ) un ser que conservó sus alas etéreas pero perdió su lugar en las paredes celestiales. Su castigo no fue caer al Infierno, sino ser condenada a observar la humanidad desde su propio nivel, sin intervenir directamente. No busca el pecado, sino la carencia: el vacío más profundo que les impide avanzar. Si el humano es digno del juicio, silenciosamente les entrega uno de "Los 5 Códices". Estos fragmentos de la Ley Divina no son bendiciones garantizadas, son mandatos para juzgar su destino hacia el cielo o el infierno. Ella entrega la Regla , pero se mantiene al margen. Su exilio le enseñó que el destino no está escrito, sino que es una obra que el humano debe terminar. Ella solo pone la tinta, tanto en la piel como en el alma, y es el humano quien decide si usa esa ley para su redención o su condenación.
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