• Nací en mi reino, el Monte Huago se cree que fue hace unos 4.000 atrás aproximadamente. El Monte Huago, la Montaña de Flores y Frutas de Aioli se encuentra en China en un lugar aislado de la humanidad.
    Nací en mi reino, el Monte Huago se cree que fue hace unos 4.000 atrás aproximadamente. El Monte Huago, la Montaña de Flores y Frutas de Aioli se encuentra en China en un lugar aislado de la humanidad.
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  • Patito. Acabo de mandarte ahí abajo a unos tipejos que experimentaban con niños. Como padre de la humanidad, primera verga y el bondadoso hombre que soy ¿Puedo confiar en que les des el trato que merecen?

    Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗
    Patito. Acabo de mandarte ahí abajo a unos tipejos que experimentaban con niños. Como padre de la humanidad, primera verga y el bondadoso hombre que soy ¿Puedo confiar en que les des el trato que merecen? [LuciHe11]
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  • #HorroRol #MatureRol

    +la humanidad la abandonó, le falló en cada oportunidad, dejándola sola en un mundo que nunca le ofreció refugio. Fue inevitable. BlackHole se convirtió en su única compañía, su único amigo, el único que no la traicionaría. Adoptar sus hábitos, sus formas retorcidas y su mirada oscura hacia la vida no fue una elección, sino una consecuencia de crecer y madurar bajo la protección de un demonio que le permitió ver que el caos y la destrucción son las únicas constantes en este mundo corrupto+
    #HorroRol #MatureRol +la humanidad la abandonó, le falló en cada oportunidad, dejándola sola en un mundo que nunca le ofreció refugio. Fue inevitable. BlackHole se convirtió en su única compañía, su único amigo, el único que no la traicionaría. Adoptar sus hábitos, sus formas retorcidas y su mirada oscura hacia la vida no fue una elección, sino una consecuencia de crecer y madurar bajo la protección de un demonio que le permitió ver que el caos y la destrucción son las únicas constantes en este mundo corrupto+
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  • «Agosto, 1971. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Stanford participó en un experimento de dos semanas.

    La mitad de ellos, vestidos de prisioneros. La otra mitad, tomarían el papel de guardias. La institución preparó un área con celdas y pasillos que lucían justo como los de una penitenciaría real.

    Se instó a los participantes, en especial a los "guardias", a que actuaran sin restricciones, tal como lo harían si esas fueran sus nuevas vidas, sus nuevas realidades. ¿El propósito? Observar qué tan rápido corrompía el poder.

    Tomó menos de un día. Abusos verbales, después físicos, eran infligidos a los prisioneros por quienes tenían poder e impunidad. ¿Por qué no, si nadie iba a castigarlos? Parecían haber olvidado que meros días antes, todo el grupo eran simples estudiantes. Algunos tomaban cursos juntos, incluso.

    Un éxito, ¿cierto? Quedó comprobada, lejos de toda sombra de la duda, la maldad inherente en el ser humano. Si alguien tiene la capacidad y la oportunidad de herir impunemente, la aprovechará. ¿Y por qué no lo haría?

    Esa fue la narrativa del experimento... hasta hace poco.

    Más de tres décadas después de que los resultados se publicaran, surgieron nuevos detalles a la luz. Detalles lúgubres y escandalizantes.

    Inevitabilidad. La inevitabilidad de la maldad humana cuando se combina con la oportunidad de lo impune. Eso quería probar el experimento, a como diera lugar. Pero... no salió como planeaban.

    Los nuevos documentos filtraron que los organizadores instaban, y a veces exigían a los "guardias" a abusar de su poder. Impedían los actos de bondad entre participantes, sembraban discordia entre ellos, y amenazaban con penalizar a quienes tendían una mano.

    ¿Por qué? ¿Acaso no era inevitable el egoísmo? ¿La crueldad? ¿No es inevitable que lo más oscuro que se esconde dentro de la humanidad brote cuando hay una oportunidad teñida de impunidad? Parecía lógico, parecía racional. Parecía lo correcto.

    Pero el espíritu humano, su irracionalidad, no se los permitió.

    Bondad. Solidaridad. Compasión.

    Aparecieron sin miedo, en medio de un terreno fértil para que lo más podrido del ser humano surgiese, como si desafiaran a lo establecido».
    «Agosto, 1971. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Stanford participó en un experimento de dos semanas. La mitad de ellos, vestidos de prisioneros. La otra mitad, tomarían el papel de guardias. La institución preparó un área con celdas y pasillos que lucían justo como los de una penitenciaría real. Se instó a los participantes, en especial a los "guardias", a que actuaran sin restricciones, tal como lo harían si esas fueran sus nuevas vidas, sus nuevas realidades. ¿El propósito? Observar qué tan rápido corrompía el poder. Tomó menos de un día. Abusos verbales, después físicos, eran infligidos a los prisioneros por quienes tenían poder e impunidad. ¿Por qué no, si nadie iba a castigarlos? Parecían haber olvidado que meros días antes, todo el grupo eran simples estudiantes. Algunos tomaban cursos juntos, incluso. Un éxito, ¿cierto? Quedó comprobada, lejos de toda sombra de la duda, la maldad inherente en el ser humano. Si alguien tiene la capacidad y la oportunidad de herir impunemente, la aprovechará. ¿Y por qué no lo haría? Esa fue la narrativa del experimento... hasta hace poco. Más de tres décadas después de que los resultados se publicaran, surgieron nuevos detalles a la luz. Detalles lúgubres y escandalizantes. Inevitabilidad. La inevitabilidad de la maldad humana cuando se combina con la oportunidad de lo impune. Eso quería probar el experimento, a como diera lugar. Pero... no salió como planeaban. Los nuevos documentos filtraron que los organizadores instaban, y a veces exigían a los "guardias" a abusar de su poder. Impedían los actos de bondad entre participantes, sembraban discordia entre ellos, y amenazaban con penalizar a quienes tendían una mano. ¿Por qué? ¿Acaso no era inevitable el egoísmo? ¿La crueldad? ¿No es inevitable que lo más oscuro que se esconde dentro de la humanidad brote cuando hay una oportunidad teñida de impunidad? Parecía lógico, parecía racional. Parecía lo correcto. Pero el espíritu humano, su irracionalidad, no se los permitió. Bondad. Solidaridad. Compasión. Aparecieron sin miedo, en medio de un terreno fértil para que lo más podrido del ser humano surgiese, como si desafiaran a lo establecido».
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  • Dante se había enfrentado a un grupo de enemigos ,pero era más débil que ellos y fue asesinado , al ser puro y separar su humanidad se le fue otorgado un nuevo cuerpo , una responsabilidad mas grande que cualquiera , sus recuerdos habían cambiado , apenas y recordaba fragmento de lo que fue , despertó en un lugar desconocido,el infierno? El lugar se veía desolado pero con un aura de oscuridad y misterio , estaba sin ropa miro su cuerpo ,no era sombra de lo que fue , un demonio ahora se había vuelto un arcángel , una nueva vida estaba comenzando y al menos el quería respuestas por el cambio

    -Donde....carajos..estoy...

    Miro sus manos

    -que es esto?
    Dante se había enfrentado a un grupo de enemigos ,pero era más débil que ellos y fue asesinado , al ser puro y separar su humanidad se le fue otorgado un nuevo cuerpo , una responsabilidad mas grande que cualquiera , sus recuerdos habían cambiado , apenas y recordaba fragmento de lo que fue , despertó en un lugar desconocido,el infierno? El lugar se veía desolado pero con un aura de oscuridad y misterio , estaba sin ropa miro su cuerpo ,no era sombra de lo que fue , un demonio ahora se había vuelto un arcángel , una nueva vida estaba comenzando y al menos el quería respuestas por el cambio -Donde....carajos..estoy... Miro sus manos -que es esto?
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  • Dime algo, ¿De verdad crees que la humanidad cambiará para algo?
    Dime algo, ¿De verdad crees que la humanidad cambiará para algo?
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  • El atardecer teñía el cielo de dorado y carmesí mientras Apolo permanecía en el balcón de su oficina en la imponente torre de Helios Innovations. Desde allí, observaba cómo los mortales se movían por la ciudad iluminada, sin sospechar que los hilos de sus vidas estaban desgarrándose lentamente. Su silueta irradiaba una luz tenue, casi imperceptible, pero cargada de energía contenida. Entre sus manos sostenía un fragmento dorado de hilo, reluciendo como si poseyera vida propia. Apolo suspiró, un gesto extraño para un dios, cargado de una mezcla de frustración y algo que parecía… humanidad.


    —El destino, aquel que juré proteger, se deshace frente a mis ojos. Las Moiras han desaparecido en silencio, y los hilos de la humanidad están sueltos, sin control ni propósito. No sé quién se atrevería a desafiar el equilibrio de todo lo que existe, pero no puedo luchar solo.

    Girándose, su mirada dorada se clavó en el espacio vacío, como si esperara que alguien respondiera a su llamado. Sus palabras resonaron con una autoridad a todas las mentes del universo.


    "Si puedes oírme, seas mortal, inmortal o algo intermedio, debo hablar contigo. El telar del destino ha sido tocado por manos prohibidas, y el caos se está extendiendo. Los eventos que deberían haber sido no son, y las profecías no llegan a cumplirse. Cada ser, cada vida, corre peligro de ser deshilachada, destruida… o peor aún, olvidada."

    —Yo, Apolo, hijo de Zeus, Dios del sol, las artes y la verdad, te convoco. No importa si me amas o me odias, si buscas justicia o venganza, porque esta amenaza nos afecta a todos.

    Ven a mí si tienes el valor de enfrentarte a lo desconocido. Si tu corazón aún alberga un propósito, te prometo que lucharé a tu lado hasta el último aliento. Pero ten cuidado: no todos los que respondan serán aliados, y mi propia verdad puede no ser suficiente para protegernos a todos.”

    Un destello de luz cruzó el cielo, un eco del poder de Apolo que llegó a todos los rincones del mundo. Era un llamado, un desafío, una invitación. A los mortales, a los dioses, a los que viven en las sombras y los que caminan entre la luz. Apolo esperó, porque sabía que este era solo el inicio de algo mucho más grande que él mismo.


    (Quién lo desee será bienvenido/a puede responder mi rol por donde más le convenga, yo me adapto a todo.)
    El atardecer teñía el cielo de dorado y carmesí mientras Apolo permanecía en el balcón de su oficina en la imponente torre de Helios Innovations. Desde allí, observaba cómo los mortales se movían por la ciudad iluminada, sin sospechar que los hilos de sus vidas estaban desgarrándose lentamente. Su silueta irradiaba una luz tenue, casi imperceptible, pero cargada de energía contenida. Entre sus manos sostenía un fragmento dorado de hilo, reluciendo como si poseyera vida propia. Apolo suspiró, un gesto extraño para un dios, cargado de una mezcla de frustración y algo que parecía… humanidad. —El destino, aquel que juré proteger, se deshace frente a mis ojos. Las Moiras han desaparecido en silencio, y los hilos de la humanidad están sueltos, sin control ni propósito. No sé quién se atrevería a desafiar el equilibrio de todo lo que existe, pero no puedo luchar solo. Girándose, su mirada dorada se clavó en el espacio vacío, como si esperara que alguien respondiera a su llamado. Sus palabras resonaron con una autoridad a todas las mentes del universo. "Si puedes oírme, seas mortal, inmortal o algo intermedio, debo hablar contigo. El telar del destino ha sido tocado por manos prohibidas, y el caos se está extendiendo. Los eventos que deberían haber sido no son, y las profecías no llegan a cumplirse. Cada ser, cada vida, corre peligro de ser deshilachada, destruida… o peor aún, olvidada." —Yo, Apolo, hijo de Zeus, Dios del sol, las artes y la verdad, te convoco. No importa si me amas o me odias, si buscas justicia o venganza, porque esta amenaza nos afecta a todos. Ven a mí si tienes el valor de enfrentarte a lo desconocido. Si tu corazón aún alberga un propósito, te prometo que lucharé a tu lado hasta el último aliento. Pero ten cuidado: no todos los que respondan serán aliados, y mi propia verdad puede no ser suficiente para protegernos a todos.” Un destello de luz cruzó el cielo, un eco del poder de Apolo que llegó a todos los rincones del mundo. Era un llamado, un desafío, una invitación. A los mortales, a los dioses, a los que viven en las sombras y los que caminan entre la luz. Apolo esperó, porque sabía que este era solo el inicio de algo mucho más grande que él mismo. (Quién lo desee será bienvenido/a puede responder mi rol por donde más le convenga, yo me adapto a todo.)
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
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  • 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝
    𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳.

    El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella.

    —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación.

    Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper.

    Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención.

    —Despierta.

    La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar.

    —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma.

    Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad.

    La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas.

    —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato.

    Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma.

    —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar.

    La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver.

    Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
    𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𝘌𝘭 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘳. El letargo era un refugio y una prisión. En la vasta oscuridad de su interior, Zaryna flotaba, como una hoja atrapada en aguas quietas, incapaz de moverse hacia la superficie. Había cedido, no por cobardía, sino por necesidad. La chispa de humanidad que aún ardía en su corazón estaba al borde de extinguirse, y su última acción antes de entregarse al sueño fue protegerla, ocultándola tras las garras de Myrrh, su padre y protector, ahora tan contaminado como ella. —Dormiré... —Se había dicho entonces.— ...Hasta que la escarcha en mi alma vuelva a sentir algo más que este vacío. —Pero el vacío no se llenó, ni la calma llegó con el sueño. A través del letargo, Zaryna era una sombra atrapada en su propio ser, observando con horror cómo Myrrh desataba su furia en el castillo que había sido su cárcel. Las llamas de su corrupción y su dolor consumieron las paredes y las almas que una vez la atormentaron. Había justicia en ese caos, pero también había desesperación. Meses, o quizá años, pasaron sin medida mientras Myrrh caminaba entre los escombros humeantes, portando el cuerpo de Zaryna como una armadura fracturada. Las huellas que dejaban eran tanto suyas como de él, marcadas por escamas quebradas y ceniza que caía como polvo en un paisaje de ruinas. Y aunque la libertad era dulce, sabía que también era incompleta. La corrupción era una jaula que ni siquiera el caos de Myrrh podía romper. Fue entonces, cuando el tiempo había perdido su forma y los ecos del castillo destruido eran un susurro lejano, que algo la despertó. Al principio, fue un tirón en su conciencia, como un leve movimiento en un lago helado. Una voz, ajena y desconocida, atravesó la neblina. No era una llamada brusca ni un grito, sino un murmullo cargado de intención. —Despierta. La palabra penetró las capas de su letargo, reverberando como una campana en un sueño profundo. Al principio, Zaryna resistió. Volver significaba enfrentar el dolor que había tratado de enterrar. Significaba abrir los ojos a un mundo que ya no podía reconocer y a una versión de sí misma que no quería aceptar. —Despierta. —Insistió la voz, más firme esta vez, pero sin perder la calma. Finalmente, fue Myrrh quien cedió primero. La presencia del dragón se retiró como una tormenta apaciguándose, dejando espacio para que Zaryna emergiera. Su despertar fue lento y doloroso, como el hielo resquebrajándose tras un invierno interminable. Sintio primero el peso de su cuerpo, luego el aire pesado y cargado de ceniza, y finalmente la conciencia completa. Sus ojos, rojos como brasas dormidas, se abrieron con dificultad. La figura ante ella era desconocida, una silueta envuelta en una capa de sombras que parecía casi un espectro entre las ruinas. —Eres tú. —Dijo la figura, su voz cargada de significado que Zaryna no podía descifrar de inmediato. Ella no respondió de inmediato. Todavía estaba reuniendo los fragmentos de su ser, intentando comprender dónde terminaba ella y comenzaba la corrupción que había impregnado cada parte de su alma. —¿Por qué? —Fue todo lo que logró decir, su voz ronca, como si hubiera olvidado cómo hablar. La figura no respondió, al menos no con palabras. Extendieron una mano hacia ella, un gesto que no era de mando ni de amenaza, sino de algo más profundo: comprensión. En ese instante, Zaryna sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: duda, no sobre sí misma, sino sobre el mundo a su alrededor. Quién era esta figura y por qué había llegado hasta ella era un misterio que no sabía si queria resolver. Por ahora, el letargo había terminado, y con ello, el comienzo de algo nuevo, incierto y cargado de posibilidades que no estaba segura de querer enfrentar. Pero no había otra opción. La chispa de humanidad en su interior había parpadeado, y aunque débil, aún ardía.
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  • Aprendido cosas interesantes de la humanidad,a pesar de los años más aquella antigua china .
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