• "Lo que no se puede limpiar"

    El aire olía a hierro y desesperación.
    El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos.
    Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido.

    —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad?

    El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre.

    —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos?

    El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió.
    Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra.

    —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son.
    Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad.

    El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético.
    Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo.

    —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces.
    Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste.

    Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo.
    En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda.

    Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna.

    —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—.
    La muerte no te salvará. Te recordará.

    Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto.
    Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido.
    Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
    "Lo que no se puede limpiar" El aire olía a hierro y desesperación. El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos. Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido. —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad? El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre. —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos? El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió. Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra. —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son. Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad. El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético. Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo. —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces. Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste. Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo. En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda. Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna. —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—. La muerte no te salvará. Te recordará. Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto. Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido. Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
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  • Una fructífera y hermosa colección la del día de hoy! Con esto, estará muy contento el Rey del Valle...

    Quizás así decida no aniquilar a toda la humanidad, al menos hoy...

    Uy, no debía decir eso.
    Una fructífera y hermosa colección la del día de hoy! Con esto, estará muy contento el Rey del Valle... Quizás así decida no aniquilar a toda la humanidad, al menos hoy... Uy, no debía decir eso.
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  • Sí, esta es mi cara al escuchar cómo los humanos intentan explicarme lo que soñaron. Acuden a mí para contarme cómo un pato gigante les ofrecía un empleo o cómo perdían un examen que ya aprobaron hace muchos años.

    Yo, debo asentir con solemnidad mientras me narran: “Y luego estaba mi abuela, pero con el cuerpo de Shakira”.

    A veces me pregunto si la humanidad entiende que los sueños no siempre son mensajes divinos… a veces son solo el resultado de cenar demasiado tarde o de ver tres temporadas seguidas de una serie absurda.

    Pero bueno, no importa. Nada me divierte más que escuchar cómo intentan interpretar mis obras maestras… como si soñar con sus ex's arrepentidos por ofrecerles migajas fuera una señal del destino.

    Sí, esta es mi cara al escuchar cómo los humanos intentan explicarme lo que soñaron. Acuden a mí para contarme cómo un pato gigante les ofrecía un empleo o cómo perdían un examen que ya aprobaron hace muchos años. Yo, debo asentir con solemnidad mientras me narran: “Y luego estaba mi abuela, pero con el cuerpo de Shakira”. A veces me pregunto si la humanidad entiende que los sueños no siempre son mensajes divinos… a veces son solo el resultado de cenar demasiado tarde o de ver tres temporadas seguidas de una serie absurda. Pero bueno, no importa. Nada me divierte más que escuchar cómo intentan interpretar mis obras maestras… como si soñar con sus ex's arrepentidos por ofrecerles migajas fuera una señal del destino.
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  • Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío

    El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido.

    Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto

    Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada.
    Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.”

    Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.”

    Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición.
    Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?”

    Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.”

    Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente.
    Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.”

    Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece.


    Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira

    Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente.


    Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida.


    Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen.

    En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención.

    Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas

    Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos.
    Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.”

    Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.”

    Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía.
    Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.”

    Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro.

    Kael y el Señor de las Sombras

    Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado.
    El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío.
    Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.”

    Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.”

    El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió.
    Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.”

    Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.”

    Kael recuerda:
    Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.”

    Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío.
    El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad.
    Y desaparece.



    Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido. Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada. Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.” Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.” Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición. Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?” Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.” Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente. Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.” Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece. Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente. Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen. En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención. Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos. Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.” Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.” Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía. Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.” Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro. Kael y el Señor de las Sombras Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado. El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío. Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.” Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.” El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió. Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.” Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.” Kael recuerda: Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.” Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío. El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad. Y desaparece.
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  • ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos.

    Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila.

    ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino.

    ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez.
    ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos.

    La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789.
    ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible.

    Demasiado. Ha sido demasiado.

    Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias.
    ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar.

    ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare.

    Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​

    Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas

    ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma.

    Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos. Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila. ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino. ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez. ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos. La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789. ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible. Demasiado. Ha sido demasiado. Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias. ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar. ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare. Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​ Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma. Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
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  • Reito: Capítulo I
    Fandom OC/Crossovers
    Categoría Acción
    "Ecos de Sangre"

    La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
    El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
    Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.

    El silencio fue roto por un rugido grave.
    No humano.
    No natural.

    —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.

    De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
    Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
    Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.

    La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
    El aire tembló.
    Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.

    Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
    Los colmillos emergieron.
    Los ojos se encendieron como brasas.

    ☯ *Forma Oni activada.*

    Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
    El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.

    Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
    El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
    Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.

    Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
    Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.

    —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.

    La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
    Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.


    ─────────────────────────────

    El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
    Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
    La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
    Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.

    —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.

    Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
    Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.

    ─────────────────────────────

    Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.

    La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
    Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
    Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.

    Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
    El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.

    —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.

    El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
    Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
    A su lado, un cartel gastado decía:

    *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*

    Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
    Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
    porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
    "Ecos de Sangre" La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual. El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente. Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana. El silencio fue roto por un rugido grave. No humano. No natural. —Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra. De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego. Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano. Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces. La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí. El aire tembló. Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse. Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva. Los colmillos emergieron. Los ojos se encendieron como brasas. ☯ *Forma Oni activada.* Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio. El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde. Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana. El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma. Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas. Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia. Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás. —No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla. La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos. Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto. ───────────────────────────── El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia. Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse. La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa. Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado. —Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz. Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*. Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno. ───────────────────────────── Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m. La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado. Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés. Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio. Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta. El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado. —Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir. El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos. Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio. A su lado, un cartel gastado decía: 🩸 *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”* Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación. Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda... porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
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  • LA LUNA EXIGE FUEGO
    Fandom One Piece, libre
    Categoría Terror
    PORTGAS D. ACE

    *El campo era el infierno, pero no por mi voluntad, sino por la maldición que brotaba de mi piel. Cada uno de los enemigos cercanos se reducía a cenizas, y aunque eso podía celebrarse, yo no podía hacerlo.*

    *La luna llena colgaba como un ojo blanco sobre el caos, y su luz parecía clavarse en mi espalda, en mi pecho, en mis huesos, atravesándome dolorosamente, dejándome de rodillas, jadeando. Mis manos ya no eran mías. Ni siquiera eran humanas. Con ellas me aferraba al suelo, dejando marcas ardientes sobre la piedra. Las garras crecían, los colmillos se asomaban, y mi voz se quebraba entre rugidos y gritos.*

    —¡No ahora!

    *Un gruñido reemplazaba mi voz, mientras mi sombra se alargaba y se deformaba.
    Los soldados enemigos retrocedieron, no por miedo al fuego, sino por lo que veían emerger de él, de mí: un lobo envuelto en llamas, con ojos como carbones vivos y una furia que no distinguía aliados de amenazas.*

    —Aaaah!! Ggggghhh!!!

    *Pero aún resistía. Me aferraba a mi nombre, a mi memoria, a la promesa que había hecho bajo un cielo más amable, más natural, fuera de esta isla. Viviremos sin arrepentimientos, y seremos más libres que nadie...*

    *Cada latido era una batalla. Cada llama, una advertencia. Temblores incontrolables sacudían mi ser.
    Y entonces, en medio del estruendo, se alzó. Mitad hombre, mitad bestia, completamente fuego.
    No para destruir.
    Sino para proteger los secretos que se ocultaban en este lugar.*

    —Grrrrrrrrrr!!! GRRRRRR!!!

    *Las historias que escuché al fijar el rumbo hacia acá eran ciertas. En esta isla el aire está enrarecido, y la luna tiene un efecto maldito sobre aquellos a los que baña con su luz cuando mira en lo alto sin parpadear.
    La luna exige fuego, exige sangre enemiga, exige, reclama la fuerza de aquellos que doblega a su voluntad para proteger el tesoro que se guarda celosamente en algún lugar de esta isla...*

    —WAAAAAAUUUUUUUUUUU!!!!

    *Eché la cabeza atrás, ofrendando mi garganta a la luna, y un aullido animal cimbró el aire. Ya no era tan sólo un hombre que podía usar el fuego. Ahora era un licántropo...
    ¿Cuándo hubiera imaginado que mi deseo sería mi maldición?
    La pregunta de aquel anciano vagabundo al desembarcar en esta isla me había parecido extraña. Pero respondí con sinceridad. Si pudiera elegir alguna criatura de oscuridad que me gustaría ser, yo había escogido el hombre lobo. ¿Pero volverme uno así como así?
    Tenía que liberarme... Así que continuaba con esa lucha interior, aferrándome a la humanidad que aún conservaba, la cual se extinguía lenta, pero implacablemente.*

    "Debo volver al mar..."

    *Fue lo que quise decir. Pero en lugar de eso los rugidos completamente ininteligibles de una bestia sustituyeron mi voz...*
    PORTGAS D. ACE *El campo era el infierno, pero no por mi voluntad, sino por la maldición que brotaba de mi piel. Cada uno de los enemigos cercanos se reducía a cenizas, y aunque eso podía celebrarse, yo no podía hacerlo.* *La luna llena colgaba como un ojo blanco sobre el caos, y su luz parecía clavarse en mi espalda, en mi pecho, en mis huesos, atravesándome dolorosamente, dejándome de rodillas, jadeando. Mis manos ya no eran mías. Ni siquiera eran humanas. Con ellas me aferraba al suelo, dejando marcas ardientes sobre la piedra. Las garras crecían, los colmillos se asomaban, y mi voz se quebraba entre rugidos y gritos.* —¡No ahora! *Un gruñido reemplazaba mi voz, mientras mi sombra se alargaba y se deformaba. Los soldados enemigos retrocedieron, no por miedo al fuego, sino por lo que veían emerger de él, de mí: un lobo envuelto en llamas, con ojos como carbones vivos y una furia que no distinguía aliados de amenazas.* —Aaaah!! Ggggghhh!!! *Pero aún resistía. Me aferraba a mi nombre, a mi memoria, a la promesa que había hecho bajo un cielo más amable, más natural, fuera de esta isla. Viviremos sin arrepentimientos, y seremos más libres que nadie...* *Cada latido era una batalla. Cada llama, una advertencia. Temblores incontrolables sacudían mi ser. Y entonces, en medio del estruendo, se alzó. Mitad hombre, mitad bestia, completamente fuego. No para destruir. Sino para proteger los secretos que se ocultaban en este lugar.* —Grrrrrrrrrr!!! GRRRRRR!!! *Las historias que escuché al fijar el rumbo hacia acá eran ciertas. En esta isla el aire está enrarecido, y la luna tiene un efecto maldito sobre aquellos a los que baña con su luz cuando mira en lo alto sin parpadear. La luna exige fuego, exige sangre enemiga, exige, reclama la fuerza de aquellos que doblega a su voluntad para proteger el tesoro que se guarda celosamente en algún lugar de esta isla...* —WAAAAAAUUUUUUUUUUU!!!! *Eché la cabeza atrás, ofrendando mi garganta a la luna, y un aullido animal cimbró el aire. Ya no era tan sólo un hombre que podía usar el fuego. Ahora era un licántropo... ¿Cuándo hubiera imaginado que mi deseo sería mi maldición? La pregunta de aquel anciano vagabundo al desembarcar en esta isla me había parecido extraña. Pero respondí con sinceridad. Si pudiera elegir alguna criatura de oscuridad que me gustaría ser, yo había escogido el hombre lobo. ¿Pero volverme uno así como así? Tenía que liberarme... Así que continuaba con esa lucha interior, aferrándome a la humanidad que aún conservaba, la cual se extinguía lenta, pero implacablemente.* "Debo volver al mar..." *Fue lo que quise decir. Pero en lugar de eso los rugidos completamente ininteligibles de una bestia sustituyeron mi voz...*
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  • Estamos dispuestas a luchar para conseguir la rededecion a nuestro pecado, fallamos en el proyecto Gestal, no fallaremos en proteger lo único que quedo de la humanidad.
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  • Mi lugar de paz. El lugar que necesito para mi alma y mi humanidad...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Orden cronológico de escritorios hasta ahora (?) :

    I) 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈
    II) 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀𝐒
    III) 𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘
    IV) 𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎
    V) 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐍𝐎 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐄𝐍 𝐕𝐄𝐑

    Esta serie de historias se desarrollan durante los eventos de la guerra de Troya, siguiendo a Afro hasta la antigua ciudad de Dardania. Ciudad hermana de Troya y uno de sus grandes aliados durante la guerra, y con quién Afro guardaría cierta relación y relevancia al ser ella madre de su más grande héroe: Eneas.

    Estos escritos no deben considerarse una replica exacta de los sucesos que se describen en la Iliada, ya que estoy metiendo parte de mi cuchara. Aquí, Afro poco a poco irá descubriendo su propia humanidad y aprenderá algunas lecciones que la llevarán a ser la diosa que conocemos hoy en día uwu
    || Orden cronológico de escritorios hasta ahora (?) : I) 𝐂𝐈𝐔𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 🔥 – 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈 II) 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀𝐒 🌸 III) 𝐉𝐀𝐍𝐄 𝐅𝐑𝐀𝐘 🍃 IV) 𝐄𝐋 𝐉𝐔𝐑𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐅𝐑𝐎 🌿 V) 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐍𝐎 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐄𝐍 𝐕𝐄𝐑🌺 Esta serie de historias se desarrollan durante los eventos de la guerra de Troya, siguiendo a Afro hasta la antigua ciudad de Dardania. Ciudad hermana de Troya y uno de sus grandes aliados durante la guerra, y con quién Afro guardaría cierta relación y relevancia al ser ella madre de su más grande héroe: Eneas. Estos escritos no deben considerarse una replica exacta de los sucesos que se describen en la Iliada, ya que estoy metiendo parte de mi cuchara. Aquí, Afro poco a poco irá descubriendo su propia humanidad y aprenderá algunas lecciones que la llevarán a ser la diosa que conocemos hoy en día uwu :STK-5:
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